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Claves para entender la España actual: El Asesinato de Carrero

por Pedro Navarro

Está generalmente aceptado el que la Historia es maestra de vida, por lo que no es ninguna novedad el que, para interpretar los acontecimientos actuales, sobre todo aquellos en los que se desconocen, por la causa que fuere, muchos de sus aspectos, es fundamental contar con la luz que arroja la Historia de la nación en la que se producen

Para tratar de interpretar los datos que van emergiendo de los atentados del 11M en Madrid, así como para comprender el por qué de la oscuridad que los rodea, es fundamental la luz que arroja la experiencia de acciones que pueden considerarse similares, al menos en cuanto a su vocación de encaminar los destinos de España en una determinada dirección.

En este sentido, en la España actual, el primero y más trascendente mazazo de derribo fue el asesinato del Presidente del Gobierno, el Almirante D. Luis Carrero Blanco, en diciembre de 1973.

No espere el lector encontrar en este relato datos definitivos o nuevos, pues solo es una recopilación ordenada y valorada de diversos trabajos publicados abiertamente en distintas épocas. Aun así, sin duda, su contenido le sorprenderá y, espero, le hará pensar y sacar conclusiones a la hora de valorar los momentos actuales.

Contexto Político del momento

Empecemos, a continuación, a pasar revista la situación del momento, lo cual nos permitirá conocer a los actores del drama.

El 31 de Julio de 1959 nació la organización separatista, marxista y terrorista ETA ( Euzkadi ta Azkatasuna, País Vasco y Libertad), como una escisión radical de las juventudes del PNV (Partido Nacionalista Vasco) y con fermento clerical (consiliarios de las Juventudes de Acción Católica Rural y algunas instituciones religiosas, como la Universidad de Deusto, regida por los jesuitas, los mismos que siguen cediendo su casa de ejercicios del Santuario Loyola para las conversaciones PSOE (Partido Socialista Obrero Español), PNV y Batasuna-ETA). Entre 1968 y 1973, ETA cometió 9 asesinatos (la primera una niña de año y medio en 1960, luego el GC Pardínes y el inspector Manzanas en 1968), 137 sabotajes (el primero un descarrilamiento de tren en 1961), 4 secuestros y 330 acciones diversas, algo muy lejano de los muchos más de mil asesinatos que llegará a realizar.  El respaldo y apoyo clerical formó parte de la propia infraestructura y logística de ETA.

Ricardo de la Cierva, experto en la masonería y siempre fiel a la Iglesia Católica, al comentar la controvertida lista de la Gran Logia Vaticana, del periodista Carmine Pecorelli, constata “la verosimilitud masónica” de Luigi Dadaglio (Nuncio en España de 1967 a 1980) y de su consejero Monseñor Dante Pasquinelli. Dadaglio ha pasado por ser el artífice de la “revolución” en la Iglesia española. Algún ejemplo más: Pablo VI se empeñó en nombrar al abyecto separatista José María Setién como obispo auxiliar de San Sebastián en 1972.

Por su parte, el “gobierno vasco en el exilio”, que estuvo en Nueva York durante años, y el PNV, habían sobrevivido durante la Segunda Guerra Mundial gracias a la colaboración de muchos de sus hombres con el OSS norteamericano ( Office of Strategic Services), el antecesor de la CIA, cuando España era uno de los potenciales enemigos de los aliados; posteriormente muchos agentes vascoseparatistas trabajaron para la OSS en Hispanoamérica, cuando el enemigo era un comunismo que empezaba a enseñorearse de su “patio trasero”. El Lendakari José Antonio Aguirre y sus hombres extremaron sus convicciones antisoviéticas y pronorteamericanas, echándose en brazos de la CIA y otros servicios de inteligencia a lo largo de más de dos décadas.

Tampoco hay que olvidar al marxismo internacional. En la Conferencia de los partidos comunistas y obreros celebrada en Moscú, en junio de 1969, se dijo: “Al evocar a los héroes de la lucha antifranquista no es posible olvidar la actividad de los obreros, estudiantes e intelectuales del País Vasco, entre los que destacan los comunistas, los católicos progresistas y los militantes nacionalistas de ETA, que al luchar por los derechos nacionales de Euzkadi, lo hacen por la libertad de todos los pueblos de España”.

En diciembre  de 1970 tuvo lugar el Proceso de Burgos, consejo de guerra sumarísimo contra 16 etarras, 2 de ellos sacerdotes, acusados de haber matado o colaborado en el asesinato  del Inspector Melitón Manzanas, el Guardia Civil José Jardines  y el taxista Fermín Monasterio. Se dictaron 9 penas de muerte, las cuales fueron indultadas. Hubo un fuerte movimiento comunista en contra, así como de sectores de la Iglesia, especialmente catalana y vasca (Monasterio de Montserrat, obispos de San Sebastián -Mons. Argaya- y Bilbao -Cirarda-, etc)

En 1968 se firmaba el Tratado de No Proliferación Nuclear por 168 países, pero no por España, quien tenía en marcha un programa de desarrollo de armas nucleares y no quería renunciar unilateralmente a un instrumento de defensa tan disuasorio. Como complemento, al menos dada su posible aplicación al campo militar, desde 1963 funcionaba la Comisión Nacional de Investigación del Espacio (CONIE), la cual lanzó, en 1969 los tres primeros cohetes autóctonos INTA 255.

La Ley de Sucesión de la Jefatura del Estado, de 1947, declaraba que España era un Reino. El 22 de julio de 1969 Juan Carlos fue designado sucesor a título de rey y con el provisional de príncipe de España; al día siguiente se ratificó el nombramiento ante las Cortes con su solemne juramento de guardar y hacer guardar las Leyes Fundamentales del Reino y los Principios del Movimiento Nacional (el 22 de noviembre de 1975 volvería a hacer un juramento similar). En el verano de aquel mismo año Don Juan hizo un pacto dinástico con su hijo para que este accediera al trono. En 1970 murió el Capitán General Muñoz Grandes y al año siguiente el de igual empleo Alonso Vega, quien había conseguido oír de Franco que nombraría a Juan Carlos como sucesor, opción por la que se inclinaba también, abiertamente, Carrero Blanco. En enero de 1971 Juan Carlos visitó los EE.UU., siendo recibido con honores de jefe de estado.

En las décadas de los años sesenta-setenta el crecimiento industrial fue extraordinario, un 160% entre 1963-72; la productividad se duplicó durante el mismo periodo; las exportaciones se multiplicaron por 10; las tasas anuales de crecimiento eran las más altas de Europa y unas de las más altas del mundo; en los años setenta España pasó a ocupar el décimo puesto entre los países más industrializados del mundo (reconocido incluso por Tarradellas; ni comparación con el puesto real de España -que ha liquidado practicamente su industria pesada y su flota pesada- en la actualidad).

A finales de octubre de 1970 visitó España el Presidente Nixon. Según el ubicuo General Vernon A. Walters, el presidente norteamericano tuvo con Carrero Blanco, entonces Vicepresidente del Gobierno, “una de las conversaciones más interesantes de todos sus viajes”. El republicano Nixon era un convencido anticomunista y, aparentemente, un gran amigo de España. En febrero de 1971 volvió Walters a España y se entrevistó con Franco, comunicándole el interés de Nixon  sobre la cuestión de su sucesión y sugiriendo la conveniencia de proclamar rey a Juan Carlos mientras viviera. Walters, en  su libro “Misiones discretas", escribió, en síntesis magistral de Ismael Medina, las respuestas de Franco: el Príncipe de España será el futuro rey y traerá la democracia que ustedes quieren y de la que desconfío; mi legado es la nueva y extensa clase media creada por el régimen y que, con el amparo del Ejército, hará posible una transición pacífica a esa democracia. Curiosamente, Nixon encargó a Walters que entregara su informe en las oficinas del Presidente de EE.UU. y no en las del Secretario de Estado. Walters era un militar con amplios conocimientos sobre Europa y España, católico y que llegaría a ser Director Adjunto de la CIA. Como curiosidad, hay que resaltar que, muy poco tiempo antes, con ocasión del asesinato de Kennedy (el 22 de Noviembre de 1963, en Dallas.), se había podido comprobar que por un lado iba el presidente de Estados Unidos y por otro algunos de sus servicios secretos (por no hablar de otros).

Según escribió literalmente Ricardo de la Cierva: “el embajador de EE. UU. en Madrid era en aquella época una especie de simio llamado Robert Hill, que ante la evidente debilidad española se sentía como un procónsul y a veces se permitía dar órdenes a algunos ministros de España; la estación de la central estratégica CIA en Madrid tenía su cuartel general en el mismo edificio de la embajada, y tengo razones para sospechar que llevaba su propia política  acerca de la transición española, una política que no creo muy acorde con la sugerida por el Presidente Nixon y el General Walters”.

En el otoño de 1973, Nixon, que había osado amenazar a Israel con retirarle su apoyo si no negociaba con los árabes la suerte de los territorios por ella ocupados, estaba acorralado por el cariz  que toma el “escándalo Watergate”, con un proceso judicial público y ante las cámaras de televisión; el 19 de octubre ofreció entregar un resumen con su declaración y, al día siguiente, eliminó la Oficina del fiscal especial, ante lo cual el fiscal general, Elliot Richardson, presentó su dimisión; el 8 de agosto de 1974 el que dimitió fue Nixon. 

El 7 de junio de 1973 Carrero fue nombrado primer Presidente de Gobierno del régimen, cargo asumido por Franco hasta entonces, junto con la Jefatura del Estado; el Generalísimo impuso al Almirante un solo ministro: Arias Navarro en Gobernación.

Arias Navarro, “El Chacal de Málaga” como lo denominaba la oposición izquierdista, venía aureolado por su buena gestión al frente del Ayuntamiento de Madrid. Lo que casi nunca se dice de su vida anterior es que perteneció, con el General Gutiérrez Mellado, al Servicio de Información Militar durante la guerra, desde su condición de jurídico castrense, y que, como varios miembros del mismo, estuvo de alguna forma salpicado por el crimen del Comandante Gabaldón, un guardia civil, también miembro del mismo servicio (Inspector de la Policía Militar de la Primera Región, y encargado del Archivo de Masonería y Comunismo), muerto en más que extrañísimas circunstancias nada más acabada la guerra; un suceso que por entonces se calificó como crimen masónico.

El 6 de octubre de 1973 se desató la Guerra del Ramadán o del Yom Kippur. Durante la misma Carrero se negó a que los norteamericanos utilizaran las bases conjuntas en las operaciones.

