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Juvénal Habyarimana: Crónica de un magnicidio prescrito

por Paloma Casaseca Muñoz

Claves para descifrar las hipótesis sobre el atentado del 6 de abril de 1994. ¿Fue el atentado contra el presidente Habyarimana causa o consecuencia del genocidio ruandés? ¿Quién quería la paz en 1994? ¿Quién la quiere en 2010?

El 6 de abril de 1994, un Dassault Falcon-50, propiedad del gobierno ruandés, es abatido por dos proyectiles a 600 metros de altura de la pista de aterrizaje de Kigali. El aparato queda envuelto en llamas. A bordo se encuentran, acompañados por 10 tripulantes, el presidente ruandés Juvénal Habyarimana y su homólogo burundés Cyprien Ntaryamira. No hay ningún superviviente.

Horas más tarde, una ola de violencia genocida inunda las calles de todo el país. Comienza así tejerse la historia de una de las mayores catástrofes humanitarias del último siglo, cuya resolución, lamentablemente, dista mucho de acercarse a un pronto final.

La dimensión, alcance y complejidad del genocidio de los tutsis y exterminio de los hutus moderados en Ruanda excede ampliamente las limitaciones de este humilde estudio. No sería honesto prometer un examen que me encuentro lejos de poder aprobar, sería un espejismo inútil. ¿Por qué escribir entonces un artículo más sobre el comienzo de las hostilidades de 1994 en Ruanda? Citando unas palabras del filósofo español José Antonio Marina: “Escribir no es mi manera de enseñar, es mi manera de aprender” [1]. Ante las montañas de datos y referencias escritas por distintos profesionales que tratan de confirmar o rebatir sus hipótesis, echaba en falta un punto de encuentro que permitiese cotejarlas todas al mismo tiempo. Un sólido punto de partida capaz de estimular otras investigaciones de mayor envergadura, pero sobre todo, un resumen que me ayudase a comprender.

No se trata sólo de plantear quién pudo acabar con la vida del presidente ruandés, sino también quién planeó la masacre posterior, que acabó con casi un millón de muertos y más de cuatro millones de refugiados. Ahí reside la importancia de un trabajo de síntesis que permita analizar los conflictos de intereses articulados hoy en día alrededor de las hipótesis sobre el atentado de Juvénal Habyarimana.

Así pues, el trágico suceso posterior exige distraer momentáneamente nuestro juicio moral particular, para que la realidad pueda emerger de manera clara y accesible; que sea la Historia el único rasero que distinga entre víctimas y victimarios.

1. Antecedentes históricos

Para enfrentarse a esta ardua tarea, no sería ocioso establecer al mismo tiempo una narración cronológica que nos ayude a recordar los acontecimientos inmediatamente anteriores y posteriores al atentado. Porque, si en algo no se equivocó Juan Donoso Cortés, fue en declarar que “en lo pasado está la historia del futuro”.

1.1. Dar-es Salaam: hacia el fin de la guerra civil

Durante cuatro largos años, se libró en Ruanda un cruento enfrentamiento bélico entre dos fuerzas: el Frente Patriótico Ruandés (FPR), en su mayoría tutsi, lucha por derrocar al gobierno de Juvénal Habyarimana, que controla el país a través de las Fuerzas Armadas Ruandesas, brazo armado del gobierno, formado en su gran mayoría por Hutus.

En 1990, se produce un supuesto primer intento de ocupación desde Uganda por parte de los refugiados tutsi que forman el FPR. La respuesta de las Fuerzas Armadas Ruandesas provoca el estallido de una guerra civil que, a principios de 1994, había sumido al país en un profundo caos. [2] Después de cuatro años de hostilidades, Ruanda se encuentra al borde del colapso: el poder de Juvénal Habyarimana está muy debilitado y las presiones le exigen reaccionar frente a una crisis que podría alcanzar dimensiones colosales.

A nivel internacional, el Secretario General de las Naciones Unidas, Boutros Boutros-Ghali, amenaza con poner fin a la Minuar (Misión de las Naciones Unidas de Asistencia a Ruanda), cuyo coste alcanza los 750.000 dólares diarios. [3] Además, el Banco Mundial ha retirado las ayudas que el gobierno necesita con urgencia para impulsar la reconstrucción del país. En el interior, también se suceden las manifestaciones de protesta. Por una parte, los partidarios del régimen hutu critican el proceso de paz puesto en marcha por el presidente, a quien acusan de colaborar con el FPR para entregarles el poder. Por otra, aquellos que consideran que el gobierno de Habyarimana no hace lo suficiente para conseguir una paz estable y duradera en el país. Los altercados comienzan a afectar a los países colindantes (olas masivas de refugiados, inestabilidad política, etc.), situando al régimen ruandés en una posición de extrema delicadeza.

Conocido por su faceta diplomática y pacificadora, el presidente de Tanzania, Ali Hassan Mwinyi, convoca una cumbre regional para colaborar en la búsqueda de una solución al conflicto de Ruanda. En abril de 1994, se celebra en Dar es-Salaam una reunión de los jefes de Estado de los principales países implicados. Además del presidente de Ruanda Juvénal Habyarimana, acuden: el Secretario General de la Organización para la Unidad Africana Salim Ahmed, el presidente de Burundi Cyprien Ntaryamira, el de Uganda Yoweri Museveni y el vice presidente de Kenya Georges Saitoti. [4]

Todos reconocen la importancia de ratificar los Pactos de Arusha como única vía para pacificar el país, en el que se libra una guerra civil desde 1990. Firmados por representantes del gobierno de Juvénal Habyarimana y delegados del FPR el 4 de agosto de 1993 en Tanzania, este tratado de paz establecía principalmente:

1. La elaboración de un gobierno de transición que incluyera a ministros del FPR.

2. La creación de una comisión para supervisar el retorno de los refugiados y su posterior protección.

3 .La convocatoria de elecciones parlamentarias en 1995.

4. La reorganización de las Fuerzas Armadas para incluir en sus tropas y altos mandos a miembros del FPR.

El 6 de abril de 1994, Habyarimana impulsa definitivamente las disposiciones establecidas en los Pactos de Arusha, aceptando la lista de un gobierno de transición que guiase los pasos de Ruanda hacia una paz estable y duradera.

