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Gilbert K. Chesterton, el apóstol de los pequeños

por José Luis Orella

Gilbert K. Chesterton fue uno de los más famosos y polémicos escritores ingleses de este siglo. Este periodista inglés nació en el seno de una familia pudiente de mentalidad liberal y protestante. Sin embargo, su búsqueda de la verdad le llevó a ser después del cardenal Newman uno de los casos más llamativos de conversión al catolicismo en la Inglaterra victoriana

Nacido el 29 de mayo de 1874 en el barrio londinense de Kensington, en una familia de corredores de fincas. A los cinco años nació su hermano Cecil, con quien discutiría de temas intelectuales. Ya en la escuela demuestra su interés por la polémica y forma parte de un club de debate. De joven, su padre le hace inscribirse en Bellas Artes, es más fácil que el joven Gilbert viva del dibujo, que de escritor. Pero desde 1895, Gilbert abandona el dibujo y decide dedicarse a escribir para una pequeña editorial.

Con ingresos mínimos se enamora de Frances, una anglocatólica de pobres recursos, menuda y tímida, con la cual iniciará un largo noviazgo que les llevará al matrimonio en 1901. Como era natural, a Gilbert se le perdió la corbata, perdieron luego el tren y finalmente llegaron tarde al hotel donde les esperaban para la luna de miel. Sin embargo, por una malformación de ella nunca tuvieron relaciones sexuales lo que les unió más en una simbiosis platónica castigada por la ausencia de descendencia. Sin embargo, su hogar siempre estuvo lleno de los chiquillos de sus vecinos, a los que escuchaba sus cosas y consideraba como personas mayores al pedirles su opinión sobre sus obras literarias. La cercanía de este gigante de dos metros y ciento veinte kilos con los niños, le ayudaba a mantener su descomunal inocencia y mostrar su preferencia por aquellos pequeños, únicos en entender un mundo sin egoísmos y ambiciones. Con aquellos niños empezó a entender que era ser apóstol de los pequeños. También su casa se convirtió en lugar de reunión de escritores y periodistas, donde siempre encontraban cerveza y salchichas. Después, Gilbert recorría las tabernas vecinas y polemizaba aficionado al borgoña y al jerez. Sin embargo, de su excesivo trabajo, acompañado de la bebida le llevó a tener problemas cardiacos.

El nacimiento del Chesterbelloc

Gilbert K. Chesterton, con un físico de niño grande, cara ancha, descomunal físico y maneras de sabio despistado fue un gran literato en la lengua inglesa con Un hombre llamado jueves, Las historias del P. Brown, La esfera y la cruz, La balada del caballo blanco, Magia, Ortodoxia, San Francisco de Asís, Santo Tomás de Aquino y otras más. No obstante, no pasará a la historia únicamente por su labor literaria, al haberse cruzado en su camino un escritor anglofrancés de firme carácter católico, Hilarie Belloc. Belloc era un defensor a ultranza de la justicia social frente al liberalismo capitalista y al socialismo marxista. En 1906, había salido diputado por el distrito de South Salford por el Partido Liberal. Sin embargo, en el parlamento se desencantó del sistema parlamentario al comprobar la intensa corrupción con los fondos electorales y el sostenimiento de una oligarquía política que monopolizaba el parlamento, impidiendo que la sociedad tuviese una verdadera representación. No obstante, sus protestas le ocasionaron la marginación del partido. En 1910 todavía pudo mantener el escaño en calidad de independiente, pero renunció a él por no considerar al sistema parlamentario representativo de la sociedad.

