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Por la reintegración a los países de la Comunidad hispánica de sus tierras en manos foráneas:
Gibraltar, Guam, Belice,Guayanas, Malvinas, la Antártida Chilena y Argentina y el México ocupado



Romance del Tío Pelé

por Martín Ibarra Benlloch

Este romance del primer gitano beatificado –4 de mayo de 1997-, ha sido escrito sobre la falsilla del Via Crucis, con sus catorce estaciones. En ellas se desgrana el proceso de detención, prisión y martirio del beato Ceferino, conocido por todos como el Pelé. El mártir del rosario es un buen ejemplo para todos, sean o no calós. Bajo su intercesión y la de la Virgen -a la que tanto quiso-, nos ponemos

I .

¡Válgame la Virgen!

¡Tantos hombres contra uno

y además inocente![1].

 

Llegan ya los milicianos

y bajan de los camiones,

registran casas y plazas,

esquinas y callejones.

Han entrado en la catedral

y prenden fuego a los retablos.

Arde uno, arden veinte

y se ríen como diablos.

Ven pasar a un buen cura

y entre varios lo detienen.

Lo zarandean y se mofan

con él se entretienen.

Ve la escena Ceferino

que ha ido a ver lo que pasa.

Que le dijo don Nicolás

que saliera un momento de casa.

 

¡Válgame la Virgen!

¡Tantos hombres contra uno

y además inocente!

 

Esto dice Ceferino

y en el acto le rodean

le apuntan con el fusil

y enseguida le cachean.

Encuentran entre su ropa

un fleme para el ganado

y las cuentas del rosario.

Y con esto empieza para él

su singular calvario.

Lo llevan ya al convento

de las Capuchinas

donde sufrirá tormento

burla, enfermedad

y hambre caninas.

Poco se le da al Pelé

teniendo buena compañía

de aquellos sacerdotes

y de la Virgen María.

 

¡Valgame la Virgen!

¡Tantos hombres contra uno

y además inocente!

 

Aquel día era un sábado.

Ampara la Virgen María

a quien en Ella confía

y le reza confiado.

Mucho le reza el Pelé,

fuerte agarra las cuentas

y repasa las verdades de fe

mientras piropea a la Reina.

¡Quiera ella recibirme

pronto en su regazo!

Aquí lo tengo todo hecho

solo me queda su abrazo.

 

¡Válgame la Virgen!

¡Tantos hombres contra uno

y además inocente!

 

 

II.

 

¿Dónde estás tío Pelé?

¿Dónde estás, que no te encuentro? [2]

 

Camina rauda la Pepita

hasta llegar a casa.

-No ha vuelto el tío Pelé

se marchó hace horas

a la plaza del Mercado.

¿Qué le habrá pasado?

-¡Ay, que le habrán detenido!

¡Ay, que le habrán hecho daño!

¡Ay, que solo es un viejo

tratante, cestero, honrado!

¡Ay, qué harán con sus canas!

¡Ay, qué harán de sus piernas!

¡Ay, qué harán de su cara,

ay qué harán de sus cejas,

de su nariz, de sus ojos,

de sus labios, de sus orejas!

 

¿Dónde estás tío Pelé?

¿Dónde estás, que no te encuentro?

 

Sale la Pepita a la calle,

mira, pregunta e indaga,

dónde está Ceferino

dónde sus huesos recalan.

Ha llegado a la plaza

y allí no encuentra nada.

Se acerca a la catedral

y ve columnas de humo

y oye risas muy malsanas.

Se ríen ellos y ellas

con sus pañuelos rojos

al cuello

mientras alzan los fusiles

y buscan curas y laicos

para el degüello.

 

¿Dónde estás tío Pelé?

¿Dónde estás, que no te encuentro?

 

Se imagina la Pepita

lo peor y no es cierto.

Sube hacia el Entremuro

que algo le late en el cuerpo

que el Pelé aún vive

eso le parece seguro.

Hoy es sábado y la Virgen

le habrá protegido.

Allá va ella en su busca

allá camina ligera.

En la puerta un miliciano

le echa el alto y qué desea.

 

¿Dónde estás tío Pelé?

¿Dónde estás, que no te encuentro?

 

-Aquí está tu tío Pelé,

ya puedes traerle comida.

