Arbil cede expresamente el permiso de reproducción bajo premisas de buena fe y buen fin
Para volver a la Revista Arbil nº 103
Para volver a la tabla de información de contenido del nº 103


texto de comentario
Disposición de la Jefatura del Estado por la que se liberan a todos los etarras con delitos de sangre
[ BOE: 248 de 17/10/1977, páginas 22765 y 22766]

La mujer en las Actas de los Mártires (280-313)

por Martín Ibarra Benlloch

Un estudio sobre la situación mujeres en el paleo cristianismo a través de la documentación de la época

Fuentes cristianas no literarias

Este apartado nos ofrece fuentes cristianas de carácter variado que son un complemento imprescindible para comprender y valorar mejor a la mujer cristiana de las últimas décadas del siglo III y comienzos del IV. Consideramos las actas de martirio, siendo muy selectivos en su utilización, prescindiendo de las que no tienen suficiente entidad histórica o bien de las que, aun teniéndola, deben de ser estudiadas en el período en el que fueron redactadas, pues han quedado fuertemente condicionadas por él. Por ello no incluimos la amplia obra de Prudencio, con los casos de santa Eulalia, santa Engracia o santa Inés, entre otras, que sí tiene valor para un trabajo sobre la mujer a mediados-finales del siglo IV. Sólo consideramos las actas de martirio de Ágape, Irene y Quionia, y la de Fileas.

A esto, añadimos el análisis de una fuente canónica, el Concilio de Elvira, de comienzos del siglo IV, con una información variada e importante sobre la sociedad hispana de la época. También de la mujer, en cuanto a doncella, virgen consagrada, esposa o viuda.

La epistolografía cristiana de Egipto es nuestro tercer capítulo, en la que escriben -o se escribe a- mujeres, que nos muestra una dimensión radicalmente diferente en algunos aspectos, mientras que en otros se da un nuevo relieve a la importancia de las madres dentro de la familia. Éstas aparecen como las principales evangelizadoras dentro de la misma. Esto hace que debamos atemperar la importancia del orden de las vírgenes tal y como nos la presentaban algunas fuentes literarias como el Symposion de Metodio o Los Mártires de Palestina de Eusebio de Cesarea.

Por último, las inscripciones, resultan de vivísimo interés. Hemos consignado únicamente las que nos transmiten información suficiente y no arrojan dudas sobre su posible Cristianismo. Se nos hace más palpable el cariño de los esposos entre sí, de los padres a los hijos, etcétera. Al igual que con la epistolografía, encontramos un contrapunto valioso para situar mejor a la mujer de estos años.

Actas de los Mártires

Vamos a analizar las actas de martirio que reputamos fidedignas, de época –280/313- y con un contenido histórico mínimamente apreciable. De ahí que consideremos únicamente las actas de Ágape, Quionia e Irene y las de Fileas. La obra de Prudencio, muy importante, responde a una mentalidad y a un planteamiento radicalmente diferentes, no sólo en lo referido a la mujer cristiana, sino también por las nuevas coordenadas de las relaciones entre cristianos y paganos en la segunda mitad del siglo IV.

Actas de Ágape, Quionia e Irene

Estas actas se aceptan unánimente, desde la publicación de su redacción griega, más fiable que la versión latina, algo más tardía [1]. La historia que se cuenta es bastante sencilla. Siete hermanas de la ciudad de Tesalónica, en Grecia, son detenidas en el mes de marzo del año 304; habían huído a los montes al publicarse el edicto de persecución un año antes. Se les acusa de haber guardado las Sagradas Escrituras. En la primera vista del proceso, el juez Dulcitio condena al fuego a Ágape y Quionia. Eutiquia ha de esperar por hallarse embarazada, mientras que las otras cuatro, Agatona, Irene, Casia y Felipa, son perdonadas de momento a causa de su juventud. En una segunda entrevista con el juez, se realiza un interrogatorio exhaustivo a Irene, que comparece sola. Se han descubierto en su casa unas Sagradas Escrituras. Como Irene se niega a sacrificar, se le intimida conduciéndola a un burdel, donde permanece desnuda. En un tercer momento, Irene es condenada a morir quemada, como las otras.

