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El Sentido de la Guerra de España de 1936. Lain Entralgo, revueltas anticomunistas, y testimonios de los “cruzados”

por José Fermín Garralda Arizcun

Este trabajo de investigación aporta testimonios documentales acerca de los primeros intentos de algunos intelectuales, como Pedro Laín Entralgo, contrarios a la naturaleza de “Cruzada” de la Guerra Civil de 1936-1939. Decimos “Cruzada” porque así fue mantenida por gran parte de los nacionales y la misma Iglesia católica. Dichos intentos fueron plasmados después en libros de texto escolares.

Muchos testimonios justifican que dicha guerra fue una “Cruzada”, por ejemplo la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, erigida canónicamente en 1939, con sede en Navarra, presente en estas páginas. Más tarde, dicha Hermandad apoyará, por motivos religiosos, la revuelta anticomunista de Hungría, que consideró como una Cruzada similar a la española contra el comunismo antiteo.

Laín Entralgo, entre otros, hizo el juego a la masonería internacional, cuando esta decidió, en 1937, borrar de la conciencia de los españoles que la guerra civil de 1936 fue una Cruzada religiosa. No por eso incluimos a Laín en esta sociedad secreta y esotérica de presión, aunque de alguna manera -junto con otros- fuese útil para sus planes

Según mi experiencia personal, aita Teodoro, voluntario del Tercio de Lesaca, transformado luego en San Fermín, decía con frecuencia: “Salí a la guerra sólo por Dios”, y “no pude aguantar que los nacionalistas (vascos) se aliasen con los comunistas”. Tenía 19 años.

La base documental de este trabajo es el archivo de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz. Esta Hermandad canónica fue erigida por el Obispo de Pamplona don Marcelino Olaechea el 26-XII-1939, y se fundó en el emblemático monasterio de Irache (Navarra). Esta Hermandad sigue vigente con sus mismos objetivos y unas Reglas actualizadas. Su archivo lo custodia actualmente el autor de estas páginas.

1. Réplica a Laín Entralgo sobre la guerra como “Cruzada”

¿Cruzada? ¿Guerra de liberación? ¿Guerra civil? ¿Guerra incívica?

Toda guerra, siempre desgraciada y considerada popularmente como un “azote de Dios”, supone una ruptura de la ciudad que luego debe recomponerse con esmero, paciencia y buen gobierno. La guerra de España fue un conflicto entre españoles (a pesar de la intervención extranjera), aunque el bando republicano gritase: “Viva la Internacional” y, sobre todo, “Viva Rusia”. En el transcurso de la IIª República, muchos españoles se consideraban oprimidos y expectantes al borde de una Revolución con el trasfondo del ejemplo soviético. En España no se podía vivir en paz, ni ejercer los derechos y deberes más fundamentales. El motivo principal del conflicto fue religioso, en unos para destruir la Iglesia y en otros para defenderla y salvar la civilización cristiana, incluida en ella la meramente humana. Por eso, la guerra fue considerada por gran parte de los sublevados, especialmente por los carlistas, como una “Cruzada”. Los hechos les dieron la razón. Así lo expresa la documentación utilizada, que lógicamente es de parte. Puede serlo legítimamente, porque interesa saber qué afirmaron de sí mismos los voluntarios, así como la Iglesia en Navarra. Para dejar hablar a los protagonistas, el pasado mayo se presentó al público un libro titulado Requetés, con 65 testimonios de Voluntarios requetés y margaritas, que es una parte de un estudio más amplio de 205 entrevistas (1). La crítica ha sido muy favorable a este libro.

Hagamos historia. El 10-II-1942 (festividad de Santa Escolástica), se reunió al completo el Capítulo Supremo de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz (2). La reunión fue en la sede del Priorato, a las ocho de la noche, bajo la presidencia del Sr. Obispo (denominado Capellán Limosnero Supremo) y el Delegado Pater don José María Pascual Hermoso de Mendoza. El subprior, José Ángel Zubiaur, propuso la cuestión que aquí tratamos.

¿Qué importancia tenía, en esos momentos, el ensayista Pedro Laín Entralgo? Laín fue por entonces un destacado intelectual de Falange, o neofalangista, del grupo de Dionisio Ridruejo, Antonio Tovar, Mayalde, Hoyos, Neville, Torrente... Estuvo al servicio de Serrano Súñer. A sus 33 años, en 1941, publicó un librito titulado Los valores morales del Nacionalsindicalismo. Ahí es nada. En este mismo sentido he encontrado artículos suyos de prensa publicados en 1937. Laín perteneció al tercer Consejo Nacional de FET y de las JONS, elegido el 12-IX-1939. Según Ricardo de la Cierva, “resulta doblemente sugestiva la defensa del 98 que (Laín) emprende (…) en su libro de 1945 sobre esa generación, y la hostilidad que el 98 provocó en los promotores de la subideología integrista del régimen” (3) . Como si nada dijese, de la Cierva toma partido por Laín, y utiliza el cliché de “integrista” inventado por los liberales conservadores y el desafortunado término “subideología” inventado por él. La crítica realizada a Laín en el diario “Arriba” de Pamplona, dirigido por Fermín Izurdiaga, estaba muy fundada. Si este diario pertenecía a una subideología, estaba dentro del Régimen político del momento, mientras Laín poseía la suya propia que también podía etiquetarse como aquella y estaba dentro del Régimen. Para de la Cierva, Laín también preocupó a los llamados “integristas” con su ensayo Sobre la cultura española. En relación con la revista de ensayo Escorial, de la Cierva realiza un extenso comentario, y recoge el propósito desvelado por Ridruejo: “Con la revista pretendíamos contrarrestar el clima de intolerancia intelectual desencadenado tras la guerra, y crear unos supuestos de comprensión del adversario, integración de los españoles etc.” (p. 389). Según Díaz, esta revista era de “talante orteguiano –característica principal- y aspiración integradora”. Es sabido que Ortega, que tanto alabó el método de Hegel, influyó mucho en Falange, y que su talante no era compartido por muchos intelectuales de diferente signo, incluido Fray Justo Pérez de Urbel.

Según Vegas Latapié:

“No era la falange joseantoniana, mínima en número y maltratada después de la Unificación con la prisión de Hedilla. Eran estos neofalangistas que, después de haber disfrutado cargos y prebendas en los días en que podía ser incómodo declararse liberal, los siguieron disfrutando, olvidados correajes y camisas azules, cuando el liberalismo se puso de moda como si ellos nada hubieran tenido que ver con los días más intolerantes y totalitarios del régimen franquista. Y no es que tuvieran algo que ver con aquello. Es que ellos eran aquello” (4).

Quizás el lector piense que la reconciliación no era deseo único de los liberales españoles sino sobre todo de los combatientes en la contienda. La reconciliación se fue realizando con el paso del tiempo en la vida cotidiana y teniendo presente el significado simbólico y real de la gran Cruz del Valle de los Caídos, que abrazaba a todos los españoles. Ello no impide que muchos tuviesen muy claro que no se podía ganar la guerra para perder la paz, de modo que la reconciliación no podía suponer una tergiversación y olvido de lo ocurrido, ni tampoco cerrar los ojos a las circunstancias internacionales de guerra que sólo podía ser compensada con el crecimiento de la vida religiosa, tanto en la guerra como en la postguerra. Ninguno de los vencedores tenía el monopolio del deseo de paz y concordia. Por encima de las circunstancias, lo que importaba era la verdad de las cosas y los principios que expresaban las exigencias de la realidad, teniéndose no obstante en cuenta la caridad y convivencia entre todos.

Pero volvamos a la decisión de la Hermandad. El primer punto del día del Capítulo Supremo fue un escrito del periodista y consejero nacional de FET y JONS, Sr. Laín Entralgo, publicado en la revista “Escorial” de la que era subdirector. En él, Laín sostenía que, “el calificativo de Cruzada no es exacto para ser aplicado a la pasada guerra española, es más, que el apelativo de Cruzada: ‘es un apellido carente de adecuación’ “. El subprior Zubiaur, recordó que esta afirmación había provocado una sana protesta en la prensa Navarra, esto es, en los diarios “Arriba España”, “El Pensamiento Navarro” y “Diario de Navarra”. Introduzcámonos en los agentes de la historia, y leamos de primera mano qué se dijo en dicha sesión.

Para Zubiaur, dichos periódicos “valiente y enérgicamente han salido al paso de esa insidia que tiende a desvirtuar el espíritu de aquellos miles de Voluntarios que dejando todo en aras de un ideal religioso – patriótico – esto es típico de Cruzada, salieron al frente a reconquistar España para Cristo y hacer que El de nuevo reinase en la vida de la Patria”. La Hermandad debía salir al paso ante la conducta del Sr. Laín Entralgo, porque aquella había nacido “del deseo de mantener aquel espíritu del diecinueve de Julio de mil novecientos treinta y seis”, y porque los Caballeros Voluntarios habían jurado, al ingresar en la Hermandad, “velar por el espiritu de la Cruzada”. Zubiaur decía del “Sr. Lain Entralgo que sin ser excombatiente a pesar de su edad se permite tales juicios sobre una gesta que no solo esta considerada en la conciencia de todos como de autentica Cruzada, sino que en multiples ocasiones ha sido definida como tal por personalidades de la Iglesia y poderes oficiales del Estado” (respeto la grafía).

Con estos presupuestos, el Capítulo Supremo de la Hermandad tomó tres resoluciones: 1º) Redactar una Nota oficial para la Prensa protestando enérgicamente por el artículo de Laín Entralgo; 2º) Dirigir al jefe de Estado “una respetuosa pero enérgica carta en la que se haga constar nuestra radical disconformidad con el pensar del articulista del ‘Escorial’ y rogando se tomen medidas para que no se vuelvan a repetir esas espontaneidades que tanto dañan a la causa de España”; 3º) Agradecer a la prensa local, mediante oficio, la denuncia realizada a la postura de dicho escritor. La carta a Laín Entralgo y la escrita al general Franco, fueron redactadas por el subprior Zubiaur, hombre de buena oratoria y fácil pluma que vive entre nosotros. Insertamos ambas cartas, recogidas en las Actas manuscritas. Se enviaron escritas a máquina y varias copias se conservan en el archivo de la Hermandad.

En la Nota de prensael redactor afirmaba con nitidez el carácter de Cruzada de la última guerra, en contra de lo señalado por Laín. Argumentaba con la propia experiencia y la de los voluntarios y mártires, sumando a ello las afirmaciones de la Iglesia y las del poder civil. Incluso lanzaba una puya a Laín al decir que éste ni siquiera, aún pudiendo, había pisado el frente. Ciertamente, la postura de Laín contrastaba con la enérgica afirmación de quienes habían vertido su propia sangre. El texto era la siguiente (5):

“CARTA ABIERTA A D. PEDRO LAÍN ENTRALGO.

Sr. D. Pedro Laín Entralgo.
Subdirector de la Revista “ESCORIAL”.