Y una manta para que duerma,

que colchones les han quitado

todos los anarquistas

que de Barcelona han venido

y han robado la ciudad,

quemado la catedral

y otras muchas dependencias.

Traéle manta al Pelé,

que la baldosa es muy fría.

Y aunque haga calor en julio,

la baldosa es muy fría.

 

 

III.

 

Yo voy con mi caballito Chispa,

con mi caballito blanco.

Sus crines me parecen seda

aunque sean de esparto [3].

 

El Pelé está en su celda

tranquilo como de costumbre.

Se acuerda de su infancia,

de cuando se calentaba

en la lumbre.

Sueña con sus caballos,

con sus asnos y sus potros,

sueña con vender tantos

y tantos en muchas ferias

sueña con rebaños grandes

y compradores felices,

que cabalgan, cargan

y labran,

y lucen borceguíes.

 

El Pelé se ve de niño

subido a su primer caballo

¡qué miedo, qué grande el bicho,

qué relinchos, qué carajo!

El Pelé se agarró a las crines

y le dio un beso enseguida.

De aquel su primer paseo

solo recuerda el viento,

el frío en las orejas

y la sonrisa completa.

Fue feliz, sintióse libre

y decidió en aquel momento

dedicarse a los animales

de cuatro patas por cierto

que son nobles si se les trata

con algo de tiento.

 

Yo voy con mi caballito Chispa,

con mi caballito blanco.

Sus crines me parecen seda

aunque sean de esparto.

 

 

Ha cenado el Pelé con gana

a pesar de los pesares.

Piensa que es lo que toca

al que sigue a Jesús.

Y que si en Semana Santa

todos rezan devotamente

el Vía Crucis los viernes,

a él le ha tocado comenzar

uno que no sabe lo que durará.

 

Yo voy con mi caballito Chispa,

con mi caballito blanco.

Sus crines me parecen seda

aunque sean de esparto.

 

 

IV.

 

-Con Dios me acuesto,

con Dios me levanto,

con la Virgen Santísima

y el Espíritu Santo [4].

 

Así rezaba el Pelé

desde que era pequeño

y lo repite nuevamente

con el mismo empeño.

Sabe que ayer llegaron

y se llevaron a varios

de la cárcel, los soltaron

para evitar una matanza

que ha de llegar pronto,

que ha de hacerse sin tardanza.

No lo liberaron a él,

ni a ninguno de los curas,

pero oyó también decir

que en el pozo del convento

han ido a parar varios

santos de cabeza [5].

¿San Vicente, san José,

san Francisco, santa Clara?

¡Qué locura, ya no sé

en qué va a acabar todo esto!

 

Pelé coge el rosario y

comienza el Padrenuestro.

Hágase tu voluntad

en la tierra como en los cielos.

Pelé asiente seguro,

Pelé asiente muy cierto,

aunque no entienda lo que pasa

Dios sabe más, es muy serio.

No está solo y lo sabe,

que se encuentra acompañado

y les reza consolado

y les habla dulcemente.

 

-Con Dios me acuesto,

con Dios me levanto,

con la Virgen Santísima

y el Espíritu Santo.

 

 

V.

 

Deme usted ese rosario,

deje ya de rezar [6].

 

Le ha llegado visita

a la celda al tío Pelé.

En la celda está con otros

y contento se le ve.

Lleva el bueno de Ceferino

Su rosario en la mano

y lo reza bisbiseando

como le enseñaron.

Lo reza a todas horas

y anima a los demás,

que recen a Nuestro Señor

y a la Virgen de bondad.

 

Su vecino el Sopena

que le quiere a su manera

y lo desea liberar

se da cuenta de que reza

y lo hace sin parar.

Él dice que no cree en Dios

y por eso así le habla.

-Ceferino, por Dios se lo pido,

deje usted de rezar.

¿No se da cuenta que no se puede,

y estando en la cárcel

por solo eso le pueden matar?

 

-Pues yo rezo amigo Eugenio

porque quiero rezar.

Soy libre y buen hijo

y a mi madre quiero hablar.

Le digo cosas bonitas,

repasando su historia de pe a pa

y si pudiera también,

me le pondría a bailar.

