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La lucha de Irlanda por su libertad frente a la tiranía protestante

por Nemesio Rodriguez Lois

Historia de una opresión y de un combate. Desde la invasión hasta la liberación.

Durante los primeros siglos de la Edad Media los irlandeses vivieron en santa paz su cristianismo. Nada alteraba esa paz y la isla continuaba siendo una cantera de la cual surgían numerosos misioneros dispuestos a llevar el mensaje evangélico y la civilización hasta el más apartado rincón del orbe.

En tanto que Europa vivía sujeta al yugo bárbaro, Irlanda se va a convertir en la reserva espiritual católica del viejo continente.

Esta va a ser la explicación de que el pueblo irlandés se haya llegado a identificar de un modo tan profundo y vigoroso con su fe.

Pero en el siglo XII el Papa Adriano IV, de origen inglés, le concede al rey Enrique II de Inglaterra el señorío sobre la Isla de la Esmeralda.

Irlanda es conquistada por los normandos y sus pobladores se ven reducidos a la condición de siervos de los nuevos dueños de la tierra.

Muy pronto los invasores se mezclan con la población original y en poco tiempo ambos pueblos se confunden. Tanto así que hoy en día es muy difícil distinguir en lo físico a un inglés de un irlandés.

Pero en el siglo XVI un grave acontecimiento va a cambiar radicalmente el curso de la historia.

Un acontecimiento del cual el pensador Leibnitz se expresó con una frase patética: "Todas las lágrimas de los hombres no bastarían para llorar el gran cisma del siglo XVI".

El cisma protestante ha causado que la Cristiandad se fragmente en varios pedazos y que pueblos que antes se consideraban hermanos se viesen como enemigos a los que hay que destruir.

Los reyes de Inglaterra, concretamente Enrique VIII se declaran cismáticos y fundan la Iglesia Anglicana.

"El peor de todos los despotismos, el formado por la unión de un estado tiránico con una religión falsa y subversiva, era lo que reinaba ahora en Inglaterra".

Esto fue algo semejante a vaciar un recipiente de gasolina sobre una hoguera ya que la tradicional enemistad entre irlandeses y británicos se vio ahora atizada por el conflicto religioso.

Ahora la hostilidad no era entre los británicos dominadores y los irlandeses oprimidos; en lo sucesivo se agregaría un nuevo elemento: protestantes contra católicos.

Y aumenta la tensión: los ingleses opresores serían en lo sucesivo protestantes perseguidores que lucharían por arrancar la fe católica del pueblo irlandés.

A un conflicto multisecular de tipo racial se añadía uno nuevo que era de tipo religioso.

Y el pueblo irlandés va a convertir al catolicismo en su bandera, en él hallará la fuerza para enfrentarse al opresor hereje y extranjero.

Por su parte la Gran Bretaña va a ver en el catolicismo a un dique poderoso que le impedirá coronar con éxito sus afanes de dominio.

Nos dice Francisco Uranga que "no contento el gobierno inglés con haber separado el país de la Cristiandad y haber apoyado efectivamente el avance de la revolución -de signo calvinista- entre la poderosa burguesía del otro lado del canal a finales de siglo, da el primer paso para destruir a Irlanda como nación... Sin embargo, el espíritu católico de Irlanda estaba tan arraigado y estrechamente unido que, en nuestros días hemos visto surgir, tras de luchas y sacrificios sin cuento, una nueva Irlanda, partida por el Ulster, pero profundamente católica, que la revolución protestante no pudo transformar, aunque sí pudo dominar por la fuerza".

Pero ocurrió que la semilla sembrada por San Patricio había echado raíces muy profundas. A los invasores protestantes les iba a resultar poco menos que imposible él arrancarla.

Una antigua profecía irlandesa nos dice que "Mientras Irlanda sea católica, la cátedra de San Pedro no será quebranta".

Y los católicos irlandeses prefirieron perderlo todo, incluso la vida, antes que renegar de su adhesión al Vicario de Cristo.

Las abadías fueron incendiadas, los monasterios saqueados, las monjas violadas, los obispos desterrados, los sacerdotes decapitados, el pueblo humillado de mil maneras.

Sin embargo, a pesar de todo, Irlanda se mantenía católica.

"Irlanda se mantuvo en bloque fiel al catolicismo.

"De este modo se entabló una lucha larga y extremadamente violenta entre la Irlanda católica y la Inglaterra anglicana. Se acudió al recurso de enviar colonos ingleses, desposeyendo de sus territorios a los católicos irlandeses. Se ocupó la región de Ulster, en el norte, que, por lo mismo, resultó en gran parte Protestantizada; pero el sistema fracasó en el resto de la isla".

En un intento desesperado por liberarse del yugo angloprotestante, los católicos irlandeses piden ayuda al rey Felipe II de España; sin embargo uno de los biógrafos de este gran monarca nos explica la causa por la cual el rey español no pudo acudir en auxilio de los desesperados católicos del Eire:

"Una de las debilidades de Felipe consistía en el hecho de que por razones geográficas resultaba mucho más fácil al inglés ayudar a Holanda que a él enviar tropas a Irlanda. Y por tanto, lo mismo que la ayuda de Luis XIV un siglo más tarde prestaría a Jacobo II, era en escala demasiado reducida para que condujese al éxito; su principal resultado fue convencer al gobierno inglés de la conveniencia de extinguir los últimos focos de la independencia irlandesa lo antes posible.

"La represión inglesa en Irlanda parece haber sido más completa que la represión española en los Países Bajos".

