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texto de comentario
Disposición de la Jefatura del Estado por la que se liberan a todos los etarras con delitos de sangre
[ BOE: 248 de 17/10/1977, páginas 22765 y 22766]

La rebelión húngara de 1956 y la política internacional de Chile

por Cristián Garay Vera

La revuelta de 1956 fue catalizadora de un impulso anticomunista y antiimperialista del Gobierno de Chile. Sin embargo, no era un hecho aislado, sino que se originaba en las primeras discusiones acerca de la membresía de Naciones Unidas respecto de la legitimidad de los regímenes impuestos por la URSS. Sobre el marco del anticomunismo, el Gobierno chileno desarrolla una estrategia de solidaridad con el pueblo húngaro y sus aspiraciones.

El problema

En una ocasión anterior hemos examinado el tema de la revuelta de 1956 desde el punto de su impacto social en Chile [1]. Como una de las conclusiones que hemos sacado, está el hecho que la rebelión húngara tuvo dos lecturas. Una internacional, en la que se repudiaba la invasión y la matanza de los patriotas húngaros, con casi unanimidad, salvo los más recalcitrantes marxistas refugiados en el Partido Comunista. La segunda, una lectura doméstica, que aprovechó la derecha chilena, para decir que el proceso revolucionario era irreversible y que conllevaba la eliminación física de sus adversarios. Frente a este discurso, la ambigüedad y la deuda de la izquierda socialista fue enorme, ya que encaró de modo débil y vacilante las acciones imperialistas de su principal benefactor y financista.

Por el otro lado, hemos conocido el libro de Ferrero Blanco (2002) que introduce el factor estatal, que no había sido el énfasis de nuestro trabajo, más bien centrado en los actores sociales, medios de comunicación y partidos políticos chilenos. El examen de los fondos del Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores –en adelante AMRE- nos ha permitido modificar algunas impresiones iniciales, como la que sugería que el interés por Hungría era directamente tributario de la rebelión del 56, hecho, que la documentación refuta, y la hipótesis que exponíamos anteriormente que la condena surgía como una consecuencia de la alineación y no por iniciativa propia.

La muerte de Stalin abrió, en su momento, la sensación de un resquebrajamiento del dominio soviético sobre Europa Central. Sin embargo, los experimentos liberalizadores, surgidos del propio socialismo marxista, terminaron en tragedia, cuando las razones geopolíticas e ideológicas se impusieron a sangre y fuego en 1956. Hungría y luego Checoslovaquia constituyeron la expresión concreta de la unidad del bloque socialista y del area de influencia soviética.

María Dolores Ferrero Blanco ha tratado el caso en su libro La Revolución Húngara de 1956. El despertar democrático de Europa del Este, Universidad de Huelva, (Huelva, España, 2002). El exhaustivo estudio de Ferrero Blanco no trata la reacción chilena más que de modo genérico en las páginas 266 y 314. Eso justifica la revisión del Archivo Historico General del Ministerio de Relaciones Exteriores, en adelante AMRE, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. En el caso de la mayor historia de la política exterior de Chile, la de Joaquín Fermandois, Mundo y fin de mundo. Chile en la política mundial 1900-2004, Ediciones de la Universidad Católcia de Chile (Santiago de Chile, 2005), solo se menciona el rechazo (dubitativo en todo caso, ver gr. Garay, 2004) de Allende a la agresión soviética en Hungría.

Como ya dijimos en la anterior ocasión, “las fuerzas democráticas chilenas condenarán la invasión de Hungría y por contrapartida la izquierda chilena justificará directa e indirectamente la represión esgrimiendo numerosos argumentos tales como el antiimperialismo, el antifascismo e incluso el rechazo al “terrorismo” como se llegó a calificar a los actos de los patriotas húngaros. El silencio de la izquierda chilena a posteriori sobre su actitud entonces, pone de manifiesto el doble estándar de estas fuerzas en lo sucesivo y su visión puramente instrumental de conceptos tales como los de soberanía del pueblo, autodeterminación y soberanía nacional, ésta última supeditada a la tesis de la “soberanía limitada” en el bloque soviético. ” [2]

Como se recordara la tesis de la soberanía limitada, operante años después en Checoslovaquia y Afganistán, se formuló expresamente en el V Congreso del Partido Comunista polaco, el 11 de noviembre de 1968, pero estaba inspirada en tesis de Korovin de 1924 y su objeto era legitimar la intervención en los estados del bloque soviético que estuviesen en peligro contrarrevolucionario. [3]

Al momento de ocurrir la rebelión húngara parecía que el clima de la Guerra Fría estaba desapareciendo, tanto que la invasión francobritánica del Canal de Suez contra Egipto fue decidida como posible en medio de la liberalización del bloque oriental y tras los desórdenes que en Polonia habían debilitado el control comunista.

Parte del infundado optimismo se basaba en dos procesos paralelos. El primero de ellos se refería a la desestalinización que había comenzado con el informe de Kruschev en el XX Congreso del PCUS y que implicaba revisiones sin parangón en la URSS. Como se recordará el dirigente soviético planteó la posibilidad de un tránsito pacífico al socialismo, sin guerra civil. El segundo era la liberalización del control soviético sobre el bloque oriental con el nombramiento tanto en Polonia como Hungría de dirigentes reformistas. En este segundo país el nombramiento de Primer Ministro recayó en Imre Nagy que había sido eliminado del Partido Comunista en 1948, por oponerse a la colectivización agraria, 4 de julio de 1953. Su designación llegó en un momento altamente conflictivo para la URSS que había visto la sublevación de Berlín-Este (17-IV-1953), que había costado la vida a 51 personas y quería aliviar la tensión política. La política de Malenkov de concesiones se nutría de manifestaciones anticomunistas y antisoviéticas en Pilsen y Ostrave (Checoslovaquia), Vorkuta ciudad penal del norte extremo de la URSS y la agitación en Hungría contra el mando comunista [4]. Asimismo, como explican el equipo del Libro negro del Comunismo, la máquina represiva había sufrido cambios, pues “los responsables de la policía política, actores consumados de la represión de 1949 a 1953, habían sido destituidos y en ocasiones arrestados y condenados, aunque desde luego a penas no muy elevadas. Los dirigentes políticos obligados a renunciar eran reemplazados a veces por antiguos prisioneros, como Gomulka en Polonia o Kadar en Hungría” [5].

