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No a una legislación tiránica que destruye los fundamentos de Europa y desconoce la dignidad de los europeos

Reflexiones sobre la “Constitución Europea”

por César Alcalá

El próximo 20 de febrero los españoles hemos sido convocados para votar en un referéndum. El gobierno español quiere saber si estamos de acuerdo o no con la constitución europea. El resultado de la votación no es vinculante. Así pues, votemos lo que votemos, el gobierno del señor Rodríguez Zapatero hará lo que le apetezca. Si el referéndum no es vinculante, uno puede pensar que es una tontería ir a votar. Tiene cierta razón el que así piense. Es un camelo. El gobierno socialista lo hace, como ocurrió en su momento co el tratado de la OTAN, par limpiar el expediente.

El gobierno socialista está empeñado en ratificar esta constitución europea, pase lo que pase. Parece como, de no hacerse, demos un paso atrás y, no es cierto. También juega con la ventaja de que muy pocos son los que se han leído íntegro el texto. ¿Cómo vamos a votar un texto si no lo conocemos? Así pues, irremediablemente, su voto dependerá de las consignas de partido y, por supuesto, el SI sobresaldrá del NO. Han hecho una campaña, mejor dicho, están machacando a la sociedad y le transmiten un solo mensaje: se debe votar SI porque, de lo contrario, Europa pierde una oportunidad de oro. Esto no es cierto pero, al no haberse leído la “carta magna” uno cree en la “honestidad” de sus políticos.

En primer lugar se ha de afirmar que si España vota NO a la constitución europea, o el resultado de las elecciones, en otros países es negativo, no pasa nada. Actualmente Europa se rige por el llamado Tratado de Niza, que estará vigente hasta el 2009. Éste tratado, aprobado durante el gobierno del PP, esto es, durante la presidencia de Aznar, beneficia a España mucho más que la actual constitución europea. España pasa a ser un país de primera clase. Cosa contraria ocurre ahora. La hegemonía Francia-Alemania queda patente y España queda relegada a un país de segunda clase. Esto nuestros políticos lo saben y tanto les da. Económicamente es mucho mejor el Tratado de Niza que esta constitución. Sólo por eso, deberíamos votar NO a la constitución europea. Con ello exigiríamos a nuestros políticos, a los que ahora gobiernan el país, a luchar, por un nuevo texto, en el cual se defiendan, como en Niza, los intereses de España. En resumen, votar NO, no repercute en nada pues, mientras esté vigente el Tratado de Niza, Europa tiene tiempo para preparar una nueva constitución.

El texto que votaremos el próximo día 20 de febrero no es la constitución europea. Leamos el enunciado de la misma: “Tratado por el cual se establece una Constitución para Europa”. Se establece una constitución. Eso quiere decir que el texto puede ser modificado. No pasó lo mismo en el año 1978 en España. En aquella ocasión se convocó al pueblo español para aceptar un texto definitivo. Un texto que fue consensuado por todos los partidos políticos. Un texto que fue redactado y conocido por la sociedad mucho antes de su ratificación. Un texto definitivo que, finalmente, fue aprobado por el pueblo español. En esta ocasión votaremos un tratado para que se establezca una constitución europea. Es decir, el texto puede ser rechazado para que, a partir de ese momento, sobre la base del precedente, los gobiernos europeos puedan rectificar aquellos puntos más polémicos y conflictivos. Votaremos, por así decirlo, un esbozo, con el cual, se tiene que trabajar para convertirlo en constitución. Por lo cual es menester votar No al tratado, porque no se adecua ya no sólo al Tratado de Niza, sino que es antieuropea. Sólo beneficia a unos pocos, en detrimento del resto de los países que forman y formarán, en un futuro, Europa.

