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No a una legislación tiránica que destruye los fundamentos de Europa y desconoce la dignidad de los europeos

Una breve semblanza de Manuel Mujica Lainez

por Vicente Lastra

Reseña a este autor argentino, con comentarios a sus principales obras

No sentí resbalar mudos los años
Quevedo

Abundan los ejemplos de autores que pasan desapercibidos para la inmensa mayoría del público lector. Y las razones por lo que aquello sucede no sólo se remiten a problemas de índole editorial, ya sean éstas fallas en la distribución, o modas pasajeras que imponen ciertas vertientes de la literatura. Al contrario, en muchas oportunidades los mismos críticos y autores, evidencian verdaderas muestras de ceguera artística, al no reconocer las virtudes creativas de algún iluminado contemporáneo. Esto último es lo que ha acontecido con Manuel Mujica Lainez.

En este autor argentino hallamos todos los grandes valores apreciados por los amantes de la buena literatura, a saber: una profunda sensibilidad, rebeldía crítica, fortaleza intelectual, y un manejo del idioma francamente prodigioso. Buscando un paralelo en este aspecto, quizás podríamos citar a su compatriota Juan Filloy, o al cubano Alejo Carpentier. No obstante, encontramos en la prosa de Mujica Lainez, un lenguaje arcaico y exquisito, exhalador de un encanto único; que por las temáticas que abordó, no había otra manera de expresar. Este artículo por lo tanto, tiene la finalidad de dar a conocer, sobre todo a las nuevas generaciones de lectores, la obra y figura de este autor hispanoamericano injustamente olvidado.

Datos biográficos

Bernabé Mujica Lainez, nació el día 11 de septiembre de 1910, en la ciudad de Buenos Aires, Capital Federal de la República Argentina. Durante su adolescencia y juventud, estudió en su patria, Francia, e Inglaterra; importante dato que explica su bagaje cultural, inherente a toda su producción literaria. Regresa a la Argentina donde inicia estudios universitarios de Derecho, pero sólo por dos años, incorporándose luego a la administración pública. Ya en 1932, y trabajando para el diario La Nación, se dedica por completo al oficio de escritor. En 1936, en tanto, contrae matrimonio con Ana de Alvear. Posteriormente se da a conocer masivamente con dos biografías de autores trasandinos, Miguel Cané (padre), e Hilario Ascasubi. Su propuesta entusiasma a la crítica. Con las colecciones de cuentos Aquí vivieron (1949) y Misteriosa Buenos Aires (1950), se perfila su creación literaria. Luego, viene la famosa tetralogía donde intenta delinear una visión de la aristocracia argentina, compuesta por: Los ídolos (1952), La casa (1953), Los viajeros (1955), e Invitados en El Paraíso (1957). Éstos son años de intensa actividad cultural y diplomática representando a su país. Ya en los años sesenta y producto de los frecuentes viajes a Europa, y marcado por el legado del Renacimiento, nace su monumental Bomarzo (1962), sin lugar a dudas su obra maestra. En los años siguientes esta obra sería adaptada, primero, como cantata, y luego como ópera, por el compositor Alberto Ginastera; anotamos que injustamente censurada por las autoridades (1968). Siguiendo con su producción, en 1965 publica El unicornio, recreando la Edad Media con tintes fantásticos y donde, según su amigo Jorge Cruz, es posible distinguir importantes rasgos autobiográficos. Dando muestra de su versatilidad, en 1969, Mujica Lainez da a conocer De milagros y de melancolías, hilarante narración acerca de la génesis e historia de un ficticio país sudamericano. Se ha jubilado y teniendo a su hacienda “El Paraíso” en Córdoba como lugar de trabajo (1969), emprende nuevos proyectos como las novelas El laberinto y El viaje de los siete demonios, ambas aparecidas en 1974. Al año siguiente (1975), muere su madre, doña Lucía Lainez de Mujica Farías, descendiente directa del capitán y fundador de Buenos Aires. Durante la temporada siguiente, entrega a la imprenta Los cisnes. Mientras en los años posteriores se comienzan a editar sus Obras completas, agregando diversos artículos de raigambre periodística, como por ejemplo “Los porteños”, y colecciones de relatos tales como El brazalete y otros cuentos.

Transcurriendo 1982, publica su última gran obra, El escarabajo, apasionante recorrido de una joya egipcia por 3.000 años de historia universal. Viaja además por España, Italia, Francia, Portugal y Egipto. Es condecorado con la Cruz de Caballero de la Legión de Honor en París (1983). Al año siguiente, es declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Falleciendo a raíz de un edema pulmonar, el día 22 de abril de 1984.

