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No a una legislación tiránica que destruye los fundamentos de Europa y desconoce la dignidad de los europeos

¡Qué buena noticia!

por Gonzalo Rojas

La Jerarquía católica ya sabe los desastres que conlleva para una cosmovisión católica de la sociedad la participación Democracia Cristiana chilena en el gobierno

Los distanciamientos entre parte de la jerarquía de la Iglesia Católica y los promotores de una sociedad libre se remontan ya a medio siglo atrás. Inmersa en un contexto de ásperas luchas sociopolíticas y de creciente influencia de la Teología de la Liberación, parte de aquella jerarquía expresó abiertamente su simpatía por las opciones reformistas y revolucionarias.

Desde los apoyos a Frei padre, los telegramas de felicitaciones al victorioso Allende en septiembre del 70 y la radicalización de algunos obispos contra Pinochet, aquella opción jerárquica por la DC y la izquierda parecía irremontable para los creyentes no vinculados a la Concertación, cuando además ésta comenzó a gobernar Chile hace ya casi 15 años.

Que nadie piense que cuando se trata de relaciones entre las fuerzas políticas y las jerarquías eclesiásticas, lo que conviene es amarrar a unas con otras, como si la necesaria ortodoxia doctrinal y moral tuviese su correlato absoluto en un determinado partido o movimiento político. Por el contrario: lo lógico es que en materias opinables, sea precisamente la jerarquía la que garantice la libertad de los diversos católicos quienes -militantes o no en partidos y coaliciones- debieran contar siempre con la posibilidad de ser bien considerados por sus pastores, en la medida que sus ideas y actuaciones sean conformes con la moral natural y la doctrina de la Iglesia.

Ese fue precisamente por años el problema para quienes hoy forman parte de la Alianza: experimentar de continuo la sensación de pertenecer al grupo de los católicos parias, de los que por haber sido contrarios a la reforma Agraria, a las tomas universitarias, al proyecto totalitario de Allende y, en consecuencia, partidarios de Pinochet, no podían sino conformarse con las recriminaciones periódicas de muchos de sus pastores.

Esta situación de marginación comenzó a cambiar en la década de los 90. La explicación es clara: desde que los temas sociales y culturales más álgidos pasaron al primer plano público e incluso legislativo, la jerarquía católica comprobó y reconoció -en privado- que sólo podía contar con la inmensa mayoría de las fuerzas aliancistas, mientras que la DC y los cristianos de izquierda insistían en su completa autonomía en esas materias, lo que en la práctica ha significado: “Miren curitas, yo hago lo que quiero en los que uds. más quieren.” Ignacio Walker es un caso típico.

De ahí la desgracia del tema Artiagoitía. Por la actuación de un clérigo, miles y miles de laicos, que pertenecen a la misma Iglesia, que procuran ser también fieles auténticos de esos mismos pastores, podrían sentirse definitivamente decepcionados de su jerarquía y liberados de todo compromiso.

Mirado desde el otro lado, a causa de unas sentidas declaraciones de los dirigentes de la UDI, parte de la jerarquía católica podría volver a pensar que con los aliancistas nada, que la soberbia se los come, que a pesar de su siempre bien dispuesta voluntad para apoyar las mejores causas morales y culturales, el futuro de una buena relación se cerraba.

El PPD entendió perfectamente la encrucijada y salió al ruedo de inmediato, para intentar distanciar efectivamente a unos y otros; los liberales, todos felices -incluso esa minoría liberal que existe en la Alianza- porque un acercamiento moral y social que los perjudica parecía bloquearse, quizás por cuantos años.

Por eso, la reparadora visita del cardenal Errázuriz a Jovino Novoa ha vuelto a poner las cosas en su lugar: el de la consideración mutua (yo te considero valioso, tú haz lo mismo conmigo) el del compromiso tácito de amplias y fecundas colaboraciones en lo sustancial.

Porque si la jerarquía católica no se apoya en la gente seria y sana de Chile -esté dónde esté- ¿a dónde irá a buscar, dónde podrá obtener, la capacidad humana que permita cuidar los grandes bienes del país, ya tan amagados?

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Gonzalo Rojas

 

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