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Las relaciones entre España y Estados Unidos desde el inicio de la transición hasta el año 2009

por Alberto Segovia

Este trabajo persigue estudiar las relaciones entre España y Estados Unidos desde el inicio de la transición hasta el año 2009. Su evolución, sus causas, sus consecuencias y las diferentes tendencias políticas seguidas en este intervalo de tiempo.

1. Introducción

La política exterior española se desarrolla fundamentalmente entorno a cinco áreas geoestratégicas; Europa, América Latina, norte de África, Mar Mediterráneo y EE.UU. Es esta última la única con una característica diferente al resto. Las relaciones con Europa, el Mar Mediterráneo y el norte de África se justifican por su posición geográfica, mientras que Hispanoamérica por su vinculación histórica. Estados Unidos, situado al otro lado del Atlántico, exige una vinculación necesaria por su condición de superpotencia mundial.

El proceso de consolidación democrática protagonizado en España es una de las etapas más atractivas a nivel histórico. Estudiar el transcurso de estos hechos a la vez que se analiza el peso ejercido por la primera potencia mundial, es un tema que sin duda merece la pena investigar.

Sin embargo el campo de estudio es ampliamente extenso y podría abarcar varias tesis doctorales. Por ello, mi objetivo propuesto ha sido el de estudiar la evolución de la actividad exterior española respecto al país norteamericano según dos circunstancias claves; los diferentes gobiernos que han ocupado La Moncloa y según las áreas geográficas donde los intereses de ambos países se entrecruzan.

Estos dos factores han condicionado en gran medida la evolución de las relaciones entre España y EE.UU. y han sido el eje condicionante de nuestros vínculos transatlánticos.

La aplicación de diferentes políticas según la fuerza política en el poder ha sido un hecho que ha determinado la forma de abordar la agenda exterior española. Por eso, resulta de gran interés investigar, analizar y conocer la evolución de las relaciones de nuestro país con EE.UU. según la tendencia política de los gobiernos que han pasado por el ejecutivo español. Diferentes proyectos, enfoques y perspectivas para unos mismos intereses.

Hay tres zonas donde los objetivos de la diplomacia española y la norteamericana se entrelazan; América Latina, el área del Estrecho y en menor medida Europa. Esta particularidad ha sido razón de ser de las relaciones hispano-norteamericanas, origen de desavenencias y fuente de numerosos compromisos bilaterales.

Estas tres áreas conforman el tablero de juego donde España despliega su política exterior coincidiendo con Estados Unidos, no por ello Madrid se ha doblegado siempre a los designios de Washington. Los desacuerdos y las discrepancias con EE.UU. en estas regiones han existido debido a las divergencias de intereses y las diferentes maneras de responder ante un mismo problema.

Todas estas cuestiones planteadas generan un interés más que suficiente como para realizar una investigación y análisis pormenorizado de cómo han influido estos acontecimientos en la historia más reciente de nuestro país.

1.1 Metodología y fuentes

Para la realización de este trabajo, emprendí la investigación con un primer contacto con las principales bibliografías que tienen como objeto de estudio la política exterior española en las cuatro últimas décadas. Tomando como principales referencias las obras de Juan Carlos Pereira y Rafael Calduch, este tipo de bibliografía ha sido especialmente útil para documentarme en las fechas más antiguas.

Otro pilar básico del trabajo ha sido la documentación aportada por las revistas especializadas. Su labor de análisis e interpretación de los hechos me han permitido un acceso a los temas más actuales para una mejor comprensión de los mismos. La información aportada por revistas como Política Exterior, Diplomacia o la formidable contribución del think tank de Estudios Internacionales y Estratégicos, el Real Instituto Elcano, han sido fundamentales.

Las entrevistas personales han formado parte también de la metodología del trabajo permitiendo una información de primera mano de expertos en la materia investigada. Sin embargo, he de señalar la negativa por parte de la embajada estadounidense en concederme una entrevista. Ni la agregada cultural ni ningún miembro de su cuerpo diplomático me han permitido acceder a esta petición a pesar de mi insistencia.

Mi propósito no era otra que poder recoger la versión pública y oficial del país en los temas que lleva a cabo mi investigación.

No quiero terminar sin antes señalar la abundante cantidad de documentación que un trabajo de estas características puede generar, que hace casi inabordable su totalidad. Soy consciente que hay aspectos de las relaciones entre España-EE.UU. que no están recogidos en el trabajo, pero debido a las normas de extensión del mismo no las he podido dar cabida.

2. Antecedentes

El fin de la segunda Guerra Mundial dio paso a un mundo bipolar con dos grandes superpotencias hegemónicas; un modelo capitalista y liberal frente a un régimen centralizado e intervensionista. Dos formas diferentes de concebir y administrar los estados. Dos bloques que desempeñaban un liderazgo político-ideológico, económico y militar sobre gran parte del mundo.

Con el propósito de afianzar sus zonas de influencia, Estados Unidos y la Unión Soviética implantaron una red de aliados que asegurasen sus intereses defensivos en caso de conflicto. El mundo pasó a ser un tablero de ajedrez donde cada país jugaba una función esencial para los intereses de cada contendiente.

La evolución de los acontecimientos y la tensión que había cada vez más entre estos dos bloques antagónicos llevó a que España entrara dentro de esos planes. El discurso anticomunista promulgado por el régimen franquista atraía cada vez más adeptos ante el avance soviético por Europa.

Dentro del mapa geopolítico de la guerra fría, el llamado flanco sur empezaba a alcanzar cada vez más repercusión y es en ese marco donde la posición geoestratégica de España cobraba verdadera importancia.

El interés de EE.UU. por incorporarla a su órbita se interpretaba dentro de la estrategia norteamericana de garantizar el acceso de sus embarcaciones y aeronaves ante un posible enfrentamiento en Oriente Próximo, así como para preservar la libre circulación de los superpetroleros que, a través de Suez y Gibraltar, proveían a los países europeos con el petróleo del golfo Pérsico. Por lo demás, España pasó a ocupar una función más propagandística que estratégica ante el contexto anticomunista de la guerra fría.

“En el teatro de operaciones europeo, la península ibérica, los archipiélagos canario y balear, así como los enclaves en el norte de África, constituían, junto con las Islas Británicas, las únicas zonas de reacción de la Alianza Atlántica para la posible recuperación de una Europa occidental amenazada desde el Este. Además, situada a caballo entre dos continentes, España ejerce cierto control del estrecho de Gibraltar y, por ello, se sitúa en la intersección de dos ejes estratégicos de importancia excepcional: el primero, de sentido Este-Oeste, como paso obligado entre el Atlántico y el Mediterráneo; el segundo, Norte-Sur, como puente natural (o barrera) entre Europa y África”.[1]

De esta manera, las relaciones bilaterales entre el franquismo y los Estados Unidos van a estar dominadas fundamentalmente por el vinculo militar y de defensa.

España, fuera de la ONU y del Plan Marshall tras la Segunda Guerra Mundial, tiene que esperar hasta el final de la década de los 40 para tener los primeros contactos con la administración americana. La normalización de las relaciones se concreta con la firma en 1953 de los Pactos de Madrid con Eisenhower como presidente. Así la dictadura recibía un balón de oxígeno que le permitía resurgir del aislamiento en la que se encontraba y que implicó el reconocimiento internacional a la dictadura por una potencia hegemónica.

“Puede decirse que antes de que concluyera el año 1951, la doble decisión de proporcionar dólares en abono de la maltrecha economía y medios técnicos para preparar al Ejército español y establecer bases norteamericanas en su territorio estaba tomada. Quedaba pendiente la cuestión de la libertad religiosa y de la confesionalidad católica (...). Muchos sectores de la opinión pública en los Estados Unidos, incluyendo a su propio presidente, sentían repugnancia por establecer relaciones de amistad y cooperación con un país en el que la masonería se hallaba prohibida, mientras que los protestantes se quejaban de sentirse marginados y perseguidos.” [2]

No obstante el retraso de la firma de los acuerdos del 53 se mezcló con las elecciones norteamericanas, factor que favoreció positivamente al Régimen. Con Truman fuera de la presidencia, la victoria de Eisenhower agilizó la rúbrica de los acuerdos, y España vio incrementada la donación de 125 millones de dólares –acordada con la administración de Truman- a 226 millones. Sin embargo, a pesar de esta mejora, se estableció un marco de agreements (acuerdos) entre gobiernos, y no tratados o alianzas entre estados. Este factor fue sin duda el aspecto más negativo para la parte española, que no conseguía que Estados Unidos la considerada aliada.[3]

A esto hecho se le sumó, “ la nuclearización del territorio español sin ningún control de sus dirigentes sobre las armas estadounidenses que se movían por los espacios de soberanía española”.[4]

Así el 26 de septiembre de 1953 el gobierno de Franco firmaba por primera vez una alianza con el gobierno norteamericano. Se acordaron tres convenios; el primero de ayuda para una recíproca defensa, el segundo de ayuda económica y el tercero “él más importante, de defensa mutua «frente a los peligros que amenazaban al mundo occidental». Los Estados Unidos no se limitaban a las cantidades ya consignadas (...) sino que prometían, en forman un tanto vaga, nuevos subsidios, teniendo en cuenta «las prioridades y limitaciones» que imponían sus compromisos internacionales, la situación mundial en un momento dado y las asignaciones señalas por el Congreso”.[5]

En su lugar, los americanos adquirían el derecho de utilizar las bases durante los diez próximos años, fecha en la que expirarían los acuerdos, con la excepción de que se produjera una prórroga permitida de hasta dos periodos de cincos años o la existencia de una nuevo convenio.

El balance general que barajaba el gobierno de Franco a finales de la década de los 50 era considerablemente positivo. España había recibido alrededor de 1.000 millones de dólares y EE.UU. había dado más de lo prometido, aunque también los norteamericanos tenían la conciencia de que contaban con un fiel aliado. Las condiciones internacionales y las razones militares había favorecido el cambio de postura del Gobierno estadounidense y atrás quedaba la percepción de enemiga que se tenía del Régimen.[6]

No sólo acuerdos militares

Los vínculos culturales van a constituir a lo largo de las relaciones entre España y EE.UU. uno de los cimientos fundamentales entre ambos países. El primer lazo de unión se produjo en octubre de 1.958 con la firma del Acuerdo Fulbright, por el que se creaba la Comisión de Intercambio Cultural entre España y Estados Unidos.

El convenio establecía una comisión mixta y permanente que administrase un programa de becas con Estados Unidos que abría la puerta a la concesión de becas para estudiar, investigar o enseñar en Norteamérica, en el caso de los ciudadanos españoles, o para hacerlo en España, en el caso de los ciudadanos estadounidenses.

España fue el penúltimo de los países europeos en incorporarse al Programa Fulbrigh, impulsado por el senador J. William Fulbright, al que se deben su existencia tras los cambios legislativos que introdujo en 1.946 para el uso de fondos públicos en la dotación de intercambios entre EE.UU. y otros países.

Lograr una beca Fulbright fue el sueño de muchos universitarios, sobre todo en los

años de "sequía" de becas en España.

La lista de becarios españoles que han destacado en las artes, las letras, la universidad, la política, la administración pública o la empresa es extensa. También entre los americanos que han vivido, estudiado o investigado en España.

Sin ir más lejos en España parte de la élite social gobernante ha gozado de una de estas becas. Personajes como Javier Solana, Pilar del Castillo, Miguel Sebastián, Josep Borell o el propio Príncipe Felipe son algunos de los beneficiarios de estos acuerdos.[7]

Por otro lado, en diciembre de 1959 se iba a producir un hecho que pasaría a la posteridad dentro de la historia de España; la primera vez que un presidente norteamericano pisaba suelo español. La visita fue preparada en consecuencia y el 21 de diciembre de ese mismo año, Franco e Eisenhower pasearon en coche descubierto por las calles de Madrid. Más de medio millón de personas les jalearon sin que hubiese protesta alguna no como ocurría en otros países. La visita constituyó un éxito para el jefe de Estado.

