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Primeros pasos del catalanismo político

por Cesar Alcalá

El catalanismo político surgió como crítica al estado liberal español. Esta crítica se concentró en una serie de actuaciones destinadas a dar personalidad a Cataluña. ¿Cómo? A través de la lengua, leyes, historia y cultura. Si en un principio, después de la Restauración, el catalanismo fue una corriente literaria, a partir de 1880 se convirtió en un movimiento político. Ahora bien, la sintetización de todos estos conceptos no fue fácil y surgieron diversos pensamientos, en concreto cuatro: Renaixença, Carlismo, Catalanismo republicano o federal, y el Conservadurismo regional

La Renaixença

La Renaixença fue una voluntad de recuperación de la cultura y la lengua catalana, ya que estas estaban en plena decadencia. A lo largo de los siglos XVI, XVII y XVII disminuyo el uso del catalán en el conjunto de la sociedad. Esta disminución, en parte, estuvo provocada por la prohibición de la misma por parte del gobierno centralista. Lo que buscaba la Renaixença es que la sociedad catalana reaccionara. Así, la Renaixença se convirtió en un movimiento cultural del catalán como lengua de cultura, que la sociedad se diera cuenta de la realidad catalana, una recuperación de las historia de las instituciones jurídicas y, por supuesto, que se tuviera conciencia de las tradiciones y de la cultura en general.

El origen de la Renaixença se sitúa en la publicación de la oda La Patria de Buenaventura Carlos Aribau en 1833. Ahora bien, hasta que no se publico el manifiesto de Joaquin Rubió i Ors, en 1841, y la celebración de los Juegos Florales, en 1859, la Renaixença no se hizo realidad. El manifiesto de la Renaixença de Rubió i Ors, era una recopilación de poemas publicados, bajo el seudónimo de Lo Gaiter del Llobregat, en el Diario de Barcelona. Para tal ocasión, Rubió escribió un prólogo en el que expuso sus ideales a favor de la lengua catalana, e hizo un llamamiento para su significación. La intención de Rubió era despertar a los catalanes de su vergonzosa y criminal indiferencia.

Gracias a los Juegos Florales de 1859, apoyados por Víctor Balaguer, Manuel Milá i Fontanals, Antonio de Bofarull, la lengua catalana obtuvo publico reconocimiento como lengua literaria y cultural. Además hay que mencionar la excelente labor literaria llevada a cabo por : Jacinto Verdaguer, en poesía, Ángel Guimerá, en teatro, y Narcís Oller en novela. Por su parte la Renaixença sirvió para que aparecieran periódicos escritos en catalán.

La Renaixença cultural también supuso una reacción de la clase política y religiosa. Eso sí, el catalanismo político, en ningún momento fue separatista. No lo podían ser pues, las bases políticas catalanas, estaban en estado embrionario. No fue hasta la declaración de las Bases de Manresa (1892), cuando se establecieron los pilares de lo que sería Cataluña. Afirmar que todo el catalanismo político no fue separatista sería falsear la historia. Sobre el separatismo político escribió Joan Bardina[1]:

La independencia (…) una nación o varias naciones forman Estado aparte (…) Profesan esta doctrina separatista los llamados separatistas, que son media docena de catalanistas rabiosos, sin nombre ni autoridad, procedentes del partido federal, republicanos en política, ateístas en Religión, jacobinistas en el terreno social. Es su bandera la proclamación de Cataluña en República independiente[2].

La Renaixença significó la conformación del primer catalanismo político. El centralismo fue el caballo de batalla de la política catalana. Bardina nos aporta el pensamiento de los políticos catalanes al escribir:

La Revolución francesa, cuna del parlamentarismo neo latín, lo es también del centralismo y del individualismo. Así lo reconoce Prat de la Riba, en su discurso de la Asamblea de Manresa y así lo creen todos los pensadores. Porque si reforzar las personas jurídicas y sociales equivale a dar menos importancia al individuo, es evidente que el liberalismo, que deifica al individuo, será antitético con el regionalismo, cuando el objetivo son las personas sociales. De aquí que los partidos liberales españoles hallan sido siempre centralistas; de aquí que lo sean los actuales partidos dinásticos; han de serlo por fuerza, mientras sean liberales y parlamentarios; siendo puras mentiras de engaña tontos todas aquellas promesas de silvelo-liberales. Las ideas nos decían que no podían ser otra cosa; la práctica ha venido a corroborar las ideas[3]. En conclusión, sabemos que, cuando más autónomas las Regiones, más ligadas quedan al Poder Federal[4].

Todo este movimiento cultura se reforzó gracias al excursionismo. Se multiplicaron las entidades excursionistas y, gracias a ellas, se descubrió la historia, la geografía catalana, el arte y las costumbres. Se recogieron leyendas populares y términos lingüísticos. También se elaboraron estudios históricos, geográficos, botánicos, filológicos y folklóricos. Se restauraron los monasterios de : San Cugat del Valles, San Pedro de Rodas, Santa Maria de Ripoll, Poblet, Santa Maria de Castelló de Ampurias o la colegiata de Villabertran.

La popularización del catalán se llevo al pueblo gracias a los Orfeones. El impulsor de los orfeones fue Anselm Clavé. En el libro Las sociedades corales en España (1862) Clavé explica como tuvo la idea de constituir agrupaciones corales entre los obreros: Tendí en torno una ojeada y me pregunté que clase de entretenimiento se ofrecían al obrero en las horas de tregua a sus fatigas, para endulzar la monotonía de su afanosa existencia y se me presentó ¡ay! a mi vista el repugnante espectáculo de inmundos cafetines, guarida de meretrices y truhanes ... Entonces me fijé en aquellos cantos tan en boga entre las gentes del pueblo e intenté ... su reforma.

No sólo los Orfeones impulsaron el sentimiento catalán a través de la lengua. La obra de Richard Wagner también influencio en los intelectuales catalanes pues, estas, sirvieron para reconstruir y dar a conocer toda una serie de leyendas.

Richard Wagner dio, a través de la ópera, identidad y nacionalidad al pueblo alemán. Los intelectuales catalanes buscaban algo parecido para Cataluña, esto es, una nueva identidad cultural e histórica. Wagner les abrió el camino. El wagnerismo fue considerado como instrumento y signo de cultura nacional catalán.

El introductor de Wagner en Cataluña fue Anselm Clavé cuando, en un concierto popular, incluyó la obertura de Tannhäuser . Clavé dijo a los allí presentes:

No conozco nada como esta obertura (…) Tendríamos que dar a conocer toda la obra de Wagner al público. Como se animaría nuestro pueblo.

Esto sucedía en el año 1862 y aún faltaban bastantes años para que el wagnerismo se hiciera popular.

