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Ayudar a nuestros difuntos

por Alejo Fernández Pérez

Nuestros difuntos nos miran desde arriba, esperando una mínima parte de lo mucho que nos dieron en este mundo; generalmente, acompañado de mucho amor. Amor con amor se paga… y con un poquito más

Pocos tragos hay más amargos en esta vida que el sufrimiento por la muerte de uno de nuestros seres más queridos: hijos, padres, hermanos, esposo o esposa, parientes, amigos,…Son ocasiones en que nos parece que no merece la pena seguir viviendo.

En el dolor, nos quejamos y le reprochamos al Señor ¿Por qué lo has permitido?. También podíamos darles las gracias por el tiempo que lo ha tenido junto a nosotros y recordar el “hágase tu voluntad así en la tierra como …” Mostramos nuestro amor preparándole el mejor de los entierros con muchas flores, un buen panteón, misa con varios curas, esquelas en los periódicos y reunimos a todos sus familiares y amigos para darle el último adiós en este mundo. Todo nos parece poco.

Y Hacemos muy bien en honrar a nuestros difuntos en este mundo, a quienes solemos deber todo o mucho de lo que somos en la tierra. Pero, ¿es esto lo mejor que podemos hacer por él? Ante la muerte, cada civilización o pueblo, tiene sus creencias. Para los cristianos, para los que “creemos que el ser querido sigue viviendo por todo la eternidad “en la otra vida”, esa vida nos obliga a mucho más.

¿ Y qué más deberíamos hacer? Nos hemos gastado un promedio de 2.500 euros en el entierro, una respetable cantidad para la mayoría de las personas. Quizá le digamos una misa mensual durante algunos meses, ¿y después?…después no nos volveremos a acordar de él, de alguien que nos ha mantenido y se ha sacrificado por nosotros durante muchos años. El Católico de verdad cree en la existencia del cielo y del purgatorio. Lo más probable es que el difunto pase por el purgatorio, un duro castigo que puede durar muchos años, medidos en términos terrestres, y que nosotros podríamos acortar con oraciones, misas, limosnas y sacrificios. Entonces, dejémonos de suspiros, lagrimitas, lamentos y “pongamos manos a la obra”

La Santa Misa tiene un valor infinito. ¡Infinito! Sin embargo, por decir una misa los sacerdotes nos piden – si podemos- la ridícula cantidad de ¡6 euros!, cantidad que nos gastamos diariamente en copas y tapas con los amigos ¿Por qué ofrecer por su alma solamente una, dos o diez misas?. ¿ No podemos decir más o no podemos decir menos por nuestro amado difunto? Me inclino a que, si nos diésemos cuenta, no encargaríamos menos de cien misas. Digo bien, cien misas a lo largo de un año, que deberíamos pagar en el menor tiempo posible y no a menos de 10 euros cada una, cantidad accesible para la mayoría de personas de clase media. ¿Cuánto habríamos pagado por mantener a nuestro ser querido vivo aquí abajo?

La sociedad norteamericano se ha formado de abajo a arriba, empezando en el pueblo y terminando en el gobierno; mientras que en la española – y europea- ha sucedido al revés, la sociedad la conforma el estado y termina en el pueblo. La diferencia estriba en una mayor libertad real y riqueza en los primeros que en los segundos. Así seguiremos hasta que los gobiernos españoles dejen la tentación absolutista y dictatorial de querer mangonearlo todo y ser la sal de todos los platos. Buen principio es que en el fútbol el dinero ya lo pone la sociedad y no el Estado. Sigamos con esa multitud de subvenciones a numerosas instituciones deportivas, religiosas, ongs, agrícolas y de todo tipo tan abundantemente engordadas y malgastadas con el dinero de todos. Otra cosa es que se preste cierta ayuda a Instituciones que hoy día trabaja en obras que deberían sufragar el estado

Para la sociedad española se acabó el “momio”. Acostumbrados a que el Estado y la Iglesia resuelvan nuestros problemas, acostumbrados a contribuir con poco o nada de dinero y trabajo a su resolución, el españolito tendrá que empezar a pagarse sus propias y particulares instituciones y crear su propia cultura: deportes, teatro, películas, religiones, sindicatos, partidos políticos… Lo que si deberá hacer el Estado es desgravar las donaciones que se hagan a la mayor parte de esas instituciones y ayudar en muy determinadas circunstancias a otras que de verdad trabajan por el bien común.

Mientras tanto, no se nos olvida que nuestros difuntos nos miran desde arriba, esperando una mínima parte de lo mucho que nos dieron en este mundo; generalmente, acompañado de mucho amor. Amor con amor se paga… y con un poquito más.

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Alejo Fernández Pérez



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