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La Fé del geógrafo Manuel de Terán

por Alfonso V. Carrascosa

La denominada memoria histórica tiene como característica laicista el evitar hacer mención a la condición religiosa de los personajes contemporáneos. Manuel de Terán (Madrid 1904, Madrid 1984) fue un geógrafo español de reconocido prestigio

Manuel de Terán es uno de los muchos científicos del siglo XX que se ha convertido, sin serlo, en icono de la historiografía laicista, que abunda en la dirección de resaltar sólo y exclusivamente lo que el krausismo –sistema filosófico estrechamente vinculado a la masonería, y por ello anticatólico, fracasado en Alemania que importó a España Julián Sanz del Río- y la Institución Libre de Enseñanza –formada por discípulos de aquel- realizaron en la cultura española, haciendo consecuencia de tales teorías la puesta en marcha de la Junta para Ampliación de Estudios en Investigaciones Científicas , y de paso a todos los que fueron pensionados por ella, como es el caso que nos ocupa. Obligado es según ese enfoque, silenciar cualquier vinculación de los personajes relevantes de la época con su condición de católicos o creyentes. Por ello son muy pocos los que saben que p.ej.- Cajal creía en Dios y en el alma inmortal. La cristalización de tal corriente es la denominada memoria histórica.

En 1920 Manuel de Terán obtuvo el grado de bachiller en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, con la calificación de sobresaliente, y en 1925 el grado de licenciado en Filosofía y Letras (sección de Historia) por la Universidad de Madrid. Poco después, en 1927, se doctoró en la Universidad de Madrid con una tesis sobre Historia del Arte dirigida por Manuel Gómez Moreno, bajo cuya tutela se incorpora como colaborador habitual a la sección de Arqueología del Centro de Estudios Históricos. Dos años más tarde ganó por oposición la plaza de catedrático de Geografía e Historia del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Calatayud, y en 1933, casado y con el primero de sus cinco hijos, obtiene una pensión de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) para estudiar geografía en la Universidad de París, donde conoce la escuela geográfica más importante del momento, con la que se mantendrá relacionado desde entonces.

Durante la guerra civil es obligado a ir a Valencia con el gobierno republicano, al que acompaña para no sufrir los efectos de la depuración del funcionariado docente ya puesta en marcha por los demócratas del Frente Popular, consistente cuando menos en dejar sin empleo y sueldo a cualquiera que se negase a acatar órdenes, que llevaría al desempleo los mismísimos Blas Cabrera, Juan Marcilla, etc., al exilio a la escuela de filosofía de Madrid ( Ortega y Gasset, García Morente, Pérez Ayala, etc.), a Severo Ochoa, etc., y casi a la tumba nada menos que a José Castillejo, que dirigió la JAE junto con Cajal.

Al terminar la guerra, tomó posesión de la plaza de catedrático de Geografía e Historia del Instituto Nacional de Enseñanza Media Isabel la Católica de Madrid, y en 1941 se incorporó a la Universidad de Madrid, donde permaneció como profesor ayudante o encargado de curso de Geografía hasta 1951, cuando ganaría por oposición la primera cátedra de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid.. En 1943 fué nombrado colaborador del Instituto Juan Sebastián Elcano (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), del que terminaría siendo director y en el desarrollaría a caballo con la universidad lo más importante de su actividad científica, publicando numerosos libros y artículos de su especialidad, junto con manuales docentes para alumnos de bachillerato. Dio numerosas conferencias como invitado en universidades de los Estados Unidos, en la Escuela Diplomática….hasta que en 1962 fué nombrado presidente de la Conferencia Internacional de Geografía, celebrada en Santa Cruz de Tenerife a instancias del Consejo de Europa, para revisar los manuales escolares de Geografía.

Tras jubilarse en 1974 como catedrático de universidad, iniciaría su colaboración con Julián Marías en los Cursos de Estudios Hispánicos, sería nombrado director honorario del Instituto Juan Sebastián Elcano y consejero de honor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1976), académico de la Real Academia Española de la Lengua (1977), presidente de honor de la Real Sociedad Geográfica (1978), académico de la Real Academia de la Historia (1980), y poco antes de fallecer medalla de oro de la Universidad Complutense de Madrid (1982).