Joaquin Marsillach Lleonart, en el año 1870, fundó la primera asociación wagneriana al lado de Felipe Pedrell, Andrés Vidal Llimona, Claudio Martínez Imbert y José de Letamendi. Joaquin Marsillach escribió dos libros dedicados al compositor de Bayreuth: Historia de Lohengrin y Ensayo biográfico-crítico de Richard Wagner (1870). En el año 1875 el crítico del Diario de Barcelona, Antonio Fargas Soler, polemizó con Marsillach. El crítico defendía la ópera italiana, menospreciando la música wagneriana. Fargas escribió que las obras de Wagner son la eliminación style='letter-spacing: -.15pt'>de las formas y el estilo que dominaron antes de él el drama lírico

En el año 1883 se estrenó en el Liceo la ópera Lohengrin. Esta obra romántica puso las bases del simbolismo místico. Ya de por sí Lohengrin es una ópera llena de simbolismos y, por lo tanto, los intelectuales catalanes los adaptaron a hechos claves de la historia de Cataluña.

Según la leyenda, Elsa es acusada de haber matado a su hermano Godofredo, príncipe heredero alemán. Para demostrar su inocencia dice que un caballero vendrá a salvarla. Aparece Lohengrin, hijo de Parsifal y Caballero de la Orden del Santo Grial. Lohengrin estará siempre al lado de Elsa con la condición que no le pregunte nunca de dónde viene. Elsa y Lohengrin se casan. La curiosidad de Elsa es más grande que el amor que siente por Lohengrin y, finalmente, le hace la pregunta prohibida. Lohengrin le explica la verdad. Al haber roto el juramento tiene que marcharse. Se aleja encima de un cisne blanco, que simboliza a Godofredo, pues Ortruda lo había convertido en cisne. Lohengrin deshace el encantamiento. Godofredo vuelve con los suyos y Lohengrin a Montsalvat.

Para explicar el carácter mítico de la raza catalana centrémonos en el acto tercero, escena tercera, donde Lohengrin explica quién es y de dónde viene:

In fernem Land, unnahbar euren Schritten,
liegt eine Burg, die Montsalvat genannt;
ein lichter Tempel stehet dort inmitten,
so kostbar, als auf Erden nichts bekannt;
drin ein Gafäss von wundertät' gem Segen
wird dort als höchstes Heiligtum bewacht:
Num hört, nie ich verbotner Frage lohne!
Vom Gral ward ich zu euch daher gesandt:
mein Vater Parzival trägt seine Krone,
sein Ritter ich bin Lohengrin genannt.

Traducción:

En un país lejano, inaccesible para vuestro caminar,
Hay una fortaleza que se llama Montsalvat;
En el centro se encuentra un Templo maravilloso,
Que se desconoce en la Tierra otro comparable a él;
Allí se conserva la más preciosa de las reliquias,
Un cáliz que realiza hechos prodigiosos.
¡Escuchad ahora la respuesta a la pregunta prohibida!
Desde el Grial he sido enviado a vosotros:
Mi Padre es Parsifal es el Rey, lleva corona,
Yo soy su caballero, Lohengrin es mi nombre.


En el texto hay tres aspectos del simbolismo mítico catalán. El primero es el lugar mágico donde está la Orden del Santo Grial, esto es, Montsalvat. La montaña de Montsalvat se transformó en Montserrat. Como escribe Hughes:

Uno de los éxitos de la temporada de ópera del Liceo en 1900-1901, cuando se iniciaban las obras en el parque, fue la ópera Hänsel und Gretel de Engelbert Humperdinck, traducida al catalán con el título Ton i Guida por el amigo de Gaudí Joan Maragall. Probablemente Gaudí conoció a Humperdinck, que fue profesor de música en el conservatorio del Liceo en 1886. Pero es seguro que, como todo el mundo en aquellos círculos, sabía que Humperdinck había colaborado en Parsifal con el divino Richard Wagner, quien había situado el escondite del Santo Grial en Cataluña style='font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman";letter-spacing:-.15pt'>[5].

Pues bien, la montaña de Montserrat pasó a ser un lugar clave dentro de la historia cultural catalana y, porque no, el centro donde se originó la identidad nacional catalana. La influencia de los intelectuales catalanes y Montserrat fue tal que, la Enciclopedia Británica, en su edición de 1911, aseguraba que Montsalvat y Montserrat era lo mismo. En la edición de 1928 se rectificó el error.

El origen de Montsalvat lo encontramos en el poema medieval titulado Percival. Wagner se inspiró en él para escribir las óperas Parsifal y Lohengrin. Antes de Wagner, Chrestien de Troyens y Wólfram von Eschenbach reutilizaron el tema de Percival. El castillo de Montsalvat es una figura poética imaginativa, por lo tanto, la idea que Montserrat fuera el Montsalvat wagneriano cae por su propio peso. Ahora bien, en una época donde se buscaba una identidad propia, esta imagen conmovió a una sociedad carente de tradición. También se buscaron simbologías en otras montañas emblemáticas de la Cataluña medieval, el Montseny y el Canigó, pero Montserrat permaneció, sin discusión alguna, como el origen de la identidad nacional catalana.

El segundo aspecto místico hace referencia a la figura de Parsifal. La leyenda wagneriana dice que Titurel recibió el cáliz y la lanza de Jesucristo. Titurel creó la Orden de los Caballeros del Santo Grial. Ya mayor Titurel cedió sus poderes a Amfortas. Klingsor al no poder entrar a formar parte de la Orden es el máximo enemigo del Santo Grial. Amfortas lucha contra Klingsor. Éste hiere a Amfortas y le roba la lanza sagrada. Según la leyenda: el sencillo de espíritu, el puro de corazón, aquel a quien el dolor abra los ojos a la verdad, es el que salvará la Orden del Santo Grial. Esta persona es Parsifal. ¿Por qué? Parsifal significa persona pura, inocente y simple (parsi significa puro, inocente, fal significa tonto, simple). Parsifal destruye a Klingsor, cura las heridas de Amfortas, recupera la lanza y los sustituye en la Orden del Santo Grial.

Parsifal es el salvador del Santo Grial. Su equivalente catalán fue Sant Jordi, el cual mató al dragón para salvar al pueblo de Cataluña. Así pues, Parsifal y Sant Jordi pasaron a ser la misma persona. La similitud de los mitos fue la base para buscar otros aspectos místicos en la ópera de Wagner. La herida en un costado de Amfortas tuvo connotación nacionalista. Amfortas pasó a ser Wilfredo el Belloso. La sangre de de Amfortas y la de Wilfredo el Belloso estaban ligadas. ¿Cómo? Los dos lucharon para salvar unos ideales: la Orden del Santo Grial y Cataluña. Parsifal y Carlos el Calvo recompensaron el valor de los dos hombres. Parsifal le curó las heridas a Amfortas. Carlos el Calvo dio escudo de armas a Wilfredo el Belloso, convertido en senyera, símbolo de Cataluña.

El tercer aspecto místico es el aspecto caballeresco de Lohengrin. Los intelectuales recuperaron del olvido el nombre de todos los caballeros, condes, y reyes catalanes. Uno de estos héroes recuperados fue el Comte Arnau, que si de verdad existió, también existieron los Percevals de Troyens, Eschenbach y Wagner.

