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El resplandor de la mujer

por Mercedes Soto Falcó

Se ha dicho que con la mujer cae o se levanta el hombre y que el declive de las grandes civilizaciones depende en gran medida de la corrupción de sus mujeres. Independientemente que estas opiniones puedas ser mas o menos aceptadas, lo que si es cierto que tiene gran importancia en la actualidad, especialmente para la mujer, comprender quién es y cual es su aporte específico al desarrollo y la renovación de unas culturas tocadas de muerte, en gran parte por la abdicación y la confusión de la propia mujer a la hora de comprenderse, de valorarse y de descubrir cual es su originalidad propia y la misión que de ella se deriva.

1. El signo de la mujer

Una gran señal apareció en el cielo: Una Mujer, vestida de sol…” [1]

Con estas palabras comienza el capítulo doce del Apocalipsis. Este término proviene del griego y quiere decir “revelación”. Es un libro ciertamente enigmático pero no incomprensible, escrito en la segunda mitad del s. I en una época de grandes tribulaciones y persecuciones violentas contra la iglesia primitiva.

Esta visión aparece en el contexto de la lucha del Dragón contra la Mujer y su descendencia. Nótese que son los mismos tres personajes que aparecen en la narración bíblica del comienzo de la Historia que la Tradición ha llamado Protoevangelio: la Mujer, su linaje y la serpiente. “La primera promesa de Cristo que esta en la penumbra es una promesa a la mujer, a través de la mujer” [2] . En el Apocalipsis de nuevo aparece el signo de la mujer como motivo de esperanza cierta de la victoria definitiva de Cristo sobre el demonio, el pecado y la muerte. En ella la Iglesia descubre a María, la nueva Eva o la Mujer nueva que es la que encarna el único poder absoluto que tiene la criatura: el de la entrega incondicional a Dios. Ella es el verdadero signo de la Historia y la personificación del pueblo santo de los tiempos mesiánicos, en otras palabras de la Iglesia.

La Iglesia aparecerá también en la figura de la “novia” en la que se simboliza el mundo definitivamente redimido (Ap.21, 2) [3] .

Lo femenino se hace así tema tremendamente sugestivo para nuestra reflexión sobre el ser y misión de la mujer en el mundo de hoy y en unos tiempos en los que podríamos encontrar similitudes con los descritos en el último libro de la a Biblia.

No sería muy aventurado pensar que la humanidad actual se haya inmersa en uno de estos periodos convulsos por grandes luchas espirituales, donde parecen perderse todas las seguridades y certezas, y la desorientación y el miedo se apoderan del hombre, provocándose un derrumbe general.

Se ha dicho que con la mujer cae o se levanta el hombre y que el declive de las grandes civilizaciones depende en gran medida de la corrupción de sus mujeres. Independientemente que estas opiniones puedas ser mas o menos aceptadas, lo que si es cierto que tiene gran importancia en la actualidad, especialmente para la mujer, comprender quién es y cual es su aporte específico al desarrollo y la renovación de unas culturas tocadas de muerte, en gran parte por la abdicación y la confusión de la propia mujer a la hora de comprenderse, de valorarse y de descubrir cual es su originalidad propia y la misión que de ella se deriva.

Es necesario pues, contemplar la revelación del verdadero rostro femenino que tiene su imagen mas sublime en María como paradigma de la plenitud del ser humano. En ella tiene lugar la conjunción armoniosa de lo natural y lo sobrenatural, de gracia y naturaleza, de fe y vida. Ella nos revela con especial intensidad que quiso Dios al crear a la mujer, cual es su grandeza y que es lo que define su identidad.

”En María Eva vuelve a descubrir cual es la verdadera dignidad de la mujer, de su humanidad femenina. Y este descubrimiento debe llegar constantemente al corazón de cada mujer, para dar forma a su propia vocación y a su vida” [4]

“Sin María es imposible dar una respuesta evangélica al gran `signo de los tiempos´ de la promoción de la mujer. Pero esto exige el redescubrimiento de la figura de María en sus rasgos más profundos y en su adecuación a la nueva posición y mentalidad de la mujer contemporánea” [5] .

Me voy a basar en gran parte en la antropología mariana que el P. José Kentenich enseño y vivió, convencido que a María le ha sido dado por Dios para estos últimos tiempos una misión especialísima a la hora de vencer las que él llamaba las “herejías antropológicas”, que son las que tienen que ver con la imagen del hombre, con su ser, origen y destino, y que son las herejías de hoy.

2. Prejuicios históricos y reacciones

Es indudable que a lo largo de la historia y en muy diversas culturas el juicio sobre la mujer ha sido muy negativo. La causa principal de ello ha sido el tomar al varón como punto de referencia primero y único para la comprensión de lo humano. De la absolutización de la imagen del varón han nacido casi todos los malos entendidos, errores y prejuicios frente a la mujer

2.1. Recordando algunos juicios negativos sobre la mujer a lo largo de la historia

Si nos fijamos en la Biblia veremos por ejemplo que en las listas de los descendientes de los patriarcas figuran solo varones. En una oración judía se reza del siguiente modo:”Bendito seas Señor, por no haberme creado mujer” [6]

Sin embargo no podemos decir que la tradición judía fuera ni mucho menos la que más postergara a la mujer. Piénsese en determinados pasajes del AT donde se alaba por alguna acción portentosa a favor del pueblo a alguna mujer como Judit y Ester o como en el NT aparecerá María en un lugar destacado así como la alta estima de Jesús por las mujeres que le pedían ayuda o le seguían, contraviniendo en ocasiones de forma clara la mentalidad judía con respecto a la mujer.

Los griegos, que tanto avanzaron en las disciplinas humanas y artísticas no poseían de ninguna manera un alto concepto de la mujer. Pitágoras por ejemplo escribía: “existe una fuerza buena que originó orden, luz y hombres, y hay una fuerza mala que creó caos, oscuridad y mujeres”. Y Aristóteles describía así a la mujer: “mujer significa tener ciertas limitaciones. Su carácter es más débil y defectuoso a causa de una imperfección innata en ellas”. La acaba llamando “apenas un hombre”. [7]

En el mundo cristiano, se favoreció en gran medida la consideración de la mujer con el matrimonio monogámico e indisoluble y a través del culto mariano, pero ello no eliminó muchos prejuicios. Muchos pensadores identificaban a la mujer mucho más con Eva, la seductora, que con María, la mujer pura y santa. Sto. Tomás afirmaba: “la mujer es una creación malograda, torcida, un varón defectuosamente construido”

Lutero no tenía problemas al afirmar: “no importa si la mujer muere en el parto, ya cumplió su función primordial”. [8]

Ya en el siglo XIX Nietzsche consideraba que “cuando una mujer quiere estudiar, algo anda mal en su aparato reproductor” y las calificaba de “engreídas, superficiales, mentirosas, traicioneras”.