Es un tratado masónico. Lo cual no nos debe extrañar porque, su impulsor, Giscard lo es, como muchos otros políticos europeos. Es un tratado laicista, omitiendo la tradición católica de Europa. Todo esto queda perfectamente reflejado en el texto del tratado. En el articulo I-52, dedicado al estatuto de las iglesias y de las organizaciones no confesionales, en su apartado 1 lo siguiente: “La Unión respetará y no prejuzgará el estatuto reconocido en los Estados miembros, en virtud del Derecho interno, a las iglesias y las asociaciones o comunidades religiosas”. Sólo faltaría que la Unión Europea no respetara esto y que prejuzgara a los estados católicos. Es como decir, ya que el Vaticano siempre ha sido confesionalmente católico, porque es la sede de la Iglesia Católica, no lo prejuzgaremos por ello y les respetaremos sus funciones. Es intolerable. Con éste apartado la Unión europea se lava las manos y nos viene a decir que, cada país puede tener la religión que quiera, porque a la Unión no le importa la religión de cada país, sino que su fin es velar por la política y la economía del los países europeos. Con lo cual, la Unión Europea y, en su defecto, la constitución, es laica y abraza todas las religiones existentes en Europa. Éste enunciado tiene trampa pues, si como así parece, Turquía llega a ser miembro de la Unión Europea, el texto respetara y no prejuzgara la religión islámica. Con lo cual, los ultrajes a las mujeres y la carencia de ciertos derechos humanos, serán bien vistos por la Unión Europea. Es una vergüenza. Tenemos que asumir unos comportamientos, aunque regidos por la religión, de nos países islámicos, cerrar los ojos, y mirar hacia otro sitio, porque seremos respetuosos con ellos y, por supuesto, no los debemos prejuzgar. Sólo por eso nuestro voto debe ser negativo.

El segundo punto de éste artículo dice: “La Unión respetará asimismo el estatuto reconocido, en virtud del Derecho interno, a las organizaciones filosóficas y no confesionales”. Como el anterior, éste enunciado tiene trampa. ¿Qué organizaciones “filosóficas no confesionales” hay vigentes en Europa? Que sepamos sólo una: la masonería. Así pues, la constitución europea no sólo reconoce la masonería explícitamente en su texto, sino que la sitúa a la misma altura que las Iglesias cristianas. De igual a igual. Si se respeta a la masonería, eso significa que, en toda Europa no puede haber defensa hacia ellos y que, como ya es el caso, ostentarán un poder que, si bien siempre han tenido siempre, ahora lo mantendrán bajo el reconocimiento de una constitución.

El tercer apartado ratifica los dos anteriores al decir: “Reconociendo su identidad y su aportación específica, la Unión mantendrá un diálogo abierto, transparente y regular con dichas iglesias y organizaciones”. Es decir, al reconocer su existencia, la Unión Europea los tendrá en cuenta y no los discriminará. Es como si dijeran, todos sabemos que existen, nos conocemos entre todos, sabemos quienes somos, así pues, porque vamos a permanecer en la sombra. Ya hemos pasado demasiado tiempo haciendo política desde la sombra. Es el momento de salir “del armario” y saltar a la palestra, sin prejuicios y sin peligros. Somos masones y, por lo tanto, tenemos tanto derecho, como los católicos, a gobernar el status quo de la Unión Europea. Como si no lo hubieran hecho hasta el momento. Eso sí, ahora con reconocimiento, sin ser prejuzgados y, como diría Rodríguez Zapatero, con talante. Ante esta situación, nuestro voto debe ser negativo. No sólo porque no se le da a la Iglesia Católica el reconocimiento explicito que se merece, sino porque, a través de ella, se quieren impulsar los tribunales secretos que, si bien han actuado siempre, ahora tendrán la potestad de actuar libremente, sin que nadie pueda hacer nada contra ellos, porque estarán respaldados por una constitución protectora y afín.

Sí, como hemos dicho anteriormente, el tratado es contrario a los intereses españoles, también lo es por lo que respecta a las comunidades autónomas. A pesar de las pantomimas que el gobierno del señor Rodríguez Zapatero está haciendo con Carod-Rovira e Ibarreche, la constitución europea no reconoce el derecho a la independencia de Euskadi y Cataluña. Es la constitución de los países que forman la Unión Europea. ¿Qué significa esto? Pues algo muy sencillo. Europa esta formada por varios países y, uno de ellos se llama España. Ahí termina todo. Si España tiene, como otros países, subdivisiones territoriales, es un problema específico de cada país. La Unión Europea sólo habla de países, no de estados independientes dentro de un Estado. En un mundo en el cual, cada vez más, tendemos a la globalización, las disidencias están fuera e lugar. Diferente hubiera sido que el señor Rodríguez Zapatero hubiera dado la independencia a Euskadi y a Cataluña. En ese momento, ambas, se hubieran presentado a Europa como estados libres -no asociados a España- y, posiblemente, la Unión europea hubiera votado favorablemente a su incorporación en la Unión pero, no es el caso. Euskadi y Cataluña, mal que pese a algunos, son parte de España y, como tal, se regirán por la constitución europea. Todo lo demás son especulaciones y por decirlo claramente, “marear la perdiz”.