De forma paralela a su vida política, Belloc había desarrollado su obra literaria con novelas como Mr. Clutterbuck`s Election, Pongo and the Bull? Y Verses and Sonnets también se hizo celebre por sus biografías históricas dedicadas a Danton, Robespierre y María Antonieta. Pero sus ensayos fueron los que le dieron su justa fama, Averil, The Path to Rome y especialmente The Servile State y de The Party System, este último en colaboración con Cecil Chesterton. El éxito de sus escritos causó que Belloc junto a los hermanos Chesterton se decidiesen por la aparición de un periódico, The Eye Witness, del que fue su primer director, Hilaire Belloc. Después, Cecil Chesterton le sustituyó al frente, pero la quiebra del medio, obligó a la aparición con una nueva cabecera, The New Witness. Sin embargo, la Primera Guerra Mundial señaló con fuerza la vida de Belloc por la pérdida de su amigo Cecil y de su hijo mayor Luis en el campo de batalla.

No obstante, la muerte de Cecil causó un mayor compromiso político de su hermano Gilbert, el novelista, quien fue el nuevo director, del periódico que volvió a quebrar, para reaparecer como G.K`s Weekly. Desde sus líneas se defendió un catolicismo social comprometido contra la corrupción y la explotación de una oligarquía victoriana sobre la sociedad británica y donde difundieron teorías inspiradas en las ideas que León XIII había desarrollado en la Encíclica Rerum Novarum.

Estas ideas que fomentaban la formación de una sociedad orgánica como mejor sistema para evitar las desigualdades sociales fue conocido en Inglaterra como distribucionalismo. Del mismo modo, en que Cecil se había convertido al catolicismo, Gilbert aceptó la Fe romana en julio de 1922, ya que había llegado al convencimiento de que las diferentes formas anglicanas eran pálidos reflejos de la verdadera Iglesia encabezada por el Papa. El P. O´Connor, factor de su conversión, era un sacerdote irlandés, con el cual tuvo sus polémicas y una antigua amistad, sirviéndole el clérigo de inspiración para su personaje literario el P. Brown.

La conversión de Gilbert K. Chesterton fue tomada como la máxima provocación del escritor. Pero el descubrimiento de las raíces católicas de Inglaterra le había llevado a añorar aquella sociedad, desaparecida después de su apostasía. En El Napoleón de Notting Hill había defendido la permanencia de la identidad de las naciones frente al imperialismo. G.K. Chesterton creía que la nacionalidad era un producto del alma y de la voluntad humana, en definitiva un producto espiritual y no un determinismo social. De esta forma una nación grande podía ser una unidad coherente de partes pequeñas, por ser una unidad psicológica. Idea semejante a la desarrollada por el intelectual corporativista español Víctor Pradera en sus debates contra el nacionalismo vasco de carácter racista. La lectura de El Napoleón de Notting Hill decidirá a Michel Collins luchar por la libertad de Irlanda frente al imperio británico. Pero incluso el propio Chesterton, que fue un periodista crítico y contracorriente al defender el nacionalismo inglés en contra del imperialismo victoriano dominante, le llevó a posicionarse a favor de los böers en la guerra sudafricana en 1898 y de los fascistas italianos en su toma de Abisinia en 1936. En este caso, por la abolición de la esclavitud y la difusión del evangelio en el viejo imperio etíope. Su difícil postura intentaba diferenciar al sano patriotismo identitario, del imperialismo uniformizador y cosmopolita.

La Sociedad de la Tierra Media

Pero la lucha principal de la liga distribucionista, que presidía Gilbert K. Chesterton, fue contra el parlamentarismo, al que acusaba de representar a la plutocracia política que dirigía el país. Para el célebre autor las elecciones no tenían importancia al no variar substancialmente la política. Los resultados producían alternancias del poder entre miembros de una elite política entrelazada en intereses comunes, pero que no representaban los de la sociedad. Fueron Hilarie Belloc y Cecil Chesterton quienes primero escribieron con su obra The Party System, cuya tesis era ésta, que no existía en la realidad partidos políticos, sino un sistema. El sistema era de rotación en torno a un grupo social formado por los políticos más destacados de los principales partidos. Por tanto, se decía que se mantenía candente un conflicto ficticio que beneficiaba a una elite política concreta.

