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El negacionismo del Holocausto ¿de derechas? No, de izquierdas

por Ángel Expósito Correa

Este tópico (al igual que todos los demás tópicos polítcamente correctos) no tiene ningún fundamento

Si se estudia sin anteojeras ideológicas la historia del negacionismo del Holocausto se descubrirá que es un fenómeno de izquierdas y que nada tiene que ver con una Derecha natural y cristiana. Tomando como ejemplo el caso de monseñor Williamson la vulgata políticamente correcta ha inducido a pensar a la opinión pública que el negacionismo del Holocausto es siempre y solamente un fenómeno “de derechas” o “fascista”, y que los católicos coherentes con su Fe (escorándose naturalmente hacia opciones de derecha) compartirían casi naturalmente postulados negacionistas. Sin embargo, como ya hemos dicho (sobre todo si se estudia la corriente principal del negacionismo – la francesa), se llega a la conclusión opuesta.

En efecto, “[...] el negacionismo se compone de tres elementos. Niega que el régimen nacionalsocialista haya tenido la intención de exterminar a los judíos. Niega la existencia de las cámaras de gas. Y reduce el número de los judíos muertos en los campos de concentración a proporciones talmente bajas que rayan, en ocasiones, el número cero. Aunque el negacionismo prefiera ser conocido bajo el nombre más respetable de “revisionismo”, esencialmente este apelativo es inexacto. Si hay historiadores respetables que sostienen que éste o aquél particular sobre la historia del Holocausto necesitan una revisión, o que las reconstrucciones de los campos de exterminio por parte del “turismo de la memoria” no siempre hayan sido exactas, el negacionismo es una doctrina mucho más drástica en la cual de respetable y de histórico hay muy poco. Desde el punto de vista de la sociología el negacionismo forma parte del rejected knowledge, esto es, de aquellas opiniones que la historia académica ha descartado pero que deslumbran a teóricos de la conspiración, para la cual los historiadores “oficiales” son siempre y necesariamente cómplices del Poder con la P mayúscula. Las distintas formas de rejected knowledge se frecuentan y se citan. Muchos (no todos, evidentemente) entre aquéllos que niegan que los atentados del 11-S sean obra de los fundamentalistas islámicos y los atribuyen a los servicios americanos o a los israelíes – la forma más extendida de teorías de la conspiración y de adhesión a un rejected knowledge de nuestro tiempo – en ocasiones son o se tornan también negacionistas del Holocausto. El itinerario del obispo Williamson, que puede ser seguido a través de sus declaraciones y de alguna revistilla del mundillo, ha sido precisamente de este tipo. Frecuentando un cierto tipo de negacionistas del 11-S y adheriéndose a sus tesis Williamson poco a poco se ha vuelto también un negacionista del Holocausto.

“Entre los primeros partidarios del negacionismo del Holocausto hay ciertamente autores que se declaran fascistas como Maurice Bardèche (1907-1998), el cuñado del poeta Robert Brasillach (1909-1945), ajusticiado en Francia tras la Segunda guerra mundial como colaboracionista. Brasillach no era solamente el cuñado de Bardèche: era su ídolo. La protesta contra la ejecución de Brasillach se torna en Bardèche protesta contra todas las epuraciones y contra el juicio de Nuremberg, a su entender basado en documentos falsos. Desde un cierto punto de vista los textos sobre Nuremberg de Bardèche son los primeros escritos negacionistas, pero hojeando la colección de su periódico Défense de l’Occident se descubre que los artículos negacionistas durante los primeros años son aislados y ocasionales. El negacionismo “de protesta” de Bardèche hubiera sido un fenómeno aislado y exento de argumentos si no hubiera bajado a la palestra un personaje de bien distinto calibre negacionista, Paul Rassinier (1906-1967).

