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Virgen en Cinta, Madre de verdadero Dios y verdadero Hombre
Feliz Navidad, es decir encarnación del Verbo para, hecho Hombre, salvar a la Humanidad


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Arbil, 100 números en la red apostando por una cosmovisión cristiana.

por Dirección

La vida, la familia, la educación, la dignidad en el trabajo, la unidad de la nación y la regeneración moral de la sociedad y de la vida pública, son los pilares que ARBIL considera fundamento para bien común

Las situaciones de malestar y decadencia no son irreversibles. La historia la hacen los hombres y no el destino; y la historia de España, la de hoy y la del futuro, la tenemos que hacer los españoles de nuestro tiempo.

Es la imagen la que trata de convencernos de que los valores consustanciales con el ser de España carecen de vigencia, de que los ideales por los que los españoles hemos vivido historicamente eran falsos, de que las exigencias morales que definían nuestra conducta, tabúes ridículos de los que es necesario desprenderse. Y a esa imagen hay que oponerse, y a todo ello hay que decir valientemente que ¡No!; que no es verdad.

Ante la amenaza creciente a la identidad nacional, a nuestra raíz cristiana, a nuestra cultura, a nuestra natalidad, debemos decir que ¡No! Y aunque tengamos la percepción de que los españoles parecemos cansados, hastiados, fatigados, suponíendo que no hay nada que hacer, y de que no hay otra solución que resignarse y retrasar la hecatombe con el mal menor, tanto en los aspectos políticos como sociales, tenemos la obligación de no dejarnos engañar por esa percepción y trabajar por transformar nuestra sociedad

Si hay algo que obliga en conciencia es laborar por el bien posible. Y laborar por el bien posible significa olvidarse del mal menor, que, siendo un mal, no se le quiere en el fondo y, además, se le teme.

La política del mal menor es la política del miedo, y sobre el miedo no sólo no se edifica nada, sino que se envalentona al adversario que acosa y desprecia al miedoso.

La política verdadera es la del bien posible, y el bien posible no produce miedo. El bien se busca y se sirve con amor.

La labor social y política la debemos concebir y realizar como una empresa de amor: de amor a una Verdad revelada, por la qué se conoce, de una parte, al hombre en su plenitud, y de otra, el sentido de la historia que el hombre hace; y de amor a España, que ha escrito en el curso de su Historia páginas brillantes y que está llamada, no a desaparecer victima de enemigos y desertores, sino a escribir páginas más brillantes todavía.

El Foro Arbil nace como laboratorio de ideas destinado a promover la reflexión en torno a los pilares fundamentales del pensamiento español y ha logrado consolidarse como una referencia nítida en dicho ámbito.

Arbil ha desarrollado una actividad de estudio y divulgación de los fundamentos de la civilización, siguiendo las reglas de oro del Derecho Natural de Gentes en defensa de los valores de la Justicia Social, de la Dignificación del Trabajo, de la Vida, de la Familia, y de la Patria, frente a la amenaza constante de las "ideologías", del consumismo, el libertinaje liberticida y, en general, del desmantelamiento moral de la sociedad que corrompe las mentes y enerva las voluntades.

En esta línea de pensamiento hemos querido ser constantes en nuestras páginas en la denuncia de la injusticia del capitalismo, tanto en su versión estatista o comunista como en la ahora triunfante en forma de plutocracia transnacional. La economía capitalista ha impuesto su hegemonía fáctica tras los decorados fantasmagóricos de las formas políticamente correctas. El siglo XX nos ha legado un statu quo caracterizado por el pacto tácito entre el capitalismo financiero internacional y el marxismo, que ha triunfado siguiendo las consignas gramscianas. Aquél planifica el comportamiento económico de miles de seres humanos al servicio de las consignas materialistas que éste elabora para el resto de las esferas de la vida social. El capital supranacional e impersonal es el que día a día impone una optimización implacable de las estructuras productivas, reduciendo el trabajo humano a un mero factor en la fórmula de cálculo del coste. El talento y el esfuerzo personal dejan paso a la astucia en la captación de mercados, mediante la promoción y posterior explotación del vicio y la depravación moral. Los antiguos monopolios de servicio público se transforman, como por ensalmo, en oligopolios privados en los que la partitocracia asegura su predominio mediante el vergonzoso arriendo de la soberanía social a grupos económicos tutelados por hombres de su confianza. Las grandes concentraciones económicas consiguen sustraerse a sus deberes sociales mediante la adopción de formas anónimas, impersonales e irresponsables. De este modo, las decisiones realmente significativas para la vida social se adoptan por una criptocracia omnipotente que tiene cautivas las voluntades con la amenaza de la exclusión de los circuitos internacionales del gran capital financiero.