Sin embargo la inicial tranquilidad se rompió el 7 de enero de 1955, cuando los dirigentes soviéticos comunicaron a Nagy su disconformidad con el rumbo reformista. La escisión del mando comunista húngaro en una línea incondicional de Moscú y la reformista que pronto evolucionó a una mayor oposición se evidenció tras el reemplazo del Presidente Gerö por Janos Kadar. Esto se hizo posible por la alarma que causó primero la sublevación en Poznan, Polonia, del 28 de junio de 1956 que derivó en una solución reformista y por la radicalización de los patriotas húngaros el 21 de octubre de 1956, donde una manifestación popular dirigida por el dramaturgo Gyula Hay degeneró en la exigencia de la retirada soviética.

A pocos días de la protesta se hizo oír la voz de Occidente a través de la Radio Europa Libre. Eisenhower ofrece el 25 de octubre su apoyo y hacia el 28, tras escaramuzas los revolucionarios controlan Budapest. Ambos acontecimientos radicalizaron las posiciones, pues las interpretaciones radiales occidentales asimilaban los hechos a su inspiración, lo que despertó inusitado temor en Moscú. En ese panorama, en que se exige a la URSS moderarse en la intervención en Hungría. Desgraciadamente, la rebelión húngara coincidiría con la aventura de Suez. El rechazo a la nacionalización del Canal de Suez provocó la intervención franco-británica y la ocupación israelí en la Operación Kadesh el 29 de octubre. De modo que Naciones Unidas se preocupa casi en paralelo de la cuestión de Suez y de Hungría.

En esos primeros días de confusión, en que la cúpula ortodoxa es desplazada del poder, la intervención soviética cesa con la retirada el 30 de octubre. Es día, mientras las tropas soviéticas se retiraban de Budapest, Moscú manifestaba:

“El gobierno soviético expresa su convicción de que los pueblos de los países socialistas no permitirán que las fuerzas reaccionarias del extranjero del interior quebranten las bases del régimen de democracia popular” [6].

Tras este pronunciamiento Moscú define la situación a favor de la represión, pues el movimiento antisoviético se había radicalizado. Ello era contrario a lo que se había hecho en Polonia y en parte se justificaba en las promesas de ayuda occidental a la rebelión aunque en los hechos era solo retórica vacía.

Tras la determinación soviética, el mando comunista local solicita la intervención soviética y empieza la lucha desigual con las tropas y pueblo húngaro. La segunda intervención, mucho más violenta en la noche del 3 al 4 de noviembre, en que el gobierno húngaro presidido por Imre Nagy se radicaliza, libera los presos políticos, se alienta una revuelta antiestalinista (una muchedumbre destroza la estatua de Stalin) a la vez que una multitud libera al Cardenal Midszenty de su cautiverio y lo lleva a la Embajada estadounidense, que será su refugio por décadas. Es la resistencia contra las tropas soviéticas la que da su carácter de epopeya a la sublevación, que pese a la valentía ciudadana y al aporte de los soldados húngaros cae herida de muerte el 4 de noviembre, fecha en que los tanques de la URSS consolidan su victoria.

La posición del Estado de Chile.

La rebelión húngara de noviembre de 1956 conmovió al Gobierno chileno, pero su actitud estaba condicionada por una historia previa. Primero que nada por la inexistencia de lazos diplomáticos con el bloque soviético, decisión tomada por el Gobierno radical de Gabriel González Videla, cuando declaró al Comunismo fuera de la ley en 1947-48 y que coincide con el alineamiento con Estados Unidos en la Guerra Fría. De todas maneras, meses antes de la invasión en 1956, su propio Partido, el Radical, pidió el restablecimiento de relaciones con la URSS, el bloque oriental, y el establecimiento de relaciones China Popular. [7] El cambio había sido solicitado al Gobierno de Carlos Ibáñez, pero se hizo realidad bajo el democratacristiano Eduardo Frei Montalva.

Segundo, y de modo sorprendente, Chile tuvo una fuerte preocupación por Hungría en los años anteriores, dentro del contexto de la Guerra Fría. En 1950, por ejemplo, Chile presentó varias observaciones negativas respecto del trato sobre derechos humanos en Bulgaria, Hungría y Rumania, diciendo que si no se cumplían tampoco podían aspirar a entrar a Naciones Unidas. [8] Del mismo modo dirigió sus dardos a la URSS, considerando su naturaleza imperialista. En respuesta a las acusaciones del embajador soviético Malik, en torno a la firma del TIAR y la constitución de la OEA, entre 1947 y 1948, el embajador González Allende, manifestó,

“El Pacto de Río de Janeiro es la expresión de nuestra solidaridad defensiva, y exige que se respete a nuestros pueblos y a nuestras fronteras. Es un pacto de salvaguardia contra la agresión, de la que solo pueden recelar las potencias totalitarias que pretenden agredirnos”. [9]

La posición chilena fue explícita durante la reunión de la Comisión Política Ad Hoc de 1950 en el 5ª periodo de la Asamblea General de las NN.UU. En esa oportunidad se opuso al ingreso de los tres países mencionados. Ello dentro de una denuncia y voto, liderado por Australia, y secundado por Cuba y Bolivia, que denunciaba la comisión de actos ilícitos, y que “mostraban una fría indiferencia respecto de los sentimientos de la comunidad mundial”. [10] Siguiendo con este razonamiento, el delegado chileno, Jacobo Schaulsohn manifestó, en la IV Sesión de la Comisión Política ad hoc, que “Deben las Naciones Unidas imponer sanciones morales y condenarla enérgicamente” [11] . La “sanción –proseguía- debe ser la no consideración de sus solicitudes hasta que no se cumplan con las obligaciones contractuales (de la Carta de NNUU)”...”De esta manera sabrán los demás Estrados que aspiran a ingresar a las Naciones Unidas que no serán admitidos en tanto no cumplan sus compromisos internacionales”. [12]