Estamos enterados de su trabajo publicado en la Revista “ESCORIAL”, y conocemos su insistencia en querer demostrar “con buenas razones” que la guerra de España no ha sido una Cruzada. No tenemos porqué detenernos en refutar a V. semejante despropósito, que no se explica ni aún recordando que a pesar de su edad no pisó el frente. Más el agravio que su actitud “literaria” supone para nuestros hermanos Mártires, para España y para nosotros, nos hace salir al paso de V. y en V. a todos cuantos vienen incurriendo en ese mismo delito de lesa Religión y Patria, para advertirle, con toda la autoridad moral que supone nuestra actuación en la CRUZADA, que no estamos dispuestos a tolerar que se desvirtúe su espíritu y que “no consentiremos se traicione la sangre de los Mártires y Héroes”, porque así lo hemos jurado.
No queremos enemiga, pero si V. y otros como V. buscan a España, nos encontrarán en el camino y sepan que nuestra “literatura” es la de la acción.

AVE CRUX – SPES UNICA
Por la HERMANDAD DE CABALLEROS VOLUNTARIOS DE LA CRUZ y su CAPITULO SUPREMO.
EL CABALLERO PRIOR
Firmado: Narciso Ripa” (Se respeta la grafía original)

La carta dirigida al Jefe de Estado, algo más larga, mejor fundada e igualmente enérgica a la anterior, decía así (6):

“Pamplona a 1º de febrero de 1942.

Exmo. Sr. D. Francisco Franco Bahamonde,
Generalisimo de los Ejercitos Nacionales y Jefe del Estado Español.
Madrid

Excelentísimo Señor:

Un puñado de españoles bastardos, de esa ralea fatal de ensayistas que tantos daños acarrearon a la Madre Patria, se atreven a levantar cabeza y decir que la guerra, gloriosa e invictamente acaudillada por Vuecencia, no fue una Cruzada.
Para ellos, pues, ni hubo persecución roja, ni incendios de Iglesias, ni asesinato de sacerdotes, ni ultraje de vírgenes, ni sacrificio de millares y millares de españoles por el delito de amar a Dios y a la Patria, ni alianza de rojos con ateos rusos; o si hubo algo de eso, fué en represalia a la tropelías de las derechas españolas, bravuconas y jaques.
Nosotros que tuvimos la suerte de ser soldados Voluntarios de Vuecencia desde el primer día, nosotros y nuestros hermanos muertos en campaña, salimos a ella persuadidos de que íbamos a una guerra santa; y por eso salieron con nosotros nuestros valientes y ejemplares sacerdotes.
La misma idea llevó a Vuecencia a ser el Caudillo de la Fé y el paladín de los santos ideales de España. A dirigir una Cruzada –y nosotros creemos que la más limpia de la Historia- salio Vuecencia; y Dios puso en su espada la gloria de la victoria más esplendorosa.
Pues bien, Excelentísimo Señor, los que para sufragar el alma de nuestros compañeros muertos, para llevarlos siempre insepultos en la nuestra, para vivir y hacer vivir a nuestros hijos el recuerdo de sus gestas gloriosas y de la visión de nuestras cicatrices formamos parte de la Hermandad erigida por la Iglesia de “CABALLEROS VOLUNTARIOS DE LA CRUZ” hemos sentido el latigazo mas duro en nuestro honor al saber la insidia de esos falsos que pusieron, a la sombra de una pretendida intelectualidad, su infame cobardía para quedarse clavados en retaguardia cuando los Cruzados marchábamos acaudillados por Vuecencia, cara a la muerte a rescatar de ateos y traidores a la España de nuestros abuelos, a la España inmortal que redimía vuestra valentía y estrategia.
Estamos ciertos de interpretar la amargura e indignación que siente Vuecencia que no se cansa de decir que la guerra fué Cruzada, hacia esos escritorzuelos derrotistas, estilo Laín Entralgo –Sub-director de la Revista “Escorial”- briosamente desenmascarado por el Diario de esta Capital “ARRIBA ESPAÑA”; y nos atrevemos a pedirle como soldados siempre a sus órdenes para la defensa de los ideales de Dios y España, que mande atajar esa asquerosa insidia, considerando como reo de lesa Patria al que se atreva a decir que no fué Cruzada nuestra guerra; pues el decirlo es babear sarcasmo sobre nuestros dolores y la losa de nuestros muertos

De Vuecencia seguro servidor, en nombre de la HERMANDAD DE CABALLEROS VOLUNTARIOS DE LA CRUZ.

EL CABALLERO MUTILADO Y PRIOR
Firmado: NACISO RIPA” (Se respeta la grafía original)

La “Carta abierta a don Pedro Laín Entralgo” enviada a “Arriba España” (dir. Fermín Izurdiaga), “El Pensamiento Navarro” (dir. Francisco López Sanz) y “Diario de Navarra” (subdir. Eladio Esparza), iba acompañada con las correspondientes cartas de presentación, similares entre sí, salvo algunos matices que personalizaban sobre el destinatario. La primera carta se expresaba de la manera siguiente:

Pamplona a 12 de Febrero de 1942
Sr. D. Eladio Esparza
Subdirector de “DIARIO DE NAVARRA”
PLAZA

“Muy distinguido Sr. mío y amigo: La HERMANDAD DE CABALLEROS VOLUNTARIOS DE LA CRUZ, en Capítulo celebrado ayer bajo la presidencia de nuestro Capellán Limosnero Mayor, el Excmo. Y Rvdmo. Sr. Obispo de la Diócesis, acordó por unanimidad, expresar a V. su agradecimiento por la actitud valiente y española de ese Diario, al salir al paso de la insidia lanzada por el Sr. Laín Entralgo en la revista “ESCORIAL” en contra del espíritu de la Cruzada, apoyando el editorial de “ARRIBA ESPAÑA”, y expresando así el fervor de ese periódico de su digna Subdirección mantenedor siempre los ideales de Dios y España. Pensando en los que por Ellos murieron siga dando la batalla para que nuestra victoria no se quiebre.
Remitímosle una “Carta abierta a D. Pedro Laín Entralgo”, esperando de su amabilidad tenga a bien publicarla.

Atentamente le saluda suyo affmo. a.q.e.s.m.

Firmado: Narciso Ripa. Caballero Prior (Se respeta la grafía original)

En la carta de presentación enviada a “El Pensamiento Navarro”, la Hermandad agradecía su glosa titulada “Nuestra guerra calificada por el adversario” (8-II-1942), que recogía el verdadero sentir del 19 de julio. A su vez, la enviada a “Arriba España” destacaba la lucha de este diario contra “ese pseudo-intelectualismo que pretende desvirtuar” la Cruzada. No en vano, en el nº 1974 de este último diario, se había insertado un largo editorial titulado: “Nuestro 68 editorial contra los intelectuales y el 98”, y, el nº 1992, otro con este título: “Última palabra sobre Cruzada Española”.

Si “Diario de Navarra” había apoyado el 10 de febrero el escrito de “Arriba España”, el 13 de febrero publicaba la Nota y la carta abierta de la Hermandad.

Ignoramos cómo lo pretendido por Laín Entralgo y otros intelectuales se trasvasó a la educación secundaria. Pasaron 17 años, y en un borrador de las Actas de la Hermandad fechado por el secretario el 25-I-1959 (7), se indica, como quinto tema tratado, el siguiente: “Cómo se denomina a la Cruzada en un libro de texto (bachiller) de un colegio religioso”. Aunque no se desarrolla la cuestión, lo citamos por seguir las afirmaciones de Laín Entralgo rechazadas en 1942.

Laín, que vivió cómodamente y muy prestigiado con altos cargos en el régimen franquista, mantuvo y ahondó, en artículos y libros posteriores, las mismas tesis que la anteriormente criticada. Así, años después, se disgustó muchísimo por las primeras declaraciones de martirio realizadas por Roma a las monjitas de Guadalajara. Su tesis en 1981 fue que el término mártir tenía un doble sentido, uno religioso y otro ideológico o político, siendo en este último tanto aplicable a los de la zona roja como a los de la nacional. A ello añadía la inoportunidad de recordar aquella tragedia con las declaraciones martiriales. A esto respondió el P. Bernardo Monsegú (“El Alcázar”, 24-III-1981) (8). Además, su teoría del empate entre los dos bandos fue desvelada a fondo por Sigfredo Hillers (9).

Hacia estas fechas, en 1954 Mons. Zacarías Vizcarra, Obispo consiliario General de la Acción Católica Española, publicó un artículo titulado “Peligro para el Bien común”. Lo escribió en la Revista “Ecclesia” en 1954 (10). En él se indican las consignas de la Masonería Internacional, “divulgadas secretamente entre los elementos masónicos emboscados en la zona nacional”. En efecto, “antes de terminar el primer año de guerra, (…) previó la derrota del bando rojo, comenzó a preparar la manera de robar su victoria a la Cruzada Nacional”. Las líneas de acción señaladas en París en 1937 fueron las siguientes:

“A) Trabajar primeramente para lograr un armisticio entre las dos Españas en lucha, a fin de llegar al arreglo de una paz negociada; B) Cuidar luego de ir borrando el signo católico que ostentaba la España Nacional; C) Valerse de la táctica de exaltar en toda ocasión los valores intelectuales de los izquierdistas y guardar silencio acerca de los intelectuales católicos”.

Comenta Vizcarra: “Estas consignas, hábilmente difundidas en la zona nacional, tuvieron eco inmediato, hasta en ambientes que parecían estar al abrigo de toda sospecha”. Primero se habló del armisticio, después hubo una campaña de silenciamiento de los intelectuales católicos y de exaltación de los izquierdistas, y a la vez otra campaña por la tolerancia perturbadora de muchas conciencias vacilantes, tendente al indiferentismo y ajena a la obra de misericordia de “corregir al que yerra”, que nada tenía que ver con imprudentes exageraciones.

Para ello la Masonería buscó entre los mismos combatientes de la zona nacional a quienes estuviesen dispuestos a seguir estas líneas de trabajo, sobre todo entre los “valores intelectuales” y personas ajenas a toda sospecha. También ensalzó la tolerancia, pero en un sentido muy diferente al señalado por la tradición católica.

2. La Revuelta de Hungría

Pasó el tiempo, y en el Este de Europa, concretamente en Hungría, amaneció una resistencia anticomunista, pronto aplastada por los caros de combate soviéticos. Con este motivo, el Capítulo de la Hermandad reunido el 7-XI-1956 (11), trató sobre el asunto que identificaba de la manera siguiente:

“los graves y sangrientos acontecimientos que vienen desarrollándose en la heróica Nación de Hungría, con ocasión de la bárbara, alevosa y ensañada acción que está llevando a cabo el comunismo ruso, contra la población húngara, que escribiendo con sangre, sobre su propio suelo las páginas más emocionantes de la historia, se ha revelado contra la inhumana y firme enemiga de los siempre santos principios de Dios y Patria, cual es la barbarie comunista, luchando contra ella con bravura de leyenda”.

Esta introducción del Acta era comprensible por la identidad que los miembros del Capítulo sentían hacia los húngaros oprimidos por el comunismo y alzados en defensa de Dios y la Patria.

En este Capítulo se acordó expresar al Representante de Hungría en España, “toda la simpatía y adhesión de la Hermandad hacia la gesta heróica e histórica que su Pueblo mantiene en defensa de la libertad humana”. La carta enviada a dicho Representante era la siguiente:

“El Capítulo Supremo de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, reunido en sesión extraordinaria, consideró emocionadamente los gravísimos acontecimientos de Hungría, en los que un pueblo católico está sufriendo por sus Ideales religioso-patrióticos la más diabólica y cruenta represión, en la que se enfrentan de un lado toda la potencia armada extranjera al servicio de unos designios conculcadores de los derechos humanos, y del otro el sublime espíritu de un pueblo que sacrifica heróicamente su vida, a raudales, por lo que más vale, la Causa de Dios y de la libertad e independencia patrias. Y como expresión de su airada protesta contra los invasores y de su entrañable simpatía hacia el pueblo Húngaro, fiel a la Causa por la que luchó el Rey San Esteban, adoptó los Acuerdos anteriores (…) (12).