“Tras haberse adherido jovencísimo al Partido Comunista Francés y haber sido excluido del mismo en 1932, Rassinier se había convertido en secretario de la federación de Belfort del Partido Socialista Francés. De tendencias anarco-pacifistas en el momento de la ocupación alemana funda con otros el movimiento clandestino Libération Nord. Detenido por la Gestapo, es torturado y deportado a Buchenwald. Volverá a casa, pero herido e inválido. En 1946 es elegido diputado socialista a la segunda Asamblea Constituyente. Derrotado en las sucesivas elecciones políticas toma el camino del pacifismo integral y del anarquismo social representada por la revista Défense de l’homme del dirigente anarquista Louis Lecoin (1888-1971). Desde entonces el ex deportado desarrolla sus actividades en el ámbito de la Federación Anarquista. El ambiente es rencilloso: los anarquistas discuten sobre cuestiones de liderazgo y también por dinero, y conducen en la década de los 60 a varias escisiones. Rassinier deja la Federación Anarquista para afiliarse a uno de los cismas, la Alianza Obrera Anarquista, y colabora asimismo con otra formación cismática, los Grupos Anarquistas de Acción Revolucionaria (de tendencia denominada “negra y roja”, anarco-comunista), continuando al mismo tiempo a militar en la Unión de los Pacifistas en cuyo origen se encuentra Lecoin.

“Sólo en los últimos tres años de vida las polémicas sobre el negacionismo del Holocausto obligarán Rassinier a dimitir de la Unión de los Pacifistas. Pero hasta la muerte mantendrá cordiales relaciones con partes del movimiento anarquista los cuales recordarán en el momento de su fallecimiento al militante del pacifismo integral y de la lucha anarquista contra el orden social y contra la religión (la militancia atea es una constante de la entera vida del ex deportado).

“Rassinier – que puede por tanto presumir de haber sido deportado – da al negacionismo sus credenciales políticas y un conjunto de argumentos (entre los cuales figura la no existencia de las cámaras de gas) fundamentales para los desarrollos futuros. Pero por encima de los argumentos, ¿cuáles son las ideas de Rassinier? El tema principal de toda su actividad política es el pacifismo absoluto de matriz anarquista, para el cual cualquier paz es preferible a cualquier guerra. La denuncia del nazismo como mal absoluto mediante la descripción del Holocausto, según Rassinier, corre el riesgo de ser fatal a este tipo de pacifismo. Muchos, en efecto, se convencerán que existe al menos una guerra justa, aquélla capacitada para detener crímines horribles como los cometidos por los nazis en los campos de exterminio. Para negar radicalmente la idea de guerra justa es necesario – pensaba Rassinier – negar el carácter único, terrible, absoluto de los crímenes nazis, por lo tanto negar el Holocausto y las cámaras de gas. Los argumentos técnicos en Rassinier – y el mismo retorno en su pensamiento de un antisemitismo “social”, que ve en el judío al capitalista por excelencia retomando una antigua tradición de la izquierda francesa – son siempre funcionales a un único tema de fondo, el pacifista.

“Por supuesto, una cierta extrema derecha ha reeditado y reedita Rassinier con genuino entusiamo, a menudo sin conocer su historia y sus razones. Pero los suyos, los anarco-pacifistas, no se han equivocado y nunca lo han abandonado realmente, a pesar del escándalo público del negacionismo en la segunda mitad de los años 60 fuera tan fuerte que les obligó a distanciarse cautelosamente. Sin embargo, Rassinier ha muerto en 1967 mientras su biblia del negacionismo, La mentira de Ulises, es de 1950; y las polémicas sobre este libro no han impedido al ex deportado seguir siendo un dirigente importante de organizaciones anarquistas y pacifistas al menos todavía por un buen decenio.

