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“Otro Toribio”, Abanderado de la Hispanidad

por José Antonio Benito Rodríguez

Una reseña de la vida y obra de Monseñor Lissón, CM (1872-1961),

En estos tiempos de globalización cultural, conviene poner en candelero a los auténticos pioneros de la única globalización digna de tal nombre, la que rompe fronteras egoístas para abrir espacios de encuentros solidarios. Los santos, “los revolucionarios del amor” –como los definiera el Papa en su encíclica “Dios es amor” se han adelantado con sus gestos de gratuidad y compromiso a lo ahora a duras penas intentamos. Tal sucedió con Emilio Lissón, arzobispo limeño, desterrado en Europa (Roma, Valencia, Sevilla) y que supo aprovechar este auténtico martirio como oportunidad de crear lazos entre peruanos y españoles, convirtiéndose un peruano en España y un español en Perú. La peruanidad y la hispanidad se fundieron en un encuentro feliz que potenció estas queridas realidades.

La expresión “otro Toribio Mogrovejo” la empleó el escritor V. García Calderón cuando lo conoció en París con motivo del homenaje al Almirante Petit Thouars. “No me basta amar a Dios si mi prójimo no le ama”. Tal fue la divisa de Monseñor Emilio Lissón, grabada en la lápida donde reposan sus restos en la Catedral de Lima, desde el 24 de julio de 1961. Su biógrafo, el P. José Herrera, nos dio un retrato físico y moral: “Alto y enjuto, de color cetrino, de ojos vivos y penetrantes, aunque de amable y suave mirar, con la sonrisa ancha de su cara y asomándose la nieve de las canas por debajo del rojo y raído solideo, y su cuerpo un tanto inclinado hacia adelante, con aire sencillo y humilde, todo él respirando bondad y modestia”. El 17 de diciembre del 2002, se incoó en Valencia –última morada de su peregrinar y lugar de su deceso- el proceso de beatificación que culminó en su fase diocesana el 31 de mayo del 2008.El Arzobispo de esta diócesis, S.E. Agustín García-Gasco, destacó su itinerario martirial, “a partir del derribo o destierro de Lima” pero que él vivió como “misionero de la evangelización, recorriendo su “vía crucis con paz, esperanza y sentido de resurrección”.

Infancia en Arequipa

Nació en Arequipa el 24 de mayo de 1872, fiesta de María Auxiliadora. Sus padres fueron Carlos Lissón Hernández y Dolores Chávez Fernández. Huérfano de padre al poco tiempo de nacer, su madre y su abuela materna fueron las auténticas educadoras. Dentro de la tradición educativa de la Blanca Ciudad, ocupa un puesto de honor el Colegio San Vicente de Paúl, bajo la batuta del célebre educador P. Hipólito Duhamel, celoso misionero francés de la congregación vicentina que, tras varios años de misión en China, se instala en Arequipa en 1880, situando la educación en un nivel de vanguardia por su entrega total, la renovación de material didáctico y de la metodología.

Nuestro distinguido alumno fue recibido en el colegio-seminario en septiembre de 1884, donde se dedica al estudio y conocimiento de los ministerios de la Congregación de la Misión con esmero. Responde al profundo llamado de servir a los pobres en medio de la Congregación de los Lazaristas, Vicentinos, Paúles o Padres de la Misión. Enviado a París, ingresa en la Congregación el 18 de mayo de 1892. El 25 de marzo –fiesta de la Anunciación de Maria- de 1894 emite los votos, prosiguiendo sus estudios teológicos en Paris. Ordenado sacerdote el 8 de junio de 1895 en París, en la casa Madre de la Congregación de la Misión. Conviene resaltar que tuvo el privilegio –mediante rescripto de la Santa Sede-de alcanzar el presbiterado un año antes de la edad canónica de 24 años. Este mismo año, reclamado por él celebre P. Duhamel, regresa a Arequipa donde se convierte en su brazo derecho en los colegios seminarios de la Ciudad Blanca. Allí pasará 14 años, hasta 1907, distribuyendo su tiempo entre el estudio, las clases y los ministerios sacerdotales. Como alumno destacado estará Víctor Andrés Belaunde en 1896. En una escueta nota en la que, desde Valencia, Monseñor le felicita a Víctor Andrés, en la ONU, con un “Bravo, su profesión fe”, anota Belaunde: “Agradecido mi maestro”