Los acuerdos de la Hermandad consistían en encargar una Santa Misa en la catedral a la que se invitaría tanto a los Hermanos para solidarizarse con el levantamiento húngaro como al pueblo de Pamplona en general. La bandera de la Hermandad ondearía a media asta y con luto, en señal de duelo, en la sede de la Hermandad, y se abriría una suscripción pública de mil pesetas para “atender las gravísimas necesidades del pueblo húngaro”, previo llamamiento “a los Ideales y sentimientos del pueblo navarro”. De todo ello se daba cuenta al Representante de la católica Hungría en España, “expresándole toda la simpatía y adhesión de la Hermandad hacia la gesta heróica e histórica que su Pueblo mantiene en defensa de la libertad humana”.

La identificación de Hungría como pueblo católico en Cristo era recurrente. También es cierto que la causa principal de la resistencia húngara era la defensa de la Religión. Puede observarse la utilización en cuanto sinónimos de los términos siguientes: libertad humana y derechos humanos, ideales religioso-patrióticos y derechos de Dios, libertad e independencia de la Patria. El pueblo húngaro era de gran mayoría católica, aunque no tanto como el español porque tenía en su seno diversas confesiones, alguna de ellas muy significativa como los reformados (13).

Este mismo sentido y preocupación por la Europa del Este, tiene una circular sin fecha, escrita a máquina, que animaba a la peregrinar a Javier. Entre otros argumentos se refería a la triste situación de Europa Oriental: “¿No arde tu sangre en santa indignación ante los atropellos de que son víctimas en la desgraciada Europa Oriental los Pastores y fieles de nuestra Santa Iglesia? Sus verdugos son los mismos contra quienes combatimos y combatiremos si Dios exige de nosotros de nuevo este honroso sacrificio (…)”. Aquí se aplicaba a la inversa el dicho: “el que tuvo, retuvo”, lo que significaba que quien tuvo capacidad para argumentar esto es porque el origen de la Hermandad y de los Voluntarios estaba marcado por el sello de la Cruzada.

3. Testimonio de fidelidad y de “Cruzada”

Sorprendamos algo al amable lector. En el archivo de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz hay numerosos testimonios de españoles que desearon pertenecer a la Hermandad para mantener la defensa de los nobles ideales de Dios y de España, pero que no pudieron ingresar. No vamos a señalar los testimonios directos y sencillos de los que sí ingresaron. Recogeremos algunas cartas expresivas de quienes no pudieron realizar el ingreso por no ser de procedencia Navarra, hiciesen o no gala formal de defensores de la Cruzada, de la nobleza de sentimientos, y de méritos familiares o personales. Los méritos familiares, la pertenencia al Carlismo, lo realizado antes de la guerra y las persecuciones sufridas durante esta, no eran suficientes si no se cumplían todas las condiciones para ser miembro de la Hermandad. En esto se fue inflexible.

La Hermandad, en su inicio, estaba muy ceñida a un territorio o herencia concreta, seguramente porque de sus gentes salía el entusiasmo y la elevada religiosidad. También era una forma de garantizar su organización y funcionamiento, la proximidad de los párrocos hacia el Pater de la Hermandad y su obispo, la comunicación, la asistencia a los Actos y la confraternización. La mejor tarjeta de presentación la llevaron los voluntarios y cautivos navarros, o bien sus familias, sin particularidades ni méritos, siempre emotivos cuando se recuerdan a posteriori.

En estas páginas señalamos siete solicitudes no admitidas, que muestran las gravísimas vicisitudes por las que atravesaron sus autores. Observe el lector el contraste entre ellas y las muchas solicitudes admitidas por la mera presencia física de los voluntarios navarros, realizada el día señalado, para tomar insignias y hábitos en el monasterio de Irache y luego la catedral de Pamplona. Esta última presencia valía más que mil palabras, expresaba la profundidad de la fe y entrega mostrada con los hechos, y recogía la callada posesión de acciones heroicas vividas como algo cotidiano, en cuya sencillez se custodia con seguridad lo extraordinario.

Primer testimonio. En él, el término “Cruzada” no supone expresamente su aspecto religioso, lo que se debe advertir porque algunos utilizaron dicho término en el sentido más amplio de defensa de aspectos esenciales a la sociedad. La carta de Ángel García Álvarez (Bilbao, 20-XII-1941), que por el membrete era de profesión cerrajero artístico y mecánico, dice así:

“Muy Sr. mío: Agradezco sus cuatro líneas sobre la Hermandad de los Caballeros de la Cruz, y espero habrá alguna gatera para entrar yo en ella, pues aunque no soy excombatiente de primera línea en la última cruzada, lo he sido en la prensa en las elecciones y en la cárcel once meses, tres veces en el paredón a punto de ser asesinado por los humanitarios rojos; el estar prisionero desde los primeros días me impidió pasar a Navarra e incluso haber organizado un regimiento de Caballería en cuya arma serví 6 años durante las guerras de Cuba y Melilla. Y después de la Liberación fuí sargento de segunda línea a pesar de mis sesenta y ocho abriles.

Creo que todo ello será condición de excombatiente. Espero por tanto esos reglamentos, pues además haría propaganda por aquí para nuevos hermanos (…)”.

Segunda carta (Villafranca, 23-IV-1943). Está escrita por Felisa Esáin Esáin en nombre de su padre, un carlista veterano de la guerra de 1872-1876 y enfermo en ese momento. Al parecer no se le admitió y quizás fuese por motivos de salud. Dice así:

“Muy Sr. mío: Mi padre Gregorio Esáin Imízcoz es veterano carlista, residente en esta villa y se enteró por la prensa de que a los veteranos carlistas se les concedió el honor de pertenecer a la Hermandad que tan dignamente dirige V.E. Mi padre se halla desde hace varios años postrado en cama y desea pertenecer a la referida Hermandad y me encarga me dirija a V. E. suplicando se digne indicar la forma de solicitud y algún otro dato porque se halla completamente ignorante de los derechos y deberes (…)”

Tercera carta (Valencia del Cid, 29-XII-1939). El agente comercial Fernando Pedra solicitaba el ingreso en la Hermandad, tras informarse de su constitución a través de “El Pensamiento Navarro”. Para ello alegaba diferentes méritos y, sobre todo, un espíritu religioso sin sombra alguna de odio o rencor. La respuesta fue: “No hay lugar”, seguramente por no ser navarro. Se expresaba así:

“(…) A excepción de que no soy nacido en Navarra, me considero incurso en el párrafo segundo de las condiciones que en el citado periódico se insertan, toda vez que pertenezco a la Hermandad de Excautivos de esta ciudad por haber sido perseguido como católico y tradicionalista, a cuya Comunión me honro en pertenecer desde mi niñez, habiendo sido encarcelado dos veces, con la agravante de haber asesinado a quince de mis familiares que cayeron por Dios y por España, muertos por los sicarios rojos. Los once meses que precedieron a nuestra Gloriosa Liberación tuve que permanecer escondido para librarme de la ira marxista hasta que nuestro invicto Caudillo nos llevó al Puerto se( sic.) Salvación (…)”.

Cuarta carta (Valencia del Cid, 8-I-1940). Jesús José Mª Piles solicitaba al Obispo Mons. Olaechea su ingreso en la Hermandad, alegando su historia familiar, las persecuciones sufridas, su espionaje y “soplo” a favor de los nacionales, y su deseo de dar la vida por los nobles ideales: “por Dios, por nuestra Santa Madre Ig(lesia), por España y mis hermanos”.

“Ilustrisimo Señor: Enamorado siempre de Navarra y su tradición por su fé y nobleza, y más habiendo habido (sic.) derramamiento de sangre en mi familia Don Andrés Piles, gravemente herido en la batalla de Bocairént el año 1873 de célebre memoria, y siempre defensor de nuestra causa, no puedo menos al ver constituida la Hermandád de los Caballeros de la Crúz por el pensamiento Navarro (sic.), mi actual periodico (antes el siglo futuro) que arrodillarme a los pies de la autoridad que ha tenido la dicha de constituir tan santa y noble hermandad para pedirle el ingreso en tan santa constitución; si mis merecimientos en la lucha son pocos por encontrarme en zona roja perseguido de muerte y 33 meses escondido, defiendame V. S. y que lo supla el amor que tengo a mis hermanos, pues por ellos recé los quince misterios a nuestra muy querida Madre junto con otras devociones, todos los dias de mi escondite para que Dios les protegiese ya que yo no pude durante la guerra ayudarles de otra forma aunque no me desanimé; siendo mis dos compañeros el rosario y el revolver lo unico que yó salvé, y avisé con un hijo de 11 años de edad con una cartita al pecho solito por ser viudo a mi amigo y Señor Don Manuel Llovera que reside en Valencia, que aquí se hacian esplosivos dandole las señas para la aviación; es lo poco que pude hacér y si lo digo es para que comprendan en parte el amor que tuve de defender a mi San Madre Igls(esia) tan ultrajada estos tres años, no por otra cosa.

Si por algun concepto de ley no pudiera concederme lo que le pido, ruegole por lo menos se me conceda ser el botones de la santa constitución para si algun dia fuese necesario, poder derramar mi sangre junto a miss hermanos por Dios, por nuestra Santa Madre iglesia, por España y mis hermanos (…)”.

Quinta carta (San Sebastián, 1-I-1940). El abogado y notario Fernando Fernández Savater, escribía con una gran llaneza una carta de agradecimiento, comprensión y apoyo al Obispo Mons. Olaechea. Lo hacía de esta manera:

“(…) Por la prensa de Navarra, ha llegado a nosotros la noticia de la constitución, bajo el Patronato de Vuestra Ilustrísima, de la HERMANDAD DE LOS CABALLEROS VOLUNTARIOS DE LA CRUZ.- Tan hermosa idea, era presentida yá por quienes habiamos dado, para el triunfo de la Santa Causa de Dios, lo que constituia nuestra felicidad y echábamos de menos –tal vez porque todo nos parezca poco para honrar la memoria de nuestros mártires- una verdadera fidelidad en el recuerdo de los que cayeron con el Santo Nombre de Dios en sus labios, para que nosotros sigamos.- Pero este seguir nuestro, debe ser cumplimiento de una misión que ellos nos dejaron: continuar su obra y seguir su ejemplo.- Por ello y porque recoge el fondo más puro y mejor que movió al martirio y al heroismo a los elegidos, nos ha producido la lectura del acto la mas tierna emoción.- Asi pensaban los que se fueron: con ese catolicismo tan verdad, con ese españolismo, con esa generosidad, con esa fé.-

El hecho de no ser navarros, nos priva, por ahora al menos, de formar parte de tan bella hermandad.- Que estas líneas que nos permitimos dirigirle, sirvan para testimoniar a Vuestra Ilustrísima nuestra adhesión, humilde pero decidida, a tan hermosa actitud y a la vez constituyan el ofrecimiento de la modesta cooperación de sus diocesanos que, con todo respeto y devoción, besan su anillo pastoral. Fernando F. Savater. José Luis F. Savater”

Sexta carta (San Sebastián, 30-XII-1939). También tiene interés, sobre todo por la significación de su autora, la carta de María Rosa Urraca Pastor, margarita o carlista muy conocida en el ámbito nacional. Supongo que no se le concedió el ingreso por no ser de Navarra.