 

-No rece usted tío Pelé

que lo van a fusilar.

Deme usted ese rosario

que así quizá lo podamos

de la cárcel sacar.

 

-No te doy yo mi rosario

ni quiero dejar de rezar.

Mi fe es el rosario

y no quiero apostatar.

Mi vida vale bien poco,

vale bien poco ya.

Es como una flor,

que a la Virgen quiero dar.

Si me la quitáis, seguro

que su aroma le llegará.

Yo con ella quiero vivir

y de su mano al cielo

me gustaría llegar.

Allí estaré con Jesús,

con los angelitos y

muchos más. Con mis

caballos y burros y otros

conocidos y amigos,

entre los que me gustaría

poderte contar.

 

-Deme usted ese rosario

deje ya de rezar.

Que a socialistas,

anarquistas, comunistas

y masones les disgusta

esa oración. Y mandamos

no lo olvide en esta ciudad.

Deme usted ese rosario,

que le salvaré yo.

 

-El rosario no te lo doy

ni tú me has de salvar.

Si tu salvación es que no rece,

yo me quiero condenar.

Que prefiero la condena,

que seguro me salvará

y me llevará al cielo

de donde no me querré escapar.

 

 

VI.

 

Pelé se siente enfermo

del estómago lo menos [7].

Por eso cuando le visitan

y le dan de comer

dice con buen ánimo

que mañana patatas

y judías le traigan.

-¿No quiere usted carne

tío, que le fortalecerá?

-No quiero, hija mía,

que es muy cara

y con patatas y judías

estoy más que satisfecho

y os vendrá bien

a vuestro peculio maltrecho.

-No diga eso, que siempre

hay ocasión, de conseguir

al fiado, al prestado,

al confiado o al descuido.

-No hija mía, no me digas

esas cosas que con poco

yo me conformo y basto.

¡Si pudiera comer migas

con uvas y chorizo!

Pero mi estómago está

un poco revuelto

y más vale comer suave

que hacer aspaviento.

 

Ya se va la Pepita

con el nuevo encargo.

Allá queda el Pelé en la celda

con el estómago revuelto.

¿Quién dijo miedo?

Se pregunta el Pelé.

Pero postrado y callado,

Ceferino aguanta el tipo

y todo lo que puede

que no es mucho.

 

Piensa en los niños

que pasan hambre

y en los huérfanos

de cariño y de lumbre.

Recuerda tantos momentos

y tantos mocos recogidos

en su pañuelo

y tantas manos agradecidas

por recibir un cuenco

con sopa y tocino

y cebolla y pan por medio.

Otras veces solo con

un caramelo se alegraba

la cara de los niños

y eso era muy bueno [8].

¡Y cuántos abrazos a los

que solos y enfermos

se hallaban, enfermos

como él ahora y solos

aunque rodeados de traviesos

chiquillos, sucios y contentos!

 

Recuerda mucho el Pelé

y todo le sabe a cielo.

A cielo el frío de la baldosa

y lo incómodo de la pared.

A cielo el malolor,

la oscuridad y el insulto,

la burla de los que pasan,

y el miedo del compañero.

¡Si con Jesús está sufriendo!

¡Con él se irá al cielo!

 

VII.

 

Por fín volvió la Pepita

con patatas y judías.

Llegó lo mejor que pudo,

aunque con cara preocupada.

Ya es normal, que sabía

de una y mil descargas,

de una y mil crueldades,

de penas mucho largas.

Y al ver al tío Pelé

rezando su rosario

se espantó la Pepita

un rato muy largo.

-¡Esconda ese rosario tío,

que lo veo fusilado!

¡Escóndalo por favor,

que lo veo ya ajusticiado!

-No lo escondo que no quiero,

que deseo yo rezarlo.

Con él estoy de maravilla,

con él me siento reconfortado.

Le digo a la Virgen Ave,

le digo llena de gracia,

que el Señor esté contigo

y conmigo también lo quiero.

-Deme usted ese rosario tío,

démelo ahora mismo.

Ya he visto muchas dramas,

ya me duelen los odios,

no quiero más disparos

sobre pechos de amigos,

ni quiero llorar más lágrimas

de mis seres queridos.

-No te lo daré Pepita,

porque es mi vida

y mi refugio.

