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por Gerardo González No es suficiente estar en la realidad objetiva, tenemos que aprender también a vivir en la realidad personal de los demás |
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| Termina el domingo, es anochecida y salgo a cumplir con la indicación médica de dar un paseo diario.
La gente regresa a sus hogares; los hay de todas las edades, cuantas sugerencias me suscitan... La acera es amplia. Un matrimonio joven va delante. El hijo pequeño de la mano del padre, el mayor –no tendrá más de siete años- corre, salta, les adelanta, se vuelve a quedar atrás... no da ninguna muestra de cansancio, está venciendo a la jornada que termina. En sus idas y venidas, se da de bruces con una caja de cartón. Está en medio de la acera y apenas tiene tiempo para darle una patada fugaz –Suena bien-. Se detiene, la mira fijamente, retrocede, se perfila. Luego levanta la vista, mira al frente, vuelve a mirar a la caja... el balón le espera, toma carrera y lanza un formidable chupinazo... El esférico describe una parábola increíble y se cuela por el ángulo de la escuadra izquierda de manera imparable. Grita el graderío, pañuelos, ovación cerrada. Él levanta los brazos en señal de victoria, los cruza luego sobre el pecho, mira a los espectadores, saluda, vuelve a saludar... De pronto se escucha el grito fuerte del padre que le llama desde el otro lado del paso de peatones. La avenida es ancha. El grito lo escuchamos ambos. Él lo comprende, corre, y cruza el paso de peatones con moral de victoria. Les observo desde lejos. El padre intenta darle un pescozón que el niño esquiva con suma facilidad, mientras piensas “Papá lo siento, te has perdido la jugada”. Se alejan, él sigue corriendo. Continúo mi paseo... pero pienso en la cantidad de “jugadas”, que nos perdemos. No es suficiente estar en la realidad objetiva, tenemos que aprender también a vivir en la realidad personal de los demás. Es en ella donde se producen las “jugadas”; unas victoriosas, otras no tanto, las hay de todos los colores, pero son todas personales, con densidad vivida. Tenemos que saber descubrir, con admiración, con respeto, con cariño, ese mundo personal, si deseamos serles útiles a los demás. Que no nos tengan que decir “lo siento, te has perdido la jugada”. ·- ·-· -···
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