Es decir que las buenas intenciones de Felipe II de auxiliar a los católicos irlandeses produjeron exactamente el efecto contrario; Inglaterra se alarmó, temió una posible invasión española a su territorio y esto decidió a los protestantes ingleses a exterminar cuanto antes a los católicos de la Isla de los Santos.

En resumidas cuentas, los irlandeses obtuvieron la siguiente experiencia: No podrían contar con ninguna clase de ayuda externa, deberían de enfrentarse ellos solos ante el problema.

En lo sucesivo Irlanda aprendió bien la lección: se salvaría sola o se hundiría sola. Nadie vendría en su ayuda.

Ni duda cabe que esta dolorosa realidad ayudó mucho a forjar el recio carácter de este pueblo.

Los ingleses arrinconan a los católicos irlandeses, les prohiben cruzar el río Shannon y aprovechan esta circunstancia para despojarlos de sus propiedades.

En el siglo XVII ya más de doscientas mil hectáreas han sido repartidas entre los colonos presbiterianos en la región más gaélica de todas: El Ulster.

Pero los irlandeses continúan siendo mayoría y todo hace suponer que, al igual que ocurrió con los invasores normandos del siglo XII, los ingleses serán deglutidos por la población nativa mediante la fusión de razas.

Para evitar esto, Londres prohibe que entre católicos y protestantes exista el más leve contacto.

Es tal la presión que, en 1641, los irlandeses no resisten más, se levantan en armas y se lanzan a la calle dispuestos a expulsar a los protestantes.

Oliverio Cromwell ordena combatir a los rebeldes y lo que ocurre es una verdadera masacre: Murieron más de 600 mil irlandeses.

Irlanda ha perdido las cinco sextas partes de su población, dos terceras partes del suelo isleño han sido repartidas entre los protestantes y son pocas las casas que les quedan en pie a los católicos.

Y para lograr un dominio absoluto sobre los católicos, Gran Bretaña hace algo más: desmantela la industria de la lana que comenzaba a destacar en la isla.

Esto último va a ser terrible ya que, en lo sucesivo, Irlanda quedará reducida a la condición de país agrícola. Y, por ende, su dependencia con respecto a Inglaterra será total.

Los motivos del conflicto entre británicos e irlandeses ya no serían solamente raciales y religiosos. En lo futuro serán también de tipo económico.

Tan sangrientos sucesos conmovieron la opinión mundial y son varios los historiadores que los comentan con horror. Citaremos algunas opiniones.

El historiador español Julián Juderías nos dice al respecto:

"Pocas páginas de la historia de Inglaterra le ceden en horror a la campaña de Irlanda, emprendida por Cromwell. Recuérdese el asalto de Drogheda, en el que perecieron tres mil irlandeses, pasados a cuchillo por los soldados de Cromwell, que más tarde iban a vanagloriarse de no haber dejado a un solo fraile con vida y de haber exceptuado siempre a los católicos de sus promesas de templanza". Esa fue la opinión de un español.

Veamos ahora lo que nos dice acerca de este doloroso acontecimiento el escritor francés A. Boulenger:

"Se llegó a poner precio a las cabezas de los sacerdotes y de los monjes como se pone precio a la cabeza del lobo. . . Los católicos irlandeses no podían tener iglesias ni escuelas; estaban privados de casi todos los derechos ciudadanos; no podían ser jueces ni abogados ni alcanzar alta graduación en el ejército. No podían comprar tierras a los protestantes ni arrendarías por más de treinta años. Si eran comerciantes, tenían que pagar unos impuestos especiales y exorbitantes".

Con el afán de ser objetivos en la narración de tan truculentos sucesos veamos ahora qué nos dice la historiadora británica Alice Stafford Creen, quien por su nacionalidad debiera ver con antipatía la causa de los irlandeses:

"Ejércitos con base en los puestos de mar perseguían a los irlandeses durante el invierno, cuando los árboles se encontraban desnudos de hojas y las vacas sin leche, matando a todo ser vivo, quemando hasta el último grano de cereal, de modo que el hambre acabaría con lo que la espada había dejado. Fuera de los bosques los hambrientos irlandeses gateaban ayudándose con sus manos, pues sus piernas no podían bastarles, hablando como fantasmas que salen de sus sepulturas; si ellos hallaban algunos berros se congregaban como para una fiesta; así en poco tiempo no quedó nadie y un país tan poblado y feraz, pronto se vio vacío de hombres y bestias".

Es tal el odio de los protestantes contra los católicos irlandeses que incluso llegó a darse el caso de que sacerdotes, mujeres y niños fueran vendidos como esclavos en las Indias Orientales.

A fines del siglo XVII el rey inglés Jacobo II modificó la política anterior y empezó a favorecer los intereses de los católicos.

Pero por desgracia para los irlandeses este monarca es derrocado por Guillermo de Orange, quien resucita la feroz política de intolerancia.

Jacobo II, apoyado por Luis XIV de Francia, desembarca en Irlanda al frente de un ejército compuesto por tropas galas y refugiados irlandeses.

Un viejo dicho afirma que "el que quiera ganar Inglaterra debe comenzar por Irlanda".

Así pues, con el propósito de reconquistar su reino, Jacobo II inicia su campaña precisamente en Irlanda.

Como es lógico los católicos lo apoyan sin condiciones ya que lo consideran como el enviado providencial que les devolverá la libertad tanto política como religiosa.

Sin embargo los protestantes tienen tropas mejor preparadas y la ciudadela de Derry (hoy Londonderry, provincia del Ulster) es la última plaza en poder de los católicos que cae después de un doloroso sitio.

El protestantismo ha ganado la batalla. La Irlanda Católica ha sido sometida a sangre y fuego.