Antes de que la noticia sea difundida por la radio, la decisión ha traspasado fronteras, convulsionando al país entero: los miembros más radicales de su partido consideran como una traición el compartir el poder con sus peores enemigos, militantes del FPR.

El presidente sabe que nunca aceptarán el nuevo régimen formado por líderes de ambos cuerpos y que su situación es, por lo tanto, inestable e insegura. Intentando esquivar las tensiones y proteger su posición, decide abandonar la cumbre antes de que ésta termine. Dos días antes de lo previsto, el Falcon-50 del presidente se dispone a regresar a Ruanda. A bordo del mismo se encuentra una tripulación formada por 12 personas, entre las cuales: [5]
-por la delegación ruandesa, el presidente Juvénal Habyarimana, el General Mayor Deogratias Nsabimara, el embajador Juvénal Renazo, el Coronel Elie Sagatwa, el doctor Emmanuel Akingeneye y el Mayor Thadee Bagaragaza.
-por la delegación burundesa, el presidente Cyprien Ntaryamira, el secretario Bernard Ciza y el ministro Cyariaque Simbizi.
-por la tripulación francesa, el Coronel Jean-Pierre Minaberry, el Mayor Jack Heraud y el Sargento Mayor Jean Marie Perrine.

1.2. Kigali: atentado contra el Falcon-50 presidencial

A las 20:00h del 6 de abril de 1994, cuando el Falcon se aproxima a la capital ruandesa, a 600 metros de altura de la pista de aterrizaje del aeropuerto, un misil alcanza al aparato. Poco después, otro misil lo envuelve en llamas. No hay ningún superviviente.

Antes incluso de que la Radio des Milles Collines se haga eco del suceso, la población ya ha empezado a movilizarse. [6] Estalla entonces una ola de violencia genocida que se agotará 100 días después dejando casi un millón de muertos y cuatro millones de refugiados.

Irónicamente, el avión en llamas se desploma en el jardín de la mansión del presidente y minutos después, la guardia presidencial se desplaza al lugar donde arden los restos en compañía de un cuerpo cooperantes militares franceses. Bajo las órdenes del coronel Grégoire de Saint-Quentin, se recuperarán los cuerpos de las víctimas. Sin embargo, ni la caja negra ni los registradores de parámetros de vuelo, que habrían permitido resolver el caso de la autoría de manera tajante, serán encontrados por la expedición franco-ruandesa.

Mientras, el coronel Théodore Bagosora reúne un comité militar que constituirá días más tarde en los locales de la embajada francesa en Kigali, un gobierno interino formado por extremistas hutus. [7] Figuran personalidades como Théodore Sindikwabo, nombrado presidente, o Jean Kambanda, pero nunca llegarán a gobernar porque, excepto Francia, ningún otro país reconocerá su legitimidad.

El resto de la historia es conocido: el genocidio de los tutsis y exterminio de los hutus moderados en Ruanda representa la mayor catástrofe humanitaria después de los crímenes cometidos por los khemeres rojos en Camboya. [8]

Investigación sobre la autoría del atentando: claves e hipótesis

2.1. Elementos fundamentales

2.1.1. El arma: origen y procedencia de los misiles

Dos disparos abatieron el avión del presidente ruandés, lo que revela que podría ser obra de auténticos profesionales pues se trata de una refinada técnica militar. Esta estrategia es especialmente efectiva cuando se trata de abatir aviones provistos de dispositivos de protección anti-misiles. Una vez que localizan el inminente ataque de un misil, estos se activan para proteger el aparato. Si un segundo proyectil es enviado casi simultáneamente, el sistema es incapaz de interceptarlo.

Gracias a los restos encontrados podemos saber que ambos proyectiles eran misiles portátiles de superficie tierra-aire (SAM) de la serie Strela. Sobre el origen de los mismos, todos los datos apuntan a que se trataba de misiles soviéticos recuperados del stock de la armada iraquí en la Guerra del Golfo. [9]

Las autoridades galas, actualmente en posesión de las pruebas, creen que podría más bien tratarse de misiles de origen americano, aunque no se han presentado evidencias. Sostienen además, que los restos no pueden ser considerados como prueba, puesto que los números de serie habrían sido parcialmente borrados.

No es esto lo que defiende el investigador belga Filip Reyntjens, quien afirma estar en posesión de los números de serie completos gracias a varias fuentes concordantes: los servicios secretos belgas, los servicios ingleses y líderes hutus exiliados. Según él, los misiles habrían sido comprados en Francia, enviados a la embajada de Zaire en Ostende (Bruselas), donde habrían permanecido ocultos hasta su traslado a Kivu (Zaire) en un avión de la compañía Scibe Airlift acompañados por el hijo del presidente Mobutu Sese Seko [10].

Sobre el lugar desde el que fueron lanzados, los expertos coinciden unánimemente en que los misiles se dispararon desde “Masaka”, una colina situada cerca del aeropuerto internacional de Kigali. En esas fechas, la zona se encontraría tomada por las Fuerzas Armadas ruandesas, quienes habrían instalado incluso un campo de entrenamiento para sus milicianos interahamwe. [11]

2.1.2. El testigo: verdades y mentiras sobre la caja negra

El avión presidencial en el que viajaban las 12 víctimas del atentado, era un regalo de Francia al gobierno ruandés. A través de una ayuda presupuestaria de 10 millones de euros, de los que una parte desaparece en comisiones, la Satif (sociedad prestataria de servicios) suministra a Ruanda un Falcon-50 de Dassault para el presidente Habyarimana. [12]

Tras el atentado, la expedición franco-ruandesa que acude al lugar de los hechos para intentar encontrar alguna prueba que permita resolver la autoría, no encuentra ni los registradores de parámetros de vuelo ni la caja negra. Sobre esta última han aparecido numerosas cuestiones contradictorias. El agitado debate entre los expertos ha provocado una polémica reveladora.

Por un lado, dos representantes de Dassault aseguran que el avión no contaba con ninguna caja negra. [13] Por otro, el general francés Rannou confirma, a través de una carta con fecha del 15 de junio de 1998, que el avión disponía oficialmente de dos cajas negras corrientes: un registrador de conversaciones de la tripulación y un registrador de los parámetros de vuelo. [14]

Personalmente considero improbable que un aparato destinado al jefe de Estado de un país en guerra no incorporase necesariamente este equipamiento básico. No se ha conseguido localizar hasta el momento, pero varios han sido los intentos de manipulación en cuanto a qué podría haber sucedido con la caja negra del Falcón-50.

