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¿A qué esperamos?

por Ángel Expósito Correa

Algo que llama poderosamente la atención en los últimos años es el interés que demuestran muchas figuras «laicas» (agnósticas e incluso ateas) al actual Magisterio de Benedicto XVI y al anterior del Cardenal Ratzinger. La trama de fondo es la convicción que hoy en día asistimos no sólo a una crisis de fe sino también de la razón.

A los creyentes de las distintas religiones – en especial a aquéllos, como los musulmanes, que desde hace muchos siglos nutren desconfianza hacia la razón – el Papa les recuerda el necesario diálogo entre fe y razón. A los no creyentes el Papa les habla en nombre de la razón, la única facultad que puede construir lo que Benedicto XVI denomina «gramática común de la vida social» que se imponga a los católicos como a los ateos, a los cristianos como a los musulmanes y a los budistas, y permita a todos vivir en paz.

Mientras muchas voces callan e incluso niegan, sólo la voz del Papa se levanta alta y clara para defender la existencia de la Verdad, la capacidad de la razón humana de conocerla – a pesar de la naturaleza herida del hombre tras el pecado original y los actuales que perjudican su conocimieno completo y perfecto – y de extraer normas comunes para temas como la libertad, la vida, la justicia, la familia.

En el discurso que debería haber pronunciado en la Universidad La Sapienza Benedicto XVI encara las dos principales objeciones que le son dirigidas sobre este punto. Para empezar hay quien defiende, desde un punto de vista relativista, que la Verdad no existe. Cada uno tiene su verdad, y ninguna es más verdadera que las demás. El Papa responde, con el filósofo no creyente Jürgen Habermas, que ésta es una postura que en el 2008 sencillamente no nos podemos permitir. Si la Verdad de quien defiende la libertad y la justicia es considerada moralmente igual a la verdad de Hitler, o de Ben Laden estaremos desarmados frente al nazi, o al terrorista. La misma democracia, escribe Habermas, actualmente puede ser solamente defendida con argumentos “sensibles a la idea de verdad”.

Segundo: también entre quienes no niegan el valor de la razón, hay quien defiende que el Papa en realidad “saca sus juicios de la fe” y luego los vende como racionales. Bien, responde Benedicto XVI: juzgad mis argumentos de manera laica, conforme a vuestro ejercicio de la razón y del sentido común. El Papa cita otro filósofo no católico, John Rawls, el cual sostenía que los juicios propuestos por la Iglesia en nombre de la razón no deban ser considerados a priori más verdaderos de los expuestos por otros; pero tampoco prejudicialmente menos verdaderos sólo por ser la Iglesia quien los propone. Antes bien, para Rawls la Iglesia tiene a su favor el activo de una larga «tradición responsable y motivada», por lo cual si acaso debe ser escuchada con más atención con la que se escucha a cualquier sofista.

Es por que ven en él, contra un relativismo que desarma a Occidente frente a sus enemigos, un testigo apasionado de la razón y de la libertad, que tantos no creyentes estuvieron el 18 de enero en la Plaza de San Pedro junto al Papa (1).

2. De lo escrito hasta el momento, ¿qué conclusiones podemos sacar frente a las elecciones del 9 de marzo? Ante todo que al contrario de lo que ocurre en otros países de Occidente, en España sigue habiendo una rocosa hegemonía cultural de la izquierda que impide el replanteamiento de muchos de los criterios sobre los que se sustenta la susodicha hegemonía (y ello a pesar de meritorias y esperanzadoras “conversiones” de ex progresistas – Pío Moa, por ejemplo – a posturas que, aunque no del todo coincidentes con la “gramática común de la vida social” auspiciada por Benedicto XVI, sí constituyen un principio de cambio respecto de la insufrible dictadura cultural de la izquierda).

Tomemos por ejemplo el caso del Partido Popular: ¿es acaso una alternativa creíble al PSOE y al progresismo en su totalidad entendido éste como negación de la existencia de una verdad y moral objetivas accesibles a la razón independientemente del credo o cosmovisión que se profese? La respuesta es no.

Y ello es así porque el PP se configura cada vez más como un partido gestor, tecnócrata, del status quo, esto es, una entidad cuyo único fin es hacer funcionar bien el sistema (léase economía) sin plantearse siquiera plantar batalla al progresismo en la esfera de los principios. Una vez más podemos afirmar que el PP es un zapaterismo de signo contrario y no todo lo contrario del zapaterismo.

Un ejemplo nos ayudará a entender mejor: En los últimos meses ha vuelto a saltar a la palestra pública el tema del aborto tras la valiente y providencial querella interpuesta por el partido político (sin todavía representación parlamentaria) Alternativa Española, al cual fueron agregándose algunas organizaciones provida.

