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El Tribunal Constitucional dictamina que la vida de los niños antes de nacer no es protegida por la Constitución: 116/1999, de 17 de junio de 1999 ratifica el carácter abortista de la Constitución: ·los no nacidos no pueden considerarse en nuestro ordenamiento constitucional como titulares del derecho fundamental a la vida que garantiza el art. 15 de la Constitución· (Cuarto Parrafo del punto 5 dentro de los Fundamentos jurídicos) (BOE de 08/07/1999)
1985-2004 = 930.005 niños asesinados dentro de la Constitución.


Los abortos legales realizados en España durante el periodo de Felipe González desde el 5 de Julio de 1985 (sanción real) hasta el 5 de Mayo de 1996 (Toma de posesión de Aznar) fueron 359.624
Los abortos legales realizados en durante la presidencia de José María Aznar desde el 6 de Mayo de 1996 (Primer día de gobierno) hasta el 17 de Abril de 2004 (Toma de posesión de Rodriguez) fueron 511.429
(Fuente: Subdirección General de Promoción de la Salud y Epidemiología)

Los retos de la cultura cristiana ahora

por Antonio R. Peña

En la sociedad de la información los medios de comunicación cristianos -especialmente católicos- deben ser un punto de referencia para los cristianos y los no-cristianos, para los ateos y los anti-cristianos y también para los indiferentes

Tenemos una identidad y una propuesta basada en verdades de vida por lo que es nuestra obligación transmitir esto a toda la sociedad con el lenguaje propio de la comunicación audiovisual y del periodismo escrito. Este es el tipo de lenguaje que demanda el mundo actual. Y todo esto lo debemos hacer sin complejos ni tabúes, ni en los temas ni en las materias y de igual a igual con los medios de comunicación laicos pero desde la perspectiva cristiana. Esto es lo que debe encontrar todo aquel que acuda a un medio de comunicación cristiano.

Los medios de comunicación de inspiración cristiana pueden y deben ser altavoz de los anhelos y esperanzas, de las expectativas y perspectivas de presente, de futuro y de vida de los cristianos. Pero no sólo debemos dirigirnos a nuestra propia comunidad de creyentes. También debemos llegar los que tienen otra religión, al ateo e incluso al anti-cristiano. Hay que aprovechar el hecho de que unos y otros tenemos unas inquietudes primordiales, una expectación de vida que lleva a hacernos preguntas y a buscar respuestas. De aquí surge una posición definida sobre la vida y la sociedad. Esta esencia no puede ni debe ser desaprovechada.

Otro de los retos que la cultura cristiana y los medios de comunicación afines tienen planteados es acabar con la indiferencia. Desde mi experiencia como historiador e investigador, como profesor, como colaborador en diversos medios de comunicación especializados en información científica y en información general, creo la que indiferencia es la dolencia más extendida en nuestra sociedad secularizada así como la más grave. Día a día compruebo, en los más diversos ámbitos, cómo es más fácil establecer un diálogo o una discusión con el que tiene otra religión, con el ateo, e incluso con el anti-cristiano que con el indiferente. Con el tiene otra religión, con el ateo y con el anti-cristiano se pueden exponer argumentos y réplicas pero con el indiferente es sumamente difícil dialogar.

La indiferencia germina cuando no hay creencias y cuando nada atrae lo suficiente como para reclamar un compromiso de vida. La indiferencia es la negación misma del ser y su fruto es la ambición de la nada. Este es el camino directo hacia el nihilismo. Ahora bien, hay distintos modos de indiferencia: se puede ser indiferente por convicción o por pereza y comodidad.

El “indiferente por convicción” posee una idea rudimentaria: no tomar partido ni posición es lo mejor para uno mismo y para la sociedad. El indiferente por convicción sólo puede conseguir este objetivo aislándose de la sociedad, un aislamiento intelectual y emotivo que lleva a la supremacía del “yo” y el “ahora” sobre todas las personas y cosas. Aquí tiene su fundamento el hedonismo materialista que acaba produciendo un desapego y rechazo a todos y a todo, incluso a la propia vida. Y esto se llama nihilismo. Pero al hacer esta elección el “indiferente por convicción” en realidad ya está haciendo una elección: su hedonismo y su nihilismo.

Por lo que respecta al “indiferente por pereza o comodidad” éste realiza tal elección ya por debilidad de carácter, ya por miedo y cobardía, ya por perplejidad e incertidumbre, ya por cansancio y desaliento. Este tipo de indiferentes llegan a interiorizar que las cosas son como son y asumen el principio de que no es posible cambiarlas. Sin embargo en el fondo desearían que las cosas fuesen de otra forma y manera pero piensan que quien intente cambiarlas sólo tendrá y sufrirá problemas sin conseguir cambiar nada. Por lo tanto es mejor mirar hacia otra parte y “no contestar”, “olvidarse” e incluso “no saber”.

De tal modo lo que más molesta al “indiferente por pereza” es que le recuerden que poner una bomba y matar a 192 personas, o descerrajar un tiro en la cabeza a una persona o apalearle en medio de la calle hasta la muerte no se llama “violencia” ni “kale borroka” sino “asesinato” y “crimen”. Y que “dialogar”, “negociar” y “pactar” con el criminal es inmoral. Y que el asesino debe penar sus crímenes. Y que para perdonar antes es necesario: examen de conciencia y confesión donde se reconozca el mal cometido, el daño ocasionado y el dolor por haberlo cometido y causado, así como también es ineludible el propósito de enmienda y la satisfacción.

A los “indiferentes comodones” les exaspera que se les recuerde que la denominada “interrupción voluntaria del embarazo” se llama aborto y que el aborto es matar a un ser humano. También les duele que se les advierta que agredir un aspecto de la libertad es embestir contra toda la libertad. Refunfuñan cuando se les recalca que su propia libertad es atacada cada vez que a una persona se le limita la libertad de elegir, de dar y de recibir educación. Estos “indiferentes perezosos” se irritan cuando se les explica que si la unión homosexual se convierte legalmente en unión matrimonial -idéntica a la de hombre y mujer- se está atacando a su propio matrimonio, o que cuando se reducen las ayudas a los hijos se está atacando a sus propios hijos.

Los “indiferentes acomodaticios” se irritan cuando se les recuerda todas estas cosas -y muchas otras- porque se les obliga a quitarse la máscara que les protege del exterior y de su propio interior, de su propia timidez, cobardía y autojustificación. Insistiéndoles en todas estas cosas se les está obligando a dejar de mirar hacia otro lado, se les obliga a mirar cara a cara a la realidad y a abandonar la comodidad y molicie en la que viven para tomar posición y defenderla.

Y cuando se llega a este punto surge la llama a un compromiso de vida. Este es también uno de los retos esenciales de los medios de comunicación de inspiración cristiana. Debemos contrarrestar la indiferencia, crear opinión y llamar al compromiso dando a conocer la propuesta de vida cristiana y católica través de la información, explicación y reflexión de los sucesos y acontecimientos del día a día.

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Antonio R. Peña


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