Primero, el 28 de junio de 1994, Paul Barril, ex-oficial de la Gendarmería Nacional francesa, anuncia estar en posesión de la caja negra que no pudo encontrar la expedición el día del atentado. La mayoría de los medios de comunicación se hicieron eco de esta gran noticia: la Verdad estaba a punto de desvelarse. Días más tarde se demostró que la supuesta caja negra de Barril era falsa y todo quedó en un burdo intento de manipulación. [15] Más adelante, otro militar afirmó haber recibido en su despacho, días después del atentado, la caja negra del avión. El general canadiense Roméo Dallaire, jefe de los cascos azules belgas en Kigali, confesó el hecho y aseguró que había enviado la caja inmediatamente a la sede de la ONU en Nueva York. Nadie escuchó su testimonio y el rastro se perdió hasta años más tarde.

El 10 de marzo de 2004, con motivo del décimo aniversario del genocidio, el prestigioso diario francés Le Monde se hizo eco de una noticia que prometía dar un vuelco a la investigación: el descubrimiento casual de la famosa caja negra en el fondo de un armario de los despachos de la ONU, en Nueva York. Desde las Naciones Unidas explican que se trataba de la “caja negra” que habría sido encontrada por una comisión de investigación en el lugar del atentado, el 27 de mayo de 1994.

Que sea Roméo Dallaire quien la recibiera y enviara o la comisión la que la encontrara no tiene mayor relevancia, ya que días después se volvió a confirmar que la noticia era falsa: la caja negra correspondía en realidad a un Concorde 209. [16] La noticia quedaba de nuevo desmentida y la cuestión volvió a su punto de partida.

El aparato podría no haber sido dotado del equipamiento o, en caso de haber contado con él (lo más probable ya que se trata de un equipamiento común y corriente), alguien podría haberlo hecho desaparecer intencionadamente después del atentado. En cualquier caso, no se dispone de evidencias suficientes que aclaren la cuestión, por lo que las manipulaciones que se han intentado llevar a cabo no sirven sino para ensombrecer aún más el avance de la investigación.

2.1.3. El culpable: autoría del atentado

Tras un primer análisis, podemos concluir que ni tanto el FPR como las Fuerzas Armadas Ruandesas, disponían de una logística tan avanzada ni el conocimiento necesario para utilizarla correctamente. El origen de los misiles y la estrategia de disparo insinúan más bien que una nación extranjera participó en el atentado. Lo complicado es averiguar las fases en las que asistió (planteamiento, preparación, desarrollo o encubrimiento) y si lo hizo de manera pasiva o activa.

Con respecto a la nacionalidad concreta de los individuos, no existe sin embargo ninguna prueba fiable. Sólo la investigadora belga Colette Bracekman se atreve a recoger varios testimonios en los que algunos testigos oculares aseguran que, el mismo día del atentado, algunos jeeps de la Armada Ruandesa, armados con ametralladoras cuádruples y acompañados de un camión, se instalaron a 200 metros del lugar exacto desde el que se dispararon los misiles. En especial, se hace eco de la declaración de uno de ellos que describe a los individuos como soldados de color, vestidos con el uniforme de la armada ruandesa y la boina militar con la visera inclinada hacia la izquierda. Este detalle podría resultar el más significativo, ya que es una costumbre exclusivamente francesa heredada por los ruandeses a los que formaron durante el desarrollo de la guerra. [17]

Incluso pasando por alto los datos recogidos hasta el momento y suponiendo que alguien se hubiera hecho pasar por miembro de las Fuerzas Armadas, existe un elemento fundamental que no puede ser ignorado: Masaka, la colina desde la que se lanzaron los misiles, estaba ocupada por las fuerzas gubernamentales, y la teoría del investigador belga Filip Reyntjens parece aguantar bien el paso del tiempo.

2.1.4. El móvil: líneas principales de investigación

Después de explicar detalladamente los hechos tal y como se conocen hasta ahora, sólo podemos concluir que no hay evidencias suficientes para esclarecer con rotundidad la cuestión sobre la autoría del atentado que acabó con la vida del 12 personas el 6 de abril de 1994.

Sin embargo, un análisis más profundo del contexto podría insinuar alguna pista más contundente sobre el por qué del mismo. El estudio de los intereses implicados podría acercarnos a la clave de la cuestión. En relación a este aspecto se consideran dos hipótesis principales, alrededor de las cuales se articulan el resto de las teorías planteadas hasta el momento y que examinaremos a continuación con mayor detenimiento.

Primero encontramos a aquellos que señalan el accidente como desencadenante del genocidio. Estos afirman que, en caso de no haberse producido el magnicidio, la comunidad hutu no habría organizado lo que califican de revancha contra los tutsi. Los que han defendido hasta el momento esta idea han sido principalmente el Hutu Power y Francia (a través del polémico Informe Bruguière), acusando en un primer momento a Bélgica y al FPR después.

Otros investigadores, sin embargo, consideran el asesinato del presidente como una señal: el aviso de salida de un plan concreto elaborado con antelación para justificar el exterminio de una parte de la población. Esta hipótesis cuenta con el apoyo de numerosos expertos, como el premiado periodista francés Patrick de Saint-Exupéry o la historiadora belga Colette Braeckman, quienes acusan a Francia de haber tomado partido directo en el conflicto ruandés. El informe Mutsinzi, publicado hace algunos meses por expertos británicos ratificaría esta idea, dirigiendo las acusaciones hacia antiguos miembros del Hutu Power.

Se trata pues analizar el contexto en el que se han desarrollado estas acusaciones concretas. Un estudio crítico que examine cada teoría desde el mismo punto de partida, así como los intereses implicados en que prospere cada una de ellas, el momento histórico en que salieron a luz y el estado actual de la cuestión. Es indispensable relacionar múltiples aspectos que nos permitan configurar una visión objetiva de los acontecimientos para extraer conclusiones propias y evitar manipulaciones futuras.