Se ha adelantado en muchas ocasiones que nos encontramos ante un “cosido” de actas, la de Ágape y Quionia de un lado, y la de Irene de otro. La unidad vendría dada por ser todas ellas hermanas, e introduciendo otras jóvenes que, además de éstas, completan el número de siete. Este es un número perfecto que cuenta, además, con otros ejemplos célebres de martirio, como el de los Macabeos. Otros investigadores, sin embargo, hacen de este grupo de mujeres un grupo de vírgenes consagradas. El caso de Eutiquia, encinta, se explicaría debido al fallecimiento de su marido. Al haber quedado viuda, podía haber optado por este género de vida.

Vamos a comentar algunas cosas de interés: las referidas al narrador, a su carácter racional y libre, la defensa de su Cristianismo, su carácter de hermanas, sus padres y las violencias que reciben.

El narrador

A estas mujeres se les describe como “mujeres puras y venerables” en la primera parte [2]; en la segunda, cuando la narración se centra en Irene, aparece cuatro veces la expresión santa, referida a Ágape y Quionia una vez, y tres a Irene [3]. Esta acumulación de apelativos de “santa” es un rasgo propio de los escritos de mediados-finales del siglo IV, aunque la diferencia cronológica puede ser mínima. Observamos algo parecido en Eusebio de Cesarea, en la redacción larga de los Mártires de Palestina, algo posterior a la breve.

Racional e irracional

El juez califica la actitud y creencias de estas mujeres como una “locura”, algo irracional. Curiosamente, el término empleado es distinto en la primera y en la segunda parte [4]. Por su parte, las jóvenes insisten en lo razonable de su actitud. Así Felipa y Eutiquia, Ágape e Irene. Esta última lo expresa con rotundidad: “no es locura, sino piedad”.

Lo que no acaba de entender el juez, pagano, es cómo estas mujeres se obstinan en algo que les va a acarrear serios problemas. Piensa que se debe tanto a su juventud, como a su sexo. De ahí que en los diversos interrogatorios, sobre todo en el de Irene, pretenda averiguar sus posibles cómplices, ya que no se cree que hayan podido sobrevivir durante varios meses en los montes sin ayuda alguna. Sin embargo, en todo momento se nos muestra a estas mujeres actuando libremente, con una voluntad que nadie, ni siquiera el magistrado con sus amenazas podrá cambiar [5].

Somos cristianas

Estas jóvenes se definen siempre como cristianas. Es lo que les identifica. Así Eutiquia afirma que es cristiana, “sierva de Dios todopoderoso” [6].

En la primera sentencia, se excluye momentáneamente de castigo a Eutiquia, por hallarse encinta, ya que la ley romana prohibía ejecutar a las mujeres embarazadas [7]. Tiene el precedente de la esclava Felicidad, a comienzos del siglo III. Felicidad se entristece porque se acerca el día de su martirio y ella ha de esperar. Mas el parto se adelanta, dando a luz a una niña, que confía a una “hermana” para que la cuide. Este martirio pudo ser conocido, aunque no quita para nada, veracidad a la información que se nos da. Sin embargo, en estas actas Eutiquia aparece como un personaje más bien secundario

Hermanas

En la primera parte se informa al juez Dulcitio del nombre de las siete detenidas y su razón, el negarse a comer de los sacrificios a los dioses. Nada se dice de que sean hermanas, en sentido estricto. Ni encontramos niguna referencia en toda esta parte. Sí en la segunda. Ahí aparecen tres alusiones, todas en boca del magistrado, al referirse a Ágape y Quionia, ya martirizadas [8]. No se dice de las demás.