Es importante recordar los dos asuntos que se entrometieron en la relación entre Madrid y Washington en donde en ambos hubo un conflicto armado ente medias. Fueron la Guerra de Ifni y la Guerra de Vietnam.

En la primera, el intento del reino alauita en 1.957 -animada por la restitución de su independencia un año antes- de recuperar parte de las posesiones del llamado Sahara español enfrentó a las fuerzas españolas con las marroquíes, fundamentalmente con el llamado Ejercito de Liberación.

Las pésimas condiciones del ejercito español para repeler las ofensivas en la zona de Sidi Ifni estuvieron determinadas por el veto estadounidense (aliada de Marruecos) de utilizar su armamento militar. España tuvo que defenderse con aviones ancianos -Heinkel y Junker- casi más peligrosos para los españoles que para el enemigo, lo mismo que sucedía con el resto del arsenal. Mientras, todo el armamento cedido en arriendo por EE.UU. se quedaba en casa.

Por otra parte la presión de Washington en 1.965 para que Franco colaborase en la impopular Guerra de Vietnam fue respondida por el Caudillo con el envió de un contingente de médicos militares españoles. Participaron un total de 30 sanitarios militares que estuvieron en tierras vietnamitas desde 1966 a 1969 encargados de la zona del Mekong. La ayuda a las tropas norteamericanas, que se inscribió oficialmente en el marco de los acuerdos entre España y Estados Unidos, estimaba cubrir las necesidades sanitarias de 60.000 personas.

La labor española, conocida como Misión Sanitaria Española de Ayuda al Vietnam del Sur, tuvo asignada un hospital en la provincia de Go Cong con capacidad para 150 camas pero donde la media de heridos era de 400.

Franco dio respuesta así a la petición del presidente Johnson de que contribuyera en el conflicto y -aunque solicitó una mayor participación militar del Régimen- quedó satisfecho con el apoyo español.[8]

2.1 Renovación de los pactos

Conforme se acercaba la víspera del décimo aniversario de los acuerdos hispano norteamericanos, Castiella trabajaba junto a otros ministros y el embajador en Washington, Antonio Garrigues, en una serie de medidas que buscaban mejorar la alianza entre ambos países.

A finales de 1.962 la postura que Garrigues explicaba a Castiella era la que intentaba cambiar el gobierno español;

“Los norteamericanos tenían mas interés que antes en la renovación de los convenios, porque proyectaban la puesta en marcha del proyecto Mercury, para el que España constituía un elemento indispensable, y también la ampliación de la base de Rota, la más importante de cuantas tenía en el exterior. Sin embargo les gustaría obtener, pura y sencillamente, una simple prórroga de los acuerdos firmados y vigentes.”[9]

El Régimen defendía la idea de que había recuperado la prosperidad económica y era el momento de suplantar los simples convenios por un tratado de cooperación.

Garrigues recibió las directrices correspondientes para exponer al gobierno de Kennedy, entre las que se incluía manifestar el deseo de ingresar en el Mercado Común y no en la OTAN, aunque si esto fuera necesario para conseguirlo se accedería.

Mientras tanto los argumentos que expondría el embajador serían: la posibilidad de que España retomara el contacto con la Unión Soviética, la aproximación al recién formado eje París-Bonn -que poco gustaba en Washington- y las propuestas de apertura del Régimen.[10]

A principios de 1963 el tono de ruptura se acentuó y el proceso negociador quedó estancado entre las peticiones de unos y las exigencias de los otros.

Franco era consciente de que los acuerdos habían sido muy beneficiosos para el Régimen pero no podía estimarlos plenamente gratos tomando la coyuntura de la época. En su contra, el Caudillo no podía permitirse una ruptura con la única gran potencia “amiga” del Régimen.

Nuevamente Garrigues se puso al mando de las negociaciones -igualmente contó con la intermediación directa de Franco que recibió en junio en el Palacio del Pardo a Nixon- afianzando su figura de moderador de las posturas. El embajador trazó las intenciones de España:

“«Reconocemos el leadership de los Estados Unidos al frente del mundo libre» y, en consecuencia, existía una clara disposición española a la cooperación política y militar. Pero «en la misma medida que reconoceremos este leadership pediremos para España una situación de igualdad y de pleno respeto a su soberanía». En el terreno económico, España esperaba obtener ayuda y cooperación para llevar a buen término su propio plan de Desarrollo. En el militar se pretendía poner al Ejercito «en el nivel necesario, con vistas a nuestros propios objetivos nacionales»”[11]

El 26 de septiembre, mismo día en que expiraba el pacto del 53, Castiella aterrizó en Washington para firmar el nuevo acuerdo. Esta vez compuesto por siete convenios que recogían la nueva alianza entre ambos países.

“En el mismo acto el secretario de Estado Rusk, entregó a Castiella una carta firmada por él en que se comprometía a dar 45,9 millones de dólares en ayuda militar, más una asistencia en este terreno de otros 50 millones como mínimo y tanto dinero como España invirtiese en compras en Estados Unidos hasta un máximo de otros 50 millones de dólares. De este modo el Ejercito español podía disponer en el próximo quinquenio de mas de 200 millones de dólares para la renovación de su equipo.”[12]

Asimismo se incorporaron numerosos compromisos bilaterales predominando los de defensa mutua.

El último capítulo de la relación entre EE.UU. y el franquismo se produjo en septiembre de 1970. La renovación de los acuerdos con la administración estadounidense permitió la visita de Nixon a Franco en el mes siguiente. Sin embargo no fue este el último presidente norteamericano en pisar suelo español. Seis meses antes de su muerte el caudillo recibió en El Pardo a Gerald Ford.

En general, a pesar los numerosos acuerdos firmados, favorables y ventajosos para España en muchos aspectos, el gobierno de Franco nunca logró el propósito de obtener un tratado de alianza con los Estados Unidos. Mientras, los abusos del suelo español por parte de las tropas americanas fueron un secreto a voces que convino al Régimen.

3. Etapa de la UCD (1975-1982)

Los rasgos básicos que se desprenden de la política exterior ya estaban en su mayoría determinados antes de que se aprobara la Constitución. En parte son consecuencia de la fase que se inicia en la década de los sesenta y, en parte, habrá una redefinición de sus líneas generales durante la Transición.

En lo que atañe a la actitud transatlántica se opta por el Occidentalismo frente al Atlantismo. Se trata de una postura propia dentro del esquema de seguridad occidental, que se exterioriza a través de la relación bilateral con EE.UU. en vez de ser miembro de la OTAN.

“Lo que hemos denominado Occidentalismo se transformará paulatinamente en Atlantismo, como consecuencia de la adhesión a la Alianza Atlántica. Sin embargo, el compromiso con los EE.UU., y por lo tanto la presencia de sus bases en nuestro territorio se mantiene casi intacto durante los quince años siguientes”.[13]

El primer gobierno con Juan Carlos I como Rey va a buscar la mayor legitimidad y el apoyo internacional posible. Es en esta situación donde Estados Unidos desempeñaba una función primordial. José María Areilza, entonces Ministro de Exteriores, con autorización del Rey, decide suplantar los Pactos vigentes con la administración norteamericana por un Tratado de Amistad y Colaboración que se firmaría en enero de 1976. Este hecho fue entendido como un signo claro de respaldo norteamericano a los planes de la monarquía por reestablecer la democracia en España.

“La formación el 6 de julio de 1976 del primer Gobierno de Suárez, en el que Marcelino Oreja ocupaba la cartera de Asuntos Exteriores, comenzó a hacer efectivo el proceso de transición en política exterior. La declaración Programática de 11 de julio de 1977 establecía ya en 11 puntos los principales objetivos de la nueva política exterior (...). En los puntos 6º y 7º se hablaba ya de la necesidad de desarrollar unas relaciones de amistad y cooperación y contribución al sistema defensivo occidental con los Estados Unidos «mediante la necesaria equidad del vinculo mutuo» y de la apertura de un debate parlamentario «para examinar la posible inserción de España en la Alianza Atlántica».”[14]

El programa de gobierno de la política exterior de Calvo-Sotelo tenía dos objetivos claros a cometer: el ingreso de España en la CEE y en la OTAN. Podemos decir que estos dos propósitos acapararon los mejores esfuerzos de la diplomacia española a lo largo de la década de los 80.

Frente a la postura llevada por su antecesor, Calvo-Sotelo quiso consolidar la tendencia occidentalista que había iniciado Suárez, pero dejando atrás las relaciones populistas mantenidas por éste con líderes como Fidel Castro o Yaser Arafat que poco aprobaba Estados Unidos. Por ello, la entrada en la OTAN se había convertido en una de esas prioridades a pesar de contar con el rechazo de los partidos de izquierda y de una parte de la opinión pública. Asimismo, se tenía la convicción de que con la incorporación a la OTAN el camino hacia la CEE se antojaría más fácil.

Sin embargo este afán de Atlantismo llevó a Calvo-Sotelo a protagonizar unos de los desaciertos que más se le reprochó; la entrega de poco menos que un cheque en blanco a EE.UU. en las negociaciones por la incorporación de España a la OTAN. Sin ir más lejos, Ceuta y Melilla quedaron fuera del amparo de la Alianza, como si fuera una condición a la que había que renunciar.

Así, el 30 de mayo de 1982, España ingresaba oficialmente en la Alianza Atlántica pasando a ser el decimosexto país miembro.[15]

Dos meses más tarde se alcanzaba un nuevo acuerdo con Estados Unidos con una clara vocación Atlantista. Se reemplazó el Tratado de Amistad vigente desde 1976 por un Convenio de Amistad, Defensa y Cooperación que incluía aspectos en educación y tecnología. No obstante, la rúbrica del convenio quedó pendiente para el nuevo gobierno que resultase en las elecciones de octubre.

4. Periodo socialista (1982-1996)

Acerca de la política exterior acometida por el primer gobierno de González son especialmente significativas las palabras que el ex ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja Aguirre, pronunció al respecto: “La llegada del PSOE al poder no ha representado una línea de demarcación entre dos concepciones divergente, ya que lo que defendían unos en la oposición dejaron de postularlo luego en el Gobierno”.[16] Esta impresión viene a recoger la opinión que muchos han mantenido de que la política exterior española en las dos primeras legislatura fue viable gracias al abandono de las posturas que los socialistas defendían en la oposición.

De entrada la cartera de exteriores del primer gobierno de González la formaba Fernando Morán, convencido europeísta pero reconocido detractor de la Alianza Atlántica, como la gran mayoría de su partido.

La posición del PSOE respecto al tratado atlantista fue sufriendo un giro de 180º. Cuando formaba parte de la oposición ejerció una postura férrea contraria al ingreso, el más claro ejemplo lo encontramos en su célebre eslogan: “OTAN, de entrada, no”, que no puede resumir mejor su disposición inicial. De hecho, según Pereira, una de las claves de su triunfo electoral fue gracias sus propuestas en materia de seguridad y defensa, destinadas fundamentalmente a una remodelación de las relaciones con EE.UU. Pese a esto, una vez llegado al poder, las cosas fueron cambiando gradualmente y las posturas se suavizaron.