2.2. Análisis Hipótesis

2.2.1. Bélgica: la retirada de las fuerzas extranjeras

Minutos después de escuchar en la radio el atentado contra el presidente, uno de los familiares del contingente que viajaba en el avión llamó inmediatamente a la embajada de Francia, donde le comunicaron que los belgas habían “disparado el avión”.

Al día siguiente, se constituye un Comité de crisis de la comunidad ruandesa en Bélgica para aclarar la presunta implicación de los cascos azules belgas. Esa misma mañana del 7 de abril de 1994, el comité liderado por Papias Ngaboyamahina confirma la versión anunciando que “según fuentes militares [...] los misiles que abatieron el avión presidencial fueron lanzados desde el lugar ocupado por los militares belgas de la Minuar”. [18]

Concebida en un primer momento por las autoridades francesas, sostenida por el comité ruandés, repetida sin cesar por las autoridades ruandesas y difundida por la RTLMC, la responsabilidad de los belgas es la única manera de presentar al FPR como culpable ante la población ruandesa. Se sostiene así que Bélgica habría llevado a cabo el atentado con el fin de provocar un golpe de Estado en favor del FPR que les permitiría seguir controlando el país de manera indirecta.

Ningún informe oficial ha conseguido confirmar esta hipótesis que cuenta además con ciertos detalles que podrían resultar confusos y contradictorios.

En un primer lugar, la acusación del comité sobre el lugar desde el que se lanzaron los misiles es una distorsión de los hechos reales: los misiles fueron lanzados desde Masaka, una colina controlada por las Fuerzas Armadas ruandesas. Si bien es cierto que los cascos azules belgas disfrutaban de libre circulación por encontrarse en misión de paz y podían acceder al lugar indicado, también lo es que desde el 4 de abril se les negó el acceso a la Torre de Control de aeropuerto de Kigali. [20]

Además, la imparcialidad del líder del comité es por lo menos cuestionable. Papias Ngaboyamahina es el accionista mayoritario de la principal estación de radio ruandesa, la Radio Television Libre des Milles Collines (RTLMC), cuyo papel en el en el genocidio ha sido objeto de múltiples estudios que señalaban su implicación en la masacre de los tutsi y hutu moderados. [21] Así, cualquier mensaje emitido por la RTLMC o defendido por sus accionistas debería ser examinado con cierta cautela y precaución.

Por último, cabe subrayar el asesinato de diez cascos azules belgas, el 10 de abril, como trágica consecuencia de esta falsa acusación. La guardia presidencial provocó con este incidente la retirada de las fuerzas de cooperación extranjeras.

Tras la reunión de Dar es-Salaam en la que el presidente Habyarimana había confirmado la lista de un gobierno de transición que compartiese el poder con el FPR, la presencia de las fuerzas extranjeras, en especial la Minuar, era esencial, ya que su misión era asegurarse del cumplimiento de los Pactos de Arusha, y vigilar el mantenimiento de la paz. Queda entonces preguntarse al respecto:

¿Quién se beneficiaría de los Pactos de Arusha? ¿Quién no?

¿Qué supondría el fin de la guerra? ¿Quién quería la paz?

¿Quién necesita el apoyo de la Minuar? ¿A quién le estorban los testigos?

2.2.2. Frente Patriótico Ruandés: cara y cruz de una misma acusación

En el año 2000, el periodista francés Karl Zéro se hace eco, en el periódico Le Vrai Papier Journal, de la publicación en un diario canadiense sobre un informe secreto de un investigador de la ONU. Este recogía el testimonio de varios tránsfugas del FPR que acusaban a Paul Kagame, actual presidente de Ruanda, de ser el auténtico promotor del atentado de Habyarimana.

2.2.2.1. Francia: El informe Bruguière

La revelación del periodista francés pone en marcha una investigación que durará 6 años, dirigida por el Primer Vicepresidente del Tribunal de gran instancia de París, Jean-Louis Bruguière, encargado de la coordinación antiterrorista. La fiscalía parisina recoge los testimonios de casi 600 personas y emite, el 17 de noviembre de 2006, 10 órdenes de busca y captura contra el presidente ruandés Paul Kagame y otros 9 colaboradores por su implicación en el atentado de 1994. El juez Bruguière concluye además que, en caso de no haberse producido el magnicidio, la comunidad hutu no habría organizado una revancha contra los tutsi.

El contenido del dossier es estrictamente privado pero sus acusaciones contra el gobierno ruandés han suscitado un interés notable entre la comunidad de expertos internacionales.

Por un lado, numerosos investigadores como el periodista francés Patrick de Saint Éxupéry, el activista Michel Sitbon o la historiadora belga Colette Braeckman, califican las conclusiones del informe como fantasiosas y sesgadas. Esta última publicaba un artículo en el diario Le Soir, el 6 de abril de 2008, en el que invoca varios elementos significativos que justificarían la inconsistencia del dossier. La periodista señala, entre otros aspectos, que varios testigos principales se retractaron de sus declaraciones a última hora y otros denunciaron las condiciones en las que estas habían sido recogidas, dando lugar a la distorsión de sus testimonios para manipular los hechos. Apunta a Fabien Singaye, intérprete y traductor ruandés que asistió al juez Bruguière y a sus investigadores, como promotor de dicha manipulación. La traducción podría estar distorsionada hasta el punto de que testigos como Emmanuel Ruzindana han declarado posteriormente “no haber reconocido en nada las palabras que supuestamente habían pronunciado realmente”.

El sospechoso traductor Fabien Singaye, es el yerno de Félicien Kabuga, acusado de ser uno de los financieros del genocidio de los tutsi. Esto no debe constituir en sí mismo una acusación de parcialidad, no obstante, teniendo en cuenta las denuncias de testigos como Emmanuel Ruzindana, le coloca en una situación bastante comprometida.

Por otra parte, múltiples personalidades de la escena política francesa, como Bernard Debré, diputado de Unión pour un Mouvement Populaire -UMP- y miembro del Comité Consultor Nacional de Ética -CCNE-, Alain Juppé, ex Primer ministro, Édouard Balladur, ex Primer ministro, antecesor de Juppé, François Léotard, ex ministro de Cultura, y el General Quesnot, Jefe de Estado Mayor Particular de Mittérand, han sostenido esta versión ante los medios de comunicación.