Chile, finalmente, vota a favor del informe condenatorio figurando entre los 35 votos favorables a la moción, y contra los 5 negativos y 13 abstenciones. Voto que fue ratificado por la Comisión (Doc. A/1437) y expresada como condena por la Asamblea General 302ª y 303ª. Finalmente, la Resolución A/1486 de la Asamblea General condenó a Bulgaria, Hungría y Rumania por atentar contra los derechos del hombre y las libertades fundamentales. ”. [13]

Un año antes, 1949, el Gobierno chileno ya había hecho observaciones sobre estos mismos puntos respecto de Bulgaria, Hungría y Rumania. Adhiriendo a la declaración de la Asamblea General que decía, “ 1. Expresa su continuo interés y su profunda inquietud por las graves acusaciones formuladas contra Bulgaria, Hungría y Rumania” y remitiendo las quejas a la consideración preliminar de la Corte Internacional de Justicia. [14]

Por lo demás, solo entre 1945 y 1947 habían existido relaciones con la URSS, producto del acercamiento con los aliados a raíz de la II Guerra Mundial. Pero tanto las presiones externas (de Estados Unidos) como el clima de la Guerra Fría hicieron que se rompiera ese débil vínculo. Solo Yugoslavia escapó a la constante y el presidente derechista Jorge Alessandri Rodríguez recibió con honores al legendario Tito. Más tarde Frei Montalva reestablece lazos con Moscú. Pero con China Popular, Chile tenía lazos oficiales con la República China en Taiwán, que fueron cortados bajo el Gobierno de Salvador Allende.

El tercer elemento a considerar era el cuestionamiento de estas relaciones de sectores parlamentarios anticomunistas. El conservador Luis Valdés Larraín, sostenía que siendo el Comunismo una doctrina opresiva en la arena internacional que por su capacidad de violar acuerdos no permitía a un país pequeño como Chile precaverse de su intervención. [15]

El diputado socialista Barra respondió que tal criterio era inadmisible y que si fuese así las relaciones internacionales solo podrían ser sostenidas por grandes potencias. Finalmente, en una nota de pragmatismo, añadió que “No nos interesa el régimen que los otros países tengan”, porque en las relaciones internacionales cada país desarrollaba sus propios caminos para el desarrollo e “intereses legítimos de los pueblos”. [16]

De todas maneras la política exterior chilena estaba en crisis ese año de 1956. La causa era la ausencia de una línea definida por el Presidente Carlos Ibáñez del Campo, que había ganado la elección respectiva en 1952 y se desempeñaría hasta 1958. Joaquín Fermandois, el gran experto en política internacional, no hace mención al caso húngaro, pero si a que Enrique Berstein había conversado con el entonces canciller Roberto Aldunate León, para descubrir el total desconcierto de los funcionarios diplomáticos y la ausencia de una política definida en relaciones internacionales. [17] Es que Ibáñez había hecho campaña contra la influencia de Estados Unidos, para ganar el voto comunista proscrito a su causa, pero solo modificó la vigencia de la ley al final de su mandato. Entre medio, no modificó nada de lo relativo a las relaciones militares (Chile firmó el Pacto de Ayuda Militar o PAM en esos mismos años) ni diplomáticas.

Las cuestión húngara se desarrolla para Chile principalmente en su misión permanente en Nueva York. Más circunstancialmente, en la sede de Viena, pues no se tenían relaciones oficiales con Hungría, y la Embajada desempeña un pequeño rol en el refugio de ciudadanos húngaros. La planta de la misión en Nueva York estaba compuesta para el XI Período de sesiones de la Asamblea General por Roberto Aldunate (Presidente de la Comisión), embajador Rudecindo Ortega, senador Blas Bellolio, embajador Sergio Recabarren, embajador René Montero. Y los alternos Oscar Agüero, Luis Melo Lecaros, Humberto Díaz-Casanueva Samara, Alfonso Grez Valdovinos Ministro consejero, y Miguel Ignacio Bravo. Como asesores estaban Carlos Santana, Oscar Pinochet de la Barra. Secretarios de la misión eran Octavio Allende (encargado de descifrar los criptogramas), Humberto Álvarez, Jorge Berguño y Mario Barros van Buren. Varios de los nombrados, fueron, sin duda, personajes de relevancia en la vida política y diplomática de Chile como Ortega, Bellolio, Pinochet de la Barra y Barros, autor de la conocida Historia Diplomática de Chile, cuya primera edición vio a la luz por Ariel.

Por entonces la lista de cancilleres de Ibáñez fue larga: Arturo Olavarría Bravo, Oscar Fenner, Tobías Barros Ortiz, el mencionado Roberto Aldunate, Osvaldo Koch Kreft, Kaare Olsen Nielsen, José Serrano, Enrique Barboza, Osvaldo Saint-Marie Sorucco, y Alberto Sepúlveda.

Chile enarbolaba tradicionalmente el principio de no intervención, porque éste había definido la política exterior latinoamericana desde la intervención alemana en Venezuela a principios de siglo (Doctrina Estrada) y se había completado con otras (Calvo, por ejemplo) que impedía el cobro armado de las deudas. Pero el caso húngaro era complejo, ya que un gobierno aparentemente del país era él que llamaba tropas externas.

Por ello lo primero que se impugna es su representatividad. Se deja en claro, en los primeros minutos de la invasión, que se está frente a una invasión. El cablegrama Nº 206, del 30 de octubre de 1956, emanado del Ministerio de RREE instruyó a la Misión Permanente de Chile para “apoyar cualquiera gestión conjunta del Grupo Latinoamericano ante Presidente Consejo de Seguridad o Secretario General referente situación Hungría, haciendo especial hincapié intervención tropas soviéticas. SAINTE MARIE”. [18]

Una de las primeras reacciones se originó en la nota chilena entregada por el Canciller Rudecindo Ortega en el Ministerio de Relaciones Exteriores para remitirla al Embajador chileno ante Naciones Unidas, con objeto de comunicar a ese último organismo la violación del principio de soberanía nacional, haciendo mención de la necesidad de la no intervención de un Estado en los asuntos internos de otro país [19].

Al propio Ortega le correspondió ser el presidente de la Asamblea General reunida en Nueva York poco después, donde ya se pedía la salida de las tropas soviéticas de acuerdo a una moción cubana y a la que Chile adhirió. [20] La moción cubana fue probada por 55 votos a favor, 10 en contra y 14 abstenciones y reprobó en lo fundamental la deportación de cuidados húngaros a la URSS.