Schopenhauer dedicó libros a explicar la inferioridad de la mujer con textos como el que sigue: “son bestias calculadoras, y traicioneras que enmascaran su bajeza con belleza y dulzura; son frívolas, estúpidas, infantiles y egómanas. Sólo sirven para propagar la especie”.

S. Freud consideraba a las mujeres: “poco sinceras y sometidas a cambios anímicos” y que “carecen de sentido para la ética lo que las incapacita para desempeñar funciones importantes en la sociedad” [9] .

Al final a la mujer parecería quedar reducida a su atractivo corporal y por tanto destinada al placer del hombre y a una función procreativa.

Sin ser de ninguna manera exhaustiva con estas pinceladas rápidas lo que quería dejar de manifiesto es que no ha sido fácil para la mujer, salvo excepciones destacadas a lo largo de la historia, alcanzar un puesto relevante en la estima y consideración del hombre ni desempeñar tareas en la vida pública para las que se la consideró durante siglos inhabilitada.

2.2. Consecuencias erradas en la mujer

Siglos de persistencia de estos prejuicios acerca de la mujer hicieron que ella (salvo algunas mujeres excepcionales que desde luego han brillado con luz propia a lo largo de la historia) optara por dos caminos: o se resignaba a su suerte poniendo su mayor interés su atractivo corporal, sometiéndose los caprichos y apetencias del hombre o se rebelaba y emancipaba entrando en competencia con el varón, permitiendo que la forma de ser, pensar y actuar masculina se transformara en el ideal y la norma también de lo femenino.

La mujer equivocadamente creyó y sigue creyendo, que si quería ser valorada y acceder a aquellos campos que por siglos le han sido vedados, debía adoptar los valores y parámetros del hombre. Esto la ha acabado llevando a renunciar en gran medida a lo propio. Esta renuncia la ha afectado profundamente al provocarle terribles tensiones interiores de orden psicológico y espiritual porque crea una línea equivocada de aspiraciones y expectativas que presionan hasta desfigurar la propia personalidad. Es claro que cuando se actúa contra la propia naturaleza, de alguna manera se acaba pagando. El descentramiento de la personalidad, producto de la perdida de la propia identidad sexual, repercute evidentemente en la mutua relación de los sexos y en todas las relaciones humanas en general. También se desequilibra todo el acontecer y la trama social. Toda la sociedad descansa sobre la tensión creadora y armónica de los principios masculino y femenino. Si se pierde ese equilibrio, la tensión que debía ser creadora se convierte en destructiva.

2.3. La crisis de los sexos

Con esta terminología me estoy refiriendo a la perdida por parte del hombre y la mujer de la propia identidad sexual. Qué es ser hombre o mujer no esta claro ni teórica ni existencialmente. Hoy en día se quiere hacer ver que las diferencias sexuales son algo así como accidentes que no tienen ningún significado a nivel del ser y del actuar, lo que esta llevando a que los valores propios de cada sexo que se vayan difuminando más rápidamente. Se quiere hacer creer que la constitución biológica del hombre y la mujer no afecta a todos los ámbitos del ser de cada uno, del psicológico, del ámbito del amor corporal, del de su relación con Dios, del de su relación con el mundo y la forma en que cada uno lo experimenta, del modo en que cada uno desempeña la diversas tareas. La afirmación de que varón y mujer poseen una misma naturaleza humana no lleva a comprender que la poseen de forma distinta. Es decir que como ser humano se es hombre o mujer. “Si (el hombre) convierte esta determinación fundamental de sí mismo en una pequeñez despreciable, que se puede manejar como una cosa, él mismo se convierte en pequeñez y en cosa; la liberación se vuelve rebajamiento a lo factible. Donde se sustrae lo biológico a la humanidad se niega la humanidad misma” [10]

2.3.1 ideología de género

En la actualidad incluso ya se evita hablar de sexos para hablar de “género”, pretendiendo eliminar la idea de que los seres humanos se dividen en dos sexos.

“La ideología de corte feminista radical o feminismo de género nació a finales de los setenta del anterior movimiento feminista a favor de la igualdad de los sexos. Se basa en un análisis de la historia de corte marxista y la concibe como lucha de clases entre los opresores contra los oprimidos, siendo el matrimonio monógamo el primer antagonismo entre hombre y mujer. Pretende que las diferencias entre el hombre y la mujer, mas allá de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija, sino que son producto de la cultura de un país o de una época determinada. Según esta ideología, la diferencia entre los sexos son consideradas como algo convencionalmente atribuido por la sociedad y cada uno puede inventarse a sí mismo” [11] . El término “género” evocaría sobre todo los roles sociales. Estos roles serían el resultado de la interacción entre naturaleza y la cultura. Llevando más lejos esta concepción, “la masculinidad o la feminidad no estarían determinadas fundamentalmente por el sexo sino por la cultura… Las diferencias entre el varón y la mujer…serían meras construcciones culturales hechas según los roles y estereotipos que en cada sociedad se asignan a los sexos (roles socialmente construidos)”[12] .

“En este contexto se destaca (no sin razón) que, en el pasado, las diferencias fueron acentuadas desmesuradamente, lo que condujo a situaciones de discriminación e injusticia para muchas mujeres…pero hoy en día –se sigue afirmando- las mujeres se dan cuenta del fraude del que han sido víctimas, y rompen los esquemas que les fueron impuestos. Pretenden liberarse, sobre todo, del matrimonio y de la maternidad.

Las consecuencias de esta ideología son devastadoras: la revolución sexual absoluta y la destrucción de la familia. Por la primera se establece que las diferencias genitales ya no deben gravitar culturalmente y la mujer debe adquirir control total sobre su capacidad de reproducción y actividad sexual. Por la segunda se cree poder eliminar la necesidad de la represión sexual y evitar la esclavización de la mujer y el condicionamiento social a los hijos para que acepten la familia, el matrimonio y la maternidad como algo natural.