En 1973 no había partidos legalizados, y de los ilegales el único digno de mención era el Partido Comunista, ya que el PSOE era inoperativo, lo mismo que el PNV y otros; únicamente los anarquistas también tenían incidencia en la vida del país a través de sus actos terroristas (ver “Atentado terrorista contra Franco”, por Dosydos en Pazdigital, todas las opiniones, http://paz-digital.org/new/content/view/3642/26/).  Los nuevos partidos emergentes, que intuían el lugar que en el futuro podrían tener, estaban siendo financiados con capital de los países aliados (Inglaterra, Francia y, sobre todo, Alemania en el caso del PSOE), a la vez que convenientemente infiltrados; detrás de todo se encontraba la mano de los EE.UU., quienes hubieran  preferido como Presidente a alguien más afín (su catolicismo era una de las mayores barreras para aceptarle) y que diera paso a una mayor “apertura”. Lidia Falcón, una destacada miembro del PCE ha escrito que: “La transición política estaba prevista y pactada … que hubiera continuado con una dictadura en España en los años setenta y tantos era impensable … ni era el proyecto que tenía el Departamento de EE. UU”. Lo mismo dice en esencia Alfredo Grimaldos: el PSOE recreado que surgió, después del atentado de Carrero, del Congreso Suresnes (Francia; en el que se apadrinó a un Isidoro <Felipe González> protegido por el servicio secreto creado por el Almirante) siguió al pie de la letra el guión redactado por el Departamento de Estado norteamericano, con la aquiescencia y la complicidad de Willy Brandt, guión cuyo cumplimiento debía garantizar CIA, y cuya finalidad última consistía en asentar la corona y eliminar la amenaza comunista.

El general Francisco Franco Salgado Araujo, secretario personal de Franco, en un diálogo con éste, anotó el 29 de mayo de 1967: “La obsesión de la CIA es que España tolere, y legalice después, dos partidos, uno de carácter socialista y otro democrático para cumplir el deber de prever el futuro, pues de lo contrario al régimen débil sucederá el caos, y a éste el comunismo. Su Excelencia me dice: <El gobierno está bien informado de estas actividades, que sigue de cerca>” (Juan Garcés: “Soberanos e intervenidos”).

Desde la oposición se miraba con simpatía ETA, realizándose contactos entre dirigentes etarras y de los partidos marxistas en el sur de Francia, “santuario” de ETA bajo la mirada atenta del Gobierno Francés, quien  los acogía como refugiados políticos, los vigilaba y controlaba estrechamente, y  toleraba sus acciones. La colaboración de ETA y el Partido Comunista se verá claramente a continuación.

El Almirante D. Luis Carrero Blanco

De clara visión estratégica, Francisco Franco lo captó pronto para su Cuartel General antes de que acabara la guerra; posteriormente, durante la Segunda Guerra Mundial, un informe suyo decantó definitivamente la balanza hacia la no entrada en la misma. Veamos algunos sus pensamientos en aquellos años para hacernos idea de su forma de ser y entender España:

“Para mi ser católico es más importante que ser Presidente del Gobierno” (carta al Cardenal Tarancón en 1973).

“España tiene cuatro adversarios: el comunismo …;  la masonería, que la quiere anticatólica y dócil instrumento de la nación que tenga el máximo predicamento en la secta; el capitalismo …; y , por último, la necedad de un gran sector de sus clases elevadas, que inconscientemente son manejadazas por los enemigos de España y que son incapaces de cumplir ni siquiera lo mínimo a que están obligadas por los título y nombres que ostentan, que es ser patriotas y dar buen ejemplo a los demás” (1946)

“La masonería ataca al régimen español porque quiere en España un sistema demoliberal … Con concesiones poco meditadas, es evidente –para mí tan claro como la luz del sol- que de una monarquía tradicional, católica, social y representativa, pasaríamos en rápida pendiente a una monarquía liberal, a una república socialista y de esta a una república comunista, es decir, caeríamos en breve plazo en lo que estuvimos a punto de caer en 1939” (Notas a sus ministros, pocos días antes de ser asesinado).

“Hay que ser más exigentes con Estados Unidos, más tenaces con la Comunidad Económica Europea, y pragmáticos con el tema de La Roca” (según J. I. San Martín en “Apuntes de un condenado).

“La ayuda  recibida por los Ejércitos Españoles como compensación por los Acuerdos no llega al mínimo imprescindible” (Conferencia en la Escuela de Guerra Naval en 1962).

 “Los partidos políticos están mediatizados por las centrales políticas de otros países; vamos, por las internacionales de los partidos, y eso condiciona mucho las circunstancias políticas” (testimonio de su hijo Luis).

“La democracia liberal es inviable para España por sus anteriores fracasos históricos” (ABC, abril de 1970, con el seudónimo “Ginés de Buitrago”).

“Calma, calma, todavía hay que esperar … Se hará cuando el príncipe sea rey, pero con cuidado, con mucho cuidado, pues los enemigos de siempre podrían aprovechar cualquier resquicio en el sistema para introducirse en él y destrozarlo”  (contestación a López Rodó y Torcuato Fernández Miranda, que porfiaban de la necesidad  de una apertura del régimen ).

Carrero,  dentro de su catolicismo, patriotismo y lealtad a Franco, era absolutamente juancarlista  (el Almirante había entregado al Príncipe de España una carta de dimisión sin fecha tras ser nombrado presidente del Gobierno) y estaba enfrentado a La Falange (incluso por graves cuestiones personales) e ideologías similares.

“Los analistas norteamericanos consideraban a Carrero un gris reaccionario amargado, más franquista que Franco; los informes de inteligencia que escribían sobre él, su entorno y su actitud política no dibujaban a Carrero solo como un personaje antiamericano, ultracatólico, feroz antimasón, anclado en el pasado, sino que lo pintaban más bien como un estorbo para el desarrollo de los intereses norteamericanos en España y para la modernización  de nuestro país … Una de las características negativas que llaman especialmente la atención  de los norteamericanos es su condición de  <católico devoto y practicante>, que explica su oposición a  otorgar libertad religiosa a los que no son católicos, y su rechazo a los líderes de la Iglesia liberal que desean la separación entre la Iglesia y el régimen de Franco” (Eduardo Martín Pozuelo, La Vanguardia, 24-VIII-2005).

El telegrama confidencial nº 700, de enero de 1971, enviado por la embajada de EE. UU en Madrid a su Secretaría de Estado decía: “El mejor resultado que puede surgir … sería que Carrero Blanco desaparezca de escena, con posible sustitución por el General Díez Alegría o Castañón (Alfredo Grimaldos en “La CIA en España”)

 

Los Prolegómenos del Atentado

Según el famoso y bien documentado periodista Ismael Medina, basándose en sus conocimientos y en lo que escribió Rafael Calvo Serer ("¿Hacia la III República Española? En defensa de la Monarquía democrática". Ed. Plaza Janés), los partidarios de la ruptura con el Régimen y  su solución de una Monarquía encarnada en Juan Carlos, de los que era principal fuerza la autodenominada “Junta Democrática” (la cual contaba con el apoyo encubierto de don Juan de Borbón y Battenberg, en pugna con su hijo), consideraban a Carrero Blanco un obstáculo a remover. En este contexto, Medina dice textualmente que: “los impulsores del atentado contra el Presidente del Gobierno fueron doce políticos, algunos miembros de la Junta Democrática, reunidos en un chalé de Aravaca; uno de éstos trasladó la iniciativa al grupo comunista que preparaba el atentado de la calle del Correo (el cual se cometió después del magnicidio); de allí, a través de un joven militante de la Liga Revolucionaria Comunista, se pasó el recado a ETA”.

Los investigadores de El País y Ricardo de la Cierva dicen (en base a sus pesquisas, las de la policía tras la detención de Eva Forest después del atentado de la Calle Correo -en 1974, 13 muertos- y los posteriores testimonios esta) que ETA y el Partido Comunista (PC) montaron una red de apoyo a los separatistas vascos en Madrid, la cual estuvo operativa en 1972. El elemento clave fue el matrimonio comunista Sastre-Forest, aunque luego el “aparato” del PC haya dicho que ya no pertenecían al partido.

La escritora, de familia anarquista, Genoveva (Eva)  Forest Tarrat (por otros alias: Vitia, la tupamara, la rubia y la tetas) había viajado a Cuba en 1966, y su  marido en 1972 (ese año registró las policía su casa). Eva estableció en la isla la conexión internacional que enlazaría con el “Comité de solidaridad con Euskadi”, creado por ella a raíz  del Proceso de Burgos. El contacto con la KGB es descrito por ella como “un argelino”. En aquel comité de solidaridad participaron gran número de “intelectuales, miembros del PC y personas próximas a “Cuadernos para el diálogo”; gran parte de los cuales formaron la red de apoyo a ETA.

En abril de 1972 el poco conocido escritor y dramaturgo Alfonso Sastre Alemany recibió en su casa de la calle Virgen del Vall nº 19, de Madrid, junto con su mujer Eva, a dos etarras (uno de ellos José Miguel Beñarán Ordeñana, alias Argala y el flaco). El enlace previo se hizo a través de un jesuita vasco hermano del etarra encargado del contacto; el sacerdote utilizó a otro que era comunista, el también jesuita “Padre Llanos” (José María de Llanos). La especialista norteamericana Claire Sterling, en “La red del terror”, confirmó los contactos, desde 1971, de ETA e IRA a través de un enlace de la KGB en Argelia.

Argala, bilbaíno, era de una familia “del movimiento” y sus inclinaciones políticas eran por él, hasta que se incorporó, con 17 años, a la “Legión de María”, donde un sacerdote le reconvirtió en separatista, marxista y etarra. Parece ser que Argala captó una primera información, en Vascongadas, de un militante de la Liga Comunista Revolucionaria vinculado a ETA, por lo que se decidió ir a Madrid, junto con Ignacio Pérez Beotegui Wilson e inglés, jefe de los “comandos” operativos, a comprobarla.