Poco después, el Secretario de Relaciones Exteriores subrogante, Enrique Bernstein, trasmitió el interés del Gobierno chileno por participar en una fuerza de policía en el Canal de Suez, impugnando paralelamente “los poderes de la delegación de Hungría” en la ONU [21].

La Resolución 1004 (ES-II) del 4 de noviembre de 1956, en la 564 sesión plenaria de la Asamblea General insta a la Unión Soviética retirar sus tropas de Hungría. Chile vota la resolución: 530 a favor, 7 en contra y 8 abstenciones.

La intervención chilena, firmada por Rudecindo Ortega, manifestaba que Chile apoyaba cualquier resolución “que tenga por objeto asegurar la soberanía e independencia de Hungría y las aspiraciones de libertad de su pueblo”. [22] Ratificando esta idea habla en la sesión plenaria Nº 569, del 8 de noviembre de 1956, el Ministro consejero Alfonso Grez,

“Cumpliendo fielmente con los principios establecidos en la Carta de las Naciones Unidas, la delegación de Chile votó en contra de la intervención de Israel, Francia y Gran Bretaña en Egipto y votó asimismo en contra de la intervención de la Unión Soviética en Hungría. De este modo, ha deseado poner de manifiesto la universalidad de las obligaciones establecidas en ese documento fundamental (de Naciones Unidas)”. [23]

El ministro consejero, agrega en su exposición que Chile “se conduele de la muerte de miles de ciudadanos húngaros”. [24] Durante el debate de la Resolución 1004 (ES-11) del 4 de noviembre de 1956 el almirante Olivieri de la República Argentina promete el envío de elementos y medicina. [25]

Posteriormente, Chile apoya la Resolución 1005 (ES-11) del 9 de noviembre de 1956 que reitera la salida de las tropas invasores. También apoya la Resolución 1007 (ES-11) del mismo día, que pide a los integrantes de NN.UU. cooperar con un programa humanitario a favor del pueblo húngaro.

Con todo, este rechazo fue menos militante que otros. En Argentina, por ejemplo, la invasión provocó honda indignación y provocó graves incidentes con la representación soviética. Incluso la KGB atribuyó tales hechos a su contraparte de la inteligencia argentina, a la que culpaban de estar detrás de la manifestación frente a la sede diplomática en Rodríguez Peña y Guido. La representación comercial en Avenida Santa Fe, en Buenos Aires, fue devastada a la misma hora. “En el rellano del segundo piso estaba el jefe de la misión, Alexei Mazhulo, armado con un fusil y dispuesto a parar a balazos a los intrusos, en defensa de su familia y el personal de la casa” [26]. Una multitud, en suma, aleccionada por las palabras de su Presidente, Eugenio P. Aramburu, que sostenía que “En cada corazón debe haber una pequeña Hungría” [27]. Incidentes menos graves acontecieron en otra ciudad argentina, Rosario, mientras las autoridades del gobierno argentino criticaban abiertamente la actitud soviética. El 9 de noviembre se prohibían las actividades del Partido Comunista argentino.

También hubo incidentes en Uruguay, cuando una multitud de 300 estudiantes atacaron la sede soviética, lanzaron proyectiles y gritaron “Abajo Rusia” y “Asesino(s)”. En Luxemburgo, Europa, los disturbios fueron mayores y terminaron con el saqueo de la representación. [28]

Para desgracia de los húngaros el frente abierto por Occidente, en esos mismos días con la invasión del Canal de Suez, con un ataque anglo-francés en Egipto delimitó claramente las esferas de acción de cada bloque. Y en arreglo de la mecánica de la Guerra Fría, definida magistralmente por Raymond Aron como “la paz imposible, la guerra improbable” se determinó la licitud de la acción represiva de Moscú sobre su díscolo vasallo oriental.

Hay que considerar las circunstancias internas. El declinante gobierno del Presidente Carlos Ibáñez del Campo rechazó la invasión, y promovió la condena contra Hungría tras el fin de la rebelión, pero no podía hacer más. Su visión política se refleja además en la cobertura que el diario La Nación, órgano del Gobierno, dio a los sucesos húngaros.

El otro tono fue humanitario y Chile tampoco estuvo solo. El Gobierno de Brasil, en manos de Kubitschek ordenó se estudiara el asilo de 3.000 refugiados húngaros según informaba Reuter [29].

El día 9, mucho antes que su símil brasileño, Chile comunica tras un Consejo de Gabinete que acogerá refugiados y así lo trasmite a James M. Read, Alto Comisionado subrogante para los Refugiados, respondiendo al pedido del Gobierno austriaco. [30] El 19 el Gobierno manifestaba en la Asamblea General por su delegado Roberto Aldunate, ex Canciller chileno, que la intervención soviética afectaba la paz mundial.[31]

Contra nuestras propias ideas que la acción chilena había sido decidida por el alineamiento con Estados Unidos, en verdad ella aparece como una decisión autónoma, tomada por el Presidente, Carlos Ibáñez del Campo, un ex militar, y su Ministro de Relaciones Exteriores Osvaldo Saint-Marie. Es en efecto una reacción chilena fulminante. El 13 de noviembre de 1956 el Ministro instruye una acción directa contra la delegación húngara. En efecto, instruye a la delegación residente en Nueva York lo siguiente:

“Cablegrama N° 232.- Santiago, noviembre 13 (noche) de 1956. Ruego sondear urgentemente delegacones (sic) latinoamericanas objeto rechazar poderes Delegación Hungría.

Si hubiera base y ambiente favorable entre latinoamericanos, ruego a US, informar urgente fin instruir U.S. solicitar tal rechazo. Ministro de Relaciones Exteriores”.

“Conforme

“O.A.” [32]

REVISAR SI ESTE ES EL VOL. 427 sección confidencial_ oficios dirigidos a las Embajadas de Chile en Europa, OEA, ONU, OO.II., etc,. 1956.

El cablegrama siguiente ratifica esta disposición:

“Gobierno ha decidido U.S. objete poderes Delegación Hungría fundándose en primero actual Gobierno ha sido instaurado por una potencia extranjera”… “ sírvase U.S. obtener el apoyo de países americanos y proceder en todo caso con máxima energía. Daré a conocer a la Prensa iniciativa chilena.- Saint-Marie”.