Paralelamente se iban reforzando las relaciones bilaterales entre España y Estado Unidos. En abril de 1983 se ratificó el convenio de Amistad, Defensa y Cooperación que el gobierno de Calvo-Sotelo había suscrito en julio de 1982. También en ese mismo año, González viajó a Washington invitado por Reagan convirtiéndose en el segundo presidente español en visitar la Casa Blanca.

Los temores iniciales en Washington hacía el presidente español quedaron calmados con su discurso en la Cámara de Comercio de Nueva York donde aseguró “que su gobierno no iba a seguir ejemplos recientes de otros países ni comenzar una larga cadena de nacionalizaciones. La alusión a François Mitterand, cuyo programa sobre ese asunto estaba ya haciendo agua por todos los costados, era transparente y fue recibida con una enorme ovación.”[17]

Respecto al tratado suscrito, el ejecutivo de González expuso su firme voluntad de no supeditarlo a la OTAN. Únicamente se ratificarían si se ceñía a los intereses españoles y no se vinculaba a España con la Alianza. Por ello, fue negociado con la Embajada de los Estados Unidos en Madrid un protocolo incorporado en los acuerdos que recogía que:

1- Ninguna cláusula o disposición prejuzgaba la integración española en la estructura militar de la OTAN.

2- Cada gobierno se reservaba el derecho de iniciar en cualquier momento el procedimiento de revisión o modificación de convenio.

3- Si el gobierno español decidía en un futuro modificar su estatus con respecto a la Alianza Atlántica, los textos pertinentes podrían ser reexaminados.”[18]

4.1 La defensa del “sí” en el Referéndum

El ejecutivo de González había pasado de recoger firmas contra la entrada en la Alianza Atlántica en 1981 a defender el “sí” en el referéndum convocado sobre la permanencia en 1986. No era la única paradoja. La abstención de Alianza Popular, conocido defensor de la pertenencia a la OTAN, dejaba los planteamientos ideológicos al revés.[19]

Diferentes factores influyeron en esta conversión, la clarividencia de que para entrar en la CE era requisito fundamental permanecer en la OTAN fue clave, así como la presión ejercida por países occidentales, especialmente por los Estados Unidos, que le instaba a continuar como requisito para afianzar la buena relación entre ambos países.

La disyuntiva era lo suficientemente importante como para que prevaleciera la condición ideológica a los intereses económicos. El acceso de España a la CE estaba en juego y ese era un riesgo que el ejecutivo de González no podía correr.

Ante la evolución de los acontecimientos González consideró oportuno un cambio en la jefatura de la diplomacia española. Rescindió del europeísta Morán para dar entrada al socialdemócrata Francisco Fernández Ordóñez, este mucho más partidario de la Alianza Atlántica y con el visto bueno de Washington. Ministro de Justicia con la UCD formaba parte del sector del partido que quedó integrado en las filas del PSOE.

Era la hora de batallar por el sí que antes había sido un no. Mucho estaba en juego y González lo percibía como una especie de deber moral por su promesa electoral.

“La opinión ciudadana en general, y de los votantes socialistas en particular, no estaba clara aún respecto de la nueva posición a favor de la permanencia en la OTAN, preconizada por los mandatarios del PSOE y del gobierno. Había sido precisamente el PSOE, junto con otras fuerzas de izquierda, quien a lo largo de 1981 promovió una fuerte campaña contra la entrada en la organización atlántica. (...) Bien es cierto que, ya en aquella campaña de 1981, los socialistas habían elegido un eslogan calculadamente ambiguo: “OTAN, de entrada, no”. Dicho mensaje no era directamente contrario a la entrada, pero si exigía una consulta popular.” [20]

La consideración de que Estados Unidos había respaldado a la dictadura era una percepción que prevalecía en la población española donde la cultura política antiamericana era un factor con el que los socialistas tenían que lidiar.

En plena campaña del referéndum sobre la permanencia, el gobierno de González decidió introducir tres condiciones para maquillar los términos de la pregunta; la negativa a integrarse en la estructura militar de la Organización, la oposición a la nuclearización del suelo español y la disminución paulatina de la presencia militar de EE.UU. en España. Los destinatarios eran fundamentalmente todos aquellos sectores del PSOE y de la izquierda que se veían obligados a votar contra conciencia temerosa de que la derecha sacara renta política de la situación.

Ya en 1984 mostraba los primeros pasos de esta nueva aptitud. Felipe González comparecía ante el Congreso de los Diputados exponiendo los diez puntos que estimaba necesarios para la obtención de un consenso entre los grupos parlamentarios sobre un programa de defensa, paz y seguridad. Entre ellos incluyó un ajuste en la relación bilateral con EE.UU. en el sentido de una disminución gradual de las fuerzas e instalaciones norteamericanas en España.

Las autoridades españolas eran conscientes de que la incorporación a la OTAN constituía la llave para el ingreso en la CE. Felipe González sabía que esa era la baza con la que tenía que jugar y de ella se sirvió para lograr el objetivo europeo. La insinuación de que España abandonaría la Alianza Atlántica sino entraba en la CE, acercaba cada vez más al país a Europa.

“De esta manera salía adelante la tesis de que si España iba a colaborar con Europa en cuestiones militares, tenia perfecto derecho a hacerlo también en la formulación de su desarrollo económico y comercial.”[21]

4.2 Francia, obstáculo para la adhesión

El camino de España a la Comunidad Europea con su final ingreso el 1 de enero de 1986 encumbró un proceso excesivamente largo que supuso más de seis años de negociaciones, desde febrero de 1979 hasta la definitiva firma del tratado en junio de 1985.

Sin embargo el camino no fue fácil y no estuvo exento de todo tipo de impedimentos.

Uno de ellos fue Francia, que se convirtió en uno de los países más reticentes a la entrada de España en la CE.

Giscard d'Estaing, primero, y posteriormente, su sucesor François Mitterand entorpecieron el camino de España hacía la Comunidad Europea en varias ocasiones.

Del primero surgió, entre otras iniciativas, la creación en 1978 de un Comité de tres sabios para analizar los problemas que podría generar la ampliación de la CE. La administración española -que por esa fecha ya había solicitado el ingreso- vio por un tiempo como sus posibilidades se obstaculizaban.[22]

Mientras que por su parte, Mitterand llevó a cabo una petición en junio de 1982 para que la Comisión realizara un informe pormenorizado sobre los efectos y el impacto que una nueva ampliación conllevaría. Esta solicitud venía a respaldar la posición de su antecesor que ya en 1980 se refería a este asunto; “Conviene que la Comunidad se dedique prioritariamente a terminar la primera ampliación antes de estar en condiciones de emprender la segunda.”[23]

No hay que olvidar tampoco la dudas que la economía española -y en especial su agricultura- despertaban, sobre todo en la Francia de Mitterand.

La actitud francesa perjudicó en varias ocasiones los intereses españoles y dañó considerablemente las relaciones entre los dos países vecinos.

Del propio Mitterand González dijo: “los socialistas franceses son franceses antes que socialistas.”[24]

Hubo que esperar hasta 1984 a que se formalizaran las relaciones entre ambos países después de un lustro de distanciamiento y enemistad. Fue con la firma de los “Acuerdos de la Castellana” que dieron como consecuencia más inmediata las primeras extradiciones de etarras.

En 1986 los Reyes visitaron el país vecino poniendo fin a la época de desencuentros y abriendo una nueva etapa de cooperación y entendimiento que dura hasta nuestros días y que se ha ido consolidando con el paso del tiempo.

4.3 Nuevo convenio de defensa

Una vez había quedado aclarada y decidida favorablemente la cuestión de la OTAN, la política exterior socialista protagonizó otro acontecimiento que remataba su consolidación exterior –una vez había ingresado España en la Unión Europea Occidental (UEO) en noviembre de 1988- fue la renovación del Convenio Defensivo con Estados Unidos el 1 de diciembre de 1988. Tras dos y medio años de negociaciones se reinstauraron los acuerdos firmados en 1982. Con esta nueva alianza, Washington se comprometía a una reducción sustancial de la presencia militar norteamericana en el país, debido a la persistencia del ejecutivo de González, que también se esforzó en lograr ampliar los acuerdos a otros ámbitos como el educativo, el cultural o el científico.[25]

No hay que olvidar que para entonces González había avalado la compra de más de 60 cazas F-18 a la Armada de EE.UU. como forma de compensar el nuevo trato practicado por su gobierno. En noviembre de 1985 el Ejercito de Aire veía como sus aeronaves empezaban a ser renovadas gracias a este contrato, próximo a los 200.000 millones de pesetas, que continuo hasta 1995. En total, 96 F-18 Hornet pasaron a reforzar la fuerza de ataque aérea española de los cuales 86 quedan operativos. España fue el único país europeo junto a Suiza y Finlandia en adquirir estos aviones de combate.

Así, en julio de 1986 se iniciaban las negociaciones para el reajuste de las fuerzas e instalaciones estadounidense en territorio español.

El gobierno español optó por disminuir la presencia militar norteamericana en época de paz, mientras que en caso de conflicto se autorizaba su empleo de nuevo. A su vez se restringía esta condición si la crisis no estuviera dentro del área cubierta por la OTAN, a excepción de que se contara con una autorización previa de las autoridades españolas.

Igualmente el progresivo recorte debía estar basado en lo acordado en el comunicado conjunto de 10 de diciembre de 1.985 donde se ratificaba lo siguiente:

“Las fuerzas armadas españolas asumirían determinadas responsabilidades y misiones que cumplían las fuerzas armadas estadounidenses para mantener su capacidad defensiva global y los niveles adecuados de seguridad para ambos países y sus aliados.”[26]

Las bases de Torrejón y Zaragoza fueron el eje principal de estos recortes. De Torrejón se reclamó la retirada de los aviones “ala 401” y de Zaragoza la salida de los aviones cisternas.

Tras varios años de tiranteces y desencuentros por los deseos de unos de conservar los niveles de seguridad aliada, y los de los otros por insistir en el compromiso de reducción, se llegó a un acuerdo en diciembre de 1988. En el también se concretaron aspectos de jurisdicción, costes, contratos, fiscalidad y la no inclusión de armas nucleares, aunque la parte importante de este convenio era la relativa a lo que esto significaba. Este acuerdo implicaba la salida de la aviación ala “401” o lo que era lo mismo, la marcha de todas las fuerzas de combate norteamericanas en España y un recorte del 40% de la presencia estadounidenses. Los aviones cisterna de Zaragoza se reubicaron en la base de Morón, acortando el número de permitidos, y se desalojó la unidad de rescate aérea de la capital maña.

Al mismo tiempo se implantaron destacadas novedades respecto al reglamento anterior del ejército americano y se fortaleció la autoridad española en las bases. [27]

Uno de los puntos que más polémica suscitó en su paso por el Congreso de los Diputados, fue el relativo a la información previa que debiera tener el gobierno sobre el tipo de armas que transportaran los navíos estadounidenses y la inviabilidad para que sobrevolasen el espacio aéreo español con armamento y material nuclear a bordo.

En el lado del Gobierno, el PSOE pretendió incorporar en el convenio la formula aprobada en el Referéndum de 1986. [28]

Mientras, Estados Unidos exigió una declaración anexa al convenio en la que forzaba al gobierno Español a renunciar a su consentimiento de notificar la existencia de armamento nuclear a bordo de los buques norteamericanos. Esta reclamación cobró especial importancia ya que España había suscrito hacia un año el Tratado de No Proliferación Nuclear.

Por otra parte, este pacto se acopló a la relación de España con la OTAN y de esta manera se dio por acabada la sucesiva reducción de las fuerzas norteamericanas en suelo español. Este acuerdo estuvo vigente durante los siguientes ocho años.