Obispo de Chachapoyas

En 1908 fue preconizado como obispo de Chachapoyas, siendo consagrado el 19 de septiembre de 1909, a una edad de 37 años. El día de su consagración episcopal firmó su primera carta pastoral en la que abre su corazón a todos, comenzando por los sacerdotes, siguiendo por los pobres, los niños, los apostatas y terminando en los últimos feligreses. En Chachapoyas se encuentra una diócesis de 120.000 km2, 70.000 habitantes, de los cuales 10.000 eran infieles o estaban sin bautizar. En una carta al delegado apostólico, 23 de noviembre de 1909. El estado de la diócesis y sobre todo de esta ciudad es lamentabilísimo. El Seminario en ruinas, la catedral cerrada desde hace años, el clero escasísimo, pero sobre todo la caridad que se ha ido al cielo y ha dejado esta tierra envuelta en tal fárrago de envidias, odios y enemistades que da miedo; todo efecto de la maldita política. Con todo me parece que con el favor de Dios no perderemos la paz y tranquilidad que hoy más que nunca creo que es necesario” Gobernó esa apartada diócesis con celo apostólico y laboriosidad hasta 1918 en que fue promovido al arzobispado de Lima.

Arzobispo de Lima (1918-1931)

Lissón rige los destinos de la iglesia de Lima de 1918 a 1931, al tiempo que lo hace Augusto B. Leguía para toda la nación peruana. El 25 de febrero de 1918, Su Santidad Benedicto XV le nombraba metropolitano de Lima. En Chachapoyas muchos lloran su partida. Le esperan trece años de arduos trabajos. En la primera carta pastoral, 20 de julio de 1918, traza su programa en el amor a Dios y al prójimo: “Y ante todo, para entrar en el santuario de la Caridad es preciso purificar el corazón. El corazón puro es el único capaz de este altísimo amor de caridad;..el único que con mirada penetrante puede descubrir y amar la Eterna Verdad... El primer fruto de la caridad es la Unidad...” Como fruto de su primer trienio pastoral escribe una ardiente pastoral sobre “el espíritu parroquial” el 9 de febrero de 1921 en la que reconoce que la “parroquia es por excelencia la organización católica universal, perfecta y eficaz”, cuya función es “por excelencia el nervio de toda acción religiosa”; devoto y pragmático insta a los párrocos y a las familias a renovar la vida parroquial, exhortando al establecimiento de la congregación del Santísimo Sacramento o Liga Eucarística, la Asociación de Catecismos, la Asociación de Niños del Santuario para el servicio del culto parroquial y cultivo de las vocaciones eclesiásticas, la Asociación Parroquial de Obreros para el perfeccionamiento material y moral de la clase trabajadora, la Liga Parroquial de Familias para el mantenimiento de la moral social y pública.

Comienza su tarea con el Seminario y los sacerdotes. Como arzobispo de Lima se preocupa al extremo de que vivía en el Seminario, y todas las tardes, a las 6.30, les dirigía una plática espiritual. Fundó tres seminarios menores rurales en Canta, Huayopampa y Barranca, dotando de una casa de campo al Seminario Mayor. Escribe un devocionario para sacerdotes, un catecismo para el pueblo fiel titulado “Manual de Doctrina Cristiana” (8-XII-1922), funda el periódico cristiano Tradición e instala la mejor imprenta del Perú. Centralizó la administración de las rentas de las parroquias y monasterios fundando una Sindicatura Eclesiástica en la Curia Arzobispal. Tomó parte en las celebraciones nacionales de los centenarios de la Independencia (1921) y de la Batalla de Ayacucho (1924). Hizo la peregrinación mariana al Santuario de Cocharcas. Anima a consagrar el mes y el año por terminar en 19 a San José. En 1926 no dejó escapar la conmemoración del segundo centenario de la canonización de su santo predecesor en la silla arzobispal límense y para celebrarlo de modo práctico y duradero como a él le gustaba, convocó y llevó a cabo del XIII Sínodo de la Arquidiócesis de Lima en línea con los doce de Santo Toribio para revitalizar la pastoral de su dilatada arquidiócesis.Tuvo el gozo inmenso de coronar canónicamente las imágenes de Nuestra Señora de las Mercedes y del Rosario (convento de Santo Domingo) y aprovechó la ocasión para fomentar el culto a María. También le tocó la inauguración del Palacio Arzobispal. Otra de las batallas libradas por Monseñor –apoyado en todo momento por la jerarquía católica y las instituciones como la Universidad Católica- fue contra la masonería, el liberalismo y el matrimonio civil.