A la represión física -siempre sangrienta- sigue la represión legal. En lo sucesivo los católicos irlandeses serán algo con menos valor que un simple utensilio.

Ningún derecho tendrían como personas. ¿Exagerada ésta afirmación? Preferimos que el lector amigo juzgue por sí mismo al analizar las prohibiciones que caían sobre los desventurados miembros de la iglesia Católica.

1.- No se les permitía poseer tierras.

2.- No se les permitía votar.

3.- No se les permitía desempeñar ningún cargo público.

4.- No se les permitía ser empleados civiles del Estado.

5.- No se les permitía poseer armas.

6.- No se les permitía ser dueños de bienes por valor de más de cinco libras.

7.- No se les permitía recibir instrucción ni dentro ni fuera de Irlanda.

8.- No podían cobrar más de un tercio del valor de sus cosechas.

9.- No podían ejercer como abogados, médicos, comerciantes o alguna otra profesión liberal.

Asimismo la religión católica estaba completamente prohibida y no se daba facilidad alguna para formar nuevos sacerdotes, al paso que se proscribía a los instruidos en el extranjero.

Los sacerdotes que llegaban a Irlanda procedentes de Europa eran perseguidos, colgados, arrastrados y descuartizados en las plazas de las principales ciudades.

Y para colmo de males todos los católicos estaban obligados a pagar un tributo a la Iglesia protestante anglicana.

Dramática la situación de aquellos infelices, quienes, quizás en algún momento, llegasen a envidiar la también miserable condición de aquellos negros que eran cazados al lazo en las costas del África para ser vendidos como esclavos en las colonias inglesas de Norteamérica.

La Reconquista Pacífica de la Libertad Religiosa.

La dolorosa esclavitud a que estaban sometidos los católicos irlandeses estaba encaminada a lograr cualquiera de estas dos finalidades:

O bien que el catolicismo muriese por asfixia.

O bien que los católicos emigrasen dejando con ello el campo libre a los protestantes.

Sin embargo los católicos irlandeses son tenaces y durante más de un siglo van a velar día y noche para que su identidad nacional no se pierda.

Desafiando los más atroces castigos, los padres enseñan secretamente a sus hijos tanto a leer como a rezar.

También de un modo clandestino, los irlandeses les dan a sus hijos lecciones de historia patria. A toda costa desean evitar que el espíritu nacional se vea ahogado en medio de la brutal intolerancia protestante.

Al caer las primeras sombras de la noche, cuando lo más sensato es buscar el merecido descanso cotidiano, los atribulados católicos sembraban en sus hijos la vital semilla que, entre sus antepasados, sembrara siglos atrás el apóstol San Patricio: la semilla de la Fe.

Y esta labor clandestina de alimentar el espíritu nacional duró más de un siglo.

Sin embargo los tiempos cambian en el último tercio del siglo XVIII.

Ocurre que en 1776 las colonias inglesas de América se sublevan contra la Metrópoli e inician su lucha en pos de la independencia.

Las Trece Colonias se unen y, tras largos combates, consiguen la libertad.

Se ha sentado todo un precedente que hace ver cómo no existe tirano que afronte a un pueblo en pie.

La Independencia de los Estados Unidos marca el inicio de una nueva etapa en la historia universal y ni duda cabe que esto va a traer repercusiones de todo tipo.

Nos dice Stephen Vincent Benet que "esto era un desafío a todos los hombres..., no sólo a tres millones de colonos. Reléase esa declaración..., y sigue siendo un desafío y una llamada a todos los hombres que buscan la libertad.

"Y en esto radica la importancia de la Declaración. No en que los colonos se hayan reunido y dicho: "Queremos ser independientes", sino en que, al hacerlo, establecieron ciertos principios y creencias: que todos los hombres han nacido iguales, que todos los hombres tienen ciertos derechos, que los gobiernos están para asegurar esos derechos y que derivan sus facultades del consentimiento de los gobernados y no de la voluntad de un rey o dictador o de los intereses especiales de una clase especial, que el pueblo tiene derecho a derrocar a los tiranos y déspotas y a buscar los mejores medios de gobernarse".

El caso es que Gran Bretaña se alarma.

Y se alarma no porque tenga la certeza de que sus colonias están a punto de perderse, sino porque teme que el ejemplo pueda ser imitado por los católicos irlandeses.

A fin de cuentas el catolicismo sostiene que todos los hombres son iguales por ser hijos de Dios y poseedores de un alma inmortal.

A fin de cuentas fue la Iglesia Católica la primera institución que desde los primeros siglos condenó la esclavitud.

A fin de cuentas Santo Tomás de Aquino sostuvo que la misión de los gobernantes no era otra que la de encauzar a sus gobernados por la senda que conduce al Bien Común.

A fin de cuentas pensadores católicos como el Padre Juan de Mariana y el mismo Santo Tomás de Aquino sostuvieron que era lícito a los pueblos el derrocar a los tiranos que los oprimían.

De manera indirecta la Declaración de Independencia de los Estados Unidos vino a desempolvar viejas tesis católicas.

Los irlandeses eran católicos: Y se daba la casual circunstancia de que, al igual que los colonos de Norteamérica, estaban oprimidos por los ingleses.

Ni duda cabe que era grande el paralelo. En Irlanda podría repetirse lo ocurrido en las colonias inglesas. Y esto le crearía a la Corona Británica un grave problema a pocos kilómetros de sus costas.

Y si naciones católicas como Francia y España auxiliaban a los católicos de Irlanda del mismo modo que habían auxiliado a los rebeldes de las colonias británicas esto sería algo peor que arrojar un fósforo encendido dentro de un barril de pólvora.