La adhesión de España a la OTAN permitió fortalecer la zona sur de la Alianza, la retaguardia de Europa quedaba de esta manera cubierta, y, poco a poco, se fue accediendo –al igual que otros países mediterráneos- a las presiones norteamericanas para la extensión del área de actuación de la OTAN en el norte de África y Oriente Medio. La Guerra del Golfo fue en ese sentido un triunfo de la política de globalización impulsada por la administración americana.[29]

Respuesta a la invasión de Kuwait

Respecto a la Guerra del Golfo Pérsico destacaron dos aspectos; el inminente permiso que se dio a EE.UU. para que dispusiera de las bases militares del territorio español (con dirección al Golfo Pérsico pasó por territorio español el 35% del tráfico aéreo estadounidense y 237 barcos que recalaron en puertos españoles) sumado al correspondiente envío de buques de guerra, así como, el esfuerzo enardecido del presidente González y su ejecutivo por transmitir a la opinión pública que el conflicto se trataba de “una crisis regional” y de ocultar que se estaba asistiendo a los Estados Unidos. De hecho, en un primer momento el empleo de las bases por la aviación estadounidense fue conocido por la opinión pública gracias a la prensa. Mientras, el Gobierno rechazaba informar sobre el tema y alegaba que el amparo militar a EE.UU. estaba bajo la Ley de secretos oficiales.[30]

De este conflicto también es importante recalcar el interés de España en que el proceso de paz no pasara únicamente por Washington, algo que quedó patente con la solicitud de una convocatoria de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en el Mediterráneo (CSCM).

Esta medida tuvo el respaldo de por entonces los doce países miembros, que se mostraron partidarios de proyectar una política exterior de postguerra que permitiese solventar los problemas de la zona e incluir a los países árabes en un sistema de seguridad y colaboración.

La política exterior fue el foco principal de discrepancias en los ejecutivos de González.

“Siempre han existido profundas divergencias dentro del Partido Socialista Obrero Español sobre la política exterior. Una de esas contradicciones quedó patente en la crisis del Golfo Pérsico. Mientras el Gobierno ponía las bases militares a disposición de EE.UU. para una intervención militar en Irak, el presidente Felipe González y altos cargos de su partido, como Miguel Ángel Martínez, ex portavoz de Exteriores del PSOE en el Congreso de los Diputados, se pronunciaban públicamente contra una intervención militar.”[31]

Estos frecuentes desaguisados eran fruto del doble modo de actuar de los políticos socialistas, que por un lado entonaban un mensaje apaciguador para los de casa, y por el otro actuaban y se desenvolvían de otra forma según las exigencias que venían del exterior.

5. Etapa de Aznar (1996-2004)

Con la llegada de José María Aznar a La Moncloa, la política exterior pasó al primer plano de la actividad política acaparando un protagonismo primordial. El afán por aumentar el prestigio internacional y ejercer un papel relevante junto con los países más poderosos le llevó a convertir la actividad exterior en uno de sus principales objetivos.

Así, en el año 2000 implantó un nuevo órgano de refuerzo presidencial en la política exterior del país mediante la creación del Consejo de Política Exterior.

Con la mayoría absoluta en la segunda legislatura el ex ministro de Exteriores, Josep Piqué, fomentó una potenciación de España en el mundo basada en el deseo de adquirir un mayor protagonismo y prestigio internacionalmente, fruto de ello fue el Plan Estratégico de Acción Exterior del año 2000.

El alineamiento de la política exterior de los gobiernos de Aznar con la administración norteamericana nace ya desde el principio con Bill Clinton en la presidencia estadounidense.

El acceso del PP al poder no produjo más que satisfacción en otro lado del Atlántico por un partido cuya ideología estaba más cercana a la predominante en Estados Unidos.[32]

Este modelo de política exterior alteró el rumbo tradicional de las prioridades de la agenda española en el exterior, Europa había ocupado hasta entonces el número uno de los intereses españoles. El deseo de protagonismo internacional de Aznar relegaba a la UE un papel secundario.

La situación de la Unión en ese momento, con importantes interrogantes en el proceso de construcción, el paralizado proceso de integración y en especial el dominio del eje franco-alemán emplazaba los planes de Aznar a una meta difícil de alcanzar.

Desde esta perspectiva, Aznar veía en la alianza con EE.UU. su oportunidad para conquistar la relevancia internacional (persiguió la entrada de España en el G-7) que en la UE no podría adquirir, siempre condenada a seguir el paso de Francia, Alemania o Italia.[33]

La famosa foto de las Azores no sólo supuso la confirmación de que la política exterior española iba a estar supeditada a Washington, sino también la unión del ejecutivo de Aznar con el de Tony Blair en la ejecución de una política europea común contraria en muchos casos al eje franco-alemán.

5.1 El 11-S, punto de inflexión

En la primera legislatura las reiteraciones de vincularse con la política de Washington, a pesar de los recelos de los socios europeos, se reflejó en la promoción de cumbres bilaterales entre ministros de ambos gobiernos.

La llegada de George Bush a la Casa Blanca terminó por consolidar esta aspiración que Aznar persistió en convertirla en privilegiada.

Ante los atentados del 11 de septiembre el ejecutivo del PP emprendió una identificación plena con la Administración Bush en el problema del terrorismo convirtiéndolo en el eje central de su política exterior. Madrid, distanciándose de las medidas impulsadas por la UE, apoyó a Washington en sus intervenciones primero Afganistán, y luego en Irak, y se propuso convertir la lucha antiterrorista en la meta prioritaria de la política europea.

“El dramatismo universal del 11 de septiembre ofreció a la política antiterrorista española la oportunidad de un desarrollo global nunca visto previamente en el que ocupar un lugar a su vanguardia. El panorama de los hechos permitía la relación más estrecha entre el antiterrorismo local como prioridad de la política domestica y el antiterrorismo internacional como un compromiso global. La experiencia española adquiría en esa relación un valor añadido para la política de las potencias, y abría la posibilidad de desempeñar un papel inédito – y casi inaudito- en ese escenario como jamás lo había desempeñado España”. [34]

Bush declaró la guerra al terrorismo, habló del eje del mal, actuó sin el respaldo de la ONU y dejo clara su dicotomía: o se estaba con él o se estaba contra él. El presidente norteamericano tenía la concepción de que su predecesor había mantenido una “política de mano blanda” y no había conseguido imponer el estatus que Estados Unidos merecía como vencedor y única superpotencia después de la guerra fría. Para hacer frente a esto decidió aplicar mano dura apoyándose en la capacidad militar norteamericana. Los ataques de Al Qaeda fueron la base para justificar su modus operandi ante la opinión publica estadounidense.[35]

A pesar de que el 11-S había forjado un acercamiento entre europeos y norteamericanos, el multilateralismo entre ambos bloques poco iba a durar. La intervención en la guerra de Irak volvió a restablecer el unilateralismo y poner fin a la actuación conjunta de los dos continentes.

Muchas fueron las voces que vieron en este ofensiva un envite para la UE en demostrar su emancipación de la línea exterior marcada por Washington, la prueba de la verdad para desligarse de la directriz norteamericana después de tanto años de sumisión.[36]

La pregunta que se le hacía a la Unión era si constituía “una potencia políticamente independiente de EE.UU. o si era una potencia políticamente subordinada a EE.UU. Dicho de otro modo: ¿era la UE capaz de decir “no” a Estados Unidos?”[37]

Sin embargo el gobierno de Aznar continuó cada vez más supeditado a las políticas de la administración Bush.

Entre tanto, en abril de 2002 se produjo la modificación del Convenio bilateral entre ambos países. La base de Rota pasaba a consolidar su protagonismo dentro del enclave geoestratégico de Washington respecto al Mediterráneo, el Próximo y el Medio Oriente.

Uno de los aspectos más polémico iba a ser la concesión a los servicios de inteligencia norteamericanos para maniobrar en España en actividades contra el terrorismo, en lo que la administración Bush calificaba como War on terror. Esto sumado a la participación en la guerra de Irak terminó por poner, no sólo al resto de los grupos parlamentarios sino a la mayoría de la opinión publica, en contra del gobierno de Aznar. El PP dejó en manos de Washington su rumbo exterior con la participación en la Guerra de Irak contrariando a sus socios europeos, al resto del Congreso de los Diputados y especialmente la sociedad española que se movilizó masivamente para condenar esta intervención.

Prueba de esta política fue que entre 2002 y 2004, Aznar protagonizó hasta catorce entrevistas con el presidente Bush –algunas de ellas con los pies encima de la mesa y puro en mano- que sirvió en bandeja la línea de oposición con la que PSOE iba a trabajar.

Esta imagen de autocomplacencia y arrogancia con la que se vinculó el modo de gobernar de Aznar, se veía reforzada con la indeferencia y la desidia por parte del presidente en recuperar el crédito perdido ante la opinión pública. Mientras sus colegas, Bush y Blair, se empeñaban en encontrar una justificación en la polémica de las armas de destrucción masiva, Aznar evadía el tema sin aportar explicaciones a la sociedad española.[38]

5.2 El 11-M, punto y final

Los fatídicos atentados del 11 de marzo supusieron la prueba de fuego de Aznar. La autoría islámica ponía en jaque el muro de carga que había sido la base de su gobierno. La política exterior había constituido el eje central de su legislatura y de esta manera iba a quedar en material para el reproche, en el peaje que se tenía que pagar por este modus operandi del PP. Sin olvidar que este argumento se había establecido como el punto fuerte de las elecciones.

“Si el atentado era obra de ETA, el fatalismo acostumbrado envolvería de inmediato la trágica peripecia, sin ni siquiera arañar la confianza ni estimular la critica de responsabilidades. Una autoría islámica pondría las decisiones del gobierno en la antesala de las represalias”.[39]

Así, la decisión de Aznar de intervenir en la guerra de Irak la llevó hasta sus últimas consecuencias convirtiéndola en el punto de inflexión que alteraría el voto de los electores.

“Un estado de ánimo y una actitud mental más habituados al debate de la política internacional en los términos y función de los intereses nacionales habría preservado la política exterior de Aznar de ciertos excesos en cuanto al hermetismo de sus planteamientos y a la truculencia de algunas de las criticas que suscitó. Es bien cierto que el país, España, y su cultura política son como son, cuidadosamente tópicos y meticulosamente convencionales en la figuración de una Europa símbolo de la resistencia antifranquista, contemporánea de los Estados Unidos de América que avalaban el franquismo con su ayuda económica y sus bases militares.”[40]

6. Época de Zapatero (2004-?)

El punto de partida de la política exterior del presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, nacía de su voluntad de recuperar el consenso y volver a hacer una política de Estado que creía perdida. La percepción de que la legislatura anterior había estado asentada en un fuerte presidencialismo caracterizada por el unilateralismo del PP le llevó a anunciar en su primer discurso de investidura un nuevo modelo de política exterior.

Zapatero se proponía retomar el rumbo de la diplomacia española mediante la “vuelta al consenso” situando a Europa como coordenada prioritaria de la agenda exterior española.[41]

En palabras de su ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, “la participación de España en la guerra de Irak había supuesto la expresión más clara de la ruptura del modelo tradicional de política exterior.”[42]

En este sentido se establecieron las líneas maestras que serían la base de la actividad exterior de su gobierno; estrechar los lazos con Europa apoyando con firmeza la construcción de la Unión Europea, junto con la voluntad de desarrollar una nueva relación trasatlántica más equilibrada.

Bajo estos objetivos las acciones tomadas por el nuevo ejecutivo socialista fueron rotundas e inmediatas.

La primera decisión de Zapatero nada más tomar posesión de su cargo fue ordenar la retirada de las tropas de Irak. Cumplía así la posición mantenida en la oposición y ponía punto y final al seguidismo hacía la administración Bush al que había estado acusando al gobierno de Aznar.

