Arbil cede expresamente el permiso de reproducción bajo premisas de buena fe y buen fin
Para volver a la Revista Arbil nº 89
Para volver a la tabla de información de contenido del nº 89


No a una legislación tiránica que destruye los fundamentos de Europa y desconoce la dignidad de los europeos

Hacia una humanidad humanizada

por Sara del Río de Ortúzar de Bereilh

Sólo la reflexión filosófica sobre una axiología y antropología superadoras podrá salvar a esta humanidad deshumanizada y deshumanizante

En los últimos tiempos, llega recurrente a mi pensamiento, la célebre frase kantiana “Dos cosas llenan mi alma de estupor, el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí”... El cielo estrellado, que en la noche austral, es aún más brillante y poblado de estrellas que en Europa, y la ley moral que ha signado todos los actos de mi vida, pero actualmente cosas menos bellas y sublimes, llenan mi alma de estupor: cómo se encara la educación no sólo en la etapa Polimodal sino también en el ámbito universitario.

La fijación previa de los fines es una exigencia tan ineludible en ambas –para que la misión educativa sea tal y no mera instrucción– que pareciera superfluo y redundante tener que insistir sobre lo mismo. Sin embargo, en nuestros días, prevalece un tecnicismo huero y en muchos casos estéril que pretende convertir a las técnicas en fines en sí mismas. Lo dicho no va en desmedro del valor de la técnica, pero el docente debe tener presente, que es un imperativo irrenunciable, el señalar que no es un simple técnico en educación, sino sobre todo, y ante todo: educador. Los medios que no miran a un objetivo predeterminado se convierten en instrumentos deshumanizados y deshumanizantes. Para que la educación alcance el desarrollo armónico y total de las potencialidades, es decir la plenitud humana, es necesario que el docente reflexione constantemente como paso previo a la acción. El Profesor (sobre todo en la etapa Polimodal), acuciado por la exigencia del rendimiento escolar referido únicamente a lo instructivo, ha terminado por convertir a la educación –con honrosas excepciones– en un problema práctico, empírico y puramente técnico. Ha olvidado o postergado el planteamiento teórico que debe fundamentar su hacer y la educación deviene así, programa instructivo y no proceso formativo. Insisto que esto no implica el rechazo de la metodología, pero el auténtico educador debe compenetrarse con los constantes progresos de esta valiosísima disciplina, debe conocer y actualizar los medios y métodos para emplearlos ocasional y oportunamente según le dicte su intuición y el medio en que se desenvuelve, siempre considerándolos medios para lograr los fines. Volviendo a lo inicial, mi estado de estupor es producido por la experiencia inmediata y objetiva, de haber constatado que mis nietos –y no sólo ellos sino todos sus compañeros y lo he constatado con alumnos de otras escuelas– no conocían durante la etapa polimodal cómo y por qué en su plan de estudios –que supinamente ignoraban aunque habían hecho una previa elección– estaba inserta tal o cual asignatura, y lo que es aún más grave, los programas de las mismas no se los explicaba, ni se precedían de los objetivos a cumplir. Pero mi asombro, mi capacidad de asombro, llegó a colmarse con que, concluído ese ciclo, tampoco en las distintas Universidades donde concurren, los alumnos se interesan por conocer el plan de estudios, las correlatividades y el porqué de ellas etc., etc. Los programas –afortunadamente no todos– carecen de explicación de los objetivos de la asignatura. ¡Así son los fracasos y las deserciones cuyo número es alarmante como así también los cambios de carrera! Claro que el claustro de Profesores, para fijar los fines de la educación, deben imprescindiblemente formularse un planteamiento antropo-filosófico aun cuando actualmente sea extremadamente difícil para el hombre, juzgar objetivamente sus obras, las realizaciones de nuestro tiempo histórico y analizar la naturaleza de su propia esencia. Sucede con la época de que somos partícipes y actores, lo que con ciertas expresiones del arte pictórico: situados demasiado próximos, sólo percibimos pincelazos, es menester establecer distancias, perspectivas para que el cuadro adquiera toda su significación, para que las formas revelen el esplendor que en ellas se manifiestan.