Ya en algunos de sus textos hace afirmaciones que indican su condición de creyente. En su estudio “Una ética de conservación y protección de la Naturaleza”, publicado en 1966 por primera vez en Homenaje a don Amando Melón, por el Instituto Juan Sebastián Elcano-Instituto de Estudios Pirenaicos (CSIC) (págs. 69-76), además de adelantarse a su tiempo y citar a intelectuales cristianos tales como Tehilard de Chardin o Bergson, dice refiriéndose a las capacidades del Homo sapiens que “….sabe del mundo, de Dios y de sí mismo…”, afirmando más adelante que una civilización se define como “….un repertorio de ideas y creencias…todo un complejo de creaciones espirituales y materiales…”, repasando cómo la Biblia y los pensadores cristianos han presentado a lo largo del tiempo la relación del hombre con su entorno geográfico.

Semejantes aproximaciones al devenir de la historia humana en relación con la geografía hace en otros escritos, en los que no excluye nunca comentarios a cerca de la visión judeo-cristiana de las cosas. En su escrito “Hojas de herbario y otras cosas”, publicado por primera vez en el Homenaje a Julián Marías ( Madrid, Espasa-Calpe, 1984, págs. 681- 699), al referirse al arco de piedra escribe “…Un arco de piedra ¿En qué día hizo Dios el arco? Porque el arco criatura divina más que humano ingenio parece”, y al hacerlo respecto a la hoz, de forma velada utiliza un lenguaje muy sugerente “…Queda para otros la gloriosa resurrección de la espiga segada, destilada en leche y harina, amasada en el pan que da vida a los hombres”.

Sin embargo la información más determinante sobre su condición de católico practicante es la evidencia bibliográfica de su participación activa en las denominadas Conversaciones de Gredos, lideradas por el sacerdote Alfonso Querejazu. (“Alfonso Querejazu. Conversaciones católicas de Gredos”, Bibloteca de Autores Cristianos, Madrid 1977). Al hacer mención a algunos de los nombres de intelectuales católicos que tomaron parte en las mismas, dice el P. Ramón Ceñal S.I. “…Dámaso Alonso…Leopoldo Calvo Sotelo…Joaquín Garrigues…Pedro Laín Entralgo…Julián Marías…Joaquín Ruiz Jiménez…Manuel de Terán…” (p. 248). Algunos de sus familiares vivos al ser preguntados sobre las creencias de Manuel de Terán no dudan en confirmar dicha información, añadiendo que era católico, asistía a misa los domingos con Doña Fernanda Troyano de los Ríos, su mujer y jamás se declaró ateo o agnóstico (comunicación personal).

Las Conversaciones de Gredos tenían lugar todos los años durante la semana después de Pentecostés. Venían a ser como un retiro espiritual de intelectuales católicos no alineados con el franquismo político, conscientes de la necesidad de una apertura que hiciera posible la autocrítica sincera y constructiva del catolicismo español de la época. Muchos de estos intelectuales testimonian que los encuentros con el Padre Querejazu eran auténticos oasis espirituales, practicados desde 1951, en los que ciencia y religión o razón y fé se encontraban, del mismo modo a como se encontraron en Manuel de Terán y en tantos otros que, bien por la presión anticatólica del final de la IIª República que llegaba a la agresión física y más tarde al asesinato, bien por lo que manifestándote católico podías conseguir durante el franquismo y no lo consideraban lícito del todo, vivieron su fé de puertas para adentro. El laicismo en la actualidad transmite que todos los intelectuales que no se exiliaron tras la victoria de Franco eran unos fascistas canallas, algo en absoluto cierto, comprobable tanto en éste como en muchos otros que hoy se esgrimen por los autodenominados progres como paradigma de los logros exclusivamente debidos a una cultura ajena a la Iglesia Católica, ajena a la fé que profesamos.

Manuel de Teran, un madrileño católico que contribuyó de modo significativo a tomar conciencia de la España física sin reivindicar para sí privilegio alguno por su condición de creyente, tanto que tal faceta era hoy prácticamente desconocida.

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Alfonso V. Carrascosa

Abundante información sobre su vida y obra está disponible de forma gratuita en la web www.manueldeteran.org/presentacion/index.html, en la que por supuesto, no se menciona, lo que fué su faceta religiosa, que es lo que se pretende abordar aquí.


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