La renuncia

Nunca hasta ese momento, ni tampoco después, un arzobispo de Lima había sido removido de su sede. La “renuncia” fue aceptada el mismo 8 de enero de 1931 por Monseñor Gaetano Cigognani, Nuncio en Perú. Las comillas de “renuncia” tienen sentido debido a que la iniciativa no partió del Prelado; fue el mismo Papa, quien a través del Nuncio le ordena que renuncie con el fin de tener manos libres en la relación con el nuevo Gobierno. De hecho, cuando Lissón recibió el cable por el que el Papa aceptaba su renuncia al Arzobispado, sorprendido, le inquirió: al Nuncio:

-¿De que renuncia me habla S.E. si yo no he hecho ninguna renuncia?

En Roma fue destinado por nueve años a la Casa Internacional de los Paúles o vicentinos. Monseñor no pierde el tiempo, estudia arqueología e historia eclesiástica, y se dedica a la actividad pastoral en confesiones a seminaristas, sacerdotes y religiosas, dirigiendo retiros espirituales. Se convertirá en guía de cuantos visitan Roma. En varias ocasiones se ofrece para volver a Perú o a cualquier parte del mundo como un simple misionero.Su situación llega a ser tan crítica que solicitó pasar a la Provincia de Roma en calidad de misionero pues no-tenía suficiente dinero para pagar sus mínimas necesidades. La Congregación peruana de las Madres Reparadoras del Sagrado Corazón en la persona de su fundadora, Madre Teresa del Sagrado Corazón, le dará la mano y le ayudará a vivir con cierta dignidad en la capital de la cristiandad, fungiendo como capellán de ellas durante su estancia.

Veinte años en España (1940-1961)

Al avecinarse la Segunda Guerra Mundial, solicita viajar a España por sentirse más seguro y poder ejercer su ministerio pastoral junto a Monseñor Marcelino Olaechea y el cardenal Segura, a quienes había conocido en Roma. Salió de Roma el 24 de mayo de 1940 y llega el 6 de junio a España. Los Padres de la Misión y las Hijas de la Caridad le invitaron a peregrinar a las tierras de San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz y así lo hizo en los meses de julio y agosto de ese verano de 1940. Solicitado por el Cardenal Segura de Sevilla y Monseñor Olaechea de Valencia, actuara como obispo auxiliar en ambas diócesis [1] . . En varias ocasiones solicito permiso para volver a su tierra, pero el Vaticano se lo denegó. A consecuencia del martirio sufrido por obispos, sacerdotes y laicos en la pasada Guerra del 1936 al 1939, se le requerirá su ayuda pastoral y acudirá solicito a las diócesis de Sevilla, Valencia, Badajoz, Alicante, Teruel, Albacete, Murcia... y por toda la geografía de la Madre Patria. Uno de los sacerdotes acompañantes manifestó que “acompañarle era como unos Ejercicios Espirituales”. Monseñor Olaechea no dudaba en afirmar que era un santo y que de “Valencia no sale ni vivo ni muerto”. Los gitanos y pobres del barrio de Triana en Sevilla, exclamaban: “Monzeño er Zanto”. Al igual que el arzobispo Mogrovejo daba todo, hasta lo más personal, como su ropa, su sombrero, su paraguas e incluso su anillo. Como en los tiempos de Lima, había que prestarles las cosas y advertírselo para que, consciente de que no eran suyas, no las donase a quienes se lo pidiesen. Dispone de tiempo para ungir nuevos sacerdotes, muchos de ellos misioneros paúles de la provincia de Barcelona y Madrid. Trabajo con ahínco en vivir las cinco virtudes del misionero vicentino: humildad, sencillez o pureza de intención, mansedumbre, mortificación y celo apostólico. Los compañeros de congregación quedaron impactados por la austeridad en la comida, vestido y alojamiento. Lo único importante era la mayor gloria de Dios y el bien del prójimo. Participó en la animación misionera por Cuttack, congresos de misionología.