Estarían insinuando entonces que Paul Kagame y sus colaboradores habrían sacrificado la vida de más de 800.000 tutsis para hacerse el con el poder de Ruanda.

Efectivamente, Paul Kagame ha antepuesto sus intereses políticos y económicos a los del resto de la población desde que forzase la dimisión de Pasteur Bizimungu, obligándole a abandonar su cargo como presidente en 2003. Tras la celebración de unas polémicas elecciones, Kagame se convirtió ese mismo año en el primer presidente elegido ‘democráticamente’ desde que Ruanda consiguiese su independencia en 1962. Las siguientes elecciones parlamentarias, celebradas en 2008, fueron objeto de numerosas investigaciones en las que observadores internacionales independientes denunciaron manipulaciones por parte del gobierno de Kagame. Sin embargo, este volvió a proclamarse vencedor y ocultó los informes que señalaban la falta de oposición e incontables irregularidades durante el proceso electoral. Desde entonces varias organizaciones internacionales han tratado de denunciar al régimen de Paul Kagame por atentar contra los Derechos Humanos de una parte de la población, sometiéndola a persecuciones, desapariciones forzadas y torturas.

Son los hechos. No obstante, sigo convencida de que utilizarlos como argumento para arrojar una acusación tan grave como la de haber provocado conscientemente una de las mayores catástrofes humanitarias de la historia, podría correr el riesgo de instalarse en el sentimentalismo y convertirse en demagogia, enturbiando así la realidad de los acontecimientos.

2.2.2.2. España: la ONU vs. Inshuti y l’Olivar

La ONG catalana Inshuti y la mallorquina l’Olivar viene denunciando desde hace años (tantos como cuenta el gobierno de Kagame) diversas irregularidades que dificultan una profunda reconciliación entre ambas tribus: el empeño por restituir la dignidad de las víctimas y ajusticiar a todos culpables sólo está sirviendo para hacer supurar las llagas. En 2008, Joan Casòliva y Joan Carrero, representantes de ambas fundaciones, presentaron una querella en el juzgado central de instrucción número 4 de la Audiencia Nacional contra 40 dirigentes de Ruanda. El juez Fernando Andreu, experto en Derecho Internacional Humanitario, es el encargado de tramitar esta querella contra varias personalidades políticas ruandesas por crímenes contra la humanidad e implicación directa en el atentado de Juvénal Habyarimana en 1994. Entre los acusados se encuentra el propio Paul Kagame, quien no ha podido ser procesado porque goza de inmunidad al ser jefe de Estado. Otros 5 de los acusados son militares que participan actualmente en misiones de la ONU, principalmente en Darfur.

Por el momento, la ONU se encuentra estudiando el informe y no se puede extraer ninguna conclusión oficial. Aun así, cabe destacar que inmediatamente después de la admisión a trámite de la querella, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas acusó a ambas ONG (L’Olivar e Inshuti) de haber desviado dinero procedente de subvenciones públicas para financiar una de las milicias radicales hutu que lucha desde hace años en la frontera entre el Congo y Ruanda. 

El comité de investigación de la ONU basa sus acusaciones en llamadas telefónicas y e-mails. Los acusados, Joan Casòliva y Joan Carrero, han negado los cargos, estimando que las pruebas aportadas son ridículas e insuficientes. A su vez, acusan a la ONU de tomar represalias contra ellos por haber interpuesto la querella en la Audiencia Nacional, para intentar desacreditar su discurso contra el gobierno Paul Kagame en Ruanda.

Finalmente, parecería ilógico que el FPR llevase a cabo el atentado contra el Falcon-50. No obstante, las numerosas investigaciones abiertas contra Paul Kagame invitan a concentrarse en las posibilidades de que una facción más radical del FPR sí hubiese participado activamente en el mismo.

2.2.3. Francia: El informe Mucyo y el caso Etienne

Tras las acusaciones vertidas por la fiscalía parisina (Informe Bruguière) contra Paul Kagame y sus colaboradores como promotores del atentado de Habyarimana, el gobierno ruandés tomó medidas drásticas. En abril de 2006, rompió las relaciones diplomáticas con el país galo y expulsó al embajador. A la vez, solicitó su ingreso en la Commonwealth y estableció la comisión Mucyo para investigar sobre el rol de Francia antes, durante y después del genocidio en Ruanda.

Tras dos años de intensas investigaciones, la Mucyo hizo pública en 2008 una acusación contra Francia por participación activa en el genocidio. Era la primera vez que se consideraba la posibilidad de perseguir judicialmente a los 30 acusados: antiguos dirigentes políticos y responsables militares galos entre los que se encuentran François Mittérand, entonces presidente de la República Francesa, Dominique de Villepin, jefe de gabinete presidencial y Alain Juppé, entonces ministro de Asuntos Exteriores. El Ministerio de Defensa francés emitió un comunicado negando la imparcialidad y legitimidad de la investigación ruandesa y tachó de inaceptables sus acusaciones. Sin embargo, actualiza una hipótesis casi olvidada sobre la responsabilidad gala en el magnicidio de 1994, según la cual, Francia habría sido la responsable del atentado que acabó con la vida del presidente ruandés.

En Junio de 1994, Colette Braeckman habría recibido en la redacción de Le Soir, en Bruselas, una nota manuscrita que revelaba el misterio. Firmada por un jefe de milicia de Kigali, el documento explicaba cómo dos soldados franceses del DAMI (Destacamento de Asistencia Militar a la Instrucción) habían sido los responsables de disparar los misiles que abatieron el Falcon-50. El único nombre citado es el de Etienne, presunto sargento del DAMI e instructor de tiro en Ruanda [20]. A pesar de la gravedad de la acusación, parece existir una espiral de silencio alrededor de hipótesis sostenida desde entonces por varios investigadores. Los soldados del DAMI nunca han sido llamados a declarar, ni siquiera aquellos que responden a las características de Etienne. Según escribió el difunto entomólogo francés Jean-Paul Gouteux, el comportamiento de las autoridades francesas al respecto es “más que una simple indicación [...] casi una confesión” [22].

Sin entrar a examinar el papel de la nación gala en el genocidio, cuestión que podría haber objeto de infinitas páginas, resultaría más que conveniente hacer una pequeña reflexión sobre los intereses franceses en ese momento exacto.