En casa de los Sastre-Forest se comentó a los etarras por primera vez, por un intelectual amigo del matrimonio, las peculiaridades de las costumbres de Carrero. Y, en septiembre de 1972, cuando Argala recibió de la Forest la información  más trascendente sobre Carrero (ir el “día 14 octubre, a la cafetería Hotel Mindanao, a las 12,00”),  el etarra estaba viviendo su casa, mientras Iñaqui Wilson lo hacía en la de otra comunista, la actriz de María Paz Ballesteros. Argala acudió al hotel acompañado de Wilson. Un hombre de unos 30 a 35 años, alto, moreno, elegante, con traje gris oscuro, gafas y una cartera, sin decir una palabra, sacó un sobre cerrado y se lo dio a Argala, y, tras darle la mano, se fue; dentro había una cuartilla escrita a mano y con mayúsculas que decía “el almirante Carrero Blanco va todos los días a la misa  que a las 9 de la mañana se celebra en la iglesia de San Francisco de Borja, sita en la calle de Serrano, frente a la embajada de los EE. UU., con poca escolta”. Posteriormente ambos comprobaron que el mismo entraba en la iglesia con un solo escolta (por entonces solo le acompañaba su conductor y ese escolta) y Argala comulgó detrás de él; a aquella misa también asistió el ministro Gregorio López Bravo; en alguna otra ocasión asistieron a aquellas misas disfrazados de curas; la rubia también se turnó en la labor de vigilancia de las costumbres del Almirante. Según Manuel Cerdán (El Mundo) los archivos policiales de la época indican que el mensajero era una persona vinculada a la “Platajunta” y próxima a la Forest; para la mayoría “oficialista” se trataba de alguien relacionado con la televisión, aunque pudo se un agente secreto. Así mismo la tupamara  se había comprometido a facilitar alojamiento seguro al resto de los terroristas que vinieran a Madrid.

El mismo Wilson, al ser detenido en 1975 en Barcelona, por la delación del “topo” El Lobo, informó de lo anterior a la policía.

g Ricardo de la Cierva dice que fueron una docena los etarras que estuvieron en Madrid el otoño de 1972, divididos en dos o tres grupos sin conexión entre sí; por ejemplo, en noviembre de 1972, en la primera acción de ETA en Madrid, dos hombres asaltan una oficina policial del DNI, dejando uno de ellos, el etarra fichado Juan Bautista Eizaguirre Santiesteban Zigor, sus huellas en ella. Aquello no trascendió a la prensa, pero los servicios policiales lo registraron, aunque, está claro, por alguna razón no se tomaron medidas.

Argala y Wilson viajaron a Francia en diciembre para dar cuenta a la dirección etarra, la cual convocó unas reuniones con Eustaquio Mendizábal Chiquia, José Manuel Pagoaga Peisoto (un antiguo sacerdote misionero en Ecuador), Juan B. Eizaguirre Zigor, Ignacio Múgica Arregui Ezquerra, Isidro María Garalde Mamarru, Jesús María Zabarte Garraz, Domingo Iturbe Chomin, Joaquín María Villar Fangio, y Juan Antonio Urruticoechea Josu Ternera. Peisoto comunicó a Ezquerra, el segundo de Chiquia, su designación como jefe de un “comando” de gran importancia en Madrid, junto a Argala y Wilson (como el lector habrá notado, con la misma libertad que los traidores separatistas “euslcaldizan” libérrimamente nombres, este humilde autor los “cristianiza”).

“Nuestros colaboradores desplazados en Francia nos confirman que el día 15 de los corrientes se celebró una reunión entre elementos directivos del movimiento separatista ETA-ENBATA  con miembros de la dirección del PC. de Toulouse, en la que se acordó lleva a efecto en distintos puntos de España una operación denominadas <NAVIDADES NEGRAS> o <TURRÓN NEGRO>, en la cual se incluyen secuestros, acciones subversivas y violentas, que será realizada en el más breve plazo posible”. Así rezaba el comienzo del informe que el agente principal en Francia del servicio de información de la Guardia Civil (GC) emitió el 17 de diciembre de 1972, el cual se reproduce en el libro “Las razones de un asesinato”. En el mismo también se decía que la reunión giró sobre la mejor forma de colaboración conjunta para de forzar al Gobierno español a poner en libertad a los etarras detenidos, así como que el medio más eficaz estimado era la realización de secuestros tales como los del Príncipe Juan Carlos, el Vicepresidente Carrero y el Director de la GC (Iniesta Cano), o, preferentemente, sus familiares. En otro similar de igual fecha, el agente de la GC informaba que hacía “un mes  entraron en España separatistas vascos integrados en 5 comandos para fijar su residencia y actuar en distintos puntos, … ninguno en la región vasconavarra (uno de ellos Madrid)”. Estas informaciones, y otras similares de distintas fuentes, llegaron al conocimiento de Carrero y de Iniesta; una de ellas procedía de los confidentes del comisario José  Sainz, Jefe Superior de Policía de Bilbao, infiltrados en el mundo abertzale vascofrancés: “miembros … destacados de ETA han comentado … que están preparando una acción fuerte en Madrid”. La Dirección General GC (Iniesta Cano) y los Ministros de la Gobernación (Tomás Garicano Goñi y Carlos Arias Navarro), así como al DG de la Seguridad del Estado (Eduardo Blanco), tuvieron conocimiento de ello. Aparentemente Carrero fue informado y dio instrucciones a su familia: “si alguna vez me secuestran no deis por mi un duro”; pero Agustín Herrero Sanz, jefe de escoltas del Almirante, manifestó posteriormente que no llegó a conocerlo.

El 14 de enero 1973 Ezquerra, Wilson y Argala  viajaron a Madrid; a la entrada de esta ciudad un coche conducido por la rubia (por entonces llevaba una buena melena de ese color) les guió hasta el barrio de Aluche, donde se alojaron en un piso que la misma les facilitó. Durante las dos semanas siguientes vigilaron a Carrero, comulgando también Ezquerra tras él; luego el jefe del comando viajó  a San Sebastián y a Francia. Para entonces su objetivo estaba claramente fijado: secuestrar al Vicepresidente del Gobierno.

Muy pronto, con la colaboración de la Forest, alquilaron un piso en la calle Del Mirlo nº 1, en el barrio de Campamento, cerca de la Casa de Campo y de las carreteras de Extremadura y Boadilla. Al ser bastante amplio (130 m2),  allí vivieran Argala, Wilson, Achulo, Zigor, Josu Ternera, Quiscur, etc; los etarras permanecieron en él hasta dos meses antes del asesinato de Carrero, “oficialmente” sin levantar sospechas;

Para atraer la atención de la policía, ETA secuestró el 16 de enero al industrial Huarte, obteniendo 50 millones de pesetas por su rescate, y después robó 3.000 kg de dinamita; pero, el 19 de abril de 1973, Chiquia, jefe “militar” de ETA, muere en un enfrentamiento en Algorta (Bilbao). Había sido novicio benedictino. Su apodo dará nombre al “comando” que asesinará a Carrero.

Con una aparente imprudencia suicida, en mayo se reunió en Getafe (Madrid), zona industrial con amplia implantación del clandestino sindicato comunista Comisiones Obreras (CC.OO.), el comité ejecutivo de ETA-V Asamblea, entre otras cosas para salvar la crisis provocada por la muerte de Chiquia. Todos los miembros de la Coordinadora de ETA (Eduardo Moreno Bergareche Pertur, Sabin, Serrano Izco, Goiburu Mendizábal, Esperanza Goicoechea Icharro y Múgica Arregui) y una docena más de etarras (que se alojaron en los pisos de las calles Alberto Aguilera, General Perón y Avenida del Mediterráneo), tal que José María Alcibar Ganchegui el general, Juan Miguel Echaguibel cristo melenas, Víctor Aranzabal Balzategui Chinua, Iñigo Suescun Ichilla, Roberto Fernández Palacios Britos,  Javier Serrano Izco,  Aldasoro, Tomi, Azcoiti, Osobi, Tupa, Fangio, Miquel, … casi todos ellos viejos conocidos de la policía.

 No tiene explicación que los terroristas “pusieran en la misma cesta casi todos sus huevos y además agitándolos”; durante bastantes días una treintena de etarras, incluidos sus máximos jefes y el “comando estrella” viajan a Madrid y se mueven por esta ciudad con total tranquilidad, lo cual no parece tener otra explicación, además de contar con la poderosa ayuda comunista, que la de tener “ciertas seguridades”. Curiosamente, Goiburu y Serrano Izco, habían sido detenidos poco antes por las Fuerzas de Seguridad y puestos en libertad al no identificarlos.

Según un informe recogido en la “Operación Cantabria”, una investigación militar posterior al atentado, secreta y extraoficial,  dos semanas después de la reunión la GC detuvo camino de San Sebastián a los etarras Roberto Fernández Palacios y Rufino Serrano Izco, los cuales, en los interrogatorios, declararon que procedían de Madrid, donde habían asistido a la asamblea. Aparentemente, tampoco en esta ocasión los servicios del Estado sacaron conclusiones.

Durante el primer semestre de 1973 los etarras se dedicaron en Madrid, fundamentalmente, a construir la red de alojamiento y los escondites/zulos en los pisos francos para encerrar a los que pudieran secuestrar y, con llamativa poca prudencia, a otras actividades, tales como fingirse policías para comprar “esposas”, alquilar dos coches con la documentación verdadera de Javier María Larreategui Cuadra Achulo (quien también se permite enseñar su pistola a unos amigos vascos que encuentra en la calle), y hacer prácticas de tiro en la sierra. Y siguen llegando más etarras: Zigor, Rosario Lasa Leunda (mujer de Ezquerra), Esperanza Goicoechea Eloriaga Charo y Pedro Ereño Gorrochategui El Pelos.

Ezquerra, a nombre de su mujer, adquirió una mercería en la calle Doctor Fleming, tienda que fue objeto de un llamativo robo, por lo que tuvieron que abandonar la idea de transformarla en una cárcel popular y deshacerse del local; también alquilaron un piso de seguridad en el Paseo de La Habana. Con ellos, ETA dispone ya de toda una red de pisos: el de la calle Mirlo; otro alquilado por Achulo en la calle General Perón, en el que llegaron a vivir hasta nueve etarras; otro en la Avenida del Mediterráneo, comprado por Argala; y otro más en Alberto Aguilera, alquilado por Ezquerra.

Los etarras contaron con el vital apoyo de viejos militantes del PCE, quienes proporcionaran a los vascos alojamientos y el zulo-prisión al que llamaron “la granja”, situado en la calle Hogar, nº 68, 4º D, de Alcorcón (un pueblo de Madrid próximo al piso de la calle Mirlo y ambos de la carretera de Extremadura); la compró Eva Forest con 400.000 pesetas que le dio Ezquerra, y el zulo lo preparó el comunista Antonio Durán Velasco (un sindicalista de CC.OO a nombre de cuya mujer se escrituró la vivienda), entre junio y septiembre de 1973, con la ayuda de otros dos “albañiles” de ETA). La colaboración la Forest fue constante y fundamental; cuando es detenida en  1974 aun guardaba en su piso de Virgen del Vall nº 19, junto con armas, los uniformes de Alférez de Infantería que se habían hecho Atucho y Quiscur para facilitar su huida. No se descartan otros apoyos, pues las declaraciones de los congresos del PSOE en aquellos años apoyaban explícitamente el terrorismo vasco.

