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Años de Hierro

por Fernando Paz

Rescatando la realidad de la posguerra, en el campo social, económico, de las relaciones intenacionales, en la política, en el día a día, en la cultura, etc....El que quiera seguir siendo engañado ya es responsable de ello pues aquí tiene muchas respuestas

Ya tienen en sus manos el último libro de Pío Moa. Veraz, hondo y, sin embargo, ornado por una ligereza acariciada por las musas o -más certeramente- labrada de través de una larga experiencia y de un singular cuidado de la lengua.

La prosa -sencilla y exenta de galanuras que le resten precisión- difícilmente podía ser más adecuada a la sobriedad de los tiempos que recrea con objetividad encomiable.

Peliagudo intento este de Moa: adentrarse en la España de la posguerra, la España que discurre al ritmo que la Segunda Guerra Mundial impone, la España que no pocos paniaguados han querido retratar como la de la represión y el páramo cultural, la España del hambre, la España del silencio, la España de la autoridad al toque de corneta.

Si alguna etapa del franquismo ha padecido el encarnizamiento de los vengativos corifeos mencionados esta es, sin duda, la que nos ocupa.

Naturalmente que la represión tiene su espacio y su exacto término: el de una posguerra en la que la justicia hubo de dar cumplimiento a sentencias que restituyeran buena parte del mal cometido por quienes perdieron la guerra.

En algún caso en exceso, aunque quizá insuficiente como para equilibrar una balanza en la que comienzan a pesar las primeras tentativas de poner punto final al ajuste de cuentas.

La España derrotada se integró, con pasmosa naturalidad, en el quehacer cotidiano del país aunque no falten, desde luego, motivos para echar cuentas de este u otro atropello que pudiera haberse cometido –y que, en algunos señalados ejemplos, en efecto, se cometieron, como Moa señala sin tapujos.

Descorre el velo de la infamia al calibrar la realidad del “páramo cultural”, pese a la extraordinaria penuria que vivían los españoles. Una penuria fruto de la guerra y de la coyuntura internacional, sí; pero, sobre todo, de la herencia de la zona frentepopulista, donde se dilapidó en una irracional orgía de sangre la increíble posición de que gozaron inicialmente los frentepopulistas.

La asunción de la totalidad del país –consecuencia de la victoria- deterioró una situación económica ya de por sí muy maltrecha, al echar sobre los hombros de los españoles la carga de la catástrofe frentepopulista.

Pues bien; en esa España refulgen cumbres literarias como “Pascual Duarte” y “La Colmena” o la más exitosa y conocida composición musical española de todos los tiempos, el “Concierto de Aranjuez”. No escasearon los estrenos cinematográficos ni los teatrales (sólo en 1943 se abrieron 13 nuevas salas), ni la publicación de encomiables obras literarias –“Nada”, “La fiel infantería”, “El bosque animado”- o históricas de primer orden -“Carlos V y sus banqueros”. Numerosas exposiciones pictóricas de grandes artistas como Gutiérrez Solana o Vázquez Díaz y aparición de novedades editoriales y periódicos. Es también el tiempo de la eclosión de nuevos intelectuales, fraguados durante la guerra –Ridruejo, Tovar, Laín, Torrente Ballester-, y de arquitectos como Pedro Muguruza.; de la explosión, en fin, del humor nacional cristalizado en una publicación tan magistral e inolvidable como “La Codorniz”. Sin olvidar un hecho tan decisivo como fue la creación de CSIC. Ese es el páramo cultural.

El hilo conductor del libro son los vaivenes de la Segunda Guerra Mundial. Muy certeramente, Moa considera que se trata del hecho clave que gravita sobre el resto de acontecimientos. Deslumbrado por la gigantesca victoria del Tercer Reich en el Oeste en el verano de 1940 –y receloso ante la presencia de la Wehrmatch en los Pirineos-, Franco teme quedarse fuera del nuevo orden de Hitler. Negocia su integración en el bando vencedor a un alto coste, que Alemania no está dispuesta a pagar; a fin de cuentas, un aliado más sustancioso, como Italia, no eleva tanto como España el nivel de las exigencias. Además, los alemanes no pueden satisfacer las demandas coloniales españolas sin dañar la posición francesa, prioridad en ese momento para Hitler; mientras España parece haber perdido el tren, Italia semeja haber llegado justo a tiempo de sentarse a la mesa del reparto.

Apenas unos pocos meses después, una observación cuidadosa permitirá entrever la inversión de la situación. Mussolini se ha precipitado, y daría cuanto fuese por haber sido tan prudente como lo fue Franco. Atemperados los ardores del triunfo a causa de la resistencia británica, el Caudillo se ve obligado a dibujar toda clase de piruetas a fin de sustraer a España a la exigencia alemana de beligerancia. No faltan los momentos deliciosamente hilarantes a cuenta de la dilación que el español impone al Führer alemán y su navegación entre dos aguas…hasta que la vista del Reich se vuelve hacia oriente y, un año después, la amenaza surge del bando contrario.

Es notable que, entre la presión del progermanismo falangista, las desquiciadas maniobras de los monárquicos y las alucinadas desesperanzas del exilio, sólo Franco conservara la cabeza en su sitio. Serrano percibía que la oportunidad de la Falange pasaba por la victoria alemana, de modo que el autor explica sus movimientos en esta clave, mientras los falangistas ofrendaban su nacionalsindicalismo en el holocausto estepario del Voljov. Así saldaba Franco parte de su deuda con Alemania, a la vez que se libraba de los elementos más revolucionarios, resueltos y combativos del partido.

En tierras americanas, francesas y rusas, se tejían y destejían sueños de revancha jamás cumplimentados. En el interior, la policía deshacía –sin excesivos quebraderos- los intentos de reconstruir la organización comunista, finalmente sacrificada y estigmatizada por Moscú a instancias de sus esbirros del PCE.

La población española, hastiada de guerra y de terror frentepopulista, repudió las tentativas de reanudar el enfrentamiento civil con rotundidad que vino a ratificar, en definitiva, al Estado nacido del 18 de julio. El que, entretanto, muchos de entre los exilados volvieran a España al no tener causas pendientes por delitos de sangre, desactivó la virtualidad de los anhelos vengativos de quienes se resistían -por dogmatismo o por contumacia- a integrarse en el país o veían imposibilitada su vuelta por temor a la justicia.

Desfilan por el libro muchas más cuestiones, desde la popular copla hasta la operación “Torch”. Les adelantamos que Moa consigue el milagro de la densidad y la amenidad, en un luminoso ejercicio de brillantez. Emplazados quedan a su lectura.

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Fernando Paz

Moa, P: Años de Hierro. España en la posguerra (1939-1945). La Esfera de los Libros. Madrid 2007. 726 páginas.


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