“Conforme, OA”. [33]

Al día siguiente, Aldunate informa que resolución de Cuba contra Hungría, respaldada por Chile, es impugnar los poderes de la delegación húngara en las Sesiones plenarias de la XI Asamblea General del 19 a 23 de noviembre. [34]

El día 19 el delegado chileno era aún más claro. Sostuvo en la reunión de Naciones Unidas que el Estado de Chile rechazaba la agresión y reafirmaba sui convicción que Hungría era víctima de “intromisiones y actos opresivos violatorios” y se comprometía en virtud de esta situación a recibir 1000 exiliados. Además impulsaba a crear un ejército de la ONU que pudiese impedir en el futuro actos semejantes. [35]

Chile, por su parte, estudió la situación de 200 refugiados, cuya migración organizaba la Cancillería [36] y encargaba al funcionario Agustín Inostroza Pérez su recepción, quien creó otra comisión con particulares para el eventual recibimiento de los emigrados [37]. Poco después, el 26 de noviembre, el delegado chileno ante la Comisión de Derechos Humanos, Sanitarios y Sociales en Naciones Unidas, René Montero, estrecho colaborador personal del Presidente Ibáñez, manifestaba la disposición del Gobierno chileno de recibir mil refugiados en Chile [38].

La Misión en Austria informa que dio a conocer en ese país por la prensa los alcances de la instrucción superior de recibir los 1000 refugiados. [39] El 22 de noviembre Chile informa que aceptaría 1000 refugiados, pero precisa el Ministro de RR.EE. a la Misión en Nueva York, que se debe informar que “carecemos medios financieros adecuados para proporcionar esa gente fondos”. [40]

Sobre la inmigración, que la hubo, hay diversos rastros. En el volumen del Archivo chileno el espacio dedicado a Hungría está vacío, pero en cambio hay peticiones de visa húngaras en el dedicado a Austria, país con el que sí se mantenían relaciones diplomáticas. Los húngaros registrados con permisa para residir en Chile declaran domicilio en Busdapest o estar refugiados en Viena. Se registran así Margarita Rona v. de Zilcz, Laszlo Becsky, Edit Deutsch de Becsky, Nicolás Meszanos, Nagy Vanek y familia, Ernst Capele y Forrai Sandor. Algunos registran domicilio en Budapest y otros declaran estar refugiados en Viena. [41] La escasa magnitud numérica es coherente con la cifra de Ferrero Blanco, la que precisa que en relación a las 1000 vacantes ofrecidas, salieron por Austria apenas 155, hasta el 1º de marzo de 1957. [42] Argentina que ofreció 2000 cupos, recibió 443, lo que habla de cierta proporcionalidad. Los húngaros emigraron preferentemente a Alemania (11.560), Canadá (13.505), Francia (8.878), República Dominicana (18.115), y Suiza (10.325).

Pero, con todo, los intereses chilenos estaban ya todos expresados. Respecto de la ONU, el gobierno de Hungría era aceptado como contraparte, a pesar que era el origen del problema. Como dice Ferrero Blanco, en la propia Naciones Unidas «la Cuestión de Hungría se convirtió en un paradigma del poder de la diplomacia y de los intereses creados y continuaría ocupando espacio y atención en la ONU hasta 1962. Nunca se prohibieron las credenciales y lo único en lo que se logró estar de acuerdo fue en redactar un texto condenatorio de las ejecuciones» [43]. Y conste, que parte de la Comisión de Creedenciales, de la XIII Asamblea General de la ONU estuvo formada entre otros por Chile y Argentina.

Una última lectura tuvo lugar con la cuestión judía. Como es sabido la izquierda chilena presionó por hacer equivaler la acción en el Canal de Suez a la situación húngara. Esto provocó no solo el rechazo de Occidente, e intensificó la defensa del derecho a la existencia del Estado de Israel. Es evidente que el claro rechazo del radicalismo al tema húngaro se inspiraba en su defensa de Israel. No otra interpretación cabe al apoyo que dieron a la visita del diputado demócrata estadounidense Enmmanuel Séller, quien fue recibido por el Presidente Ibáñez y a quien agradeció la disposición chilena de recibir exiliados húngaros. Pero más importante aún, fue acompañado en una gran reunión en el Club de la Unión, donde estuvieron el Presidente de la Cámara de Diputados, el radical Julio Durán, el diputado Jacobo Schaulsohn, el senador Angel Faichovich, el encargado de negocios de Israel, Samuel Goren, el Presidente del Comité Representativo Judío, Gil Sinay, y el Presidente del Instituto Chileno-Israelí, Carlos Vergara. La conclusión del encuentro fue respaldar al estado de Israel y apoyar la acusación de Séller que la URSS conspiraba contra el Estado de Israel. [44]

Es obvio que la cuestión húngara se ve en cierta interacción con la cuestión de Suez, pues Chile « apoya las Resoluciones 997 y 999 de la Asamblea General, sobre la fuerza de emergencia en la crisis de Suez». En esa coyuntura, como dice Daniela Rivera (2005) la actitud chilena fue la de actuar con cautela frente a las potencias europeas, con las que se procuraba tener una relación amistosa. El cablegrama 212, del 2 de noviembre de 1956, enviado a la delegación chilena ante la ONU, el Ministro de Relaciones Exteriores, Osvaldo Saint-Marie instruye “apoyar proposición de Estados Unidos. Conviene no intervenir debate y evitar condenación explícita actitud Francia y Gran Bretaña, procediendo en todo caso con cautela” . [45]

Cuando se hace un recuento de las I y II Asambleas extraordinarias de emergencia, el Embajador destaca que

“… la celebración de estas sesiones extraordinarias de emergencia constituyó uno de los eventos de mayor trascendencia ocurridos en el plano de las relaciones internacionales en el curso de los últimos años y sin lugar a dudas, un episodio de singular importancia en la vida de las Naciones Unidas. Por primera vez en la historia de la ONU, el Consejo de Seguridad…adoptó un acuerdo en virtud del cual se puso en juego el mecanismo establecido por la Resolución N 377 (V) conocida con el nombre de “Unión Pro Paz”…» [46]

Epílogo

El proceso a los dirigentes húngaros culminó con su ejecución y un denigrante espectáculo de justicia popular. Durante dos meses la sociedad chilena se abanderizó por las víctimas y sus victimarios. Unos del lado de los luchadores, por visceral anticomunismo. Por su parte la colonia húngara compartía el carácter de emigración blanca común a la inmigración rusa, croata o polaca, que había vivido ya los horrores del Comunismo y la derrota era particularmente lacerante [47]. Por el otro, los defensores de la versión soviética y cómplices de una masacre [48], cuya legitimidad fundaban en la lucha antifascista y antirreaccionaria, acentuaron el débil barniz democrático de la izquierda chilena (socialistas y comunistas) y supeditaba la actuación internacional de los Estados satélites a la idea de la soberanía limitada de los estados socialistas.

