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Genio de España: José Manuel Rodríguez Delgado

por Jesús Romero Samper"

Una aproximación biográfica a un paradigma para los científicos en España

José Manuel Rodríguez Delgado nació en Ronda (Málaga) el 8 de agosto de 1915. Movido por su incipiente y temprano interés por la Medicina, se trasladaría a Madrid para cursar estudios universitarios, llegando a ser profesor adjunto de Fisiología. Poco después sería contratado como investigador por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde comienza a trabajar en el área de la Neurobiología. Durante el curso 1935/36 ayudó a Severo Ochoa a preparar sus oposiciones a la Cátedra de Fisiología de Santiago de Compostela [1] . Conocedor de su creciente prestigio, en 1950 el profesor John F. Fulton, de la Universidad de Yale (Estados Unidos), le invita a colaborar con él. Permanecería en Yale más de veinte años, llegando a conseguir, en 1966, la Cátedra de Fisiología y la dirección del laboratorio de Neurobiología. Fruto de sus investigaciones con gibones y chimpancés sería una prolija producción que merecería el aplauso de la comunidad científica internacional. En 1969 vió la luz su libro más conocido, “Control físico de la mente. Hacia una sociedad psicocivilizada”: traducido a varios idiomas y reeditado en varias ocasiones [2] .

Es precisamente en esa obra donde Rodríguez Delgado confiesa el interés suscitado por la figura del más eminente de nuestros neurólogos: “Desde el comienzo de mis estudios en la Facultad de Medicina de Madrid, he admirado la figura del histólogo español don Santiago Ramón y Cajal y he sentido la inspiración de sus concepciones del Sistema Nervioso Central, de sus reglas y consejos sobre la investigación científica y de sus ideas filosóficas acerca de la vida y la muerte”.

En 1972 el Dr. Rodríguez Delgado vuelve a Madrid, donde ocupará la Cátedra de Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma. [3] En breve sería nombrado Director de Investigación del Instituto Ramón y Cajal, hospital en el que se agruparían un prestigioso grupo de investigadores que, años antes, habían emigrado a América. Es en el ámbito de esa “nueva escuela” donde puede considerársele, sin ambages, uno de los creadores de la nueva Neurofisiología. En el Instituto Cajal será cuando su trabajo le lleve a trascender los límites biológicos de la ciencia, acercándose a otra realidad: la de la sociología y la filosofía. Sus investigaciones se centrarían en la fisiología cerebral y la conducta: comunicación del cerebro a través de la piel, retrorradioestimulación automática, actividad unitaria en animales y hombres.

Entre las características más meritorias de su trabajo destaca la creación de sus propios métodos experimentales. Fue pionero en la implantación de electrodos y quemitrodos en el cerebro, con el objeto de estimular eléctrica o químicamente específicas zonas del sistema nervioso central, y demostrar así su repercusión en la conducta social del individuo. Demostraría como determinados estímulos podían provocar conductas previsibles y que el miedo, la memoria, el placer, la ansiedad, la agresividad, el dolor o las fobias podían ser inducidos o modificados por estimulaciones eléctricas en el cerebro, lo que se han denominado “marcapasos cerebrales”. De reseñable aplicación terapéutica fueron sus investigaciones en el tratamiento del dolor, así como en el de epilépticos y afectados por perturbaciones neurológicas. En los años sesenta desarrolló el “Estimociver”: un aparato que posibilitaba la estimulación y el registro del cerebro por control remoto mediante diferentes canales. Sus estudios más recientes han logrado establecer comunicaciones directas entre el cerebro y el ordenador.