Los intelectuales catalanes también encontraron aspectos místicos en la tetralogía wagneriana Der Ring des Nibelungen (El anillo de los Nibelungos). El mundo del anillo está subdividido en tres razas: en las entrañas de la tierra los Nibelungos; en la superficie de la tierra los Gigantes; en las altura los Dioses.

El Oro del Rhin, protegido por las ondinas (hespérides), tiene poder supremo. Tenerlo es renunciar al amor. Alberich renuncia al amor y roba el Oro del Rhin. Wotam, Dios supremo, advierte que aquel robo será el crepúsculo de los Dioses, Götterdämmerung.

Las Valkirias son las hijas de Wotam. Sigmund, hijo de Wotam es enviado para recuperar el Oro en posesión de Alberich y Fafner y devolverlo al Rhin. Sigmund no puede realizar su misión porque no es libre.

Nace Siegfried, el ser libre que podrá realizar la misión encargada por Wotam a Sigmund. Siegfried es nieto de Wotam y no conoce el miedo. Fue criado en la casa de un herrero. Éste guarda unos fragmentos de la espada que perteneció a su padre. Siegfried lucha contra el dragón –que en realidad es Fafner- en la Cueva del Odio. Muere el dragón y Siegfried recupera el anillo. Siegfried y Brunilda –hija de Wotam- se encuentran. Él representa la vida, Ella el amor.

Siegfried abandona la roca del fuego donde está con Brunilda y llega a la corte del Rey Gunther. Allí está Hagen, hijo del Alberich, que representa el odio. Hagen da a Siegfried una bebida que le borra la memoria. Hagen quiere casar a Brunilda con Gunther y a Siegfried con Gutrune. De esta manera se vengará de la muerte de su padre. Mediante un yelmo mágico Siegfried se convierte en Gunther. Hagen hiere en una cacería a Siegfried y muere. Brunilda ordena encender una hoguera para quemar el cuerpo de Siegfried. Las aguas del Rhin se desbordan, inundando aquel mundo lleno de corrupción. El anillo vuelve al Rhin y se restablece la armonía en el mundo.

Las hespérides –ondinas- wagnerianas quedaron reflejadas en Verdaguer y en Gaudí. En el poema L’Atlàntida Verdaguer habla de ellas y, esa inspiración poética quedó reflejada en el Pabellón Güell, construido por Gaudí entre los años 1884 a 1887. Sobre el particular escribe Hughes:

En el mito griego original, el Jardín de las Hespérides se encontraba más allá del océano, en el extremo occidental del mundo. Las Hespérides, hijas de la Noche (Nyx) y de la Oscuridad (Erebus), cuidaban de un árbol que daba manzanas de oro: era el regalo de bodas que la madre tierra Gaia había hecho a Hera cuando casó con Zeus, y lo custodiaba Ladon, un fiero dragón. El undécimo trabajo de Hércules consistió en matar a ese dragón y apoderarse de las manzanas de oro[6].

Existe una clara similitud entre la leyenda de Wagner con la de Sant Jordi. Siegfred mata al dragón y recupera el anillo de los Nibelungos. Sant Jordi mata al dragón para salvar al pueblo de Cataluña. Hughes continúa diciendo:

En el poema de Verdaguer, Hércules llega al Jardín de las Hespérides pasando por Barcelona y Cádiz –Siegfried llega a la morada donde vive Brunilda, una hespéride, hija de Wotam-. En esta última ciudad se encuentra con el pastor Geryon, quien le dice que el jardín, el árbol mágico (el cual, como estamos en España, se convierte en una naranjo) y la viuda reina Hesperis pueden ser conquistados por un héroe que sea lo bastante audaz como para matar a su guardia reptil y coger los frutos –Siegfried es elegido, al ser una persona libre, para recuperar el anillo y restablecer el status quo-. Hércules cruza el Atlántico, se acerca al árbol, y cuando el dragón se abalanza sobre él, le da el golpe de muerte. “El veneno sangriento brilla en las flores, y los fieros ojos del dragón se velan lentamente como la luz en un crisol seco. Siegfried, Parsifal y Sant Jordi mataron al dragón. El círculo de los Güell y Comillas no tuvo dificultad en interpretar esto. Donde dice jardines en el extremo occidental del mundo, léase Cuba; los frutos de oro son los beneficios; el valor de Hércules corresponde a los hábitos comerciales del emprendedor indiano. Era una alegoría perfecta y halagadora de ellos mismos y, sobre todo, de Comillas, cuya pubilla tendría ahora su jardín en la finca Güell[7].

Gaudí, en una de las puertas de la finca Güell –hoy en día por ella se accede a la Cátedra Gaudí-, ubicó un dragón, símbolo mitológico de Cataluña.

La escena donde Siegfried forja la espada de su padre fue utilizada, alegóricamente, para consolidar la lengua catalana. El idioma de nuestros padres estaba roto en diversos fragmentos, nosotros –lo hombres de la Renaixença- tenemos la obligación de forjar, de nuevo, aquellos fragmentos y hacer renacer la lengua catalana, símbolo de la raza catalana. Ayudó mucho que, poco después de forjar la espada Siegfried matara al dragón. Otro aspecto mitológico utilizado por los intelectuales de la Renaixença son los valores patriarcales. Wotam, ser supremo, envía a sus hijas, hijos y nietos para luchar contra los seres que desean destruir el mundo. Esta lealtad patriarcal fue identificada con la casa pairal y la lealtad de los hijos sobre el padre o el cabeza de familia.

¿Cómo evolucionó la devoción por Wagner en Cataluña? Después de la fundación de la primera Asociación Wagneriana y la primera representación del Lohengrin, hubo otro hecho que estimuló el delirio popular. Nos referimos al concierto que el tenor Francisco Viñas, la noche de la inauguración de la Exposición Universal de 1888, delante de la reina María Cristina, dio con fragmentos de la ópera Lohengrin. Al final, según los intelectuales catalanes, se había encontrado un intérprete catalán, de raza catalana, para cantar esos míticos personajes. Viñas se convirtió en el máximo representante del

Francisco Viñas Dorda (1863-1933) era de familia pobre. Su hermano, Mariano Viñas (1868-1923) fue maestro de la capilla de la Catedral de Barcelona. Estudió música durante un año, 1886, en el Conservatorio del Liceo. Antes de esto ya había debutado. El crítico de La Nación escribió: Si el señor Viñas se dedica solamente un año al estudio del canto, no habrá tenor que pueda competir con él, ni el mismo Gayarre. Y eso hizo.

El 9 de febrero de 1888 debutó en el Liceo en el papel de Lohengrin, uno de sus personajes preferidos junto con Parsifal y Tristany. Posteriormente triunfó en Valencia, 1889; Scala de Milán, 1890; Londres, 1891; y Estados Unidos, 1894.