Frente a este panorama, Arbil ha defendido con tesón la necesidad de construcción de un sistema económico al servicio del hombre y de las sociedades concretas en las que transcurre su existencia cotidiana, rechazando una conceptuación meramente mercantil del trabajo humano y declarando como primera misión de la autoridad pública la implantación de un orden de justicia, que distribuya equitativamente las cargas y los beneficios sociales.

La familia es otro gran valor en peligro cuya defensa ha asumido Arbil con auténtico entusiasmo. La razón profunda de la inquina liberal contra la familia reside en que ésta, por su misma naturaleza, es siempre una reserva de antiigualitarismo uniformizante, desde el sexo hasta la patria potestad, que configura una esfera de autoridad que escapa a la corrección política imperante por su carácter no electivo y por su resistencia innata a la planificación estatal. Contra estas desigualdades vienen luchando denodadamente las fuerzas del mal, muy especialmente con la difusión de la pornografía, y la promoción de las aberraciones homosexuales.

El divorcio, el aborto y la eutanasia configuran la tríada satánica de asunción inaplazable para todo proceso constituyente. No me resisto a transcribir las palabras de un ilustre jurista de nuestro tiempo, por si pueden mover a reflexión a los eternos apologetas del mal menor: "El aborto es un crimen execrable: el asesinato de una criatura inocente e indefensa. Pero, desde el punto de vista de su repercusión social, el impacto del divorcio es todavía mayor, porque atenta directamente contra la institución familiar y destruye el entramado mismo de la sociedad". El mal ya está hecho pero, por primera vez en muchos años, una persona constituida en autoridad se ha atrevido a hablar de "desastre" para calificar la conducta profundamente egoísta e irresponsable de toda una generación.

El reconocimiento jurídico favorable de la familia, entidad natural, es para Arbil una conquista irrenunciable del estado de civilización. La situación presente es, en este punto, desoladora. Ya no existe una tradición que conservar, sino una realidad, casi germinal y a recuperar, que testimonia la libertad y la dignidad inquebrantable del espíritu humano. Los que hemos tenido la dicha incomparable de nacer en el seno de una familia no vemos esta tarea como un quehacer ingrato, sino como un deber de gratitud hacia nuestros padres y hermanos, y un gesto sincero de solidaridad con quienes han sufrido o se aprestan inconsicientemente a sufrir las penas y amarguras propias de una existencia infrahumana.

La confusión entre el concepto natural y moral de Patria y el político y polémico de Nación es una lacra social que también nos ha legado el pensamiento liberal. La Patria, en la fórmula inmortal de Maeztu, es espíritu. No se identifica con una lengua, con una etnia o con un territorio, aunque éstas y otras circunstancias puedan, en ocasiones, desempeñar una función aglutinante. La Patria es un vínculo de índole espiritual que crece en círculos concéntricos, cada vez más amplios, uniendo a los hombres en comunidades concretas. En ellas nace la cultura, que plasma los valores clásicos y perennes en las circunstancias de tiempo y de lugar en que discurre la existencia humana cotidiana.

Esta intrínseca humanidad del patriotismo ha sufrido los embates sucesivos del materialismo histórico, del nacionalismo romántico, finalmente del cosmopolitismo financiero actualmente imperante. La criptocracia globalizante persigue la aniquilación de las Patrias en aras de un monstruoso superestado universal que pretende legitimarse por la superación de los conflictos nacionalistas del mismo modo que el Estado moderno se justificaba por la construcción de un Derecho Natural Racionalista "superador de las guerras de religión". El resultado es muy similar: así como el estatismo de cuño hegeliano llegó a despojar al hombre de aquello que sólo debía a su familia, la corrección política imperante pretende que el hombre postmoderno se sacrifique no por una comunidad a la que pertenece y de la que se siente deudo, sino por una superestructura altamente tecnificada que le presta una serie de servicios destinados a garantizarle una existencia muelle y tranquila pero que, a cambio, planifica hasta los detalles más mínimos de su desenvolvimiento vital como condición inexcusable para el correcto funcionamiento de un mecanismo de proporciones gigantescas. El utilitarismo materialista está generando un estado de criminalidad de tales magnitudes en las sociedades desarrolladas que hace vacilar la legitimidad de los poderes constituidos.