A la Virgen me acojo

y me sostiene, a ella

le pido y le piropeo.

Que deseo que ella

de su mano

me lleve al cielo.

 

Se enfada la Pepita

viendo que no avanza

nada.

Sabe que si se lo quita

del disgusto lo mata.

Y si con él se queda,

también su suerte será

muy negra, muy negra.

 

-¡Esconda ese rosario tío

que lo veo fusilado!

 

VIII.

 

Mucho se acuerda el Pelé

de los suyos y de un niño

que se llamaba el Alemán [9].

Este tenía una pelota

con la que le gustaba jugar.

La chutaba y la chutaba

y la volvía a chutar.

Alguna vez hizo un destrozo

porque tenía que destrozar,

pues no se ha visto una pelota

que no haga una calamidad.

Y barullo, pues como un crío

de su edad, lo armaba

a todas horas el bueno

del Alemán.

Un día que armó jaleo

a sus tres años de edad

estuvieron a punto de una

buena paliza dar.

Pero salió el Pelé en su defensa

¿Cómo no lo iba a hacer?

¿No veis que es un niño

y sin maldad, que solo

quiere jugar?

Se libró el buen Alemán

de la paliza, porque nadie

se la quiso dar.

Pero murió poco después

de muerte natural.

Con él fue a parar la pelota,

con él la quisieron enterrar

que esa es una costumbre

del todo inmemorial.

Mucho se acuerda el Pelé

de esa pelota y del Alemán.

 

IX.

 

Van para diez días

que está preso ya.

Y en estos días sabe

que no tiene futuro

en esta tierra mortal.

Poco le importa al Pelé

que sabe que pronto

con su Jesús del alma

se unirá en locura de amor

de ésas que mejor no hablar

pues nadie imaginar supo

ni puede ni podrá

lo que será en el cielo

gozando de Dios estar.

El Pelé que pertenecía

desde hace unos años

a la Adoración Nocturna,

que cantó tantas veces

de rodillas emocionado

a Jesús Sacramentado

de él ahora desea

saciarse a todas horas

y no puede ni le dejan [10].

Por ello como le enseñaron

realiza comuniones

espirituales: Yo quisiera

Señor recibiros con aquella

pureza, humildad y devoción

con que os recibió

vuestra madre María

Santísima

con el espíritu y fervor

de los santos.

 

Pelé se pone de rodillas

y besa su rosario.

Se imagina ante el tabernáculo

y espera en el pecho

recibir al Señor.

¿Cuándo Jesús mío estaremos

los dos, siempre juntos,

inundándome Tú de felicidad?

 

En aquellos momentos

le viene a la memoria

una de las oraciones

que tantas veces ha rezado

y a tantos niños ha enseñado:

-Madre mía, Virgen María,

tu vista de mí no apartes,

ven conmigo a todas partes.

A mí solo no me dejes [11].

 

 

X.

 

Han llegado más milicianos

a la cárcel. Uno se para

frente al Pelé y brillan

malignamente sus ojos.

-¡Este es pájaro de cuenta,

hay que darle su merecido!

¡Le gusta ir a misa,

a las procesiones

y a la Adoración!

Merece pronto un castigo,

pues no hay que dejar vivo

a ningún enemigo

de la razón y el anarquismo [12].

 

Asienten los demás porque

ante tamaño delito,

no es fácil oponer

nada en su descargo.

Nadie sin embargo

recuerda ninguna mala

acción, palabrota o insulto.

 

-Yo lo he visto en el Amparo,

ayudando a otros abuelos.

-Y yo contar cuentos

a niños gitanos

y también a los payos

hacerles reir y darles

muchos caramelos.

-Pues yo lo vi acompañando

al obispo en su entrada

a esta ciudad hace

cuatros meses contados.

-Yo lo he visto dar limosna

siendo pobre como es,

a la vez que aconsejaba

rezar y confesarse.

-Todo ello es nefasto

ya os lo decía yo.

Este Pelé es pájaro

de cuenta y hay que

afusilarlo. ¡Raudo!

 

Empujan al Pelé

Tirándole de la manta.

Duerme el pobre viejo

olvidado de sus males

soñando como suele

con músicas celestiales.