La constitución es clara. En su Título IX, sobre la pertenencia a la Unión, en el artículo I-58, sobre los requisitos de pertenencia y procedimiento de adhesión a la Unión, en el apartado primero dice: “La Unión está abierta a todos los Estados europeos que respeten los valores mencionados en el artículo I-2 y se comprometan a promoverlos en común”. ¿Qué dice el artículo I-2? Muy sencillo: “La Unión se fundamentará en los valores del respeto de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de derecho y el respeto de los derechos humanos, incluyendo los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no-discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre hombres y mujeres”.

Más claro no lo puede decir. La sociedad europea es plural y, como tal, acepta las pluralidades existentes en cada uno de los países de la Unión. Los acepta siempre que se atengan a unos principios expresados en el mencionado artículo. Las pretensiones de Carod-Rovira e Ibarreche se alejan de los preceptos especificados en el artículo. Son anti-democráticas. No escuchan a la mayoría y discriminan no sólo la tolerancia, la justicia y la solidaridad, sino que ponen en jaque a sus respectivas sociedades. Ellos desean la independencia pero, el común de la sociedad, tal vez no la desea. Y, he ahí, la cuestión. Cataluña y Euskadi serán reconocidas dentro de la Unión Europea, pues se acepta el pluralismo, pero nunca serán reconocidas como estados, pues, la actuación de sus políticos, es contraria a los preceptos establecidos en el artículo I-2 de la constitución.

En el apartado segundo se puede leer: “Todo Estado europeo que desee ser miembro de la Unión dirigirá su solicitud al Consejo. Se informará de esta solicitud al Parlamento Europeo y a los Parlamentos nacionales. El Consejo se pronunciará por unanimidad, previa consulta de la Comisión y previa aprobación del Parlamento Europeo, que se pronunciará por mayoría de los miembros que lo componen. Las condiciones y el procedimiento de admisión se establecerá por acuerdo entre los Estados miembros y el Estado candidato. Este acuerdo deberá ser sometido a ratificación por todos los Estados contratantes, de conformidad con sus respectivas normas constitucionales”.

A pesar de lo complejo del apartado su comprensión es fácil. Pongamos un ejemplo. Supongamos que el gobierno de Rodríguez Zapatero acepta las propuestas de Carod-Rovira o Ibarreche y que Euskadi y Cataluña se independizan y se convierten en Estados no asociados a España, es decir, la Península Ibérica queda dividida en tres Estados: España, Euskadi y Cataluña. Al haber firmado la constitución europea España, tanto Cataluña como Euskadi estarían fuera de la Unión Europea, pues no serían miembros de ley. A partir de ese momento, tanto Cataluña como Euskadi tendrían que dirigir una solicitud al Consejo de la unión europea para formar parte de ella. La solicitud sería llevada al Parlamento europeo y a los parlamentos nacionales de todos los países que forman la Unión europea. Una vez realizado éste proceso, la aceptación tendría que ser por unanimidad de todos los miembros de la Unión. Si, por ejemplo, algún país votara en contra de la aceptación de Euskadi y Cataluña como miembro de la Unión, estos quedarían fuera de ella. Esto supone no recibir subvenciones y toda una serie de condicionantes asociados a la no pertenencia a la Unión europea. Tanto Euskadi como Cataluña viven de las subvenciones recibidas por la Unión europea. Al no ser miembros, de peno derecho, estas subvenciones desaparecerían y la economía de estos dos nuevos estados, entraría en banca rota. Teniendo en cuenta esto, la única solución sería volver a España. Con lo cual, todo volvería a estar como ahora. Esto lo saben tanto Carod-Rovira como Ibarreche. Lo que ocurre es que se callan y mienten a su electorado.