Ha ejercido también su docencia en la Universidad de Rosario (Argentina) y en la de Santo Tomás (Filipinas). Dirige, además, el centro de Estudios Neurobiológicos y el departamento de investigación de “LBE Pharma” de Madrid. Autor de más de quinientas publicaciones científicas y seis libros, la obra del Dr. José Manuel Rodríguez Delgado ha sido reconocida internacionalmente. En 1952 recibió el premio Santiago Ramón y Cajal. En 1963 fue nombrado miembro de la junta rectora de la Fundación Guggenheim. En 1964 es nombrado académico de la Real Academia de Ciencias. En 1974 la Sociedad de Biología Psiquiátrica le concedió la “Gold Medal”. Un año después recibió el premio Rodríguez Pascual. En febrero de 1988 fue nombrado “Hijo Predilecto de Andalucía”. Y en marzo de 1996 “Hijo Predilecto de la Provincia de Málaga”. Es miembro de la “New York Academy of Sciences” y de la “European Brain and Behaviour Society”. Propuesto varias veces para el premio Nobel de Medicina, quizá el reconocimiento más emotivo del que ha sido objeto el doctor Rodríguez Delgado ha sido poner su nombre a uno de los Institutos de la ciudad que le vio nacer: Ronda. Actualmente, con 91 años, reside en Estados Unidos.

El grueso de sus investigaciones ha sido financiado por instituciones norteamericanas, sin olvidar el apoyo recibido por el CSIC: Guggenheim Foundation, Foundations’ Fund for Research in Psychiatry, United States Public Health Service, Office of Naval Research, United States Air Force 6571st Aeromedical Research Laboratory, Neuro Research Foundation. Internacional sería también el grupo de investigadores que reunió en Yale: Lembit Allikmets (Estonia), Humberto Bracchitta (Chile), Ronald Bradley (Ingleterra), Francis de Feudis (EE.UU.), Taiji Hanai (Japón), Victor Johnston (Inglaterra), Diego Mir (España), Rodney Plotnik (EE.UU.), María Luisa Rivera (España), Chico Vas (India), Jan Wallace (EE.UU.).

Entre sus libros, además del citado “Control físico de la mente”, cabe mencionar: “Cómo descubrir y utilizar los secretos de la mente” (Ed. Temas de Hoy), “La mente del niño: cómo se forma y cómo hay que educarla” (Ed. Aguilar). Infatigable conferenciante sobre las emociones humanas (felicidad, placer, agresividad,…) desarrolla una importante labor divulgativa en la conciliación del humanismo y la ciencia. Y es que para el Dr. Rodríguez Delgado le ética científica es primordial: “Hay una gran responsabilidad social en estas investigaciones, puesto que sus consecuencias ideológicas y morales alcanzarán a toda la humanidad”.

Una novedosa y prometedora vía de investigación

El primer investigador que implantaría electrodos en el cerebro (diencéfalo) de animales no anestesiados (concretamente en gatos) fue el alemán W. R. Hess en 1932: finos alambres que eran estimulados eléctricamente. Hess lograría provocar efectos motores y reacciones bien emotivas. Entre 1954 y 1961 Rodríguez Delgado, Olds, Milner y Sheer perfeccionarían tanto la técnica (materiales y precisión quirúrgica) como los objetivos concretos (alcance de determinadas áreas del cerebro). Los resultados de estos autores iban más allá de los obtenidos por Hess (provocar reacciones): la estimulación eléctrica era capaz de controlar fenómenos psicológicos. Una innovación reseñable fue el aislamiento de los electrodos (de oro, platino o acero inoxidable y con un espesor de 0,1-0,2 mm) con teflón: lo que posibilitaba dejarlos instalados por tiempo indefinido en el cerebro. Cada electrodo penetraba, buscando determinadas zonas, una cierta profundidad en el cerebro. Un enchufe múltiple terminal posibilitaba distintos contactos: cada uno de los cuales permitía “acceder” a una determinada profundidad cerebral. Los experimentos realizados con miles de animales demostrarían que la implantación no es peligrosa, no perturba las funciones normales, apenas destruye neuronas ni causa grandes hemorragias: no hay, en fin, daños cerebrales. Algunos de los chimpancés con que experimentó Rodríguez Delgado llegaron a tener implantados hasta cien electrodos durante más de cuatro años. Y no sólo se ensayó con monos (también gibones y rhesus: Figs.1 y 3), sino con especies muy diversas: ratas, gallos, gallos, delfines, gatos y toros bravos. Un elenco, previo a la implantación en seres humanos, en busca de similares características electroquímicas en la conducción neuronal.