“1967 es el año de la muerte de Rassinier. Es también el año en el cual Pierre Guillaume con un núcleo importante de amigos abandona Poder Obrero, que había sido fundado en Francia por el filósofo Jean-François Lyotard (1924-1998) en 1963. Poder Obrero prefiere hablara de expulsión, pero en realidad Guillame y los suyos se marchan antes de ser expulsados, y se llevan con ellos un número importante de miembros. El grupo de Guillaume toma el nombre de la librería que gerenta, que ha sido abierta en 1965: El Viejo Topo, metáfora de la Revolución que escarba bajo tierra durante años antes de salir a la superficie usada por Karl Marx. Comunistas antisoviéticos, los seguidores del grupo del Viejo Topo oscilan entre el situacionismo y la referencia a Rosa Luxemburg. Separados de Poder Obrero, Guillame y sus amigos descubren Amadeo Bordiga, el fundador del Partido Comunista Italiano devenido marxista herético y crítico comunista del antifascismo, que considera un engaño creado por el capital para atraer a los comunistas hacia alianzas innaturales y distraerlos de la lucha contra el estado capitalista, que sigue siendo el mismo a pesar de los ropajes democráticos, fascistas y también estalinistas. El estalinismo para Bordiga es de hecho un capitalismo de Estado, un enésimo disfraz del dominio del capital, y también la crítica trotzskista del estalinismo, en cuanto no supera el antifascismo, es insuficiente.

“Guillame se convierte en uno de los líderes del mayo de 1968: según la historiadora Valérie Igounet, es quizás el más importante líder “militar” del mayo parisino. Contemporáneamente, el Viejo Topo se topa con las luchas intestinas que desde siempre atormentan al bordiguismo francés e internacional, y descubre que la crítica del antifascismo de Bordiga para muchos tiene como parte integrante una crítica de cuanto la historia afirma acerca del Holocausto. Desde 1960 en los ambientes bordiguistas circula un opúsculo, Auschwitz o la gran coartada, publicado anónimamente y por algunos atribuido al mismo Bordiga el cual, si no lo ha escrito, lo ha por lo menos aprobado y – por lo que se conoce – jamás lo ha criticado. En rigor no se trata de un texto negacionista: denuncia la utilización de Auschwitz y de los campos de exterminio por parte del antifascismo para sostener que las democracias occidentales y el estalinismo soviético son éticamente superiores al nazismo (cuando no lo son), y afirma que los judíos fueron deportados en cuanto miembros de una clase, la pequeña burguesía, ya no útil al capitalismo e incapaz de defenderse porque dividida en sí misma. El capitalismo – del cual el nazismo era uno de los mandatarios – según el opúsculo trató de evitar en todas las maneras el exterminio, económicamente inútil, de los judíos (por ejemplo – se afirma – tratando de “venderlos” a otros países), pero finalmente muchos de ellos fueron efectivamente asesinados no en cuanto judíos, sino en cuanto “desechos del proceso capitalista de producción”.

“El opúsculo contiene evidentes contradicciones, las cuales explican por qué Guillaume – tras haber descubierto casi por casualidad a Rassinier – lo lea con entusiasmo y, manteniendo la arquitectura conceptual del texto bordiguista sobre Auschwitz, cambia los elementos de hecho: no sólo el nazismo ha tratado de evitar el exterminio de los judíos, en realidad jamás lo ha perpetrado, y se trata de la enésima invención de la propaganda antifascista cuyo carácter perverso Bordiga había entendido hacía tiempo. No todos los bordiguistas, y ni siquiera todos los fundadores del Viejo Topo, están de acuerdo, pero arranca desde aquí un itinerario que desde los años 70, y hasta hoy, conducirá el Viejo Topo de Guillaume a convertirse en el principal centro europeo del negacionismo del Holocausto. En 1978 el grupo del Viejo Topo (del cual por otra parte deberían distinguirse sucesivas encarnaciones, cuyos protagonistas cambian aunque queden el nombre y el papel central de Guillaume) encuentra Robert Faurisson, un docente universitario de literatura de Lyon que se ha apasionado al negacionismo y se ha convertido en heredero intelectual de Rassinier. Faurisson siempre ha sido muy receloso sobre sus ideas políticas, no en cambio sobre las religiosas y sobre su militancia en la Unión de los Ateos. Sea como fuere, a finales de la década de los setenta acepta con alegría el apoyo del Viejo Topo, que inserta sus ideas en un esquema bordiguista, así como más tarde no tendrá reparos en aceptar la ayuda de ambientes neo-nazis y en diciembre de 2006 irá a Teherán huesped del presidente iraní Ahmadineyad”.