Otra pantomima ha sido lo de la presentación, ante el Consejo de la Unión Europea, del tratado de la constitución en catalán, valenciano, euskera y gallego. ¿Por qué? La Unión Europea, y su constitución es clara, en el momento de referirse a cuáles son los idiomas reconocidos por la Unión. En el artículo III-128 leemos: “Las lenguas en las que todo ciudadano de la Unión tendrá derecho a dirigirse a las instituciones u órganos en virtud de la letra d) del apartado 2 del artículo I-10 y a recibir una contestación son las que se enumeran en el apartado 1 del artículo IV-448”. ¿Cuáles son las lenguas oficiales de la Unión Europea? El artículo IV-448, textos auténticos y traducciones, dice: “El presente Tratado, redactado en un ejemplar único, en lenguas alemana, checa, danesa, eslovaca, eslovena, española, estoniana, finlandesa, francesa, griega, húngara, inglesa, irlandesa, italiana, letona, lituana, maltesa, neerlandesa, polonesa, portuguesa y sueca”. ¿Dónde está el catalán? ¿Dónde está el euskera? ¿Dónde está el gallego? No aparecen por ser lenguas no oficiales en Europa. El tratado ha sido escrito en estos idiomas, el original guardado en Italia y una copia autentificada enviada a cada uno de estos países. Entonces, ¿por qué la entrega de tres constituciones, a parte de la española, en los idiomas oficiales de España? Por pura pantomima. Para tener callados a los nacionalistas.

Teniendo en cuenta todo lo dicho, no nos ha de extrañar que partidos como ERC haya pedido el no a la constitución europea. Entonces, cuando nosotros pedimos el no, ¿es qué estamos a favor de la independencia de estas dos nacionalidades y, por eso, los apoyamos? La verdad es que no. El no que piden ellos es ficticio. En realidad están de acuerdo con la constitución europea. Lo que ocurre es que, para aparentar, piden el no. ¿Por qué? Démonos cuenta de una cosa. Partidos como PNV y ERC no tendrían sentido de conseguir sus objetivos. Tiene razón de ser porque no tienen la independencia. En el momento que la consigan, ¿qué van ha hacer? Esto me recuerda la “Nova cançó” catalana. Autores como Lluis Llach, por ejemplo, estuvieron durante años cantando contra la política de Franco y pidiendo que se marcha o se muriera. Cuando esto ocurrió, ¿contra qué protestar? En una palabra, se les acabó el chollo. Lo mismo les ocurriría a estos dos partidos políticos. Una vez conseguida la independencia, ya no tendrían razón de ser y, por lo tanto, tendrían que desaparecer. Lo cual significaría el paro político. Mientras esto no ocurra, se mantendrán en la poltrona y podrán seguir viviendo del cuento. He ahí el porque de su no. El engaño. Engañan a sus electores, diciendo que esta constitución va en contra de Cataluña o de Euskadi y que por eso piden el no. La verdad es que están de acuerdo con ella. Pero, claro, decir eso es políticamente incorrecto. Les es más fácil ir en contra -que es su política habitual- que enfrentarse a la verdad. Por eso, aunque nosotros pidamos el no a la constitución europea, nuestra posición dista muy mucho de la de ellos.

Después de haber reflexionado sobre algunos aspectos del tratado para establecer una constitución para Europa, debemos concluir diciendo que debemos votar NO. Así de claro y sencillo. Como hemos dicho, no pasa nada. Tenemos el Tratado de Niza. No pasará nada. Debemos decir no para que se reforme el Tratado. Para que se vuelva a escribir. Para que el consenso de todos los países Europeos sea unánime. Para que no estemos regidos por una constitución que es contraria a los principios católicos, los cuales han regido Europa desde hace muchos años. Debemos votar NO por principio. Debemos desoír a nuestros políticos pues, velan por sus intereses y no por el de los ciudadanos europeos. De lo contrario estaremos sujetos a una carta magna que en vez de unirnos, desunirá a los europeos. Por lo tanto, digamos, sencillamente, NO.

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César Alcalá

 

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