Ahora bien, ¿por qué estudiar la electroestimulación en seres humanos, implantando electrodos en sus cerebros? Desde el punto de vista científico y con todo el rigor ético, es la aplicación terapéutica la que, desde entonces y hasta nuestros días, está ofreciendo la respuesta en el tratamiento de diversas dolencias: epilepsia, esquizofrenia, Parkinson,… Más adelante volveremos sobre las aplicaciones médicas derivadas del control eléctrico del cerebro. El extenso protocolo de ensayos realizados por Rodríguez Delgado, a lo largo de años y con diferentes especies, antes de abordar la estimulación del cerebro humano es buena prueba de su buen criterio científico. En su obra recopilatoria, el autor se extiende sobre las consideraciones éticas.

El cerebro humano es susceptible de padecer traumatismos, tumores o enfermedades: siendo necesaria su exploración. Pero la exploración al descubierto no está exenta de limitaciones: debe evitarse una prolongación excesiva de la operación, evitando así posibles traumas térmicos, mecánicos o químicos. Limitaciones que pueden subsanarse mediante la implantación de electrodos, como propusieron varios neurocirujanos [4] . La experiencia clínica ha venido a confirmar los riesgos mínimos y la utilidad de la implantación de electrodos en el hombre con fines diagnósticos y terapéuticos (epilepsia, movimientos involuntarios, dolor intratable, neurosis de angustia, etc.). Una de las ventajas más reseñables del empleo de electrodos es que permite exploraciones sin límite de tiempo. El equipo de Rodríguez Delgado desarrolló una novedosa diagnosis [5] para establecer las correlaciones psicofisiológicas: al tiempo que se registraba la actividad eléctrica de ocho zonas cerebrales, el médico conversaba durante una hora con el paciente, anotando la conducta observada. A lo largo de la entrevista se estimulaba el punto elegido durante cinco segundos, con intervalos de tres minutos: procedimiento que, a efectos de obtener validez estadística, se repetía varias ves.

Notable avance supuso la introducción de “estimoceptores”: pequeños instrumentos capaces de enviar y recibir por radio mensajes electrónicos, comunicando el cerebro del paciente con aparatos de laboratorio. De forma que resultaba factible controlar los parámetros de excitación en varios canales, así como el registro telemétrico de la actividad eléctrica de varias zonas cerebrales. Pronto obtendría Rodríguez Delgado los primeros éxitos con los “estimoceptores”, concretamente en epilépticos:

1.                   Para instrumentar al paciente bastaba con conectar el estimoceptor a los terminales situados en su cabeza.

2.                   La exploración no alteraba el comportamiento individual o social espontáneo del individuo.

3.                   Quedaba el paciente bajo una continua (día y noche) vigilancia médica.

4.                   Al realizarse el seguimiento dentro del hospital, se evitaban alteraciones debidas a la ansiedad o la tensión.

5.                   No existía riesgo de arrancar los electrodos cerebrales, puesto que no hay cables de conexión.

6.                   Una estimulación cerebral programada confería interés terapéutico.

Años sesenta: avanzaba el Dr. Rodríguez Delgado como, en el futuro, el estimoceptor enlazaría cerebros con computadoras. En 1969 se comprobaría con chimpancés que podía establecerse una comunicación directa entre el cerebro y el computador, sin intervención de los órganos sensoriales normales. Ese mismo año Rodríguez Delgado desarrollaría un diminuto estimulador subcutáneo de varios canales, con electrodos terminales para ser implantados en el cerebro. La implantación subcutánea de estos microestimuladores evitaba que el sujeto pudiera romperlos accidentalmente (p.ej.: cuando los monos se “despiojan”), reduciendo asimismo el riesgo de infecciones.

Se comenzó a demostrar como la estimulación eléctrica del cerebro podía controlar diversas funciones fisiológicas. El corazón, por ejemplo, podía pararse durante unos cuatro latidos, retardarse o acelerarse. Estimulando el sistema límbico podía modificarse el ritmo respiratorio, la secreción y las motilidades gástricas, el diámetro de la pupila.

Penfield y Jasper [6] dedujeron que la estimulación de la zona motora suplementaria (próxima a la corteza motora principal) podía: 1) inducir graduales cambios de postura; 2) movimientos de carácter fásico (p.ej.: taconeo en el suelo); 3) movimientos incordinádos (p.ej.: activar extremidades paralizadas). Pero la estimulación de distintas áreas del cerebro puede provocar otras muy variadas respuestas, como -por ejemplo- las vocalizaciones y el habla.

