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La libertad social

por Pedro Gaudiano

La realización de la libertad exige que en la sociedad se pueda hacer lo que uno quiere. La libertad social consiste en que los proyectos vitales de una persona, familia o institución puedan concretarse. Se podría definir como la liberación de la miseria, es decir, la liberación de la falta de bienes y recursos económicos, jurídicos, culturales, políticos, afectivos, morales y religiosos: la ignorancia, la pobreza, la falta de propiedad y de trabajo, la opresión política, la falta de protección jurídica, la ausencia de libertades, la depravación y el vicio, la inseguridad, la enfermedad, la soledad, el odio, etc. La miseria es la forma más grave de ausencia de libertad, porque conlleva la falta de bienes necesarios, e incluso imprescindibles, y por lo tanto el dolor y la desgracia.

La realidad no es blanca ni negra, sino gris, a veces con matices más oscuros, a veces con matices más claros. Para comprender mejor en qué consiste la libertad de elección hemos analizado dos posturas extremas, y luego hemos presentado una postura de equilibrio que parece la más verdadera. Este mismo criterio utilizaremos ahora para analizar la libertad social.

Pero antes necesitamos definir los conceptos de “autoridad” y “responsabilidad”, que luego pondremos en relación con la libertad social.

La autoridad es aquella instancia que dirige y coordina distintas libertades individuales para alcanzar un fin o un bien que las personas necesitan pero que por sí solas no serían capaces de alcanzar sin la ayuda de quien manda.

La responsabilidad implica que una persona se haga cargo de lo que realizó en el pasado, pero también implica que asuma las consecuencias de las acciones que va a realizar en el futuro. Yo actúo en forma responsable, pues, si frente a algo que hice doy la cara y digo: “eso lo hice yo”. Pero también actúo en forma responsable si antes de tomar una decisión pre-veo (es decir “veo antes”) las consecuencias que esa decisión puede llegar a tener.

Libertad social por exceso

“Permisivismo”: ? Libertad ? Autoridad

El exceso de libertad social y el consiguiente defecto (o disminución) de responsabilidad y de autoridad puede ser llamado permisivismo o ideología tolerante. Es un modo de pensar y de actuar que hoy predomina en muchos países desarrollados, en especial a partir de 1968.

Esta corriente acepta algunos valores que hoy consideramos irrenunciables: el pluralismo, la diversidad y la tolerancia. Esos valores adoptan la forma de un ideal al que aspirar. Se parte del hecho evidente de que somos distintos y de que tenemos que respetarnos unos a otros tal como somos, con opiniones, estilos de vida y valores diferentes. En Occidente hemos ido aprendiendo –y lo tenemos que seguir haciendo– a respetar y a convivir con quienes no piensan como nosotros. Desde antes de Cristo, y en especial a partir de que Cristo predicó su mensaje, hemos ido creciendo en nuestra sensibilidad hacia la dignidad de la persona y su libertad.

Pero cuando esos valores son absolutizados, entonces caemos en el permisivismo o ideología tolerante, postura que pretende excluir cualquier forma de reproche hacia conductas distintas a las que nosotros practicamos y evitar cualquier signo que pueda ser interpretado como discriminatorio.

Una cosa es respetar el pluralismo, pero otra cosa bien distinta es imponer una tolerancia al precio de la pérdida de todo contenido, porque eso es adoptar ya una actitud intolerante. Los límites de la ideología tolerante aparecen de un modo especial cuando se quiere excluir del juego al que no es tolerante de ese modo.

Libertad social por defecto

“Autoritarismo”: ? Libertad ? Autoridad

El defecto (o disminución) de libertad social y el consiguiente exceso de autoridad puede ser llamado autoritarismo. Es una institucionalización de la actitud paternalista, y lleva consigo un desprecio a la persona ya que la considera incapaz de ser responsable de sí misma.

Desde esta postura se considera que la libertad es menos importante que asegurar que ésta se use bien, para lo cual se necesita una autoridad fuerte encargada de decidir por todos lo que hay que hacer. Se considera que no se puede correr el riesgo de que las personas sean libres porque actuarían mal.