“(…) Distinguido amigo: No tengo el honor de haber nacido ni residir en Navarra. Tampoco soy madre ni viuda de voluntario o asesinado en la Cruzada. Mi padre, sobrevivió milagrosamente a las matanzas de las cárceles y barcos en que estuvo preso.

Y sin embargo, aspiro a ser admitida como “Dama de Honor” de esa Hermandad favor especial que si me fuera otorgado, consideraria como la mas preciada recompensa aqui en la tierra a cuanto de mi parte puse al servicio de la Causa Santa.

¿Méritos? Ninguno: hice solo lo que en mi casi particular estaba obligada a hacer. Pero por si pudieran servir de justificación a mi demanda, presento como circunstancias favorables al caso el haber pertenecido durante un año (el primero de la Cruzada) a la que entonces se llamaba COLUMNA DE NAVARRA DEL GENERAL CARGIA ESCAMEZ. Como Enfermera, no de hospitales, sinó de puestos de Socorro en primera linea, acompañé a aquellos primeros voluntarios navarros permanentemente, tomando parte con ellos en las acciones de la toma de Somosierra, Navafria y Sigüenza. Tengo por esta razón, las medallas Militares colectivas de la Columna y otras condecoraciones individuales.

Aunque mi casi lo conocen todos los voluntarios supervivientes de aquel tiempo, si es preciso, puedo presentar los certificados correspondientes.

Con la mayor consideración y afecto le saluda

M Rosa Urraca Pastor”

Séptima carta (Pontevedra, 12-II-1945). Tampoco parece que se atendiese el deseo del sacerdote Manuel López Vizcaíno cuando solicitaba su ingreso y el de su sobrino. Aunque no hablaba de la Cruzada, ésta se suponía, mientras aportaba méritos en defensa de los ideales. Decía así:

“(…) Tengo interés de figurar en esa Hermandad; pero ya soy viejo, tengo 60 años. He trabajado por el movimiento: contribuyendo a su realizacion con suscripciones a toda la prensa de España, que combatia la Republica y luego rexpedia esa prensa a diversos lugares y personas; con suscripciones al tesoro de la Comunion Tradicionalista y tambien a la Falange de los tiempos heroicos, no a la de hoy semi-roja; aquí en este ayuntamiento de Cerdedo fundé el Requeté, que organizó a los de estos ayuntamientos próximos, cuya actuacion fué brillante y frutifera (sic.) aquí y en el frente; pues varios se alistaron voluntarios; al frente de estos puse a un sobrino mio, quién, al realizarse la union, se alisto voluntario en Artilleria, portandose como un héroe, hoy es mutilado –le falta la mano izquierda que perdió en acción de guerra.

Dicho lo anterior, con todo respeto pregunto, si tanto mi sobrino como este servidor y capellán podemos pertenecer a esa gloriosa Hermandad. En caso afirmativo ruega dos reglamentos su affmo. en Cristo-Rey”

Sumemos, por el momento, dos cartas más. También se dio la negativa a dos sacerdotes de Vitoria (11-I-1940), y a otra persona que por su estilo parecía coleccionar la pertenencia a diferentes cofradías (Sanlúcar de Barrameda, 1-I-1940). Aunque los testimonio citados eran impresionantes, no obtuvieron el hábito e insignia de la Hermandad, reservada a sus correligionarios navarros.

El ingreso a la Hermandad no era un premio, ni constituía una medalla, sino que era un compromiso para quienes deseaban prolongar el espíritu de la Cruzada en tiempos de paz, que era el momento de mantener los ideales y la reconstrucción moral. Llegado el momento –lo que estaba muy lejos de ocurrir a pesar del maquis-, los caballeros podían plantearse una nueva Cruzada, como lo advirtió la carta de un voluntario. Ahora bien, la Hermandad no tenía ni sombra de cuerpo paramilitar; era algo muy sencillo, sin especial lucimiento humano más allá del principio religioso de “Cruzada”, austero como la penitencia, y fuerte como la fe y la oración. Da la casualidad que quienes realmente pudieron pertenecer a la Hermandad, no alegaban méritos, sino sólo su condición de Voluntarios o cautivos, y la convicción en sus ideales mediante el juramento de ingreso. La Hermandad lo era en la oración y fraternidad y, llegado el caso – hipótesis muy lejana que nunca llegó a hacerse realidad- en la acción defensiva. Así lo muestran los miembros de la Hermandad de Valtierra, en carta a su párroco el 15-IV-1945, con ocasión del día de la Parroquia:

“Amado Párroco: Nosotros los Caballeros Voluntarios de la Cruz que vivimos en hermandad apretada siempre por los derechos de Dios, le decimos en el Dia grande de la Parroquia que es nuestra voluntad firme y decidida luchar en todo momento allí donde se vea menoscabada la gloria del Señor con intensidad valiente; prestar a Vd. generosa ayuda sobre todo en la campaña contra la blasfemia y repetirle nuestra incondicional sumisión como hijos de la Iglesia”.

Estamos probando el carácter religioso de la guerra de 1936, entendida como Cruzada. Las solicitudes para ingresar en la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, las que se conservan y fueron admitidas, hablan de ser cruzados en defensa de la religión. Uno dice: “(…) estoy seguro que si un dia la Iglesia corriera peligro los que pronto llamaremos Caballeros Voluntarios de la Cruz estaran dispuestos a dar su vida en defensa de ella” (Tafalla, 10-2-1940). Este es el único testimonio que expresa claramente esta posibilidad.

Señalemos otras pruebas del citado carácter de Cruzada. 1º) La Hermandad y su expansión estaba absolutamente vinculada al Obispo de Pamplona, que era su alma y ocupaba el máximo cargo de Capellán Limosnero. De vincularse estrechamente, como se vinculaban, el Obispo y la Cruzada, esta última debía tener un carácter estrictamente religioso. 2º) Además, la vía de expansión de la Hermandad se realizó a través de los párrocos y arciprestes de la diócesis. Estos últimos (se conservan 26 cartas informativas) incidían en las virtudes cristianas, la piedad, conocimientos y capacidades de comunicación de aquellos voluntarios elegidos para, una vez consultados y queriendo ellos, encargarles que iniciasen la Hermandad en sus pueblos. 3º) La primera invitación para tomar los hábitos de manos del obispo en el Palacio Episcopal el 26-XII-1939, estaba dirigida al “Cruzado en la guerra iniciada bajo el grito de ‘Dios y España’ “. Se conservan diez de estas invitaciones que se dirigían al Voluntario a través del párroco.

4. La hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz

4.1. Constitución canónica. Esta Hermandad canónica se constituyó en el monasterio de Irache (Navarra) el 26-XII-1939. Su impulsor fue el obispo de Pamplona, don Marcelino Olaechea, que ejercía el cargo de capellán Limosnero. Como tal Hermandad canónica tenía sus Reglas o Estatutos, su ceremonial, y su Via Crucis específico. El Obispo Enrique Delgado Gómez confirmó más tarde la creación de dicha Hermandad. A decir varios de sacerdotes afectos a la Hermandad en 1939 ó 1940, Olaechea la creó para que “se agrupasen, perfectamente hermanados, todos aquellos que, habiendo tomado parte en la guerra salvadora, sintieran la necesidad de perpetuar y aun mejorar aquel espíritu y aquel temple de alma”.

¿Cómo fue el inicio de la Hermandad canónica? Hay dos testimonios. El primero, es un borrador escrito a pluma, sin fecha, que cuenta cómo surgió la idea. El texto es seguramente de José Ángel Zubiaur, porque su estilo es de juventud, se asemeja a otros textos suyos, y además la mala grafía de la última hoja es similar a la de otras cartas suyas, al dejar de hacer una letra redonda e inteligible quizás por cansancio.

El borrador cuenta que de la nebulosa del deseo de los Voluntarios de “seguir unidos en la paz como antes en la guerra”, luego surgió la idea. La idea apareció cuando –según el narrador- “un grupo de mujeres organizan un acto en Montejurra para inaugurar el Via-Crucis conmemorativo de la Cruzada (nota: de madera). Romeria imponente. Allá van los Voluntarios y allá, en aquel precioso día de Mayo, entre rezos fervientes y emociones de escalofrio, surge la idea; mejor dicho, se actúa la que ha tiempo estaba ya en potencia. Ha sido el chispazo que iluminó la nebulosa. Hay que recoger el espiritu de estos Voluntarios heróicos; si, de esos que siguen el Calvario de Montejurra cargados con la Cruz que recuerda la que les guiara en el frente. De esos que vuelven a cantar sus himnos de fé. Hay que sublimar ese entusiasmo dándole un culto: el de Dios, España, y sus mártires. Hay que agrupar junto a los Voluntarios supervivientes, a estos padres y madres de los Voluntarios que murieron, y hay que mantener, aquí en Montejurra, por siempre, un Via-Crucis que recorra esta misma senda con igualdad de intención”.

A continuación, el autor reconoce que “Cuesta más llegar a aclarar una idea que llevarla a la práctica. Esto se consigue con entusiasmo. Y entusiasmo había a caudales. El primero el del Sr. obispo que veía en los Voluntarios un abierto campo de apostolado cuajado de esperanzas. El fué quien dió calor a la idea y trabajó hasta hacerla realidad. Junto a él un grupo de Voluntarios. Comenzóse a perfilar las organización: esta, no podía ser una Liga de excombatientes a semejanza de la surgidas después de la Guerra Europea, la guerra española fue una Cruzada y aires de Cruzada había de tener la organización que intentase perpetuar su recuerdo (…)”

El segundo testimonio es el Acta solemne fechada el 4-VI-1939, por la que el Obispo convoca a un capellán y a cuatro Voluntarios a su palacio, encargándoles que formen el Capítulo de la Hermandad. El capellán era don José María Pascual Hermoso de Mendoza, del Tercio del Rey. Como seglares se convocó a José Ángel Zubiaur, del Tercio de Navarra y Radio Campaña, Ignacio Baleztena, del Tercio María de las Nieves, José Lampreabe, oficial del Tercio del Pilar, y don Ramón Arregui, del Tercio de Radio Campaña. Los dos últimos eran Caballeros Mutilados. El Obispo les encargó “constuir una hermandad a servicio de Dios, exaltación de la Santa Cruz, proverbio de nuestra Patria y honra de los Caballeros Voluntarios finados” o fallecidos.