Angustia, miedo, violencia

Diversos estados afectivos pueden ser englobados bajo el término de “angustia”: miedo, temor, pánico, terror. Pero, sin duda, entre sus manifestaciones más complejas se encuentra la angustia irracional: fobias y obsesiones compulsivas. Estas últimas no suelen responder a los tratamientos terapéuticos tradicionales. Si bien Walter [7] obtuvo un 85 % de recuperaciones sociales entre un grupo de sesenta enfermos con angustias y obsesiones, cuando les aplicó electrocoagulaciones de pequeñas zonas del lóbulo frontal. Ahora bien, ¿puede la electroestimulación aliviar estas dolencias? Rodríguez Delgado refiere el caso de una paciente del Dr. Ervin, cuyos intensísimos ataques de angustia le habían llevado a intentar suicidarse varias veces, fueraparte [8] de una depresión crónica: “Era posible controlar el nivel de su angustia simplemente moviendo el mando del estimulador” [9]. Comenta Rodríguez Delgado [10] : “Es sorprendente que tanto la ciencia como la literatura hayan prestado mucha más atención al sufrimiento que a la felicidad”. En Psicología el dolor ocupa un lugar preferente frente al placer, algo lógico si de lo que se trata es de aliviar el primero. Así, muchas de las primeras investigaciones (años cincuenta y sesenta) con estimulación iban enfocadas a localizar los focos cerebrales del dolor, aunque para ello hubiera de incrementarse el umbral de sufrimiento de los pacientes. Inducciones en la zona del tálamo conseguían provocar un miedo atroz. Si se estimulaba el pállidium se provocaba angustia, inquietud y una sensación de calor en el pecho [11] . La estimulación del núcleo amigdalino provocaba rabia y miedo [12] , hasta el punto que un paciente exclamó: “No se qué me pasa, me sentía como un animal”. Si el miedo es una interpretación cerebral de la realidad, del hecho de poder provocarlo eléctricamente se infería que dependía de la activación de determinadas áreas cerebrales (tálamo, núcleo amigdalino,…): lo que auguraba prometedores avances en el tratamiento de estas disfunciones psicológicas.

Ciertas psicopatologías pueden llegar a desencadenar comportamientos agresivos en extremo, tan violentos como los manifestados por una paciente del Dr. Rodríguez Delgado [13] : una joven de veinte años con imprevisibles ataques de rabia que, reiteradamente, la llevaban a agredir con arma blanca al más próximo. Le fue implantado un estimoceptor para seguir, telemétricamente, su actividad cerebral. Radioestimulaciones de la amígdala derecha desencadenaban actitudes agresivas, aunque la paciente estuviese relajada. Bien: se localizó el punto exacto de la amígdala responsable de este comportamiento violento, se destruyó por electrocoagulación y la joven quedó recuperada. King [14] refiere un caso similar, el de una mujer que sufría depresión y alienación con espontáneos ataques de ira. Nuevamente el foco se localizó en la amígdala. Cuando se la estimulaba con 5 miliamperios se manifestaba agresiva, aun consciente de su potencial agresividad: “¡Por favor, no me deje hacerlo!... ¡No quiero portarme mal!... Sí, quiero pegar a algo. Quiero agarrar cualquier cosa y romperla”. Cuando King bajaba la estimulación a 4 miliamperios: la paciente se tranquilizaba y excusaba.

Estimulación eléctrica: inducciones e inhibiciones

Diversos estudios [15] demostraron que la estimulación eléctrica de determinadas áreas cerebrales inducía sensaciones placenteras en pacientes afectados por depresión, esquizofrenia, narcolepsia y Parkinson. Rodríguez Delgado y su equipo [16] afrontaron el estudio de la electroestimulación en tres enfermos afectados por epilepsia psicomotora. En todos los casos los pacientes manifestaron una agradable sensación de placidez, mostrándose más comunicativos y amistosos (de 6 a 53 expresiones), e incrementando sus expresiones verbales (de 17 a 88 palabras).