“Siempre en 1978 la Librería de las mujeres, histórica librería feminista parisina, es asaltada por un comando de ocho mujeres enmascaradas armadas con navajas de afeitar y barras de hierro. Las responsables de la agresión nunca serán identificadas, pero en Lyon aparecen carteles que jalean el asalto. Están firmados por los amigos de una revista, La Guerre sociale, publicada en 1977 como prosecución de
King Kong International, por un grupo de militantes post-sesentayochistas vinculados a la Organización de los jóvenes trabajadores revolucionarios. Según los carteles la oposición entre feministas y machistas es un nuevo truco del capitalismo – exactamente igual a la oposición entre fascistas y antifascistas – para esconder a los trabajadores la verdad según la cual existe un único y verdadero antagonismo, aquél entre capital y trabajo. Si en 1978 había defendido las protagonistas del atentado de París, en 1979 La Guerre sociale defiende Faurisson, bajo juicio en Lyon, difundiendo un opúsculo con el título ¿Quién es el judío?, cuyo título alude al hecho que el verdadero “judío”, en el sentido de sujeto discriminado y perseguido, sería el profesor negacionista. La Guerre sociale comienza a colaborar con el Viejo Topo, pero las dos posturas no son idénticas. En el grupo de la revista es más clara la idea de reconducir el negacionismo a la matriz y a las posturas ideológicas de Rassinier. De ello derivarán interminables disputas teóricas entre Guillaume, el grupo de la Guerre sociale y disidentes que fundarán una revista competidora, La Banquise, en cuyo meollo se colocarán las tesis de un teórico del denominado comunismo de izquierda, Gilles Dauvé. Se trata no obstante durante años de enfrentamientos entre variantes del negacionismo, aunque algunos de los protagonistas de la controversia acabarán distanciándose del mismo durante la década de los ochenta. Entre éstos estará Gabriel Cohn-Bendit, hermano del líder del mayo francés Daniel y teórico de la educación alternativa, cuyo compromiso negacionista – aunque de breve duración (1979-1980) – le será echado en cara durante la sucesiva carrera política y cultural. Seguir las disputas doctrinales sobre la exacta interpretación de Marx y de Bordiga es muy agobiante. Queda sin embargo el dato según el cual en muchos países los bordiguistas juegan un papel importante en la difusión del negacionismo del Holocausto”.

“Al final de la década de los ochenta, a causa también de estas disputas interminables, el Viejo Topo parece en crisis, pero para compensar un artículo de 1987 de una de las figuras históricas del mundo anarquista francés, Maurice Joyeux (1901-1991), publicado en el órgano oficial de la Federación Anarquista Le Monde libertaire, conmemora Rassinier a veinte años de su muerte y reivindica su obra como plenamente integrada en la tradición de los anarquistas. En cuanto al Viejo Topo, vuelve a su apogeo en la década de los noventa merced a una aportación imprevista. Uno de los protagonistas más importantes en el plano cultural del 68 francés y del marxismo disidente, el filósofo Roger Garaudy, convertido al islam, va a visitar en 1995 a Pierre Guillaume y le propone publicar de manera discreta, con una tirada limitada, Los mitos fundadores de la política israelí, un texto en el cual el filósofo sostiene que le mito del Holocausto ha sido inventado por los judíos para justificar la existencia de Israel y las injusticias cometidas contra los palestinos. Por cuanto discreta, la publicación hace escándalo y lleva a un juicio y a la condena de Garaudy. Pero se trata de un golpe mediático de gran efecto que da a conocer el negacionismo, merced también al hecho que una figura popular como el abad Pierre, el “cura de los pobres” fundador del Movimiento Emmaus, se presenta a atestiguar a favor de la integridad del amigo Garaudy, aún declarando no compartir su negacionismo. Nace aquí una tercera fase de la obra de Guillame y de la misma historia del negacionismo. Si la invención del Holocausto había sido atribuida al capitalismo para justificar en un primer momento la guerra y por ende la represión de las luchas obreras y estudiantiles atrayendo las izquierdas parlamentarias con el mito de la unidad antifascista, ahora el dedo acusador se dirige contra Israel, y el negacionismo es exportado de manera intensa a los países musulmanes, donde encuentra sostenidores y financiadores en nombre de la lucha contra el sionismo y por los palestinos. Hoy son el Irán de Ahmadineyad y el fundamentalismo islámico los mayores soportes sobre los que puede contar el negacionismo”.