4.2. Objetivo y espíritu.

a) En sus primeras Reglas se estipula el objetivo siguiente: “El de mantener íntegramente y con agresividad si fuera preciso, el espíritu que llevó a Navarra a la Cruzada por Dios y por España, haciendo que no se desvirtúen estos ideales, los más caros, por serlo en sí y estar mantenidos a costa de la vida de los mártires y de nuestro sacrificio”. Es decir, conservar vivo el espíritu que animó la Cruzada, incluso con “agresividad” frente a todos los que quisieran olvidarlo de la vida de la Patria, contribuyendo a su expansión entre los familiares de los mártires y voluntarios, cautivos y perseguidos, y entre sus descendientes.

b) En su carta-petición enviada al Papa Pío XII en 1963, la Hermandad realizaba la historia de la persecución religiosa en España en 1931-1939 y del espíritu del alzamiento de Navarra. De este último espíritu decía así:

“Cubiertas las cabezas de los voluntarios con la boina roja, en los pechos por coraza y como expresión de sus ideales católicos, el Detente del Corazón de Jesús, o el Crucifijo, Medallas de la Santísima Virgen María o el santo escapulario, fueron cerca de 40.000 los requetés que de Navarra salieron a luchar “por Cristo y España”. Abuelos, hijos y nietos, tres generaciones unidas en un mismo ideal, dejando las cosechas en el campo empuñaban el fusil, pues como decía un labrador, hombre maduro: “Cosechas Dios da todos los años, pero religión no tenemos más que una”. Ofrecían a Dios las vidas mortales a cambio de que triunfase la religión católica y se salvara España”. (…) “La Cruz fue nuestra enseña; por el triunfo de Cristo murieron los mejores, derramaron su sangre muchos más y las Cruces triunfantes portadas enhiestas por las unidades de Requetés junto a las banderas flameantes a los vientos de España presidieron el desfile de la Victoria conseguida a costa de tanto heroísmo y sacrificio”. Llegó la paz, se creó la Hermandad y “entonces pensamos que el comunismo y las fuerzas ocultas no cejarían en su empeño, como está sucediendo”.

Si hacemos crítica histórica, Salas Larrazábal -entre otros historiadores- afirma que los voluntarios navarros fueron 42.937. Lo cierto es que requetés fueron 11.726, en las milicias falangistas hubo 7.245 y, en el Ejército (al que además que hacia Falange, se desviaban los que iban a ingresar en el requeté), se encontraron 23.966 navarros (14). En dicho texto, el cronista cometió el error de simplificar la cuestión, e identificar como requetés a todos los navarros que fueron al frente. No obstante, lo importante era que los voluntarios y muchos de los encuadrados en el Ejército regular luchaban por el mismo ideal de Dios y España.

c) Sigamos con los objetivos de la Hermandad. En varias ocasiones la Hermandad promovió nuevas afiliaciones y su expansión por toda Navarra e incluso el resto de España. En cada caso mostró nítidamente el espíritu que le animaba, y esto fue motivo de su éxito. En primer lugar, en 1939-1940 muchos párrocos de Navarra se pusieron en contacto con el Pater José María Pascual Hermoso de Mendoza, a petición de éste, escribiéndole a su dirección del Fuerte de San Cristóbal de donde era capellán, o bien al Palacio Episcopal en su calidad de Pater de la Hermandad. Este sacerdote tenía un gran prestigio. Nombrado por el Obispo como capellán de la Hermandad, se propuso impulsarla por medio de los párrocos de Navarra. Así, se conservan algunas de las cartas que los párrocos le enviaron, con indicación de los jóvenes que podían hacer de enganche de otros parroquianos.

d) Hacia 1939-1940 (carece de fecha, aunque es muy posible que fuese en 1939), varios sacerdotes enviaron una circular impresa a sus compañeros de sacerdocio, animándoles para que sus feligreses les acompañasen a la Cruz de Montejurra el 14 de septiembre, pues el Obispo iba a imponer nuevas insignias a los candidatos ante todo el Capítulo de la Hermandad. El lugar de reunión era el Real Monasterio de Santa María de Irache.

Dicha carta atribuye a los sacerdotes una intervención decisiva antes y durante la guerra, emplazándoles a participar también después, en la paz y la reconstrucción social. Les atribuía la preparación espiritual del alzamiento y el consuelo impartido a los caídos en el combate mediante los sacramentos, y les señalaba un lugar para trabajar en el futuro. Por mi parte, creo que en el entusiasmo de Cruzada influyó el quincenal religioso, cultural e ilustrado titulado “La Avalancha” (1895-1955), editado en Pamplona pero distribuido por toda Navarra, por ejemplo entre élites sociales como los párrocos. La carta de dichos sacerdotes dice así:

“Gracias al esfuerzo perseverante y decidido de muchísimos compañeros y hermanos nuestros en el sacerdocio, pudo ofrecer Navarra al mundo el espectáculo sin igual de sus hijos todos, lanzándose en un desbordamiento incontenible y arrollador, a salvar la Religión y la Patria terriblemente amenazadas: millares de nuestros muertos gloriosos tuvieron, en los campos de batalla y a la hora de su muerte, el innefable consuelo de verse confortados por la presencia y las palabras de un Capellán navarro; y, hoy, en la postguerra, en esta postguerra difícil y accidentada, nos alcanza el deber de trabajar por todos los medios para que aquel sublime espíritu que informó y alentó la Cruzada, lejos de desaparecer y esfumarse, se conserve y aun mejore en todos y en cada uno de nuestros pueblos. Todo cuando en este sentido hagamos, será hacer labor de patria, labor de familia, labor de religión, labor de navarrismo auténtico y legítimo”.

La carta-circular tenía un tono cariñoso pero imperativo, militante, quizás respaldado por la decisión del Obispo de crear dicha Hermandad: “Desde hoy mismo debes empezar, en esa tu Parroquia, la labor a ello conducente, y el día 14 de septiembre, todos los hombres, sobre todo, los jóvenes, deben hacer acto de presencia en Irache para dar sus nombres a la Hermandad”. Así se encargaba, a los párrocos y sacerdotes, capitanear a sus fieles. El 14 de septiembre debían de estar todos los excombatientes para “dar sus nombres a esta nueva y pacífica Cruzada”. ¿Pacífica?. Sí; “Nada de guerra ni de estruendo de armas: todo pacífico, todo tranquilo, pero de una eficacia grandísima. Nosotros (los sacerdotes), que fuimos en gran parte, el alma de la pasada Cruzada, debemos serlo también en esta otra, destinada a tan alentadores fines”. Que los miembros de la organización fuesen jefes de los Tercios es lógico, porque se trataba de unir a los voluntarios de la guerra. Entre los organizadores había mutilados, que difícilmente podían a dirigir un cuerpo paramilitar.

e) Pasaron dos años y, el 7-IX-1941, la Hermandad envió un impreso a los párrocos de Navarra para que el 14 de septiembre hiciesen desde el púlpito “un llamamiento a la Juventud de esa Localidad animándoles a ingresar en las filas de la Hermandad (…)”. La dirección de enlace era la oficina de la Hermandad, situada en la avenida Carlos III, 18 bis, 1º izda. En esta circular de 1941, llama la atención tres aspectos.

El primer aspecto era la transformación de los excombatientes en “combatientes espirituales de la Causa de Dios y Su Iglesia”, sin que la espiritualidad implicase adocenamiento: “combatientes espirituales sí, pero al estilo de los mozos de Navarra, con agresividad si fuese preciso, pues así lo demanda la justicia de que la Cruzada que tanta sangre y sacrificio ha costado, no se vea desvirtuada”. El segundo es el significado numérico más allá del cálculo matemático: “Imagínese V. a cuarenta mil Voluntarios, por ejemplo, cargados de méritos de guerra e intérpretes legítimos del pensamiento de los Muertos, que estuviesen dispuestos a decir: esas costumbres, ese cine inmoral… etc., no es lo nuestro, no es aquello por lo que salimos a luchar y Ellos dieron su vida”. En tercer lugar, los autores del escrito conocían muy bien la psicología humana. De ser voluntario de ideales se podía pasar, en la paz, a ser un excombatiente tibio. ¿Qué hacer? Primero, apelar y reavivar el “orgullo de clase” que nunca se pierde, y, tras ello, “recogerlos en grupo para que entre ellos se animen y luego poder ir recuperando lo que quizá perdieron”. Y continúa: “Lo que no se puede hacer es dejarlos desperdigados, sueltos, después de haber sido los protagonistas de una gesta imperecedera”.

Llegó el momento de la ampliación de la Hermandad en 1956-1957, y posteriormente ésta se amplió o reconstituyó en la parroquia de Cristo Rey el 4-V-2002.

La Hermandad era apolítica, y no una tapadera carlista. No formaba una organización política, ni un partido político, ni dependía de alguno de ellos. No era carlista, aunque en su seno recogiese a muchos veteranos requetés y carlistas, algunos de sus miembros viviesen un carlismo militante, según sus estatutos se realizase una romería al Via Crucis de Montejurra, y la boina roja estuviera en el uniforme de gala, y con ella entraron en la basílica de San Pedro de Roma en 1950.

Que la Hermandad no era un grupo político ni un elemento de presión, lo prueba su inicio, su fundador, sus estatutos y funcionamiento posterior hasta la actualidad. La Hermandad era una institución canónica, y tenía una organización independiente de cualquier otra institución, ya según las Reglas ya de facto.

En ella había –y hay constancia directa de ello- personas que no eran carlistas. No podía ser de otra manera. Señalemos uólo un ejemplo, pues hay muchos más hasta la actualidad. En el primer capítulo, reunido nada más terminar la guerra, de hecho había cinco carlistas (todos ellos oficiales del Tercio del Rey: Cesáreo Sanz Orrea, Jaime del Burgo –también lo fue del Tercio de Begoña-, Jesús Marín, Tarsicio Ortiz y Félix Abárzuza), un oficial del Ejército (Miguel Castiella), un Falangista (Juan Felipe Echevarría) y un caballero mutilado como prior (Narciso Ripa). Esta concentración podía incluso simbolizar la unión entre todos durante la paz. Que muchos de sus directivos fuesen carlistas podía significar varias cosas: la amplia significación social del carlismo, la importancia de la religión en este gran sector socio-político navarro, la prohibición desde el partido único de cualquier asociación política, la consolidación interna y personalidad del carlismo como comunión, y la fuerza que los cuerpos intermedios y del espíritu corporativo popular en la Navarra tradicional. Los pequeños sectores falangistas eran muy reducidos en Navarra y sobre todo quisieron controlar el partido único, aunque esto último también lo hizo por libre algún prestigioso requeté como Amadeo Marco. La Hermandad plasmó la dimensión religiosa –y universal- del carlismo en los grandes ideales de la Cruzada (Dios y España), así como en el ámbito simbólico (Montejurra y boina roja). Así mismo, será la expresión espontánea y natural de una realidad vivida en profundidad, y mantendrá su espíritu fundacional exclusivamente religioso, enraizado en un humus concreto y básico de la historia.

Tomamos varios ejemplos de sacerdotes y seglares que muestran que la Hermandad no era un grupo político, ni estaba politizada.

Comencemos por los sacerdotes. En primer lugar, una vez que el obispo Olaechea pidió consejo sobre las Reglas creadas para la Hermandad, el arcipreste de Roncesvalles, José Iturria, mostró su acuerdo en general, pero matizó un aspecto concreto, que decía así:

“(…) únicamente en la Regla 2ª, Párrafo 6º, Letra b), veo peligro de suscitar recelos en una de las dos partes que componen el Partido de la “Falange Española Tradicionalista de las Jons”, pues dada la malicia humana y las prevenciones que hay por ambas partes, me temo, o mas bien abrigo la convicción de que los falangistas se opondrán a que la obra prospere; y como quiera que en el primer artículo transitorio se afirma que ésta es apolítica, a mi juicio hay que demostrarlo, quitando para éllo todo pretexto que pueda dar ocasión de impugnarla, siendo como es tan excelente.