Sin embargo, la estimulación eléctrica puede provocar una serie de fenómenos inesperados, no controlables y no deseados, como son: ilusiones (visuales, auditivas, laberínticas, falsos recuerdos, sensación de alejamiento o irrealidad); emociones (soledad, miedo, tristeza); alucinaciones (recuerdos vivos o sueños complejísimos); estereotipias (pensamientos insistentes que se aglomeran en la mente). Distorsiones entre las que la más común es el falso recuerdo: sorpresa, interrupción de la conversación con el médico, inmediata comunicación de que acaba de suceder algo extraordinario, de haber percibido una experiencia espontánea. La causalidad neuronal de estas manifestaciones no puede establecerse con claridad, dada el escaso conocimiento que tenemos de las actividades cerebrales. Pensemos, por ejemplo, en lo absurdo de muchos de nuestros sueños nocturnos. Una hipótesis de peso es aquella que postula que una modificación química o eléctrica de la fisiología neuronal puede interferir en la interpretación de la realidad, algo que sucede tanto en las descargas epilépticas como en la estimulación eléctrica.

Los estímulos eléctricos han permitido, asimismo, inducir tres tipos de respuestas inhibidoras: 1) el sueño; 2) la inhibición general, que afecta a todo el cuerpo; 3) la inhibición específica, que afecta a determinados comportamientos (agresividad, apetito,… ). En 1969 Rodríguez Delgado aventuraba que, tras una fase experimental, sería posible tratar el insomnio crónico. Sus investigaciones con monos demostraron que, tras treinta segundos de estimulación de la zona septal, era posible inducir el sueño. Otros autores [17] han inducido el sueño en personas, sin que perdieran la conciencia, así como espontáneos despertares.

Por lo que se refiere a la inhibición de la agresividad, Rodríguez Delgado experimentó satisfactoriamente con gatos, monos rhesus, macacos o chimpancés, pero quizás su ensayo más espectacular fue, en colaboración con el Dr. Francisco Castejón Calderón [18] , con toros bravos en 1963. Tanto que merecería un artículo en “New York Times” (17 de mayo de 1965) [19] . Los toros de lidia constituyen una raza seleccionada, durante generaciones, para aumentar su comportamiento agresivo: un excelente modelo de ensayo. La radioestimulación de diferentes áreas cerebrales provocaría reacciones similares a las observadas en otros animales: giros de cabeza, flexiones de las patas, giros en círculo, vocalizaciones (hasta cien mugidos). Pero el resultado más llamativo fue el detener bruscamente la embestida del toro, inhibiendo toda hostilidad.

La inhición del sentimiento de maternidad también fue estudiada por Rodríguez Delgado, concretamente con macacos. La radioestimulación del mesencéfalo de una madre, no sólo provocaba agresividad y autolesiones, sino la desaparición de todo instinto maternal hacia la cría. Sin embargo, la cría no quedaba abandonada: otra ♀ la acogía de inmediato. De lo que resultan una serie de evidentes conclusiones: 1) el instinto maternal es innato en las ♀♀; 2) ese instinto puede ser reprimido; 3) el conocimiento de los exactos puntos cerebrales en los que radica la inhibición del mismo, podría ofrecer excepcionales terapéuticas.

Otras reseñables inhiciones de posible aplicación al hombre, ya demostradas con animales, incluyen la del dolor [20] : mediante la estimulación de las zonas “placenteras” (zona septal).

Otras aplicaciones médicas

En el diagnóstico y tratamiento de determinadas enfermedades cerebrales, como la epilepsia psicomotora, resulta decisivo el empleo de electrodos intracerebrales [21] . Esta epilepsia es generada por descargas anormales generadas en una zona del lóbulo temporal, que debe ser extirpado: para ello es preciso una localización exacta.

También sirven los electrodos profundos para localizar la extensión de tumores intracraneales. A la hora de comprobar la excitabilidad local, durante una intervención neuroquirúrgica, la estimulación eléctrica es de gran ayuda si no se quieren destruir zonas a respetar. Por ejemplo, en el tratamiento quirúrgico del Parkinson, hay que congelar el tejido cerebral en el pálido o en el tálamo óptico, zonas muy próximas a las vías motoras que atraviesan la cápsula interna: si accidentalmente se destruyeran estas, se podría causar una parálisis contralateral.