En esta línea destacan también las visitas realizadas en el mismo mes de abril a Alemania y Francia, entrevistándose con los entonces lideres europeos, Chirac y Schröeder. Aunque para esas fechas el presidente Zapatero ya había inaugurado su agenda exterior viajando hasta Marruecos para reunirse con el rey Mohamed VI reestableciendo las maltrechas relaciones con el reino alauí.

El cambio de prioridades que establecía la nueva línea exterior impulsada por Zapatero implicó un giro estratégico en las relaciones internacionales de España.

Frente al modelo de Aznar, basado en las relaciones transatlánticas, el líder socialista confeccionó un esquema donde la Unión Europea era su eje central. Asimismo partía de la base de que una Europa fuerte reforzaría otros asuntos de la agenda exterior española.

Las políticas latinoamericanas y mediterráneas volvían a reconducirse bajo los intereses europeos, recuperaban su autonomía y se prescindía de las políticas desplegadas por Washington.

“Si Aznar consideraba que Alemania y especialmente Francia no jugarían a favor de nuestros intereses, impidiendo que España tuviese un peso mayor en Europa y en el mundo (...), Rodríguez Zapatero partía de un análisis muy diferente. Entiendo que los principales intereses políticos, económicos, estratégicos y culturales de España estaban más en Europa que en EE.UU.”[43]

Para ello, estimó fundamental unas buenas relaciones con Chirac y Schröeder y así ocupar un papel protagonista en la construcción europea, desafortunadamente ambos mandatarios fueron pronto relevados de sus puestos.

6.1 Una relación inexistente

El gobierno socialista más allá de anunciar la retirada de las tropas de Irak no había concretado los planes que preveía en sus relaciones transatlánticas. Atrás quedaba el recuerdo del entonces líder de la oposición sentado ante el paso de la bandera estadounidense en el desfile de la Fiesta Nacional en 2003 o su desafortunada apuesta por el candidato John Kerry en perjuicio de George Bush.

Según Velo de Antelo[44], el mismo día en que Zapatero no se levantó ante el paso de la bandera norteamericana, ese día, estaba acabado ya para la Administración Bush.

Apenas transcurridos unos meses de ocupar su cargo el nuevo jefe de la diplomacia española se expresaba así sobre las relaciones respecto a EE.UU: “Se trata de construir una relación de países amigos y socios basada en la igualdad, lealtad y respeto mutuo. El esquema de esta relación está definido en el Convenio de cooperación de 1988, que se sustenta en el principio de igualdad soberana”.[45]

Sin embargo el gobierno de Zapatero pronto iba a tener que asumir las consecuencias de retirar las tropas de Irak. No sólo esta decisión había molestado en Washington sino el hecho de que Zapatero instara a otros países, tanto en público come en privado, a que hicieran lo mismo que el con sus tropas.

Por delante les esperaban cinco años de inexistentes relaciones con el presidente Bush. De hecho nunca hubo cumbre entre los dos países y Zapatero nunca fue recibido por Bush en la Casa Blanca, sólo lo hizo en noviembre de 2008 con el asiento prestado que el presidente francés, Nicolas Sarkozy, le cedió en la Cumbre sobre la reforma del sistema financiero que celebró el G-20 en Washington.

La decisión de incrementar las tropas en Afganistán como gesto para reconducir las relaciones hispano-norteamericanas no fue suficiente para la administración Bush que no aceptaba la otra línea de actuación de Zapatero. La vinculación del líder socialista con países como Venezuela o Cuba acarreó nuevos flecos de tensión con el gobierno estadounidense.

La venta de patrulleras y aviones militares al gobierno de Chávez en 2005 –a pesar de que Washington se negó a autorizar la tecnología estadounidense que llevaban las aeronaves- levantó nuevas ampollas que hacían irremediables la reconstrucción de las relaciones transatlánticas.

La política llevada a cabo en América Latina constituyó en este sentido otro punto de desavenencias con la Administración Bush. El alineamiento con los gobiernos populistas representados en la coalición del ALBA (Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Cuba y Venezuela) en detrimento de otros gobiernos más transparentes fue, y continúan siendo, uno los de reproches más habituales al gobierno de Rodríguez Zapatero.

6.2 Obama, segunda oportunidad

El reciente cambio en la Casa Blanca ha supuesto una nueva etapa en las relaciones España-EE.UU. La elección de Barack Obama ha abierto un rumbo en la agenda exterior española orientada a recuperar las deterioradas relaciones transatlánticas.

Zapatero busca relanzar las relaciones con Obama con el que se ha visto ya en varias ocasiones, pero sin embargo ante la cita más importante, la Cumbre UE-EE.UU. prevista en Madrid para finales de mayo, ya ha anunciado su ausencia.

En apenas año y medio desde el relevo en la presidencia norteamericana, las esperanzas puestas en la Administración Obama estuvieron a punto de desquebrajarse ante el anuncio de la retirada de las tropas en Kosovo. La repentina marcha de las fuerzas españolas sintió como un jarro de agua fría en Washington al igual que sucedió en la cúpula de la OTAN. El desaguisado se consiguió reconducir con la promesa de incrementar las tropas españolas desplegadas en Afganistán ante los nuevos planes de Obama en el país.

Por otro lado, la llegada de Obama a la Casa Blanca se ha iniciado con la voluntad de adoptar mayor multilateralismo con América Latina que se puso de manifiesto en la Cumbre de las Américas celebrado en Trinidad y Tobago en abril de 2009. A pesar de los numerosos frentes abiertos por el gobierno de Obama (crisis económica, Irak, Afganistán y demás) países como Colombia, México, Cuba o Brasil generan un interés específico para la agenda estadounidense al contrario de lo que sucedió con la Administración Bush. Está por ver como afecta esta nueva política con los vitales intereses españoles en “el patio trasero estadounidense.”

Por lo demás, el deseo de mantener una buena relación con el presidente Obama, le ha costado a Zapatero hasta la fecha -además del aumento de tropas españolas en Afganistán- el compromiso de acoger a cinco presos de la cárcel de Guantánamo que según los últimos planes podría verse ampliado. [46]

7. Zona del Magreb

Uno de los valores estratégico fundamentales para España es el que conforma el área del Estrecho. España constituye el punto geográfico más cercano al continente africano, o lo qué es lo mismo, la puerta de entrada a Europa. Este factor hace de la zona del Estrecho una frontera estratégica y comercial llena de intereses que requiere aislar de terrorismo y radicalismo la orilla norte del Mediterráneo.

En el caso norteamericano, Estados Unidos ya se percató de este baluarte hace décadas incorporando a su mapa geoestratégico europeo las bases de Rota y Morón, que ya fueron aprovechadas en las guerras del Golfo Pérsico, Afganistán o Irak.

Del mismo modo, la zona del Estrecho supone un enclave entre la relación de España y Marruecos, no solo por el vínculo de circulación de todo tipo de mercancías y personas, sino por ser el motivo de desavenencias entre ambos reinos. Marruecos siempre se ha mostrado partidario de un mayor protagonismo en el control del Estrecho y de una reclamación esporádica sobre los territorios españoles en la zona. Por su parte España, siente el deber de asegurar sus posesiones africanistas así como, garantizar el buen funcionamiento de los intercambios que pasan por suelo español rumbo a Europa.

Durante la época de Felipe González, la política con Marruecos estuvo determinada por la voluntad de convertir al reino alauita en socio privilegiado en la zona del Magreb, contrario a las posturas en favor de Argelia y del Frente Polisario defendidas por el PSOE en la década de los setenta.

Fruto de la cordialidad entre ambos países en 1988 el gobierno socialista dio el visto bueno a la firma de un Acuerdo marco de cooperación económica y financiera entre los dos reinos. España pasó a convertirse en el segundo mayor inversor en el país después de Francia. Tres años después, se corroboró la estabilidad hispano-marroquí con un Tratado de amistad, buena vecindad y cooperación entre los dos países.

A pesar de la buena sintonía y de la incorporación de España a la CE no se consiguió cerrar un acuerdo en la utilización de los caladeros marroquíes por la flota española. Las artimañas de Marruecos ante la CE obligaron a reducir el número de capturas comunitarias sin que se delimitara los espacios marítimos de España y el país árabe.

De este modo, con las legislaturas del PP se vivieron los momentos más tensos entre ambos reinos. La desidia del gobierno marroquí entorno a la emigración ilegal o la negativa a firmar un nuevo acuerdo de pesca irritó al gobierno de Aznar en varias ocasiones. Con todo, el punto más árido de las relaciones entre los dos países lo protagonizaron en el verano de 2002 cuando la gendarmería marroquí ocupó el islote de Perejil. El ejecutivo de Aznar respondió enviando a las Fuerzas Armadas y las relaciones pasaron a un clima de enemistad insalvable. A pesar de que se contó con la mediación de Washington, la crisis diplomática no impidió la retirada del embajador marroquí en España.[47]

Este incidente permitió constatar al PP el poco compromiso de sus colegas europeos –en especial de Francia- que no se implicaron en la resolución del conflicto, no como sí hizo Estados Unidos a través de su secretario de Estado, Colin Powell. [48]

7.1 Marruecos, “aliado preferente”

Para EE.UU., Marruecos ha sido tradicionalmente sinónimo de petróleo, fosfatos y trato con el mundo islámico. Desde la independencia marroquí, Washington ha constituido con el reino alauita una alianza estratégica en la zona del Magreb. Factor que ha influido en las relaciones con España como se vio en la Guerra de Ifni, donde el ejercito español tuvo vetado el uso de armamento militar norteamericano.

La presencia estratégica estadounidense en el Magreb se vio fortalecida con la firma en 2004 del Acuerdo de Libre Comercio entre Washington y Rabat, donde la administración Bush pasó a considerar a Marruecos como aliada preferencial fuera de la OTAN. Este pacto estrechó los lazos entre EE.UU. y Marruecos como socios en la lucha contra el terrorismo islámico y fue acompañado por la compra de armamento por parte del reino alauí.

Este compromiso de 2004, fue sin embargo otra muestra de la poca confianza depositada por el presidente Bush en la figura de José Luis Rodríguez Zapatero. Con la marcha de Aznar del Ejecutivo español, Estados Unidos optaba por reforzar sus vínculos en la zona del Estrecho y norte de África con Marruecos que con el nuevo gobierno español. Además, suponía un varapalo a la persistente rivalidad hispano-marroquí por ganarse la confianza estadounidense en la zona.

Zapatero, cómo hiciera su predecesor socialista, ha mantenido una política de mano tendida con el reino alauí. El líder socialista estrenó su agenda exterior entrevistándose con Mohamed VI, con quien ya se había reunido en 2001 cuando todavía era secretario general del partido socialista.

La constatación de que la mayoría de los acusados del 11-M provenían de Marruecos, respaldaba el objetivo común compartido con Estados Unidos de reforzar los intereses de seguridad con el país magrebí.[49]

Además, la elección de Miguel Ángel Moratinos para la cartera de exteriores, conocido especialista del mundo árabe y temas mediterráneos, supuso una declaración de intenciones de cómo sería la actividad exterior del nuevo gobierno, sumado, a la propuesta lanzada de la ”Alianza de civilizaciones” que tenía al mundo árabe-musulmán como claros destinatarios.

El caso del Sahara Occidental

Hablar de las relaciones entre España y Marruecos implica tratar otro de los puntos de colisión con el reino alauita; la autodeterminación del Sáhara Occidental. La organización de la “Marcha Verde” por Hassan II dio origen al estallido de un conflicto que aún dura en nuestros días y que se ha convertido en una pesadilla para España.

