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Ley Natural

por Álvaro Fernández Texeira-Nunes

El director de Vivir en Familia mantiene la vigencia de la Ley Natural frente al positivismo juridico en los asuntos que conciernen a la dignidad del ser humano y la defensa de la vida y la familia

En los tiempos que corren, quienes presumen de inteligentes, gustan de respaldar sus dichos con cifras, trabajos científicos e informes estadísticos. Y eso es muy bueno, porque habla de la seriedad técnica que se exige a quienes hablan de asuntos tan diversos como las "Causas del envejecimiento folicular" o las "Condiciones culturales para la implantación del rabanito".

Sin embargo, algunas de estas personas niegan la existencia de una ley natural, descubierta hace más de dos milenios por la filosofía realista a través de razonamientos lógicos y... de la experiencia diaria. Con la negación de la ley natural, niegan también la existencia de una naturaleza humana común a todos los hombres, fundamento de todos derechos inherentes a la persona, inalienables, inmutables e indispensables.

Esa naturaleza humana común a toda la especie -dice la filosofía realista- permite deducir la existencia de un "manual de funcionamiento" del ser humano, que le indica al hombre como debe ser su comportamiento ante determinadas circunstancias de la vida. Eso que algunos llaman "ética" y otros "moral"...

El manual

Un símil automotriz permitirá entender mejor la idea: todo automóvil se maneja con una serie de cambios, que deben ser hechos en un cierto orden; si cuando vamos en quinta, a 140 km/h, metemos la reversa, ello no conviene a la naturaleza del coche; y tarde o temprano, el mecánico y el bolsillo nos lo recordarán. Cuando no la ambulancia y la vaca que atropellemos en la quinta vuelta del auto por el aire, antes de caer en la banquina...

Del mismo modo se comporta el hombre: tiene una naturaleza y una forma de "funcionar" que no es fruto de una convención ni de una ley posItiva, sino que es inherente a él. Si el hombre "funciona" de manera que conviene a su naturaleza, se perfecciona, crece, se desarrolla. Si "funciona" de manera que no conviene a su naturaleza humana, se esclaviza, se daña a sí mismo y daña a la sociedad.

¡Sí! Pero sólo si conviene a la naturaleza humana...

Hasta hace poco, afirmar estas cosas en el mundo científico era tarea de valientes, que se enfrentaban con frecuencia, a la socarrona carcajada de los empiristas. Hoy en día, las ciencias sociales y biológicas -entre otras- acuden en socorro de la filosofía realista y permiten demostrar con cifras, datos y estadísticas, la existencia de una naturaleza humana común...

Quienes trabajan en defensa de la familia y de los derechos humanos, se preguntan siempre ante determinados actos humanos, si convienen o no a la naturaleza humana. En muchos casos, la respuesta es negativa. Se piensa entonces que quien sostiene esas posturas es pesimista, castrante, amigo de prohibirlo todo. Por no decir oscurantista, fundamentalista, intolerante o "talibán"...

Pero es un error. Porque cada una de estas negaciones, implica una afirmación. Por ejemplo, a la promiscuidad y a las relaciones fuera del matrimonio, se oponen la abstinencia y la fidelidad; al divorcio se opone el matrimonio indisoluble; al aborto se opone la apertura a la vida; a las parejas homosexuales se oponen el matrimonio y la familia fecunda...

Veamos más en profundidad algunos de estos temas, y el tratamiento que más conviene a la naturaleza humana.

SIDA

Hace más de 30 años que se vienen realizando campañas a favor del preservativo, casi como único medio para combatir el SIDA. Y sin embargo el SIDA, no para de crecer. Entre otras cosas, porque la falsa seguridad que ofrece el preservativo, fomenta la promiscuidad. La consecuencia lógica que de ello extraen ciertas personas intelectualmente honestas, es que el preservativo no sirve; al menos como única forma de prevención... En consecuencia, prestigiosas revistas científicas como The Lancet, se empiezan a preguntar ahora si no será mejor promover más la castidad y la fidelidad y menos el preservativo, a la luz de los resultados que esta estrategia viene reportando en Uganda.