Gran Bretaña perdió y ante el temor de perderlo todo decidió aflojar la presión.

En l778 -a dos años escasos de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos- Inglaterra promulga una ley por medio de la cual le permite a los católicos irlandeses "heredar y hacer leyes"

Esto conviene a aquellos infelices en algo aproximado a seres humanos.

Cuatro años después -en 1782- se autoriza la enseñanza de los católicos y el libre ejercicio de su culto.

Los desastres sufridos por Inglaterra en el Nuevo Mundo siguen repercutiendo de un modo favorable en el campo católico irlandés.

En 1783 el parlamento de Westminster vota una ley por medio de la cual reconoce a Irlanda como nación. Claro está que esta "nación" quedaba sujeta a las leyes y caprichos del monarca inglés.

En ese mismo año nace la Liga de los Irlandeses Unidos quienes proponen aglutinar a sus compatriotas y empujarlos a luchar por la independencia.

Los irlandeses no están dispuestos a soportar por más tiempo la brutal opresión. Y se lanzan violentamente a la lucha en 1796.

Fracasan pero eso no les importa ya que repiten el intento dos años después.

En esta ocasión son los "Yeomanry", milicia protestante, quienes se encargan de aplastar sangrientamente a los rebeldes.

Pero la chispa libertaria está encendida. El anhelo de lograr una vida mejor flota en el ambienté.

Los católicos -al igual que siglos atrás- vuelven los ojos hacia el continente y piden la ayuda de Francia y de España.

En esa época Inglaterra lucha contra Napoleón y ni duda cabe que la situación se pone tensa.

"Guillermo Pitt quería ofrendar a la Gran Bretaña una estabilidad y una unidad definitiva. A tal respecto, los irlandeses le planteaban el mayor problema, ya que Irlanda aprovechó las dificultades inglesas durante las guerras revolucionarias, conspiró de acuerdo con Francia y se sublevó. La rebelión fue reprimida, pero como Londres sospechaba que Bonaparte utilizaría Irlanda como trampolín para una invasión, para eludir tal amenaza el primer ministro promulgó una importante ley que reunía el Parlamento irlandés al británico, redactando un texto similar al de la ley unionista entre Escocia e Inglaterra.

"La Ley de Unión con Irlanda entró en vigor el lº de enero de 1801; además Pitt intentó avanzar otro paso en igual sentido y consolidar las buenas relaciones con Irlanda, emancipando a los católicos irlandeses, que en lo sucesivo podrían ocupar cargos gubernamentales en el Parlamento".

Aparentemente la causa católica había sufrido un retroceso al ver cómo el parlamento irlandés era absorbido por el parlamento británico.

Sin embargo el premier Guillermo Pitt compensaba esta sensible pérdida ofreciendo de una manera vaga que en el futuro algunos católicos podrían ser admitidos en Westminster.

Guillermo Pitt era liberal y le parecía incongruente que se persiguiese a los católicos de Irlanda mientras que los católicos franceses recibían en territorio inglés toda clase de facilidades. Eso explica su afán por aflojar las cadenas que sujetaban a los irlandeses.

Sin proponérselo, el primer ministro británico le estaba abriendo las puertas a quien sería el libertador de Irlanda: Daniel O'Connell.

Daniel O'Connell nace en una modesta habitación del condado de Kerry, Carhen House en 1775.

J. de La Faye uno de los biógrafos de este personaje nos proporciona algunos datos tanto de sus antecedentes familiares como del medio ambiente que ayudó a forjar su recia personalidad:

"Era vigoroso retoño de una de esas viejas familias, cuyo origen se pierde en la noche del tiempo, y que fue criado en las tradiciones ancestrales.

"Sobre las rodillas de su madre o su abuela aprendió Daniel a balbucir el Credo, ese Credo que debía proclamar tan altivamente en pleno Parlamento inglés". [2]

El pequeño realizó sus primeros estudios en el colegio de Greatlsland el cual fue el primero que se abrió en Irlanda una vez que fueron derogadas las leyes que condenaban a muerte a todo maestro católico.

Es decir que cuando Daniel estudia sus primeras letras, en el ambiente irlandés flotan aires de triunfo: Al fin los católicos podrán estudiar sin ninguna clase de trabas.

Y aún hay más: Ese derecho que ha sido conquistado se transforma en un reto que impulsa a los católicos a no desmayar ni un solo instante hasta lograr la total emancipación religiosa.

Ese es el ambiente que va moldeando el carácter de Daniel O'Connell.

Posteriormente O'Connell estudia tanto en Francia como en Inglaterra y a fines de siglo su familia se siente satisfecha por contar con un flamante abogado entre ellos.

En esa época estalló una violenta rebelión católica contra los dominadores ingleses! rebelión que -como antes dijimos- fue sofocada a sangre y fuego dando por resultado el humillante Acta de Unión.

Los rebeldes irlandeses estaban apoyados por los revolucionarios franceses, quienes tenían más interés en debilitar a Inglaterra que en apoyar a los católicos.

Sin embargo esta rebelión fracasó. De nada había servido la ayuda de la Francia Revolucionaria.

Tal parece que un misterioso designio providencial había dispuesto que lrlanda no se salvara ni con la ayuda de los revolucionarios franceses -ateos en su inmensa mayoría- ni con el recurso violento del terrorismo.

Cualquiera de estos medios lo único que lograría sería dar el triunfo a una facción liberal que, nutrida del espíritu anticlerical del enciclopedismo francés del siglo XVIII, con el tiempo instauraría un gobierno de corte anticatólico.