El nombramiento de Carrero como Presidente de Gobierno, el 9 de junio, impulsó a ETA, “oficialmente” a abandonar la idea del el secuestro porque supone que su escolta se incrementará drásticamente (solo aumentó en un vehículo más con su conductor y dos policías).  A mediados de julio, porque las vacaciones oficiales dispersaban a los posibles objetivos, y para poder participar libremente en la asamblea de ETA “militar”,  Ezquerra ordenó que también la decena de etarras que entonces estaban en Madrid abandonaran temporalmente la ciudad.

Para fijar ideas sobre la composición marxista de ETA, además de “peneuvista”, y de la casi identidad ETA-PC, recordaré los avatares organizativos de la organización separatista en aquellos años. La VI Asamblea de ETA fue celebrada el verano de 1970 en Bayona (Francia). En ella los “obreristas” decidieron expulsar a los partidarios de los atentados, muy diezmados entonces por la acción de la policía. Los “militaristas“ (terroristas), se negaron a reconocer su celebración y a partir de entonces se autodenominaron “ETA V-Asamblea”; en 1972 se les unió el grupo Ainchina, el más partidario de la violencia de los de las juventudes del PNV. Los “obreristas”, a su vez, se denominaron “ETA VI-Asamblea”, la cual, posteriormente se dividió en otros dos sectores, los MAYOS (mayoritarios, que en 1973 se integraron en la LCR <Liga Comunista Revolucionaria>) y los MINOS (minoritarios, que lo hicieron en la ORT <Organización Revolucionaria de Trabajadores> y el PC), y algunos acabaron con los terroristas. La VI Asamblea de “ETA-V Asamblea” se inició en Hasparren (Francia) en agosto de 1973. Como consecuencia del atentado contra Carrero, los obreristas  que aun quedaban en ETA-V  la abandonaron y fundaron el Partido Revolucionario de los Trabajadores Vascos. En Hasparren, Chomin, Peisoto y Ezquerra, decidieron asesinar al Presidente; Juan Manuel Goiburu, miembro del Comité Ejecutivo, dio su conformidad al cambio de misión de la “Operación Ogro”.

El 11 de septiembre la tupamara “puso mesa y mantel” en su casa para una reunión en la que ella, Argala y Wilson hablaron abiertamente de la nueva misión: asesinar a Carrero. El desacuerdo de Wilson con la misma determinó su marcha de Madrid y marchó a San Juan de Luz (Francia). Según declaró el “albañil” Antonio Durán, tras su detención como consecuencia del atentado de la calle Correo, el participó también en aquella reunión y conocía la misión.

A finales de septiembre los etarras llegados de nuevo a Madrid, cuyo jefe es ahora Jesús María Zugarramurdi Hiuci Quiscur, quien llega a se a Madrid con Ezquerra, Goiburu y Chomín (este último se refugió en un piso de la calle Prim), volvieron a agitarse casi descontroladamente y robaron con éxito una armería en la calle San Francisco de Sales, pero su acento vasco fue captado por el dependiente, quien se lo comunicó a la policía; esta, no obstante, no le mostró ninguna foto de etarras para tratar de identificar a los asaltantes; como bien dice el articulista Manuel Cerdán, “casualmente, la armería estaba situada frente al hotel Mindanao, donde Argala se había entrevistado con el personaje misterioso, y a 100 metros de donde, años después, Urrusolo Sistiaga secuestrará a Emiliano Revilla”. Además, en octubre es detenido en Bilbao el etarra Jesús María Zabarte Arregui Garraz, encontrándose distintos DNI a su nombre, que confiesa le fueron entregados por Múgica Arregi, y que están confeccionados con las cartulinas robadas hace un año en Madrid; también dice que en el sur de Francia  hay más de 50 etarras dispuestos a pasar a España en varios grupos, y que él mismo había entregado a Achulo 250.000 pts en Madrid. El 1 de ese mismo mes de octubre Argala alquiló un piso a una persona que resultó ser Teniente Coronel del Ejército, el cual dio muestras de sospechar algo, por lo que  se rompió el contrato. El 14 de octubre Wilson y Argala, junto con Achulo, arrebataron su subfusil a un centinela de la puerta de Capitanía General. Carrillo, el máximo dirigente del PC, dijo en alguna ocasión: “si alguno de nuestros militantes hubiera cometido la décima parte de las imprudencias que cometieron los etarras, yo estoy seguro que la policía hubiera dado con él y lo hubiera detenido”. Está claro que estos reveladores datos fueron bloqueados en algún sitio sin que llegaran a surtir efectos.

Otro testimonio esclarecedor lo dio Miguel Lejarz Eguía El Lobo, Gorca ó el del coche blanco”, el famosísimo topo que el SECED  infiltró en ETA a raíz del asesinato de Carrero, consiguiendo la captura de 158 miembros de los polimilis (“cúpula” directiva incluida, en julio de 1975). Lobo ha dicho con relación al atentado : “pienso que ha habido una manipulación muy fuerte, a niveles políticos muy altos y con conexiones internacionales; los destinos de España en aquella época estaban muy relacionados con los intereses de EE.UU. … el control sobre todo lo que ocurría en España en la década de los setenta era total y la CIA tenía colaboradores e infiltrados en todos los estamentos políticos, legales y clandestinos, así como en los movimientos subversivos y, por supuesto, en el sur de Francia y en ETA, … el propio Ezquerra, jefe del comando que mató a Carrero, me confesó que estuvo bajo sospecha de trabajar para la CIA … un comando bragado no te viene y se está aquí un año preparado una cosa, eso es imposible; ¡vamos!, y menos que vengan los dirigentes, los principales y se pongan aquí a hacer una cosa de esas; eso no se lo puede creer nadie, es imposible; yo conozco perfectamente a esta gente, conozco su forma de pensar y, desde luego, es totalmente imposible; por eso, a mí no me cabe ninguna duda de que hay una mano muy fuerte detrás de todo esto, una mano fortísima y estos son simples peones, los manejan”.

Como, después de lo anterior, parece lógico, en varias ocasiones tanto la Policía como la Guardia Civil estuvieron a punto de  detener al “comando”, pero órdenes superiores lo impidieron siempre. A los ocupantes del piso de la calle Mirlo, que se hacían pasar por estudiantes y trabajadores, en el vecindario algunos incluso les llaman “los de ETA” por lo raro y poco discreto de su comportamiento; un miembro del Servicio de Información de la GC que lo detectó y comprobó, lo puso en conocimiento del Servicio, llegando el Jefe de la 111 Comandancia de la GC (Madrid Exterior; el entonces Teniente Coronel Francisco Agudo) a montar la correspondiente operación para irrumpir en el piso, pero una llamada de teléfono le ordenó que se suspendiese la acción. En aquel piso, según Eva Forest al menos una vez se produjo un disparo accidental. Quizás por todo ello, dos meses antes del atentado aquel piso fue abandonado, pero dejando planos con itinerario de  Carrero y otras pistas delatoras, entre ellas el teléfono del refugio secreto del dirigente comunista Simón Sánchez Montero en un envoltorio de medicinas (auque hay versiones de que también apareció en otro lugar), todo lo cual induce a pensar en un desalojo de urgencia, puede que tras un aviso.

Abundando en lo anterior, un agente del servicio de información de la GC, que trabajaba en Francia con el nombre clave de Tormes, les dijo a los escritores Estévez y Marmol que él, contando con el apoyo de Serge Demagnian Sena, un coronel francés de la OAS y antiguo jefe del servicio secreto militar en Argel, dio noticias de la intención de asesinar a Carrero cinco meses antes del atentado. Llegaron a contar con la ayuda de un funcionario que copiaba informaciones del despacho del Ministro de Interior galo. Pero “hubo un alto jefe militar que tuvo interés en romper toda la <operación Doble E>”. Tormes señaló al General Prieto López (quien le apartó del servicio de información, acusándole de apropiación de fondos reservados) y a Sáenz de Santamaría (quien fue Coronel Jefe de Estado Mayor de la GC entre 1971 y 1975, e inició su carrera como voluntario falangista en 1936 y la terminó como asesor de Rafael Vera en tiempos de los GAL, pasando por la Guardia del Generalísimo).  Quizás fuera este mismo agente el que recuerda el periodista Ismael Medina: “la Guardia Civil había infiltrado en ETA a uno de sus miembros, que al tiempo se había ganado la confianza de un agente de los servicios secretos franceses; el guardia avisó a su superior inmediato con muchas semanas de antelación que ETA preparaba el asesinato de Carrero; sus repetidos informes fueron bloqueados por ese superior, quien, dos años más tarde, con el sobrenombre de Barber, sería uno de los dos capitanes de la GC en el CESID que, en vísperas del atentado en el despacho de abogados de la calle de Atocha, se entrevistaron en la Cafetería Dólar con el cabecilla del grupo que lo cometió”.

El entonces Teniente Coronel José Ignacio San Martín, Jefe del SECED, escribió que “es rigurosamente cierto que el entonces Director General de la GC, Teniente General Iniesta Cano, días antes del atentado, me informó sobre la intención de ETA de secuestrar al Almirante y a su esposa.

Como dice Grimaldos, los documentos desclasificados de la CIA  y del Departamento de Estado que tienen que ver con el asunto, no proporcionan ninguna luz: la mayor parte de los párrafos están tachados.

Los detalles del atentado

 “Oficialmente”, es decir, en base a las fuente filo-etarras, a mediados de noviembre Achulo alquiló el semisótano de la calle Claudio Coello 104, desde donde se iba atentar contra el Presidente.

Para velar por la seguridad Kissinger, quien aterrizará el Madrid el 18 de diciembre y se alojará en su embajada, varias semanas antes llegaron unos 20 agentes de la CIA. Más adelante volveremos a hablar de estos y otros agentes.