Por estas razones soy de parecer que se suprima la 2ª parte, que dice -“y el Calvario del Montejurra como lugar de peregrinación”- (…).

El párroco de Los Arcos, Modesto Ciordia (7-VIII-1939), hizo la misma consideración que Iturria con estas palabras: “(…) la regla 2ª en sus dos apartados primeros parecen muy recargados de sabor tradicionalista ó carlista para que los adversarios, que protestaron de la concentración de los tercios en Montejurra los puedan aceptar sin prevencion; aunque esos adversarios, que aun entre los excombatientes seran muchos, aun sin ese sabor en gran mayoria no los aceptarian”. Esta última proposición desvelaba –creemos- la realidad que se ocultaba en la excusa. Recordemos que durante la República hubo cierto grado de descristianización social, y que en no pocas localidades, partidarios de la República se sumaron a las nuevas instituciones, persiguiendo desde ellas a los carlistas. Pues bien, este punto se mantuvo en el borrador conservado, que contiene las supresiones y adiciones a las primeras Reglas propuestas.

En segundo lugar, y discrepando implícita o explícitamente de los dos anteriores, otros sacerdotes consultados nada dijeron al respecto. Por ejemplo, el párroco de Salinas de Monreal (26-VIII-1939) omitió la anterior observación mientras que señaló otras a la Regla 2ª, Aptdo. 6, Letra c). El párroco de Arazuri (5-VIII-1939), señaló algo pero en sentido contrario a Iturria, pues decía sobre la Regla 2ª, nº 5, letra c): “dónde dice ‘procurar que se erija el mejor monumento etc. convendrá añadir ó señalar el lugar, v. gr. “Pamplona, Montejurra” donde haya de elevarse”.

Casi todos los años, salvo que hubiese mal tiempo, la Hermandad realizó su peregrinación a Montejurra. Ello no indica que la Hermandad fuese política al estilo liberal o estatista (ya decía Aristóteles que el hombre es un animal político), sino que pretendía mantener el espíritu de la Cruzada, y las peculiaridades de sus integrantes. Se planteaba todo con una gran naturalidad: los carlistas eran los más numerosos, respondían a una sociedad ya constituida, eran los que más importancia daban al espíritu religioso y los únicos que podían responder a todas las ansias más propias y naturales del verdadero cruzado. Este Via Crucis había surgido espontáneamente del fervor popular. Su tradicionalismo no sólo garantizaba la dimensión religiosa, sino la memoria viva y transmitida: 2.5.b. “Recoger sus historias y anécdotas religioso-patrióticas para hacerlas vivir en los jóvenes”; 2.5.c. “Procurar que se erija el mejor monumento a su memoria y que se celebre anualmente y con eficacia formativa la fiesta religioso-patriótica en su honor”. Su Montejurra y la boina roja, que parcialmente pertenecían a la dimensión temporal del hombre, les habían impulsado a la Cruzada, y la custodiarán desde la humildad de la Hermandad de Caballeros.

Continuemos por los seglares, que muestran que la Hermandad no era un grupo político ni admitía politización. La Hermandad rechazó la solicitud de Luís Ruiz Fernández, de Logroño, fechada el 8-VI-1949, de “amparar o alentar” un acto carlista en esta provincia. Para ello ofreció varias razones. La primera: “Es la Hermandad una institución creada para recoger el espíritu genuinamente religioso y patriótico de la Cruzada, sin inclinaciones afectivas a determinado sector de excombatientes de la misma”. La segunda era la imposibilidad de apoyar actos políticos dentro de la ley vigente. Así, muy cortésmente se decía:

“(…) la Hermandad no puede adherirse a esa (solicitud), por todos conceptos, loable intención de honrar la aportación a la Cruzada Nacional de un elemento tan heroico y tan decisivamente operante como el Requeté, y aparte de que el Capítulo (Supremo de la Hermandad) considera que la Dirección General de Seguridad no dará su aprobación al propósito que les anima, lamentándolo profundamente, dados los sentimientos que particularmente a todos y cada uno de sus componentes animan, estima que no ha lugar a lo que Vds. han tenido la atención de solicitar”.

Esto último permite pensar que todos o casi todos los componentes del Capítulo Supremo eran carlistas y habían sido requetés. No obstante, “dejan en cambio en libertad de firmar a aquellos Caballeros, no pertenecientes al Capítulo, o cuando menos sin ostentar en este acto su representación, para que enterados del contenido del escrito, signifiquen su adhesión al mismo con sus firmas”.

4.3. Necesidad de la Hermandad. Esta asociación canónica se consideraba necesaria para mantener el espíritu de 1936 ya en sí mismo ya porque con posterioridad se desarrollaron corrientes contrarias a la religión.

Los dirigentes de la Hermandad eran muy consientes de las extraordinarias circunstancias por las que atravesaba la civilización y el mundo, que la salvación de España se había logrado con grandes esfuerzos en una moderna Cruzada, y del embate del Maligno. Una carta del cronista dirigida al obispo el 19-X-1947, indicaba lo siguiente:

“Vivimos tiempos de materialismo é indiferencia, que, incluso a los que nos preciamos de hijos sumisos de la Iglesia, nos van contagiando de un modo insensible. Nuestra HERMANDAD quiere hacer algo por contener esta marea axfisiante, mediante la celebración de Actos, que, como el que nos ocupa, tanto puede tonificar espiritualmente a sus Hermanos”.

Por ejemplo, en 1963 se envió una carta-petición a Pío XII, que decía: Llegó la paz, se creó la Hermandad en 1939 y “entonces pensamos que el comunismo y las fuerzas ocultas no cejarían en su empeño, como está sucediendo”.

En diversas circulares se insistía en los graves peligros del materialismo ambiental. En todas ellas se mostraba la continua lucha contra la indiferencia y la tibieza, y por conseguir la mayor asistencia de hermanos a los Actos. Una Circular escrita a máquina, sin fecha, que animaba a inscribirse en la Hermandad, decía:

“Nuevamente hay que vencer la tentación al placer o a la indiferencia. La indiferencia no es palabra creada para nosotros, es más, en la guerra hemos desautorizado esa palabra con nuestra conducta. Ser indiferentes en lo que toca a Dios y a España, es pecado”. Y continuaba diciendo que la Hermandad era “expresión de esa actitud, ella dice: “No queremos ser excombatientes, sino combatientes por Dios y España y en esta lucha de la paz no nos desanimaremos porque no miramos a la tierra, sino al Cielo en donde todo es esperanza y luz (…)”. La Hermandad es para dar gracias a Dios, consolar a los padres y madres de los mártires, sufragar las almas de los difuntos que fueron y serán, y ayudar materialmente en esta tierra, porque “hay Voluntarios y familias de Voluntarios que necesitan ayuda, es triste pero es verdad”. Así, “Ésta es nuestra misión; hablando en términos de guerra, estos son nuestros objetivos, tú, Voluntario que no vacilaste ante los que tus jefes te señalaron, ¿vas a “chaquetear” ahora ante los que no ya la Hermandad, sino la misma Iglesia, por boca de nuestro Prelado, te señalen?

Algún parecido a esta circular, aunque era más emotivo y hasta lírico, tiene un texto manuscrito de José Ángel Zubiaur, encargado por el Obispo en 1944.

La Hermandad tenía algunas dificultades para su expansión, que contrastaba con la explosión de voluntarios en 1936. Los motivos podían ser las dificultades de la vida en la postguerra, el partido único creado en 1937, el desengaño de muchos derechistas ante la situación política existente, la desmoralización creciente, el retraimiento social una vez realizado el máximo esfuerzo etc. En este sentido, el 6-XI-1946, el comendador de la Hermandad en Madrid, Luis Ruiz Hernández, explicará al cronista Sr. Zubiaur lo siguiente:

“(...) Como te digo, habia bastante marasmo en esto de ingresar en la Hermandad; la propaganda que se hacia (y siempre se hacia alguna, claro es que con la prudencia y limitaciones que la cosa requiere) resultaba estéril; habia y sigue habiendo, aunque en grado menor ahora, al parecer, una gran indiferencia para esto, como para cualquier otra actividad de orden espiritual y sobre todo si este es “romantico”; la gente, según frase vulgar corriente, “no quiere saber nada”. Indudablemente los desengaños sufridos por muchos (sobre todo de ideologia más o menos derechista), las dificultades enormes y cada dia mayores de la vida, que fatigan a la gente y no la dejan humor ni ganas de ocuparse de nada y la desmoralización general y por desgracia tambien creciente, han sido las causas que han contribuido a la falta de exito antes apuntada. Y tambien que alguno habrá pensado que, puesto que el Estado es, según dicen y parece, muy católico, para nada hacen falta congregaciones del tipo de la nuestra.

Pero ahora parece que hay una reacción y, como te digo, se comienza a admitir nuevos caballeros. Aparte del acto de investidura citado, pienso que tengamos otros en la octava de la Purisima, para investir unos 14 – 16, entre ellos varios Jefes y oficiales del Ejercito (…)”.

La respuesta que la Hermandad envió al citado Luis Ruiz el 12-XI-1946, recoge la saludable reacción que se observaba en Madrid, “máxime comprendiendo que supone vencimiento de la inercia que, por desgracia, domina a las gentes y las mantiene en posturas cómodas e inactivas”

4.4. Quiénes podían pertenecer a la Hermandad. Inicialmente se estableció la Hermandad para los navarros, aunque en una circular sin fecha, dispuesta para una nueva campaña de captación de nuevos miembros, se indica que se aspiraba a que dicha Hermandad tuviese un ámbito nacional. Podían pertenecer a la Hermandad:

1º Todos los navarros y residentes en Navarra que se alzaron en armas voluntariamente durante la Cruzada, “en defensa de la religión católica y de España”, así como los que sin ser navarros ni residentes en Navarra lucharon como Voluntarios en las fuerzas Navarras. También los soldados navarros de la España Nacional en filas el 19 de julio de 1936, que no pudieron salir voluntarios pero que tenían dicho espíritu. 2º Los navarros “que padecieron persecución en la zona roja, por su amor a la Religión y a la Patria”. 3º Los hijos y descendientes de los anteriores, así como sus hermanos que por edad no pudieron ser combatientes por no cumplir los 17 años. 4º Caballeros de Número serán los que sintiendo los ideales y espíritu de la Cruzada no se encuentren en las categorías anteriores o bien nacieron con posterioridad. 5º Las madres de los mártires de la Cruzada, esto es, de los muertos en combate o los asesinados en zona roja, podían ser Damas de Honor, y sus padres Caballeros Voluntarios de Honor. 6º Las esposas e hijas de los voluntarios encuadrados en la Hermandad podían pertenecer a la sección de Damas, así como sus descendientes, y las que sientan los ideales y espíritu de la Cruzada Nacional. 7º Los Veteranos de las Cruzadas del siglo XIX, Tenientes del Ejército Español, en cuanto precursores en la lucha por los ideales de Dios y de España.