Benedicto XVI apunta con respecto a esto último que: “El desligamiento del ser humano con respecto a su condicionamiento biológico, respecto al `hombre y mujer los creó…es especialmente un ataque contra la mujer: la negación a su derecho a poder ser mujer” porque - sigue explicando él - la afirmación de este condicionamiento biológico esta vinculado especialmente con la cuestión de la mujer, “aquella en la que lo biológico es teológico, a saber, maternidad divina” [13]

Es claro por todo lo mencionado muy rápidamente en este apartado, que la feria de la confusión actualmente esta servida. No es por tanto fácil que la mujer y la sociedad en general, en este marasmo de prejuicios de larga trayectoria histórica, y de las reacciones a que han dado lugar en la modernidad y post-modernidad, adquieran una claridad de quien es y que papel esta llamada a desempeñar la mujer en los diversos ámbitos en los que esta llamada a participar y ofrecer su colaboración junto al varón.

2.4 Consecuencias en la cultura de la confusión sobre los sexos

“La cultura puede entenderse como el estilo original en que un pueblo cultiva la vocación humana. Abarca todo aquello que el hombre piensa que debe ser. Y no sólo lo que piensa sino lo que practica en cuanto a su relación con Dios, con el prójimo y con la naturaleza. Supone una imagen de sí mismo, cierta conciencia de la propia identidad” [14] .

“El fundamento de la cultura, como cristalización de los valores humanos, depende de los aportes equilibrados de ambos sexos. No hay cultura en base a los aportes parciales de un solo sexo. Más aún, no hay aporte de un sexo a la formación de complejo cultural, sin que sea fecundado por el otro sexo. Ambos sexos son mutuamente dependientes, inclusive, para afirmar su originalidad y entregar su riqueza propia. Es así como debemos de concluir que la sociedad y su cultura descansan, en definitiva, en una polaridad indestructible, en un aporte diferenciado y dinámico de los valores y de las funciones de ambos sexos. En este sentido es muy adecuada la expresión de Gertrud von le Fort cuando se refiere al “carácter nupcial de la cultura” .Si pierde un sexo su identidad, comienza todo un proceso de desequilibrio cultural que necesariamente repercute en todos los ámbitos de la vida humana – económico, político, social y religioso – generando, a la larga, un caos en las relaciones internas de la sociedad” [15] .

Si analizamos los valores predominantes en la cultura del nuestras sociedades durante los últimos siglos, veremos que se ha ido perdiendo este sano equilibrio en cuanto a la relación y aportes de ambos sexos.

El hombre, que se siente llamado a dominar el mundo y a racionalizarlo todo, sintiéndose un pseudo-dios, gesta culturas hipervirilizadas en las que domina la técnica, el progreso, la producción y el beneficio, la explotación incontrolada del medio. Son sociedades donde predomina la masificación, fruto del deterioro de lo personal, donde sus miembros son considerados más por su utilidad o función que por lo que son. Sociedades frías, egoístas, individualistas, donde cada cual solo le preocupa su bienestar. En ellas prima la competitividad y se abdica de la responsabilidad por el bien común. Son sociedades, en definitiva, en las que falta la aportación de lo que J.Pablo II llamo tan acertadamente, “el genio de la mujer” [16] .

Ante este predominio ya he mencionado como la mujer adopta los patrones masculinos, hasta negar la diferencia sexual. En busca de su puesto en ellas, ha dejado de aportar lo mas propio como es la entrega desinteresada, el cuidado de la vida y de los más débiles, el cultivo de los vínculos personales, el modo de pensar orgánico e integral que redunda en una visión unitaria y armónica de la vida y de las cosas, el reposar en un Tú superior. No ha caído en la cuenta de que ellos son los valores necesarios para compensar y complementar esas culturas modernas materialistas y competitivas, regidas por criterios en los que predomina la utilidad, el lucro, el ansia de placer y de dominio, exponentes de lo masculino en ellas. [17]

Sin embargo en las últimas décadas surge una reacción pendular, que esta permitiendo que se atisben ciertos rasgos del alma femenina. Asistimos al colapso del racionalismo y del voluntarismo y a la valorización, a veces exagerada, de lo espontáneo, de lo vital, de lo emocional, de la intuición, de lo natural, de lo ecológico, decantándose hacia una visión unificada de los seres y de las cosas, con ciertos visos panteístas [18] . El predominio de los valores femeninos, si bien traen una acentuación de lo subjetivo y afectivo, conlleva también un desinterés por la búsqueda de la verdad (filosófico-científico), de la investigación, de las leyes y el decrecimiento de la línea de orden, disciplina y eficacia. Estamos, como digo, ante una reacción pendular que al ser la exacerbación del otro polo, tampoco aporta por sí misma una solución satisfactoria a la problemática planteada y que tiene que ver con la correcta comprensión de la verdad acerca del hombre y de la mujer, creados y ordenados a la mutua complementación.

3. La esencia de la feminidad

Soy del parecer que solo existe una esencia humana que se da en dos modalidades. El P. José Kentenich dice al respecto “Recordemos que el alma tal y como sale de las manos del Creador es de por sí asexuada, y que solo es masculina o femenina por su unión con el cuerpo masculino o femenino. De allí se deriva que el alma masculina o femenina, mas allá de su originalidad específica, simbolizada en los órganos sexuales, tiene múltiples rasgos comunes”.

Al usar el término esencia entendido como “aquello que hace que una cosa sea lo que es y no otra cosa” lo que quiero afirmar es que el ser femenino es permanente y corresponde a un proyecto eterno de Dios, por lo que no esta sujeto a los cambios o modas de concebirlo según las diferentes épocas. Se trata de entender que es lo que hace que una mujer sea mujer a la luz del Creador.

3.1. Antropología bíblica

Los textos bíblicos nos revelan que el hombre y la mujer han sido creados a imagen del Dios Trino:

Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra…Creó pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó” (Gen 1,26-27)

Nótese la forma plural misteriosa “hagamos”, que no se trata sólo de un plural mayestático, sino que esta insinuando que el Dios Trino es una comunidad de personas y no un ser solitario, una “familia”como lo afirmó J. Pablo II en Puebla. De aquí se deduce que el hombre es un ser comunitario, una criatura social, reflejo de un Dios cuya definición mas exacta es Amor. Esto vale indistintamente para el hombre y la mujer. Sin embargo la diferenciación entre varón y hembra ha de tener su origen en la Trinidad de la que ambos son imagen.

Desde los comienzos de la tradición cristiana se relaciona al hombre con al segunda Persona de la Trinidad, con el Verbo que es engendrado por el Padre como la Sabiduría eterna. A la mujer se la relaciona con el Espíritu Santo que es concebido como el Amor infinito entre el Padre y el Hijo Unigénito. El teólogo Scheeben decía que es el beso de amor del Padre al Hijo y la respuesta de amor del Hijo al Padre. La mujer representa entonces la encarnación humana del amor. Es el lazo de amor, el vínculo perfecto entre el padre y el hijo. Al representar humanamente al Espíritu Santo, se comprende que la mujer esta llamada a ser “alma”, a espiritualizar todo lo corporal, a ser espíritu vivificante. Debe abrir y elevar el corazón del hombre hacia Dios.