Una deducción brillante... a la que hubieran llegado hace 30 años si hubieran escuchado a quienes desde el principio, aseguraron que usar preservativos no conviene a la naturaleza humana...

Relaciones sexuales fuera del matrimonio

Las relaciones sexuales iniciadas a temprana edad, tienen además del SIDA, otro riesgo: el embarazo adolescente. Así, los sociólogos de todo el mundo despiertan la alarma sobre el incremento de las cifras de adolescentes embarazadas, cada vez a menor edad. La causa no es única. Pero es curioso que algunos investigadores, olviden casi siempre, citar la causa principal: la existencia de una cultura y de unos "valores" sociales que ensalzan la promiscuidad y desprecian la castidad.

Si a los jóvenes se les venden espejitos de colores, no es raro que los compren: son adolescentes, porque adolecen de madurez. El problema es que luego son ellos y sólo ellos quienes sufren las consecuencias, y no quienes les incitan a cometer torpezas que, es evidente, no convienen a la naturaleza humana. La culpa no es del chancho, sino del que le rasca el lomo...

Lo curioso del caso es que, quienes más se escandalizan con el aumento de las cifras de embarazo adolescente, son los mismos -o las mismas- que desde la cátedra promueven la promiscuidad. Primero les meten en la cabeza a los chicos programas de educación sexual elaborados según la ideología de genero, y después se asombran de que crezca el embarazo adolescente y el SIDA. Al parecer, no se han percatado de que es intentar apagar el fuego echándole combustible: no conviene a la naturaleza del fuego apagarlo de esa manera, sino más bien con agua o con CO2...

Otros estudios demuestran además, que la popular y posmoderna "convivencia" de los novios previa al matrimonio, contribuye al incremento en el número de divorcios. Sucede a menudo que los integrantes de estas parejas, se acostumbran a disfrutar de los beneficios del matrimonio sin las obligaciones que el mismo implica. Esta mala costumbre, les lleva a extrañar demasiado su condición "libre" luego de un matrimonio frecuentemente tardío, y en un alto número de casos, se terminan divorciando. El divorcio, como veremos, tampoco conviene a la naturaleza humana.

Divorcio

El divorcio, además de los múltiples problemas físicos y mentales que les produce a los padres y a los hijos, genera pobreza tanto a nivel familiar como social. Es evidente que alguien que se divorcia, debe pasar de mantener una casa y un puchero, a mantener dos casas y dos pucheros. Las mismas personas, al vivir separadas, gastan mucho más que antes por concepto de alquiler, de electricidad, de agua, de gas, etc.

Además, el divorcio genera más costos al conjunto de la sociedad, que debe acudir en ayuda de las mujeres divorciadas y con hijos para administrar -en el mejor de los casos- la ayuda paterna. Y en el peor de los casos, para suplir los ingresos que estas mujeres dejan de percibir al ser abandonadas por sus esposos. O al abandonarlos ellas por su propia voluntad.

El divorcio, en consecuencia, es negativo para los divorciados, para sus hijos y para la sociedad en su conjunto. Razón suficiente para concluir que no conviene a la naturaleza humana.

Anticoncepción

El uso de anticonceptivos, dentro y fuera del matrimonio, daña la salud de la mujer. Hay múltiples estudios que prueban este hecho. Y no sólo desde el punto de vista médico, sino incluso desde el punto de vista de la relación de pareja. En este sentido, se ha comprobado que en términos estadísticos, el porcentaje de parejas que usan preservativos o anticonceptivos en sus relaciones sexuales, tiene mayor tendencia a separarse o a divorciarse. La razón es bastante sencilla: cuando la entrega no es total, cuando cada uno se reserva algo, cuando uno no da todo lo que tiene -por justificada que parezca ser la causa-, el otro se siente rechazado. Al principio percibe cierta desconfianza, y a la larga, concluye que en el fondo, hay falta de amor... "Se acabó el amor", dicen algunos. Claro, como no se va a acabar, si hace rato que se acabó la entrega total...