Abanderado de la Hispanidad

Monseñor Lissón tiene un espacio bien ganado en el mundo académico americanista. Ahí están los 4.553 documentos transcritos del Archivo General de Indias en Sevilla y publicados en su obra “La Iglesia de España en el Perú“. Se puede decir que acercó la historia peruana –especialmente la de su Iglesia- a su patria a través de estos documentos fundamentales. Aunque por muchas razones supo crear lazos entre Perú y España, esta monumental obra archivística le señala como un puente clave en la hermandad hispanoperuana. Así lo evidencia su biógrafo J. Herrera:

Es bien sabido que fue la Iglesia de España la llamada por la Providencia divina a extenderse en el Nuevo Mundo, y particularmente en el Perú. Sabido es que fueron los Reyes Católicos españoles los que recibieron, por medio de España esa sagrada misión y que la cumplieron a conciencia, salvo las imperfecciones de las obras de las criaturas. Sabido es que los cuatro siglos que se reflejan en estos documentos fueron españoles los Prelados, los misioneros, los clérigos y los colonos, que con mayor o menor perfección colaboraron en la obra de la evangelización, pues como puede verse en estos documentos, el lema que, explícita o implícitamente, movía a todos era la Gloria de Dios y descargar. .. De Su Majestad. Hubo sombras en el cuadro... pero el hecho esplendoroso es que hoy día el Nuevo Mundo es totalmente cristiano. Hoy mismo, después de la proclamación de la independencia de América, son españoles los que han continuado y tienen entre sus manos la conservación y propagación de la fe en todas las naciones hispanoamericanas, y creemos que, como Dios perfecciona sus obras generalmente por los mismos que las han comenzado, ‘España tiene aún que terminar en América la grande obra de la perfecta evangelización en la forma que requieren las modernas circunstancias, y que españoles y americanos estamos llamados a remover los obstáculos que puedan oponerse a este ideal y adoptar cuantos medios puedan conducir a su realización, sin excluir desde luego la cooperación de las demás naciones; pero en el marco trazado por la Providencia y formado por la historia, por la lengua y por las tradiciones hispanoamericanas [2] .

“La figura cumbre de esta bella historia del Perú es, a no dudarlo, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo. Por él, Monseñor vino a España, por él se fue a Mayorga, a visitar su casa y la pila donde se bautizó, por él fue a Granada y por él se metió en el Archivo de Indias y él fue el que le encendió la vocación de investigador. Le había tomado como modelo de Obispo en Lima, había seguido todas sus rutas pastorales y geográficas y le había presentido una gran figura, en que el civilizador y el santo se habían juntado. Después de las investigaciones de Monseñor, la figura del santo sale rejuvenecida y agigantada. En los casi 600 documentos, que van jalonados desde 1580 a 1606, hay muy pocos que directa o indirectamente no digan relación con él” [3] .