Tampoco las jóvenes la emplean. Sabemos, por otra parte, que Irene, Ágape y Quionia mueren en la hoguera. Esto muestra que son de la misma condición social, y no de los estamentos dirigentes.

Los padres

Durante el interrogatorio, el juez Dulcitio indaga sobre la complicidad en la tenencia de las Escrituras. Comienza por los padres, y continúa con los vecinos. Pregunta a Irene si alguien más sabía de la existencia de esos documentos en su casa. Irene responde que no, ya que consideraban a sus padres peor que a sus enemigos y temían que las denunciaran [9]. Esto recuerda la actitud del padre de la mártir Perpetua de comienzos del siglo III, descrita como diabólica, por pretender salvar a su hija a cambio de su apostasía. La libertad de conciencia de Perpetua, como la de Irene, demuestra que la autoridad de los padres tiene unos límites precisos. No en vano el pagano Celso había tachado a los cristianos de subversivos, por destruir la tradicional autoridad del padre de familia [10].

Eso, que no era totalmente cierto, sí lo era en parte, ya que se establecen unos límites dentro de los cuales el padre de familia -o los padres en general- no tienen por qué inmiscuirse. Esto que nos puede parecer evidente, no lo era en la antigüedad, tampoco en el Imperio romano. De ahí que cuando Irene dice que eran cristianas a pesar de su padre, sea algo creíble. Lo es menos el que sus padres no se hubieran enterado de su condición de cristiana. A lo que se refiere sin embargo, es al desconocimiento que su padre tenía de que poseyera las Sagradas Escrituras, y las leyera.

Desnuda, a un lupanar

En la primera parte de estas actas, no se nos habla de violencias cometidas a las mujeres. En la segunda, sí. Irene va a parar a un lupanar de la ciudad de Tesalónica, capital del distrito de Macedonia en Grecia, donde permanece desnuda. Además se le raciona el alimento. Más tarde, el magistrado la vuelve a llamar, a ver si con esta medida desiste de su propósito “irracional” y deja de ser cristiana.

Pese a que el lupanar es frecuentado por todo tipo de personas, a Irene no le sucede nada. Nadie osa molestarla, ni siquiera de palabra. Es el Espíritu Santo, según el redactor, quien la preserva y guarda pura para Dios [11]. Esto se puede decir de toda mujer cristiana, aunque de manera particular de las vírgenes. De hecho, este tipo de ataques contra el pudor aparecen en Eusebio de Cesarea centrados en ellas.

Lo que no se entiende es por qué se amenaza únicamente a Irene y no a las otras. En la primera parte se condenó a Ágape y Quionia a ser quemadas, y se dejó para más tarde el castigo a Eutiquia, encinta. A las otras cuatro se las perdonó por su juventud. Sin embargo, en la segunda parte, solo una de ellas aparece como responsable de la tenencia de las Sagradas Escrituras; solo ella, Irene, es amenazada y posteriormente condenada.

* * * * *

Ello nos pone, una vez más, frente a dos partes claramente diferenciadas. La primera, que narra el interrogatorio a las siete mujeres y la condena de Ágape y Quionia; y la segunda, con los interrogatorios a Irene y su castigo a un lupanar, intimidatorio o no. Será en esta parte cuando aparezcan términos como “santa” o “santas”, o “hermanas”; también “irracional” para calificar la decisión de Irene de no sacrificar a los dioses. O la alusión a los padres, considerados peor que los enemigos, o bien la escena de la amenaza con el lupanar, a donde irá a parar Irene sin que ocurra nada deshonroso. Todo ello nos hace pensar que, existiendo un indudable fondo de verdad en todo el relato, es más fiable la primera parte. La segunda, que afecta de forma exclusiva a Irene, parece redactada un poco más tarde, bien por algunos vocablos empleados, bien por la proclividad a presentarnos “jóvenes”, posiblemente vírgenes consagradas, enfrentándose con el castigo de tener que estar en un lupanar, sufriendo -o sin sufrir por intervención divina- toda suerte de ultrajes.