Irlanda debería de reconquistar su libertad no por medio de la violencia, sino por medios netamente pacíficos.

Aquellos dolorosos episodios de represión sangrienta contra los rebeldes católicos imprimieron una huella indeleble en el alma del joven Daniel O'Connell.

O'Connell ve el sufrimiento de su pueblo, un sufrimiento que viene de siglos, y se decide a ofrendar su vida con tal de que las cadenas opresoras caigan al suelo partidas en cien pedazos.

"Pero aquel que con su Todopoderosa mano conduce los acontecimientos y a los hombres, reservaba al abogado irlandés una obra mucho más grande que la de reconquistar la independencia política de su nación. Ser el libertador de un pueblo, darle. su autonomía, romper sus cadenas, es una empresa gloriosa, pero libertar las conciencias, dar a las almas el derecho de orar públicamente es más glorioso aún. Porque las naciones pasan y las almas son inmortales".

Daniel O'Connell inicia la reconquista pacífica de las libertades de su pueblo.

Poco a poco va logrando cada vez un mayor respaldo popular. Su vigorosa elocuencia es un imán que subyuga y atrae multitudes.

En 1823 funda la Asociación Católica cuya meta es unir y centralizar todas las fuerzas irlandesas con el objeto de dar el golpe definitivo a la intolerancia protestante.

"O'Connell tenía fe en el porvenir y en sí mismo. Se sentía predestinado a ejecutar la obra providencial, y no dudaba que Dios pondría en su camino, cuando la hora fuese llegada, los auxiliares de que tenía necesidad".

Por fin, tras largos esfuerzos y un gran número de sacrificios, en 1828, ocurre en Gran Bretaña lo que siglos atrás se hubiera considerado ridículo; Un católico irlandés entra en Westminster como diputado.

Ese hombre es Daniel O Connell.

El líder católico presiona en Westminster por medio de su elocuencia, a la vez que ratifica el respaldo popular de que goza por medio de las multitudes que le siguen en cuanto él las convoca.

Grande es la obra realizada por este gran líder. Citamos a continuación algunas de las muchas conquistas por él realizadas: Se opuso con éxito al Acta de Unión; se opuso al veto protestante en el nombramiento de obispos, logrando su derogación; fundó la Asociación Católica; logró que la mayoría de la diputación irlandesa fuese favorable a la emancipación de los católicos; fue el primer alcalde católico de Dublín en varios siglos; impidió que el rey de Inglaterra controlara a la Iglesia Católica; abolió los abusivos diezmos que los católicos debían pagar a las iglesias protestantes y -principalmente- levantó en todo momento los decaídos ánimos de sus compatriotas.

Ni duda cabe que, gracias a Daniel O'Connell, Irlanda reconquistó su libertad religiosa.

Ahora solo faltaba conquistar la independencia.

A mediados del siglo XIX surge en Irlanda una organización que pugna por la vía violenta para reconquistar la independencia: La Joven Irlanda.

Este partido de jóvenes radicales e irreflexivos -dirigido por un tal Smith O'Brien- estaba dispuesto a todo; terrorismo rural y urbano.

Más he aquí que el anciano Daniel O'Connell aún recuerda la sangrienta represión de 1798 y comprende muy bien que si los católicos optan por los medios violentos muy pronto se perderá lo que con tanto trabajo se ha reconquistado y la situación será más dramática que al principio.

"La aparición de este turbulento partido causó al anciano Libertador una profunda desazón, una punzante inquietud. Veía su obra de cuarenta años destruida, no ya por los enemigos de Irlanda, sino por sus hijos. . . Hombres sin experiencia le disputaban el timón, imprudentes pilotos que rechazaban la divina brújula de la fe religiosa y querían lanzar la barca irlandesa, en plena tempestad, contra vientos y mareas, a riesgo de hacerla encallar sobre los arrecifes de la despiadada reacción británica".

Quizás los ingleses estuvieran buscando un pretexto para lanzar sus perros de presa contra Irlanda y con ello arrebatar a los católicos las concesiones que les habían otorgado.

Irlanda está en pie de guerra ya que el nuevo partido que pregona la violencia atrae a un gran número de simpatizantes.

Inglaterra se frota las manos de gusto y espera con ansias el momento de la provocación.

Pero Daniel O'Connell capta de inmediato la jugada y antes de permitir que su pueblo vuelva a la miserable situación del siglo XVII decide jugarse el todo por el todo.

Y es aquí cuando va a tener lugar uno de los acontecimientos más emotivos de su existencia.

A pesar de todo, O'Connell es aún el jefe natural de su pueblo y éste aún le admira y obedece.

Y convoca a la buena gente de Irlanda a reunirse con él en la sagrada colina de Tara.

La colina de Tara es todo un símbolo para Irlanda; Fue allí donde los monarcas irlandeses recibieron durante siglos las insignias de su mando; fue allí donde San Patricio encendió el primer fuego Pascual que brillara en la Isla de los Santas; fue allí donde se rechazó la primera invasión danesa; y más recientemente, allí fueron sepultados 400 rebeldes católicos que habían sido sacrificados por los protestantes tras los disturbios de 1798.

Sobre la colina crece una planta cuyo follaje se viste de púrpura al comenzar el otoño.

Y una piadosa leyenda irlandesa nos dice que es la sangre de los jóvenes católicos asesinados en 1798 la que enrojece esas plantas.

Allí, en aquel lugar sagrado, fue donde Daniel O'Connell convocó a su pueblo.

