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Visualiza la realidad de un aborto. Rompe la conspiración que quiere ocultarlo. El aborto no es un problema   abstracto. Es un asesinato sangriento. Qué la gente lo vea. Bájalo y difúndelo
España no tiene futuro sin españoles.
¡No la pongas en manos de quienes los matan!

Los abortos legales realizados en España durante el periodo de Felipe González desde el 5 de Julio de 1985 (sanción de Juan Carlos I) hasta el 5 de Mayo de 1996 (Toma de posesión de Aznar) fueron 359.624.

Los abortos legales realizados durante la presidencia de José María Aznar desde el 6 de Mayo de 1996 (Primer día de gobierno) hasta el 17 de Abril de 2004 (Toma de posesión de Rodríguez) fueron 511.429

(Fuente: Subdirección General de Promoción de la Salud y Epidemiología)



Elías Hobeika: espejo de la destrucción del Líbano.

por Fernando José Vaquero Oroquieta (Páginas para el mes, Nº 55).

Su asesinato y sus consecuencias

El asesinato de Elías Hobeika.

El jueves 24 de enero de 2002 un potente coche bomba acabó con las vidas de Elías Hobeika, su hijo y las de sus guardaespaldas.

Todas las miradas se volvieron hacia el primer ministro israelí Ariel Sharon, presuntamente implicado, al igual que el propio Elías Hobeika, en las matanzas producidas en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila en 1982.

Dos días antes de Sabra y Chatila, el 14 de septiembre de aquel fatídico 1982, buena parte de la plana mayor del principal partido político cristiano libanés, el Khataeb (o Falange Libanesa), fue masacrada en un atentado que también costó la vida del electo presidente libanés, Basir Gemayel, hijo de su fundador Pierre. Se pensó, inmediatamente, en una autoría palestina del atentado, a quiénes se responsabilizaba de la creación de un “estado dentro del estado”, causa del creciente desequilibrio en la difícil convivencia libanesa. Los días 16 a 18, se consumó la tragedia en Sabra y Chatila.

Un jovencísimo Elías Hobeika era, entonces, el responsable del servicio de inteligencia del Khataeb. Con poco más de 25 años, tenía que enfrentarse con los experimentados servicios secretos operativos en la zona: de Israel (empeñados en acabar con Arafat y la resistencia palestina del sur de Líbano), de Siria (que buscaba una anexión del Líbano en aras del sueño baasista de la “Gran Siria”), de Irán (que intentaba exportar su revolución, empezando precisamente en Líbano), así como los de Francia, Estados Unidos, Unión Soviética, etc. Hoy día, sin embargo, todo apunta hacia la autoría siria del magnicidio: un comando, dirigido por el capitán Naysif, habría colocado 50 kilogramos de TNT, suficientes para destruir todo el edificio ocupado por el estado mayor del Khataeb en Achafrieh. La orden habría partido del teniente coronel Mohamed Ganen, jefe de operaciones del servicio de información sirio en Líbano.

Así se ejecutó el primer gran paso en la neutralización del principal obstáculo de los planes expansionistas del dictador sirio Hafed al Assad.

Elías Hobeika en la encrucijada libanesa.

En esas dificilísimas circunstancias, Elías Hobeika tuvo mucho que ver con lo ocurrido en Sabra y Chatila, matanza en la que participaron –se afirmó en su día- milicianos de la brigada Damour, formada, entre otros, por supervivientes del pueblo homónimo, cuya población cristiana había sido masacrada por la resistencia palestina en los inicios de 1976.

