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Di no a la constitución antieuropea, totalitaria y tiránica

“Shall we dance?" (¿Bailamos?)

por Francisco Galdúroz

Sin elevadas pretensiones, esta obra -curiosamente, con antecedentes en una historia estrenada hace años en Japón-, aunque convencional en algunas de sus premisas, sí contrasta en esta época por su implícita y razonable defensa del proyecto de pareja.

De la felicidad...

Paradójicamente, podemos asegurar que el baile no es el motivo central de esta película vital; éste más bien constituye un vehículo estético para retratar, limitada pero loablemente, las íntimas aspiraciones del ser humano. Comedia romántica producida por Simon Fields, de notable éxito en las taquillas de nuestro país, contiene elementos que la convierten en atractiva y diferente.

Es una narración visual, de fondo "limpio", de las que no abundan últimamente en los productos cinematográficos. Así, se trasciende levemente el mero planteamiento, más o menos edulcorado, de los sentimientos, para sorprender de forma agradable por la reafirmación de una serie de valores como: la amistad, el sentido de la compañía y el matrimonio.

Todo ello atrapando al espectador con fino humor, sensibilidad e ingenio, y consiguiendo que salga de la sala con una sonrisa.

El cartel de lujo formado por: Richard Gere, Susan Sarandon y Jennifer López, es un conjunto creíble y que funciona, aunque desde luego original, ya que entre ellos la "química" parecería a priori una apuesta arriesgada; además, son adecuadamente conducidos por Peter Chelsom.

Los papeles interpretados, sólidos pero con mayor ó menor convencimiento, contribuyen a plasmar un interesante guión (con la firma de Audrey Wells) ejecutado impecablemente por el director de títulos como la deliciosa "Serendipity".

Merece la pena asimismo, mencionar el magnífico trabajo efectuado por los secundarios, que casi llegan a robar protagonismo en muchos momentos a las estrellas principales del reparto (ahí tenemos por ejemplo a un estupendo Stanley Tucci -recordémoles hace poco en "La terminal"-).

Los ambientes -muy conseguidos-, la música (John Altman) bien seleccionada, y una excelente sucesión de elaborados gags cómicos, convierten los 106 minutos en una pieza -cuya acción transcurre en Chicago- de incuestionable calidad.

Sin elevadas pretensiones, esta obra -curiosamente, con antecedentes en una historia estrenada hace años en Japón-, aunque convencional en algunas de sus premisas, sí contrasta en esta época por su implícita y razonable defensa del proyecto de pareja. Lo cual no excluye por ejemplo la tentación y dudas del marido ante la bailarina hispana; efectivamente, la serena belleza encontrada en la joven profesora de la academia supone inicialmente un reclamo para él.

Por otra parte, resulta especialmente acertada en un instante dado de la cinta, la descripción que hace su esposa, sobre su relación tras tantos años casados: la predilección, la elección de su auténtico compañero; ella es testigo de su vida, una vida que a ella le importa particularmente, para siempre...

A veces, a causa de la monotonía, podemos necesitar hacer un alto, para renovar nuestras preguntas sobre el por qué de las cosas.

El abogado John Clark aparentemente lo tiene todo, pero representa la soledad del éxito; algo desconocido que lleva en su corazón, en su presente, le interpela en su camino hacia su plena realización personal. La inequívoca sensación de que lo tiene "casi" todo (el sueño de una sociedad occidental sin grandes creencias) no le impide ansiar algo más a través de la ventanilla del tren; algo no banal.

Ama a su mujer, tiene hijos y una casa maravillosa... pero su trabajo no lo es todo, todos en su familia están muy ocupados. A la vez se siente mal con su conciencia, al perseguir tímidamente esta indefinible emoción (y sin pretender voluntariamente, la "simple" escapada de una aventura extraconyugal).

En el fondo, echa de menos participar más de una auténtica vida, compartida en común; claro que podríamos señalar, que pertenecer juntos a Otro salva verdaderamente nuestra realidad, a la que estamos misteriosamente vinculados.

Por eso, una tarde volviendo a casa, acaba dando el paso de apuntarse en una curiosa academia de barrio; el "gancho" fue la impresionante mirada de la joven.

John, lo que está haciendo es buscar una respuesta, no sabe a qué pero sí presiente cómo.

Lentamente, día tras día, la pasión por la danza se va apoderando de él, es una evasión "secreta", que oculta a todos. Hasta que los acontecimientos se desencadenan -incluyendo la celebración de un campeonato de baile- provocando un cambio en todos: desde la mirada de su hija hacia él, hasta el el cínico detective...

En todos se adivina un agradecimiento y positividad.

El argumento, en definitiva, nos muestra a un hombre de existencia casi "perfecta" (según los esquemas más mundanos), en "sincera" armonía con su entorno, pero a quien sin embargo falta algo que introduzca una intensidad en su cotidianeidad y un gusto mayor por la vida.

Tan sólo intuyendo en su interior este deseo, la "casualidad" hace descubrir un día atravesando la gran ciudad, a esta mujer, que contempla el exterior con nostalgia y quizás temor; esta fascinación inicial es la que le impulsará posteriormente a dar el paso de apuntarse a clase de principiantes, con intención de conocerla -según piensa él, confusamente-.

No se libra de todas formas este film, de hacer un guiño a un aspecto del actual pensamiento "políticamente correcto", cuando al final uno de los personajes libera su orientación "gay"; pero incluso esto, no es tratado de manera ofensiva ó grosera, sino sutil. Por otro lado, la combinación racial es otra concesión a lo "admisible" (la pareja protagonista es "wasp", pero en la academia tendremos también a personas de color).

En resumen, es un recomendable y distinto intento, honesto aunque parcial, de unir cuestiones importantes: el afecto sincero, la responsabilidad, la buena voluntad, y la fidelidad.

Bien hecho está

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Francisco Galdúroz

 

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