En la primera semana de diciembre, Achulo, Argala y Quiscur comenzaron las obras para construir la galería, de 7 m de longitud, 50 cm de ancho y 60 cm de alto, y terminada en forma de T, con el tramo transversal de la misma paralelo al eje de la calle; cada día avanzaban una media de 2 metros; el material que sacaban lo introducían en sacos/bolsas de basura, hasta un total de unos 500. El ruido producido, sobre todo al perforar el muro,  fue ensordecedor y difícilmente achacable al producido por el supuesto escultor que habitaba el local (el domingo anterior al atentado los golpes, seguidos y muy intensos, repercutían en las paredes de la finca). Después, a medida que avanzaron por debajo de la calle, se impregnó el portal, la escalera de la finca, e incluso la calle, de un fuerte olor a gas o tierra putrefacta, de forma que varios vecinos se quejaron al portero. Se dio la más que extraordinaria circunstancia de que el tal portero era miembro de la Policía Armada en activo, siendo su principal actividad dar protección, de uniforme, en la no muy lejana casa de Tomás Allende, Ministro de Agricultura, saliendo todos los días así vestido de casa; no es de recibo que, en una zona tan sensible y con tal profesión, este portero, en base sus observaciones, las de su familia y las de los vecinos, no hubiera investigado e informado, máxime cuando, las vísperas del atentado, los etarras, apenas disfrazados de electricistas, tendieron unos 50 metros de cable, por las fachadas de los edificios y a 3 m de altura con relación a la acera, hasta la esquina de la calle Diego de León.

Hay que tener en cuenta, para ponerse en situación, que, además de la Embajada Norteamericana, donde radicaba la estación central de la CIA, el mismo Presidente vivía a unos 150 m de la mina, y que también había otros importantes edificios oficiales (Diputación Provincial, Radio Nacional, etc) y viviendas importantes; con lo que ello conlleva, pues ninguna seguridad se limita a “puertas para adentro”, siendo práctica obligada la vigilancia de las proximidades.

La dirección de ETA, a propuesta de Pertur, fijó con antelación como fecha del atentado el 18 de diciembre, dado que poco después estaba previsto el comienzo del juicio contra diversos comunistas de CC. OO. (Proceso 1001); luego se retrasó al 20 para no coincidir con la visita a Madrid de Henry Kissinger los días 18 y 19.

También “oficialmente”, Ezquerra, Chomín, Trepa, Quiscur, Achulo y Argala probaron a las afueras de Madrid el funcionamiento del interruptor que debería iniciar la explosión a distancia. Aparentemente, un etarra con conocimientos de electrónica, compró un interruptor de precisión en Bilbao, pero, al comprobar que “no era efectivo por las interferencias del tráfico intenso de la zona”  se vio obligado a comprar otro. Ezquerra y Chomín se desplazaron a Burgos el 13 de diciembre, y allí Antonio Elorza Willy les entregó la dinamita, la cual transportaron hasta la calle Claudio Coello en el maletero de un Morris blanco, que Quiscur había alquilado con documentación falsa.

Una semana antes del atentado, Goiburu envió desde Francia otro “comando” para recoger y dar protección a Trepa, Chomín y Ezquerra en su vuelta al “santuario” francés. A partir de ese momento, sólo quedan en Madrid Quiscur, Argala y Achulo.

Durante la tarde/noche del día 18 se dieron los últimos retoques al túnel y a la carga, tendiendo a continuación Argala y Quiscur, sin ningún problema, los cables por las fachadas. Tres cargas de dinamita, de 25 kg cada una estaban, según los etarras,  situadas en los extremos y el centro del trazo superior de la “T” del túnel.

He insistido en calificar de oficiales los testimonios etarras, porque, además de los testimonios anteriores que demuestran que hubo otros actores, y otros que veremos más adelante, el famoso terrorista Ilich Ramírez Sánchez  Carlos, tras ser detenido el verano de 1994, declaró, en los primeros interrogatorios, que jamás había encontrado a miembros de ETA antes de 1995, ya en la cárcel; aunque más tarde afirmó ante el juez: “solamente a comienzos de los años 70 acepté ir a Madrid cuando revolucionarios franceses e iberoamericanos internacionalistas me pidieron ayudar a ETA para la ejecución del Almirante Carrero Blanco”. También el citado Tormes dijo, años después, que “alguien le tuvo que dar la idea a ETA; uno de los que hicieron el túnel era el no va más en explosivos, era un terrorista francés que había pertenecido a la OAS; Serge Demagnian Sena dijo <esto es obra de  fulano de tal, y ese jamás fue detenido; y ese fue el que colocó los explosivos>; el General Prieto comentaba que habían sido agentes de la OAS”. En similar sentido, circularon, en algunos ambientes, fotocopias de una publicación del PC francés en las que se detallaba, con numerosos gráficos y dibujos, un más que documentado trabajo sobre cómo se había perfectamente diseñado, perforado, y posteriormente asegurado, el túnel.

La visita oficial de Kissinger  comenzó, apenas llegado a España, con una audiencia del Generalísimo y, a continuación, una visita a Don Juan Carlos, en la que el Ministro de Exteriores, López Rodó, detectó que el mismo hablaba ya casi como Rey. Al día siguiente,  víspera del crimen, Carrero y Kissinger se entrevistaron durante más seis horas, lo que no dio tiempo al Almirante a despachar con nadie más; oficialmente el diálogo, de aproximadamente una hora, solo giró entorno al comunismo y la guerra con el que este amenazaba y el norteamericano alabó los puntos de vista del español; de nuevo pido disculpas por reiterar el término “oficial”, pero es obligado, ya que el Secretario de Estado yanqui pidió, explícitamente, que el contenido de su conversación se mantuviera secreto, incluso entre los altos cargos de sus respectivas administraciones; tras aquella reunión, Carrero no volvió a pisar su despacho.

Carmen Pichot, mujer del Almirante, el día anterior al atentado le preguntó si se habían tomado todas las medidas  de seguridad cara al “Proceso 1.001”, a lo que  Carrero respondió “no te preocupes, he hablado con Arias y me ha dicho que todo está bajo control”.

Ricardo de la Cierva dice que Blas Piñar recordaba que, el día anterior al atentado, miembros de Gobierno esperaban que ocurriera un grave suceso: “La víspera, el día 19, me personé en la Presidencia del Gobierno; tuve una entrevista con José María Gamazo, Ministro Secretario de la Presidencia, y me indicó que sí, que sospechaban que alguna cosa grave iba a suceder en España, aunque no podía precisar en qué consistía; al día siguiente me confirmó que eso que presumían como grave había sido el atentado”

Según un comunicante de la Bitácora de LdP, un oficial de la guardia civil que llegó a subdirector, contaba, en círculos privados, cómo aquella noche estuvieron en alerta por si “había que detener a algunas personas”; el caso es que la orden de detención no se produjo y al día siguiente Carrero Blanco fue volado.

El jueves 20 de diciembre, el Presidente del Gobierno abandonó su casa, en la calle Hermanos Bécquer nº 6, a 50 m de la puerta principal de la embajada de los Estados Unidos y frente a una de sus tapias, para ir a la iglesia de San Francisco de Borja (“jesuitas”), situada justo frente a esta última. Aquel día iba a iniciarse el Juicio 2001 a los miembros de CC.OO.; también se iba a debatir, en el consejillo previo al Consejo de Ministros del día siguiente, el Proyecto de Ley de Asociaciones Políticas.

El jesuita vasco-francés mencionado anteriormente al hablar de los círculos religiosos que frecuentaba el Almirante, puso un pañuelo azul en la ventana de la casa profesa de los jesuitas anexa a la iglesia donde Carrero estaba oyendo misa, seguramente a modo de señal para avisar a los etarras.

A las 09,23 horas, Carrero, tras oír misa y comulgar como todos los días (también había asistido Gregorio López Bravo), subió a su coche, un Barreiros Dodge Dart 3700 GT negro, matrícula PMM-16416, sin ningún tipo de blindaje. El mismo, seguido de otro de escolta, bajó por la calle Serrano, giró a la izquierda por la de Juan Bravo y volvió a torcer a la izquierda para tomar Claudio Coello; un Austin Morris 1.300 estaba aparcado en doble fila, a la altura de una señal (un trazo rojo vertical de 1 metro) en frente al 104 de la citada calle, a menos de 100 m de la puerta de la misma embajada, obligando al tráfico a pasar por encima del trazo superior de la “T” del túnel, donde estaban las tres cargas explosivas. El Morris también estaba cargado de explosivos, aunque estos no llegaron a explotar (se supo de su existencia por ETA).

En la esquina de  Diego de León opuesta a los jesuitas, Argala, vestido con un mono azul y subido a una escalera, activó la bomba a las 09,26. El propio asesino describió así la explosión: “no ví el coche, pero vi que subía el suelo; hizo un ruido sordo; hubo un instante en que parecía que no pasaba nada y, de repente -sin ruido casi- vi que todo el suelo se abría, subía y una nube negra que llegaba hasta los tejados; y empezamos a gritar ¡gas!, ¡gas!”.

El vehículo del Almirante, de más de 1.700 kg, saltó por encima del edificio de los jesuitas (unos 30 m) y fue a parar a una azotea interior del patio del claustro. El enorme embudo producido por la explosión, de unos siete por diez metros, comenzó a llenarse de agua de las conducciones rotas.

Argala y Quiscur, quien colaboraba en la vigilancia del vehículo y mandaba la operación, salieron corriendo hacia la calle Diego de León, gritando “gas, ha sido el gas”, y montaron en el vehículo que en ella les esperaba con Achulo al volante;  tras abandonarlo frente a la Escuela de la Policía, se dirigieron a “la granja” (Hogar 68), en Alcorcón; en aquel refugio permanecieron casi un mes ocultos, apoyados por los comunistas que les ayudaron a comprar y construir el ya conocido refugio/cárcel.

Aunque el coche de los escoltas también fue afectado por la explosión, inmediatamente uno de ellos llamó por radio la central en la Dirección General de Seguridad, dando cuenta de la explosión, de no ver el coche del Presidente y de que “huele a gas”, en curiosa coincidencia con lo que habían dicho los etarras como excusa para enmascarar su huida. Este policía, Miguel Ángel Alonso de la Fuente, con el tiempo será nombrado Subdirector General Operativo por un Ministro de Interior socialista, entre 1994 y 1996, tras la etapa de los GAL; nada más llegar al poder el PP, el nuevo ministro, Mayor Oreja lo destituyó; en la actualidad trabaja en la compañía petrolera REPSOL, propiedad de la Caixa catalana (algo así como el embrión del “Banco de Cataluña” separatista). Carrero Blanco ingresó cadáver en la Ciudad Sanitaria “Francisco Franco”, el inspector José Antonio Bueno Fernández también y el conductor José Luis Pérez Mogena falleció a los pocos instantes de ingresar; alguno de los otros escoltas fue herido ligeramente. La portera del nº 104, esposa del policía armada mencionado, y su  hija, resultaron gravemente heridas; un taxista también fue herido consideración. Una treintena de vehículos resultan afectados por la onda expansiva; concretamente, un Seat 850 fue engullido por el socavón. Los edificios vecinos fueron gravemente dañados.

