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Di no a la constitución antieuropea,   totalitaria y tiránica

El espejismo de la Modernidad

por Luis Martínez Viqueira

La prensa, los "gurús" de moda, los Think tanks, o determinados "líderes de audiencia" son capaces de hacernos creer cosas imposibles o contradictorias con lo que nosotros o incluso ellos mismos piensan, haciendo de esta forma una versión más agresiva y peligrosa de los sofistas griegos.

En las últimas semanas parece como si las casualidades antojadizas de un año se hubieran puesto de acuerdo para concentrarse y acosarme trayéndome a la memoria y a la intimidad de mi vida privada, a través de las conversaciones banales de las que disfruto, una idea que me asalta desde hace tiempo, la modernidad. Ante este órdago del destino no he podido zafarme y me dispongo a escribir.

Por ejemplo, he leído hace poco un libro titulado "Al Qaeda o lo que significa ser moderno", escrito por un catedrático británico, cuya tesis es que, a pesar de lo que parece a simple vista, el grupo terrorista Al Qaeda, no es un grupo "medieval" sino que es algo muy moderno.

Días después, hablando de cine con algunas amistades, surgió la comparación entre "Tio vivo c. 1950" de Garci y "Mar adentro" de Amenábar, directores por los que siento una gran admiración y cuyas obras, tan distintas, pienso ver, aunque reconozco que, tras lo que se ha visto y leído, iré con mejor "talante" a ver la de mi admirado Garci, cuyas historias siento más cercanas y cotidianas que las del director de "Los otros", más rebuscado. El caso es que a mis interlocutores les parecía que la auténtica modernidad residía en las tesis y puesta en escena de "Mar adentro" y no en la regresión costumbrista de la película de Garci.

Otras lecturas y conversaciones que mi memoria no se ha dignado conservar iban por el mismo camino, es decir: la noticia de más rabiosa actualidad, el último, novedoso, ingenioso y, por supuesto, controvertido aspecto de la vida social o privada de los hombres (y mujeres, para seguir en la línea de la pseudomodernidad imperante), la transgresión más atrevida de "lo cotidiano", de los "usos sociales tradicionales", se ganan el primer puesto en el ranking de la modernidad ... o al menos eso nos parece.

Como decía antes, este asunto de la modernidad es algo que lleva tiempo rondándome la cabeza, porque hay algo que no me cuadra, algo que rechina en mis esquemas mentales cada vez que pretendo ver el mundo actual de forma innovadora.

Después de pensar en estas cosas durante bastante tiempo he llegado a la conclusión de que durante muchos años la visión del mundo y la opinión de la gente (suponiendo que la gente, así en general, tenga opinión) está totalmente condicionada por determinadas opiniones que llegan "más allá" que la mía o la de cualquiera de ustedes, queridos lectores. La prensa, los "gurús" de moda, los Think tanks, o determinados "líderes de audiencia" son capaces de hacernos creer cosas imposibles o contradictorias con lo que nosotros o incluso ellos mismos piensan, haciendo de esta forma una versión más agresiva y peligrosa de los sofistas griegos.

Podríamos pensar ¿No son el aborto libre, la eutanasia o los matrimonios entre personas del mismo sexo (y también del mismo seso) aspectos "modernizadores" de la sociedad, sean o no lícitos moralmente?. La respuesta para una gran mayoría podría ser si. Pero quizás sea no. El problema es que nos encontramos ante un espejismo, un engaño al que la sociedad se somete por pereza, por fiarnos de los cantos de sirena, por no querer afrontar, como Ulises, atados al palo mayor de nuestro barco los envites de "lo probablemente moderno".

La Odisea del siglo XXI es mucho más peligrosa que la sufrió Ulises y su barco, ya que aquí las sirenas están en todas partes, nos rodean y acosan, cualquiera está sometido a sus cantos mortales a través de la prensa, de la televisión, de los anuncios en la calle, de los comentarios de nuestros amigos y familiares ... Está claro que no podemos ir a vivir a la isla Utopía para zafarnos del problema. Tampoco podemos evitar el devenir de nuestra vida social y privada, ni abjurar de los avances tecnológicos que tanto bien pueden hacernos. Debemos afrontarlo conociendo el problema en su extensión y profundidad.

Por eso me atrevo a compartir mis reflexiones y conclusiones por si les pueden servir como ayuda para comprender eso de "lo moderno" y la "modernidad".

Si somos capaces de rebobinar la película de la Historia, en los últimos 200 años, y vemos qué era lo moderno en aquella época y qué queda de ello, quizás podamos avanzar en detectar lo genuino de lo falaz, lo que perdura de lo que muere de éxito a los pocos años, desde un punto de vista histórico.