De todas maneras la posición era difícil de sostener y en este Pablo Neruda fue, como en otros relativos a la ortodoxia comunista, un caso dramático de las contradicciones de su disciplina. Neruda eludió cuanto pudo la respuesta e Río de Janeiro, pero aludió a la necesidad que Hungría reencontrara su paz en la democracia popular. Manteniendo la ambigüedad del término dijo estar a favor del pueblo húngaro y del de Egipto sin profundizar más el tema, evitando dar un pronunciamiento claro para luego, como siempre, enterrar el tema para siempre [49].

Ambos grupos convergieron en la tesis que del Comunismo no se regresaba y coincidieron en la irreversabilidad del proceso comunista y las poco delicadas acotaciones de cómo tratar a los “enemigos” de la Revolución (aunque en Hungría buena parte eran simples revisionistas y ex comunistas). Esto dio origen a un discurso revolucionario incendiario y uno adverso anticomunista no menos radical. En palabras de Carl Schmitt, los sucesos de Hungría como política de exterminio del otro generarían categorías absolutas respecto del enemigo, categorías que ya aparecen en la justificación de la izquierda chilena de la represión como en el discurso de Coloma que identificaba al enemigo real no solo con el comunista, sino con el colaboracionista de la “mano tendida”, cuando se defendía –aludiendo a la experiencia del bloque soviético- la exclusión jurídica del Comunismo de la vida pública chilena.

Es que, tras la visión internacional se sugería la doméstica. Juan Antonio Coloma en 1958, al recordar los sucesos de Hungría hacía mención de la naturaleza de su anticomunismo, defensor de la democracia,

“Nosotros [los conservadores] hemos venido advirtiendo, desde hace tanto tiempo, las acechanzas del Partido Comunista, sus afanes delictuosos, su falta total de respeto por la dignidad, por la vida, por la conciencia y por el espíritu de la Humanidad. Hemos venido señalando su propósito sanguinario de no dar desquite, que ha hecho caer al cesto de la intolerancia y del crimen soviéticos, las cabezas de todos los que intentan combatirlo”. [50]

La izquierda marxista respondía con razonamientos muy similares. Aludiendo Galo González en su informe al Partido Comunista de la actividad anticomunista en Hungría, mencionaba la organización de “atentados terroristas” en Chile, de los cuales el ejemplo era el “asalto al diario El Siglo”. Ello servía para responder la pregunta de fondo, ¿quién era el enemigo?, González respondía,

“los diarios reaccionarios, el conservador Valdés Larraín, los fascistas desplazados de Europa, ex criminales de guerra y esa agencia yanqui que responde malamente al nombre de Congreso por la Libertad de la Cultura”. [51]

Finalmente, tras los sucesos la repercusión fue cada vez menor. Excepción a la regla fue el diputado Luis Valdés Larraín, quien en julio de 1957 leyó un resumen de la comisión internacional sobre los sucesos de Hungría y que reiteró que El Siglo y el marxismo chileno habían cambiado su actitud de rechazo a aceptación y nuevamente a rechazo con la reinstalación del marxismo. Para Valdés Larraín, el análisis de los antecedentes refrendaba la invasión y la naturaleza nacional de la sublevación en virtud del patriotismo y sobre todo la necesidad de impulsar al Gobierno de Chile a pedir de acuerdo con Naciones Unidas sanciones para el régimen títere de Janos Kadar. [52]

Una vez despejado el tema con la derrota de los patriotas húngaros y el reconocimiento de las credenciales de la delegación húngara, no hubo nuevas acciones precisiones sobre el tema. Recién en 1970 Chile reestablecería lazos diplomáticos con la URSS con el gobierno de Salvador Allende y establecería por primera vez con varios de la órbita comunista: China Popular, Rumania, y otros.

La caída del gobierno de Allende y el ascenso de la Junta Militar trae de vuelta el tema de los países del Este: en este caso es parte integral del anticomunismo militar. Las memorias del Cardenal Midszenty se conocían por edición argentina y fueron fuente de inspiración para que la alcaldía de Santiago (centro) instalará en la vecina comuna de Providencia dos monolitos. Uno recordatorio de la figura del prelado y otro sobre la causa húngara. En ambos la colonia residente húngara había ejercido decisiva influencia.

En 1974 el delegado chileno, el ex senador Julio Durán apoya una resolución en la Asamblea Genral en favior de la autodertimnanción de los pueblos y de la independencia de losterritoritosios coloniales (con el notable y unico vota en contra de Israel) que sostiene que el principio de descolonización debe aplicarse a la órbita socialista y cita en la memoria del Ministerio, la situación de Hungría como uno de esos casos emblemáticos. Como recuerda Fidel Coloma se afirmó la necesidad de aplicarlo «a las naciones sometidas a la ocupación militar y el yugo foráneo, tales como Hungría y Checoslovaquia». [53]

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Cristián Garay Vera

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Fuentes vivas

Entrevista a Tomás Lederer y sra., 31 de enero de 2001, Vitacura, Santiago de Chile.



[1] En nuestro trabajo “La rebelión húngara de 1965 y su repercusión en Chile” presentado el I Encuentro en Pécs de Latinoamericanistas de Europa Central, Pécs, el 4 y 5 de abril de 2003, en revista Iberoamericana Quinqueecclesiensis N° 2, Universidad de Pécs, Centro Iberoamericano, Pécs (Hungría). 2004.