Peculiaridades posteriores al atentado

Según Ricardo de la Cierva, la caja fuerte en la que Carrero, metódico y ordenado, guardaba sus papeles en el despacho de Presidencia del Gobierno (Paseo de la Castellana, nº 3) fue inexplicablemente vaciada momentos después del asesinato, desapareciendo los documentos y las notas personales; de esta forma, nunca sabremos con certeza qué hablaron él y Henry Kissinger (¿OTAN, bomba atómica, partidos políticos?. El mismo historiador reflexiona que, sobrecogedoramente, aquel despacho tenía una antesala en la que figuraban los retratos de Prim, Cánovas del Castillo, Canalejas y Dato, cuatro Presidentes de Gobierno asesinados por la masonería.

Torcuato Fernández Miranda convocó el Gobierno a las 11 de la mañana; el Ministro de Exteriores, Laureano López Rodó, se empeñó en que lo más urgente era redactar una nota para las embajadas; el primer telegrama que se envió lo fue a Kissinger. El Secretario de Estado de EE. UU. informó inmediata y personalmente a Nixon del asesinato de Carrero, con el que se había entrevistado 24 horas antes del atentado y lo hizo en el memorándum secreto 6720, frío y escueto, que escribió con el apoyo del Consejo de Seguridad Nacional: “La muerte del presidente Carrero Blanco esta mañana elimina la mitad de la doble sucesión que Franco había organizado para sustituirle. Carrero iba continuar como el Jefe del Gobierno y el Príncipe Juan Carlos, que había sido designado heredero en 1969, iba a convertirse en Jefe del Estado después de la muerte o incapacidad de Franco”.

Entretanto, a las 11,30, la policía descubrió los cables que partían del semisótano y dedujo que había sido un atentado. En el registro del inmueble aparecieron pintadas de ETA y el teléfono del escondite madrileño del dirigente comunista Simón Sánchez Montero (cuando esa noche se fue a detenerle, un supuesto camarero es muerto por la policía al darse a la fuga huyendo de su portal).

No se declaró el estado de excepción, ni se tomaron medidas en las carreteras, ni en las fronteras ni en los aeropuertos; de ello dejaron constancia escrita muchas personas de distinta condición e ideología (Fernando Múgica, Juan Maria Bandrés, Pilar Careaga). Únicamente Iniesta Cano, el Director de la GC, dio órdenes tajantes, pero fue rápidamente desautorizado y tuvo que retirarlas pronto. Hay que recordar que pocos años antes, cuando fue asesinado el inspector  Melitón Manzanas, se declaró el estado de excepción durante mucho tiempo. Carmen Carrero, hija del asesinado, dijo: “es que es muy gordo, matar a un Presidente de Gobierno y que no haya pasado nada, como si no hubiera pasado nada; claro que se dejó hacer, estoy convencidísima de ello”.

Según los muchas veces mencionados Estévez y Mármol, el viernes 21 se recibió en la embajada española en París, por parte del Director General de la Seguridad francesa, una oferta de entregar, extraoficialmente, rápida y discretamente, tres destacados etarras (Ezquerra, Wilson y Ezcubi) implicados en el atentado. El Embajador Pedro Cortina Mauri se negó a firmar el telegrama a España solicitando órdenes, a pesar de la insistencia del Ministro  Plenipotenciario, Álvarez de Sotomayor; finalmente, varias horas después lo firmó, cuando ya era ineficaz, y casi al pié de la escalerilla del avión que le iba a conducir a unas imprevistas vacaciones en España, a pesar que el Ministro de Exteriores se oponía a ellas. “¿Con qué respaldo contaba el embajador para negarse a  hacer las gestiones que llevaran  a la detención del comando?, ¿era tan importante quien le protegía que ni siquiera obedeció al Ministro?, ¿fue su actuación de entonces la que mereció que unos días después fuera él quien ocupara la cartera de Exteriores del Gobierno de Arias Navarro?”.

De la misma fuente se sabe que Antonio García López, un político asiduo de la embajada americana, telefoneó a  Santiago Carrillo para decirle “de parte del General Díaz Alegría que esté tranquilo, que no va a haber una noche de los cuchillos largos”. El responsable del Genocidio de Paracuellos valoró por entonces el atentado en el sentido de que “… independientemente de quien haya sido el autor … un acto muy positivo por sus consecuencias … puede decirse que un buen uso del terrorismo”.

El entierro fue la tarde del 21. A la salida del féretro de Presidencia, el General Gutiérrez Mellado, quien en su juventud había pertenecido a Falange, increpó violentamente a los militares que cantaban el “Cara al Sol”.

El sábado día 22 de diciembre de 1973, la Dirección General de Seguridad anunció, con bastante precisión, que los autores eran seis jóvenes de ETA, dando sus nombres, filiación y fotografías:

José Ignacio Abaitúa Gómez de 23 años, constructor de la galería.

Pedro Ignacio Pérez Beotegui (a) Wilson, de 25 años. Uno de los que planeó la acción.

José María Larreategui Cuadra (a) Achulo, de 27 años, alquiló el sótano.

José Miguel Beñarán Ordeñana (a) Argala, de 24 años. Hizo el tendido eléctrico.

José Antonio Urruticoechea Bengoechea (a) Josu Ternera, de 23 años.

Juan Bautista Eizaguirre Santiesteban (a) Zigor, de 28 años.

       El 27 y 28 de diciembre, después de una reunión informal del Consejo del Reino, su presidente, Rodríguez de Valcárcel, propuso insistentemente a Franco que el nuevo Presidente del Gobierno fuera Carlos Arias; el Generalísimo no quiso inicialmente nombrar al responsable último de la inseguridad de Carrero, cediendo solo al final.

El 9 de enero de 1974 fue dictado auto de procesamiento de 10 etarras por el magnicidio.

En las postrimerías de enero, Quiscur, Argala y Achulo, tras recibir las correspondientes ordenes y detalles a través de la siempre presente Eva Forest, huyeron en el doble fondo de un camión hasta otro escondite próximo a la playa de Fuenterrabía, desde donde se les trasladó por mar a Francia.

Según Ricardo de la Cierva, hubo hasta tres jueces encargados de los sumarios que se instruyeron por el asesinato: D. Andrés Martín Sánz, D. Luis de la Torre Arredondo, y D. Jesús Valenciano Almoyna

El primero fue, seguramente y sin que se pueda precisar más, dado las sombras de todo el proceso, Martín Sánz, del Juzgado nº 8 de Madrid, desde diciembre de 1973. Continuó su labor el Magistrado De la Torre, nombrado Juez Especial con jurisdicción en toda España, quien, según declaró a la revista Interviú, llevó el sumario 142/73 también en el Juzgado nº 8. Por último, el Comandante Jurídico Valenciano Almoyna, desde mediados de 1975, momento en que los delitos de terrorismo pasaron a la Jurisdicción Militar.

De la Torre habló de un sumario de 2.754 páginas,  en 5 tomos, con declaraciones de 171 personas. Al magistrado le llegaron rumores de que ETA había actuado al servicio de la CIA; concluyó  que ETA actúa a veces de una forma que parece que está pagada por elementos no precisamente muy comunistas; también afirmó que la estación de la CIA en Madrid hubiera detectado al comando etarra (“la CIA sabía que iban a matar a Carrero) y lo hubiera comunicado a la policía española, sin que esta hubiera hecho nada para evitar el atentado. De la Torre cuestionó la actuación del Capitán General de Madrid Tomás García Rebull (antiguo falangista), del  Fiscal General Herrero Tejedor, del Ministro de Justicia Francisco Ruiz Jarabe y el Jefe Superior de Policía de Madrid Federico Quintero. Así mismo dijo que le ponían trabas en su camino; por ejemplo, un día el fiscal José Raya le pidió que si resultaba algo contra fulano y zutano (uno de los nombres era el etarra Aya Zulaica  el trepa) que lo pasara por alto.

Curiosamente, años después, en las vísperas del 23F, el Presidente Suárez formuló la misma duda que el magistrado De la Torre: “me voy de la presidencia sin saber si ETA cobra en dólares o en rublos”.

En la apertura del año judicial, en septiembre de 1974, el Fiscal General del Estado, D. Fernando Herrero Tejedor, dijo que no se descartaba la participación de organizaciones ajenas a ETA en el crimen; al parecer, también envió un largo informe a Franco, hoy también desaparecido. En junio de 1975 Herrero Tejedor murió en un oscuro accidente, al ser arrollado su vehículo oficial de Ministro Secretario General del Movimiento por un camión en el kilómetro 108,400 la Carretera Nacional VI a su paso por Adanero (Asunción Maresma, en el número 321 de la revista “El Temps”); se dijo que el conductor del camión durmió aquella noche en Francia.

Por la Ley de 15 de octubre de 1977, dentro del total de 1940 excarcelados gracias a la Amnistía General por los delitos de “intencionalidad política”,  fueron amnistiados, sin siquiera haber sido juzgados, quienes juraban haber sido los autores del asesinato(s). Ninguno de los etarras implicados en la realización material del atentado ha hablado claramente nunca ni ha sido interrogado por la policía.

Durante algún tiempo el sumario estuvo desaparecido. Luego apareció una parte del mismo en una caja fuerte del Tribunal Supremo y, de la misma, se desprendía que no se había realizado una investigación a fondo, dándose carpetazo al asunto. En 2003 dejó de ser secreto. En cualquier caso, no se conoce dónde pueda estar actualmente la totalidad del sumario.

Por otra parte, en el libro “Carrero, las razones para un  asesinato”, se recoge el testimonio del Coronel C. S., el cual estaba en el momento del magnicidio al frente de una unidad de información del AEM: a los tres días del mismo el Ministro del Ejército, el General Coloma Gallegos, le encargó una investigación paralela para esclarecer el atentado, la “Operación Cantabria”, ya mencionada anteriormente. A finales de 1978,  el Capitán General de Madrid, Guillermo Quintana Laccaci, le llamó a su despacho y le pidió que llevara la copia que conservaba de la operación, destruyéndola directamente en su presencia (aunque C. S. se quedó con una fotocopia).

La CIA y otros servicios secretos

Henry Kissinger, en sus memorias, en las que no mienta el asesinato de Carrero, dijo que: “La contribución estadounidense a la evolución de España durante la década de los setenta ha sido uno de los mayores logros de nuestra política internacional”.  Kissinger promovió, en los pasados años “setenta”, La Política del Dominó, dentro del plan general de control de la globalización mediante el fraccionamiento de los grandes estados nación; la misma avanza aun hoy por las líneas de menor resistencia y cada nueva desmembración ayuda a consolidar en su región la estrategia de dominación.