Las ciencias han avanzado prodigiosamente durante el siglo XX y en lo que va del siglo XXI, y sin embargo, como observaba Max Scheler con actual vigencia “nunca se supo más acerca del hombre y nunca se supo menos cuál es su esencia y su destino” y ya en la antigüedad Platón ponía en boca de Sócrates, en “Fedro”, sabias palabras “soy un amante del conocimiento y los hombres que habitan en la ciudad son mis maestros y no lo árboles de la comarca”. Sólo en el trato con los seres humanos, podemos intentar penetrar en el misterio de la esencia del hombre. Siglos más tarde Natorp dirá “El hombre sólo se hace hombre mediante la comunidad humana... exaltación de la comunidad es ensanchamiento de sí mismo”. Kant en “Pedagogía” afirma “El hombre es la única criatura capaz de ser educada” “La planta se cultiva, el animal se cría, se domestica, se adiestra. Sólo el hombre se educa” y lo reafirma con su célebre frase: “El hombre puede ser hombre sólo mediante la educación”. Únicamente él, entre los seres, posee el privilegio y el deber de auto interrogarse. En ese quehacer exclusivo del hombre, en esa búsqueda incesante de su esencia, todo él se halla comprometido. De la respuesta que halle a ese interrogante, surgen los paradigmas, los arquetipos y luego, en consecuencia, busca los medios para alcanzar su plenitud. La clásica definición Aristotélica del hombre como animal racional, que la filosofía cartesiana robusteció con la visión del hombre como “sustancia pensante” dio como resultado lógico la supra valoración de la vida intelectual y como conclusión la entronización de la instrucción. Pero la Filosofía que lo sucedió, y también la de nuestro tiempo, advierte que el hombre no sólo piensa sino que también ama, odia, crea, actúa, reza...

El hombre es razón, pero es además voluntad, emoción, deseos etc, etc, es vida conciente y vida subconsciente, es también lo irracional. El hombre no es pura razón, ni puro ser biológico. Qué sea el ser del hombre, su esencia, su realidad ontológica es hoy un tema de tal actualidad como en los albores de la humanidad. Karl Jaspers en su sintética gran obra “La Filosofía”, advierte que jamás ha habido mayores medios de comunicación que en el siglo XX y nunca el hombre ha estado tan alejado de una verdadera comunicación existencial y, en verdad ¿qué puede suplir el roce de la piel y el apretón que imprime el músculo al estrechar las manos? ¿Qué invitación magníficamente impresa puede llegarnos afectivamente, como la letra manuscrita que en su margen diga “te esperamos”? Nunca el hombre ha estado más íntimamente solo. En verdad reiteramos: qué sea el hombre esencialmente es un problema de permanente actualidad en todos los tiempos históricos. No hemos alcanzado una definición unitaria, lejos de ello, se han multiplicado y diversificado en innumeras concepciones, desde el “homo sapiens” ya mencionado, pasando por la naturalista, positivista y pragmatista que podrían reducirse en “homo faber”, que lo concibe como un simple producto de la evolución animal y luego por la “decadentista” que considera la aparición de la conciencia, de la razón y del espíritu como regresión biológica, como debilitamiento o enfermedad de lo vital. El hombre “ha abandonado su sagrado sentido cósmico” y se vale de sucedáneos: herramientas, instrumentos, idioma etc, que sustituyen a las actividades originales susceptibles de desarrollo. Para Lessing “el hombre es un mono que ha enfermado de megalomanía por causa de su espíritu”. Estas teorías sostienen que Vida y Espíritu constituyen una antinomia irreductible ya que el espíritu es un parásito que se introduce en la vida y el alma para destruirlas. Savigny y Schopenhauer han sostenido que está en marcha una regresión de la comunidad, la conciencia es considerada un cáncer que corroe al hombre. Cito con más amplitud estas tendencias por ser las más profundamente antagónicas a la concepción cristiana a la que adhiero mi pensamiento. Max Scheler sostiene una doctrina más próxima: la del hombre plenario, el “todo hombre” que contiene en sí todas las potencialidades de lo humano. El hombre es un ser bio-psico-espiritual. No nos satisface la afirmación positivista de la educación como adaptación a las modalidades psíquicas del niño, porque el hombre no es sólo vida natural y psique sino también y primordialmente espíritu. El espíritu se instaura sobre lo biológico y lo psíquico. El espíritu es el principio directivo de la vida, posee la capacidad de entrar en relación con el mundo de valores y esencias. Para Mantovani, “la educación tiene una raíz biológica y una dirección espiritual. La educación es un proceso de personalización, de humanización, somos humanos en cuanto nos hacemos tales”, y luego analiza que “sobre los caracteres primarios anatómicos, fisiológicos, genéticos, somáticos y psíquicos, sobre ese ser primigenio cuyas raíces están en la herencia y en el medio “cósmico telúrico” se erige la personalidad que es una instancia superior sobre lo meramente biológico”. El individuo es subjetividad, la persona se vuelve hacia objetividades, hacia valores aún cuando éstos actúen en detrimento de su individualidad. La vida es constante mutación, cambio, pero la persona en tanto se dirige a valores inmutables permanece idéntica a sí misma. Los valores no cambian, lo que cambia es la valoración de las distintas generaciones y los distintos pueblos. Para quien habla la educación es “un proceso de personalización” como sostiene Natrop. La personalidad es la gran conquista de la vida humana.

