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El Tribunal Constitucional dictamina que la vida de los niños antes de nacer no es protegida por la Constitución: 116/1999, de 17 de junio de 1999 ratifica el carácter abortista de la Constitución: ·los no nacidos no pueden considerarse en nuestro ordenamiento constitucional como titulares del derecho fundamental a la vida que garantiza el art. 15 de la Constitución· (Cuarto Parrafo del punto 5 dentro de los Fundamentos jurídicos) (BOE de 08/07/1999)
1985-2004 = 930.005 niños asesinados dentro de la Constitución.


Los abortos legales realizados en España durante el periodo de Felipe González desde el 5 de Julio de 1985 (sanción real) hasta el 5 de Mayo de 1996 (Toma de posesión de Aznar) fueron 359.624
Los abortos legales realizados en durante la presidencia de José María Aznar desde el 6 de Mayo de 1996 (Primer día de gobierno) hasta el 17 de Abril de 2004 (Toma de posesión de Rodriguez) fueron 511.429
(Fuente: Subdirección General de Promoción de la Salud y Epidemiología)

Presentación de Defensa de la Hispanidad en Bilbao con Adolfo Careaga

por Redacción

Presentación de Defensa de la Hispanidad en Bilbao con Adolfo Careaga y José Ignacio Uruñuela

Es para mi un honor presentar la nueva edición que la Biblioteca Homo Legens ha hecho de la Defensa de la Hispanidad, la obra cumbre de don Ramiro de Maeztu, publicada en 1934.

Recoge, como es sabido, diversos escritos de don Ramiro en Acción Española, la revista que el grupo intelectual y político contrarrevolucionario de mayor trascendencia en la vida española, publicaba con ese nombre.

Las tres grandes personalidades que estaban al frente de Acción Española fueron Ramiro de Maeztu, José Calvo Sotelo y Víctor Pradera. Pues bien; los tres fueron asesinados por la Republica del Frente Popular. Lo que pone de manifiesto lo que era la legitimidad democrática que a favor de aquel régimen constantemente se alega ahora.

Maeztu fue, por de pronto, de una fecundidad intelectual increíble. Parece que llego a publicar dieciséis mil artículos.

Vivió una primera juventud llena de tribulaciones y entonces publicó, en la Biblioteca Vascongada de Fermín Herrán, su primera obra “Hacia otra España”, a principios del siglo XX, duramente iconoclasta frente a las instituciones de la España de la Restauración y de cierta tendencia anarquista. En Defensa de la Hispanidad se refiere Maeztu a esa obra cuando dice yo también quería entonces que España fuera, y que fuese mas fuerte, pero pretendía que fuese otra. No caí en la cuenta, hasta mas tarde, de que querer ser otro es lo mismo que querer dejar de ser.

Formó parte después de la llamada generación del 98, con Unamuno, Azorín, Valle Inclan, Benavente, Baroja, Rubén Darío y le unió estrecha amistad con algunos de sus miembros.

Sin embargo su frió una ingrata marginación cuando aceptó del general Primo de Rivera la Embajada de España en Buenos Aires. A su vuelta de la Argentina, en 1930, Maeztu se sentía como un apestado, según cuenta el prologuista de esta edición, Federico Suárez.

La conspiración del silencio a que fue sometida su producción literaria se extendió a toda la prensa nacional y se mantiene todavía no solo hacia el , sino, lo que es más curioso, hacia Vicente Marrero, el escritor que mejor conoce su obra.

Ello no es óbice, sin embargo, para que el gran liberal español, Salvador de Madariaga, vea en su obra “Authority, Liberty and Function” publicada en Londres en 1916 y traducida al español con el nombre de “La crisis del humanismno” una de las primeras y mejores definiciones del “Estado autoritario y funcional”, es decir, de lo que luego se llamó la “democracia orgánica”, que también contó con la favorable inclinación de Madariaga.

Era Maeztu hijo de madre inglesa y estaba casado con esposa de la misma nacionalidad, lo que le hizo vivir muchos años en la Gran Bretaña ejerciendo la corresponsalía de periódicos nacionales.

Fue el primer periodista español que abrió el mundo anglosajón a la prensa nacional.

