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La persona en su desnudez

por Max Silva Abbott

Tanto por la cultura dominante que endiosa al éxito y la belleza, como por cierta ciencia engreída que nos promete un futuro perfecto y sin dolor, buena parte de nuestro mundo se está haciendo cada vez más insensible, cuando no hostil y destructivo con todos aquellos que no cumplen con ciertos estándares mínimos de belleza o capacidad

Sin embargo, cuando uno se enfrenta a un ser humano privado de aspectos importantes para su desarrollo como persona (un retraso mental grave, por ejemplo), que en no pocas ocasiones va asociado a limitaciones físicas nada despreciables, pueden surgir varios sentimientos y reacciones: desde la compasión hasta el escándalo; desde el miedo hasta la indiferencia.

Sin embargo, al mirar atentamente a estas personas desvalidas que dependen absolutamente de otros, en ocasiones puede percibirse que existe un profundo amor entre éstas y quienes los cuidan. Y no se trata de una mera amabilidad o delicadeza externa, sino de una auténtica preocupación total por ese ser enfermo, de parte de quien lo cuida, y de una completa entrega inocente, por parte del enfermo, al punto que muchas veces enternece.

Y es ahí, en esa situación de total desvalimiento y de generosa ayuda, en que la persona enferma no tiene nada de interés que entregar, y a su vez, existe una generosa actitud de quien vela por ella sin recibir ni esperar nada a cambio –al menos para los parámetros dominantes en nuestro mundo–, cuando uno percibe el misterio y la grandeza de la condición humana, la dignidad de la persona de manera basal, y la nobleza que puede alcanzar el hombre con su actitud. Porque es ahí cuando se nota un amor auténtico, realmente desinteresado por ese ser enfermo; es en ese momento cuando se logra comprender que el hombre está hecho para la apertura y la entrega, entrega que en este caso es más auténtica, porque no se espera nada a cambio.

Es, en buena medida, la lección final que daba hace varios años una notable película casi desconocida: “Marvin’s room” (“La habitación de Marvin”), una historia de una mujer soltera que cuida a su padre postrado y a una tía lisiada, que al constatar que ella misma está desahuciada luego de fallar la última esperanza de una eventual cura, descubre con asombro, que lo más importante ha sido el inmenso amor que ha tenido en su vida: no tanto el que ha recibido de quienes cuida, sino el que ella misma ha podido entregarles.

Una reflexión útil para nuestro mundo actual, a fin de darnos cuenta que lo realmente importante en cada persona es su mera pertenencia a la especie humana: la persona en su desnudez, que merece todo nuestro respeto y ayuda, puesto que aunque no lo parezca, tiene mucho que entregarnos: hacernos más humanos.

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Max Silva Abbott



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