Su obra

En el panorama literario argentino, la figura de Mujica Lainez parece una isla casi paradisíaca en medio de un mar tempestuoso, una época dominada por la majestuosa presencia intelectual de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Son igualmente, los tiempos de Julio Cortázar enfrascado en la eterna adolescencia de sus cuentos. En otra senda, la desesperación que encierran los libros de Ernesto Sábato y Roberto Arlt, marcan las propuestas literarias de un público ávido de desentrañar las pasiones humanas en su estado más puro. En el otro extremo, está Macedonio Fernández y su particular estilo. Las inquietudes de Mujica Lainez, lo condujeron a otro rumbo. Como todo escritor, no es ajeno a la denuncia o a la crítica social, empero, su óptica es diferente, siendo testigo él mismo, del auge y caída de un antiguo orden; logrando plasmar en su obra esa nostalgia propia de las aristocracias hispanas, cuyo pasado de refinamiento y lujo, se opacaba entrado el siglo veinte. Prueba de esto que decimos, es la familiaridad que tenía nuestro autor con las lenguas extranjeras, especialmente con el francés, lo que se traduce en el amplio conocimiento de la novela en este idioma. Los rasgos característicos de Marcel Proust o Joris-Karl Huysmans forjaron en parte su estilo recargado, de un barroquismo luminoso, trabajado con el cincel de un hábil artesano, lo que es inusual en nuestra lengua contemporánea. Esta característica ha provocado más de alguna controversia, ya que se le ha acusado a Mujica de privilegiar la forma antes que el fondo, sin embargo, los recursos literarios nunca deben soslayarse si el objetivo trazado se logra, cual es la expresividad y la sensibilidad que nos entrega cualquier obra literaria de calidad.

El contacto con la diplomacia le permitió abrir nuevas posibilidades temáticas, conocer otros mundos. Su interés se trasladó a la novela histórica, donde la labor de documentarse apropiadamente revela la acuciosidad que ya le hemos observado en el acto mismo de escribir. Mientras el llamado “Boom” de la literatura latinoamericana desgranaba la realidad social de una América española amenazada por la United Fruit, o las dictaduras de turno, Mujica Lainez, consecuente con su modus vivendi, se alejó de las modas de la época y centró sus esfuerzos en narrar historias del ámbito que conocía, que por otra parte le proporcionaba todo el material novelable y que, como un contemplador de primera línea, entregó fehacientemente a través de los hechos acaecidos a una clase social en especial, tal y como analizaremos a continuación.

En esta oportunidad, escogeremos dos obras para abordar, debido a que son representativas de nuestro entorno hispanoamericano, éstas son: La casa, y De milagros y de melancolías.

La casa : esta novela pertenece a la “etapa argentina” del autor, es una prosopopeya, donde la propia Casa narra en un tono doliente y nostálgico la historia de una familia aristocrática cuyos integrantes, verdaderas almas en pena, se aferraban a su pasado glorioso. Los recuerdos se suceden en momentos que es inminente su demolición. En este escenario de tragedias y alegrías de una familia bastante disfuncional, se ilustra el talento narrativo del autor, mezclando la vida de fiestas y recepciones, con las pasiones reprimidas de los personajes, sumados a esto, los elementos fantásticos e irreales que están excelentemente incorporados en el relato mismo. Se obtiene así, un vívido fresco de un ámbito donde las relaciones de jerarquía se hacen difusas con el paso del tiempo, ejemplo de esto es el poder de la servidumbre que se hace cada vez más fuerte hasta terminar controlando la Casa. El tono trágico de esta situación, podría a simple vista parecer clasista y resentida, pero a través del relato doliente y resignado de la Casa, somos testigos directos de los efectos de la entropía, que sin oposición se apodera no sólo de un lugar físico, sino que también del sueño feliz de la aristocracia porteña.

Esta novela, un punto alto en la producción de Mujica Lainez, fue muy bien acogida por la crítica, y obtuvo importantes galardones, en opinión nuestra, la mejor del “ciclo argentino”.

Si en La casa, encontramos una dignidad trágica que subyuga al lector, en De milagros y de melancolías, es el humor el encargado de que su lectura sea una auténtica delicia. La ficción de esta novela es un verdadero paradigma de la historia de Hispanoamérica, en ella desfilan los tópicos que han movido a nuestro continente por siglos: la quimera de El Dorado; las manifestaciones religiosas de extraño origen encauzadas por la Iglesia; la dramática lucha de Independencia con un prócer bastante particular; los intentos de modernización, y la puesta en práctica de recetas inadecuadas a nuestra disposición espiritual. En esta suerte de anti-historia, donde incluso se aventura un sombrío futuro gracias a las visiones de una médium, el uso de la “crónica intrincada” como la llama Mujica Lainez, iniciada en “Crónicas reales”, logra su máxima expresión con esta novela. La prosa irónica y punzante a cargo de un supuesto Diego Cintillo, da cuenta de los hechos acaecidos en San Francisco de Apricotina del Milagro, cuya capital, Ciudad del Milagro, fundada por el conquistador Nufrio de Bracamonte, constituye el epicentro de lo que sería una aventura que se extendería por centurias. Notable es la descripción de los gobernadores del lugar antes de la Independencia, el ingenio mostrado en estas páginas es notorio, y resume por otra parte la intención de satirizar la Historia, y de sacarla del academicismo obtuso que llena los manuales de esta disciplina. El libro continúa con la gesta de Xavier Moncil, el libertador virginal. Luego, y en clara alusión a la realidad argentina, surge la figura de Gaspar Bravaverga, “el caudillo”, suerte de Juan Manuel de Rosas, erotómano y salvaje. El descendiente del anterior, Cagliostro Bravaverga, intentará civilizar aquella tierra, mas con buenas intenciones que con logros prácticos. El “líder”, el general Benicio Bracamón, impondría sus términos a la manera del descubridor Nufrio Bracamonte, dándole el cariz de inmortalidad tan presente en la obra de Mujica Lainez, pues cada personaje es una proyección en el tiempo, en este caso, del Conquistador. El epílogo “espiritista” nos recuerda que el paso del tiempo, en su inmensidad, amolda nuestro devenir, y que incluso al especular sobre el futuro, encontramos mucho de nuestro pasado, confirmando de este modo, la fragilidad de los hombres ante los matices del incierto Destino.

