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Sobre la “ideología”

por Arturo Robsy

Hablar, leer, escribir, son una historia del universo y participan de un orden general. Exhibición de conciencia es que el ser humano, con sentidos menos poderosos que otros seres vivos, perciba, abstraiga el objeto, el hecho, la idea y la incorpore a su alma, de modo que trabaja con abstracciones de la cosa, codifica y descodifica permanentemente hasta el punto de que la totalidad de la vida es una abstracción mucho más que un hecho biológico

Los ensayos avanzan por lo actual y por lo pasado que coinciden en el idioma, siendo el hoy el reflejo del éxito o del fracaso de ciertos hechos históricos notables: hechos que sucedieron desde un sistema de ideas y de creencias y que volverán. Se habla, pues, de la Ideología, que significa «ciencia de la idea», y es voz construida para nombrar a una doctrina filosófica, no muy conocida, que trata del estudio del origen de las ideas. Su seguidor más notable fue DESTUTT, en el siglo XVIII. Como hoy algunos equiparan moral con ética, que es sólo el estudio de la moral, la Ideología ha pasado a ser, oficialmente, “el conjunto de ideas fundamentales características de persona, colectividad, época, cultura, religión y política.” Pero ya sólo se habla de Ideología en relación con la cosa pública y quien la maneja.

A nadie se le oculta que estudiar el origen de las ideas es estudiar historia, porque ellas son el embrión de las acciones, de los hechos culturales de una época y, a menudo, causas últimas. Las edades cambian porque lo hacen las ideas y las actitudes a que inducen , hasta el punto de que la Historia del Pensamiento es la que permite comprender mejor la Historia y, viceversa, la Historia ilustra sobre las ideas de cada momento significativo de la humanidad. En este sentido este es un libro de historia o de protohistoria, de las causas de la historia, óptica que llevará a más de una paradoja como la de que, pese a todos los cambios, sólo hay dos posiciones básicas en la ideación, en la poiesis: Desde el ser o desde la nada.

La posición es arriesgada porque roza la capacidad de prever lo futuro. Y la previsión, ver antes de ver, tiene siempre una lectura astrológica por más que gentes muy serias la usan, cuidando de llamarla prospectiva de futuro, ingeniería social, sociología o hipótesis más probable. Es anticiparse, «leer las señales». Actividad de profetas. Nada que ver con el destino, que no existe.

Más importante es comprobar que ideas útiles hoy, apartadas de las gentes por el dominio de opiniones no siempre demostrables, son unas desconocidas para la mayoría. Se han dedicado tres siglos a tal labor, zapa permanente ejecutada a través de una pregunta: ¿Qué debo cambiar en las ideas para cambiar el mundo?. Y así es como hemos ido del Romanticismo a la Globalización, y de la Iglesia a las sectas. Por esta causa aquí se encuentran términos con poco uso ahora, como "Nihilismo", y retazos de catecismos que ya no se enseñan, como la lista de los cuatro pecados que claman la venganza de Dios.

Fundamental la carcoma de los orígenes, de las ideas que afectan a lo que el hombre es, al sentido de la sociedad y de la vida y, en general, a la decadencia de lo consabido, tal como lo explica D. Julián Marías. De hijos de Dios nos han pasado a hijos de primate; de herederos de una vida eterna a gentes que viven sólo una vez; de buscadores de la verdad a solitarios que van tras la felicidad. Todo con sus axiomas pero, también, con su desorden, que ahora es libertad, mientras antes el orden, la relación equilibrada de las partes, significó arte, idea justa y seguridad.

Tanto ha avanzado el proceso, tanto se ha trabajado en las ciencias de la naturaleza, que en las sociales no se han buscado las novedades sino los medios para llegar mejor a las conciencias y transformarlas. Las ideologías clásicas y autorizadas, que tanta sangre ayudaron a derramar, han sido superadas, con suavidad y arte, por una concepción nueva que aún pocos perciben como verdadera ideología, hija de una extirpación de ideas porque sin ideas casi no hay riesgo de rechazo. Sólo es la materia regresando a la materia, la memoria entregándose al olvido. Domina ya en todo el primer mundo la Ideología del Consumismo, que se acepta sin que sufra la conciencia.

