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Irán no es un ejemplo de moralidad «civilizada»

por Ángel Expósito Correa

Las organizaciones femeninas denuncian la alta tasa de suicidios entre las esposas niñas. Pero todo es inútil. Si es ciertamente legítimo criticar los pecados de Occidente (los auténticos, no los inventados por las leyendas negras de vario follaje), quien considere (ya sean conservadores cabreados ya sean giliprogres) que la moral de Irán es más “civilizada” que la nuestra debería plantearse qué entiende por moral y si no sería mejor (re)descubrir las propias raíces cristianas, fuente sublime de auténtica moralidad.

Mientras en Occidente (y en especial en España) se sigue negando la realidad del drama de la homosexualidad (una enfermedad que genera todo tipo de patologías físicas y sobre todo psicológicas, pero de la cual se puede curar [1]) mediante la reivindicación obsesiva de supuestos «derechos» como el «matrimonio», el «derecho» a la adopción o las uniones civiles, uno de los «aliados civilizados» de Zapatero y Zerolo, esto es, Irán, acaba de dictar unas medidas contra los homosexuales que, tengo para mí, dará algún que otro quebradero de cabeza a los giliprogres de la Moncloa y aledaños.

En efecto, el Consejo de los Guardianes – una especie de Corte constitucional iraní – ha solicitado sea aplicada la ley que prevé los azotes, la cárcel y, en caso de reincidencia, la pena de muerte para los homosexuales.

Algunos asqueados por las imágenes del Europride de Madrid pueden verse tentados a dar por buenas tales medidas, pensando que así a tanto mariconzón (como diría el compañero de Moratinos, Fidel) le pasarán las ganas de enseñar el plumero. Pero no estamos de acuerdo: y no sólo porque nuestra moral católica nos obliga a diferenciar entre pecado y pecador, sino también porque la susodicha moral condena sí la institucionalización de las relaciones gays, pero respeta la persona del homosexual. Además, al margen de lo que acabamos de decir acerca de las obligaciones morales que nos impone nuestra Fe, hay que tener presente que las medidas iraníes se insertan en un contexto donde la moralidad deja muy mucho que desear. Los ayatolás, por ejemplo, siguen encariñados con la práctica chií del «matrimonio temporal» (desconocida en el islam sunní). Esta práctica prevé que quien no ha alcanzado el número coránico de cuatro mujeres puede casarse con una mujer aunque sólo sea por una hora. Si en esa hora tiene relaciones con su “esposa” no viola los preceptos del Corán ni comete pecado. Es de suyo evidente que tal práctica constituye una forma privilegiada para legalizar la prostitución. De aquí surge la controversia entre las instituciones internacionales e Irán sobre el tema. Según estadísticas independientes Irán se sitúa entre los primeros diez países de Asia por número de prostitutas, mientras que para Teherán la prostitución es prácticamente inexistente.

Pero hay más. El Consejo de los Guardianes sigue rechazando cualquier tipo de propuesta para revisar las leyes que autorizan el matrimonio de niñas una vez cumplidos los nueve años. Algunas de las denominadas «feministas islámicas» que luchan contra esta práctica han sido detenidas. Según los manuales médicos internacionales las relaciones con niñas menores de once años son, técnicamente, pedofilia. En Irán es completamente legal, apoyándose para ello en la tradición según la cual el mismo profeta Mahoma se casó con Aisha en muy tierna edad.

Para algunas “feministas islámicas” Aisha tenía dieciséis años, según otras interpretaciones menos. Pero, al margen de las controversias históricas, los ayatolás son muy rigurosos con la letra de la tradición. Las organizaciones femeninas denuncian la alta tasa de suicidios entre las esposas niñas. Pero todo es inútil. Si es ciertamente legítimo criticar los pecados de Occidente (los auténticos, no los inventados por las leyendas negras de vario follaje), quien considere (ya sean conservadores cabreados ya sean giliprogres) que la moral de Irán es más “civilizada” que la nuestra debería plantearse qué entiende por moral y si no sería mejor (re)descubrir las propias raíces, fuente sublime de auténtica moralidad (2).

·- ·-· -······-·
Ángel Expósito Correa

Notas:

(1) http://www.arbil.org/89expo.htm
(2) http://www.cesnur.org/2007/mi_06_19.htm


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