La consecuencia directa del atentando era el descalabro de los Pactos de Arusha, por lo que el único interés que podría tener Francia para acabar con la vida del aliado oficial de Mittérand, Juvénal Habyarimana, era precisamente impedir su cumplimiento. A la luz de los datos aportados sobre la estrecha vinculación entre las autoridades francesas y el Hutu Power, [23] estas hubieran perdido el control sobre Ruanda si el gobierno hubiera accedido a compartir el poder con el FPR.

Además, en caso de no conseguirlo, eliminar a Juvénal Habyarimana representaría sin duda la manera más rápida y sencilla de ocultar la participación de Francia en el posterior genocidio de los tutsi.

De cualquier manera, esta reflexión se diluye entre cientos de conjeturas sobre el rol desempeñado por Francia, que mantiene divididos a los investigadores. Un debate que hasta el momento no se ha resuelto de manera oficial y contundente, aunque mantiene en vela a muchos de los actuales ocupantes del Elíseo.

2.2.4. Hutu Power : El informe Mutsinzi

El 15 de Enero de 2009, la Comisión Mutsinzi ha hecho público un informe que pretende resolver la autoría del atentado contra el presidente ruandés Juvénal Habyarimana. Un juez de la Corte Suprema de Ruanda ha sido el encargado de presidir un comité independiente de especialistas en defensa de la Universidad de Cranfield de Reino Unido. Tras dos años de investigación y más de 500 testimonios recogidos, la comisión señala al Hutu Power como responsable del atentado.

Las conclusiones sostienen que los miembros más radicales del partido del presidente Habyarimana no habrían aceptado la lista del gobierno de transición elaborada en la conferencia de Dar-es Salaam. Habrían planeado entonces un golpe de Estado para conservar el poder y justificar así el exterminio de una parte de la población, a la que habrían acusado de su propio crimen.

El informe Mutsinzi aparece como la pieza clave del puzle sin resolver. Todos los medios de comunicación se han hecho estas últimas semanas de lo que parece ser el informe definitivo: además de limpiar la imagen del gobierno ruandés, desmonta las teoría del juez francés Jean-Louis Bruguière, y la del español Fernando Andreu, permitiendo pasar la página de este espinado asunto. Del mismo modo que otros informes se han debilitado con el paso del tiempo, es demasiado temprano para conferir a este un valor especial. Por el contrario, el momento clave que vive el país africano en el momento de su difusión, enturbian su pretendida ecuanimidad. En el momento de divulgar el informe, Ruanda se encuentra (o debería) en el punto de mira de toda la comunidad internacional por tres motivos fundamentales:

1. Ingreso en la Commonwealth

Ruanda ingresa finalmente en la Commonwealth el 29 de noviembre de 2009, después de haber solicitado el ingreso en 2006, tras la ruptura de relaciones diplomáticas con Francia. Desde entonces, y como ya ocurría en otro países limítrofes, el inglés ha pasado a ser la lengua extranjera enseñada oficialmente en las escuelas, aproximando a pasos forzados la cultura anglosajona y la ruandesa y marginando la francesa.

2. Restablecimiento de relaciones diplomáticas con Francia

Un día más tarde, el 30 de noviembre de 2009, Francia y Ruanda anuncian el restablecimiento de sus relaciones diplomáticas. Después de tres años de enfrentamiento, ambos países retoman la vía diplomática. Esta reconciliación parecía una gran noticia. Ciertamente lo es: cualquier acuerdo que signifique un avance en la búsqueda de resolución pacífica constituye en este sentido una victoria. Ahora bien, la ingenuidad no debe traicionarnos. Conociendo los antecedentes históricos, deberíamos moderar nuestro entusiasmo e intentar examinar qué interés común podría haber hecho olvidar a ambos países las acusaciones criminales cruzadas hasta el momento justo tras el ingreso de Ruanda en la Mancomunidad de Naciones.

El ministro francés de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, ha declarado recientemente que ambos sucesos son completamente casuales. Sin embargo, el súbito interés de Francia por normalizar las relaciones con el gobierno de Kagame aparece como solución satisfactoria a la creciente preocupación francesa frente a la expansión extranjera de la cultura anglosajona en el país africano. Francia podría haber recapacitado sobre su postura frente al gobierno actual de Ruanda, al que en 2006 acusaba por crímenes contra la humanidad, y olvidar el lamentable capítulo de la comisión Mucyo que señaló a 30 antiguos dirigentes políticos y responsables militares por participación activa en el genocidio de los tutsis en 1994 para apostar por una nueva alianza.

El caso de Agathe Habyarimana ilustra perfectamente la cuestión sobre cómo determinados asuntos parecen resolverse en un momento clave de la reconciliación entre ambos países, enterrando no sólo antiguos rencores, sino viejos testigos de lo que un día se llamó Asuntos Africanos.

El 9 de abril de 1994, la recién estrenada viuda del presidente ruandés, Agathe Habyarimana, es trasladada a París en un avión privado. Tres días después del atentado contra el avión presidencial en el que murieron 12 personas, cuando ningún residente extranjero ha sido expatriado aún, un avión de nacionalidad francesa recoge a Agathe y a su entorno más cercano para ponerlos a salvo en París [ver nota a pie de página núm. 3]. A su llegada a la capital, la viuda recibe un simbólico ramo de flores, un pequeño apartamento y 200.000 francos en concepto de dietas. [24] Casi 16 años después, el 2 de marzo de 2010, Agathe Habyarimana es detenida en París acusada de haber participado en el genocidio de los tutsis en 1994. Las autoridades ruandesas habían emitido un año antes una orden internacional de arresto contra ella, instando a Francia a perseguirla como sospechosa de haber cometido crímenes contra la humanidad.

Agathe Habyarimana fue, es y será siempre la ex-líder de una mafia que controlaba el país de las mil colinas, el clan Akazu. ¿Por qué abandona justo ahora el asiento de huésped para ocupar el de rea?