Resulta admirable la espiritualidad idealista que irradian las páginas de Defensa de la Hispanidad. Eugenio Vegas resalta, en el prólogo de una edición anterior de ésta obra,”La fe, la pasión y el amor” que Maeztu puso en ella, de manera que “no es un mero producto de la erudición y del talento de su autor sino una obra de amor ardiente, apasionado, que consigue suplir y superar las frías abstracciones de la inteligencia’

Es por otra parte sorprendente la amplia erudición que le sirve de fundamento: más de un centenar de autores españoles, portugueses, franceses, alemanes e ingleses forman la vasta hibliografía, sobre la que la obra se asienta.

La Hispanidad, término creado por el sacerdote vizcaíno Zacarías Vizcarra, está compuesta por hombres de las razas blanca, negra, india y malaya y seria absurdo- dice Maeztu- buscar sus características por los métodos de la etnografía.

Su fundamento está en el humanismo español, del que habló Ganivet, ligándolo en el estoicismo senequista. En el eje diamantino quehace al hombre mantenerse firme y erguido frente a los acontecimientos de la vida por adversos que sean. Pero dice Maeztu que el senequismo de Ganivet era una persuasión aristocrática que afectaba sólo a unos hombres superiores y no alcanzaba al común de los mortales.

El humanismo español tiene su base en la convicción de la igualdad sustancial del género humano. En el dogma que en Trento defendió e padre Diego Lainez, de la Justificación; que todo hombre recibe la gracia necesaria para salvarse, aunque tenga la libertad de condenarse.

Y que la salvación no está sólo en la fe, como sostenía Lutero, sino también en las obras.

Con éste criterio la colonización americana, la gran obra de la Hispanidad, fue mucho más una empresa misionera que una aventura militar, siguiendo el ideal que la reina Isabel proclamó en su lecho de muerte, cuando dictaba al escribano real su testamento: “A traer los pueblos de Indias y convertirlos a la Santa Fe Católica.

Y se buscó la fusión de sangre con las poblaciones indígenas. Dice el Cardenal Goma que España hizo con los aborígenes lo que ninguna nación del mundo hiciera con los pueblos conquistados: "cohibir el embarque de españolas solteras para que el español casara con mujeres indígenas, naciendo así la raza criolla, en la que como en Garcilaso de la Vega, la robustez del alma española levantará a su nivel a la débil raza india”.

En una política perfectamente opuesta a la que mantienen los ideólogos del racismo. Así Adolfo Hitler, en “Mi lucha”, dice que” La América del Norte cuya población está formada en su mayor parte por elementos germánicos que a penas si llegaron a confundirse con las razas inferiores de color, exhibe una cultura y una humanidad muy diferente de las que exhiben la América Central y del Sur, pues allí los colonizadores, principalmente de origen latino, mezclaron con mucha liberalidad su sangre con la de los aborígenes"

Y aquí don Sabino de Arana y el padre Evangelista Ibero exhortaban, en el mismo sentido, a los vascos a que evitaran el matrimonio con maquetas, para conservar la pureza de la raza.

Pero vino a España la nueva dinastía de Borbones franceses con Felipe V, y los principios que guiaban al gobierno de la nación dieron un viraje fundamental. Ya no es Trento el que inspira la política nacional, sino la Ilustración, el Enciclopedismo y por fin los principios de la Revolución Francesa. En la América española se produce una profunda convulsion, episodios como la expulsión de los jesuitas, que dejó la obra admirable de las misiones guaranies, que la orden de San Ignacio había desarrollado en aquellos territorios y a las que Maeztu dedica sus más cálidos elogios.

Perdidas sus raíces genuinas la Hispanidad se hundió en decadencia letal.

Muchos más aspectos tiene la obra de Maeztu que yo ahora en mi breve intervención no puedo desarrollar.

Pero me parece digna de resaltar la oportunidad de la reedición de la misma. Está dedicada, además de al Marques de Luca de Tena a don Isidro Gomá, Arzobispo de Toledo y Primado de España, quien pronunció en Buenos Aires el discurso de apología de la Hispanidad el 12 de Octubre de 1934.