Mas adelante el texto bíblico nos define a la mujer como la compañera, la “ayuda” que Dios le da al hombre:

“No es bueno que el hombre este sólo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. (Ge. 2,18)

 

Dios ve que su creación esta incompleta y que el hombre necesita un complemento, pues creado a imagen y semejanza suya que es familia, que es amor, experimenta la necesidad de un tú al que amar, que pueda llenar su soledad interior, afectiva y espiritual y responda a su anhelo innato de relación personal. Este ser complementario debía poder colmar su soledad, debía de ser capaz de dar y recibir amor, de relacionarse profunda y personalmente, en definitiva de hacer que parezca “la comunidad”.

A Adán, según el texto bíblico, Dios le había encomendado el cuidado y ordenamiento de su creación: “lo puso en el jardín para que lo cultivase y guardase…” (Ge.2, 15.)Ello corresponde a esa imagen del Verbo, Palabra creadora del Padre o su Logos, que el hombre lleva impresa en sí y que corresponde a la psicología masculina que tiende más al dominio de la creación, a su investigación y uso. En este sentido el varón se identifica especialmente con la actividad creadora de Dios (se trata de acentuaciones, con ello no quiero decir que la mujer no este llamada también a colaborar con Dios en este sentido)

Esta interpretación puede sin duda herir la sensibilidad del feminismo radical que consideraría intolerable la concepción de la mujer para acompañar y ayudar al hombre lo que implicaría en una interpretación errónea, su subordinación a él. Sin embargo lo que Dios hace al crear a la mujer es culminar su obra creadora, porque lo que esta haciendo es crear un ser hecho ante todo para amar.

El Espíritu Santo en el seno de la Trinidad es la plenitud y consumación de la vida trinitaria. El Espíritu Santo es como el seno materno del Padre donde acoge de nuevo al Hijo que hizo salir de sí en el acto de generar. Cuando el Hijo en el Espíritu Santo vuelve al Padre se completa la vida trinitaria. El reencuentro del Padre y el Hijo se hace en el Amor hecho persona de ambos, que es el Espíritu Santo.

Todo lo creado tiene también como destino volver al Padre en la fuerza del Espíritu de Cristo. La mujer es la que en el orden de lo creado esta llamada a ser el lazo de amor que une al hombre con Dios, con los demás y con la creación. A infundir ese impulso amoroso en todo cuanto hace y toca para llevarlo al Padre. Por ello podemos decir que lo fundamental de la misión de la mujer se juega en el aspecto religioso

Ella esta orientada ante todo a la vida y a las personas. Una vida entendida no solo en su aspecto puramente biológico, sino también en el aspecto que tiene que ver con la necesidad de amor, de acogida, de interioridad que hay en cada ser humano y que es tan fundamental para su desarrollo y plenitud como sus necesidades físicas:

El hombre llamó a su mujer `Eva´por ser la madre de todo viviente” (Ge.3, 20)

 

En este versículo aparece la vocación materna de la mujer que es constituyente de su ser femenino. Lo más propio de su tendencia maternal es la cercanía a la vida y el impulso natural a servirla. Toda mujer esta orientada al cuidado de la vida desde su principio. Por eso la mujer se causa tanto daño cuando atenta contra la vida, especialmente en el caso del aborto. Una actuación tan en contra de su naturaleza la daña a veces irreversiblemente. Ella misma se inflige una herida y adquiere un sentido de culpa muy difícil de borrar.

3.2 Lo eterno femenino: alguno de sus rasgos

2.2.1 la mujer como obsequiosidad receptiva

Gertrud Von le Fort escribe que en la mujer aparece encarnado el impulso metafísico de entrega que caracteriza toda la creación y también que la entrega femenina consiste en la “obsequiosidad receptiva”. El P. José Kentenich elaborará estos conceptos junto con los aportes del teólogo alemán, José Matías Scheeben, quien hablará de María y del Espíritu Santo en los mismos términos que G. von le Fort. [19]

El P. J. Kentenich verá a María como el ideal de mujer simbolizada en al figura del cáliz que expresaría bien la “obsequiosidad receptiva” de la mujer. Significa que la mujer es esencialmente gratuidad, don de amor, a imagen del Espíritu Santo. No solamente tiende a regalarse a sí misma, sino que se obsequia recibiendo al tú en sí misma.

La estructura física y psicológica de la mujer expresan bien este rasgo de la esencia del alma femenina.

3.2.1.1 El cuerpo de la mujer:

La realidad corporal de la mujer esta en consonancia con los rasgos de su alma. El cuerpo femenino no solo nos habla de su orientación a la maternidad sino que también

expresa como se gesta en ella la vida de acuerdo a la estructura de su alma

“Así podemos distinguir tres momentos biológicos que traducen y expresan simbólicamente las actitudes del alma femenina, sea cual sea su estado de vida, y que en definitiva nos ponen en contacto con la esencia de la mujer. Ello se da tanto en el plano físico como en el espiritual. Es válido por tanto también par una mujer virgen.

a)Un primer momento viene marcado por un abrirse para recibir, para acoger al tú, para guardarlo en su interior; b) en un segundo momento ella se apropia de lo recibido, hace suyo el germen de vida que se le entrega y lo interioriza; c) por último ella devuelve enriquecido aquello que había recibido como una pequeña semilla. Lo alimenta con su propia sustancia y lo regala en la forma fecunda del hijo.

De este modo el cuerpo femenino revela lo que sucede en su alma, deja traslucir su esencia: una donación que al mismo tiempo es acogida.

Por eso cuando los movimientos feministas radicales o las corrientes de pensamiento dicen que el rol de madre y esposa de la mujer es una mera imposición cultural, están equivocados. Al igual que el varón, la mujer lleva en su cuerpo el sello más propio de su ser y el camino más certero de su realización personal”.[20]

3.2.2 Rasgos de la psicología femenina

En la mujer predomina la afectividad sobre la racionalidad. Lo que la impulsa a crear vínculos personales. Dar y recibir amor corresponde a lo más profundo de la psicología femenina. Al mismo tiempo desea ser recibida, aceptada y querida. Unido a ello se da otra expresión clara de la obsequiosidad femenina: el deseo de agradar. Mientras en el hombre se destaca una tendencia más agresiva, a dominar, conquistar en ella se destaca su deseo de complacer, de causar buena impresión.