3. Elecciones presidenciales en agosto de 2010

El próximo mes de agosto se celebran elecciones en Ruanda, cuya convocatoria es especialmente delicada para el actual presidente Paul Kagame. Después de permanecer exiliados durante años, las Fuerzas Democráticas Unificadas (FDU) han regresado al país para configurarse como una alternativa pacífica al régimen segregacionista de Kagame. Liderado por Victoire Ingabire Umuhoza, el partido quiere presentar un ambicioso proyecto de reconciliación con el que pretende concurrir legalmente a las elecciones presidenciales.

La multitud de adhesiones con las que cuenta su discurso podría terminar con la derrota de Kagame en las urnas, por lo que el presidente ruandés ya ha anunciado que utilizará la fuerza de las instituciones para intentar impedir que el FDU presente formalmente su candidatura. [25]

Las elecciones celebradas en 2008 ya pusieron de manifiesto que Paul Kagame está dispuesto a utilizar todos los recursos a su alcance para mantenerse en el poder. [26] Europa Press ha informado, hasta el momento, que varios miembros han sido detenidos y la candidata presidencial del mismo ha sido víctima de un intento de agresión y del robo de sus documentos.

Varias fundaciones internacionales como Amnistía Internacional o la Federación de Comités de Solidaridad con África Negra denuncian la violación sistemática de los Derechos Humanos en Ruanda, situando al régimen de Paul Kagame en el centro de una importante presión mediática internacional. [27]

Así, Kagame podría haber optado por la vía pacífica para asegurarse el apoyo de unos aliados internacionales capaces de mantenerle en el poder ante la celebración de las próximas elecciones presidenciales en agosto de 2010.

Primero, restableciendo las relaciones diplomáticas con Francia, obliga al país galo a cerrar las causas abiertas contra el régimen, así como la orden de busca y captura emitida contra el propio presidente ruandés en 2006. Después, el ingreso en la Commonwealth le proporciona un lavado de cara perfectamente pulido tras la confirmación, por parte de la Mancomunidad, del envío de un grupo de observadores internacionales que supuestamente evitarán posibles irregularidades durante el proceso electoral del próximo agosto. La Unión Europea ya ha confirmado su intención de no enviar observadores internacionales independientes que supervisen las próximas elecciones. Por último, la publicación del informe Mutsinzi desmontaría todas las hipótesis que le señalan como promotor del atentando del presidente Habyarimana el 6 de abril de 1994.

Paul Kagame parece haber conseguido presentarse como el conciliador ideal que se merece Ruanda: ha resuelto las viejas rencillas con Francia, anulando la única oposición frontal contra su régimen, ha lavado su imagen gracias a la presentación de un informe británico que le exime de toda responsabilidad y ha tranquilizado a la comunidad internacional asegurando que un grupo de observadores británicos vigilará la transparencia de la próxima convocatoria electoral en la que, apuesto, saldrá vencedor.

Conclusión

El atentado contra el presidente ruandés Juvénal Habyarimana y sus 11 acompañantes, el 6 de abril de 1994, está considerado como el detonante de una de las mayores tragedias de la historia de la humanidad. Probablemente, sus autores se convirtieron en promotores del exterminio de 800.000 personas y la expulsión de casi 4 millones de refugiados.

Cientos de páginas se han escrito sobre ellos, intentando esclarecer las pistas sobre su nacionalidad, su responsabilidad y su intención. Durante años, periodistas e historiadores han tratado de desentrañar el misterio. ¿Quién mató al presidente Habyarimana? Ninguna de las hipótesis planteadas hasta el momento ha sido defendida con absoluta rotundidad: teorías titubeantes, ambiguas y confusas, intoxicadas por los prejuicios. Prejuicios nuestros hacia los ruandeses, prejuicios de los ruandeses hacia nosotros y prejuicios de unos ruandeses hacia otros ruandeses.

Cuando parecía inevitable inclinarse hacia un determinado punto de vista, es más, cuando parecía que no hacerlo podría constituir en sí mismo una negación del principio de justicia para con las víctimas, se revela la farsa sobre quiénes son éstas. ¿Acaso no lo son todos?

A mi modo de ver, el magnicidio prescribió hace tiempo y con él la falta. La interrogante que pesa sobre su responsabilidad es un delito mayor que aún no ha caducado. Quince años después es hora abandonar la contumacia en el error, ofuscándonos en abordar el caso empezando por el final, como si tratásemos de construir una casa por el tejado. En lugar de intentar resolver la autoría, deberíamos de profundizar en la causa y el modo de llevarlo a cabo. Se trata de apostar por una nueva perspectiva desde la que se estudie cada una de las conjeturas planteadas hasta el momento con idéntica capacidad de asombro y grado de ingenuidad. Por dignidad. Por compasión. Por respeto.

Después de leer estas líneas, probablemente alguien se sentirá defraudado: no sólo no he conseguido resolver las dudas que tenía antes, sino que estas pueden haberse multiplicado. Esa es la mayor recompensa, una brecha en nuestra conciencia. Lo lamento, pero es lo único que puedo y debo ofrecer: infinitos interrogantes que, algún día, terminarán por resolverse. O no.

¿Quién se hubiera beneficiado del cumplimiento de los Pactos de Arusha? ¿Quién no?

¿Fue el atentado contra el presidente Habyarimana causa o consecuencia del genocidio?

¿Quién quería la paz en 1994? ¿Quién la quiere en 2010?

¿Es el informe Mutsinzi causa o consecuencia del ingreso de Ruanda en la Commonwealth? ¿Y del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Francia?

¿Quién se beneficiaría de la victoria de Kagame en la próxima convocatoria electoral? ¿Quién no?

¿Quién quería la paz en 1994? ¿Quién la quiere en 2010?

·- ·-· -······-·
Paloma Casaseca Muñoz

Notas al pie

[1] J. A. Marina: La pasión del poder. Teoría y práctica de la dominación. Barcelona, Anagrama, 2008, p. 9.

[2] Conviene conocer los detalles sobre la guerra civil ruandesa, tema que he tratado de manera más extensa en un breve artículo titulado: “Guerra Civil Ruandesa (1990-1994), Otra visión sobre el origen del conflicto bélico nacional.” Disponible en Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=102022&titular=otra-visi%F3n-sobre-el-origen-del-conflicto-b%E9lico-nacional-.

[3] C. Braeckman: RWANDA, Histoire d’un génocide. París, Fayard, 1994, p. 169.