“Repitámoslo una vez más: nadie entiende negar que militantes que a distinto título pueden ser definidos como de “extrema derecha” hayan acogido con entusiasmo y difundido las tesis negacionistas. No obstante, la línea principal, el “núcleo duro” del negacionismo que va de Rassinier a la pluridecenal actividad del Viejo Topo que desembocando en el antisionismo negacionista filo-iraní y filo-palestino de hoy forma parte más bien de la historia de una cierta izquierda anarquista, insurreccionalista y “comunista de izquierda”.

“¿Y los católicos tradicionalistas vinculados a la Fraternidad San Pío X de monseñor Marcel Lefebvre? Buscando con mucha atención se encuentra algún episodio más o menos aislado. En 1978 salta por los aires el automóvil de François Duprat, un joven militante que de trotzkista había pasado a ser fascista y estrecho colaborador de Maurice Bardèche, manteniendo un acusado compromiso anti-israelí y de apoyo a la OLP. Fundador de una Unión para la liberación de Palestina, su muerte – jamás esclarecida – es fácilmente atribuida a los servicios israelíes, aunque la investigación sugerirá que Duprat tenía también alguna que otra relación con los servicios franceses y quizás con los soviéticos. Duprat nos interesa porque, tras un período de silencio, había hecho reaflorar a bombo y platillo el negacionismo en las publicaciones de Bardèche, ejerciendo en este tema una influencia sobre el amigo Jean-Marie Le Pen (que jamás ha renegado de Duprat y sigue rendiéndole sentidos homenajes). El funeral de Duprat es celebrado con gran afluencia de personas en Saint-Nicolas-du-Chardonnet por don François Ducard-Bourget, amigo de monseñor Lefebvre que en 1977 había “ocupado” la iglesia parisina para celebrar la Misa tradicional. Por escrúpulo de corrección de la información este episodio – junto con la defensa, más en nombre de la libertad de expresión que de una verdadera comparticipación de las ideas, de negacionistas condenados por jueces franceses por parte de ésta o aquélla personalidad o revista cercana a la Fraternidad San Pío X en el transcurso de los años 80 y 90 – no puede no ser mencionado. Pero también es necesario subrayar su carácter de hecho aislado. Monseñor Lefebvre jamás ha mostrado simpatías por el negacionismo y por otra parte su padre René había sido miembro destacado de la resistencia antinazi y había muerto como consecuencia de los golpes recibidos en el campo de concentración de Sonnenburg”.

“Algún tipo de cambio se ha dado en 2001. El negacionismo del 11-S – un viento que ha azotado muchas derechas, como también muchas izquierdas – ha abierto también en la Fraternidad San Pío X la puerta a la publicación de artículos y al trato con personajes que son negacionistas también del Holocausto (lo cual, repitámoslo una vez más, es una característica presente en algunos pero no en todos los negacionistas del 11-S). Esta tendencia ha acabado por involucrar también a uno de los obispos de la Fraternidad, monseñor Williamson. La preocupada invitación de Benedicto XVI a vigilar con mayor atención la presencia de estas derivas en el futuro puede valer, quizás, también como invitación a estudiar seriamente la historia y las raíces del negacionismo del Holocausto” (1).

·- ·-· -······-·
Ángel Expósito Correa

(1) http://www.cesnur.org/2009/mi_negazionismo.htm


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