El paso de una corriente continua por los electrodos implantados permite electrogoagular la zona afectada, como se ha demostrado en el tratamiento de movimientos involuntarios, dolor intratable, epilepsia focal, ansiedad, miedo, obsesiones compulsivas y agresividad. Ya mencionamos como la estimulación eléctrica también se ha usado con éxito en el tratamiento de pacientes esquizofrénicos. Rodríguez Delgado apuntaba que, incluso, estos procedimientos podrían emplearse en el tratamiento de la anorexia nerviosa, mediante la estimulación de los centros del apetito (en el hipotálamo lateral).

Aunque aún en fase embrionaria, son de mencionar las primeras investigaciones encaminadas a tratar la ceguera [22] y la sordera [23] . Los prometedores avances conseguidos por Brindley, Lewin, Campo y otros, en los años sesenta, auguran la consecución de refinadas terapias.

Y un decálogo sobre la felicidad

A la par el doctor Rodríguez Delgado ha dedicado toda su vida a la investigación práctica, a las posibilidades diagnósticas y terapéuticas de la electroestimulación cerebral, abriendo vías de estudio a nuevas generaciones de neurofisiólogos, ha recalado en la reflexión sobre la fenomenología de algunas de las sensaciones humanas: el dolor (sensu lato), la angustia, el miedo,… la felicidad. Preocupación, que no tendencia, muy común entre los investigadores: cuanto más profundizamos en el conocimiento, más conscientes somos de lo poco que sabemos. Las posibilidades que ofrecen la selección y el control inteligente de los determinantes del comportamiento no están exentas de controversias éticas, médicas ni jurídicas; precisamente el libro referencial de Rodríguez Delgado [24] concluye proponiendo un plan en torno a la educación, la reorientación del talento, la investigación científica o la comunicación.

En un reciente encuentro organizado por la Fundación Humanismo y Ciencia, el Dr. José Manuel Rodríguez Delgado disertó sobre el sentido de la felicidad [25] . En su ponencia resumió en diez puntos cómo entendía él la felicidad. Es de considerar que Rodríguez Delgado ha ido trascendiendo, como comentábamos, de la Biología aplicada a la interpretación psicológica del fenómeno; deteniéndose, particularmente, en el desarrollo cognitivo de los niños. A modo de conclusión y -permítaseme la expresión- “poniendo los pies en la tierra”, por su interés transcribimos textualmente esos diez puntos.

1. El primero es que la felicidad es un bien personal. Es mi felicidad, no hay fórmula mágica para conseguirla, pero existen conocimientos y entrenamientos para encontrarla y aumentarla. Este es precisamente el objetivo de lo que estamos haciendo aquí.

2. ¿Dónde está la felicidad? Yo creo que ni en el estómago, ni el corazón ni en la sexualidad. Está en el cerebro. ¡Hombre!, si te hacen una comida muy buena, te hinchas la barriga y lo pasas muy bien, pero esto es una sensación, no la felicidad. Si tienes una chica a tu lado te puede dar placer, pero tampoco te da felicidad. La felicidad es una cosa mucho más compleja y para ser feliz, claro, hay que conocer los mecanismos fisiológicos, elementales, materiales, que nos permiten ser felices, si; pero sabiendo que hay algo que es la interpretación de lo que estamos recibiendo.

3. Muy importante. El cerebro infantil se estructura por determinismo genético. Desde luego, pero está influido por las recepciones sensoriales de la cultura y ambos elementos, el genético y las percepciones sensoriales, son totalmente indispensables. Vamos a ver, tú piensa un poco en ti mismo, tú que me estás escuchando. Piensa en tus creencias, en tus prejuicios: ¿te gustan los negros o blancos, o los amarillos?, o… en los amores, ¿estás enamorado o decepcionado?; en las hostilidades. ¡Ah, caramba!, todo esto se inculca en los cerebros infantiles, pero fíjate que tremendo, que la “inculcación” se realiza sin su conocimiento. ¿Cómo va a saber un niño de cinco o seis meses?, no conoce, y sin su consentimiento, ¿va a consentir el niño que aprenda inglés, francés o alemán? Pues claro que no. Así es que por la “inculcación” infantil se establece la personalidad de cada uno de nosotros y las reacciones de pensamiento y de acción, lo que supone una tremenda responsabilidad de los padres, de los maestros.