Volvió a Barcelona, 1903, para cantar Lohengrin. Aquella noche cambio de idioma al interpretar el Racconto o In fernem land. Por aquel entonces y hasta no hace muchos años, las óperas no italianas se cantaban en italiano o en el idioma del país. Existen curiosas grabaciones. En el Gran Teatro del Liceo se han podido oír operas interpretadas, por los solistas, en ruso, alemán o francés, mientras que el coro cantaba en italiano. Hoy en día esta práctica es impensable. El público no lo aceptaría. En la época de Viñas se permitían ciertas licencias en el momento de interpretar una pieza musical. Bien, pues, aquel día, cuando todos los asistentes al Liceo esperaban que dijera: In un lontano style='letter-spacing: -.15pt'>… Viñas cambió de idioma y cantó:

El motor de toda esta proyección política y religiosa se centro en el Seminario de Vic. Como escribe Edmon Valles:

La historia de éste centro se puede resumir la de los otros seminarios catalanes. Vic dispuso de Universidad hasta el año 1717 y el Seminario tridentino no inició sus clases hasta 1750. Entre una y otra fecha mantuvieron la continuidad en la enseñanza los jesuitas; ellos fueron los que rigieron el nuevo Seminario y estrenaron edificio, situado en la calle de los Estudios, esquina a la rambla del Hospital. Expulsados por Carlos III, sus bienes fueron confiscados. El edificio del Seminario se convirtió en caserna y los estudiantes se tuvieron que trasladar a otro edificio nuevo, el de la calle San Justo (el Seminario de Balmes, de Verdaguer, de Collell)[8].

El vigatismo político estuvo claramente influenciado por el pensamiento de Jaime Balmes. Tres fueron sus principales impulsores. El canónigo Jaume Collell fue el instrumento que delimitó el posicionamiento de vigatismo político y lo exportó a toda Cataluña a través de la revista La Veu de Montserrat. Mosén Jacinto Verdaguer fue el brazo literario. Narcís Verdaguer fue su brazo político. A todos estos hay que añadir una serie de nombres que permitieron su evolución. A continuación trazaremos el perfil de sus más destacados pensadores.

El canónigo Jaume Collell i Balcells (1846-1932), fue periodista y agitador religioso y cultural. Adscrito al Carlismo, evolucionó hacia el catalanismo conservador y católico. Amigo de Jacint Verdaguer, sobre el que ejerció una gran influencia, estudió en el Seminario de Vic. Fundó y dirigió el semanario La Veu de Montserrat, que se convirtió en una revista al servicio del patriotismo religioso. Desde la revista se conmemoró el milenario de Montserrat y la restauración del Monasterio de Ripoll. Fue uno de los fundadores d l’Esbart de Vic –tertulia literaria y patriótica- junto con Jacint Verdaguer i Santaló (1845-1902). Participó en el Memorial de Greuges que le remitieron a Alfonso XII; la creación de la Lliga de Cataluña, el mensaje a la Reina Regente, la defensa del derecho catalán. También fue uno de los fundadores de La Veu de Catalunya[9]. Jaume Collell fue preceptor de los hijos que tuvo el matrimonio Eusebio Güell e Isabel Bru. Además de él figuraban como preceptores: Jacint Verdaguer, Antonio Gaudí, Ramón Picó i Campamar, Narcís Verdaguer y José García Robles.

Los dos principales colaboradores de Collell fueron Josep Serra i Campdelacreu y Josep Masferrer Arquimbau. Josep Serra se licenció en Derecho y Filosofía y Letras. Desarrolló en Vic una gran actividad cultural. A él se debe la fundación del Museo Episcopal y la ordenación del Archivo Municipal. Como Collell estuvo vinculado a la Unió Catalanista. Josep Masferrer se formó en el Seminario de Vic. Al fundar Collell la revista La Veu de Montserrat, fue nombrado redactor jefe.

Otro de los fundadores de l’Esbart de Vic fue Martí Genís i Aguilar (1847-1932). Estudió farmacia en el Seminario de Vic. En 1874 publicó Julita, que es considerada como la mejor representación del romanticismo catalán.

El más jóvenes de los impulsores del Seminario fue Narcís Verdaguer i Callís, (1868-1918), destacado impulsor del catalanismo político. Natural de Vic, era el mayor de dieciocho hermanos, y procedía de una familia carlista. Participó en la campaña en defensa del Derecho catalán e, instalado ya en Barcelona, formó parte del grupo de La Renaixença, contribuyendo a politizarlo. Se le puede considerar el fundador de La Veu de Catalunya, semanario que dirigió hasta que se transformó en diario. Adherido al Centro Escolar Catalanista –filial del Centre Català-, al producirse la escisión de éste, Verdaguer se llevó consigo a la gran mayoría de sus compañeros a la Lliga de Catalunya, del cual fue secretario. Contribuyó a la gestación de la Unió Catalanista y fue una personalidad de primer orden de la Lliga Regionalista desde la constitución de ésta como partido político. Regidor y diputado provincial de Barcelona; en 1914 fue elegido diputado a Cortes por Vic; presidente de la Económica de Amigos del País y de la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Cataluña. Francesc Cambó fue pasante suyo[10].

Hemos de nombrar, en estas líneas, a: Lluis Arumí i Blancafort[11]; Manuel Brunet i Solá[12]; Jacint Maciá i Pujol[13].

A éste grupo de intelectuales debemos unir los nombres de dos obispos de Vic, que impulsaron el vigatismo. El primero de ellos fue Josep Morgades i Gili (1826-1901). Obispo de Vic desde 1882. De la restauración material del monasterio de Ripoll, hizo un símbolo y prenda de la restauración espiritual de Cataluña. Anteriormente a esto, creyó en la necesidad de la predicación en lengua catalana. Esto le supuso grandes problemas con Madrid y en el Vaticano. Su postulado en Vic finalizó en 1899, al ser obligado a aceptar su traspaso a la diócesis de Barcelona. El segundo fue Josep Torras i Bages (1846-1916). Obispo de Vic desde 1899. Impulsó de diversas entidades como: la Congregación Mariana, el Cercle Artístic de Sant Lluc; la sección religiosa de la Unió Catalanista; la Lliga Espiritual de la Mare de Déu de Montserrat. Para Torras i Bages, la única base sobre la que se podía levantar la independencia catalana eran los valores de la Cataluña tradicional y rural, los cuales eran posibles aplicar también a la sociedad industrial de Barcelona. El estado teocrático catalán, que promovió Jaume Balmes, inspiró a Torras i Bages para consolidar sus postulados catalanistas[14].

El Carlismo

A pesar de tener una enorme popularidad, sobre todo en las partes más centrales de Cataluña, su política no se materializó en el resto del Principado. A pesar de ello, el programa tradicionalista fue adaptado y, aunque no conocido como Carlismo, entró a formar parte del catalanismo político.

El Carlismo fundamento su política sobre tres palabras: Dios, Patria y Rey. A estas, en determinadas épocas se le ha unido otra, fueros, pero, no siempre ha formado parte del trilema.