Las obras comentadas en las líneas precedentes, son sólo una muestra del talento literario de Mujica Lainez, confirmando de paso su sagacidad y versatilidad para expresar emociones, recrear períodos de la Historia, o mostrar una veta humorística, que en sus primeros libros sólo se avizoraba a tientas. No perderemos la ocasión para recomendar Bomarzo, máximo logro del autor, donde los tópicos mencionados conforman un relato perfecto, ya que la narración histórica se funde con las pasiones humanas exaltadas en una prosa absorbente y de magistral ejecución.

Algunas claves en la obra de Mujica Lainez

En toda la producción del autor encontramos los siguientes aspectos, entre los cuales podemos destacar como formales:

- No podemos ubicar a Mujica Lainez en ninguna corriente o generación literaria. No adhirió a vanguardias.

- Estilo recargado, barroco, incluso preciosista, cualidad escasa entre los escritores hispanoamericanos del siglo veinte. Profundo conocimiento del idioma castellano.

- Como consecuencia de su estilo, el arcaísmo esta muy presente en su obra.

- Conjunción de lo natural con lo artificioso, ejemplo de esto: Bomarzo.

- Exhaustiva documentación antes de la ejecución de la obra.

- El narrador omnisciente en primera persona.

- Uso del monólogo interior y el racconto.

Entre los aspectos temáticos podemos mencionar:

- La aristocracia del Río de la Plata, auge y caída de una casta, testigo privilegiado de un orden social en crisis.

- Recreación de periodos históricos: Renacimiento, Edad Media y América Imperial, por citar los mejor logrados.

- La Inmortalidad, un tema que obsesionó al autor, siendo el Destino en sus caminos oscuros y luminosos, los protagonistas de sus mejores páginas.

- La Ironía, no sólo como recurso discursivo, sino como argumento de parte de su producción literaria.

- En sus creaciones literarias incluye la crítica de arte, comentarios estéticos, o reseñas de artistas.

- Elegante exploración de las relaciones humanas y afectivas en toda su amplitud.

- En lo que respecta a los personajes, generalmente se trata de personas de buena situación, educadas, pero afectivamente desvalidas, presas de la melancolía o del resentimiento. Sus personajes históricos están muy bien logrados, gracias a la documentación que formaba parte de su método de trabajo.

- En sus obras históricas, hay un cierto carácter épico subyacente, siempre hay una búsqueda que es inherente a la aventura donde el viajar y deambular -propio de Mujica Lainez en la realidad-, se traslada a la ficción con acierto.

Para el lector neófito, recomendamos comenzar la lectura de Mujica, por ejemplo, con “Los ídolos”, obra de su primera época; de inmediato percibirá la impronta del autor y la diferencia sustancial con otros escritores de nuestro idioma.

“Manucho” regresa del exilio

“La llovizna cae en el suelo serrano de Córdoba, el verdor de la tierra generosa lo recibe con sus nudosos árboles, a lo lejos, recortada en la falda de un cerro el rojo tejado de la casona ‘El Paraíso’ que por fin recibe a su antiguo dueño, Cecil el lebrel, amaga un ladrido, tímidamente se acerca a la figura de andar pausado que se aproxima, es un hombre calvo de cejas marcadas, bigote encanecido, va vestido con sobriedad y elegancia. En su mano derecha se apoya en el bastón de brillante factura, en la otra, un manuscrito que sujeta con fuerza como si su vitalidad surgiera de esos papeles amarillos, en el dedo anular se aprecia un extraño anillo con forma de escarabajo. La lluvia se deja caer con más fuerza, quizás el cielo llora de emoción, el hombre, indiferente al temporal, no tiene prisa ya que goza de todo el tiempo del mundo y de mucho más”.

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Vicente Lastra

 

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