En noviembre de 1975 se firmaba los Acuerdos de Madrid. España, contraria a su deseo de someter a un referéndum amparado por la ONU el derecho de autonomía de los saharauis, se deshacía de su colonia mediante la entrega a Marruecos y Mauritania de la administración de la región. Treinta y cinco años después siguen sin haberse aclarado su soberanía. Por un lado, continúa el reclamo de dominio marroquí de la antigua colonia española, y por el otro, persiste el deseo de autonomía del pueblo saharaui representado por el Frente Polisario y apoyado por Argelia.

Por su parte, España sigue insistiendo en el derecho de autodeterminación de los saharauis amparado por la intervención de la ONU, en contra de las tesis de Washington y París de que abandone la zona.[50]

8. Iberoamérica

El fin de la guerra fría, después de más 40 años de bipolaridad entre EE.UU. y la URSS, trajo consigo una profunda transformación del mapa geopolítico del mundo. España en consecuencia vio alterada su posición geoestratégica y sus proyectos internacionales.

Fruto del nuevo esquema geopolítico, Hispanoamérica pasó a cobrar más protagonismo para los planes norteamericanos lo que ha empujado a la administración americana a un mayor acercamiento con los gobiernos españoles.

De igual manera, España ha actuado tradicionalmente como nexo de unión entre la UE y América Latina, ejerciendo una política multilateral que por un lado ha damnificado el protagonismo de España en la región y por el otro, ha consolidado su liderazgo como representante de Hispanoamérica ante la Comunidad Europea.

Los lazos culturales e históricos de la Península con América Latina han favorecido su influjo en la zona contrarrestando la hegemonía y la dependencia económica que EE.UU. ejerce sobre esta parte del continente.

Además, la transición democrática que protagonizó España sirvió de referente para la evolución política de los países latinoamericanos y supuso un vinculo de unión y entendimiento entre ambas regiones. El establecimiento de las Cumbres Iberoamericanas a partir de 1.991 constituyó un paso fundamental en la consolidación de las relaciones entre España e Iberoamérica. [51]

Sin embargo, Hispanoamérica no siempre ha sido una prioridad en la agenda exterior española, ya que en muchos casos ha estado en un segundo plano, debido precisamente a la integración de España en la Comunidad Europea y el peso norteamericano. La dicotomía entre europeismo y iberoamericanismo ha sido una tarea con la que España siempre ha tenido que lidiar.

La problemática de Hispanoamérica ha injerido en numerosas ocasiones las relaciones entre Madrid y Washington. Las abundantes intervenciones estadounidenses en diferentes conflictos iberoamericanos han recibido la oposición - incluso la condena- del gobierno español en cuantiosas ocasiones como fueron los casos de Panamá, Granada, El Salvador o Nicaragua (régimen sandinista).

En muchos casos, la raíz de estas discrepancias provienen de las diferentes percepciones que España y EE.UU. tienen de la realidad latinoamericana. Las principales divergencias yacen en:

a) el factor geográfico, mucho menos importante para España que para los Estados Unidos, al no sentir los españoles el imperativo geopolítico respecto a Centroamérica que sienten los estadounidense.

b) el sentido histórico y cultural, mucho más importante para España que para EE.UU. en las relaciones con América Latina.

c) el hecho de que la influencia española en América Latina es mucho menos tangible e identificable que la estadounidense.

d) la existencia de vínculos políticos y personales mucho más estrechos de los dirigentes de América Latina con los España que con los de EE.UU. debido en buena parte a la pertenencia común a las internacionales de los partidos.“[52]

8.1 Actuaciones de los gobiernos en el poder

Durante el periodo de la UCD se cometió una política de actuación apoyada en los vínculos históricos entre España y América Latina -una estrategia continuista del planteamiento anterior- mientras se apostaba por destacar la labor de mediación que España podía ejercer entre Europa e Iberoamérica.

El mandato de Jimmy Carter en la presidencia de los Estados Unidos dio paso a una etapa en la que países extrarregionales como España tuvieran un margen de intervención en la marcha de los países latinoamericanos. Sin embargo, la llegada de Reagan al poder junto con la adhesión de España en la OTAN restringió esa capacidad de actuación y puso fin a lo que la nueva administración consideraba una política de mano blanda en la zona.

Esta coyuntura sumada a dos hechos concretos -como fueron la descomposición de la UCD, acentuado por el 23-F, y la sintonía que el ejecutivo de Calvo-Sotelo mostraba hacía la política exterior norteamericana- hicieron que la cuestión de Iberoamérica restara importancia y pasara a un segundo plano.

El prototipo de esta política se comprobó en la crisis centroamericana donde se ejecutó un alineamiento con la postura de los Estados Unidos en la región y la practica de no entrometerse en las cuestiones de la zona.[53]

La llegada al gobierno de Felipe González coincide con la etapa de ratificación hegemónica que la administración de Reagan lleva a cabo en Hispanoamérica, lo que provoca un marco comprometido y espinoso para la nueva diplomacia socialista.

Desde el principio se tiene claro que no se quiere interferir en los intereses norteamericanos aunque esto no implicara que se doblegara a los mismos. Se establece como prioridad el equilibrio y buen mantenimiento de las relaciones con Washington pero sin renunciar a los intereses nacionales y la propia manera de actuar en la región.Su límite residía en no entrar en conflicto con Estados Unidos.

La búsqueda de esta armonía irá protagonizando diferentes fases según se iba consolidando la política exterior de los gobiernos de González. Si bien es cierto que los dos primeros años -coincidiendo con el período más autoritario de la política de Reagan- España difiere notoriamente con la estrategia norteamericana especialmente en Centroamérica, el gobierno socialista no tendrá que hacer grandes esfuerzos para conservar ese equilibrio. Quedaba evidenciado que España ofrecía una manera diferente de interpretar los problemas iberoamericanos pero respetando siempre los intereses de seguridad estadounidenses que en muchos casos eran los mismos.[54]

En enero de 1983 aparecía en la prensa la opinión del entonces Ministro de Exteriores, Fernando Morán, en la que se recogía esta consideración: “España no estaba dispuesta a enfadarse con EE.UU. en la política que nuestro país pudiera realizar con Iberoamérica.”[55]

La importancia de los intereses en las relaciones con los Estados Unidos y los costes derivados, hacían prácticamente inviable otra política desde la perspectiva de los intereses nacionales.

También en la etapa de González se empezaron a formalizar los primeros Tratados de Amistad y Cooperación con varios países latinoamericanos. Estos acuerdos perseguían un doble propósito; por un lado, fomentar los intercambios comerciales promoviendo las exportaciones y potenciando las inversiones de capital español en la región, y por el otro, una labor de soporte y respaldo a los procesos de democratización en la zona. Este tipo de compromisos se han mantenido hasta la actualidad y continúan hoy en día, en especial con los países más rezagados.[56]

La muestra del buen clima alcanzado por los gobiernos de González en las relaciones con EE.UU. gracias a la labor ejercida en Hispanoamérica lo demuestra el reconocimiento público que por dos veces, en 1988 y en 1991, realizó el presidente Bush (padre) “del papel especial que España juega en América Latina y, muy en concreto, del que tiene Felipe González,” con quien reconoció despachar en sus entrevistas los temas latinoamericanos.

Coincidiendo con la visita que Felipe González llevó a cabo en abril de 1992 a la Casa Blanca, tanto el presidente Bush como el presidente González no dudaron en señalar que “las relaciones entre los dos países estaban en el mejor momento de su historia.”[57]

Por su parte, el ejecutivo de Aznar centró su atención en varios asuntos en la línea con política llevada por el PP. Una de ellos fue la lucha por evitar que ningún país latinoamericano se convirtiera en santuario de refugiados etarras. Hacer frente a este anacronismo supuso uno de los principales intereses con América Latina, sin olvidar tampoco, los acuerdos firmados contra el narcotráfico.

No hay que olvidar que las actuaciones respecto a la lucha contra el narcotráfico y el contrabando han sido habitualmente otro aspecto en donde Madrid y Washington han encontrado discrepancias. Tradicionalmente España ha preferido resolver el problema por medio de soluciones económicas mientras que la postura norteamericana ha sido la de respaldar la acción militar. El alineamiento del gobierno de Aznar con la administración estadounidense coincidió con los momentos de mayor entendimiento en este sentido.

Respecto a las relaciones económicas iniciadas en las etapas anteriores, se incesó esta dinámica hasta convertir la inversión empresarial española en América Latina en una de las principales de la región. Multinacionales españolas como Repsol, Telefónica o Iberdrola han hecho de Hispanoamérica su principal área de negocio, rivalizando con la tradicional hegemonía norteamericana.

8.2 El caso de Cuba

Otro foco de divergencias se da con la isla de Cuba. España siempre ha sido partidaria de ayudar al Castrismo a reconciliarse con Occidente, mientras que Washington se inclinado tradicionalmente más por la vía de las sanciones y de la presión. Las tiranteces y las tensiones por el tema de Cuba han estado marcadas por la incomprensión con la actitud española por parte de Estado Unidos.

Al mismo tiempo se ha percibido el hostigamiento estadounidense con Cuba como una de las razones de la simpatía que la isla levanta en una parte de los españoles.

Incluso en la época de la dictadura, el franquismo nunca llegó a romper relaciones diplomáticas con la isla a pesar de sus antagónicas doctrinas.

La llegada del PP al Ejecutivo supuso un cambio en el nivel de transigencia al que el PSOE tenía acostumbrado al país.

El gobierno de Aznar incrementó sus exigencias para con la isla. En el primer año en el poder, el Partido Popular comunicó la interrupción de la cooperación con Cuba (determinando su reanudación a reformas democratizadoras), aunque el recorte no fue luego completo.

No obstante, este hecho no impidió una crisis diplomática a raíz de la denegación del embajador de España, José Coderch, en la Habana. Dos años después, en 1998, la problemática quedó resuelta con la designación de Eduardo Junco como nuevo embajador.[58]

Por lo general, el PP siempre tomó una postura de “diálogo crítico” con el régimen castrista defendiendo la necesidad de reformas políticas y operando más bajo el paraguas de la UE que por su cuenta. Por su parte, el PSOE ha ejercido una función más mediadora entre la UE y el Castrismo, a pesar de los reveses protagonizados por la Habana con la diplomacia española en más de una ocasión.

Esta política se ha mantenido desde la llegada de Zapatero a La Moncloa, donde se ha intentado promover una serie de medidas encabezadas a que la UE reestableciese relaciones normales con Cuba, como sucedió en 2005, a pesar de la falta de progreso mostrado por el país en materia de derechos humanos.

A nivel general, la mediación de España en el proceso latinoamericano –obviamente junto a la colaboración de otros países europeos- ha permitido, además de posibilitar la paz y la democratización en estas regiones, suavizar la política estadounidense y el ímpetu intervencionista de Estados Unidos en estos territorios.

En la actualidad, “el peso de España a través de la cultura, las relaciones políticas y sociales basadas en la confianza mutua, una presencia empresarial de primer nivel y un volumen creciente de ayuda al desarrollo, es reconocido por los países latinoamericanos y nos aproxima a Estados Unidos como primer actor en la región”.[59]

9. Conclusiones

Tras el largo proceso de investigación y estudio de las relaciones entre España y EE.UU. desde la transición hasta el 2009 bajo los dos factores explicados, las conclusiones a las que he llegado son las siguientes:

1 El dualismo entre Estados Unidos y Europa ha sido una constante en todos los gobiernos que han pasado por el ejecutivo español. La inclinación por un bloque o por otro ha sido la causa que ha determinado el rumbo de la agenda exterior española.