Se ve de pequeñito

dormido en su cunita

el cielo por techo

de manta la sabanita.

Recita muy bajito

aquella oración piadosa:

-En esta postura estoy.

No sé si saldré.

Si esta noche muero

mi alma a Dios entregaré [13].

 

Pegan una patada

en sus costillas

y despierta presuroso

con una sonrisa.

 

-Cogedle, que es pájaro

de cuenta y hay que

quitarle las plumas.

 

 

XI.

 

¡Ay, que los suben

a todos al camión!

¡Ay, que no hay luna

ni luz ni estrellas!

¡Ay, que los empujan

como al ganado,

que lo van a trasquilar!

¡Ay, que no, que no,

que van al matadero

municipal!

Los milicianos los

llevan al matadero

de los que no piensan

igual,

que han de acabar con ellos,

sean pocos o muchos

que así lo exige

el progreso ruso

y la revolución liberal.

 

¡Ay, que sube ya Pelé,

que la pierna no le llega

más! ¡Que le ayuden,

que le ayuden, que

no se quiere quedar

como si fuera un cobarde,

un apóstata no más!

Echa arriba la pierna Pelé,

echa el cuerpo palante

una vez más y emprende

el último viaje sin

venta ni compra,

sin trueque ni toma,

ni ten, ni mira, ni oye,

ni na. Es el viaje más real

de todos, con billete

de ida nada más.

Unos matan con odio

sin saber bien por qué

lo harán; otros reciben

el odio y perdonan

de verdad.

Allá van subiendo

unos y otros sin parar.

se llena el camión

y arrancan rumbo

al cementerio municipal.

Allí se para y bajan,

allí les mira el personal.

Unos ríen, otros blasfeman,

otros apuestan qué pasará.
¿Habrá algún Judas

que se dé marcha atrás?

Entre dos apuestan,

si el de aquí o el de allá.

Otro se fija bien y dice,

a la cabeza disparar

que quiero los pantalones

de este, que de talla

estamos a la par.

 

Pelé se aferra al rosario

que no soltó jamás.

Le pide a la Virgen pura

que le prepare su palma ya.

Que le abra su manto

y le recoja con bondad

a este hijo que la quiere

dar un beso y mil y más.

Desgrana bisbiseando

aquello que dijo siempre

acuérdate ahora y en la hora

de nuestra muerte.

 

Ya se apresta el pelotón

ya levantan los fusiles,

solo se oye en los labios

de los mártires el grito

de Viva Cristo Rey.

Todos se animan así,

y vitorean a Cristo.

¡Viva Cristo, viva Cristo

rey del universo entero!

¡Viva Cristo nuestro juez

único y verdadero! [14].

 

Con odio y rabia contenido

gritan los milicianos ¡muera!

Y disparan las salvas

y escupen y blasfeman.

 

Gritó también el Pelé

y no de rabia o de miedo.

Que el dar vivas a Cristo

era cosa acostumbrada

y con un Jesús ahí voy

y un María yo te quiero,

cae al suelo Pelé

como si estuviera muerto.

 

 

XII.

Todos han caído al suelo

Ya todo se acabó.

¡Pues no, pues no,

que falta después

del escarnio

el despojo!

A éste le cogen los zapatos

a éste los pantalones.

A aquel la camisa,

la americana o los calzones [15].

 

También le quitaron

al tío Pelé sus bonitos

pantalones

y quedó tendido

con un brazo sobre

la cara, quejumbroso

y malherido,

desangrado.

Era noche cerrada,

de agosto el mes de la Virgen.

Era noche abierta

para mil emociones,

para mil encuentros amorosos,

para mil nuevas sensaciones.

Para mil abrazos nuevos,

castos, puros, piadosos.

 

Antes de morir pudo

comprobar que le despojaban

de sus pantalones

mientras él agonizaba.

Se acordó del niño

sin camisa, del cuento

que tantas veces contara

a los niños de don Nicolás

y a muchos otros rapaces

que escucharle atónitos

solían.

Acababa bien el cuento

pues los angelitos

lo consolaban.

Pensaba el bueno de Pelé

que también ahora

cuando de dolor se retorcía

que los angelitos

se lo llevarían al cielo,

con camisa aunque

sin pantalones.

