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El orgullo y el "pensamiento positivo". En el libro "Respuestas, no promesas"

por Madre Angélica y Christine Allison

El orgullo espiritual es tan viejo como las montañas, pero existe también un orgullo de nuestros días, que se manifiesta bajo la sombrilla gigante del "pensamiento positivo" y al que es preciso que nos enfrentemos.

A pesar de que es importante tener cierto grado de confianza en uno mismo, me he dado cuenta de que el corazón de la filosofía del “pensamiento positivo” alberga una actitud que estimula el orgullo. Este es el punto en el que discrepó seriamente.

Una de mis objeciones principales con respecto a la filosofía del “pensamiento positivo” es el hecho de que perpetua la idea de que Dios ama prioritariamente a los que son sanos, ricos y sabios. Los pensadores " positivos " parecen no comprender que los seguidores de Jesucristo deben estar dispuestos a acarrear su cruz todos los días, y que los que no gozan de salud y prosperidad se encuentran frecuentemente entre aquellos a quienes Dios más ama.

Puesto que los pensadores "positivos" se centran en la felicidad, el bienestar material y la comodidad mundana, a menudo ignoran la libertad que emana de vivir en el momento presente y de ser capaz de aceptar la voluntad de Dios, aunque esto suponga cierto sufrimiento.

Me molesta soberanamente que alguien está comiendo un plato de judías e insiste en que saben a pollo. Las judías, amigo mío, son judías y no saben a pollo. Me parece preferible que acepten el hecho de que están comiendo judías y agradezcan a Dios lo que tienen.

Cuando uno se hace adepto del "pensamiento positivo", se lo juega todo a como desea sentirse en el día de hoy.

Te quedas sin trabajo por tu propia negligencia o indiferencia, e intentas convertirlo en algo positivo.

-En todo caso, era un empleo muy malo; tendré que encontrar otro trabajo mejor- mientes.

O después de engañar a tu cónyuge, piensas: "no me he portado muy bien con ella, saldremos a cenar y seremos más felices que nunca." Incapaz de aceptar la situación tal como es, crees poder corregir todos los pequeños problemas viendo el “lado positivo”, aunque sólo sea imaginario, y actuando "positivamente".

¿Qué ocurre entretanto con tu alma? No habrás pensado en la razón por la que perdiste el empleo o le mentiste a tu esposa. Habrás mantenido a Dios completamente al margen de todo el proceso al no pedirle ayuda ni perdón. Habrás supuesto que todas las fuerzas de este mundo son superficiales y humanas. Pero tu respuesta habrás sido igualmente superficial, una visión siempre alegre en apoyo de la felicidad de una sola persona: tú.

Si haces hincapié en tu propia felicidad, tu autoconocimiento se convierte en un problema. Por lo general, el autoconocimiento no le hace feliz a uno. En realidad suele ser bastante lúgubre. Pero, lúgubre o no, el autoconocimiento es la base de la transformación cristiana. Y esta transformación depende de tu cooperación con Dios, y no de tu reserva interna ni de ninguna ilusión de que tú sólo seas capaz de salirte del lío en el que estás metido.

Esta es la razón por la que creo que los cristianos sólo podemos asimilar el “pensamiento positivo”, cuando lo "positivo" es Dios. Nuestro objetivo en esta vida no es el de que en nuestro rostro se dibuje permanentemente una sonrisa. No nos ha sido garantizada una vida desprovista de dolor. Por el contrario, nuestro modelo, Jesucristo, vivió una vida de sufrimiento. No comenzaba el día con ejercicios para levantar el ánimo, ni se explayaba en ninguna gimnasia mental matutina que condujera a la euforia. Se limitaba a pedir ayuda al Padre, con toda humildad, consciente de que todo lo que ocurriera sería voluntad de Dios. Jesucristo era el ejemplo de la libertad perfecta, puesto que aceptaba todo lo que el Padre deseara para El.

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Madre Angélica y Christine Allison

 

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