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Christopher Dawson, un buscador de la Verdad

por José Luis Orella

Dawson es uno de los eslabones importantes de la cadena de conversiones que vive Inglaterra desde la época de Newman, y participa de forma activa en la conversión del mundo anglosajón, y en dar una respuesta católica a las ideas globales equivocadas de Spengler y de Toynbee

Nacido en un castillo en ruinas en el País de Gales en 1889. Dawson nació en el seno de una familia anglo-católica y fue educado en la tradición anglicana. Para él fue muy importante las conversaciones sostenidas con su padre, y especialmente con su tío abuelo, clérigo de la high church, de quien heredó su amplia biblioteca. En 1905, en el curso preparatorio para ingresar en Oxford, conoce a Edward Ingram Watkin, anglocatólico, que acabará convirtiéndose al catolicismo, y que reunía cualidades totalmente complementarias a las de Dawson, con quien mantendrá su amistad el resto de su vida. La amistad de Watkin será determinante en la búsqueda de la verdad efectuada por Dawson. Watkin será un experto escritor sobre teología, filosofía e historia de la Iglesia Católica de Inglaterra.

En 1908, con 19 años, ambos ingresarán en Oxford, en aquel momento Dawson era agnóstico, en respuesta al cristianismo que había experimentado en el colegio, donde se ponía un gran énfasis en la ética. Forma parte del Trinity Collage, en el que estuvo Newman, donde asiste a las conferencias de Wilfrid Ward, biógrafo de Newman, en la Newman Society. Interesado en el personaje, lee ávidamente su Apología pro vita sua, y de ahí mostrará interés por el Movimiento de Oxford, y se empapará de la De Civitate Dei de San Agustín. Siente admiración por el presidente de la Unión de Oxford, Ronald Knox, hijo de un obispo anglicano, y líder de los “Spike” grupo anglocatólico, a cuya misa asistirá. También se sentirá cercano a la novela de Benson, otro escritor vástago de un arzobispo anglicano. Ambos escritores llegarán en su busca de la verdad a la unión con Roma, y a su consagración como sacerdotes.

En aquella época viaja a Alemania, donde adquiere una imagen horrible de su desarrollo industrial y deshumanizado. Sin embargo, junto a su padre, visitará en Semana Santa Roma, donde se quedará extasiado con Bernini y Borromini, que le servirán de invitación para leer a los místicos españoles: Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Lecturas que serán compatibles con las que realice de autores del momento, como La balada del caballo blanco de G. Chesterton, que le ayudó a su toma de decisión sobre su conversión final. Carcomido por las dudas, en 1913 tomó la decisión de estudiar como le afectaría su posible conversión al catolicismo, a nivel de sus relaciones familiares, y religiosas con la Iglesia de Inglaterra, y por supuesto, las académicas de Oxford. Se introduce en un profundo estudio de la Biblia y de los padres de la Iglesia: Atanasio, Irineo, Cipriano y Agustín. El mismo camino que llevó décadas antes Newman. Al año siguiente decidirá su conversión pública al catolicismo. El 5 de enero de 1914, el P. O´Hare S.J. recibirá en la Iglesia a Christopher Dawson, ejerciendo de padrino su amigo Edgard Watkin. Su compromiso significaba, tras meticuloso estudio, la ruptura con su familia, especialmente con su madre, y con su entorno social.

En 1909 había conocido a Valery Mills, una joven católica con quien en 1916 contraerá matrimonio. Diez años después conocerá a quien será su editor y amigo, Frank Sed, casado con Mirie Ward, hija del biógrafo de Newman. En 1940 se convertirá en director de The Dublín Review, hasta 1945, el periodo de duración de la guerra. Su amor por la unidad de los cristianos le llevará a convertirse en colaborador del cardenal Hinsley.

Para Dawson, el anglicanismo debía avanzar hacia el catolicismo romano. El historiador creía que en última instancia, el anglicanismo se derrumbaría a causa de la falta de autoridad, y se dispersaría.

Conversión

La conversión de Dawson al catolicismo en enero de 1914 le produjo un precio increíblemente alto, especialmente a nivel familiar. Pero la profunda visión mística que había experimentado al contemplar el Ara Coeli en Roma, un Domingo de Pascua de 1909, le hizo comprender la conexión de la historia y la cultura, y que Dios le llamaba para escribir una historia completa del mundo, donde hiciese hincapié en esa relación.