Para impulsar la vida de la Hermandad, en 1956 se estudió “la conveniencia de dar a conocer a los hermanos el proyecto de construcción de un paso de la Piedad tanto a los de la capital como a los de las Merindades” e informar a los primeros de las actividades realizadas y de los planes para el futuro. “La Piedad” era un Paso procesional que la Hermandad dispuso esculpir en 1956, y encargó con éxito al escultor e imaginero valenciano afincado en Pamplona, don José López Furió. (Quien esto escribe ha tenido el gusto de trabajar con él en un colegio de Pamplona durante varios años). Este paso procesional fue bendecido el 19-VII-1967. Así, en adelante se podía ingresar en la Hermandad en calidad de Caballero Voluntario de la Cruz, en su Sección de Damas de honor y de Damas de la Piedad. El grupo escultórico de “La Piedad” se encuentra en la parroquia de Cristo Rey. La Hermandad es su propietaria según dan razón los documentos de su archivo, se publicó en la revista “Montejurra”, y lo muestra el que la Cruz enseña de la Hermandad es la Cruz de la escultura (15).

La Hermandad era una realidad implantada en las cinco merindades de Navarra mediante sus respectivos Comendadores, que presidían sus correspondientes Capítulos. Se ignora la vida interna de estos. También había encomiendas en Madrid (1946), Logroño (1949), Valtierra (1945) etc.

Es muy posible que, en 1939, la Hermandad utilizase las listas de la Juventud Jaimista de Pamplona para configurarse como tal, pues se conserva una lista de dicha juventud con más de 200 nombres propios, con su dirección. El papel de estas listas tiene el membrete de dicha Juventud Jaimista. También hay, en el archivo de la Hermandad, algunos documentos de la peña carlista “Muthiko alaiak”, pero sobre todo serán los párrocos quienes aporten nombres de los que podrán realizar su expansión.

La Hermandad era muy consciente de su necesidad en el futuro, de las dificultades de la vida que restaban presencia de hermanos en sus actos, y de la urgencia de extenderse por Navarra e incluso por toda España. En la década de 1940, una circular impresa del Prior Narciso Ripa finalizaba así: “En una palabra, hay que dar un nuevo empujón a la Obra. La Hermandad “siempre p’alante” por Dios y España; y eso depende de tí, de que cumplas con la orden que se te señala: ¡¡TRAER HERMANOS!”

En 1950, el obispo Enrique Delgado aprobó definitivamente las Reglas, de las que se editaron muchísimos folletos conservados en el archivo. En 1957 se propuso una reforma de las Reglas debido a “la conveniencia de dar entrada en la Hermandad a otras personas que, sintiendo el espíritu que animó a los Cruzados que llevaron a cabo la gesta del año 1936, no pueden ingresar en sus filas (…) muchas de las cuales han expresado deseos de pertenecer a la Hermandad, deseos que no se pueden satisfacer mientras no se redacte algún apartado que haga factible su admisión, conveniente hoy, para vigorizar la Hermandad”. El 9-I-2006, Don Fernando Sebastián realizó otra actualización de las Reglas o Estatutos. Las tres ediciones de las Reglas coinciden en lo esencial, que es mucho.

4.5. Actos de la Hermandad. Dichos actos, esencialmente religiosos y que se mantienen hoy día, eran los siguientes:

1º Como actos de piedad mensual, la Hermandad acudía a la Santa Misa el segundo domingo de mes y rezaba el Via Crucis mensual un viernes señalado.

2º La Javierada. El Obispo Olaechea fundó la marcha a Javier al convocar a los jóvenes navarros el 15-II-1941. A la llamada respondió la Juventud de Acción Católica y la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz. En adelante, todos los años se realizará esta romería o marcha al solar de San Francisco Javier y, en pocos años, el germen se convirtió en una peregrinación masiva y popular. La Hermandad ha mantenido la romería penitencial desde el 9-III1941 hasta el día de hoy, 2010, casi sin interrupción.

Un antecedente muy directo de esta Javierada fue la marcha a Javier realizada por 25 ó 27 excombatientes la noche del 2 a 3 de diciembre de 1939, poco antes de crearse la Hermandad, para cumplir la promesa de peregrinar realizada “en los frente de batalla, durante la Cruzada (….) para dar gracias a Dios por medio de Javier por la gracia que les otorgara y para rogar por las almas de los que murieran” (16).

De la peregrinación de 1939 hay constancia en el archivo de la Hermandad, en una carta aclaratoria que el prior José María Echarri Loidi envió a Cástor Olcoz el 26 de abril, por un artículo fechado el 23-III-1969 en el semanario diocesano “La Verdad” del que este último era director. La contestación no tuvo respuesta. También lo menciona así un libro de divulgación de Navarra (17).

Al año siguiente, en 1940 la Hermandad hizo otra Javierada por iniciativa propia. De esta manera, la primera Javierada oficial de 1941 tuvo dos claros precedentes.

3º. Todos los viernes de cuaresma, después del Rosario de los Esclavos en la catedral de Pamplona, la Hermandad rezaba el Via Crucis, según una carta del 6-II-1951.

4º Más esencial era la celebración del Via Crucis del Viernes Santo en el claustro y luego en las naves de dicha catedral.

5º También era reglamentario el funeral del 19 de julio, al que asistían todas las Autoridades eclesiásticas, civiles y militares, que aportaban las correspondientes coronas de flores. Este funeral se celebraba en la catedral y, tras la inauguración del Monumento a Navarra, en la basílica y, hoy, en la cripta de este.

6º Otra celebración preceptiva era la romería al Via Crucis de Montejurra el domingo siguiente a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre), como festividad principal de la Hermandad. Este Via Crucis, construido por la Diputación de Navarra, jalonaba la escarpada y agreste subida de más de mil metros de altura.

7º El día de Todos los Santos se rezaba un responso y se colocaban flores de laurel en el Campo Santo o cementerio de Pamplona, donde estaban enterrados –y siguen reposando- muchos voluntarios y soldados de la guerra. En 2008 el Ayuntamiento ha suprimido del letrero la expresión “Muertos por Dios y la Patria”, aunque se mantengan las fechas “1936-1939”.

La Hermandad acudía corporativamente a cuantas conmemoraciones y actos públicos creía que debía estar representada. También sabía pedir, como lo hizo el 27-I-1946 al Papa, para “que sea concedida a esta Diócesis de Pamplona, la gracia de la Coronación Canónica de Nuestra Señora Santa María la Real”. Lo justificaba como acción de gracias por el “auxilio, socorro y protección de los que luchamos por la salvación del espíritu cristiano y tradicional de España”. También lo fundaba en la tierna, viva y constante devoción mariana de los voluntarios carlistas. Sus palabras eran estas:

“A semejanza de los Cruzados medievales, habíamos de hacer cuestión del más alto honor el culto a Santa María, y así fué Y los campos de batalla oyeron el eco de nuestras Salves y el rumor de nuestros Rosarios. Allí, bajo el cielo estrellado, frente al peligro, improvisando un altar sobre el matorral o la piedra, se honraba una estampa de Santa María, la de algunas de las numerosas Vírgenes veneradas en esta Navarra eminentemente Mariana. Obrando a lo español, antes de pedir la coronación de Nuestra Señora Sana María, impacientes, la coronábamos en nuestros actos como Reina y Capitana.

Escuchad nuestras preces. “Ante un mundo envuelto en la oscuridad y la tristeza, que camina a tientas hacia el primer rayo de paz”, como hace pocos días habéis dicho, queremos marchar fijos los ojos en nuestra Reina y Madre; queremos ser dignos hijos suyos, privada y públicamente; queremos continuar como empezamos, dando todo por la Causa de Cristo y su Iglesia (…)”.

Pasaron los meses y, en ese mismo año, tras estar presente en los Actos de la coronación de Ntra. Sra. Santa María la Real como Reina de Navarra, el 9-X-1946 la Hermandad convocaba a todos los “Querido(s) Hermano(s) en Fé y en Armas”, mediante una circular, a un acto religioso en la catedral que se celebraría el 12 de octubre. En él, la Hermandad “formulará el voto de propugnación y defensa del Glorioso Misterio de la Asunción de la Virgen a los Cielos en carne mortal, llevada del ferviente deseo de verlo pronto declarado Dogma por la Iglesia”.

La Hermandad acudió a recibir al nuevo obispo el Excmo. Enrique Delgado Gómez, y en otras ocasiones le invitaban al Día Mundial de las Congregaciones marianas (1949, 1950, 1951), o bien a la Asamblea Diocesana de la Juventud masculina de la A. C. (1946, 1947), etc. También asistió al recibimiento de la reliquia o brazo de San Francisco Javier realizado en Pamplona (1949).

La imposición de insignias a los nuevos caballeros se realizó alguna vez en el monasterio de Irache y, frecuentemente, en la catedral. Así, el 3-IV-1947 se comunicaba a Inocente Sagüés que el obispo le impondría el hábito de la Hermandad el Viernes Santo, después del Via Crucis que la Hermandad celebraba ese día en la catedral, según lo acostumbrado. Tras 1952, la sede de la Hermandad será el Monumento de Navarra.

4.6. Peregrinación a Roma. En 1950, la Hermandad fue a Roma con la peregrinación diocesana para celebrar el Año Santo. Una vez en la Ciudad Eterna, el 16-XII-1950 se le honró con la altísima distinción de dar guardia al Altar de la Confesión en Roma, en audiencia pública concedida por S.S. Pío XII, a quien se obsequió con unas Reglas. Así dice la carta-petición de la Hermandad a Pío XII fechada en 1963:

“(…) el 16 de Diciembre de 1950, sus representantes, sin invitación alguna particular para asistir a la audiencia pública que iba a tener lugar a la mañana de ese día, vistiendo sus capotes pardos, sobre el hombro las boinas rojas, enhiestas las Cruces y flameando las banderas, irrumpieron en la Basílica de San Pedro con gran estupor de todos avanzaron por el centro de la Basílica hasta que fueron colocados en el Altar de la Confesión, delante de la mesa santa, como rindiendo honores al santo padre el Papa Pìo XII, al que el Prior de la Hermandad tuvo el consuelo de entregar un ejemplar de las Reglas con portadas miniadas y recibir una bendición especial para la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz”

Por todo ello, en dicha carta-petición de 1963, la Hermandad solicitaba cinco gracias al Papa, para así celebrar debidamente el 25 aniversario de su fundación y erección canónica en 1939. Son las siguientes: 1ª) Que eleve a la Hermandad a la categoría de Orden. 2ª) Que cuando se rece el Via Crucis ante la Cruz-enseña de la Hermandad, en peregrinaciones y lugares públicos, los asistentes se lucren de las mismas gracias e indulgencias que tienen los que rezan en los Via Crucis erigidos canónicamente. 3ª) Que se conceda una reliquia de la Santa Vera-Cruz para su veneración en la Basílica de la Cruz, Monumento de Navarra a sus Muertos en la Cruzada. 4ª) Que se concedan varias indulgencias. Tales eran las siguientes. Plenaria a todos los que visiten dicha Iglesia Monumento de Navarra a sus Muertos en la Cruzada, en la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, fiesta principal de la Hermandad. Plenaria a los que peregrinen al Castillo de Javier a pie o en un recorrido mínimo de 5 kilómetros. Plenaria a los Caballeros y Damas el día de su ingreso solemne y en la hora de la muerte, a aplicar a las benditas almas del Purgatorio, especialmente a los muertos en la Cruzada. Parcial cuando se vista el hábito con la Cruz-insignia o bien cuando se lleve ésta al pecho, tal como establecen las Reglas. 5ª Que la Iglesia Monumento de Navarra tenga el privilegio de Basílica de la Santa Cruz y el jubileo “Tocies quocies” en la festividad de la Exaltación de la Santa cruz. Estas peticiones no fueron concedidas.