Le daba igual porque

en el cielo,

le pondrían traje de gala

para el banquete

eterno

Y habría fiesta gorda,

con todos los que

ese día fundirse en un

abrazo sin final esperaban [16].

 

XIII.

 

Se enteraron los calós

de la ejecución.

Más de uno y de una

esa noche escuchó

las descargas.

Enseguida pidieron

permiso para llorar

al cadáver en el cementerio [17].

Ahí se fueron varios,

ahí estaban sus seres

queridos o no queridos,

con los balazos por medio.

¡Ay, Pelé, Pelé de mi vida,

Pelé qué huérfanos

quedamos,

por qué te dieron balazos

a ti que no diste mal

alguno, ni mala yegua,

ni maldición ni hurto!

¡Ay, Pelé, qué vergüenza!

¡Te robaron los pantalones!

Lograste buena posición,

pero por ser generoso,

llegaste a pasar dificultad

y a última hora por ser fiel

te han afusilado y

te han dejado hecho

una calamidad.

Tirado en el cementerio,

a despojo de los perros,

sin pantalones ni nada,

sin sepultura y sin duelo.

 

En esto reparan en la mano

del Pelé: lleva el rosario

que siempre rezó

y lo cogen con unción.

¡Este es su testamento!

¡Esta es su mejor herencia!

¡El rosario de María!

 

Pero no se lo toman a bien.

El Lisardo entra en cólera.

Dice que va a matar,

al responsable de esta

injusta sentencia.

Todos le dicen cuidado,

pero su ira es grande.

Sale corriendo y gritando,

todos temen el desenlace.

No un muerto sino más,

y más y más y más.

Pues ya se sabe,

que cuando alguien

aprieta un gatillo,

si le gusta

aprieta un cientillo.

 

Cuando se entera la Pepita

le da un buen soponcio.

Y el hijo de sus entrañas

que por el sexto mes

ya iba, muere por el dolor

profundo que ella sentía.

No es solo una muerte

de un gitano la que llora,

que son dos a esta hora

las que se llevan contando.

 

También a este niño

lo reciben los angelitos,

que con el Pelé juegan

y ríen, cantan y cabalgan

todos juntitos [18].

 

XIV.

 

Ya palea el paleador

y echa tierra en la zanja.

Van uno, van dos,

van tres y van cuatro

cadáveres al montón.

Pala va y pala viene

que hace mucho calor

y si no se cubren pronto

se llenará todo de hedor,

de hormigas y moscas,

gusanos y gusanillos

y lloraremos todos

de pena, o de rabia,

o de ambas un ratillo.

 

Ahí va el Pelé para abajo

seguido de otro cuerpo.

Yace callado, muerto,

bien enrojecido y desangrado.

A uno le faltan los zapatos,

a otro el cinturón o la camisa.

Al Pelé los pantalones

que para qué los quería.

 

Todos los que aquella

noche juntos murieron,

juntos descansan ya

en la zanja que han abierto.

Será una fosa común

ahí en el camposanto

donde juntos esperarán

el juicio eterno.

 

Aquella misma mañana

acuden a las Capuchinas

la Maruja y la Ñori

a recoger las pertenencias

de su tío.

¿Qué tenía? ¿Qué les dan?

La manta, el fleme

y poco más.

Pero es bastante

para tener un recuerdo.

Y con eso y el rosario

que habían recogido

se quedan la herencia

más buena, la mejor.

 

Que fructifique pronto
la semilla que aquel

día dejó tío Pelé.

Amén. Amén.

 

“Tan, tan...

las uvas son verdes.

Tan, tan...

¿Cuándo madurarán?” [19].

•- •-• -••••••-•
Martín Ibarra Benlloch

Nota previa

En el texto remitimos de ordinario a la obra de Mario Riboldi, bien documentada y con múltiples ilustraciones: Ceferino Jiménez Malla. Un verdadero caló, Milán 1993. Un análisis más detallado sobre las publicaciones y, en general, la devoción al beato Ceferino en: Martín Ibarra Benlloch, “La devoción al beato Pelé en Europa”, VIII Congreso de cultura europea. Pamplona 2005.