Después de lo dicho es claro que la naturaleza femenina impulsa a la mujer en las dos direcciones: a manifestar bondad, a obsequiarse volcándose en el otro, a acoger, a albergar la vida y servirla y al mismo tiempo a ser recibida, a ser acogida, a agradar.

3.2.3 La mujer es a la vez virgen, esposa y madre

La esencia de la feminidad se da en la tensión de estos dos polos en la mujer, independientemente del estado de vida en el que viva. La madurez y equilibrio de toda mujer se dará en la medida en que alcance el equilibrio y armonía entre sus rasgos virginales, esponsales y maternales.

En María tiene la mujer el mas alto y pleno exponente de esta afirmación porque ella es la mujer plenamente madre y virgen

3.2.3.1 La mujer virginal

El rasgo virginal en la mujer es la expresión de la reserva de sí misma, y es una indicación de la condición de criatura y el límite en la donación entre criaturas pues en definitiva todo lo creado pertenece a su Creador. Es por esto que en la mujer esta más acentuado el rasgo de dependencia y pertenencia a Dios. Siempre habrá en la psicología de la mujer un plus de filialidad lo que la hace más receptiva a la religiosidad, más abierta hacia lo Alto. Por ello la caída de la mujer se da primero en el ámbito de lo religioso, repercutiendo después en todos los otros ámbitos de su vida y arrastrando después en su caída al hombre.

Ello se trasluce en la naturaleza femenina que no se ha corrompido, en delicadeza, sentido del pudor, (no solo físico sino también en lo referente a su interioridad), finura de alma, espiritualización, respeto, interioridad, altruismo, receptividad.

Tiene que ver con este rasgo lo que Ortega y Gasset afirmaba de la mujer: es “constitutivamente secreta” refiriéndose a su interioridad. Con ello quería decir que cada mujer percibe en sí misma un misterio, un santuario secreto donde transcurre escondida su vida más íntima y más profunda solo accesible a los más cercanos. Es también el espacio sagrado reservado a su relación con Dios y en donde solo Él entra. De esta dimensión interior y secreta es de donde mana la inmensa riqueza de su feminidad más auténtica, la que atrae al hombre elevándolo hacia lo valores e ideales mas altos lo apoya en ese camino hacia su plenitud humana

Gertrud Von le Fort afirma que el velo es el símbolo por excelencia de lo femenino y como todas las formas elevadas de vida femenina presentan a la mujer velada. Tiene esto que ver con esta dimensión virginal de lo femenino que muestra la hondura de su misterio. Todo lo fundamental que ocurre en la vida de la mujer sucede en el silencio de lo oculto: la donación virginal, la recepción de la vida, su gestación, el dar a luz al hijo, el acompañamiento del crecimiento de la vida primero físicamente después en la lejanía y espiritualmente…La caída del velo es de un profundo simbolismo y tiene que ver con la caída religiosa de enormes proporciones de nuestros días[21] . Cuando la mujer se quita el velo desaparece su misterio. La mujer se vacía y acaba entregándose al más desgraciado de todos los cultos que es el de su propio cuerpo, prostituyéndose y esclavizando al hombre a sus instintos más bajos. En vez de espiritualizar, de elevar hacia lo alto, de religar lo creado al Creador, se constituye en la seductora que conduce al hombre a su destrucción. Es la mujer que renuncia a ser María para ser Eva.

3.2.3.2 La mujer esposa:

“El verdadero misterio de la esposa es la novia. La novia permanece en la mujer casada o no y en la que es madre. Para el hombre que ama a su mujer, ella sigue siendo su novia porque la nupcialidad de la mujer responde al milagro del amor que siempre se renueva”[22] . Hay que hacer notar que la mujer vive su dimensión esponsal no sólo en el matrimonio sino también en las relaciones entre hombre y mujer que ocurren fuera de él como es el caso de la amiga, la amante, la compañera de trabajo.

Ya he mencionado arriba como Dios crea al ser humano en dos modalidades: varón y mujer, ordenados el uno al otro para acompañarse, ayudarse, complementarse y ser fecundos. Esta complementación se da en el aspecto corporal y en el espiritual y no sólo en el ámbito del obrar sino también en el del ser[23] . El hombre creado como un ser esencialmente relacional no se construye sino es en la relación a un tú. Esa relación alcanza su máximo colorido en la polaridad hombre-mujer. Solo mirándose en el espejo del otro la esposa llega a se plenamente mujer y el marido, hombre. Ambos han de desarrollar en sí mismos la parte masculina o femenina respectivamente de su humanidad para alcanzar su imagen completa. En el “ser para” de uno y del otro propio del amor, alcanzan esa unidad de cuerpo y espíritu que les posibilita a ambos desarrollar lo mas genuino de su personalidad. Ordenados pues a complementarse el uno al otro, cada uno aporta al otro la mitad de la existencia y la otra mitad de la visión del mundo. Y cundo se produce la conjunción de lo propio de ambos su amor se hace fecundo en el hijo o en la obra.

La esposa “de la misma manera que redime al hombre de su soledad, también le arrastra espiritualmente más allá del límite de la persona. Conociendo la presencia de lo femenino se ve claro el elemento anónimo que hay en toda gran creación”[24] Aparece aquí el tema de la actividad de la mujer al lado del hombre que siendo muchas veces anónima, se realiza bajo es aspecto de la cooperación y contribución.

La mejor ilustración de la cooperación esponsal de la mujer al lado del hombre la encontramos en María, la mujer por excelencia, a quien Dios pidió su colaboración y contribución en la Obra más grande de todos los tiempos que es la Redención de la humanidad. No quiso, aún pudiendo, llevarla acabo sin la cooperación de su criatura concretada en el si de una mujer. Por ello podemos hablar de la maternidad esponsal de María. María como dirá repetidas veces el P. J. Kentenich, fue Madre de Cristo, pero también su Compañera y Colaboradora permanente en toda la Obra de la Redención. En el fondo toda esposa del hombre esta llama da a ser un reflejo de la Esposa de Cristo.