Pero sí contiene ideas terribles y un objetivo general que, como en las anteriores, busca el cambio final de este mundo que ha crecido en las sombras: creación de necesidades y de satisfacciones, siempre amparadas por el derecho americano de la «búsqueda de la felicidad» que se acepta como la razón de ser del hombre. Ya en 1812, en la Pepa, nuestros liberales proclamaron que debíamos ser benéficos, que también es idea escapada de Utopía. Buscamos la felicidad que consiste, hoy, en el placer fugaz de la compra y de la satisfacción de instintos básicos, incluida la muerte como espectáculo. El dinero ya es la medida de todo, hasta de la belleza; el estudio como aumento de valor, plusvalía de la persona que se pondrá en el redivivo “mercado del trabajo”, que se había superado en España: el hombre cosa; la igualación que provoca el uso de los mismos bienes y de los mismos placeres, que están eliminando las diferencias culturales y protagonizando el esfuerzo para clonar las sociedades y llegar a esa broma, proyecto de humor, que lanzó Felipe González, sabiendo lo que decía: El mundo Mundial. Zapatero ya habita en él.

Consumir es, al cabo, destruir. Hasta consumimos el mundo de cualquier época, pues todos están presentes en esta, que es la de la producción y el consumo en masa, presuntamente regulado por la oferta y la demanda. ¿Fumamos porque se vende tabaco o se vende tabaco por que fumamos? La primera propuesta es la buena: es la producción la que condiciona el consumo y lo estimula. Y el dinero, en suma, su uso para nuestra satisfacción, está acabando con verdaderas obligaciones como tener hijos o ser desprendidos o aceptar lo difícil y soportar el dolor y la angustia en lugar de huir de ellos.

Por su valor de prueba del nuevo mundo, que avanza tras la zanahoria de la felicidad, se toman algunas citas de "Desig de llibertad i felicitat" (deseo de libertad y felicidad) publicado a dos columnas por Don Andreu Genestar Sabater, al que se traduce: «Definiría la libertad como capacidad para satisfacer la estrategia de felicidad que un individuo ha elegido para sí mismo». Nótese que el intelectual, lanzado hacia lo relativo, también descubre que cada cual tiene Su Felicidad, y recuérdese que este señor habla en serio y desde la posesión de la verdad: «Lo que interesa de esta definición es su vinculación a una antropología eudemonista (esto es muy de Arturo Schopenhauer: “Eudemonología, aforismos sobre la sabiduría de la vida”): la finalidad del hombre es la felicidad y la libertad es el principio político que consagra la posibilidad de conformar la existencia de cada uno de acuerdo con su definición particular de Buena Vida». Queda averiguar de donde viene la felicidad, circunstancia poco duradera en la vida: de lo político. «Nadie, y cuando digo nadie, ¡digo nadie!, ocupe el lugar que ocupe, es quien para poner trabas a esta felicidad fruto de la libertad.» Esta filosofía sólo necesita ya una definición de hombre. Hela: «Sólo me conformaré con describir al individuo como un sistema de deseos, de necesidades y de intereses regidos por su racionalidad»

El autor, al que se nota aún inmaduro pero con inquietud, resume lo que, hoy, de ningún modo es una excepción: «De acuerdo con esta visión de entrada, el hombre sería sujeto que tiene como objeto la felicidad, entendida como la satisfacción de sus deseos; y la libertad sería la capacidad para satisfacerlos por sí mismo, es decir, sería aquello que permite al hombre ser feliz.» Esto es lo que cuecen millones de cabezas españolas que han perdido pie y, con más o menos detalles, es lo que hay hoy: un pensamiento con poco rigor, tomado por modernidad cuando no es más que una prolongación de esa libertad que exigía el Romanticismo y que desencadenó el mito de la libertad como camino del placer, que se confunde con la felicidad, un estado de beatitud, de gracia que no precisa consumismo.

Ya que no es pensamiento, es al menos actitud real sobre lo que se espera de lo futuro y, desde ello, podemos concluir fácilmente que la historia próxima, conducida por el consumismo, va hacia el desorden creciente y a la angustia perenne que trae no poder satisfacer las necesidades que se inventan cada día; va hacia una tiranía que será presentada, curiosamente, como necesidad de ser libres y sobrevivir.

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Arturo Robsy



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