Dawson tomó nota de San Agustín, el Cardenal Newman, RH Benson, e incluso el francés Charles Péguy como principal influencia intelectual. El estudio de las raíces del cristianismo le ayudará a entender donde estaba el depósito íntegro de la tradición apostólica. Incluso la lectura del teólogo protestante Adolf Harnack, que ensalzaba en su Historia del Dogma, la ruptura del protestantismo con el pasado católico. Como el propio Dawson escribía: “gracias al estudio de San Pablo y San Pedro es como llegué a entender la unidad fundamental de la teología y la vida católica. Me dí cuenta de que la Encarnación, los Sacramentos, el orden externo de la Iglesia, y la obra interna de la Gracia santificante no eran sino partes de una orgánica, un árbol viviente cuyas raíces se encuentran en la naturaleza divina y cuyo fruto es la perfección de los santos”

Misión

Dawson descubrirá en San Agustín un importante nexo en la historia, un puente entre los mundos antiguo y medieval. Cuando los bárbaros cayeron sobre Roma en el siglo V, San Agustín respondió escribiendo la Ciudad de Dios durante un periodo de catorce años. Al igual que Platón y Aristóteles en la Grecia clásica y Cicerón en la República Romana, San Agustín fue testigo del final de una época, y pudo recoger lo mejor de lo que le había precedido. En la Ciudad de Duios, Agustín logró reunir el pensamiento de Paltón, Cicerón y Vrigilio y lo cristianizó. Ayudó a preservar lo mejor de la civilización occidental y cristiana.

Del mismo modo que Agustín, Dawson se creía en el final de una época. La edad humana y relativamente tradicional estaba a punto de desaparecer, y la edad de las ideologías iniciaba su curso. En las diversas ideologías del siglo XX, Dawson solo vio al antiCristo, la propaganda, la fuerza, la conformidad y la destrucción de la persona humana. La visión de la modernidad alemana le proporcionó un pánico a los paraísos sin Dios que intentaban ganarse la voluntad del hombre a través de las culturas de las masas. El nazismo y el comunismo produjeron pavor en la cabeza del historiador. Para dawson, siguiendo la herencia de San Agustín, creyó que había que emplear la energía del alma, para preservar lo mejor de la civilización occidental y cristiana.

En su intento de despertar las conciencias, participó en diversos grupos de pensamiento que discutían sobre poesía y filosofía. El grupo más influyente será el de los Inklings, formado por JRR Tolkien y CS Lewis. En la década de los veinte, Dawson participó en la Orden, un grupo parecido, pero con una revista que puso sacar cuatro números, y donde colaboraron Jaques Maritain, Nicolás Beridaev, Francois Mauriac, Edward Watkin, Thomas Gilby, Theodor Haecker, GK Chesterton, Martin, D´Arcy, Gabriel Marcel, Eric Gill y Ronald Knox. En ella desarrollaron sus propias ideas junto a las de Santo Tomás. Sin embargo, Dawson únicamente participó del primer Maritain, su evolución a partir de 1936, la consideró especialmente política, y no contó con su aprobación.

Ecumenismo

Para Dawson, ante los diferentes ismos que iban apareciendo, defendió una entente con el resto de los cristianos, que a pesar de las diferencias, siempre existirían mayores afinidades que con nazis, laicos o comunistas. En cuanto al nacionalismo, no lo consideraba negativo, siempre que no se extralimitase intentando magnificar una unidad cultural. Esta idea será todo un antecedente ante la obra Patria e identidad de Juan Pablo II.

Sin embargo, quien había preanunciado el ascenso de las ideologías había sido Gilbert Chesterton, aunque sería testigo de su ascenso Dawson, e impotente espectador de la dominación de la mitad del mundo por el comunismo. Para él no había una diferencia entre derecha o izquierda, sino entre Cristo o anti-Cristo. Su principal miedo era que los EEUU, con su enorme potencial, evolucionasen hacia una civilización tecnológica, abandonando el fiel de lo cultural y humano. Para evitarlo, pensaba que surgiría una orden religiosa que defendiese, dentro de su carisma, la promoción de las artes, y el papel del catolicismo en la santificación del mundo medieval. Esperaba principalmente en la acción de las universidades como divulgadoras de lo mejor de la civilización occidental.

Dawson defendía que de la divinidad había surgido la cultura, de esta venía el lenguaje, las relaciones familiares, el derecho, la economía y el resto de las actividades humanas. Pero desde la revolución francesa se había producido un divorcio al culto de la cultura, y los ideólogos liberales laicistas estaban destruyendo aquel patrimonio cultural de occidente. Aquellas ideas eran las mismas que había leído en Newman, y que el había compartido con su amigo, el poeta TS Eliot. En esta labor de defensa del patrimonio occidental, destacaba la enorme labor realizada por San Pablo al cristianizar el pensamiento clásico helénico.