[4] El presidente de Zaire, Mobutu Sese Seko, anuncia su ausencia en el último momento. El jefe de Seguridad de su gabinete le habría advertido acerca de un riesgo inminente si acudía a la Cumbre, desaconsejando su asistencia. Mobutu anuló el viaje, no sin antes prevenir al presidente ruandés Juvénal Habyarimana, al que le unía una gran amistad. Los recelos nunca fueron transmitidos al destinatario final, pues el mensaje fue tomado por su esposa Agathe, quien lo interceptó antes de hacérselos llegar a su marido. Este gesto podría interpretarse como una venganza de Agathe hacia su marido, Juvénal, por las restricciones a las que éste estaba sometiendo al clan Akazu. Formado por a familia política del presidente ruandés y dirigido por su esposa, este clan llamado “Pequeña Barraca”, había llegado dominar el país, convirtiéndose en una auténtica mafia que manejaba las fuentes de ingresos ilegales, controlando el tráfico de drogas, armas y gorilas. Juvénal Habyarimana empezaba a limitar las acciones del clan, por lo que las relaciones entre él y Agathe no atravesaban un buen momento. Ibíd., pp. 170-173.

[5] Auto del Juzgado Central de Instrucción nº4 de la Audiencia Nacional, Sumario 3/2.0008-D, Madrid, 2008, fol. 8-9.

[6] C. Braeckman: ob. cit., p. 175.

[7] Théodore Bagosora fue condenado a cumplir cadena perpetua en 2008 por el Tribunal Penal Internacional para Ruanda por su papel en el genocidio de los tutsis ruandeses en 1994.

[8] H. Strizek: El 6 de abril de 1994, día fatídico para Ruanda. Dialogue, nº 210, mayo-junio 1999, pp. 35-68.

[9] M. Sitbon: À propos de l’attentat contre Juvénal Habyarimana. La Nuit Rwandaise, nº 3, abril 2009, p. 418.

[10] Ibíd., p. 420.

[11] Ibíd., p. 443.

[12] P. de Saint-Exupéry: Complices de l’Inavouable, la France au Rwanda. París, Les Arènes, 2009, p. 217.

[13] M. Sitbon: ob. cit., p. 451.

[14] El general Rannou confirmó, en una carta dirigida a la Misión parlamentaria, el 15 de junio de 1998, que el avión contaba “oficialmente, con dos cajas negras corrientes: un registrador de conversación de la tripulación y un registrador de los parámetros de vuelo. Constato que alguien ha pensado que era preferible hacerlas desaparecer.” Ibíd., p. 444.

[15] Barril mostró a los medios la supuesta caja negra recuperada del Falcon-50: una pequeña caja de color negro. En contra de lo que podría parecer obvio, las cajas negras de los aviones están pintadas de naranja fluorescente para facilitar su localización en caso de accidente, por lo que la caja que presentó el ex-gendarme francés quedó reducido a fraude.

[16] El 29 de noviembre de 2004, el juez antiterrorista francés Bruguière recogió los testimonios de dos responsables de la compañía aérea Air France, quienes aseguraban que la caja negra encontrada casualmente por la ONU pertenecía en realidad a un Concorde 209 matrícula F-BVFC de la compañía. P. de Saint-Exupéry: Le prétendu mystère de la boîte noire du génocide rwandais. París, Le Monde, 7 de abril de 2009.

[17] C. Braeckman: ob.cit., p. 190.

[18] Ibíd., p. 177.

[19] Ibíd., p. 174.

[20] Durante los años 90’ en Ruanda, sólo existía una emisora de radio denominada “Radio Ruanda”. Controlada por las autoridades gubernamentales, esta pasó en poco tiempo de emitir mensajes a favor del régimen, a lemas que incitaban a la violencia contra los tutsi. Después de difundir una noticia falsa que desencadenó una masacre de 100.000 tutsi en la región de Bugesera, las presiones internacionales obligaron a que el gobierno ruandés clausurase la estación y expulsase a su director Ferdinand Nahimara. Un año más tarde, Nahimara funda en Bélgica la Radio Telévision Libre des Milles Collines (RTLMC). La emisora se convierte rápidamente en la más escuchada: presenta una alternativa populista y jovial frente al resto, ofreciendo programas musicales de rock y retransmitiendo los partidos de fútbol. Esa popularidad es un altavoz utilizado por el gobierno como una de las armas más poderosas para justificar el genocidio de los tutsis. Durante los meses de abril y junio de 1994, la RTLMC adoptó un rol esencial en el conflicto ruandés: dió instrucciones a la armada, elaboró listas de enemigos e instó a la población civil a tomar las armas. Es más, apenas 4 días antes del atentado del presidente Juvénal Habyarimana, el locutor N. Hitimana amenazaba a través de la estación: “El pueblo es nuestro escudo. Ellos son realmente la armada más poderosa. Un día, cuando no os soporten más, cuando todos os odien desde lo más profundo de sus corazones, cuando les déis verdadero asco, me pregunto cómo váis a escapar.”

[21] Ibíd., pp. 188-190.

[22] M. Sitbon: ob. cit., p. 428.

[23] “En Ruanda, los que París considera como defensores de la francofonía, se agrupan bajo el vocablo de Hutu Power”. C. Braeckman: ob.cit., p. 131.

[24] P. de Saint-Exupéry: l’Inavouable, la France au Rwanda. París, Les Arènes, 2004, p. 259.

[25] Fundación Proclade (24/02/10): “Europa debe exigir a Ruanda limpieza y respeto a los Derechos Humanos en las elecciones de 2010”. En Fundación Proclade. Disponible en "http://www.fundacionproclade.org/spip.php?article613". Consultado el 20/03/10.

[26] José Lucas (25/09/08): “Elecciones sin oposición en Ruanda y Human Right Watch”. En Rebelión. Disponible en "http://www.rebelion.org/noticia.php?id=73262". Consultado el 05/11/09.

[27] Amnistía Internacional (18/02/10): “La intimidación a los partidos de oposición en Ruanda debe acabar”. En Amnesty International. Disponible en http://www.amnesty.org/es/news-and-updates/news/intimidacion-partidos-oposicion-ruanda-debe-acabar-20100218. Consultado el 03/03/10.


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