El alineamiento con la administración americana ha alejado el peso español en la comunidad europea, mientras que la preferencia europeísta ha delegado a un segundo plano las relaciones transatlánticas.

2 Herederos de la política pro-norteamericana llevada por el franquismo, los gobiernos de la UCD se sirvieron de las relaciones transatlánticas para encaminar el nuevo rumbo exterior de España. Esto explica la sumisión de su política exterior en Iberoamérica y el cheque en blanco que se consintió a EE.UU. en la incorporación a la OTAN. El respaldo estadounidense al Rey Juan Carlos y al proceso democrático impulsado por este, fueron otro punto clave de las relaciones con Washington que vio como la retaguardia de Europa quedaba cubierta conforme a sus planes.

3 La llegada del socialismo al poder regeneró la perspectiva exterior española. Felipe González dio un nuevo enfoque a la diplomacia española basado en el cambio de prioridades. El líder socialista escogió a la Comunidad Europea como nueva pareja de baile en detrimento de la tradicional predilección estadounidense. González buscó una relación de equidad con Washington que redujera la presencia militar en nuestro suelo pero que mermó la importancia española en la agenda estadounidense.

González reclamó la autonomía perdida en América Latina fomentado el iberoamericanismo pero sin rebasar los limites que pudieran acarrear conflictos con los gobiernos norteamericanos.

4 La conversión del PSOE sobre la pertenencia española en la OTAN no es el único episodio contrario a la ideología mostrada por el partido. Mientras los mensajes anti-estadounidense eran algo habitual del discurso socialista, destacados gobernantes del partido (Javier Solana, Miguel Sebastián, Josep Borell o Pascual Maragall) se fueron formando al otro lado del atlántico favorecidos por las becas Fulbright firmadas en 1958.

5 La llegada de Aznar al poder representó un giro radical en las bases de la política exterior de los 14 años anteriores. Se retomó el acercamiento transatlántico dejando en un segundo plano los intereses europeos. El alineamiento con las políticas de Washington se fue consolidando con el paso de los años según crecía la desvinculación de la hegemonía franco-alemana en la UE. Tomando de partida la lucha contra el terrorismo, Aznar basó sus deseos de prestigio internacional en la alianza incondicional con la Administración Bush, prescindiendo del consenso parlamentario y del apoyo de la opinión pública.

6 En la primera legislatura los planes de Zapatero pasaron por situar de nuevo a Europa como coordenada prioritaria de la agenda exterior española y tener un papel relevante en el proceso de construcción europea. Tampoco le quedaban más opciones. Condicionado por la forma en que retiró las tropas de Irak y su foto sentado ante el paso de la bandera norteamericana, Zapatero fue básicamente ignorado por la Administración Bush. Sus vínculos con los gobiernos populistas en América Latina tan poco le favorecieron a cambiar esa dinámica. La llegada de Obama le ha abierto una nueva oportunidad ante la que el gobierno socialista ha decido apostar con el envío de más tropas a Afganistán.

7 La alianza estratégica de EE.UU. con Marruecos desde su independencia en 1956 ha condicionado las relaciones españolas con el reino alauita. Washington ha antepuesto sus intereses energéticos y de seguridad con Rabat a la natural sintonía con España. Esto explica la política promarroquí practicada por España que busca complacer los deseos norteamericanos. La rivalidad con Marruecos por ganarse la confianza estadounidense en la zona ha formado parte de la dinámica entre ambos países.

8 A la tradicional labor de “puente” entre Europa y América Latina a España se le sumó, como consecuencia del esquema geopolítico del final de la guerra fría, el aumento de interés por parte de la administración norteamericana por su “patio trasero” que generó un mayor acercamiento estadounidense con los gobiernos españoles.

La mediación de España en el proceso latinoamericano ha permitido suavizar así la política estadounidense y el ímpetu intervencionista de Estados Unidos en la región.

9 España, beneficiada por sus lazos históricos y culturales, ha hecho frente a la hegemonía y la dependencia económica que Washington ejerce sobre Hispanoamérica. Factores culturales, vínculos políticos, proyectos de cooperación y especialmente la presencia empresarial española, han hecho del país un actor de importancia similar a la de Estados Unidos.

10. Anexos

Anexo I. Artículos más polémicos aprobados en el Acuerdo defensivo de 1988

“El gobierno español consiguió del norteamericano que el término «introducción» apareciera en el texto.

Articulo 11.2. La instalación, almacenamiento o introducción en territorio español de armas nucleares o no convencionales o sus componentes, quedaran supeditados al acuerdo del Gobierno español.

Por su parte, la administración americana logró que, en el anexo segundo, España se comprometiera por escrito a no inspeccionar la carga de los buques de esa nacionalidad que entraran en sus puertos. Por lo tanto, indirectamente adquiría el compromiso de permitir el paso de armamento nuclear transportado en barco.

7. Ambos gobiernos otorgarán las autorizaciones reguladas en el presente Anexo sin solicitar información sobre el tipo de armas a bordo de los buques.

9. durante su estancia en puertos o fondeaderos de la otra Parte, los buques de la Armada española y de las Fuerzas de los Estados Unidos de América se regirán por las siguientes normas:

9.3 Los buques de la Armada española y los buques de las Fuerzas de los Estados Unidos de América, estarán exentos de inspecciones, incluidas las aduanas y sanidad”.[60]

Anexo II

Entrevista con Santiago Velo de Antelo, Director de la revista Diplomacia. 23 de abril de 2010

- ¿Qué ha movido tradicionalmente las relaciones entre España y EE.UU.?

España tiene que ser siempre amiga de la primera potencia mundial. Estados Unidos se convirtió en siglo XX en la primera potencia mundial igual que Reino Unido lo fue en siglo XVIII o España durante muchos siglos. Todo país que se precie tiene que ser lógicamente aliada de la primera potencia mundial.

Durante los años cincuenta hasta ahora lo que ha habido respecto a EE.UU. ha sido una política de estado que no ha cambiado ni dependiendo del partido político que ha estado en el poder, ni del sistema que gobierne. Ha dado igual que haya habido una dictadura, una democracia, que este el PP o que este el PSOE. La política de estado ha sido siempre la de máximos aliados con Estados Unidos.

- ¿Qué peso tiene España en la agenda exterior norteamericana?

En primer lugar hay que destacar el papel fundamental que ha jugado el Rey en la imagen de España. Su Majestad es una figura muy apreciada y valorada en EE.UU. y que la monarquía española sea una institución de más de 500 años es un factor que tiene un gran valor en Washington. A nivel general, el peso de un país se mide en lo que puedes aportar, en tu economía y en el poder militar, en el numero de soldados con los que puedes contribuir. Esto ha variado según las etapas. Por ejemplo en la época del PP con la famosa foto de la Azores o Aznar dando un discurso en el Congreso de los Estados Unidos a todos se nos caía la baba viendo a nuestro presidente a ese nivel, pero en el fondo lo que significaba esa foto era mándame tropas a Irak. Todo tiene un precio y depende hasta que punto estes dispuesto a pagar.

- ¿Por qué Felipe González cambio la política llevada respecto a Estado Unidos?

La política no cambió, fue la misma. Otra cosa fue que lo sepas hacer mejor o lo sepas hacer peor, que González molestase un poco más con lo de las bases o que molestase un poco menos. La reducción de la presencia militar estadounidense en nuestro país impulsada por su gobierno no significó que el PSOE decidiera que estratégicamente no le interesaba a España ser socio de Estado Unidos. Su mensaje de pacifismo y su posición inicial contra la entrada a la OTAN no significó que relación con Washington fuera mala sino, González no hubiese sido recibido en la Casa Blanca como lo hizo varias veces.

- El alineamiento de Aznar con EE.UU. ¿Lo tenía previsto antes de llegar a La Moncloa o se fue generando con el paso de las legislaturas?¿Influyó en esta decisión la consolidación del eje franco-alemán?

Hay que reconocer que España se situó a un nivel -por lo menos de imagen- que no había tenido nunca. No creo que Aznar se desplazara del eje franco-alemán sino que fueron Francia y Alemania quienes se quedaron fuera como socios estratégicos de Estado Unidos. Aznar supo mover bien su ficha y realmente se convirtió en su primer aliado en Europa junto a Reino Unido. Esto fue algo casi un hito para la España moderna. Ahora bien eso tuvo su contraprestación, la guerra de Irak. Una guerra injusta y fuera de lugar donde se fue a por unas armas de destrucción masiva que no existían.

También hay que decir que si bien los primeros cuatro años fueron magníficos, en siguientes años hubo un cambio de actitud. A Aznar le sucedió lo que llaman “el síndrome de La Moncloa”, que te lo crees y ya no consultas a nadie.

- ¿Qué significó Zapatero para la Administración Bush?

Zapatero el mismo día en que no levanta ante el paso de la bandera norteamericana cuando todavía era jefe de la oposición, ese día está acabado. En Estados Unidos este tipo de cosas se lo toman muy en serio, el respeto hacia su bandera es total y así le fue. Sin embargo Moratinos no es un mal ministro de Exteriores, es más valido de lo que parece. Tiene una fama de currante dentro de la carrera diplomática descomunal, pero se ha encontrado con un “marronazo” impresionante. Moratinos le ha tocado una labor de bombero donde tiene que ir apagando todos los fuegos de Zapatero. ¿Qué va a hacer un ministro cuando su presidente no se levanta ante el paso de una bandera? No puede hacer nada más que agachar la cabeza, pedir perdón e intentar hacerse la foto. La imagen de España con Zapatero es terrorífica.

- ¿Por qué la guerra de Bush en Irak no, y la de Obama en Afganistán sí?

Eso son incongruencias. O estas o no estas, pero lo que no vale decir es aquí sí y en el otro lado no. Es simplemente por política, buscar votos, el PSOE ha vendido la moto de que en Afganistán no están en una guerra sino que están reconstruyendo un país y ayudando enfermos y que Irak era una guerra pura y dura. Al final lo que paso fue que el departamento de comunicación y marketing del PP en la época final fue un desastre y Zapatero tiene un departamento de marketing muy bueno. El Gobierno ha conseguido vender esa imagen que Aznar no consiguió. En el fondo es una cuestión de marketing y de búsqueda de votos.

-¿El aumento de tropas en Afganistán es el precio que Zapatero tiene que pagar por llevarse bien con Obama?

Con Obama, Zapatero ya ha conseguido un par de fotos y es porque está respondido a las peticiones de la nueva administración. Si Obama le ha recibido ya en la Casa Blanca es porque ha aumentado las tropas en Afganistán sin lugar a duda. Pero para EE.UU. no importa tanto la cifra de soldados que envíe un país sino contar con el respaldo internacional, saber que no está sólo en Afganistán. A lo mejor ahora hay 20 países allí y eso es lo importante para Estados Unidos porque el número de tropas que manda el resto comparada con las suyas o las de Reino Unido son insignificantes.

- La política promarroquí española, ¿A qué se debe?¿Es por EE.UU.?

Marruecos es muy importante, más de lo que parece. Tenemos que tener claro que Marruecos tiene que ser un aliado estratégico por varias razones. Primero porque está a unos kilómetros de Europa y segundo, porque es el punto más cercano del Islam a Europa. Nos guste o no nos guste, Marruecos es un aliado de occidente y es el que puede frenar la llegada masiva del Al-Qaeda que ya esta presente en muchos países que lindan en sus fronteras. Este es uno de los problemas que se ve en el tema del Sahara. Hoy en día un Sahara Occidental independiente con mucho territorio y muy poca población estaría invadida por células de Al-Qaeda en dos días, sería algo incontrolable. Es lo que sucede con Mauritania en donde el gobierno de Mauritania no puede hacer nada, no sabe controlar eso, no puede. Por eso es fundamental Marruecos como ese socio de Occidente que lucha contra el terrorismo.