Siempre en términos estadísticos -hay excepciones a la regla de uno y otro lado-, esto sucede con menor frecuencia entre quienes utilizan los métodos naturales para regular la fecundidad: es lógico, porque estos métodos se adecuan mucho mejor que los artificiales a la naturaleza humana.

Aborto

Nadie duda tampoco, que el aborto daña la naturaleza humana. En el caso del hijo, porque lo mata, y en el caso de la madre, porque la deja con un complejo de culpa -el síndrome posaborto- muy difícil de superar. Este verdadero trauma que sufre la mujer que aborta, no es una "construcción cultural", como dicen algunos, sino que es inherente a la naturaleza humana.

Tampoco está en duda -científicamente hablando- que los niños fecundados in vitro tienen mayores problemas de salud al parto y después de nacer, que los fecundados naturalmente. Y a nadie se le oculta que el daño es muchísimo mayor para los embriones que quedan congelados y que son denominados por algunos, con el triste mote de "sobrantes"...

La fecundación in vitro, aunque solucione la necesidad (¿capricho?) de los padres de tener hijos, es evidentemente contraria a la naturaleza humana. Los hijos no vienen a satisfacer ningún "derecho al hijo", porque lejos de ser un derecho, son un don. Algo similar sucede con la pretensión de los homosexuales en cuanto a la adopción de niños, como se verá a continuación.

Homosexualidad

Dicen los que saben que el matrimonio, es como el café con leche. Este delicioso producto -del que algunos nos vemos privados con frecuencia por causa de la gastritis-, se elabora con café, y con leche. ¿De Perogrullo, no? La leche con leche, es leche. Y el café con café, es café. Sólo la leche con café puede ser café con leche. Esa es la naturaleza del café con leche...

Del mismo modo, sólo el matrimonio entre un hombre y una mujer puede ser matrimonio. Esa es su naturaleza. La unión de hombres con hombres, puede llamarse como se quiera. Y la unión de mujeres con mujeres también. Sólo que en ningún caso corresponde llamarle matrimonio, porque esta palabra indica una unión de naturaleza diversa. Tan diversa como puede ser la unión entre un hombre y una mujer. Las demás uniones, por más que intenten revestirse de diversidad, son exactamente lo opuesto a ella...

Por eso estamos de acuerdo con quienes dicen que la "diversidad sexual" es un "homenaje a la vida": porque sólo a partir de la diversidad sexual que existe entre el hombre y la mujer, se puede engendrar vida. Esto jamás sucede en las parejas homosexuales, donde falta la diversidad de dos sexos complementarios.

Esa falta de diversidad que existe en las parejas homosexuales, hace que sea inconveniente que estas adopten niños. Concedemos que estas parejas pueden tener las mejores intenciones. Pero sólo en un matrimonio entre un hombre y una mujer, el niño y/o la niña podrán tener los modelos masculino y femenino que tanto necesitan para un desarrollo psicoafectivo sano y equilibrado. Para los niños -aunque sean adoptivos- no es lo mismo tener un papá y una mamá, que tener dos "papás" y una niñera, o dos "mamás" y un mucamo. No, ellos necesitan de la diversidad sexual que sólo se da en el matrimonio.

Por otra parte, la "necesidad" de adoptar de los homosexuales, no se debe a que tengan problemas físicos o psíquicos que les impidan tener hijos, sino que el tener hijos no corresponde a la naturaleza de tales uniones. Está probado además, que por buenas que sean las intenciones de algunos, los homosexuales tienden en general, a abusar más de los niños que los heterosexuales.

Queda claro entonces que el matrimonio, conviene tanto a la naturaleza de los hijos como a la naturaleza de la institución familiar; mientras que las uniones homosexuales, si bien deben ser toleradas, no se pueden llamar matrimonio, porque esta palabra, está reservada a una unión de naturaleza diversa.

