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Di no a la constitución antieuropea,   totalitaria y tiránica

Intelectuales de varias universidades españolas hablan de la identidad católica de España

por Redacción

Durante una jornada de estudio y reflexión, convocada en Madrid por la Sección Española de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITAE) profesores e intelectuales de cinco universidades españolas debatieron sobre las dimensiones histórica, filosófica y teológica de la identidad católica del pueblo español, con motivo del aniversario de la V visita de Juan Pablo II a España.

«Es un acto de justicia histórica y cristiana reconocer el papel de España en la defensa y promoción de la fe católica»

Socios de la SITAE, profesores de la Universidad San Pablo-CEU, la Universidad Francisco de Vitoria, la Universidad Complutense, la Universidad de Barcelona, la Universidad de Navarra y la Universidad Pontificia Comillas se reunieron el pasado sábado 25 de septiembre, convocados por la Sección Española de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA) con motivo del aniversario de la quinta visita apostólica de Juan Pablo II a España, para debatir y reflexionar sobre las distintas dimensiones implicadas en la afirmación que el Papa hizo durante su viaje de que «la fe católica constituye la identidad del pueblo español», lo que dio lugar al título del coloquio. “Nuestra identidad como pueblo en Cristo”. En unos momentos de especial dificultad y debate en los que esta afirmación no sólo es polémica, sino ampliamente contestada, tiene particular interés el análisis y reflexión desde todos los ángulos —filosófico, jurídico, histórico y también, obviamente, teológico— de esta afirmación.

Se abrió la jornada con dos ponencias expositivas que analizaron el magisterio de los Papas durante el siglo XX acerca de la identidad católica del pueblo español, y más en concreto, acerca de la vocación y misión históricas de España. En la primera de ellas, Alfonso Coronel de Palma, Gran Canciller de la Universidad San Pablo-CEU hizo un repaso por todo el magisterio del actual Pontífice en sus cinco visitas apostólicas. Subrayó, entre otros aspectos, cómo la primera visita de Juan Pablo II a España en noviembre de 1982 marca las pautas generales de todo su magisterio acerca de España, su identidad, su misión y vocación históricas. Dichas pautas se dirigen sobre todo al reconocimiento y agradecimiento del trabajo de España en la defensa y extensión de la fe católica por todo el mundo. Para el Papa, recordó Coronel de Palma con sus propias palabras, este reconocimiento y agradecimiento «ante toda la Iglesia», «era un acto de justicia histórica y cristiana».

El profesor José Ángel Agejas, de la Universidad Francisco de Vitoria, hizo un recorrido por el magisterio de los romanos pontífices desde Pío XI a Pablo VI. En todos ellos, constató, encontramos las mismas constantes que Juan Pablo II ha retomado en sus catequesis, homilías y discursos. Esas constantes podían resumirse en una definición de España como tierra de María que ha sabido en la Historia, no sólo responder al don de la fe haciendo de ella su mayor timbre de gloria. También ha sabido ser leal a la Sede de Pedro, heroica en el servicio a la fe y baluarte en la defensa de la misma en tres momentos particularmente señalados: ante el ataque musulmán, con la luz de sus teólogos en Trento, y ante el acoso del comunismo ateo. Y muy en especial, todos los Papas destacan el papel de España en la evangelización del Nuevo Mundo, extendiendo las fronteras de la civilización y de la fe, haciendo que más de veinte naciones celebren y recen a Dios en español.