Notas

[1] Cfr. Ángel M. Fandos, C.M.F., El Pelé. Un gitano con madera de santo, Secretariado Gitano, Barcelona 1973, p. 22. Al observar la detención de un joven sacerdote en Barbastro, “lleno de indignación, dijo, por lo visto, con una frase popular que usaba frecuentemente: ‘¡Válgame la Virgen!, ¡tantos hombres contra uno, y además inocente...!’”. Cfr. M. Riboldi, p. 130.

[2] Cfr. Á. M. Fandos, p. 23: “Hacia las ocho de la tarde llega ella a la cárcel y le dicen que puede llevarle la comida y una manta”. Cfr. M. Riboldi, p. 131.

[3] Cfr. M. Riboldi, p. 115.

[4] Cfr. M. Riboldi, p. 98. Esta oración la enseñó a sus sobrinas.

[5] Vicente Bruno Vidal, que estuvo encarcelado en una celda del convento de las capuchinas, donde también estuvo el Pelé, dice: “Cuando fuimos a sacar agua con los padres –encargados de la limpieza-, vimos en el pozo seis o siete estatuas de Santos”, Positio super martyrio, p. 54 de los “Documentos extra-procesales”; cfr. M. Riboldi, p. 136.

[6] Eugenio Sopena era miembro del Comité Revolucionario Antifascista de Barbastro, vecino y conocido del Pelé. Le recomendó que disimulara sus prácticas piadosas, y que escondiera el rosario. Insistió más tarde en que le entregara el rosario, porque era algo muy peligroso. Cfr. M. Riboldi, p. 145.

[7] Cfr. M. Riboldi, p. 146: “En aquellos días de la detención, el Pelé sufrió un malestar y tuvo diarrea. Le dijo a la Pepita que no le llevase carne, sino patatas y judías”.

[8] Cfr. M. Riboldi, p. 108.

[9] Cfr. M. Riboldi, p. 109.

[10] En 1931, el obispo Mutiloa funda en Barbastro la Adoración Nocturna. Ceferino pertenecía en 1936 a la Adoración. Cfr. M. Riboldi, p. 115.

[11] Cfr. M. Riboldi, p. 99. Esta oración la enseñó a sus sobrinas.

[12] En el archivo militar de Zaragoza, en juicio contra A.A.F., se puede leer lo que dijo en el momento de la “saca de presos” para ejecutarlos, señalando al Pelé: “Aquí está un pájaro de cuenta que tenía que estar ya muerto; hay que arrear con él en seguida”: Causa sumarial de A.A.F., nº 3871 M y 3218-39, del Juzgado Togado Militar de Zaragoza.

[13] El Pelé enseñó esta oración a sus sobrinas. Cfr. M. Riboldi, p. 99.

[14] Andrés Carrera Puértolas, que prestaba entonces el servicio militar y estaba destinado en Barbastro en agosto de 1936, recuerda que cuando llevaban al Pelé al paredón del cementerio con muchos otros, no dejaba de gritar ¡Viva Cristo Rey! Y murió con el rosario en la mano. Cfr. M. Riboldi, p. 151.

[15] M. Riboldi, p. 155: “Al cadáver le habían robado los pantalones; algo frecuente en aquellos días, en que se repartían físicamente las ropas y el calzado de los ejecutados, cuando valían algo. Al obispo martirizado le robaron también el calzado”. Se refiere al beato Florentino Asensio, obispo de Barbastro.

[16] Recuerda María Carlota Otto, hija de don Nicolás Santos de Otto, amigo y protector del Pelé: “Nos hablaba de un niño pobre que no tenía camisa; su cuento terminaba bien, porque al final un ángel venía en ayuda del chiquillo”. Cfr. M. Riboldi, p. 114.

[17] Cfr. Ángel M. Fandos, p. 24: “Un grupo de gitanos obtuvo permiso de entrar en el recinto para llorar sobre los despojos; recogió con piadoso respeto el rosario que el Pelé tenía en la mano al morir”. Este se encuentra ahora en el Museo de los Mártires Claretianos, en Barbastro.

[18] Cfr. M. Riboldi, p. 156.

[19] Esta canción la cantaba el Pelé a sus “nietas”, Maruja y Teliné, poniéndolas sobre sus rodillas. Cfr. M. Riboldi, p. 96.



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