Hay muchos grados de autoritarismo, desde la tiranía, el totalitarismo de cualquier tipo, hasta el simple paternalismo, es decir, tratar a la gente como si fueran menores de edad. Todos ellos temen la libertad, y por lo general se adueñan del poder con la disculpa de que van a tratar no tanto de que los hombres sean buenos, como de evitar que sean malos.

Hoy en día, el autoritarismo más temido se conoce con el término fundamentalismo, un amor radicalizado a la tradición, de inspiración religiosa, que suele apoyarse en una doctrina moral muy estricta; puede tener ramificaciones políticas, porque su intención es reorganizar moral y religiosamente la sociedad. El fundamentalismo: a) encarga a la autoridad religiosa y política la custodia de las verdades morales y sociales contenidas en las creencias tradicionales de una sociedad; b) desconfía de las formas modernas de de libertad y de pluralismo; c) es poco tolerante con el mal moral y por eso d) es poco dialogante y a veces fanático. Libertad social en su justo medio

“Responsabilidad social”: Libertad + Autoridad

Desde la postura del justo medio, se considera que tanto la libertad como la autoridad son necesarias, pero se pone el acento en la responsabilidad social de las personas. Para conseguir un uso responsable de la libertad, el sistema educativo debe transmitir valores morales y no sólo contenidos neutros. Hay una responsabilidad de enseñar a ser libre por parte de los estratos sociales dedicados a la educación: en especial las familias, pero también las escuelas, universidades, medios de comunicación, etc. Porque el hecho de ser libre no garantiza que cada sujeto optimice las posibilidades de su libertad.

Desde el justo medio de la libertad social se promueve no la autoridad despótica sino la autoridad política.

La autoridad despótica es aquella que trata a los inferiores como instrumentos inertes y mecánicos. Es la adecuada para manejar instrumentos técnicos. Así por ejemplo, utilizo autoridad despótica con un martillo o con cualquier otro objeto.

La autoridad política, en cambio, es aquella que trata a los inferiores como a seres libres, capaces de ejercer la inteligencia. Es la adecuada para mandar sobre las personas humanas, sean niños pequeños, empleados, alumnos, hijos, súbditos, clientes, subordinados, etc.

Sobre las personas es mucho más fácil ejercer la autoridad despótica que la política. Por ejemplo, un papá que termina una discusión diciendo: “¡Aquí se hace lo que mando yo, y punto!”. La autoridad política, en cambio, exige el diálogo, la argumentación razonada, la rectificación y mejora de las órdenes; respeta la libertad, apela a la responsabilidad, fomenta el diálogo y busca la persuasión racional y no la imposición autoritaria. Uno de los aprendizajes más difíciles para el hombre es saber ejercer la autoridad política sobre los subordinados, en lugar de utilizar procedimientos despóticos, retirando la confianza a la gente, quitándoles la oportunidad de demostrar lo que valen y pueden.

Si en mi trabajo me tratan con autoridad despótica, marcaré la tarjeta al entrar y al salir, haré mi trabajo, pero no me quedaré ni un minuto más del horario que me corresponde cumplir. En cambio, si me tratan con autoridad política, si me siento parte de un equipo, si existe un buen clima y puedo trabajar a gusto, si se tiene en cuenta mis iniciativas, mis opiniones, si tengo la suficiente confianza como para dar mi punto de vista aunque sea distinto del de mi jefe, sabiendo que me va a escuchar… entonces no sólo cumpliré mi tarea, sino que incluso estaré dispuesto a ir un sábado o un domingo a la oficina para terminar el trabajo que se debe presentar sin falta el lunes. No tendré ningún problema en sacrificar el tiempo de mi merecido descanso, o quizá quitarle horas a mi familia, porque si me siento tratado con autoridad política en mi trabajo, tendré puesta “la camiseta de la empresa”, y aumentará mi creatividad, mi rendimiento y mi motivación.

El mejor modo de que crezca la libertad social es que el que manda sepa ejercer la autoridad política y aliente la libertad y la iniciativa, y que el que obedece acepte las órdenes y las ejecute de modo racional, libre y responsable, haciéndose cargo de las consecuencias de su actuación.

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Pedro Gaudiano

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