El pragmatismo ha sostenido que la escuela primaria debe “preparar para la vida” como si ésta fuera una meta a alcanzar. Pero el niño que está ante mí es vida ahora, en este instante, en este tránsito que es el vivir, pero que es en sí. Cada instante es en sí irrepetible y debe ser vivido en plenitud para que los instantes sucesivos sean plenos. El educador debe, en circunstancias, puerilizarse y penetrar en el mundo infantil si aspira a que su acción sea eficaz, respetuosa. Sólo así, en la comprensión que crea la empatía logrará coadyuvar al desenvolvimiento de las facultades intelectuales, emocionales y la integración del niño en la vida social, que no es simple aceptación o acatamiento, sino juego de emulación y perfectibilidad. “Preparar para la vida”... pero la vida entendida como “mi vida” a la manera de Ortega y Gasset. Vivir es encontrarse en el mundo, hallarse rodeado y aprisionado por las cosas en cuanto constituyen lo circundante. Pero la vida humana no es sólo hallarse entre las cosas indiferenciado, como una de ellas, sino sentirse, saberse viviendo. Vivir es verse vivir, por ende la vida humana implica un filosofar, ese es el camino que la vida hace para llegar a ser “sí misma”. Porque es un hacerse, un realizarse a sí misma, la vida es elección y por tanto libertad. Personalmente pienso que esta vida corporalizada no es tampoco un fin en sí, ni aquí termina el drama que representa el hombre, creo firmemente que el programa está inconcluso y que el epílogo es trascendente, como lo sostiene la más pura tradición del paganismo y la sublime concepción cristiana. Entendemos que las consideraciones previas: decir “preparar para la vida” no concibe a la misma como pura entidad biológica porque el ser humano, insistimos, es bio-psico-espiritual.

Esto implica que la concebimos como vida práctica, es decir existencia moral. Educar comporta, preparar a quien se educa para el logro del más alto grado de perfectibilidad de que es susceptible (1). La vida humana sólo es concebible en el medio humano, librado a su simple naturaleza el hombre sucumbe. En el reino animal es el ser más desprovisto de defensa, de nada le valen sus instintos si no lo protege el mundo de la cultura. Los términos individuo-sociedad que algunos pensadores han juzgado antinómicos son en realidad inherentes el uno al otro. “El hombre está inmerso en la historia como el pez en el agua” nos decía el Dr. Alberini eminente Profesor que nos introdujo en la Filosofía en la ciudad de La Plata. Los más altos valores se realizan como bienes en el mundo social. La libertad se cumple en la convivencia y por ser libre el hombre alcanza el mundo moral. Personalidad, sociedad y cultura constituyen una integración indisoluble y toda teoría que acentúa uno de estos términos cae fatalmente en arbitrariedad. Decía Mantovani “No se llega a la libre personalidad si falta en el hombre la comprensión para lo social histórico y añadía –con una vigencia actual– nuestra época de crisis requiere una vigorosa educación social que signifique la formación de un hombre cada vez más ligado a instancias sobre individuales y afirmado como un yo responsable a un orden de valores en los que sobresalen los de carácter ético”.