4. La salud, el dinero, el amor, el poder, el prestigio social y otros elementos ayudan, pero no son esenciales para le felicidad, Lo más importante es la educación. Con le educación puedes cambiar el signo de todos estos elementos y, entonces, ser más feliz.

5. Ser más feliz. ¿Sería posible establecer cursos de enseñanza y de apreciación de la felicidad?, ¿sería posible establecer cursos de apreciación de la música? ¡Hombre!, pues claro que sí. Entonces, aprendemos a gozar más de la música de Motzar, o de Beethoven, o de quien sea porque nos han enseñado a preciar la recepción sensorial de esta música. Así es que de una manera parecida, ¿no podrían establecerse cursos de apreciación y enseñanza de la felicidad? Eso es lo que espero y deseo en un próximo futuro, en el siglo XXI. Hay que aprender a ser más felices, ¿cómo? Pues por el ambiente cultural, y de la misma manera que los niños aprenden el alemán, el francés y el inglés, que aprendan a ser un poco más felices. Esto es perfectamente posible y es uno de los propósitos de lo que estamos intentando hacer ahora.

6. Bueno, y ¿cómo? Porque en el cerebro (esto es una teoría que yo defiendo) yo creo que existe algo así como un “psicostato”, una cosa parecida al termostato de nuestra casa, y de igual manera que con el termostato decimos: ¡ah! Yo quiero que mi casa esté a 23 grados, y el termostato la regula, pues ¿no habrá una especie de “psicostato” regulando la sensibilidad de mi propio cerebro, de la interpretación de lo que estoy recibiendo de fuera?

7. Una mayor apreciación de lo bueno y una menor sensibilidad para lo malo. Esto es perfectamente posible y lo que no es aceptable es abandonarse a un determinismo biológico que dice: ¡ah!, ¡pues yo soy así!, ¡pues yo no voy a cambiar! Pues no, tú no eres así… Tú eres educable. Y en esa educación interviene de manera esencial la apreciación de la felicidad. La felicidad yo creo que hay que tomarla con las manos llenas, mientras que la adversidad hay que cogerla con tres dedos, muy poco, para que tengas muy poca adversidad y mucha felicidad.

8. El punto ocho yo creo que es tremendamente importante, porque ¿no es cierto que, en general, estamos manipulados por nuestro medio ambiente? ¿Manipulados? Pues si señor, por nuestros hijos, por nuestras mujeres, por nuestros maridos, por nuestros amigos, por la universidad… todo nos manipula y entonces está quitando el elemento responsable de por qué hacemos lo que estamos haciendo. Yo digo: no aceptes la manipulación del exterior. Elige tu propio camino, el de máxima felicidad y entonces te vas a sentir mucho mejor y esto es algo que puedes aprender en los cursos de felicidad.

9. Punto nueve, y ya casi último, es que la felicidad no se consigue ni con drogas, ni con respuestas instintivas, sino con la satisfacción emocional e intelectual de la obra realizada. Esto ¿qué es? ¡Hombre!, muy fácil; tú tienes una chica estupenda y el instinto te dice que te acuestes con ella y que lo vas a pasar bomba; pues ¡eso es verdad!, pero falta algo, falta la relación espiritual con ese ser humano, entonces eso te va a dar placer, si; felicidad, no. De manera que tenemos que enseñar y aprender a ser más felices, más sensitivos, rechazando el goce instintivo elemental y abrazando el goce de las cosas más bonitas de la vida: el arte, la música, las buenas compañías, la conversación, que nos proporcionan la felicidad.