3.2.3.3 La mujer madre

La tendencia maternal en la mujer, nos habla de donación total de si y de todos los rasgos ya mencionados de acogida incondicional y cuidado de toda vida, amor gratuito, entrega personal hasta el sacrificio de la propia vida para que el hijo viva, intimidad con el otro. Se puede decir que la madre no tiene vida propia, su vida es la del hijo, su vida esta ya ligada para siempre a él. “Ser madre, sentirse maternal, quiere decir inclinarse amorosamente hacia los desvalidos y estar dispuesta a ayudar a todo lo pequeño y débil que hay en la tierra”[25] Efectivamente cuando una mujer tiene un hijo, sea de su carne y sangre o sea un hijo espiritual, ya nunca deja de ser madre porque el hijo “con su nacimiento no sólo desgarra el seno de la madre, desgarra también su corazón, lo ensancha y lo abre para todo lo pequeño y débil”.[26] ”Todo lo que pertenece a la jurisdicción del amor, la bondad, la compasión, el cuidado y la protección, o sea lo realmente escondido y casi siempre traicionado en el mundo”[27] es dominio de la madre. Hoy, cuando lo único que cuenta es el hombre de éxito, el que consiguió un posición brillante, el que todos admiran o envidian, el que ocupo un puesto relevante, se necesitan mujeres maternales que pongan de relieve la dignidad de la persona por el simple hecho de serlo y que sepan abrazar al indigente, al que fracasó, al que aparentemente no hizo nada en la vida o la frustró, al que nadie mira ni tendrá nunca en cuenta. “Cuando sobre toda mujer maternal cae un rayo de la felicidad y dignidad materna de María, también cae sobre ella un rayo de la corona de la `Madre de Misericordia´”[28] Por ello mas que nunca hoy podemos decir que la mujer no puede ni debe renunciar a su maternidad, porque sino el mundo acabará convirtiéndose en una guarida de hombres desalmados.

Siempre habrá en la mujer una tensión entre darse y reservarse, manifestarse y velar su interioridad y el misterio de su corazón. Si no cultiva uno de sus polos repercutirá negativamente en el otro. La virginidad sin maternidad hace que la personalidad femenina sea fría y distante, sin la calidez de la entrega personal y la riqueza del servicio cercano a la vida. Pero la maternidad sin virginidad tiende a ahogar la vida que sirve. Se hace posesiva, obsesiva, no permitiendo el crecimiento de la originalidad por falta de respeto. No ayuda a que surja lo noble y sublime que hay en el ser humano[29] y a la larga se convierte en egoísmo seductor. Quiere al otro para sí mismo, no para que el otro crezca y llegue a ser lo que esta llamado a ser.

4. La realización de la mujer

El P. José Kentenich enseñaba que toda mujer ha de experimentarse como toda alma, toda entrega y toda pureza. Los tres términos están estrechamente relacionados con las características citadas en el apartado anterior acerca de la esencia de la feminidad.

4.1 Toda alma

Todo lo que hace la mujer quiere y debe tener alma. Por ello la mujer tiene una tarea especial en la vida diaria y en cualquiera de los ambientes en donde transcurra su vida. En ellos ha de realizar su “vocación de ser alma, entrega que espiritualice la carne y encarne el espíritu”[30] a imagen de María, en quien se halla la garantía de toda la grandeza femenina. Con esto quiero decir que en la dualidad cuerpo-alma presente en el ser humano, la mujer necesita experimentarse mas como alma que como cuerpo. Esto no significa de ningún modo que se niegue o se desprecie el cuerpo. Se trata de una acentuación.

Las funciones del alma son animar, integrar y espiritualizar. La mujer se siente llamada a realizar estas funciones con respecto a las personas y el ámbito que la rodea. Existen tres dimensiones en las que la mujer necesita sentirse alma: en sí misma, en lo que hace y en el ambiente en el que se halla inmersa.

En cuanto a la experiencia de sí misma la mujer necesita ser recibida, aceptada y amada como persona. En el campo de la sexualidad, por ejemplo, la mujer siente rechazo cuando se da cuenta que el hombre la busca mas como cuerpo que por su persona, No quiere aparecer como un simple cuerpo animal atractivo solo para el instinto Esto justifica el pudor si el ambiente o la educación no lo han destruido, pues se da cuenta que la desnudez total desde el inicio de una relación, no permite la expresión del la dimensión personal y espiritual del amor.

En relación a lo que hace, la mujer necesita dejar en todo o que hace un timbre personal. Ella tiende a poner “alma” en todo lo que hace, su personalidad. Así su forma de decorar su casa, la forma de vestir, de arreglarse, sus gestos, todo en ella tiende a transmitir su alma, su forma de ser. En el varón pueden se meras formas convencionales, en la mujer no.

Lo personal también tiene que ver con la orientación de la mujer a la persona. La mujer esta interesada por lo concreto y personal. No le atrae tanto lo abstracto e impersonal. No le satisface entregarse a una idea, por muy válida y hermosa que sea. Busca siempre el vincularse a la persona portadora de la idea o proyecto. Por ella puede hacer propia la tarea y entusiasmarse con ella.

La mujer busca ser centro de unión, de integración, crear un ambiente de familia, donde primen las relaciones personales y no las funcionales. En otras palabras busca crear hogar, un ambiente cálido donde cada cual se sienta acogido, aceptado y amado por sí mismo y pueda desarrollar sus originalidad y potencialidades.

Cuando la mujer no quiere ser alma o bien se limita a ser solo cuerpo para esclavizar al hombre por medio de la sexualidad, o puede tornarse fría, dominante, competitiva, obviando lo personal o se torna ambas cosas a la vez. Este tipo de mujer se convierte en fuente de desunión, de conflictos, rivalidades, celos, y degradación.

4.2 Toda entrega

El P.J. Kentenich hacía hincapié en que en el ser humano existe un impulso a darse a un tú personal. Él lo ponía en referencia a la imagen divina que todo hombre lleva en sí. En la vida trinitaria todo se orienta a lo personal, porque la Sma. Trinidad esta constituida de un modo eminentemente social. De aquí le viene al hombre su disposición social y a crear vínculos entre las personas. En la mujer hay una acentuación mayor de este rasgo social que le hace experimentarse más que el varón como “toda entrega”. Ello es necesario tenerlo muy en cuenta hoy cuando nuestras sociedades sufren tanto por carencia de verdaderos contactos personales.[31] Aquí tiene enorme trascendencia la presencia de la mujer para sanar una cultura en donde prima la función, lo utilitario, lo que se hace más que lo que se es.

Para que la entrega de la mujer llene los anhelos más profundos de su alma ha de ser: personal, íntegra, receptiva, obsequiosa, oblativa y fiel.[32]

Personal: la entrega de la mujer esta orientada en primer lugar a las personas, antes que a una obra o causa, como ya he dicho. Si la mujer no logra vivir en una comunión de corazones, su vida se le puede acabar transformando en un pequeño infierno.