-¿Qué solución tiene el conflicto de Sahara?

Es una cuestión muy delicada donde se perdió la oportunidad en su momento en los 70. Cuando España se va de allí tenía que haber dejado formalizado la independencia del Sahara no tenía que haber permitido lo que sucedió. A día de hoy es un tema muy complicado porque ya no es que se de la independencia de este país, sino que al día siguiente Marruecos está reclamando Ceuta y Melilla. España sólo puede enfocar esto desde dentro de la UE.

-¿Qué significó para usted el conflicto de Perejil?

En este altercado es donde se vio lo importante que es tener una buena relación con Estados Unidos. La manera en qué se recuperó y cómo se recuperó fue gracias a Washington. Fue muy importante el cómo se recupero ya que sin la intervención de EE.UU. hubiéramos tenido otro desenlace.

-¿Qué papel juega América Latina en nuestras relaciones transatlánticas?

España ha perdido mucha influencia en toda Iberoamérica. España tendría que ser el referente número uno para EE.UU. a la hora de negociar con países hispanoamericanos y no lo es. Tendría que haber jugado una función mucho más importante de lo que ha hecho y ha sido claramente una oportunidad perdida.

Es verdad que en algunos aspectos lo que diga España es muy importante como en el caso de Cuba. También es cierto que nuestro país continúa ejerciendo un papel muy significativo en la región que se observa cuando países iberoamericanos tienen un problema o necesitan algo a donde acuden es a España. Las Cumbres Iberoamericanas son en ese sentido muy importantes para mantener ese vinculo de unidad aunque la mayoría de los casos sólo sirvan para que recauden dinero.

-¿Ha contrarrestado España la hegemonía económica norteamericana en Iberoamérica?

Creo que EE.UU. y España han ido paralelamente. Cada uno tiene su influencia, el peso de la economía española en países como Uruguay, Bolivia, Argentina o Venezuela es fundamental. Las grandes empresas que funcionan allí son españolas. El tema del idioma, la costumbres o la religión es un factor muy importante aunque parezca que no. Hemos sido 400 años el mismo país y eso une inevitablemente.

-¿ Cuál es el perfil general de los embajadores que Washington ha enviado a Madrid?

Son personajes con mucho dinero que han apoyado a las campañas políticas de sus presidentes. Casi siempre han sido embajadores con carrera política y no diplomática de ascendencia española o sino del sur de Europa como fue George Argyros o Eduardo Aguirre. Siempre intentan buscar a alguien que tenga un toque hispano. España forma junto a Italia, Francia, Alemania y Reino Unido el eje de los cinco países con más valor en Europa. También la importancia que tiene España respecto a Hispanoamérica es algo muy importante como la ayuda de España en países como Cuba o Venezuela. España influye mucho en estos países y es otra razón para que manden un embajador de perfil alto.

-¿Qué ventajas ha obtenido España de sus relaciones transatlánticas?

El balance es muy positivo tanto durante la transición como después que se observan en dos campos concretos, el económico y el de seguridad. Si algún día España tuviera algún problema EE.UU. sería el primero en echarnos una mano. No te queda otra más que ser socio de la primera potencial mundial porque es la que te va a proteger. Cualquier político que quiera romper relaciones políticas con EE.UU. está loco.

11. Bibliografía y Fuentes

? Fuentes Orales

  • Entrevista con Daniel Pérez del Castillo, diplomático de Uruguay y antiguo embajador de su país en la Santa Sede. Madrid, abril 2010.

  • Entrevista con Santiago Velo de Antelo, director de la revista Diplomacia. Madrid, abril 2010.

? Fuentes hemerográficas

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-Tusell J.; Avilés J.; Pardo Rosa (eds.): La política exterior de España en el siglo XX. Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 2000.

·- ·-· -······-·
Alberto Segovia

1 Pereira, Juan Carlos (coord.): La política exterior de España (1800-2003). Barcelona, Ariel, 2003, pp.109-110

2 Suárez Fernández, Luis: Franco. Barcelona, Editorial Ariel, 2005 p.428

3 Fusi, Juan Pablo: Franco. Autoritarismo y poder personal. Santillana, 1985, p.141

4 Sahún, Felipe: “Medio siglo de una alianza desigual”, El Mundo, 13/10/2009.

5 Suárez Fernández, Luis: Franco. Barcelona, Editorial Ariel, 2005 p.436

6 Fusi, Juan Pablo: Franco. Autoritarismo y poder personal. Santillana, 1985, p.134

7 Alandete, David: “Cincuenta años de lazos transatlánticos”, El País, 11/5/2008.

8 Martín de Pozuelo, Eduardo: “Españoles en la Guerra de Vietnam”, La Vanguardia, 9/08/2005

9 Suárez Fernández, Luis: Franco. Barcelona, Editorial Ariel, 2005, p. 685

10 Ibíd., p.690.

11 Ibíd., p.716

12 Suárez Fernández, Luis: Franco. Barcelona, Editorial Ariel, 2005, p.719.

13 Calduch, R (coord.): La política Exterior Española en el Siglo XX. Madrid, Ediciones Ciencias Sociales, 1994, p.166.

14 Pereira, Juan Carlos (coord.): La política exterior de España (1800-2003). Barcelona, Ariel, 2003, p.530.

15 Ibíd., p.531

16 Calduch, R (coord.): La política Exterior Española en el Siglo XX. Madrid, Ediciones Ciencias Sociales, 1994, p. 238.

17 Allendesalazar, José Manuel: “España y EE.UU. en el siglo XX”. Revista Política Exterior. Mayo/ Junio 2001, Nº81, pp.142-150.

18 Calduch, R (coord.): La política Exterior Española en el Siglo XX. Madrid, Ediciones Ciencias Sociales, 1994, p. 371.

19 Barrera, Carlos: Historia del proceso democrático en España. Madrid, Editorial Fragua, 2002 p.165

20 Barrera, Carlos: Historia del proceso democrático en España. Madrid, Editorial Fragua, 2002, p.194

21 Allendesalazar, José Manuel: “España y EE.UU. en el siglo XX”, Revista Política Exterior, Mayo/ Junio 2001, Nº81, pp. 142-150.

22 Tusell J., Avilés J., Pardo Rosa (Eds): La política exterior de España en el siglo XX. Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 2000, p.470.

23 Ibíd., p.467.

24 Ibíd., p. 442.

25 Barrera, Carlos: Historia del proceso democrático en España. Madrid, Editorial Fragua, 2002 p.197

26 Calduch, R (coord.): La política Exterior Española en el Siglo XX. Madrid, Ediciones Ciencias Sociales, 1994, p. 378.

27 Marquina, Antonio: “La evolución de la política de seguridad española (1982-1992)”, en Calduch, R (coord.): La política Exterior Española en el Siglo XX. Madrid, Ediciones Ciencias Sociales, 1994, pp. 369-388.

28 Véase Anexo I

29 Sahagún, Felipe: “España frente al sur”, en Calduch, R (coord.): La política Exterior Española en el Siglo XX. Madrid, Ediciones Ciencias Sociales, 1994, pp. 237-278

30 Ibíd., pp. 237-278.

31 Calduch, R (coord.): La política Exterior Española en el Siglo XX. Madrid, Ediciones Ciencias Sociales, 1994, p.238.

32 Allendesalazar, José Manuel: “España y EE.UU. en el siglo XX”, Revista Política Exterior, Mayo/ Junio 2001, Nº81, pp.142-150.

33 Arenal del, Celestino: “EE.UU. y la política latinoamericana de España”, Revista Política Exterior, Mayo/ Junio 2003, Nº 93, pp.183-193.

34 Chamorro, Eduardo: España Siglo XXI. Barcelona, Editorial Planeta, 2008, p.83.

35 Alonso Zaldívar, Carlos: “Irak, crónica de una guerra anunciada”, Revista Política Exterior, Noviembre/ Diciembre 2002, Nº 90, pp. 78-88.

36 Alonso Zaldívar, Carlos: “Las cábalas de Europa”, Revista Política Exterior, Marzo/ Abril 2001, Nº 80, pp. 166-171.

37 Alonso Zaldívar, Carlos: “Poder, orden y percepciones tras el 11 de septiembre”, Revista Política Exterior, Mayo/ Junio 2002, Nº 87, pp. 66-70.

38 Chamorro, Eduardo: España Siglo XXI. Barcelona, Editorial Planeta, 2008, p.66

39 Ibíd., p.92

40 Chamorro, Eduardo: España Siglo XXI. Barcelona, Editorial Planeta, 2008, p.76.

41 Arenal del, Celestino: “La política exterior del gobierno socialista”, Revista Política Exterior, Julio/ Agosto 2004, Nº 100, pp.111-126.

42 Moratinos, Miguel Ángel: “Una nueva política exterior para España”, Revista Política Exterior, Mayo/ Junio 2004, Nº 99, pp. 65-69.

43 Arenal del, Celestino: “La política exterior del gobierno socialista”, Revista Política Exterior, Julio/ Agosto 2004, Nº 100, pp.111-126.

44 Entrevista con Santiago Velo de Antelo, Madrid, abril de 2010.

45 Moratinos, Miguel Ángel: “Una nueva política exterior para España”, Revista Política Exterior, Mayo/ Junio 2004, Nº 99, pp. 65-69.

46 González, Miguel: ”España planea enviar 500 militares más a Afganistán tras la petición de Obama”, El País, 17/12/2009.

47 Marcu, S.; Méndez, R.: “La posición geoestratégica de España”, en Pereira, Juan Carlos (coord.): La política exterior de España (1800-2003). Barcelona, Ariel, 2003, pp.105-127

48 Arenal del, Celestino: “EE.UU. y la política latinoamericana de España”, Revista Política Exterior, Mayo/ Junio 2003, Nº 93, pp.183-193.

49 Hernando de Larramendi, M; Mañé Estrada, A (eds.): La política exterior española hacia el Magreb. Barcelona, Ariel, 2009, p.51

50 Armengod, Ramón: “España, Mediterráneo, y mundo árabe”, en Pereira, Juan Carlos (coord.): La política exterior de España (1800-2003). Barcelona, Ariel, 2003, pp.371-385.

51 Entrevista con Daniel Pérez del Castillo, Madrid, abril de 2010.

52 Calduch, R (coord.): La política Exterior Española en el Siglo XX. Madrid, Ediciones Ciencias Sociales, 1994, p.269.

53 Arenal del, Celestino: “La política exterior española en Iberoamérica (1982-1992)”, en Calduch, R (coord.): La política Exterior Española en el Siglo XX. Madrid, Ediciones Ciencias Sociales, 1994, pp. 279-302.

54 Ibíd., pp.279-302.

55 Tagar, Joaquín: “Iberoamérica, algo más que una política exterior”, El País, 31/01/1983.

56 Tusell J., Avilés J., Pardo Rosa (Eds): La política exterior de España en el siglo XX. Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 2000 p. 555.

57 Calduch, R (coord.): La política Exterior Española en el Siglo XX. Madrid, Ediciones Ciencias Sociales, 1994, p. 299.

58 Tusell J., Avilés J., Pardo Rosa (Eds): La política exterior de España en el siglo XX. Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 2000, p.564.

59 “Obama, América Latina, España. Un espacio atlántico ampliado al sur”, Revista Política Exterior, Mayo/ Junio 2009, Nº 129, p. 6.

60 Tusell J., Avilés J., Pardo Rosa (Eds): La política exterior de España en el siglo XX. Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 2000, p.501.



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