Listo para la Eternidad

Sirve a los mártires de España animando los procesos diocesanos entre los Salesianos, Reparadores, Paúles y sacerdotes diocesanos. Recogió numerosos testimonios heroicos de martirio que han cuajado con Juan Pablo II en la beatificación de muchos. Aunque siempre gozo de buena salud, a partir de 1958 comenzó a dar muestras de cansancio y enfermedad. Entre 1958 y 1961, se le detecto pulmonía y se le administro la Unción de enfermos. En 1960 se quedó sin poder hablar y no pudo celebrar la misa a diario; se ocupaba en mirar el crucifijo, rezar el Rosario y leer el Kempis. Contaba con el apoyo de su entrañable amigo Monseñor Olaechea, quien designa al Hermano Padrosa para que le cuidase en todo momento. Lo mismo hacia su secretario personal, el Padre Puertas, así como las Hijas de la Caridad y los Padres Paúles de Valencia. Gran homenaje con motivo de sus bodas de oro sacerdotales. La muerte le llega en el Palacio arzobispal de Valencia, con olor a villancico, el 24 de diciembre 1961, tras quince días en estado de coma. El 26 se celebra el funeral en la catedral; presidio Monseñor Olaechea y acudieron muchísimos sacerdotes, religiosos y fieles. Fue enterrado en la cripta de la Catedral de Valencia, donde estuvo hasta 24 de julio de 1991, en que volvieron sus restos al Perú, a la catedral de Lima. Los obispos, canónigos, sacerdotes y hermanos vicentinos, así como las Hijas de la Caridad y un nutrido grupo de fieles, lo recibió como las reliquias de un santo, que fueron testigos de la identificación del cadáver manifiestan que su cuerpo estaba incorrupto y que fue motivo de un emocionante encuentro sobrenatural. Desde el día de Santiago Apóstol, 25 de julio de 1991, sus restos mortales se veneran en la Catedral de Lima, capilla de Santa Rosa. Entre las muchas condecoraciones recibió las de la Orden del Sol del Perú, Orden del Mérito de Chile y Cruz de Bocayá [4] .

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José Antonio Benito Rodríguez


[1] Testimonio al autor de este artículo por el valenciano P. Vicente Folgado (Agosto, 2003) párroco de Santa María de la Providencia, en Los Olivos, fue confirmado de niño por él. Era unánime el testimonio de santidad hacia su persona.

[2] Ibídem. p. 363.

[3] “No pequeña debió ser su desilusión y contrariedad cuando se enteró que en el Archivo de la Universidad de Salamanca se exhibía la partida del Bautismo del santo como nacido en Villaquejida. El 13 de marzo de 1950 el Cardenal Guevara le escribía estas líneas:

‘Concordemente con lo que VE me dice acerca del lugar del nacimiento de nuestro Santo Toribio, hace algunos meses recibí carta del señor Obispo Felipe Gallegos, S.J. auxiliar del Arzobispo de Santo Domingo, en la que me decía lo mismo que me dice V.E. a saber, que en el Archivo de la Universidad de Salamanca se ha encontrado la partida de bautismo del santo, y en ella aparece que nació y fue bautizado en Villaquejida, patria también del mencionado Obispo, que me da la noticia. Así que habrá que rectificar lo que hasta la fecha han venido diciendo los biógrafos del Apóstol del Perú sobre que Mayorga fue el lugar de su nacimiento. Como V.E. dice, es achaque de los grandes hombres establecerse disputas sobre el lugar donde nacieron o murieron” Ibídem. p.368.

[4] En febrero de 1992, la Conferencia Episcopal Peruana, votó por unanimidad, con todos los 55 obispos, que era necesario incoar el proceso de canonización. En junio del 2004, en ceremonia presidida por el Arzobispo de Lima y Primado de la Iglesia en el Perú, Cardenal Juan Luis Cipriani, se instituyó el Vice Tribunal Eclesiástico encargado de la investigación de la Causa de canonización de Monseñor Emilio Lissón Chávez, que permitió empezar el proceso en nuestro país. Asistieron representantes de la Congregación de San Vicente de Paúl, así como el Canciller del Arzobispado de Lima, Monseñor Guillermo Abanto Guzmán quien presentó los documentos enviados desde España. Asimismo, participaron de esta ceremonia los señores Canónigos, Padre Redro Rubén Borda, C.M. Visitador Actuante y Monseñor Raimundo Revoredo Ruiz, C.M. Vice- Postulador de la Causa. El Cardenal Juan Luis Cipriani consideró como un momento de gran alegría para nuestra Arquidiócesis y el país entero. El Vice Tribunal Eclesiástico encargado de la investigación de la Causa se constituyó de la siguiente manera, Juez Delegado: Padre Pedro Zubieta, Promotor de Justicia: Padre René Paredes, Notario Actuario: Padre Carlos Fernando Olivera. El 31 de mayo del 2008 se clausuró la fase diocesana, y la copiosa documentación de 5.364 folios fue entregada en la Congregación para las Causas de los Santos en Roma para que siga el proceso.


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