Así a mediados del siglo XIX, y al socaire del positivismo nacido en Francia, surgieron ideas originales "modernas" que fueron acogidas por las elites "ilustradas" y los medios de comunicación de la época con revuelo y esperanza, ideas grandiosas que otorgarían a sus autores el sello indeleble de quien hace algo grande y eterno por la Humanidad. El esperanto, idioma universal, fue uno de esos inventos... su supervivencia, apenas unas décadas, aunque todavía hay quien lo practica. Otra "idea genial" de la época fueron los Falansterios, comunidades sin propiedad, sin apenas reglas y en la que la felicidad iba a reinar de forma permanente. Como el esperanto, los falansterios tuvieron fecha de caducidad y ya casi nadie se acuerda de este nefasto experimento social. Vemos así como "lo moderno" de hace 150 años no fue más que un espejismo aireado a voces.

Si nos acercamos en la Historia del Mundo, nos encontramos con situaciones sociales o políticas que fueron auténticos hitos revolucionarios, que movieron los corazones y las esperanzas de la gente. Hitler, por ejemplo, llegó a unir bajo una ideología criminal a millones de alemanes, alemanes que no eran, ni mucho menos, criminales sino el pueblo más culto de Europa. Mao Zedong, en 1966, con su Revolución Cultural, que costó varios millones de muertos en China, llegó a asombrar en aquel momento a ciertas elites intelectuales europeas que pretendían copiar el sistema chino. Más cercano en el tiempo y en el espacio, en el París de 1968, nos encontramos con una de las "cumbres intelectuales" del momento europeo, Jean Paul Sartre, de quien ahora sabemos que pasó de colaborador con los invasores hitlerianos en la Francia de 1940 a adulador de Stalin en 1954, además de ser un reconocido pervertidor de menores gracias a la "ayuda" de su "compañera" Simone de Beaviour. En definitiva, el líder del pensamiento europeo de la época, ahora sólo nos produce lo que el título de una de sus más aplaudidas e insufribles obras: "La Nausea".

Evidentemente no todo "lo moderno" se ha olvidado ni era negativo a la luz de la perspectiva histórica. Innumerables avances tecnológicos y sociales han contribuido al bienestar social y a salvaguardar la dignidad del hombre. Así muchas de las conquistas tras las luchas del movimiento obrero del Siglo XIX no son ahora negados por nadie. La abolición de la esclavitud, el fin del trabajo infantil, la sanidad pública extendida a todo el mundo, fueron aspectos controvertidos en su momento y ahora son indiscutibles conquistas del género humano, aunque aun queden en el mundo lagunas por "modernizar".

Pero ¿cuál es la diferencia entre las ideas modernizantes que se conservan y aquellas que no pasan de ser un pasajero espejismo?. Creo haber advertido la diferencia. Y no es otra que el respeto a la dignidad humana, la salvaguarda de los valores humanos permanentes o, lo que es lo mismo, el respeto a los valores humanos nacidos del Evangelio, por algunos llamados "derechos humanos".

Pero entonces, ¿cuál es la clave de la modernidad?, ¿en qué se basa? y ¿cómo puedo distinguir las "ideas modernas" que van a perdurar de las que van a ser olvidadas en poco tiempo?

Al final las conclusiones a las que he llegado y que comparto con ustedes son varias:

La modernidad sólo es posible si se respeta al hombre como ser completo dotado de cuerpo y alma

Las mayoría de los grandes gestos y declaraciones suelen ser de cartón piedra y una ráfaga de viento los tumba.

Los hombres tenemos la obligación moral de provocar ráfagas de viento que sean capaces de tirar los decorados de la modernidad falaz una vez descubierta. Ese es parte de nuestro trabajo.

La auténtica modernidad no suele ser original, ha sido escrita hace 2000 años y simplemente consiste en aplicarla ahora con criterios racionales.

Lo que se suele considerar "moderno" actualmente no suele ser más que un moda pasajera, modas que a veces tiene consecuencias trágicas, pero modas al fin y al cabo.

Cosas como el aborto, la eutanasia o los matrimonios entre personas del mismo sexo o cualquier otra cosa, pasada o por venir, que reduzca al ser humano, sea cual sea su tamaño, a la más pura animalidad, no son más que momentáneos pasos atrás en el progreso humano.

Como le recomendé hace poco a un buen amigo: "... tira las gafas de sol que te quitan luz y claridad y hazte con una gafas que te prevengan de los espejismos". A mi me va muy bien y son gratis e irrompibles.

Me atrevo a decir que la modernidad reside en aferrarse a la esencia inmutable del hombre resistiendo a las destructivas modas pasajeras, que no son otra cosa que espejismos.

En definitiva, les digo que los revolucionarios del siglo XXI nos casaremos y tendremos muchos hijos, iremos a misa, o al menos sabremos que somos católicos, y llevaremos corbata cuando no sombrero ...

¿Se apuntan a esta Revolución?... Pues, dense prisa que está a punto de comenzar.

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Luis Martínez Viqueira

 

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