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Desembarco de los moriscos en el Puerto de Orán. Por Vicente Mestre
Cuatrocientos aniversario de la expulsión de los moriscos, cuestión de vida o muerte para España, por su complicidad continua con el peligro turco

80 años de Estado Vaticano

por José Luís Orella

Un minúsculo estado que da libertad de movimiento a la única potencia moral que hay en el mundo

El Estado vaticano surgió hace ochenta años, fruto del compromiso adoptado en los pactos de Letrán, entre la Santa Sede y el Estado italiano. Aquel 11 de febrero de 1929 cerraba uno de los asuntos puntuales que había envenenado la relación de la Iglesia católica con el naciente estado italiano, cuando las tropas piamontesas anexionaron los Estados Pontificios a punta de bayoneta. Desde entonces, la monarquía saboyana había adoptado para Italia un liberalismo laicista que marginaba al catolicismo como elemento genitivo determinante en lo social, cultural y educativo. Los católicos italianos se sentían obligados a “demostrar” su patriotismo, y sentían la necesidad de defender sus derechos de igualdad a nivel político. La Primera Guerra Mundial proporcionó la paz social al comprobarse el compromiso de los católicos con su patria. Sin embargo, el Estado liberal no resolvía la situación de un Papa “prisionero” en la basílica de San Pedro. Tuvo que ser Benito Mussolini, Duce del fascismo, y presidente del gobierno italiano, quien tomase la decisión. Desde su subida democrática al poder en 1922, cuando el jefe del Estado le otorgó la jefatura de un gobierno de coalición. El fascismo había integrado a gran parte de las fuerzas existentes en el parlamento italiano, entre ellos a un grupo de católicos procedentes del viejo Partido Popular Italiano. Serán junto al hermano del Duce, quienes convenzan de la necesidad de resolver aquel nudo gordiano.

El 11 de febrero se firmaban los pactos lateranenses, y la Santa Sede reconocía a Roma como capital del Estado italiano, ante un hinchado Duce, e Italia reconocía el carácter internacional del nuevo Estado, que surgía en el barrio vaticano. Pío XI, cabeza espiritual de la Iglesia en aquel entonces, se convertía en jefe de un minúsculo estado. Pero lo suficiente para no estar controlado, ni manipulado, por ningún estado o facción política. El Papa, con aquella medida, blindaba su independencia como cabeza de la Cristiandad. Desde aquel momento, el conocimiento del Papa ha ido popularizándose por los medios de comunicación, y su opinión ha ido cobrando una mayor importancia ante una sociedad más mediatizada. Pero el magisterio del Papa ha quedado salvado de las posibles presiones, y la Iglesia ha podido seguir llevando su misión evangélica, con la garantía de que su cabeza se encontraba a salvo. Los retos que provienen del futuro, el relativismo amenazador, y la cultura de la muerte, pueden ser respondidos por una Iglesia universal, con más de 1.100 millones de creyentes que tienen a su máxima autoridad, libre de expresar su opinión, gracias a aquellos acuerdos, firmados en una fresca mañana al lado del histórico Tiber.

Incluso la solución dada a la vieja Roma imperial, podía ser usada para resolver otro hito sin solución, como es Jerusalén, una ciudad que mantiene su unidad en la historia exclusivamente por la fuerza de las armas.

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José Luís Orella



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