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El "principio aristocrático” de Ángel López-Amo.

por Sergio Fernández Riquelme

Escritos del profesor López-Amo, renovador del tradicionalismo y promotor de un modernizado liberalismo organicista recopilados e introducidos por J. Molina y M.A. Bastos Boubeta

“La dirección justa es la de la verdad histórica, la de varias promociones de españoles que mediado el siglo XX, elaboraron una doctrina política y constitucional independiente para edificar un Estado en España; pero también para someter al Derecho, dándole forma, la voluntad constituyente de la Nación, suspendida en manos de los vencedores de una guerra”. Estas palabras transcritas del profesor Jerónimo Molina, promotor y editor de esta obra recopilatoria de los textos fundamentales de Ángel López-Amo [Alicante 1917-Washington 1956], nos introduce en la clave de la empresa editorial que la Sociedad de Estudios Políticos de la Región de Murcia comienza: la recuperación intelectual de la última gran generación de "Juristas de Estado" de nuestra historia contemporánea, en sus obras fundamentales, hoy sometidos al olvido académico, pero fundamental para el estudio de la estatificación final de la nación española: Jesús Fueyo [1922-1993] y la recuperación en tiempos de disolución  nacional su libro El Estado y la constitución de España, Rodrigo Fernández-Carvajal [1924-1997] con su texto capital La Constitución española, Eustaquio Galán Gutiérrez [1910-1999] y la más que oportuna reimpresión de su libro Los defectos de la Constitución española de 1978, Gonzalo Fernández de la Mora [1924-2002] y la reedición de La partitocracia en un momento decisivo, y Francisco Javier Conde [1908-1974] con su obra imprescindible para el Derecho político español: Representación política y régimen español.

Bajo el título de El principio aristocrático, el primer texto de la colección recopila los principales trabajos del profesor López-Amo, renovador del tradicionalismo y promotor de un modernizado liberalismo organicista. La magistral selección de sus artículos nos resume las claves de un pensamiento jurídico-político sumamente original, introducido por los profesores de manera sucinta por J. Molina   y M.A. Bastos Boubeta   La Advertencia del profesor Molina nos advierte del significado de esa generación, a la que perteneció López-Amo, en la historia del derecho político español. El Estudio preliminar el profesor Bastos Boubeta, gran conocedor del tradicionalismo español y el liberismo o libertarismo americano plantea, en cambio, no sólo la semblanza vital e intelectual del jurista alicantino, sino que principia, en clave de modernización, una tesis de gran valor historiográfico: relaciones entre el genuino pensamiento liberal y la tradición de las “derechas viejas hispánicas”, ante el impacto del libertario anglosajón y frente a la deriva “centrista” del conservadurismo nacional. La tesis central del profesor Bastos incide, magistralmente, en la posibilidad histórica contenida en el proyecto de López-Amo: podría haber realizado la síntesis entre el tradicionalismo español del XIX, que se desarrolló de espaldas a las doctrinas económicas, y la escuela de Salamanca (cuyo legado explotan hoy hábilmente los adictos al Austrian Economics).

 Ambos proemios encuadran el “principio aristocrático” del que fuera Catedrático de Historia del Derecho en Valencia y Santiago de Compostela y de Derecho Político en el Estudio General de Navarra (en la actualidad Universidad de Navarra), miembro de Opus Dei y preceptor del príncipe de España. Un principio de alto calado espiritual, a la manera de nuestro insigne Ramiro de Maeztu [1875-1936], que determinó, en última instancia, su tesis magna sobre la “Monarquía de la reforma social”, trasunto del nuevo horizonte al que debía asomarse la Tradición hispana, portadora de los verdaderos principios liberales contenidos en la teoría orgánica de la sociedad, a través de un sistema jurídico-político de base corporativa (rectius democracia federalista).

En el primer texto escogido, Insignis Nobilitas (1950), bajo las enseñanzas de Tácito [55-120], la sociología de G. Simmel [1858-1918] y la Monarquía social de Lorenz von Stein [1815-1890], examinó los principios rectores de la vida social de la Aristocracia en sus orígenes y su disolución, las causas de su aparición y las consecuencias de su eliminación. No era “un canto estéril” al pasado, sino la reivindicación “del respeto de quienes durante siglos han hecho la historia de la humanidad (…) sin olvidar que todavía representan una reserva de virtudes sociales para el porvenir si sabe realizar todo el sentido de aquella frase de Juan Vázquez de Mella [1861-1928]: que no importa que los caballeros sean mendigos, con tal que los mendigos sean caballeros”. La descalificación contemporánea del “valor social de la aristocracia”, de los “méritos del pasado” era la descalificación misma del organicismo social. Esta crítica, obra contemporánea de la “igualdad política” y el prejuicio democrático sobre el principio hereditario de las aristocracias, daba preferencia al mérito individual sobre el valor social de la clase, lo que desnaturaliza la imagen de la esencia y función de la aristocracia. El igualitarismo, al aspirar a la superación de la creencia en el origen divino del poder y en los medios orgánicos de ordenación social, fundaba y justificaba el poder político en los conceptos de libertad e igualdad; la filosofía racionalista del siglo XVIII determinó que no existían otros fundamentos del poder ni otras bases para la organización jurídico-política. No tenían fundamento y posibilidad en futuro, gobiernos que no fueran democráticos; la herencia aristocrática o la solución dictatorial quedaban fuera del juego del poder.