Pues bien, tras el clamor de horror suscitado por las noticias que iban filtrándose a los medios de comunicación (abortos al séptimo mes, incumplimiento constante de la misma ley, trituradoras de niños inocentes, etc.), ¿cuál ha sido la reacción del PP? Pedir que se cumpliera la ley.... Ahora bien, al margen que es precisamente a causa de la ley vigente (merced al coladero para todo tipo de prácticas abortivas que supone el supuesto “peligro físico o psíquico de la madre”) que se dieron los hechos que tanto clamor han levantado, ¿no hubiese sido oportuno que el PP se planteara, por ejemplo, pedir una moratoria del aborto siguiendo en esto la estela de lo ocurrido en Italia con la petición de Giuliano Ferrara (agnóstico, pero sensible “a la idea de verdad”) desde su programa de televisión de tal moratoria a raíz de la aprobada por la ONU sobre la pena de muerte? ¿No hubiese sido oportuno acaso suspender los conciertos autonómicos con las “clínicas” abortistas en las comunidades donde gobierna el PP? ¿No hubiese sido oportuno apelar a la investigación científica sobre el feto donde se demuestra que éste es un nuevo ser humano desde la misma concepción, y así solicitar la aplicación de tales descubrimientos a la legislación del Estado? ¿No hubiese sido oportuno recoger en el programa electoral una serie de medidas de apoyo a las asociaciones que se ocupan de asesorar, ayudar y buscar soluciones a las madres tentadas por el aborto para que no lo lleven a cabo? Todo ello, y más, con la finalidad de ir hacia la abrogación absoluta y completa del genocidio del aborto, pues no es de recibo legitimar el asesinato de seres humanos inocentes.

3. Podríamos seguir mucho tiempo elencando todas aquéllas actuaciones del Partido Popular que ponen en evidencia la conformidad de fondo de éste con la ideología relativista típica del progresismo (el término “matrimonio” no, pero sí aceptación de los derechos que la ley de “matrimonio homosexual” incluye; unidad de España, pero reformas estatutarias autonómicas incluso más nacionalistas que la de Cataluña – véase por ejemplo la valenciana y andaluza; ayuda a la “mujer trabajadora” pero ni pío de ayudas concretas y eficaces a las familias y al incremento de la natalidad; etc.). Nos limitaremos únicamente a indicar que si el Partido Popular no cambia sus postulados a favor de un proyecto que derive sus políticas de los principios-cimientos de toda sociedad (Dios, Familia y Propiedad) éste no sólo no será una alternativa al relativismo imperante, sino que contribuirá de manera eficaz al triunfo del mismo. La única opción que nos queda (junto a la imprescindible batalla cultural como medio de inculturación de la Fe en la historia) es la de dirigir nuestra mirada hacia alternativas serias como la representada por el partido citado anteriormente por haber interpuesto la querella que ha dado lugar a la irrupción del aborto en el debate social de los últimos meses: Alternativa Española (2). Sólo apoyando opciones de este tipo (aunque todavía haya elementos en fase de evolución o cosas que no nos gusten, pero sobre las cuales se puede influir) podremos romper con un voto cautivo al Partido Popular que imposibilita la salida de la ciénaga relativista que empozoña el presente y el futuro de España, respaldando una alternativa de principios que podemos denominar de una Derecha auténtica (Dios, Vida, Patria, Familia).

Algo, por otra parte, que puede cambiar el rumbo de la historia de un país ya que, aunque no triunfen inmediatamente en las urnas, pueden provocar un vuelco cultural y político que a corto o medio plazo puede cambiar (para bien) el rostro de una nación. Piensen si no al caso de Goldwater en Estados Unidos: oponiéndose a la elite “centrista” del Partido Republicano, recogió la herencia cultural del conservadurismo como programa para conquistar la Casa Blanca. No lo consiguió y los más superficiales daban por muerto el proyecto hasta que un cierto gobernador de California, de nombre Ronald Reagan, se declaró heredero del programa de Goldwater y se lanzó a la carrera presidencial: todos sabemos cómo acabó y cómo aquélla presidencia frustada de Goldwater cambión la faz de Estados Unidos ya que permitió que saliera a la luz una cultura cristiana y conservadora que con el andar del tiempo se transformó en la cultura dominante de la nación.

¿A qué esperamos?

·- ·-· -······-·
Ángel Expósito Correa

(1) http://www.cesnur.org/2008/mi_01_20.htm

(2) http://www.alternativaespanola.com/


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