Se dedicó la segunda sesión del coloquio al estudio de los fundamentos filosófico-jurídicos del bien de la comunidad política. La ponencia del profesor Miguel Ayuso, de la Universidad Pontificia Comillas, desarrolló su reflexión, por un lado, sobre el alcance religioso de la comunidad política y la necesaria dimensión social del culto a Dios. De este modo, puso de relieve cómo el pensamiento filosófico moderno ha querido relegar el hecho religioso al ámbito de la intimidad del sujeto, desligando los fines y vivencias de la persona en su dimensión religiosa de los fines y vivencias de la comunidad social y política. Por otro lado, expuso cómo el bien común de una comunidad social y política entendida según todas las dimensiones que le son debidas incluye una relación ontológica con la bondad divina, de modo que una recta comprensión y praxis de lo público ha de estar orientado, en último término, hacia la realización del bien querido por Dios, o de otro modo, carece del sentido último que le es debido. Lo cual da razón de lo que ha supuesto históricamente la pérdida consentida de la unidad en el bien divino, esto es, la pérdida de la Unidad Católica, quiebra de nuestra constitución histórica.

El profesor Juan Cruz, de la Universidad de Navarra, expuso un detallado análisis del concepto de libertad secularizada en la filosofía política de Hegel. Según el análisis de este catedrático de historia de la Filosofía Moderna, la libertad que postula Hegel en su obra es una libertad inmanente, sin capacidad de trascendencia, por lo que además reduce la dimensión religiosa a la política. El Estado para Hegel queda revestido de las características de lo sagrado, por lo que sus preceptos son divinos y santos. Al negar la trascendencia de la libertad humana, el filósofo idealista alemán renuncia al principio de creaturidad, renuncia a reconocer que la libertad humana alcanza su plena realización en su apertura a la trascendencia, por lo que necesita sustituir a Dios por una realidad tangible, que se concreta en atribuir al Estado la objetivación de lo social, la síntesis perfecta de lo infinito en lo finito.

La sesión vespertina incluyó las ponencias de tres profesores que analizaron desde una perspectiva fundamentalmente teológica la realidad histórica de España. El doctor Pablo Cervera, director de Pastoral de la Fundación San Pablo-CEU, hizo una reflexión a la luz de la liturgia eucarística y de las horas, de Cristo como Señor de los Pueblos. La liturgia es el ámbito privilegiado para la vivencia de la fe, el lugar teológico en el que el Pueblo celebra, ora e impetra, en la sucesión temporal, la ayuda y auxilio del Señor para su peregrinación en la Historia. La Iglesia celebra en la liturgia la salvación que nos ha llegado por Jesús, salvación que abarca todas las dimensiones de lo humano, por lo que alcanza también la dimensión relacional, es salvación personal y comunitaria.

Fray Juan José Gallego, dominico Presidente del Comité Directivo de la Sección Española de la SITA analizó a la luz de la última encíclica de Juan Pablo II sobre la eucaristía, la presencia salvadora de Cristo en la comunidad, como alimento espiritual, «el don más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la Historia». Apoyándose en la doctrina sobre la eucaristía del Doctor Angélico —de modo especial en las cuestiones 73 a 79 de la Tertia Pars de la Summa Theologiae— analizó las tres dimensiones de la presencia real de Cristo en la eucaristía, y en consecuencia, los beneficios que se derivan de la misma para el Pueblo de Dios.

Finalizó la jornada el doctor Eudaldo Forment, catedrático de la Universidad de Barcelona, con una interesante exposición del pensamiento político de Torras y Bages, autor que escribe su obra en plena Renaixença, y que permaneciendo en la tradición catalana no sufrió la contaminación romántica de aquellos que curiosamente se expresaban en castellano y no en catalán. Torras y Bages definía España como «conjunto de pueblos unidos por la Providencia». Este autor catalán, que llegaría a ser obispo de Vic, postula en sus obras un regionalismo para España —afirmó el doctor Forment— según el cual cada una de las regiones y su particularidad tienen sentido, precisamente dentro del todo, España. «El regionalismo es lo contrario del separatismo». Defendía Torras y Bages la tradición como «voz docente de la experiencia de las generaciones pasadas», y apuntaba, como Balmes, que es el cristianismo, no sólo el que está en el nacimiento de España, sino que es el que le da sentido y unidad. De aquí que si desaparece de su condición política su afirmación en Cristo, la consecuencia necesaria sea la disolución del mismo cuerpo político, esto es, de España como nación.

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Redacción

 

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