La autoridad viene de Dios. Como dijo Sus Santidad Juan XXIII: resulta necesaria en toda sociedad humana una autoridad que la dirija; autoridad que, como la misma sociedad, surge y deriva de la naturaleza, y, por tanto, del mismo Dios, que es su autor. Similares palabras nos dejo San Pablo: Porque el que existan las autoridades, y haya gobernantes y súbditos, y todo suceda sin obedecer a un azar completamente fortuito, digo que es obra de la divina sabiduría.

Carlos V, el primer rey de la dinastía carlista, en 1836, manifestó: Será para mi corazón un deber tan grato como sagrado el proteger y promover la religión santa de nuestros padres, que tanta paz y dulzura han derramado siempre sobre estos piadosos pueblos[15].

Si toda la autoridad viene de Dios, la vida social y política debe basarse en los principios que Él nos legó a todos. No reconocer la autoridad de Dios supone vivir en una sociedad laica y liberal. Quítese a Dios de la sociedad, y no habrá en el mundo más que tiranos y códigos de tiranía; póngase a Dios, y la obediencia será justa, santa y obligatoria: obedecerá el hombre a quien tiene derecho de mandarle, porque es su autor, y por un fin y bien más alto que todos los fines y bienes de la tierra; pues el Criador tiene infinitos recursos para compensar los sacrificios que a sus criaturas imponen, y la obediencia de ésta será esencialmente libre, así como libremente obedece a las leyes que la perfeccionan. Sólo a Dios se debe obediencia, decimos: las leyes serán justas y obligatorias cuando se conformen con su tipo y ejemplar que es la divina. Estas palabras aparecieron publicadas en el periódico La Esperanza el 5 de enero de 1845 y, aunque antiguas, son modernas por lo siguiente: en ellas se resume la base de la sociedad. Aunque la sociedad las haya olvidado, el pueblo carlista se ha regido por estos principios pues, no puede existir nada sin Dios.

La segunda palabra del trilema es la Patria. Si bien todos, en nuestra mente, podríamos dar una definición del concepto Patria, para sintetizar el verdadero sentido, el sentido tradicional de la palabra, hemos escogido unas palabras de la Princesa de Beira, en las cuales, desde un exilio forzado y forzoso, nos infunde cuál debe ser, si deseamos convivir bajo los principios de la Tradición, la definición de Patria. Escribía la Princesa de Beira: La segunda palabra de nuestra divisa es Patria, nombre dulce y suave, nunca más amado por un hijo suyo que cuando se ve lejos de ella. Patria, de la cual es difícil renegar por grandes que puedan ser los atractivos que se encuentren en países extraños. Pero si no es fácil renegar de la Patria, no es raro encontrar hombres sin patriotismo; tales deben ser todos los liberales siguiendo sus principios. Pues la autonomía de la razón que hace al hombre libre e independiente; la soberanía nacional, que hace de él un soberano; la ambición que ésta engendra, y el orgullo que alimenta; la empleomanía que le hace suspirar por puestos lucrativos; el sumo apego a los intereses materiales y placeres, plaga suscitada por el liberalismo, y, por fin y sobre todo, el interés de partido, que monopoliza los empleos y las riqueza nacionales, todo esto junto hace que los liberales deban por sus principios carecer de patriotismo, porque todos estos principios son egoístas y el egoísmo es incompatible con el patriotismo[16].

Éste amor a la Patria, es el que sintieron cientos, miles de requetés cuando, en las diferentes guerras, se alzaron para defenderla de cuantos ataques liberales ha sufrido nuestra nación. Por eso, al haberse consagrado los reyes carlistas -con un amor sin límite- a España, el pueblo carlista no ha dudado un solo momento en empuñar las armas y defenderla con sangre, sudor y lágrimas. Y es por eso que la tradición diferencia claramente lo que son nacionalismos de lo que son fueros. El Carlismo siempre ha admitido los fueros pues, en ellos se basan las leyes naturales de cada uno de los pueblos. El fuero no significa separación del Estado. El fuero une más que separa. De no ser así, ¿por qué se levantaron miles de navarros para defender a España de la República? De haber sido el fuero separatista, el día del Alzamiento Nacional, Navarra hubiera quedado en manos de la República y, no fue así. Como dijo Carlos VII: Felicítome particularmente de ver constituirse un centro de leales en aquella sagrada tierra, empapada en sangre de tantos millares de héroes, que ofrecieron su vida por los fueros, a la par que por los derechos de la gran Patria española. Ambas causas tienen indisolublemente ligados sus destinos, como indisolublemente iban unidas en mi solemne juramento bajo el roble venerado[17].

El amor a la Patria, sin olvidar nunca los fueros, da libertad al pueblo porque, todo ello está intrínsecamente ligado a la ley natural, esto es, a la ley dictada por Dios. No puede coexistir una sin la otra. Como expresó Su Santidad León XIII: Esta libertad, la libertad verdadera, digna de los hijos de Dios, que protege tan gloriosamente la dignidad de la persona humana, está por encima de toda violencia y de toda opresión y ha sido siempre el objeto de los deseos y del amor de la Iglesia. Esta es la libertad que reivindicaron constantemente para si los apóstoles, la que confirmaron con sus escritos los apologistas, la que consagraron con su sangre los innumerables mártires cristianos.

Con respecto a los Fueros, debemos pensar que frente la centralismo que atrofia las energías regionales y mata la vida de todos los organismos intermedios entre el individuo y el Estado, debemos afirmar las franquicias concejiles y regionales en el orden administrativo y económico que hoy el poder centralista les usurpa y que tiene su expresión tradicional en nuestros Fueros, fórmula española de democracia cristiana.

La tercera palabra del trilema es el Rey. Última palabra pero, no por eso la menos importante. Su categoría radica en el hecho de que, el Rey, tiene que reconocer las otras dos palabras del trilema. ¿Nos vale un Rey que no reconozca la máxima autoridad de Dios y la responsabilidad de la Patria y de su pueblo? No. Ese rey nos sirve de bien poco. Un Rey liberal ostenta el título pero, en realidad de bien poco sirve. Carlos VII lo asumió al afirmar: Nosotros, hijos de reyes, reconocimos que no era el pueblo para el Rey, sino el Rey para el pueblo; que un Rey debe ser el hombre más honrado de su pueblo, como es el primer caballero; que un Rey debe gloriarse además con el título especial del padre de los pobres y tutor de los débiles[18].

Sólo se puede expresar así un rey tradicionalista. No podrían ser redactadas por un Rey liberal pues, éste sentido de la responsabilidad queda sujeto a unas leyes -constitucionales o no- que limitan la libertad no sólo del Rey y de los ciudadanos de su reino, sino que limita el acercamiento y la comprensión a la obra realizada por Dios. Como nos enseña Lactancio: para esto nacemos, para ofrecer a Dios, que nos crea, el justo y debido homenaje, para buscarle a Él solo, para seguirle. Éste es el vínculo de piedad que a Él nos somete y nos liga, y del cual deriva el nombre mismo de religión. Fuera de estos principios, que deben ser básicos en cualquier sociedad tradicionalista, se origina el caos, el ateísmo, la no creencia, el libertinaje y la carencia de un Rey que, como antaño, dirija a su pueblo por los principios de la Tradición.