[2] Cristián Garay Vera, “La rebelión húngara de 1965 y su repercusión en Chile” , revista Iberoamericana Quinqueecclesiensis N° 2, Universidad de Pécs, Centro Iberoamericano, Pécs (Hungría), 2004. PAGINA?

[3] Mayores antecedentes en Charles Zorgbibe, Historia de las Relaciones Internacionales, Alianza Universidad, Madrid, 1997, II, p. 342.

[4] Ver André Fontaine, Historia de la Guerra Fría. De la Guerra de Corea a la crisis de las Alianzas (1950-1967), Luis de Caralt Editores, Barcelona, 1970, Tomo II, p. 188, también Charles Zorgbibe, ob. Cit.

[5] Sthéphane Courtois y otros, El libro negro del Comunismo, p.489.

[6] Citado por André Fontaine, Historia de la Guerra Fría, II, 217.

[7] Cámara de Diputados, Boletín de Sesiones, Ordinaria, ses. 22ª, 26-VI-1956, p.1356.

[8] AMRE 3048, Departamento confidencial. 1950. Memoria de la Delegación de Chile al 5ª periodo de la Asamblea General de la ONU. Comisión Política Ad Hoc. Capitulo IV. 1.Respeto a los derechos del Hombre y a las libertades fundamentales en Bulgaria, Hungría y Rumania.

[9] AMRE. 2914. 1949. 7. Prohibición del arma atómica y reducción de armamentos y fuerzas armadas de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, PP. 238-249. Cita en p. 245.

[10] AMRE 3048, Departamento confidencial. 1950. Memoria de la Delegación de Chile al 5ª periodo de la Asamblea General de la ONU. Comisión Política Ad Hoc. Capitulo IV. 1.Respeto a los derechos del Hombre y a las libertades fundamentales en Bulgaria, Hungría y Rumania. P. 6.

[11] AMRE 3048, Departamento Confidencial. 1950. Memoria de la Delegación de Chile al 5ª periodo de la Asamblea General de la ONU. Comisión Política Ad Hoc. Capítulo IV. 1. Respeto a los derechos del Hombre y a las libertades fundamentales en Bulgaria, Hungría y Rumania. (Doc. A/AC.38/SR4). P. 15.

[12] AMRE 3048, Departamento Confidencial. 1950. Memoria de la Delegación de Chile al 5ª periodo de la Asamblea General de la ONU. Comisión Política Ad Hoc. Capitulo IV. 1.Respeto a los derechos del Hombre y a las libertades fundamentales en Bulgaria, Hungría y Rumania. (Doc. A/AC.38/SR4). P. 16.

[13] AMRE 3048, Departamento Confidencial. 1950. Memoria de la Delegación de Chile al 5ª periodo de la Asamblea General de la ONU. Comisión Política Ad Hoc. Capitulo IV. 1.Respeto a los derechos del Hombre y a las libertades fundamentales en Bulgaria, Hungría y Rumania. (Doc. A/AC.38/SR4). Pp. 22-23..

[14] AMRE, 2914. 1949. Memoria de la Delegación de Chile a la Asamblea Naciones Unidas. Cuarto periodo de sesiones. Respecto a los Derechos del Hombre y a las libertades fundamentales en Bulgaria, Hungría y Rumania. Pp. 208-215. Cita en p. 215.

[15] Cámara de Diputados, Boletín de Sesiones, Ordinaria, ses. 22ª, 26-VI-1956, p.1356-1360.

[16] Cámara de Diputados, Boletín de Sesiones, Ordinaria, ses. 22ª, 26-VI-1956, p. 1361.

[17] Joaquín Fermandois, Mundo y fin de mundo, Ediciones de la Universidad Católica de Chile (Santiago de Chile, 2005), p. 259.

[18] AMRE, 4525. Memoria de la Delegación de Chile al 1er periodo Extraordinario de Sesiones de Emergencia de la Asamblea General de Naciones Unidas, Nueva York, 4 al 10 de noviembre de 1956 (Sobre Hungría) –II. P. 18

[19] El Mercurio, Santiago de Chile, 6-XI-1956, p.26. “Chile fijó ante las UN posición frente a los sucesos de Hungría”.

[20] El Mercurio, 9-XI-1956, p.27. “La Asamblea de la UN designaría observadores para investigar situación producida en Hungría”.

[21] El Siglo, 16-XI-1956, “Delegación de la Moneda pidió rechazo de delegación de Hungría en la ONU”.

[22] AMRE, 4525. Memoria de la Delegación de Chile al 1er periodo Extraordinario de Sesiones de Emergencia de la Asamblea General de Naciones Unidas, N.Y. 4 al 10 de noviembre de 1956 (Sobre Hungría) –II. P. 19

[23] AMRE, 4525. Memoria de la Delegación de Chile al 1er periodo Extraordinario de Sesiones de Emergencia de la Asamblea General de Naciones Unidas, N.Y. 4 al 10 de noviembre de 1956 (Sobre Hungría) –II. P. 19

[24] AMRE, 4525. Memoria de la Delegación de Chile al 1er periodo Extraordinario de Sesiones de Emergencia de la Asamblea General de Naciones Unidas, N.Y. 4 al 10 de noviembre de 1956 (Sobre Hungría) –II. P. 19

[25] AMRE, 4525. Memoria de la Delegación de Chile al 1er periodo Extraordinario de Sesiones de Emergencia de la Asamblea General de Naciones Unidas, N.Y. 4 al 10 de noviembre de 1956 (Sobre Hungría) –II. P. 19

[26] Isidro Gilbert, El oro de Moscú. Historia secreta de la diplomacia, el comercio y la Inteligencia soviética en la Argentina, Planeta, Buenos Aires, 1994. Según Gilbert la relación argentino-soviética se había deteriorado además porque el Gobierno argentino habría “de mostrar una impronta conservadora y anticomunista”, p.196. Información similar en El Mercurio, 9-XI-1956, p.1. “Violentos caracteres asume en todo el mundo la reacción por el ataque ruso contra Hungría”.

[27] El Diario Ilustrado, “En cada corazón debe haber una pequeña Hungría”. 11-XI-1956, p.20.