Por último, Arbil ha formulado una solemne detestación de la doctrina totalitaria. Sólo una sociedad basada en la separación nítida entre la autoridad y la potestad constituye una promesa sincera de libertad auténtica. El poder no puede pretender ostentar la prerrogativa de ser el creador del orden moral, zafándose mediante diversos sofismas de la obligación que recae sobre todo hombre: dar razón de sus actos. En la práctica, dado el relativismo y el agnosticismo reinantes, el Derecho Natural actúa como norma operativa allí donde se escucha la voz de la Iglesia, que lo proclama y lo interpreta auténticamente. La defensa de la identidad social católica implica una actitud de reconocimiento de la Verdad y de la Justicia como dones divinos que la sociedad no puede alcanzar por la mera acumulación gregaria de "voluntades" proveniente de un sufragio corrompido.

Para difundir el pensamiento y las acciones de el Foro nació su boletín:

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, edición digital.

El primer número de la revista Arbil salío a la luz en septiembre de 1997. Y aparece, con periodicidad mensual sin interrupciones, desde entonces.

Con el nº 100, el actual se superaban los 2700 artículos editados.

A través de los diversos índices se puede acceder a todos ellos pues permanecen colgados en la red desde el primer número

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También se puede acceder a la página del Consejo Asesor de la Publicación:

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El ámbito de la publicación además de España es también Hispanoamérica y Filipinas, donde tiene alrededor de un tercio de sus lectores.

El funcionamiento de nuestra publicación se basa en el principio «Gratis lo recibisteis, dadlo gratis» (Mt 10,8); «dad y se os dará» (Lc 6,38) que siguen tanto los editores como informáticos, como los colaboradores y los autores.

Pero por ello, puesto que los autores hacen un esfuerzo intelectual gratuito, se procura que este se vea recompensado con la difusión máxima de la publicación.

Pero no solo la cantidad sino la calidad es muy importante, y de la categoría personal y profesional de muchos de los lectores estamos especialmente satisfechos.

Como decíamos es muy grato para nosotros poder comentar ésto para, en la medida de lo posible, compensar la generosidad de los autores.

Mensualmente se remite a multitud de direcciones de la red un breve texto con el índice de los artículos contenidos en cada nuevo número y las modalidades de acceso.

La finalidad de este boletín no es agradar a los censores de quienes no se avienen al Discurso Cultural Dominante sino colaborar con sus lectores para lograr pensar bien que como Balmes indica, "consiste o en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí alcanzamos la verdad; de otra suerte caemos en error". Pensar bien, conocer la realidad de las cosas, es nuestro objetivo.

Queremos calentar el alma de una gran parte de nuestra sociedad, fría e indiferente ante el sufrimiento, la injusticia, el desorden moral, la esclavitud económica e intelectual y el desprecio a la vida.

De ahí su "Apuesta por los valores" que han sido la divisa de nuestra acción desde los orígenes de Foro Arbil, en los que encontramos a un grupo de amigos unidos por experiencias políticas y sociales previas y su común pertenencia a la Iglesia católica. Recordemos nuestro ideario.

«Arbil, comprometido con su tiempo y seguro de que el declive moral y material de España es evitable y reversible, audazmente Apuesta:

· Por la Vida, como don sagrado y primero de los derechos.
· Por la Familia, célula básica de la estructura social y núcleo natural para la formación de los hombres que mañana dirigirán el mundo.
· Por la Educación en ideas veraces y claras y con valoraciones éticas seguras, como derecho de los padres y de obligada atención y respeto por parte del Estado...
· Por la dignificación del Trabajo, como participación del hombre en la empresa de la Creación, procurando una actitud solidaria e integradora y los medios más justos y adecuados.
· Por la Unidad histórica, territorial y social de la Nación, que apoyada en la diversidad regional, se debe garantizar, mejorando para los descendientes el legado recibido.
· Por una Regeneración moral y material completa de España y del mundo.

Y por ello, con arrolladora ilusión, se está dispuesto a participar en Arbil, lugar de encuentro de hombres y mujeres que abiertamente quieren y pueden vertebrar esta sociedad, POR LA DEFENSA DE LOS VALORES, los únicos que pueden dar dignidad y progreso».

Ésta es la apuesta de Arbil. Éstos son los valores sustantivos e irrenunciables en torno a los cuales pretendemos congregar a hombres y mujeres de nuestro tiempo que no se resignan a ser víctimas pasivas.

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Dirección


 

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