En resumen, como publicó el periódico La Esperanza, el 23 de marzo de 1854: ¿Qué es un rey?... Si no es algo más que el hombre, ni representa otro poder que el humano, su autoridad es para nosotros usurpada; su derecho el del león, que se enseñorea de un rebaño. Que el soberano representa la ley, se nos objetará… No: non serviam, responderá cada monárquico desde que se le diga que la ley toma su fuerza obligatoria de la legitimidad del poder que la promulga, o que la legitimidad del poder no descansa en el derecho propio y exclusivo del que la ejerce, o que éste derecho no trae su origen del Autor del hombre y de la sociedad.

Con referencia al pensamiento que el Carlismo tenía de Cataluña, leamos las palabras que pronunció Carlos VII, el 16 de julio de 1872:

Intrépidos catalanes, aragoneses y valencianos: Hace siglo y medio que mi ilustre abuelo Felipe V creyó deber borrar vuestros fueros del libro de las franquicias de la Patria.

Lo que él os quitó como Rey, yo como Rey os lo devuelvo; que si fuisteis hostiles al fundador de mi dinastía, baluarte sois ahora de su legítimo descendiente.

Yo os devuelvo vuestros fueros, porque soy el mantenedor de todas las justicias; y para hacerlo, como los años no transcurren en vano, os llamaré y de común acuerdo podremos adaptarlos a las exigencias de nuestros tiempos. Y España sabrá una vez más que en la bandera donde está escrito, Dios, Patria y Rey, están escritas todas las legítimas libertades[19].

En el acta política de Loredán, 1897, se reafirmaba en lo dicho anteriormente:

Reintegradas en sus fueros las provincias vascongadas y Navarra; restablecidos también los de Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca; restauradas de nuevo las antiguas instituciones de Galicia y Asturias, y garantidas para en adelante las libertades de los diversos países de la Corona de Castilla y León, entonará la Patria agradecida a su Rey un himno de redención en sus diferentes idiomas, conservados como eco de la tradición, voz de la familia y grandeza de la literatura nacional[20].

Catalanismo republicano o federal

Esta corriente adoptó la postura que Cataluña tenía que ser una república con gobierno propio, o lo que es lo mismo, un estado dentro de otro estado. De esta manera desaparecería la centralización de Madrid. Su figura más destacada fue Valentí Almirall i Llozer. Almirall publicó, en 1886, Lo catalanisme, que se convirtió en el referente de los catalanistas republicanos. Las ideas de Almirall bebieron de los postulados de Tomas Bertrán i Soler, del cual hablaremos posteriormente. Los federalistas de Almirall redactaron un memorándum que enviaron a Alfonso XII. De sus quejas extraemos la siguiente:

No pretendemos, Majestad, debilitar la gloriosa unidad de la patria española, y mucho menos atacarla; en cambio, queremos sostenerla y consolidarla; pero sabemos que ahogar y destruir la vía regional para alimentar la del centro no es un buen camino[21].

No recibieron el apoyo que esperaban. Cataluña no interesaba a Madrid. Los federalistas y sus postulados no obtuvieron el ambicionado respaldo por parte del pueblo catalán y, esta corriente vio como ganaba terreno el conservadurismo. ¿Por qué? El declive del federalismo lo debemos buscar en la Exposición Universal de 1888. Almirall presentó dos alternativas a la burguesía catalana. La primera era luchar contra el poder central. La segunda el compromiso. La burguesía catalana optó por el compromiso, eso es, llevar adelante la Exposición. Almirall vio fracasada su política. Como escribió Rovira i Virgili:

Para los republicanos, Almirall era demasiado catalanista, para los catalanistas, demasiado republicano.

Conservadurismo regional

No se puede decir que fuera una síntesis de las tres anteriores -Renaixença, Carlismo, catalanismo republicano o federal- pero, en sus postulados, aglutinaron muchas de las ideas expresadas por ellos. Así pues, el conservadurismo regional se alimento del proteccionismo económico, del foralismo carlista y del federalismo de Pi i Maragall. El conservadurismo regional fue el catalanismo de los patronos. Estos, más interesados en el proteccionismo estatal para los productos catalanes, no estaban demasiado dispuestos a irritar la política llevada a cabo por Madrid. Hablaron mucho de las antiguas virtudes, de los derechos y privilegios que tenía Cataluña pero, eso sí, al ser un movimiento de la alta industria urbana no quisieron hacer nada que pudiera perjudicar sus intereses económicos.

Esta política conservadora se enfrentó a las ideas propugnadas por los federalistas de Almirall. Hubo un fuerte debate entre ambas corrientes. Si bien ganó el conservadurismo –al tener el capital de la burguesía a su favor- no podemos obviar lo que un federalista como Narcís Roca opinó de ellos en un artículo publicado en La Renaixença, en 1873:

Primero en la justicia y la razón de las esperanzas revolucionarias y reformistas, realizadas por la gente común (…) segundo, en la importancia del conservadurismo –tímido, egocéntrico, decadente, vacilante- para salvar la causa de Cataluña (…) y tercero, en la necesidad de mirar hacia el futuro. La gente común (…) tiene razón al querer librarse a sí misma, convertirse en igual, quitarse de encima el yugo. Si la clase media, si los burgueses, se han sacudido el yugo de la aristocracia, la monarquía y el exclusivismo católico, ¿por qué los hombres comunes no van a poder librarse del yugo de las clases medias, de un control que es mucho más material que moral? El espíritu conservador no ofrece ninguna garantía contra el impulso centralista. En realidad, favorece al centralismo -al alinearse- con los intereses materiales de las clases propietarias en contra del estallido de la revolución. El espíritu conservador sacrificará (…) toda esperanza de autonomía[22].

El conservadurismo regional tuvo dos grandes ideólogos: Joan Mañé i Flaquer y Josep Torras i Bages. El conservadurismo regional evolucionó hacia grupos políticos. El primero fue el Centre Català, en 1882, en el cual se aliaron con los federalistas. El segundo fue la Unió Catalanista, en 1892. El más importante de ellos fue la Lliga Regionalista, fundado en 1901 y que agrupó a los dos grupos citados anteriormente. Centrémonos en los dos ideólogos del conservadurismo regional catalán.

Joan Mañé i Flaquer[23] era un enemigo acérrimo del Carlismo y el federalismo. Para Mañé existía una diferencia intrínseca entre Cataluña y España. Esta diferencia estaba basada en tres aspectos: el idioma, las leyes y el comercio. También estaba convencido que todos los políticos madrileños eran corruptos y, en cambio, los políticos catalanes eran honestos. Mañé tuvo como tribuna el Diario de Barcelona, el cual dirigió durante más de treinta y cinco años. Con sus editoriales se convirtió en el periodista más influyente de su época. El poeta Joan Maragall dijo que era el oráculo de la burguesía barcelonesa. Mañé defendió un regionalismo descentralizador, legítimo, prudente y juicioso.