"Al llamado del Libertador, más de quinientos mil hombres se pusieron en marcha, desde todos los puntos de Irlanda, hacia la colina de Tara. Era un extraño e imponente espectáculo el de aquellas bandas de hombres caminando sin un arma a través de montes y valles, cantando los viejos himnos de los bardos antiguos, o recitando las Aves del Rosario. Seis altares provisionales se habían levantado en la meseta, y mucho antes que el sol apareciera en el horizonte, los sacerdotes celebraron el Santo Sacrificio, los temblorosos resplandores de los cirios se destacaron en notas de oro sobre la blanca alborada, y la brisa llevó a lo lejos el eco de todas aquellas voces de hombres orando a Dios, a la Virgen María y a los santos patronos de Irlanda, con la ardiente fe de los creyentes de la Edad Media".

Allí, en medio de una impresionante multitud, Daniel habla a su pueblo del mismo modo que Moisés habló a los judíos sobre el Monte Sinaí.

"Y toma por testigo a la inmensa muchedumbre que lo rodea, a la nación entera, a Dios mismo, de sus juramentos de conquistar la libertad de Irlanda sin verter una gota de sangre".

Irlanda se ha salvado. La insensatez de unos cuantos no dará a los protestantes ingleses el ansiado pretexto que les permita subyugar de nuevo a la nación.

Era el 15 de agosto de 1843, día en que la Iglesia Católica celebra la Asunción de los Cielos de la Virgen María.

Pero si bien Irlanda se salvó de una imprudente rebelión que hubiera desencadenado matanzas represivas, en cambio no se va a salvar de una devastadora plaga que, en 1846, destruye las cosechas de patatas y va a causar un hambre espantosa en toda la isla.

El hambre es feroz y sus consecuencias son fatales ya que fallecen 600 mil personas y emigran 800 mil.

Esta tragedia va a ser providencial ya que los miles de irlandeses que cruzan desesperados el Atlántico se van a convertir, sin proponérselo, en misioneros de la Fe de Cristo en territorio de los Estados Unidos.

Muchos de ellos llegan a ese país y allí son vistos con el mismo desprecio con que hoy en día se ve a negros y chicanos.

Y cuando, en 1847, México y los Estados Unidos entran en conflicto, los emigrantes irlandeses son enrolados por la fuerza y con engaños en el ejército yanqui y obligados a luchar contra los mexicanos.

Sin embargo aquellos infelices, al ver que los utilizaban para combatir contra un pueblo que como ellos era también católico, no solo se rehusaron, sino que incluso tomaron las armas en defensa de México.

Y es que aquellos infelices del Batallón de San Patricio consideraban que la guerra entre México y los Estados Unidos era -al igual que la lucha entre Irlanda y Gran Bretaña- un conflicto netamente religioso.

Pero dejemos que sea la historiadora Patricia Cox, especialista en este apasionante tema, quien nos de mayores explicaciones:

"Aquellos hombres, que en su inmensa mayoría habían salido de su patria huyendo de la injusticia, y que buscaban en Estados Unidos el "paraíso prometido", habían sido villanamente engañados al arrastrarlos a la guerra. La Verde Erin, así como México, eran pueblos débiles y víctimas del sajón... La situación de México, hasta en sus problemas internos, era tan parecida a la de Irlanda que podía comparársela perfectamente

"Las razones expuestas por el gobierno americano fueron tan convincentes que muchos irlandeses creyeron de buena fe que tomaban las armas para combatir a los bárbaros del sur, nombre que se dio a la apachería.

"Irlanda parecía ahora muy lejana, pero habrían de encontrarla revivida a cada paso en el vasto territorio mexicano invadido y ensangrentado. La misma pobreza, la lucha con el medio hostil siempre al campesino, la inicua explotación, el acendrado sentimiento religioso del que se hacía bandera por la libertad y los derechos humanos".

Aquellos hambrientos irlandeses que habían huido desesperados de su patria y que en Norteamérica habían creído encontrar la salvación fueron engañados.

Fueron engañados porque se les enroló en el ejército bajo el pretexto de combatir a los indios bárbaros de la frontera.

Y resultó que no iban a combatir a los indios bárbaros, sino que iban a luchar contra un pueblo católico -México- que como el suyo también sufría agresión por los sajones.

Por eso fue que los irlandeses del Batallón de San Patricio se identificaron plenamente con los mexicanos.

El hambre hizo mil estragos en la Isla Esmeralda pero -repetimos- esto fue providencial ya que motivó que cientos de miles de irlandeses emigraran convirtiéndose en eficaces propagadores de la fé católica.

Pero sigamos hablando de Daniel O'Connell.

El viejo luchador decidió emprender el postrer viaje de su vida: Iría a Roma a postrarse humildemente a los pies del Papa Pío IX. Con esto quería simbolizar la eterna fidelidad de Irlanda al Vicario de Cristo.

Pero no pudo cumplir su deseo ya que murió en Génova el 11 de mayo de 1847, cuando estaba muy cerca de besar el anillo pontificio.

Sin embargo sí se cumplió su deseo de que su corazón fuese llevado a Roma ante el Santo Padre y de que su cuerpo reposara en Irlanda y allí fue sepultado en el cementerio de Dublín.

Daniel O'Connell ha muerto pero su obra le sobrevive ya que su pueblo supo tomar conciencia de que los medios violentos no conducen a nada que no sea empeorar las cosas.

Tras la muerte del libertador de Irlanda queda en pie la lucha por la independencia política.

En la segunda mitad del siglo XIX se suceden una serie de sublevaciones que son rápidamente sofocadas.

En esa época es cuando surgen los colores que darán origen a la bandera del país: Verde, blanco y naranja.