En el artículo Estado Medieval y Antiguo Régimen (1950), resumen de su conferencia en el Ateneo de Madrid (en el ciclo Balance de la cultura moderna y actualización de la tradición española), realizó un estudio sobre la evolución de la forma política estatal de los inicios de la época medieval hasta los estertores de la edad moderna, mostrando la importancia de la profundización en la Historia como campo de experimentación científica. En este tránsito histórico, López-Amo vio como, por efecto de una revolución encarnada en la soberanía nacional, se cerró una etapa de perfecto equilibrio entre las libertades propias comunidad social y la legitimación del poder político. La reforma social, evolución gradual y lógica del sistema estamental dirigido por la Monarquía absoluta, dio paso a una revolución social que “no vino ni a corregir ni a sustituir un orden caduco”, simplemente “cambió el sujeto de la dominación social”. La lucha de clases y la dictadura de clases fueron los efectos de esta mutación, que cerraba “el más largo y brillante periodo de la cultura occidental”.

Burguesía y Estilo burgués (1956) analizaba el triunfo político de la burguesía “productora de ideología” frente a la verdadera libertad, encarnada en el valor social de la Aristocracia, la modernización de la Monarquía del Antiguo Régimen y la constitución orgánica de la sociedad (tesis completada en Sobre el Estudio profundo de las revoluciones, 1956). Pero su análisis cuestionaba las bases de ese triunfo: pese a que la burguesía había conducido al “extraordinario progreso en la técnica y en la economía”, había fracasado estrepitosamente como clase política dirigente, al sumarse a empresas revolucionarias o reaccionarias que inventaban nuevas formas o sistemas de gobierno. “Ni la justicia social ni el orden político han sido precisamente un triunfo que pueda apuntarse la burguesía”; la miseria y la amenaza del proletariado eran ejemplos palmarios.

En El proletariado y el problema social (1953), analizaba las raíces de la Cuestión social nacida del triunfo del Estado burgués. “El hecho de que haya muchos miles, muchos cientos de miles de hombres que no poseen los medios elementales indispensables para realizar en su familia el más modesto ideal de felicidad humana conmueve a cualquiera que se entere de ello. Durante muchos años, sin embargo, no ha conmovido a nadie”.  Esta era una realidad que la burguesía industrial y capitalista ni supo ni quiso solucionar, sin atisbar “la gravedad del problema”, viendo solo al proletariado “en su aspecto revolucionario explosivo, es decir, lo vieron cuando ya era enemigo, y quizás era enemigo porque nadie lo había visto antes de otra manera”. Ante esta actitud asbtencionista, cuando no obstruccionista, López-Amo observaba como “proletariado se fue a buscar la solución por su cuenta a otro lado, en una nueva concepción del mundo y de la Historia, una nueva doctrina económica y una nueva práctica revolucionaria”. Frente a doctrina revolucionaria del Socialismo y al intervencionismo liberticida del Estado, López-Amo reivindicaba de nuevo el organicismo social. “Si la sociedad no renueva su concepción del hombre y de la vida, si no enriquece sus disposiciones espirituales con respecto al individuo y a la comunidad, no será más fecunda la actual generosidad que al anterior egoísmo”. La clave de esta renovación estaría en las “comunidades naturales”, disueltas por un liberalismo burgués que “fundó todo en el supremo valor del individuo. Consecuentemente, rompió todas las ataduras que ligaban al hombre a algo trascendente. El individuo fue separado de Dios, pero fue separado también de sus semejantes”. Y esta renovación se concretaba en una “vida social-corporativa de la empresa” –siguiendo a José Antonio Primo de Rivera ligaba de nuevo al trabajador a su familia y a la obra de su trabajo, devolviéndole su personalidad. El pensamiento corporativo inspiraba soluciones como los sindicatos verticales o la corporación autónoma, creados para superar la oposición de los campos antagónicos y “establecer en su lugar la cooperación de todos los elementos que integran una rama de la producción”. Con ellos se recuperaba “el campo de los servicios como base de la nueva comunidad”.