En cambio, el corporativismo sería la solución, porque representaría más fielmente los intereses de la sociedad real. Chesterton creía que esta forma política se había dado ya en la historia con éxito en la Edad Media y había que readaptarla a la época contemporánea. El organicismo natural de la sociedad se había perdido definitivamente con la aparición del protestantismo. Al ser la Iglesia católica la inspiradora de esa tercera alternativa al liberalismo capitalista y al socialismo estatista. El catolicismo social ayudó a divulgar un sistema alternativo más humano que dignificaba a la persona y planteaba la sustitución integral del capitalismo salvaje y de su respuesta, el socialismo totalitario.

En Inglaterra, Belloc y los Chesterton habían planteado como solución al industrialismo desenfrenado, el comunismo, el laborismo, el esnobismo internacionalista y la germanización, el distribucionalismo, que era deudor del neotomismo, Charles Maurras y León XIII. Esta doctrina fue vaga pero influenció considerablemente en el socialismo guildista de G.D.H. Cole -hay que anotar que Cecil Chesterton perteneció a la ejecutiva fabiana de Bernard Shaw, con gran influencia moral en el laborismo-. La solución del distribucionalismo estaba en un retorno a la Edad Media con sus pequeñas propiedades, comercios y descentralización, con un Estado meramente coordinador que dejaría las iniciativas a la sociedad. La iniciativa la tendrían las agrupaciones autónomas profesionales o gremios y no el Estado. Un modelo identificable de esta sociedad sería la comunidad de la tierra media, descrita en El Señor de los anillos, la obra de J.R.R. Tolkien, simpatizante del distribucionalismo.

El distribucionalismo pretendía una sociedad de pequeños propietarios agrarios, comerciantes y artesanos, que viviesen de manera armónica en sus gremios y asociaciones, permitiendo a la persona vivir en una sociedad humanizada, sin grandes diferencias sociales. Una comunidad social organizada, donde la persona no estuviese aislada de sus congéneres, al libre arbitrio de la libertad de mercado del capitalismo, o del totalitarismo estatista propugnado por el socialismo. Pequeñas comunidades ciudadanas, donde la persona tuviese lo necesario para su dignidad y fuese responsable de sus actos. En el mundo industrial, los trabajadores debían ser copropietarios de la empresa, como en una cooperativa, responsabilizándose del buen gobierno de ella. Un mundo más humano, sin pobres y sin ricos, donde se dignificaba al pequeño ciudadano anónimo.

Esta visión de un mundo mejor tuvo su repercusión fuera de las fronteras de Inglaterra. La reivindicación de un corporativismo social nostálgico del medievo estrechó las relaciones entre intelectuales ingleses y españoles. Ramiro de Maeztu, el escritor de la Hispanidad, de madre inglesa, y que había leído a Cole y a Belloc, ayudó a contactar con ellos para colaborar en la revista de pensamiento Acción Española. Entre los principales intelectuales ingleses que escribieron fueron Lord Howard of Penrith y Sir Charles Petrie de la International Royalist. A este último, Acción Española le publicó su libro Monarquía, laudatoria de esta forma de gobierno y en la que decía que el Estado feudal era esencialmente un Estado corporativo en el que se valoraba los derechos sociales de la persona.

En definitiva, Gilbert K. Chesterton, aparte de su contribución al mundo de la literatura, también sirvió para dar una visión atractiva de cómo debía ser una sociedad que respetase los principios cristianos y la dignidad de la persona humana. El literato que murió el 14 de junio de 1936, supo ser apóstol de los pequeños; de los hijos de sus amigos y vecinos que encontraron un cálido hogar en su casa; del patriotismo sincero a la nación materna, conformada por múltiples comunidades con sus propias personalidades; y, finalmente, reivindicador de una sociedad de pequeños propietarios, que en el campo o en la ciudad, tuviesen lo suficiente para vivir como personas y una fuerte relación comunitaria, ya que el hombre, como ser social, necesita de sus semejantes para santificarse y construir su camino hacia al Cielo. Chesterton sólo quiso dar a conocer el mejor sistema que ayudase a los hombres a ganarse el Cielo.

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José Luis Orella



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