Las Actas de Fileas

Las Actas de Fileas, obispo de Thmuis, nos son conocidas desde el siglo XVII en su versión latina, aunque es más fidedigna la versión griega. Esta última se corta al final, sin poner la sentencia y la ejecución. El acta latina introduce aquí el episodio de Filóromo, que ha sido tomado de Rufino, escritor de finales del siglo IV y comienzos del siglo V, traductor de la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea al latín. Eusebio de Cesarea cita a Fileas y Filóromo juntos, aunque ello no significa que fueran procesados simultáneamente. Hay quien piensa que el diálogo entre Culciano, prefecto de Egipto, y el obispo Fileas se parece más a una catequesis que a un interrogatorio auténtico, opinión que no es mayoritaria [12].

A nosotros nos interesa una parte muy concreta del proceso. Culciano, prefecto de Egipto, pide a Fileas que tenga misericordia de sí mismo y de todos los que le han suplicado, mostrando su talante comprensivo y humanitario, infrecuente en actas y martirios posteriores [13]. En su segundo encuentro, el 4 de febrero del año 305, se repite todo ante la mujer e hijos de Fileas.

También ellos le ruegan que deponga su actitud y sacrifique. Esto ha hecho que algunos dijeran que tanto la mujer como los hijos no eran cristianos [14]. Sin embargo, resulta sumamente improbable, tratándose de un obispo. Fileas se casaría antes de ser ordenado, evidentemente. Pudo hacerlo con una pagana antes de ser ordenado sacerdote, aunque resulta poco creíble. Más sencillo es el que nos encontremos con un ejemplo de apostasía. Apostasía de la mujer y de los hijos que resalta más la figura de Fileas. Nos decantamos por esta segunda opción, aunque la información de las actas o la de Eusebio de Cesarea no resulte concluyente.

Sin embargo, nos encontramos en otras actas escenas semejantes. Así la sucedida con Ireneo, obispo de Sirmio en la primavera del año 304. El juez Probo le pregunta: “¿Tienes mujer? - No tengo. -¿Tienes hijos? - No tengo. - ¿Tienes parientes? - No tengo. - Pues, ¿quiénes eran aquellos que lloraban en la sesión pasada?” [15]. Ireneo, obispo de Sirmio, responde de forma clara para un cristiano, pero confusa e inextricable para el juez. También en este caso nos hallamos ante un joven obispo en la dificil tesitura de escoger entre su mujer y sus hijos o ser consecuente con su fe y sufrir martirio. La apostasía o el ser fiel a Dios. Del lado de la apostasía y añadiendo dramatismo, se encuentran sus parientes; del lado de la fidelidad, nadie, sólo Dios. Es la respuesta que da: “Yo tengo a Dios, a quien aprendí a dar culto desde mi primera edad”.

En ambas ocasiones, la familia no es una ayuda, sino una traba para los mártires. Su actitud sirve para que el redactor ponga su comportamiento como modelo a seguir, máxime por su condición de obispos. La esposa puede ser pagana o cristiana, pero resulta dificil conceder que los hijos sean paganos. Es muy improbable que un obispo desatienda la educación cristiana de sus hijos.

Nos encontramos ante un problema de conciencia, como apunta Culciano y le responde Fileas. El juez procura que tenga en cuenta con su conciencia, la situación en que deja a su mujer e hijos. Fileas se preocupa más por Dios. Ante sí tiene una doble elección: Dios y entonces el martirio y la vida eterna, o bien su mujer e hijos, significando esto la apostasía y la vida terrena. Hay que escoger y no cabe una solución intermedia. No implica esto una condena al matrimonio y la procreación. Solo si, como en este caso, se trata de un amor desordenado a las criaturas que entraña un rechazo a Dios, la apostasía. El cristiano ha de preferir siempre a Dios, aunque le cueste la vida o deje viuda y huérfanos.