Ahora ya no se busca la emancipación religiosa; esa se logró debido a Daniel O'Connell.

Ahora se busca el "Home Rule", o sea el gobierno propio, la autonomía, que no es más que la antesala de la independencia.

Pero tan importante cuestión será preciso tratarla en un capítulo aparte.

La Lucha por la Independencia

Como dato curioso diremos que, en el siglo pasado, uno de los personajes que apoyaron con ahínco la independencia de Irlanda fue Carlos Marx.

¿Cómo es posible que un ideólogo ateo y enemigo jurado del catolicismo haya apoyado la causa de los católicos irlandeses?

La explicación nos la da el propio Marx en un escrito suyo publicado en 1869, en donde dice textualmente:

"Si Inglaterra es el baluarte del landlordismo y el capitalismo europeos, Irlanda es el único lugar en el cual se puede dar el gran golpe contra la Inglaterra oficial.

"En primer lugar Irlanda es el baluarte del landíordismo inglés. Si éste cayera en Irlanda, caería también en Inglaterra. En Irlanda esto se puede obtener con una facilidad cien veces mayor porque allí la lucha económica se concentra exclusivamente sobre la propiedad de la tierra, porque allí esta lucha es simultáneamente una lucha nacional y porque allí el pueblo es más revolucionario y está más exasperado que en Inglaterra. Lo único que mantiene al landlordismo en Irlanda es el ejército inglés. En el momento en que se termine la unión forzosa de ambos países, en Irlanda comenzará inmediatamente una revolución social, aunque adopte una forma anticuada".

Landlordista se le llamaba al señor de la tierra o sea al terrateniente que poseía en Irlanda grandes extensiones de terreno (En inglés: Land = tierra; Lord = señor).

Como podemos observar el hecho de que Marx viese con simpatía el justo afán de los católicos irlandeses por sacudirse el yugo angloprotestante y lograr la independencia tenía una explicación muy especial.

Todo formaba parte de una táctica destinada a debilitar a la potencia industrial y capitalista de la época; Gran Bretaña.

En otro escrito suyo -de fecha 9 de abril de 1870- Carlos Marx aclara un poco más la cuestión:

"Irlanda suministra continuamente su excedente al mercado de trabajo inglés, reduciendo así los salarios y empeorando la situación material y moral de la clase obrera inglesa.

"¡Y lo más importante! Todos los centros industriales y comerciales de Inglaterra tienen ahora una clase obrera que está dividida en dos bandos enemigos; Proletarios ingleses y proletarios irlandeses.

El obrero inglés corriente odia al obrero irlandés como a un competidor que hace descender el nivel de vida".

Todo está más claro que un vaso de agua cristalina. Daremos algunos antecedentes.

La hegemonía angloprotestante en la Isla Esmeralda había sumido a los católicos en una situación de miseria. No olvidemos cómo les habían sido arrebatadas sus propiedades y cómo se había destruido su incipiente industria lanera para condenarles a depender económicamente de la Gran Bretaña.

Y para colmo de males el hambre de 1846 obligó a más de un millón de irlandeses a emigrar en busca de mejores condiciones de vida.

¿Y qué fue lo que ocurrió?

Muy sencillo. Esos millares de irlandeses hambrientos y desesperados buscaban alimentarse a como diera lugar y por ello fue que vendieron su trabajo como si fuera una simple mercancía.

Entonces ocurre un fenómeno curioso.

Es la época del capitalismo liberal, en la cual la regla de oro es aquella que establece que en cuanto la oferta aumenta el precio disminuye. La Ley de la Oferta y la Demanda.

Los poderosos capitalistas británicos se encuentran -de la noche a la mañana- con que se les presentaba mano de obra barata que lo único que deseaba era trabajar para poder sobrevivir.

Los capitalistas van a aprovechar esta coyuntura y, por ende, van a explotar al máximo a los irlandeses que acuden a ellos con desesperación.

Al mismo tiempo, los capitalistas van a hacer a un lado a sus compatriotas los obreros ingleses puesto que la mano de obra de éstos es más costosa que la de los irlandeses.

¿Resultado inmediato? Una gran rivalidad entre los obreros ingleses y los obreros irlandeses.

Y tanto unos como otros -divididos por sus creencias- se van a humillar ante el capitalista británico y protestante buscando agradarlo y conseguir un mendrugo de pan.

Por eso fue que Marx recomendó la independencia de Irlanda.

Consideraba que al privar a Gran Bretaña de las reservas de material humano que significaba la antigua Hibernia con esto le daría un golpe mortal al capitalismo británico.

Los obreros ingleses se sentirían indispensables al no tener rivales enfrente y, en consecuencia, tendrían la fuerza suficiente como para crearle problemas al sistema, debilitarlo y, por último, derribarlo.

Y si Gran Bretaña se volvía marxista el resto de Europa no tardaría en seguir sus pasos.

Es decir que la conclusión de Carlos Marx en este punto es que para poder hacer algo en Inglaterra será preciso que el proletariado inglés deje de apoyar a su gobierno en Irlanda.

Sin embargo para lograr lo anterior será preciso que la Revolución expulse de Irlanda a los ingleses.

Carlos Marx consideraba que la piedra angular de la comunicación de Inglaterra no se encontraba en manos del proletariado inglés, sino en la rebelión de los campesinos irlandeses.

Por eso es que los marxistas sostienen el principio básico según el cual un pueblo que oprime a otro no puede liberarse a sí mismo.

Parecerá que nos hemos desviado un poco del tema al adentramos en cuestiones de índole socioeconómica.

No obstante, no vaya a pensarse que -en un afán por lograr la independencia- los católicos irlandeses se dejaron manipular por el marxismo.