Integral: en sus relaciones íntimas la mujer no puede entregar una parte de sí, se entrega toda por entero. Su entrega nunca es episódica o parcial. La mujer experimenta en forma mucho más profunda e íntima los misterios del amor. Sabe que el amor consiste en vaciarse y olvidarse de sí misma para darse a un tú. Por ello cuando se rompen las relaciones de pareja en las que se ha entregado por completo, siempre queda mas dañada la mujer que el varón.

Receptiva: junto al anhelo de entregarse esta el de ser recibida y aceptada. Pero muchas veces la mujer no experimenta esta aceptación lo que constituye una gran tragedia para ella y una fuente de mucho sufrimiento y conflictos. Cuantas mujeres se encuentran con que su amor ha sido despreciado y traicionado. Esa herida a veces no se cierra nunca.

Obsequiosa: ya he mencionado el deseo de regalarse de la mujer y de agradar. La mujer tiende a darse a sí misma de una forma más absoluta y total que el hombre.

Oblativa: la mujer tiende a entregarse al servicio de un tú aún cundo ello le reporte sufrimiento, privación o sacrificio. La mujer puede llegar a sufrir mucho por quien ama y de una forma callada y oculta. La maduración psicológica supone pasar de un amor egoísta que solo busca recibir a una actitud de generoso desprendimiento de sí mismo que siempre conlleva la oblatividad. Esto es igualmente válido y necesario para el hombre La sociedades consumistas, hedonistas y superficiales adolecen en gran medida de estas actitudes de servicio, renuncia y abnegación. El aporte de la mujer para la revalorización de estas actitudes es por tanto fundamental.

Fiel: la tendencia a lo personal explica otro de los rasgos propios de la feminidad: la fidelidad. Siendo la entrega de la mujer más integral y afectiva tiende también a ser más fiel. La fidelidad es aquel rasgo del amor auténtico que busca permanecer joven y creativo, superando la prueba del tiempo. Además para la mujer es mucho más evidente que para el varón que la entrega esponsal es exclusiva Hoy en día la fidelidad tampoco es un valor en alza porque tampoco los valores femeninos lo están. La mujer busca la inmediata revancha a sus frustraciones afectivas precisamente porque su forma de entrega ha perdido en gran parte las cualidades que acabamos de mencionar.

4.3 Toda pureza

Es necesario clarificar este concepto sacándolo del exclusivo ámbito de la sexualidad.

Hablamos de algo puro cuando conserva sus cualidades originales y de algo impuro cundo se ha modificado o falsificado. La pureza en el ser humano consiste en conservar la huella de su Creador, siendo aquello que desde un primer momento Él determino que fuera. La impureza fundamental procede del pecado original que distorsionó lo que Dios quería que fuese el hombre. Ser puro es transparentar en el propio ser la huella o la imagen impresa en él por Dios.

El desorden del pecado original se manifiesta especialmente en tres campos: el sensualismo, el orgullo y el egoísmo.[33]

La degradación del concepto de pureza que tiene que ver con la carencia hoy en día de la nostalgia de Dios, se debe en gran parte porque la mujer es la primera que ya no valora ni entiende la pureza. Dios puso en el corazón de la mujer una especial orientación a la pureza, y cuando la mujer no se ha dejado llevar por el desenfreno de lo instintivo ofuscando la huella divina en ella, atrae a lo que esta mas allá de nosotros, hacia lo que hay de Dios y de María en ella. Por eso Goethe afirmaba que “lo eterno femenino eleva”.

Aquí es necesario hacer una breve mención del tema del pudor por ser un concepto tan deformado y tan rechazado por la mentalidad moderna. Tiene esto que ver en su aspecto simbólico con al “caída del velo” de la mujer que he mencionado anteriormente.

El pudor se puede definir como “el esfuerzo instintivo de la naturaleza por cubrir lo menos noble a fin de proteger y conservar la dignidad de la propia personalidad”.[34] En realidad se trata de una protección de la propia integridad. Es una defensa instintiva de la propia naturaleza frente a los desordenes introducidos en ella por el pecado. El pudor nos da la sensibilidad instintiva para percibir cuando entramos en la órbita del desorden moral. Cuando esta realidad instintiva es asumida en el ámbito de la racionalidad y es educada, llega a ser una virtud. Ella da paso a la delicadeza de conciencia, a la finura de alma y favorece el crecimiento del amor espiritual.[35]

Hoy en día hay una gran incomprensión acerca del significado positivo del pudor. Se educa a las niñas animándolas a vencer el pudor natural que aparece en ellas desde pequeñas para acomodarse a la mentalidad de nuestras sociedades pan-sexualizadas, en las que se ha perdido toda delicadeza. De esta forma se va suprimiendo la capacidad de amar espiritualmente que es encargo especial para la mujer, como ya he dicho más arriba. Se propicia así, que la mujer pierda una de sus cualidades más ricas y una de los elementos de salvaguardia de su dignidad.

La pureza se plantea así, como una conquista y una misión porque la esencia de mujer es ser toda pureza y porque ella debe redimir el concepto de pureza en el hombre y en nuestra cultura.

Estas afirmaciones se basan en algo medular en la naturaleza femenina y es el hecho de que la mujer es un ser extraordinariamente filial. El P. J. Kentenich decía, describiendo lo que él llamaba “el árbol de la grandeza femenina” que su raíz era la filialidad; el tronco su ser de esposa; la copa su maternidad y su fruto el conocimiento intuitivo de la verdad.

Pues bien, el fundamento de una personalidad madura en la mujer es su ser y sentirse hija. En ella es mayor la conciencia de su condición de criatura, se sabe dependiente y orientada a un Tú mayor que ella, por lo que se abre más fácilmente a lo divino acogiendo ese algo de Dios que quiere ser plasmado en su naturaleza. La mujer es de por sí mas religiosa que el hombre y a lo largo de todas las épocas ha sido quien ha conservado las tradiciones religiosas y la que las ha transmitido a loa generaciones siguientes muchas veces en condiciones muy adversas. Piénsese por ejemplo en las abuelas rusas que durante las décadas de comunismo conservaron escondidos en graneros y sótanos los iconos de devoción familiar.

El ser filial significa también el poseer la verdadera libertad de los hijos de Dios. Libre de sí mismo, de la desarmonía, del desorden y las contradicciones que el pecado produce, el hijo se abre sin reservas ni miedo al Padre para poder ser su transparente.