Esto necesariamente nos lleva a la reflexión sobre la formación moral mediante los valores imperantes en nuestros días. El adolescente ávido de autonomía ¿qué ve en su derredor? ¿Qué ve, qué escucha en los medios de comunicación? ¿Qué leen, qué cantan? ¿Qué se habla en los medios adultos, en las instituciones y qué dicen sus representantes? La sociedad en que se desarrolla ¿lo contiene? ¿La familia? ¿Hay paradigmas? Los pequeños e irresponsables “investigadores” que escudriñan la vida de los que hasta ayer eran los héroes y no destacan aquello en que realmente lo fueron sino que buscan lo que los difame ¿Qué buscan realmente? ¿Qué se proponen? Mi generación a instancias y exigencia del Dr. Ricardo Levene estudiaba Historia Argentina en la carrera universitaria porque sostenía que no debía egresar ningún profesional de las Universidades argentinas (entonces eran nueve en todo el país) sin conocer la Historia de la Nación y teníamos que frecuentar el Archivo Histórico de la Nación y el de la Provincia de Buenos Aires. Sabíamos que San Martín no cruzó los Andes a caballo como lo muestran las estatuas ecuestres, sino tendido, por tramos, en un camastro, con hemorragias que mitigaba mascando coca. ¿Cómo era más heroico? ¿Cabalgando o con su úlcera perforada? Jamás podremos olvidar las cartas de Güemes y su mujer; la indignación por la obsecuencia de Duarte que motivó el Decreto de Honores de Moreno, la carta de Dorrego a su mujer antes de ser fusilado. Salíamos con los ojos arrasados en lágrimas, el alma plena de emociones sanas, fortalecida por esos valores, esos ideales que enriquecían nuestros románticos años juveniles. Pero también nos ilusionamos hoy en que hay una moral personal superior a la moral social, una moral de lo ideal en lugar de una moral instituída, que aun hoy hay una moral del sentimiento, del amor, del bien. Una moral de valores perennes. Un grupo de jóvenes que van a egresar del polimodal donan el dinero que han reunido a través de cinco años para realizar el viaje de egresados, para que otro adolescente, menos afortunado, pueda ser operado para restablecer su salud. Los jóvenes que donan su sangre para un desconocido, el gesto afectuoso con que un muchacho acompaña a cruzar la calle a un anciano, etc, etc. Todos los días escuchamos o vemos o leemos estas acciones, siempre en menor escala y menos promocionados que las páginas y noticieros que horrorizan pensando a donde va la humanidad. El célebre educador francés M. Debesse advertía “No hay que olvidar que el momento en el cual una moral personal se forma (se refiere a la adolescencia) es también aquel en el cual la inmoralidad igualmente aparece por el empuje de los instintos y de los apetitos, sobre todo cuando gravitan malas compañías ambientales”. No podemos hablar de educar al adolescente y al joven para que acepten sin más lo que la sociedad les impone, no podemos hablar de la integración de su personalidad en los bienes de la cultura actual cuando la sociedad no respeta esos bienes sino que los transgrede diariamente en todas las esferas.