No es absurdo pensar, en este contexto, en la existencia de israelíes detrás del atentado; pues al parecer Hobeika estaba animado a declarar, “todo lo que sabía”, según había manifestado poco antes a una delegación belga. Pero también pudieran estar implicados algunos de sus ex camaradas a los que traicionó en 1985 al pasarse con armas y bagajes al campo pro - sirio, lo que supuso un gravísimo enfrentamiento interno dentro de las Fuerzas Libanesas (milicias cristianas unificadas), del que salió triunfante, en enero de 1986, su subordinado Samir Geagea (único “señor de la guerra”, responsable de lo sucedido en ese largo y trágico periodo de la historia libanesa, que permaneces, desde hace 8 años, encarcelado). También los sirios han podido aprovechar la coyuntura para eliminar a un molesto testigo de sus manejos. Los fundamentalistas islámicos, por su parte, lo odiaban, al ser uno de sus más claros opositores. Y, no olvidemos que los palestinos juraron vengar a sus muertos; promesa del tipo que suelen cumplir en muchos casos.

La juventud de Elías Hobeika transcurrió en pleno desarrollo de la guerra civil libanesa. De no haber vivido en esas circunstancias, bien habría podido llegar a ser un tiburón de los negocios en la entonces “Suiza de oriente medio”, o un personaje relevante de la jet set local.

Inteligente, carismático, frío, implacable; no le faltó nunca un agudo olfato político, lo que pudo explicar, al menos en parte, su radical cambio de bando en 1985. Hasta tal punto era así que, para un sector nada desdeñable de la comunidad cristiana libanesa, Hobeika era un “paraguas”, un interlocutor válido frente al todopoderoso “gendarme” sirio, si bien su estrella estaba perdiendo brillo. No en vano, llegó a ser ministro en tres gobiernos de la reconstrucción, bajo la siempre atenta mirada del ocupante sirio, que no lo olvidemos, allí sigue…

El intento de destrucción de la cristiandad libanesa.

Con todo, Elías Hobeika permanecerá, al margen de sorpresas futuras, fatalmente unido a las incalificables matanzas de Sabra y Chatila. Sin embargo, éstas, injustificables en cualquier caso, parecen tapar los sufrimientos de los cristianos de Líbano a lo largo de esa terrible guerra que, casi, acarreó su desaparición como comunidad, una de las más antiguas de la cristiandad.

Hasta finales de los años 60 del siglo XX, Líbano era mayoritariamente cristiano. Pero con la llegada masiva de palestinos a suelo libanés, sobre todo desde la derrota militar sufrida en Jordania (septiembre negro), se rompió su delicado equilibrio interno. Líbano gozó, hasta entonces, de un desarrollo económico sin igual en Oriente Medio. Además, disfrutaba de un régimen lo más parecido a las democracias occidentales. Siendo un mosaico de religiones y ritos, tales convivían en paz, lo que explica que armenios, caldeos y miembros de minorías cristianas procedentes de los países musulmanes circundantes, emigraran a Líbano en busca de libertad a lo largo de los siglos XIX y XX. Israel, en su intento de acabar con la OLP, intervino en Líbano, instrumentalizando a las milicias cristianas; a las que abandonó al comprobar “in situ” la imposibilidad de sometimiento del país, más cuando Hezbollá, de la mano de los “guardianes de la revolución” de Irán, se lanzaba a una efectiva campaña de coches bomba que causó, también, numerosas víctimas entre las fuerzas de paz francesas y norteamericanas.

Como en todas las guerras, ha sido el pueblo libanés, en su conjunto, el gran perdedor en ese terrible conflicto civil en el que las potencias regionales (Israel, Siria, Irán, Irak) tanto intervinieron y manipularon. Y con ese sufrimiento, que no es patrimonio exclusivo de ninguna de las comunidades libanesas, se esfumó el sueño de un Líbano unido, moderno e independiente, acariciado, entre otros, por el criminalizado partido Khataeb.

La “progresía” europea también tiene su parcela de responsabilidad. Apoyó, sin fisuras, a los partidos autocalificados “progresistas”, pese a que esa denominación encubría, casi exclusivamente, intereses de grupo y clientelas políticas de señores cuasi feudales… nada progresistas. Pudieron impulsar una solución imaginativa y alternativa en aras de la unidad, aconfesionalidad, democracia e independencia libanesas, por encima de facilonas etiquetas. Al final, sólo Siria se arrogó la victoria.

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Fernando José Vaquero Oroquieta (Páginas para el mes, Nº 55).


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