Aquí es necesario recalcar lo fundamental que es para la mujer recuperar el verdadero sentido de la pureza con respecto a sí misma, a las demás mujeres y al hombre. Cuantas frustraciones, angustias e insatisfacciones surgen en lo más profundo de la naturaleza femenina debido a la deformación de la imagen de la mujer que hoy se vende como moderna y progresista. Y cuantos hombres son arrastrados a lo más bajo de sí mismos por mujeres deforman y reprimen los valores mas genuinos de su feminidad. Sigue vigente lo que San Bernardo decía: “El hombre solo es redimido por la mujer redimida”.

5. Como conclusión: Dios encargó a la mujer lo humano, la persona y el amor

El Papa J. Pablo II en “Mulieris Dignitatem”afirma: “La mujer no puede encontrarse a sí misma sino es dándose a los demás”[36] . Al igual que el varón ha sido creada por amor y para amar, pero en ella el orden del amor adquiere una especial intensidad en razón de su feminidad. A ella le ha sido confiado de forma especial el hombre: “la fuerza moral de la mujer, su fuerza espiritual, se une a la conciencia de que Dios le confía de un modo especial al hombre, es decir al ser humano”[37] , “Ella que quizá más aún que el hombre ve al hombre, porque lo ve con el corazón. Lo ve independientemente de los sistemas ideológicos y políticos. Lo ve en su grandeza y sus límites, y trata de acercarse a él y serle de ayuda. De este modo, se realiza en la historia de la humanidad el plan fundamental del Creador”.[38]

Ya he mencionado la unilateralidad de unas culturas marcadas por valores masculinos, donde predomina la utilidad, le eficiencia, la producción, el progreso enorme de la ciencia y de la técnica en detrimento de la sensibilidad por lo humano, lo personal. Unas culturas que a dar la espalda Dios y a la vocación divina del hombre, corren el riesgo de volverse contra el mismo hombre. En ellas es necesario que la mujer, mirándose en María, despliegue el enorme potencial de su feminidad poniendo en primer lugar siembre a la persona, salvaguardando su dignidad, creando vínculos estables y cálidos que permitan el desarrollo de la riqueza original de cada uno, animando y espiritualizando todo los procesos humanos de forma que se constituyan en caminos de descubrimiento del Dios de la vida. Su aportación se torna indispensable en un mundo en el que la diferencia entre ricos y pobres se agranda, donde los fundamentalismos religiosos se han convertido en una amenaza para la convivencia pacífica de los pueblos, donde los intereses económicos priman sobre cualquier otros en la vida privada y pública, donde la familia es cada vez más vulnerable (en el primer mundo) generándose enormes problemas de desarraigo, adicciones y violencia en las nuevas generaciones. Por todo ello es urgente que la mujer no deje pasar su hora y manifieste ese “genio”suyo que asegura en toda circunstancia la sensibilidad por el hombre, por el hecho de que es ser humano[39] .

Termino con unas palabras recientes de un mariólogo actual: “La pregunta no es: la mujer ¿si o no? El verdadero dilema es: ¿Eva o María? Lo femenino irrumpe irresistible. La opción es entre una feminidad mariana o una feminidad a lo Eva, `evática´. El principio cristológico de san Ireneo, `lo que no es asumido no es redimido´, precisa ahora de una aplicación mariológica. Tenemos que asumir el clamor por una feminidad del mundo y de la Iglesia desde María, de lo contrario, ese reclamo no será redimido. Esa fuerza se transformará en un desmadre cultural de feminismo evático” [40]

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Mercedes Soto Falcó



[1] Ap. 12, 1

[2] JOSEPH RATZINGER: “María, Iglesia naciente”. Edit. Encuentro. Madrid 2006

[3] Idem

[4] JUAN PABLO II: “Mulieris Dignitatem”, nº 11

[5] P. ÁNGEL L. STRADA: “María y nosotros”Edit. Claretiana. Buenos Aires 1981

[6] P.JAIME FERNANDEZ:”Mujer, ¿Quién eres?”. Departamento de Pastoral Familiar, Arquidiócesis de Santiago de Chile. Julio 1996

[7] Idem.

[8] Idem

[9] Idem

[10] JOSEPH RATZINGER: “Mujer, Iglesia naciente”. Edit. Encuentro. Madrid 2006

[11] OSCAR ALZAMORA REVOREDO: Artículo: “Ideología de Género: sus peligros y alcance” en “Lexicón”. Edit. Palabra, Madrid 2004

[12] JUTTA BURGGRAF: Artículo “Género” en “Lexicón” Edit. Palabra, Madrid 2004

[13] JOSEPH RATZINGER: “Mujer, Iglesia naciente”Edit. Encuentro. Madrid 2006

[14] P.HERNAN ALESSANDRI: “La formación de la mujer en el final del siglo XX”. Carisma nº8 Edit. Patris. Santiago de Chile 1987

[15] P.JAIME FERNANDEZ: “Mujer, ¿Cuál es tu misión?”

[16] J.Pablo II:”Carta a las mujeres” nº 9 y 10

[17] HNA. PILAR DEL CAMPO. “Propuesta para la mujer del siglo XXI”

[18] Idem

[19] P. JAIME FERNANDEZ: “Mujer, ¿Quién eres?”. Departamento de Pastoral Familiar, Santiago de Chile

[20] HNA. M. DEL PILAR DEL CAMPO: “Propuesta para la mujer del siglo XXI”

[21] GERTRUD VONLE FORT: “La Mujer eterna”Ediciones Rialp. Madrid 1965

[22] GERTRUD VON LE FORT: “La Mujer eterna”. Edic.Rialp. Madrid 1965

[23] JUAN PABLO II: “Carta a las mujeres”, nº 7

[24] GERTRUD VON LE FORT: “La Mujer eterna”. Edic. Rialp. Madrid 1965

[25] Idem

[26] Idem.

[27] Idem

[28] Idem

[29] PADRE JAIME FERNANDEZ: “Mujer ¿Quién eres?”Departmento de Pastoral Familiar. Santiago de Chile.

[30] PUEBLA:299

[31] P.JAIME FERNANDEZ. “Mujer, ¿Quién eres?”Departmento de Pastoral Familiar. Santiago de Chile

[32] Idem

[33] Idem

[34] P. JOSÉ Kentenich

[35] Idem

[36] J. PABLO II: “Mulieris dignitatem” nº 30

[37] Idem

[38] J.PABLO II: “Carta a las mujeres”, Nº 12

[39] J.PABLO II: “Mulieris Dignitatem” nº 30

[40] P. JOAQUIN ALLIENDE LUCO: Ponencia: “María Educadora de discipulos y misioneros” Congreso Teológico-Pastoral Mariano. Méjico 2006



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