Académico

No obstante, la conversión de Dawson no le facilitó su entrada en el mundo académico inglés, más bien se lo prohibió, por lo que no pudo tener una vida académica destacada. Aunque si se ganó el respeto de aquel exclusivo mundo, contando con numerosas conferencias, ofertas de publicaciones y una rica correspondencia privada. Las universidades donde dictó cursos de Filosofía de la Religión, Historia de la Cultura, Teología Natural y Catolicismo fueron Liverpool, Exeter y Edimburgo. Sobre su reconocimiento final, la revista Time lo nombró uno de los grandes historiadores de la década de los cincuenta, y el poeta y dramaturgo TS Eliot lo subrayó como el pensador más profundo de su generación. Dawson desarrolló temas tan fecundos como la religión como eje esencial y primario de toda cultura; la crítica analítica de la doctrina del progreso; la demostración de la fuerza de Europa en la cultura occidental; la aportación de los valores tradicionales ingleses en el mundo actual; y la misión educadora e informativa de la universidad en el panorama de la vida moderna.

Sus profundos conocimientos le llevaron a defender e identificar las raíces de nuestra cultura en la tradición científica de la Grecia clásica, de la cual era originaria nuestra ciencia, literatura, filosofía, arte, e ideal de libertad. A continuación, el genio político unificador de Roma, como: cultura cosmopolita, extendería los valores griegos a occidente (lengua común, derecho y red de comunicaciones). Para finalmente, la Religión cristiana, como único poder sin ser asimilado por el Estado romano, presentase a los mártires como modelos a seguir, defensores de una sociedad sagrada inspirada y regida por el Espíritu Santo y los representantes de Cristo (los Apóstoles). Tras estas tres claves, vendría el impulso radical de los pueblos bárbaros.

La nueva era cristiana se verá fortalecida por el establecimiento de los monasterios, guardianes durante la decadencia de la civilización clásica de la herencia de occidente hasta el surgimiento de las universidades europeas en el siglo XII. El emperador Carlomagno ayudó a la difusión de una cultura cristiana en Europa, y con la conversión de los bárbaros y la incorporación de los pueblos del norte y del oriente de Europa se realizó la unificación religiosa y cultural del continente. La reforma de la Iglesia en el siglo XI, el interés unificador del papado medieval y la consagración de la orden de la caballería a la defensa de sociedad cristiana, proporcionaron un ambiente espiritual que transformó los valores y las ideas de la sociedad medieval.

No menos importante fue el resurgimiento de la ciudad europea de la Edad Media desde el siglo XII en adelante. Europa se constituyó en un mundo de ciudades en el que la vida urbana y el espíritu cívico tuvieron tanta importancia como en los tiempos clásicos de Grecia y Roma. La aparición de la Universidad orientó la cultura del Medievo hacia los nuevos tiempos, y durante tres siglos Europa tendió a la unidad de la Cristiandad y a la creación de una valiosa síntesis intelectual y espiritual. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XIII comenzó un proceso centrífugo que culminó en la división religiosa y los cambios sociales y culturales del siglo XVI. A partir de entonces había habido un proceso de secularización acentuado durante el siglo XVIII, que llevó a la ruptura causada por al revolución francesa y el nacimiento de un mundo liberal contrario a la presencia de Dios en el mundo.

En 1958, ya con 69 años, será el hombre elegido para llevar la cátedra Stillman, de estudios católicos en la Universidad de Harvard, entre los que se había barajado los nombres de Maritain y de Wilson. Allí permanecerá cuatro años, hasta que en 1962 vuelva definitivamente a su querida Inglaterra, donde morirá en 1970.

Conclusión

Dawson es uno de los eslabones importantes de la cadena de conversiones que vive Inglaterra desde la época de Newman, y participa de forma activa en la conversión del mundo anglosajón, y en dar una respuesta católica a las ideas globales equivocadas de Spengler y de Toynbee. Su principal idea de reintegrar la cultura a su tradición religiosa para que volviese a recuperar sus fundamentos morales y restableciese la unidad espiritual de Europa, no sería entendida en aquel contexto de guerra fría y de profundos cambios de los sesenta, con el mayo del 68 y el Concilio Vaticano II. Sin embargo, cuando en la década de los ochenta, Juan Pablo II inició la lucha cultural de recuperar la civilización del amor, desde sus orígenes, Dawson volvió a ser contemporáneo, y sus ideas académicas vuelven a tomar vida desde el verbo de un Papa académico, Benedicto XVI.

Su obra en español

(2007). Los orígenes de Europa. Ediciones Rialp
(2006). Historia de la Cultura Cristiana. Fondo de Cultura Económica USA.
(2000). El espíritu del Movimiento de Oxford. Ediciones Rialp.
(1956). Situación actual de la cultura europea. Ateneo.
(1962). La crisis de la educación occidental. Emecé
(1961). Dinámica de la historia universal. Rialp.
(1995). La religión y el origen de la cultura occidental. Encuentro Ediciones
(1964). Progreso y religión, Editorial Huemul (Buenos Aires).
(1960). Ensayos acerca de la Edad Media, Aguilar S.A. de Ediciones (Madrid).

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José Luis Orella



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