Quizá nadie protestaría si en lugar del matrimonio, se reivindicara el "gaymonio" o el "lesbimonio"... Lo que es incorrecto, es que a tales uniones se le llame matrimonio y se las pretenda equiparar legalmente al mismo. Si el Estado hiciera esto, para ser justo, debería legalizar además, el monomonio (cuando uno vive sólo), el zoomonio (cuando uno vive con una mascota), el amimonio (cuando uno vive con un amigo), el fratrimonio (cuando uno vive con un hermano), el travimonio, el transexmonio, el swingmonio y... todos los moños que a uno se le puedan ocurrir.

Familias numerosas

No podemos dejar de mencionar el tema de las familias numerosas. Hay quienes dicen que donde hay familias numerosas hay más pobreza, y que donde hay familias pequeñas, hay más riqueza. De ello deducen un modelo general, en teoría aplicable a todos los países del mundo. En ocasiones, estos hechos se dan juntos y parece que el modelo funciona. Pero también es cierto que en África hay muchos pobres de raza negra y en Suecia hay muchos ricos de raza blanca; y hasta ahora, a nadie se le ha ocurrido la peregrina idea de que la capacidad para crear riqueza esté directamente relacionada con el color de la piel. > > > > Lo que sí dicen algunos estudios -a fin de cuentas no son más que la sistematización teórica de lo que se ve a diario en la práctica-, es que los niños que tienen más hermanos, aprenden a ser más generosos que los hijos únicos. Los hijos de familias numerosas, tienen más valores desde que nacen, y su capacidad para insertarse en la sociedad y convivir con otros seres humanos supera a las de los hijos únicos. A menudo se pelean, sí, pero se quieren, y van puliendo en familia, defectos y vicios ayudados por la comprensión, el cariño y la autoridad de sus padres. Es bastante claro entonces que las familias numerosas convienen a la naturaleza humana, sobre todo a la de los hijos. Aunque el número de hijos y el espaciamiento de los nacimientos, es siempre una decisión que corresponde a los padres, y a nadie más que a ellos.

Necesidad del trabajo multidisciplinario

Las recientes conclusiones de las más diversas ciencias parecen demostrar claramente, si se leen con atención, que existe una naturaleza humana. Y que existe en consecuencia, una forma objetiva de hacer las cosas que conviene a ella y otra que no conviene. Los datos empíricos parecen indicar, en efecto, que quienes defienden la ley natural están en lo cierto y quienes la niegan, están equivocados. Siempre hablando en términos de grandes tendencias estadísticas, claro; y sin descender naturalmente, a la casuística, donde ocasionalmente sucede lo opuesto. Es posible que un drogadicto ladrón y una terrorista alcohólica, engendren un hijo que termina siendo santo. Pero no es probable...

No sería mala cosa entonces, que los sociólogos, políticos, médicos y economistas -entre otros-, estudiaran más filosofía para conocer mejor la antropología humana; y que al mismo tiempo, los filósofos estudiaran más sicología, economía, bioética y política, para servirse de ellas al momento de respaldar empíricamente sus afirmaciones.

Ya dentro de la filosofía, no estaría mal que los sociólogos, políticos, médicos y economistas -y sobre todo los filósofos-, profundizaran más en el estudio de la metafísica. Ya lo ha dicho el Papa Juan Pablo II: "La crisis de la antropología se debe al rechazo de la metafísica". De ello se puede deducir que la crisis de una antropología respetuosa de la naturaleza humana, se debe al rechazo de la ley natural. No parece ilógico afirmar entonces que el desconcierto de las ciencias sociales, se debe a que se fundan en una antropología llamada al fracaso por rechazar la metafísica.

Dicho en términos mecánicos: el "manual" del automóvil real, ha sido sustituido por un folleto explicativo del funcionamiento de un autito de jugete. Y algunos se empeñan en hacer funcionar a fricción, coches que sólo marchan a combustible.

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Álvaro Fernández Texeira-Nunes

 

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