Los problemas de la comunidad exigen tolerancia, diálogo, respeto por las ideas del otro, por los distintos credos religiosos, por las distintas modas y vestimentas, etc, etc. Pero no se respeta lo que no se conoce y la educación actual, en todos los niveles, ha descendido en múltiples aspectos. No uno sino muchos Profesores, sobre todo en las Universidades se limitan a dictar su clase magistral e ignoran a quienes van dirigidas pues sólo les interesa la excelencia de la exposición. Es hora de que los adultos, los profesionales de la educación se conozcan entre sí, no limitándose al saludo convencional de un pasillo, que se interesen por la inserción de su asignatura en un plan y de qué se ocupa su colega y fundamentalmente que personalice a sus alumnos que en muchos casos sólo son un número. Por supuesto que no desdeño la clase magistral cuando la presencia de alumnos excede la capacidad de las aulas, pero debería existir la posibilidad de dividir en cursos que permitan la interacción Profesor-alumno. Sorokin afirma que si “no se logra crear una verdadera conciencia de solidaridad, la humanidad peligra”. Para que se dé esa solidaridad el educador debe conocer a sus alumnos como personas. El desajuste de esas jóvenes vidas en formación con la sociedad que actúa como agente formador por sí y a través de sus instituciones debe ser un evidente toque de atención para las generaciones adultas. Hace poco más de un mes en una Universidad argentina un joven estudiante de derecho ha golpeado reiteradas veces al Profesor que lo examinaba. La escueta noticia se limitaba a referir el hecho y la sanción disciplinaria: suspendido por un año. ¿Qué otras medidas ha tomado esa Facultad emblemática para conocer qué llevó a ese joven a inconducta tal? ¿Cómo ha auxiliado a quien dentro de un año proseguirá sus estudios conducentes a un profesional de la justicia? ¿Se ocupó alguien de él como persona? ¿Qué se sabe de ese alumno y su circunstancia como diría Ortega?

Quiero terminar esta larga exposición con palabras siempre vigentes del Dr. Juan Mantovani: “En nuestros días se corre el riesgo de que la antinomia individuo-sociedad desaparezca, no por la integración y el feliz equilibrio que se alcanza en la personalidad sino por el aniquilamiento de uno de sus términos con las secuencias previsibles” y en otra de sus obras afirma: “Mientras no se defina el principio filosófico que aclare la idea esencial del hombre y sus direcciones fundamentales, la educación no habrá superado la crisis en que hoy vive, con conceptos y normas en estado de caducidad y otros sin segura afirmación. La inseguridad en materia de filosofía de la educación es uno de los signos profundos de la crisis educativa”. Esto fue escrito a fines de la década del 40 del siglo XX. En el siglo actual de avances portentosos e innegables de las ciencias y las técnicas, aún el mundo se debate en guerras, incontinencias, barbarie, crímenes horrendos, hambre y desolación, drogas, subversión de los valores más caros a nuestra comunidad en todos los estratos sociales, en todas las instituciones, en la disolución de la familia, en el ateísmo que deja al hombre en la soledad de su propia miseria. Es mi firme convicción, al cabo de más de cincuenta años de docencia, cuarenta de ellos en la Universidad, que sólo la reflexión filosófica sobre una axiología y antropología superadoras podrá salvar a esta humanidad deshumanizada y deshumanizante.

Terminaba de escribir estas palabras cuando mis ojos se deslizaron hacia un diario de mi ciudad adoptiva y allí leí: “jamás desesperes en las más sombrías aflicciones, pues de las nubes negras cae agua limpia y fecundante”. Unamuno.

•- •-• -••• •••-•
Sara del Río de Ortúzar de Bereilh

Nota
1) Platón afirma “dar al cuerpo y al alma el máximo de belleza de que es susceptible”.

 

Para volver a la Revista Arbil nº 89
Para volver a la tabla de información de contenido del nº 89

La página arbil.org quiere ser un instrumento para el servicio de la dignidad del hombre fruto de su transcendencia y filiación divina

"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

El contenido de estos artículos no necesariamente coincide siempre con la línea editorial de la publicación y las posiciones del Foro ARBIL

La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición del público siempre bajo los criterios de buena fe, gratuidad y citando su origen.

Foro Arbil

Inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones. N.I.F. G-47042924
Apdo.de Correos 990
50080 Zaragoza (España)

ISSN: 1697-1388