Según Philip Agee, ex agente de la CIA (“Diario de la CIA. La Compañía por dentro”): “La CIA fue creada después de la II Guerra Mundial para asegurar la intervención clandestina en áreas de la Europa posfascista… Durante más de treinta años, la CIA ha sido el arma utilizada por las sucesivas administraciones de Estados Unidos para intervenir secretamente en países extranjeros e influir en los acontecimientos, principalmente para asegurar que las instituciones de poder estuvieran controladas por personas afines a los intereses comerciales, económicos, estratégicos y políticos. Los objetivos de infiltración y manipulación de la CIA eran los gobiernos, partidos políticos, servicios de seguridad y militares, sociedades culturales y profesionales y medios de comunicación. El propósito ha sido excluir al máximo las fuerzas de izquierda que combaten los intereses corporativos y gubernamentales de los USA, en particular en los países en que estas fuerzas han surgido con una fuerza relativamente importante de la resistencia antifascista. No hace falta ser clarividente para imaginar qué instituciones españolas son los objetivos más probables, sea para apoyarlas o para intervenir en ellas de forma destructiva … La infiltración, apoyo y manipulación de los servicios secretos de seguridad españoles (con los que cooperó estrechamente la Agencia durante el régimen de Franco) tiene, por supuesto, una gran prioridad”. Esas premisas siguen actuales y, quizás por eso, el general Emilio Alonso Manglano, en su momento máximo responsable del CESID y casado con una norteamericana, veranea en ocasiones en Langley, y Pedro J. Ramírez hizo allí un máster.

En su libro “Secuestro del socialismo”, el ex diputado socialista Antón Saavedra escribió: “el PSOE es un felipismo que se nutrió de gente del tardofranquismo, de la Falange y de organizaciones clericales, de donde salió el propio Felipe González; todo ello orquestado desde los servicios de inteligencia de Carrero Blanco”, “se trataba (con la transición) de la planificación postfranquista desde Norteamérica, perfectamente llevada a la práctica por su agente en Europa, Willy Brand”. Saavedra cita siempre “la planta 72 del rascacielos 666 de Nueva York, de donde salen las órdenes”.

Kissinger, del que se puede decir como datos objetivos que era judío sionista y masón (aunque en una primera etapa fue expulsado de su siangoga por su lealtad a Nixon), casualmente también se encontraba en Roma momentos antes de que las Brigadas Rojas secuestraran, y posteriormente mataran (el 9 de mayo de 1978, 54 días después del rapto), a Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana, siete veces presidente de gobierno y ministro el doble, cuando se dirigía al Congreso para proponer una alianza con los comunistas. Según Fernández Ardanaz, Gianni Agnelli, verdadero rey de Italia, dijo en una ocasión: “los brigadistas … son los ejecutores, pero los verdaderos protagonistas... viven, viven … unos en Italia, otros en la otra ribera (EstadosUnidos) … su política no gustaba a alguien muy potente”; en este sentido, el 15 de julio de 1993 el juez de Palmi (Calabria), Agostino Córdova, afirmó, con documentos en la mano (entre otros, una lista secreta de los miembros de la Logia secreta “P-2”), que “desde el secuestro de Moro a la caída de Leone y a la desintegración de la Democracia Cristiana, nada había sucedido en Italia sino por decisión de una triada de poderes: CIA, mafia y masonería”; Córdova volvió a abrir la investigación sobre Aldo Moro y pidió interrogar a Kissinger, para corroborar la versión de un encuentro, en la embajada italiana de Nueva York, ocurrido pocos meses antes de su muerte, entre Aldo Moro, George Bush y Kissinger, y donde, supuestamente, fue amenazado “si continuaba con su estrategia de domar al Partido Comunista y hacerlo entrar en el gobierno”; Pablo VI, en su funeral, llegó a decir, entre lágrimas, “por qué has permitido (Señor) que los poderes ocultos vencieran..?); esta expresión, “poderes ocultos”, era precisamente la que Aldo Moro incluía en todas sus cartas desde la “cárcel”, junto a los nombres de “los que podían liberarlo”: Cossiga (Ministro de Interior), Andreotti y el Gobierno Norteamericano; la cartera que Moro llevaba consigo apareció, 20 años después, en Norteamérica; y el juez Córdova fue ascendido por Consiga y no volvió a dar que hablar.
Visto este contexto general, pasaré a los detalles del caso.

Los EE.UU., a través de su embajada en Madrid, antena de la CIA incluida, disponían de información de primera mano; sus servicios de inteligencia (CIA y DIA) estaban en contacto con los servicios militares españoles del Alto Estado Mayor (AEM) y con el Servicio Central de Documentación, toda una Dirección General de Presidencia de Gobierno (SECED); semanalmente emitían informes secretos sobre la marcha de la política interna de España.

El tantas veces citado Laureano López Rodó dijo: … “Kissinger estuvo un día antes, exactamente veintitrés horas antes, con el Almirante Carrero y residió en la embajada norteamericana; entonces  me parece que  los servicios de inteligencia de la embajada también podrían haber detectado que algo ocurría en  la Calle Claudio Coello, porque incluso podía afectar al propio Kissinger, que estuvo dos días en España … no menos sorprendente  resulta que tampoco hubieran detectado una excavación que se realizaba a menos de 100 m de la embajada de los EE.UU”. Sin duda pensaba que la CIA tenía sismógrafos para evitar posibles butrones.

El luego General Fernández Monzón, por entonces destinado en el SECED, ha dicho: “los propios etarras dicen que estuvieron seis meses vigilando la puerta principal de la iglesia de San Francisco de Borja, en la calle Serrano, desde la parada de autobús de la acera de enfrente, que está prácticamente en la puerta de la embajada americana; eso, con la vigilancia  enorme que hay allí, resulta pintoresco; tanto como que los norteamericanos no se enteraran, con detectores de todas clases, que se estaba perforando un túnel a 80 metros de allí”.

En los servicios de espionaje españoles circuló la tesis, que se plasmó, supuestamente, en un informe entregado al Fiscal General Herrero Tejedor, de “la llegada a la base de Torrejón de Ardoz (Madrid) de diez minas antitanque procedentes de Fort Bliss”; estas sofisticadas minas iban provistas de mando a distancia y sensores acústicos extremadamente sensibles, capaces de activarlas por control remoto tras detectar determinado sonido, de un modelo perfeccionado del que ya había sido empleado  en Vietnam (Quang Tri); el destino y paradero de las minas no se pudo concretar, especulándose la posibilidad de que fuesen destinadas a atentar contra altas personalidades, incluido el Jefe del Estado, pero sin mencionar a Carrero Blanco; tras el atentado, esos mismo servicios secretos sospecharon que alguna de ellas pudo haber ido a parar al túnel etarra para reforzar la carga convencional y la exactitud del mecanismo de iniciación. Por cierto, nada ha trascendido nunca del examen pericial que los artificieros militares, por entonces únicos encargados de estos temas, debieron hacer de los restos de la explosión; como en el 11M.

Lo anterior nos lo confirma Ismael Medina, citando lo escrito por González-Mata, el cual fue jefe  de la CIA en España; cito textualmente a don Ismael: “las muy precisas informaciones de la CIA sobre los preparativos del atentado, así como los avisos de algunos jesuitas y de la Embajada de Italia, fueron bloqueadas a determinados niveles de los servicios de seguridad del Estado … Ante la inutilidad de los avisos, el mando superior de la CIA resolvió que sus agentes facilitaran el atentado, una vez que a nuestras instituciones no parecía importarles la muerte de su presidente de gobierno y éste convenía a sus previsiones políticas para democratizar España una vez que Franco desapareciera. Fue así como un mercenario especializado en los más sofisticados ingenios explosivos, el mismo que terminó con la vida de lord Mountbatten, introdujo por Torrejón dos minas de última generación y las colocó sobre la parrilla dispuesta por ETA. Me refiero a Johny Maxwell, más conocido con el apodo de El Afortunado, que habitualmente residió en Panamá”.  El libro de González-Mata (“Les vrais maîtres du monde”,  Ed. Grasset & Fasquelle, 1979) nunca ha sido traducido y editado en España.

Como escribió José Luis de Villalonga en su biografía del rey: … “¿por qué razón desaparecieron de las aceras todo los coches de la embajada americana como si se supiera? … así que yo (Villalonga) creo que estaban mezclados probablemente los servicios americanos, probablemente, probablemente la CIA”.

La agencia soviética TASS acusó a la CIA haber colaborado con ETA porque Carrero se oponía a la entrada de España en la OTAN. Lo mismo hizo Carrillo, llegando a afirmar que no fue ETA la autora del asesinato. Aunque son parte intersada, y poco fiable, no está de más dejar constancia de sus declaraciones, las cuales, por otra parte, no les exculpan de su probada actuación en el asesinato

Pero, es que hay indicios concretos. Estévez y Mármol recogen en su libro las  afirmaciones del Coronel C. S., del servicio de información del AEM,  quien comunicó a sus superiores que los norteamericanos habían detectado cosas extrañas en las inmediaciones de su embajada durante bastante tiempo. Concretamente les dijo: …“Sí, Sí, había una comunicación de los servicios de la CIA y además yo conocía al jefe de los servicios de la CIA, que era muy amigo mío … aquellos individuos sospechosos vestidos con mono azul que operaban en la calle Claudio Coello, fueron descubiertos, pero no identificados, una semana antes del atentado contra Carrero Blanco … esta  persona, que era jefe de seguridad de la embajada, contactó conmigo porque probablemente le interesaba, bueno, por cambiar informaciones, pues (a mí) me interesaba también y yo le daba las informaciones que creía que le debía de dar  … y yo se lo dije a  la policía, de Federico Quintero  Morente (también militar, entonces Jefe Superior de la Policía de Madrid, y de quien se ha dicho que fue el último que habló por teléfono con el Almirante; reaparecerá en la Operación Galaxia y el 23F).

Otro, tremendamente revelador, es que corren fundados rumores de que en el piso de los etarras, tras un segundo y más minucioso examen, aparecieron sofisticados micrófonos espías. Este dato, como otros muchos, sin duda, no se recogió en el sumario.

Lo anterior concuerda con lo que escribieron los investigadores de El País en “Golpe Mortal”: siete días antes del asesinato, tanto la GC como los servicios de Presidencia tuvieron noticia de que ETA “se proponía secuestrar la Presidente del Gobierno y a su esposa, aprovechando cualquiera de las salidas en coche  de ambos”

Sin embargo, Agustín  Herrero Sanz, jefe de escoltas que acompañaban a Carrero, dijo en alguna ocasión que jamás le dieron la menor información del peligro que acechaba al almirante; el mismo afirmó que la seguridad del Presidente la nombraba el Director General de Seguridad, y éste, el Coronel Eduardo Blanco, se descargó en otra con que Arias, el Ministro de la Gobernación, era quien tenía que valorar las informaciones que recibía de su Estado Mayor.