[28] El Mercurio, 7-XI-1956, “Airadas reacciones produce en el mundo entero brutal represión de la libertad del pueblo húngaro”.

[29] El Mercurio, 28-XI-1956, p.30 “Tres mil asilados húngaros recibirá gobierno brasileño”.

[30] El Mercurio, 10-XI-1956, pp. 1 y 14. “El Gobierno resolvió acoger a refugiados húngaros en el país”.

[31] El Mercurio, 20-XI-1956, p.30, “La opresión rusa de Hungría fue duramente criticada por delegado chileno ante la UN”.

[32] AMRE, Vol. NN.UU. Aerogramas – Telex 1956. Cablegrama N° 232 , Santiago de Chile, 13-XI-1956. De Ministro de RR.EE. a Delegación en Naciones Unidas. “O.A.” era Octavio Allende, secretario de la Delegación en Nueva York y encargado de descifrar los mensajes. N. del A.

[33] AMRE, Vol. NN.UU. Aerogramas – Telex 1956. Cablegrama N° 233 , Santiago de Chile, 13-XI-1956. De Ministro de RR.EE. a Delegación en Naciones Unidas. Tanto éste cablegrama como el anterior fueron enviados el mismo día, durante la noche.

[34] AMRE, Vol. NN.UU. Aerogramas – Telex 1956. Aerograma N° 276, Nueva York, 23-XI-1956. De Misión Permanente en Nueva York a Ministro de RR.EE.

[35] El Mercurio, 29-XI-1956, p.40. “El Delegado de Chile ante la UN denunció la agresión rusa contra el pueblo de Hungría”. Los informes españoles, registrados en AMAE, R-4272-4, carta de Alfonso Grez (Chile), 29-IV-1957.

[36] El Diario Ilustrado, “200 refugiados húngaros formarán primer grupo que llegará a Chile”, 20-XI-1956. P.1.

[37] El Mercurio, 22-XI-1956, p.25. “Nombrada comisión para recibir a los refugiados húngaros”.

[38] El Mercurio, 27-XI-1956, p.33, “El ofrecimiento de Chile de recibir refugiados húngaros”.

[39] AMRE, Vol. 4291, Ministerio de RR.EE. Inmigración. Oficios cables aerogramas recibidos de Europa, Octubre a diciembre 1956. Informa al Ministerio de RR.EE, Viena, 13-XI-1956. Firma Cuevas.

[40] AMRE, Vol. NN.UU. Aerogramas – Telex 1956. Cablegrama N° 247 , Santiago de Chile, 22-XI-1956. De Ministro de RR.EE. a Delegación en Naciones Unidas.

[41] AMRE, Vol. 4291, Ministerio de RR.EE. Inmigración. Oficios cables aerogramas recibidos de Europa, Octubre a diciembre 1956.

[42] María Dolores Ferrero Blanco, La Revolución húngara de 1956, p. 404. Lejos el país que recibió más exiliados fue República Dominicana (18115), seguido de Perú (2003), Argentina, Brasil (354), Chile, Colombia (72), Venezuela (62), Costa Rica (3) y Uruguay (3). Guatemala, Honduras, Bolivia,y Paraguay que ofrecieron cupos no recibieron emigrantes.

[43] María Dolores Ferrero Blanco, La Revolución Húngara de 1956, p. 297.

[44] El Mercurio, 28-XI-1956,p.19, “Occidente debe poner término a la agresión imperialista de la URSS en el Cercano Oriente”.

[45] Citado por Daniela Rivera Carmona, La mirada desde el sur en el siglo XXI. La Política Exterior chilena frente al Conflicto palestino-israelí: la continuidad y equilibrio de una posición, Tesis para la obtención del Magíster en Política Exterior, Universidad de Santiago de Chile, 2005. p.50.

[46] Citado por Daniela Rivera Carmona, ob. Cit., p.50.

[47] Era el caso justamente de Hungría, pero también de Rumania y Bulgaria que habían sido partícipes de la alianza militar contra la URSS.

[48] El tema está siendo estudiado nuevamente por el Instituto de Historia de la Revolución Húngara de 1956 de Budapest. En 1997 Csaba Bekes, Janos Rainer y Pal Germuska publicaron un estudio que cifra las víctimas fueron 3.000 personas y 15.000 heridos. Las fuerzas militares y policiales prosoviéticas sufrieron 350 bajas y 100.000 personas fueron enjuiciadas o internadas en la cárcel. De ellos 26.000 fueron encarcelados y 200.000 partieron al exilio.

[49] El Mercurio, 14-XI-1956, p.27. “Neruda eludió formular su pronunciamiento categórico sobre los sucesos húngaros”.

[50] Cámara de Senadores, Boletín de Sesiones del Senado, Legislatura Ordinaria, sesión 13ª, 25-VI-1958, p.501. Refiriéndose al ajusticiamiento de cuatro dirigentes húngaros declaraba “El comunismo no perdona nada. Para el comunismo, no existe concepto alguno de dignidad de la persona humana. Para el comunismo, no existe respeto alguno, ni a las personas, ni a los conceptos, ni a los principios, ni a las conciencias. Lo atropella todo. Los arrasa todo. Lo hunde todo. Lo envilece todo, Lo destruye todo. Lo asesina todo. Asesina cuerpos y asesina espíritus. Asesina cuerpos y asesina almas”, Cámara de Senadores, Boletín de Sesiones del Senado, Legislatura ordinaria, sesión 8ª, 18-VI-1958, p.319.

[51] El Mercurio, 21-XI-1956, p. 16, “Los comunistas caímos en el error de embellecer la realidad y ahora cosechamos los frutos del error”.

[52] Cámara de Diputados, Boletín de Sesiones Ordinaria, sesión 24ª, 3-VII-1957, pp. 1188-1190. Otros pronunciamientos del mismo parlamentario sobre Hungría: sesión 8ª, 24-X-1956, pp. 451-454 y sesión 11ª, 6-XI-1956, pp.634-639.

[53] Fidel Coloma Grimberg, El Multilateralismo y la descolonización en el Siglo XX. Bases jurídicas y participación de Chile, Tesis para optar al grado de Magíster en Política Exterior, Universidad de Santiago de Chile (Santiago de Chile, 2005), pp. 135.



 

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