Josep Torras i Bages[24] era obispo de Vic. A través de sus escritos intentó explicar las raíces cristianas de catalanismo. Digamos que las opiniones de Torres i Bages eran sagradas para las principales familias de la alta burguesía barcelonesa como los Girona, los Güell, los Cambó o los Arnús.

Para Torras i Bages, la única base sobre la que se podía levantar la independencia catalana eran los valores de la Cataluña tradicional y rural, los cuales eran posibles aplicar también a la sociedad industrial de Barcelona. El estado teocrático catalán, que promovió Jaume Balmes, inspiró a Torras i Bages para consolidar sus postulados catalanistas.

Sobre Jaume Balmes (1810-1848) diremos que propugnó la protección de la industria y de la agricultura catalana y las asociaciones obreras como instrumento para acuerdos sobre salarios y horas de trabajo; combatió la idea burguesa que las reivindicaciones sociales eran asuntos de orden público y el centralismo madrileño ante el incipiente nacionalismo catalán. Trasladado a Madrid, en 1844, dirigió El Pensamiento de la Nación. Desde sus páginas formuló su ideario: monarquía, unidad de liberales y carlistas; y restablecimiento de contactos con la Santa Sede. Recordemos que en aquel momento, la Santa Sede había roto cualquier relación con España como consecuencia de las leyes de desamortización y exclausuración de Mendizábal.

Asimismo, Balmes promovió, sin éxito, la boda entre el conde de Montemolín e Isabel II.

¿Cuál era el pensamiento de Torras i Bages con relación al liberalismo? Su razonamiento era muy claro:

El cesarismo y el liberalismo son en esencia lo mismo: el hombre, y no la Divina Providencia, es el amo de la sociedad (…) El estado liberal está construido de arriba hacia abajo, lo que equivale a decir de una manera antinatural, y así vemos que las constituciones son redactadas por un consejo de ministros, o por una junta central; pero las naciones regionalistas comienzan en la base, o sea, desde los cimientos. La política regional tiene unas raíces tan profundas como los robles, el liberalismo, en cambio, puede derrumbarlo una racha de viento[25].

Torras i Bages intervino en la redacción de las Bases de Manresa. La Unió Catalanista convocó una asamblea que, el 27 de marzo de 1892 aprobó un documento que inspiraría la actuación posterior del catalanismo. Las Bases son un documento pragmático de la actuación política del conservadurismo catalán. En ellas se establecía la relación de Cataluña con el gobierno central y la organización del poder regional, ya expresado por Torras i Bages. Las Bases de Manresa defienden la oficialidad del catalán y plantean diversas medidas organizativas para hacer efectiva la autonomía desde la óptica de un regionalismo tradicionalista, y atendiéndose a una actitud de desconfianza en el sistema parlamentario y en el sufragio universal[26]. La quinta base dice: La división territorial sobre la que se desarrollará la gradación jerárquica de los Poderes gobernativos, administrativos y judiciales, tendrá por fundamento la comarca natural y el municipio.

En 1869 Carlos VII, pretendiente carlista, dijo: Yo quiero que el Municipio tenga vida propia y que la tenga la provincia, previniendo, sin embargo, y procurando evitar abusos posibles[27].

La base séptima dice: El Poder legislativo Regional radicará en las Cortes Catalanas, que deberán reunirse todos los años en época determinada y en lugares diferentes. Las cortes se formarán por sufragio de todos los cabeza de familia agrupados en clases fundadas en el trabajo manual, en la capacidad o en las carreras profesionales y en la propiedad, industrial y comercio, mediante la correspondiente organización gremial en lo que sea posible.

En 1934 Alfonso Carlos I, pretendiente carlista, escribía: La afirmación orgánica que, repudiando el espíritu individualista, atómico y desorganizador de los sistemas liberales, estatuye la sociedad en un conjunto armónico de organismos, ordenados en razón de la jerarquía de sus fines y dotados de la autarquía, necesaria para su cumplimiento, con sus órganos propios, Consejos, Juntas y Cortes regionales, comenzando por la familia, primera de todas las actividades sociales, restablecida en la plenitud de sus derechos naturales[28].

Como podemos observar, el pensamiento del catalanismo conservador no se apartaba tanto del tradicionalismo carlista.

Revolución Industrial

La evolución de la economía catalana fue del todo catastrófica durante el siglo XIX. La primera crisis apareció en 1843, la segunda en 1857, la tercera en 1868 y la ultima entre 1895-1898. Según el Diario de Barcelona, la crisis económica se produjo por estas razones: La crisis comercial y metálica nacida en Europa con la guerra de los Estados Unidos, sostenida por el desenvolvimiento de sus relaciones comerciales con el Levante, que absorben sumas cuantiosas en especie y agravada por efecto de la inmensa masa de valores fiducianos lanzada a la circulación sin las reservas convenientes; los gastos considerables que, a causa de los sucesos extraordinarios hemos tenido que sufragar en África y América, la falta consiguiente de la remesa de Ultramar; el estancamiento de los frutos; la depreciación de toda clase de valores y la polarización de la industria y del comercio, crearon una situación harto penosa en el país y en nuestros centros mercantiles una profunda crisis metálica, cuyas fatales consecuencias alcanzan hoy a todas las clases sociales.

El historiador Jaume Vicens Vives escribe al respecto
: [29]

La primera etapa dorada de la economía catalana comenzó en 1843 -después de una crisis económica de carácter internacional- y duro hasta 1847. Esta primera crisis provocó el primer desmoronamiento de la burguesía catalana. Entre 1847-1848 se produjo una grave crisis financiera e industrial. Una vez recuperada la industria catalana, se creo una serie de instituciones dedicadas al libre comercio y a la banca: Evaristo Arnús, dedicado a la bolsa; Caja Vilumara; Banca Marsans; Banca Garriga Nogués; Catalana de Crédito; Crédito Mobiliario Barcelonés; Nuevo Casino Mercantil, entre otras. En pocos años los comerciantes y fabricantes se hicieron de oro.

El enriquecimiento de la sociedad catalana provocó la inversión en bolsa, sociedades de crédito, seguros y entidades bancarias. Estas empresas monetarias sacaron al mercado obligaciones y acciones por valor de seis millones de duros. Esto provocó que muchos sectores estuvieran preocupados por el futuro de la economía catalana, ya que estas empresas monetarias sólo tenían un millón de duros en efectivo para cubrir el líquido. Los problemas llegaron en 1866. El exceso de catalanismo provocó el cierre de la Catalana General de Crédito y Crédito Mobiliario Barcelonés. Asimismo, la Bolsa cayó en picado y en pocos días, Barcelona perdió 55 millones de duros. Como escribe Vicens Vives: Les coses havien arribat a tal extrem, que des de 1866 el comerç estava paralitzat, el crèdit arruïnat i la producció industrial tan empantanegada, que els obrers vagaven sense feina [30] . Los problemas económicos habían comenzado en 1861 como consecuencia de la carencia de algodón americano por culpa de la guerra de Secesión.