10. Diez y último. La felicidad, creo yo, requiere el goce del momento presente (yo ahora estoy gozando el momento presente, muy bien) más la conjunción entre los recuerdos buenos del pasado y las perspectivas del futuro. ¿Por qué interpreto yo las cosas de una manera bonita? Porque coincide con mis recuerdos del pasado; cuando yo era niño, cuando yo estaba en sitios diferentes, lo estaba pasando muy bien. Así es que conjunción entre los tres elementos: el momento presente, el recuerdo del pasado y esperar algo maravilloso del futuro. Así esperamos que todos vosotros que e estáis oyendo podáis alcanzar un mayor grado de felicidad.

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Jesús Romero Samper



[1] Gómez-Santos, M., 1994. Severo Ochoa. La emoción de descubrir. Ed. Pirámide. Madrid. 325 pp.

[2] Rodríguez Delgado, J. M., 1983. Control físico de la mente. Hacia una sociedad psicocivilizada. Espasa-Calpe. Madrid. 320 pp.

[3] En el otoño de 1968, el entonces ministro de Educación y Ciencia, Villar Palasí se lanza al proyecto de crear la Universidad Autónoma de Madrid. Entre las figuras que se quieren reintegrar a España figuraban, además: Severo Ochoa, Grande Covián o Blas Carrera.

[4] Bickford, R. C., Petersen, M. C., Dodge, H. W. & Sem-Jacobsen, C. W., 1953. Observations on depth stimulation of the human brain through implanted electrographic leads. Proc. Mayo Clin., 28: 181-187.

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-Heath, R. G., 1954. Studies in Schizophrenia. A multidisciplinary Approach to Mind-Brain Relationships. Cambridge, Harvard Univ. Press, 619 pp.

[5] Delgado, J.M.R, Mark, V., Sweet, W., Edwin, F., Weiss, G., Bach-Y-Rita, G. & Hagiwara, R., 1968. Intracerebral radio stimulation and recording in completely free patients. J. nerv. Ment. Dis., 147: 329-340.

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-Mahl, G.F., Rothenberg, A., Delgado, J.M.R. & Hamlin, H., 1964. Psychological responses in the human to intracerebral electric stimulation. Psychosom. Med., 26: 337-368.

[6] Penfield, W. & Jasper, H., 1954. Epilepsy and the Functional Anatomy of the Human Brain. Boston. Little Brown. 896 pp.

[7] Walter, W.G., 1966. Ponente en Brain Stimulation in Behaving Subjects. Neurosciences Research Program Workshop.

 

[8] Fueraparte ≈ Furthermore (“además”).

[9] Ervin, F., 1966. Ponente en Brain Stimulation in Behaving Subjects. Neurosciences Research Program Workshop.

 

[10] Rodríguez Delgado, J. M., 1983. Control físico de la mente. Hacia una sociedad psicocivilizada. Espasa-Calpe. Madrid. 320 pp.

 

[11] Jung, R. & Hassler, R., 1960. The extrapyramidal motor system. En: Handbook of Physiology, sección I: Neurophysiology, vol. II. J. Field H. W. Magoun & V. E. Hall (eds.). Baltimore, Md., Williams & Wilkins. 863-927 pp.

[12] Heath, R. G., Monroe, R. R. & Mickle, W., 1955. Stimulation of the amygdaloid nucleus in a schizophrenic patient. Amer. J. Psychiat., 111: 862-863.

 

[13] Delgado, J. M. R., Mark, V., Sweet, W., Erwin, F., Weiss, G., Bach-Y-Rita, G. & Hagiwara, R., 1968. Intracerebral radio stimulation and recording in completely free patients. J. nerv. Ment. Dis., 147: 329-340.

 

[14] King, H. E., 1961. Psychological effects of excitation in the limbic system. En: Electrical Stimulation of the Brain. D. E. Sheer (ed.). Austin, Univ. Texas Press. 477-486 pp.

[15] Bishop, M. P., Elder, S. T. & Heath, R. G., 1963. Intracranial self-stimulation in man. Science, 140: 394-196.

- Heath, R. G., 1954. Studies in Schizophrenia. A multidisciplinary Approach to Mind-Brain Relationships. Cambridge, Harvard Univ. Press, 619 pp.

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16] Delgado, J. M. R., 1960. Emotional behavior in animals and humans. Psychiat. Res. Rep., 12: 259-271.

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[25] www.fun-humanismo-ciencia.es



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