Pero no solo la nítida sombra de CIA estaba presente en tan sensible zona. Dicen Carlos Estévez y Francisco Mármol en su libro: “el mismo día y a la misma hora que el Presidente fue asesinado, muy cerca de él (en la calle Hermanos Bécquer, la misma en la que tenía su domicilio y una de las circundante de la embajada norteamericana), y sin él saberlo, se encontraba un coche camuflado ocupado por agentes de la Unidad Operativa del Servicio de Información del AEM; cuando el coche de Carrero salta por los aires, la unidad de inteligencia recibe la orden de volver a su Centro de  Operaciones Especiales y no hacer acto de presencia en la zona, y cuando los integrantes del equipo cruzan la puerta del citado centro comentan <nos lo hemos llevado puesto, menudo agujero hemos hecho>; estas palabras, que se prestan a pocas interpretaciones, han sido recogidas literalmente de quien nos lo ha contado, alguien que se encontraba en ese lugar en aquel momento”. El AEM estaba entonces mandado, desde 1970 y hasta 1975 que fue cesado por una entrevista con Santiago Carrillo en Rumanía, por el Teniente General Manuel Díez Alegría, al que, como hemos visto, postulaban algunos informes secretos norteamericanos como sucesor de Carrero;  en 1977, el rey envió a Manuel Díez Alegría como emisario a Bucarest, por entonces embajador de España en El Cairo; un hermano suyo, José María, fue jesuita, orden de la que acabó siendo invitado a abandonar (uno de los pocos casos, dada la “manga ancha” de la Compañía de Jesús entonces), por ser sus inclinaciones y publicaciones más que proclives a la teología de la liberación, y apoyar abierta y directamente al PC.

Alfredo Grimaldos relata, en “La CIA en España”, que, en el transcurso del Consejo de Guerra del 23 F el Comandante José Luis Cortina Prieto (entonces jefe de los servicios especiales del CESID), fue “ sometido a un duro interrogatorio por el fiscal, que le acorrala con sus preguntas sin dejarle escapatoria … es la hora de comer y se hace un pequeño receso … Cortina sale disparado hacia el teléfono y marca un número con ansiedad; un miembro de los servicios de información controla la conversación; en determinado momento, indignado, el comandante procesado le dice a su interlocutor <como siga este tío así, saco a relucir lo de Carrero>; y a partir de ese momento la cosa cambia por completo”. El letrado Rogelio García Villalonga, postulando en nombre de su defendido, Cortina, hizo la siguiente pregunta textual al Capitán García Almenta: ”diga como es cierto, sabe y le consta que ha sido frecuente el hecho de que vehículos del personal perteneciente al organismo al que está adscrito hayan coincidido con acontecimientos  de tan suma gravedad como los del asesinato del Almirante Carrero o del atentado contra el General Esquivias”. Ricardo Pardo Zancada, en su libro “La pieza que falta”, dice que …“sonó como un trallazo cuando Cortina, al ser preguntado por la presencia de coches de los servicios en aquella tarde en las inmediaciones del Congreso, respondió: <también el día del asesinato de Carrero había coches en la calle>; tras esta declaración, que sonaba a clara amenaza, ningún miembro del Tribunal siguió insistiendo en el tema y Cortina resultó absuelto de todos sus cargos ante el asombro de todos”.

Cortina, que era de la misma Promoción del Ejército de Tierra que el Rey y amigo suyo,  que siempre estuvo muy unido a la CIA desde sus tiempos de creador de los Servicios Especiales del AEM, que en 1973 estaba destinado en los servicios de información del AEM, que era gran  conocedor y “creador” de partidos políticos (colaboró/creó GODSA, el laboratorio de ideas de Manuel Fraga y germen de Alianza Popular, luego PP) , fue quien, entre otras muchas cosas relativas al “golpe” del 23F, había urdido las reuniones del Teniente Coronel Tejero con el General Miláns del Boch, así como dado órdenes y proporcionado enlaces, vehículos y transmisiones.

Juicio del autor

Algunos han querido cargar en el propio Presidente del Gobierno toda la responsabilidad de que se pudiera cometer aquel asesinato, por haber descuidado su seguridad por su “mesianismo”, ya que dicen que, en alguna ocasión y con relación a este tema, contestó: “la vida de un hombre está siempre en manos de Dios”; y, sobre todo, mantuvo una regularidad de costumbres e itinerarios muy vulnerables. Lo cual es cierto, al menos en parte, pero su seguridad era más responsabilidad de los encargados directamente de ella por el Gobierno que presidía, y, concretamente en este caso, del Ministro de Gobernación, el Director General de Seguridad y el Jefe de Policía de Madrid; ellos son los que deberían haber forzado los cambios y, junto con ello, crear un eficaz dispositivo de seguridad “perimetral” a los mismos. Además, el ex ministro Federico Silva Muñoz le había convencido, en vísperas del atentado, que cambiara su domicilio y su despacho, al parecer, a la Quinta de El Pardo.

Inexperiencia etarra unida a una precisión y sofisticación notables, junto a más de un año de preparación e imprudencias clamorosas, por un lado, e informes policiales desatendidos y operaciones interrumpidas, por otro, son algunas de las claves para enjuiciar el atentado. En base a ellas, muchísimas personas han creído que no ocurrieron las cosas como nos las han contado. Por ejemplo, incluso Felipe González dijo: “sigo sin creerme que aquellos hombres (de ETA) pudieran haber llegado a sus fines sin contar con una ayuda ignorada hasta ahora (Pedro de Silva, en “Las fuerzas del Cambio”).

Como dijo Ricardo de la Cierva, “una organización terrorista iba a ejecutarlo; alguien con mucho poder lo supo y dejó hacer; alguien con mucha información lo supo y lo ocultó deliberadamente;  alguien, quizá el mismo que lo supo y lo ocultó, iluminó a los terroristas; otros se encargaron  de protegerlos evitando que pudieran ser descubiertos … ironía trágica: los dos grandes enemigos (de España) que Carrero  señalaba en su <testamento>, el comunismo y la masonería (que hoy llamaríamos mundialismo) serían … el inspirador probable y el inspirador posible de su asesinato”.

No es nada extraño que, en aquella ocasión, como en otras, no solo los autores oficiales no fueran los verdaderos responsables, sino que intereses aparentemente siempre contrapuestos, como los de los EE. UU y la URSS, coincidieran en un planteamiento “táctico” de sus respectivas jugadas “estratégicas”, utilizando cada cual sus “peones” de entre los que habitualmente  utilizaban entonces en España e incluso manipulando ambos, cada uno por su lado, un mismo “instrumento”.

Gutíerrez Mellado, un hombre que hizo prácticamente toda su carrera militar como miembro o como jefe de los servicios de información y, por lo tanto, uno de los mejor informados de España, sino el que más, a una pregunta privada del Magistrado De la Torre dijo no saber nada y añadió textualmente: “aquí hay tantos que querían quitarse de en medio Carrero”. Sin duda, esa evasiva era, literalmente, una gran verdad.

Quede lo anterior como constancia de lo falaz de la idea de esa “democracia que los españoles nos hemos dado a nosotros mismos”. Y siguen (perdón, seguimos) en ello.

·- ·-· -······-·
Pedro Navarro

BIBLIOGRAFÍA

1.- “CARRERO: LAS RAZONES DE UN ASESINATO”. Por Carlos Estévez y Francisco Mármol. Editorial Temas de Hoy, Colección Historia Viva, Madrid, 1998.

2.- “¿DÓNDE ESTÁ EL SUMARIO DE CARRERO BLANCO?”. Ricardo de la Cierva. ARC Editores. Madrid. 1996.

3.- “GOLPE MORTAL: ASESINATO DE CARRERO Y AGONÍA DEL FRANQUISMO”. Por Ismael Fuente, Javier García y Joaquín Prieto. Editado por “El País”. Madrid, 1984.

4.- GUTÍERREZ MELLADO. ASI SE ENTREGA UNA VICTORIA”. Luis Fernández Villamea, Editorial Fuerza Nueva, Madrid, 2000.

5.- “INFORMACIÓN Y SERVICIOS SECRETOS EN EL ATENTADO AL PRESIDENTE CARRERO”. Por Manuel Campo Vidal. Editorial Argos-Vergara, Barcelona, 1983.

6.- “LA CIA EN ESPAÑA”. Por Alfredo Grimaldos. Editorial Debate, Madrid, 2006.

7.- “MAÑANA ESPAÑA”. Entrevistas a Carrillo de Max Gallo y Regis Debray. Colección Ebro, París, 1975.

8.- “MEMORIAS-III”. Laureano López Rodó, Plaza y Janés, Barcelona, 1992.

9.- “OPERACIÓN OGRO”. Por Julen Aguirre (Genoveva Forrest y “Argala”). Ediciones Mugalde, Endaya, 1974. Y Ediciones Ruedo Ibérico, París.

10.- “VIERNES Y TRECE EN LA CALLE CORREO”. Lidia Falcón, Editorial Planeta, Barcelona, 1981.

11.- “23-F: EL GOLPE DEL CESID”. Por Jesús Palacios, Editorial Planeta, Barcelona, 2001.

12.- Les vrais maîtres du monde”. Por Luis M. Gonzalez -Mata, Editorial Grasset & Fasquelle , 1979.

.- UN INFORME DEL ESPIONAJE DE FRANCO APUNTÓ QUE LA CIA AYUDÓ A ETA EN EL ATENTADO A CARRERO. Por Enrique Montánchez y Pedro Canales. http://www.solidaridad.net/articulo1426_enesp.htm

.- SECRET SPANISH GOVERNMENT REPORT MENTIONS CIA’S ALLIANCE WITH ETA IN ASSASSINATION PLOT. By Mario Andrade http://jackblood.netfirms.com/home/ . A JackBlood.com Special Report, 

.- LA SOMBRA ALARGADA DEL “CASO MORO”. Por Santiago Fernández Ardanaz. http://www.terra.es/personal/calman/DerechosHumanos/La_sombra_del_caso_Moro.html

.- Del 20-D al 11-M, una historia de falacias y encubrimientos. Por Ismael Medina. Vistazo a la Prensa: Firmas Invitadas.Edición Nº 208. Semana del 2/25/2006. http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?Id=2877            http://www.vistazoalaprensa.com/imagenes/pixel.gif

* Este trabajo es una corrección y ampliación del que fue publicado por el autor en Pazdigital

                                                                                                                                   

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