Ésa es una de las ideas que el autor de estas actas pretende comunicar a sus lectores. Al igual que Eusebio de Cesarea, que pone al obispo de Thmuis como ejemplo.

·- ·-· -······-·
Martín Ibarra Benlloch



[1] G. LANATA, Gli atti dei martiri come documenti processuali, Milán, 1973; H. MUSURILLO, The Acts of the Christian Martyrs, Oxford, 1972.

[2] act. Agapes I,1.

[3] act. Agapes V,1; a Irene en V,1; VI,2; VII,2.

[4] act. Agapes III,2.7: mania; VI,2.3: aponoia.

[5] act. Agapes III,5.

[6]act. Agapes III,7; mart. Perp. et Fel. VI,4,3: soy cristiana. Cfr. act. Crispinae III,3: “su esclava”; act. Irenaei I,2: “siervo de Dios”; TERT., uxor. II,6,1: la cristiana, la sierva de Dios convertida en esclava de dioses extraños.

[7]dig. I,5,18; cfr. mart. Perp. et Fel. XV.

[8] act. Agapes V,1,8; VI,3.

[9]act. Agapes V,4.

[10] mart. Perp. et Fel. III,3,18; Orig.,  c. Cels. III,55.

[11] act. Agapes VI,2.

[12] Cfr. H. MUSURILLO, 1972, XLVIII. De distinta opinión, A.M. EMMETT, S.R. PICKERING, “The importance of P. Bodmer XX, the Apology of Phileas and its Problems”, Prudentia 7 (1975) 95-103.

Fileas es arrestado a finales del año 303 o comienzos del 304, probablemente por no cumplir el cuarto edicto. Permanece en la cárcel bastante tiempo. Eusebio de Cesarea nos ha conservado una carta escrita por el propio obispo a sus fieles de Thmuis. Ahí se detalla vivamente la crudeza de la persecución en Alejandría, Eus., hist. eccl. VIII,10,2-10. Otra carta, no menos interesante, es la que cuatro obispos de Egipto, él incluído, escriben a Melecio, obispo de Licópolis. Se dice, entre otras cosas, lo siguiente: “Nuestros padres establecieron y reglamentaron que ningún obispo podía celebrar ordenaciones en iglesias extranjeras... Pero tú, sin atender a sus decisiones, sin preocuparte del futuro, ni de la ley tradicional de nuestros bienaventurados padres gratos a Cristo, ni del honor de nuestro gran obispo y padre Pedro, de quien todos nosotros dependemos según la esperanza que tenemos en el Señor Jesucristo, insensible a nuestros encarcelamientos, a nuestras pruebas, a nuestras mil afrentas diarias, a la humillación y miseria de todos, tú has comenzado a trastornarlo todo” (P.G. 10,1565-1568). J. QUASTEN, 1984, 443-4, hace notar que “fue entre las filas de los melecianos donde Arrio, meleciano él mismo, encontró en Egipto a sus partidarios más fieles” (Patrología. Madrid

[13] E. WIPSZYCKA, 1988, 123 (“Le christianisation de L´Egypte aux IVe-VIe siècles. Aspects sociaux et ethniques”, Aegyptus 48 (1988) 117-165).

[14] P. ALLARD, 1971, 54-55 (Histoire des Persécutions. IV.1, Roma).

[15] act. Irenaei 3.



 

Para volver a la Revista Arbil nº 103
Para volver a la tabla de información de contenido del nº 103

La página arbil.org quiere ser un instrumento para el servicio de la dignidad del hombre fruto de su transcendencia y filiación divina

"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

El contenido de estos artículos no necesariamente coincide siempre con la línea editorial de la publicación y las posiciones del Foro ARBIL

La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición del público siempre bajo los criterios de buena fe, gratuidad y citando su origen.

Foro Arbil

Inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones. N.I.F. G-47042954
Apdo.de Correos 990
50080 Zaragoza (España)

ISSN: 1697-1388