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No a una legislación tiránica que destruye los fundamentos de Europa y desconoce la dignidad de los europeos

Familia, Estado y mercado

por Javier Ros Codoñer y José Pérez Adan

Descripción, esquemática, de las funciones propias de la familia y su relación con el Estado y el mercado

Hablar de la familia pertenece al patrimonio común de todos nosotros dado que es el ámbito más originario y cercano en el que se mueve la experiencia vital. Desde determinadas instancias culturales o incluso académicas se asiste ya desde hace unos años a la maniqueización del concepto de familia mediante la oposición entre la denominada familia tradicional y la familia moderna o actual. Evidentemente siempre destacando lo más negativo de la primera frente a lo más positivo de la segunda. Sin embargo, esta distinción no es útil ni para el análisis social ni para la expresión cotidiana del concepto de familia.

Por familia entendemos la familia funcional: aquella que cumple las funciones que la sociedad espera de ella, que desarrolla a los individuos y regenera el tejido social. Familia tradicional y familia moderna es algo secundario, lo verdaderamente importante son sus niveles de funcionalidad o disfuncionalidad, la medida de cumplimiento o no de las tareas institucionales propias. De modo esquemático, las funciones propias de la familia son:

1) La equidad generacional. La comunicación diacrónica o vertical entre las distintas generaciones que conviven en la sociedad en un momento dado. Esta tarea implica la puesta en acción de toda una serie de afectos, sentimientos, cuidados y cada vez más difíciles equilibrios entre la vida laboral, el servicio y la inactividad forzosa. Ejemplo palmario de esta función es el cuidado y atención de nuestros mayores en el seno de la familia, así como de los niños y, muy especialmente, del nasciturus . La razón de que en nuestra sociedad española se tenga cada vez menos presente el carácter social de la vida humana, la tiene la traza cultural del individualismo y el olvido de la diacronía, del tiempo como elemento de juego social. De este modo, el don de la vida conforma un hecho social desde el momento que su inicio implica una permuta en las relaciones afectivas y familiares que, consecuentemente, comporta repercusiones sociales: cambios con las familias de origen, modificaciones en la situación laboral de los padres, aplicación o no de distintas políticas familiares con la consiguiente percepción de ayudas o imposición de cargas, etc.

2) La transmisión cultural. En este ámbito se hallan elementos tan dispares e importantes como son la lengua, la higiene, las costumbres o las formas de relación legitimadas en el ámbito social en el que se mueve la persona concreta.

3) La socialización. Con ella el individuo adquiere los mecanismos de pertenencia al grupo social amplio de un modo primario y básico, ya que también existen los denominados grupos secundarios de socialización: escuela, amigos, vecinos... La familia se convierte en un campo de entrenamiento de habilidades sociales y personales en el contexto de la reciprocidad; la persona es amada tal cual es y, de este modo, la escuela de entrega y servicio en que se constituye la realidad familiar es pilar fundamental de la salud social.

4) El control social. En la institución familiar, por tratarse de un ámbito de servicio casi incondicional y de corrección acompañada de buenas dosis de solidaridad, se evita o reduce sensiblemente la proliferación de conductas socialmente desviadas tales como la drogadicción, la violencia juvenil, el absentismo escolar... La familia se constituye en ámbito intermedio entre lo social y lo personal, de tal modo que media en la solución de conflictos generados en ámbitos públicos.

Estas funciones propias de la familia no pueden y no deben ser asumidas por el Estado más que paliativamente y de modo subsidiario respecto de la familia cuando esta, por disfuncionalidades concretas, sea incapaz de llevarlas a cabo. Es más, no se trata de ir arrancando tareas a la familia, sino de potenciar las capacidades de la misma como principal ámbito de mediación social y de construcción de nuevas identidades individuales capaces de integrarse en el entramado comunitario de una forma efectiva, tanto para ellas mismas como para la sociedad. Cuando el Estado crea residencias para la tercera edad, estas son incapaces de proporcionar el clima afectivo adecuado que sí posee una familia funcional, o cuando establece programas de integración juvenil sin la presencia activa del medio familiar, la reinserción de jóvenes delincuentes o ex drogodependientes es casi imposible.

El mercado tampoco puede asumir con garantías las tareas propias de la familia. Partiendo del dogma capitalista según el cual el principal fin de la empresa es la maximización en la consecución de beneficios, nunca el entramado mercantil podrá sustituir efectivamente a la familia cuya principal regla de juego es la reciprocidad social, la gratuidad en las relaciones que se funda en la responsabilidad intergeneracional. En algunos centros educativos totalmente privados prima la parte empresarial frente a la formativa, lo que lleva indefectiblemente a la pérdida del sentido originario de la escuela como extensión y desarrollo de las funciones familiares. Igualmente determinados centros de la tercera edad pueden no proporcionar los cuidados adecuados a los ancianos en función de la mencionada regla empresarial.

Sin embargo, tampoco las funciones familiares pueden ser sumergidas exclusivamente en los ámbitos privados personales. En estos casos se cierne la amenaza de la proliferación de conductas sociales desviadas de origen familiar, siendo el caso más patente de estas patologías la violencia doméstica sufrida fundamentalmente por las mujeres y los niños en el seno de familias con graves carencias o disfuncionalidades.

Para un país cualquiera, la salud y estabilidad de la familia es la condición más importante para garantizar el progreso y el bienestar social. Los países con mayor calidad de vida familiar son también los países con mayor esperanza de vida, con mayor seguridad y con menos lacras sociales. Esto es así, entre otras razones, porque aprendiendo a llevarnos bien en la familia con nuestros diferentes puntos de vista, aprendemos a llevarnos bien en sociedad.

La familia es el lugar para el entrenamiento de conductas puesto que, si estas son perjudiciales, son corregidas desde la comprensión y el apoyo, siempre contando con la funcionalidad familiar.

De modo similar esta solidaridad intrafamiliar permite mejorar la calidad y cantidad de vida de los ancianos, de los niños, de los jóvenes con problemas, del parado, del delincuente reinsertado, del no nacido...

El futuro de una sociedad se mira en el espejo de sus familias y ello debe reflejarse en los valores y técnicas que transmite el sistema educativo. Pero para ello es necesario el convencimiento previo de que la solidaridad es mejor que la competitividad, que las actitudes, o sea la formación del carácter, son superiores a las aptitudes o la formación técnica, y que en definitiva el individualismo es una lacra social que hay que superar.

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Javier Ros Codoñer y José Pérez Adan

 

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