Fué con ocasión del Congreso Eucarístico que tuvo lugar en la capital Argentina, siendo representante del Santo Padre el Cardenal Pacelli, que luego sería el Papa Pío XIII. Monseñor Goma dos años depués fue el gran prelado que asistió a la España nacional en su guerra de cruzada y en Buenos Aires, en su gran discurso hizo un canto exaltado de la Hispanidad, en la misma línea de pensamiento que Ramiro de Maeztu. Rechazó la frase famosa del Presidente Azaña: "España ha dejado de ser católica". ”En la Constitución, sí”, le respondió el Prelado, “en su corazón no; y en la entraña llevan los pueblos su verdadera constitución”.

Señaló la objeción que los hispanoamericanos pueden hacer al proyecto de unidad espiritual que la Hispanidad representa: “¿Cómo nos habla España de unión en la Hispanidad, pueden decir, cuando los hijos de España desgarran su propia unidad?”.

Se refiere, claro, al fenómeno de los regionalismos separatistas, que se habían agudizado con la venida de la República y que amenazaban con destruir el mismo corazón de la Hispanidad.

Si en el año 1934 veía el futuro Cardenal Goma la amenaza contra el ser de España de los independentismos periféricos ¿Qué no pensaría de la situación actual? .

La extremosidad e intransigencia del fúndamentalismo nacionalista, junto con la lenidad y entreguismo del Gobierno de la nación, han llevado la situación al borde del precipicio, hasta el punto de que, en el Congreso de los Diputados, el líder del partido de la oposición haya podido decir, cuando allí se ha aprobado el proyecto de estatuto de Cataluña, que éste significa el “principio del fin del tado”

Por eso si en 1934 fue oportuna y necesaria la publicación de la obra de Maeztu, pienso que ahora lo es mucho más. Cierto que, seguramente volverá a sufrir la confabulación del silencio por los medios de difusión de lo que hoy llaman “políticamente correcto”.

Si alguno de ellos la menciona será para displicentemente decir que es la obra de un fascista.

Ya es hora de recordar a esa gente la definición que el fascismo tuvo para el gran líder de la democracia cristiana española, Don José María Gil Robles, cuando en el Congreso de los Diputados de la República, decía pocos días antes de estallar el Alzamiento Nacional: ‘Está creciendo y desarrollándose eso que en términos genéricos habeis dado en denominar fascismo; pero que no es más que el ansia, muchas veces nobilísima, de liberarse de un yugo y una opresión, que en nombre del Frente Popular, el Gobierno y los grupos que le apoyan están imponiendo a sectores extensos de la opinión nacional. Es un movimiento de sana y hasta de santa rebeldía que prende en el corazón de los españoles".

La obra de D. Ramiro enlaza directamente con las otras tres grandes figuras del pensamiento contrarrevolucionario español de los siglos XIX y XX, don Juan Donoso Cortes, D. Jaime Balmes y don Marcelino Menéndez y Pelayo. Se extraña Maeztu de que don Marcelino no hubiera dedicado en sus Heterodoxos mayor interés a la ideología que llama naturalismo, es decir a la doctrina de Rousseau, según la cual el hombre en el estado salvaje, de naturaleza, es superior al ser civilizado que ha pasado por los tamices de la educación y la cultura.

Pero ello no es óbice para que el gran polígrafo montañes se encuentre en el una figura procer en la defensa y la catolicidad de España.

Y cuando se ve la situación a la que hemos llegado, uno piensa si no fué ciertamente premonitoria la definición clásica que de España dió en su Historia de los Heterodoxos: "España luz de Trento, espada de Roma, martillo de herejes, evangelizadora de la mitad del orbe, cuna de San Ignacio". Y decía don Marcelino que el día que eso se pierda volveremos a los reinos de taifas o a las tribus de los vaeceos y los arévacos. Es decir, a la desintegración de la nación.

El absoluto laicismo en que la vida de España se desarrolla, el rechazo de las doctrinas de la Iglesia —lo mismo en la estructura familiar con el "matrimonio" de homosexuales o el aborto, que en el terreno de la enseñanza—, la procacidad nauseabunda de los medios de difusión y especialmente de la televisión, coinciden en el tiempo con el anunciado “principio del fin del Estado”. Esperemos, sin embargo, que la nación despierte de su letargo y no permita que tan siniestros presagios ocupen las páginas de su historia

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Redacción


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