Nada de eso. Los irlandeses estaban plenamente conscientes de que su lucha seguía siendo básicamente religiosa.

Y nadie mejor que Federico Engels, íntimo amigo de Marx, para probar la afirmación anterior:

"Irlanda sigue siendo la sacra ínsula, cuyas aspiraciones, claro está, no se pueden mezclar con las luchas de clases del resto del mundo pecador.. Para estos señores todo el movimiento obrero es pura herejía, y el campesino irlandés no debe saber, por supuesto, que los obreros socialistas son sus únicos aliados en Europa".

Pero hablemos ahora de cómo se logró la independencia para una parte de la isla.

El primero en lanzarse al ruedo con la bandera del "Home Rule" (gobierno autónomo) fue Charles Stewart Parnelí, abogado protestante que deseaba mayores libertades para sus compatriotas.

Este personaje logra convencer al primer ministro liberal Gladstone quien a su vez, en 1886, presenta ante la Cámara de los Comunes un proyecto de "Home Rule" que es rechazado.

Pasan los años y, después de muchas peripecias, el 'Home Rule" es aprobado en abril de 1912; en lo sucesivo existirá un Parlamento irlandés con poderes limitados.

Los problemas aumentan ya que los protestantes no están dispuestos a que Irlanda logre su independencia; a ellos de manera especial -aunque ya son nacidos en Irlanda desde varias generaciones atrás- les conviene continuar sujetos a la Gran Bretaña.

Ese gran novelista que es León Uris en su obra "Trinidad" pone en boca de uno de los principales personajes la serie de argumentos que, en aquella época, expresaron los partidarios de la unión con Inglaterra. Veamos:

"El meollo del asunto, caballeros, en éste: Hay que conservar a toda costa la unión con la Gran Bretaña. Sin los mercados británicos. ¿Dónde venderíamos? No contaríamos con la tarifa de privilegio ni las leyes comerciales que nos amparan como súbditos británicos. No podría ocurrirnos desastre mayor.

"¿Dónde venderíamos nuestro ganado y nuestros lienzos? ¿Dónde, ciertamente, sin barcos británicos que transportasen nuestros productos y una Marina de guerra británica que protegiese nuestros intereses...?

"El problema que se nos plantea es; ¿seguimos prosperando de manera ordenada con un solo pueblo, un pueblo unido, o cortejaremos la tragedia y el caos mediante el Gobierno autónomo? Todos los beneficios, todas las conquistas de la ciudadanía británica, toda la gloria del Imperio, todos los gloriosos mañanas. . . ¿hay que trocarlos por nada?".

Ya no es solo un problema religioso. Ahora nos encontramos con que al original problema de confesiones se han añadido ingredientes de tipo económico.

Sin embargo el motivo religioso es predominante ya que el poder, tanto político como económico, pertenece de un modo absoluto a los protestantes.

El descontento de los católicos va en aumento y la Corona Británica siente que no puede controlar la situación.

Y para colmo de males Inglaterra está en guerra ton Alemania y el Kaiser apoya a los rebeldes irlandeses desembarcando secretamente fusiles y cartuchos en sus playas.

Se trataba de crearle a Inglaterra un problema interno de tal magnitud que le atase las manos en el momento de enfrentarse con Alemania.

La gran sublevación tiene lugar en la Pascua de 1916 pero los rebeldes son reprimidos de un modo sangriento.

Es tal la tensión que la Gran Bretaña decide entrar en pláticas con los líderes descontentos.

"En julio de 1921, el SinnFein y el gobierno de Lloyd George concertaron por fin un armisticio, iniciándose conversaciones de paz, y en diciembre el país se convirtió en un dominio autónomo, el llamado Estado Libre de Irlanda. De todos modos, el condado de Ulster, cuya población era en su mayoría británica y protestante, prefirió permanecer en el seno del Reino Unido, solución adoptada por el Dail Eireann por la escasa mayoría de 64 votos contra 57.

"La minoría dirigida por De Valera rehusó durante mucho tiempo prestar su asentimiento a la partición de la isla, de modo que la lucha se reanudó más cruenta que nunca aunque esta vez solo entre irlandeses. De Valera cesó en la lucha armada en 1923, aunque sin renunciar a su política de resistencia".

De todo lo anterior sacamos por conclusión que Irlanda logró una independencia a medias.

La isla quedó dividida en dos partes:

* El Eire.- En la cual los católicos predominan en un 90%. Aquí se instaló un gobierno autónomo con capital en Dublín. La religión católica sería en lo sucesivo la religión de estado.

* El Ulster.- Aquí los católicos solo alcanzan el 33%. Esta región también denominada Irlanda del Norte tiene su capital en Belfast y es una provincia más del Reino Unido.

"La frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte es, quizá, la más irreal del mundo, una línea arbitraria impuesta hace más de cincuenta años a campos, granjas y aldeas que tenían siglos de existencia. Las fincas y los campos no se alteraban por abstracciones políticas, como las carreteras, centenares de cotos y caminos vecinales mucho más antiguos que la frontera".

La autonomía de Irlanda del Sur se logró en 1922 y, a partir de entonces, esta región fue rompiendo poco a poco sus lazos con Inglaterra y hoy en día es un país totalmente independiente.

Desde entonces los católicos de Irlanda del Sur viven tranquilos: al fin lograron la independencia política y la plena emancipación religiosa.

Pero.. . ¿Qué ocurre con los católicos del Ulster? que constituyen una tercera parte de la población total y que viven discriminados por los protestantes.

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Nemesio Rodriguez Lois


 

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