4.7. Sede. La sede provisional de la Hermandad era el monasterio de Irache, y luego la catedral de Pamplona. El Via Crucis mensual se realizaba en la capilla del Palacio Episcopal con permiso del Obispo. Luego, en febrero de 1944, el rezo de dicho Via Crucis se trasladó a la capilla de la Caída de San Ignacio, junto al convento de los PP. Redentoristas de Pamplona. Como sede administrativa, la Hermandad alquiló un piso en la avenida Carlos III, 18 bis, 1º izda. Al fin, la sede definitiva descansó, de tanto peregrinar, en el Monumento de Navarra a sus Muertos en la Cruzada, inaugurado por el Jefe de Estado Fco. Franco el 4-XII-1952. En esta misma visita a Navarra, que coincidió con el IV centenario de la muerte de San Francisco Javier, dicho Jefe de Estado inauguró la parroquia de San Fco. Javier y el barrio de la Chantrea. El 7-XII-1958 se celebró el primer acto religioso en dicho Monumento. El 19-VII-1961 se trasladaron los restos mortales de los generales Sanjurjo y Mola a la cripta del mismo, y ahí descansan hoy. En adelante, la Hermandad celebrará en el Monumento sus actos religiosos, el ingreso de los nuevos Caballeros y sus reuniones capitulares.

El 15-X-1947 la Diputación Foral ofreció al Obispado de Pamplona el Monumento, que aceptó y fue entregado en 1963. La entrega era una cesión gratuita del solar, edificios y jardín, si bien reiterando el carácter votivo de su erección, tras la entrega del edificio que hizo el obispado al Ayuntamiento de Pamplona (18).

En 1997 el Obispado entregó -con algunas condiciones- el Monumento al Ayuntamiento de Pamplona en un preacuerdo del 4-VII-1997, aceptado por el pleno Municipal el 12 de septiembre. Al fin, la escritura definitiva de donación condicionada se firmó el 19-V-1998. La Hermandad de la Cruz tiene sus actos en la cripta, que junto con una parte de los sótanos es propiedad de la Iglesia.

4.8. Apoyos institucionales. La Hermandad recibió algunos apoyos institucionales. Tales son la aportación económica del Ayuntamiento de Pamplona con ocasión de los funerales del 19 de julio (1.000 pesetas en 1945, 1956). Citemos también el permiso del Cabildo de la S. I. catedral para establecer en ella una Fundación o Capellanía; que el canónigo Dr. Juan Ollo fuese capellán de la Hermandad tras 1956 por nombramiento del Obispo Enrique Delgado Gómez; y la subvención anual de 10.000 pesetas por la Diputación a instancias del diputado foral y caballero de la Hermandad don José Ángel Zubiaur.

Esta considerable suma se concedió en 1950, gracias a las gestiones de Zubiaur, que era simultáneamente subprior de la Hermandad y diputado foral, elegido con tal en 1949. Zubiaur había sido prior al menos en 1942-1944 –este año le sustituirá Narciso Ripa-, y luego será subprior. Con ocasión de su elección como diputado foral, la Hermandad le rindió un banquete-homenaje en el “Hostal del Rey Noble” el 19-IV-1949. Asimismo, el diputado foral Carmelo del Villar, fallecido en un accidente de automóvil, había conseguido el pago de 20.000 pesetas por las subvenciones correspondientes a los años 1952 y 1953. Con las subvenciones del Ayuntamiento y la Diputación, en 1956 se enjugaba el déficit económico de la Hermandad. Para entonces, la Diputación de Navarra había construido a sus expensas el Via Crucis de Montejurra, que recibía la peregrinación el día de la Invención de la Santa Cruz del 3 de mayo, y la Exaltación de la Santa Cruz el septiembre, que tenía menos concurrencia que en el mes de mayo (19).

La CONCLUSIÓN de este trabajo es evidente. En Navarra la guerra fue para muchísimos una Cruzada religiosa. Para mantener este mismo espíritu, el obispo Mons. Olaechea fundó la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz. Esta se configuró desde la realidad humana y social vivida en profundidad. En las élites del Régimen hubo neofalangistas que serán liberales y comenzarán a vaciar de contenido la Cruzada y la victoria sobre el marxismo, en cuanto tal internacionalista y ateo. Aún sin pretenderlo, estos últimos fueron útiles para la masonería, que acabará imponiendo sus puntos de vista.

·- ·-· -······-·
José Fermín Garralda Arizcun

NOTAS:

(1) LARRAZ ANDÍA Pablo, SIERRA-SESÚMAGA Víctor, Requetés. De las trincheras al olvido, Madrid, La esfera de los Libros, 2010, 955 pp. Esta obra es definitiva y tiene una calidad de primer orden. En el ámbito de toda España, vid. BULLÓN DE MENDOZA Alfonso, DIEGO Álvaro de, Historia orales de la guerra civil, Barcelona, Ed. Ariel, 2000, 285 pp. También tiene interés el libro de Ugarte Tellería sobre La nueva Covadonga insurgente.

(2) El capítulo completo, lo nombró el prior reelegido y fue aprobado por Sr. Obispo Marcelino Olaechea. Era el siguiente: Prior Narciso Ripa, Subprior José Ángel Zubiaur, Clavero José Chávarri, Cronista Pedro Ramón Arregui, y los vocales Jesús Marin, González de Echávarri, Juan Echeverría, Juan Villanueva, Cesáreo Sanz Orrio, Ramón Valero, Mario Ozcoidi, Felix Abárzuza. El delegado pater era don José María Pascual. Archivo de la HCVC, Libro de Actas, 7-X-1941, 220 fols, escritos 25 fols. vid., fol. 1

(3) DE LA CIERVA Ricardo, Historia del franquismo. Orígenes y configuración (1939-1945), Barcelona, Ed. Planeta, 1975, 437 pp., pág 361, 363 y 372

(4) VEGAS LATAPIE Eugenio, La frustración en la Victoria. Memorias políticas 1938-1942, Madrid, Actas, 1995, 540 pp., pág. 274

(5) Archivo de la HCVC, Libro de Actas, idem. Fol. 11r- 11vº En las Actas el texto está a línea seguida. En las tres copias del original el texto está distribuido en párrafos y corrige los acentos gráficos. Una de dichas copias traslada las mismas expresiones de las Actas y dos –firmadas por el prior- las mejoran con algunas modificaciones terminológicas secundarias. Las primeras están firmadas por el Capítulo Supremo de la Hermandad: Narciso Ripa (C. Prior), José María Pascual (Pater), José Ángel Zubiaur, Juan Villanueva, José Chávarri, Pedro Ramón Arregui, José María González Echávarri, Mario Ozcoidi, Félix Abárzuza, Juan Felipe Echeverría, Jesús Marín, Ramón Valero, Cesáreo Sanz Orrio. Personalmente, el autor de estas páginas conoció a Zubiaur y a González de Echávarri, a este último sin conocer su pertenencia a la Hermandad.

(6) Archivo de la HCVC, Libro de Actas, idem. Fol. 12r- 14r El texto manuscrito de las Actas está a línea seguida, y en las seis copias y un borrador del original, escritos a máquina, el texto está distribuido en párrafos y tiene correcciones de acentos ortográficos.

(7) En este momento el prior era José María Echarri, y asistían al Capítulo: Agustín Tihista, José Mª Aristu, Miguel Goñi, Vicente Arrastra y Flaviano Sarobe.

(8) He localizado otros artículos del mismo diario, en crítica a Laín -que fue Rector de la Universidad de Madrid (1952) y luego director de la Academia de la Lengua (1982)- escritos por Diego Boscán (22-III-1984), Juan Blanco (7-XII-1985) y Martín Silbereier (7-X-1986).

(9) HILLERS Sigfredo, “Carta abierta a D. Pedro Laín Entralgo”, en doce artículos muy extensos publicados en el quincenal “La Nación”, nº 323-341(agosto 2000 a mayo 2001), en total 26 páginas de gran formato

(10) “Ecclesia”, nº 658 (Madrid, 20-II-1954), p. 8-11

(11) En el Capítulo estuvieron presentes: el Prior Joaquín Ochoa de Olza, el sub-prior José María Echarri, el cronista Vicente Arrastia, y los caballeros vicarios Ricardo Vizcarra, Miguel Goñi, Flaviano Sarobe y Francisco Álvarez. También asistió el Delegado pater el canónigo de la catedral de Pamplona dr. don Juan Ollo, capellán de la Hermandad.

(12) Archivo de la HCVC Libro de Actas, papel suelto. Se conserva una copia de la carta que el secretario Vicente Arrastia, envió al representante de Hungría en España, residente en Madrid, fechada el 7-XI-1956.

(13) Tales eran os reformados, luteranos, ortodoxos, judíos y musulmanes, como ya explicaba Eloy Montero en 1934. Todas las religiones tenían libertad para su ejercicio interno y externo, al igual que plena protección y libertad. Tras la IIª guerra mundial llegó la invasión comunista que acabó en 1989.

(14) SALAS LARRAZÁBAL, Ramón, “Cómo ganó Navarra la Cruz Laureada de San Fernando”, Madrid, 1980, 47 pp. pág. 39.

(15) Hay numerosos documentos en el Archivo de la HCVC. Un artículo de un tal Luís de la Mezcla sobre el grupo escultórico de “La Piedad”, en Rev. “Montejurra”, nº 36 (Abril 1968) pág. 6-7. Otro de Emilio Forner de Asensi sobre “El Cristo de Adsuara” colocado en la basílica de dicho Monumento y hoy venerado en la cripta, en Rev. “Pregón”, nº 41 (otoño 1954). BALEZTENA ABARRATEGUI, Javier, “Monumento a los Muertos de Navarra en la Cruzada Nacional”, Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz (HCVC), 57 pp. Texto inédito en el archivo de la HCVC, fol. 41-50.

(16) Así, matizo la 2ª conclusión del trabajo de ARREGUI GARBIZU José Miguel., “Javierada versus Marcha a Javier. Historia de una polémica”, Pamplona, Rev. “Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra”, nº 71 (I-VI 1998) pág. 7-18. Arregui señala que la primera Javierada de la Hermandad fue en 1940, anteriormente a la primera oficial convocada por el Obispo en 1941. Tiene razón si pensamos que la Javierada de 1939 fue anterior a crearse la Hermandad; ello demostraría que la Hermandad estaba en germen, como lo estaba en el Via Crucis de Montejurra al que, en otro momento ya mencionado, se refiere Zubiaur.

(17) ARRIETA OLLO José (coord.) y otros, Navarra y la Caja en 75 años (1921-1996), Pamplona, CAN, 1996, pág. 113, 319 pp.

(18) BALEZTENA ABARRATEGUI, Javier, “Monumento a los Muertos de Navarra en la Cruzada Nacional”, Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz (HCVC), 57 pp. Texto inédito en el archivo de la HCVC.

(19) Archivo de la HCVC, Libro de Actas, idem. 18-III-1956, fol. 28r-28vº.



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