Los caminos de la libertad (1947) comenzó el desarrollo de su tesis corporativista desde una previa delimitación de la noción de libertad. Frente a una “libertad formal”, basada de manera exclusiva, en que “el gobierno supremo del país deriva de la voluntad del pueblo, que elegía a un Presidente o a unos Parlamentos en unas elecciones, López-Amo apelaba a la auténtica noción: la” libertad real”. Partiendo de las tesis del teólogo protestante suizo Emile Brunner [1889-1966], oponía a la “democracia formal”, donde el poder del Gobierno y de su aparato estatal se convierte en todopoderoso frente al individuo, estando la libertad y la justicia a merced de la mayoría de votos, una  “democracia real”, histórica y federal presente ya en el tradicionalismo político hispano (J. Balmes [1810-1848], E. Gil Robles [1841-1908], J. Donoso Cortés [1809-1853]). En la Tradición católica y foral nacional encontraba el ejemplo para demostrar al mundo la esencia filosófica abstracta del concepto individualista llamado “libertad política”; ésta, basado en la idea de directa intervención del hombre en el gobierno de la comunidad, se oponía al concepto tradicional de “libertad real e histórica”, fundada en la autonomía de las comunidades inferiores. La tradición le mostraba un tiempo en que el poder del Estado se encontraba separado del resto de personalidades (individuales y sociales), que negociaba con ellas y respetaba su esfera autónoma. Pero este Estado, el Estado medieval, cayó ante la toma del poder por una “sociedad ontologizada”, que identificó Estado y Nación, y convirtió a ésta en exclusiva soberana con capacidad “para legislarlo todo”. Nacía un Estado moderno como encarnación misma del Derecho; frente a él no existían otras personalidades jurídicas, y ante la persistencia de grupos y clases en el seno de la Nación, este Estado buscó la unidad necesaria mediante una rigurosa centralización, y mediante el predominio de una clase social sobre el resto (la burguesía). Pero ambas soluciones eran, para López-Amo, “la negación de la libertad”.

En Algunos aspectos de la doctrina española en torno al federalismo (1948), encontraba en la tradición foral y corporativa española, frente al falso federalismo republicano y jacobino, la esencia de la libertad real e histórica. La experiencia española le mostraba que la libertad no era la simple participación en el gobierno o elegir a quién manda: “la libertad no depende de la posición en el gobierno, por encima del pueblo o salido de él, sino de la organización social considerada en sus relaciones con el poder público”. La verdadera libertad, orgánica y jerárquica, era el “medio para limitar el poder absoluto nacido de la Reforma protestante y sacralizado por la Revolución francesa”. La “libertad” real de López-Amo residía en la conexión entre el liberalismo social y la tradición comunal: por ello, en primer lugar, compartía con los “liberales sociales” la máxima de que “el individuo no esta hecho para el Estado” (B. de Jouvenel [1903-1987], E. Renan [1823-1892]); pero se diferenciaba al apuntar que el hombre solo “estaba hecho para Dios” y “ha de vivir dentro de una serie de grupos sociales, con cada uno de los cuales debe tener deberes ineludibles”. La tradición cristiana determinaba la moral y autonomía de estos “cuerpos sociales”, y a través de ellos, la dignidad y evolución de la forma política estatal, como se vio desde la época medieval. Pero el triunfo de la libertad política “formal” hizo tabla rasa de la estructura social  y política del pasado “real”, y convirtió al Estado en un poder ilimitado. Se eliminaron los tradicionales diques a su actuación, quedando aislado el ciudadano y sin respeto la constitución histórica de la Nación; solo Suiza supo combinar la libertad política con la libertad de los cuerpos sociales intermedios.

Las Cartas académicas a un príncipe joven (1955-1956), publicadas en La Vanguardia en 1966, son el testimonio póstumo de las enseñanzas de López-Amo a su antiguo alumno y futuro Rey, D. Juan Carlos I. En ellas, López-Amo no sólo las reflexiona sobre el “hecho político” (en especial sobre la legitimidad histórica y la necesidad de modernización), sino que aportó algunos elementos jurídico-políticos necesarios para la instauración monárquica. Así recorrió el “Concepto de monarquía y las clases sociales”, los “Trabajos y preocupaciones del Monarca”, la “Razón y principio de la autoridad”, el “Concepto y valor de la igualdad”, “Sobre el origen del poder”, el “Origen popular del poder”, o el “Cambio de dueño en el Estado”. Las tesis en ellas contenidas incidían en la oportunidad de instaurar una forma política monárquica capaz de aprender la lección de la historia y de la política, y fundada en la legitimidad de la libertad de las “comunidades naturales”. Pero López-Amo no llegó a ver la dirección y el contenido de la final instauración de la Monarquía de su antiguo pupilo; falleció en accidente de tráfico en Wordfordsburg (EEUU) en 1956, cuando preparaba la segunda edición de La Monarquía de la Reforma social, a la edad de 39 años.

La prematura muerte de Ángel López-Amo fue, quizás, la premonición de un cambio político que no tardaría en llegar, y que como advierte el profesor Bastos Boubeta, cortó de raíz una de las más prometedoras líneas de renovación de la tradición política española, genuinamente liberal, y llegó a simbolizar, posiblemente, el complejo doctrinal que acusa la derecha política española a inicios del siglo XXI. Pero la “verdad histórica” de sus enseñanzas e ideas, del “principio aristocrático” de López-Amo recogido en estos textos, nos marca una dirección, que nunca debió perderse, en el estudio del fenómeno de la legitimación del poder político, gracias a esta valiosa apuesta editorial del profesor Jerónimo Molina. Las futuras generaciones de juristas y politólogos se lo agradecerán.

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Sergio Fernández Riquelme



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