En 1868 se produjo la revolución que provoco la marcha de Isabel II de España. Inmediatamente se empezaron a tomar una serie de medidas económicas. En 1874, después de la III Guerra Carlista, el Banco de España obtuvo el monopolio de la emisión de billetes. A pesar de esto, la economía catalana volvió a vivir una época dorada. La conocida como "Fiebre del Oro" se extendió desde 1876 a 1886. Escribe Vicens Vives: [31] .

El periodo de la Restauración se extiende de 1875 a 1898. El primer síntoma de la nueva crisis es la caída de la Bolsa en 1884, y la posterior crisis de 1886. Todo esto va acompañado por los problemas en la agricultura y la plaga de la filoxera. Par poner tierra de por medio se hizo en Barcelona la Exposición Universal de 1888. Esta sirvió de estimulo para todos los sectores económicos de Cataluña. En el Diari Català, en 1880, Valentín Almirall escribió: [32]

En el a
ño 1892 se deprecio la peseta. Las cosas se complicaron tonel levantamiento de Cuba en 1895. Esto fue el punto de partida de la última crisis del siglo XIX. Esta crisis trastocó la economía de la burguesía catalana: El desastre colonial no hizo más que acentuar una desaceleración, entre el 1898 y 1905-06 se sitúa el peor momento. Los herederos de la vieja guardia fabril han de enfrentarse a una situación difícil. En Cataluña, los problemas del carbón autóctono, convirtió la turbina, movida por agua, en el motor por excelencia de la industria fabril.

La Diputación Catalana de Tomas Bertrán i Soler

Tomás Bertrán i Soler fue un personaje confuso, ambiguo y misterioso, aunque también se pude decir que fue un personaje inteligente, perspicaz, esperanzado, emprendedor y que siempre navegó a dos aguas. Nació en Barcelona en el año 1791. Se desconoce la fecha de su muerte, aunque debió ser posterior al año 1859. Era de familia burguesa. En uno de sus viajes a Londres se convirtió al protestantismo. Hacia el año 1835 estaba considerado como uno de los dirigentes del partido liberal, teniendo como compañeros más directos a Pascual Mádoz y Ramón Xauradó. En esos años era propietario del semanario El Regenerador. En él publicaban artículos un amplio sector de políticos liberales. Además era francmasón. Como escribe Castillo Puche: Como Bertrán Soler era muy entrometido e incansable en los manejos ocultos de las sociedades secretas, se recibió como pastor en la de los leñadores, y ya era el principal manipulante de la asociación, por el desparpajo con que se manejó y los hábitos que había adquirido en las logias masónicas de Francia y Barcelona[33].

Resumiendo, Tomás Bertrán i Soler era: protestante, anticatólico, moralista liberal y francmasón. Su pensamiento político puede sintetizarse con cinco palabras: libertad, tolerancia, igualdad, instrucción y justicia. El mismo lo formuló en Los ingleses tales como son al escribir: La gloria sólo es debida al que sepa presentar a los españoles un verdadero justo medio entre las doctrinas retroactivas de algunos conservadores, las peligrosas exigencias de los demócratas puros, y las teorías disolventes de los comunistas[34]. Así pues, Bertrán i Soler tomó ideas políticas de: Montesquieu; con referencia a la teoría de los tres poderes; Rousseau, con referencia a la idea del pacto social; Pufendorf, con referencia a la teoría del derecho natural; y Constant, con referencia a las aplicaciones prácticas del liberalismo. Sobre el particular escribió: Rousseau enseñó a los hombres sus derechos y sus deberes, y con la publicación del Pacto Social desquició gastadas monarquías, alarmó a los déspotas y causó un incendio cuyas chispas llegaron a ambos polos: él indicó la marcha; pero yo, más osado y activo, me he propuesto señalar los medios, presentando a los hispano-americanos un modelo que se conforme en un todo a sus actuales instituciones (…) Pufendorf, Benjamín Constant y otros nos han dado ideas exactísimas, que aplicadas a la constitución de un pueblo, pueden consolidar su libertad. Montesquieu, en medio de sus errores, nos ha dicho grandes verdades; pero yo, sin aspirar a merecer el laurel que ciñe el sabio, me he propuesto seguir distinta marcha[35].

Después de proponer que la república era la mejor forma de gobierno, Bertrán i Soler dio un cambio de 180 grados y declaró que todas las repúblicas han fracasado, por faltar un poder superior moderador. Esta conclusión le llevó a convertirse en monárquico. La monarquía, según él, tenía que ser electiva, moderada y vitalicia. Así pues, su evolución política pasó de un activismo político progresivo, francmasónico, popular y republicano –éste pensamiento lo desarrolló y defendió durante la primera guerra carlista- hacia una constitución moderada, censataria y monárquica, defendida a partir del año 1845.

A esta evolución política tenemos que añadirle la defensa que hizo de Cataluña con relación a España. Prueba de ello es la proclamación de la Diputación catalana, de la cual hablaremos con posterioridad. Ahora debemos centrarnos en varias opiniones difundidas por Bertrán i Soler, las cuales nos acercan a su personalidad. Con respecto al catalán y al castellano opinaba que: España tenía una lengua propia, lo mismo en la Iberia que en la Celtiberia, y ambas las conservamos en las faldas del Pirineo a saber: el euskar de los celtíberos y el lemosín o catalán de los íberos (…) El castellano es producto de la corrupción de la lengua árabe y la romana con la reunión de otras voces nuevamente traducidas[36].

En El problema catalán escribe: Habla un catalán en las cortes, y los castellanos se ríen. Escribe un catalán; no pudiéndole contestar porque sabemos más que ellos, dicen que no entienden la pureza de la lengua castellana, como si fuera posible hallar pureza en la corrupción. ¿Qué es la lengua castellana? Un latín corrompido con la aglomeración de voces árabes. ¿Qué es el catalán y el escuar (euskera)? El idioma nacional de los íberos y de los celtíberos. El verdadero idioma español[37].

El enfrentamiento entre Castilla y Cataluña fue explicado con sencillez por Bertrán. Según él, el problema radicaba en que Castilla era monárquica mientras que Cataluña era democrática: no habrá jamás simpatía entre dos pueblos que en un todo se distinguen, entre un pueblo naturalmente monárquico, y otro pueblo para quién sólo un sistema fundado sobre bases democráticas le puede contentar[38].

La estructura histórica y política de España es clara: España es un estado plurinacional, y como tal sólo puede ser comprendido si cada nacionalidad puede desarrollar su propia personalidad política (…) El verdadero tipo del primitivo pueblo español, de un pueblo independiente y libre, esta antigüedad inmemorial está en nuestro dialecto. En nosotros todo es nacional: el tipo y la lengua, mientras que Castilla debe su ser al pueblo muzárabe, a la fusión de los hebreos y de los legítimos árabes que en la invasión de los moros y después de la restauración permanecieron en su hogar[39]. En conclusión: El primitivo pueblo español (…) era regido bajo un sistema democrático puro, y era fuerte por medio de la federación[40].

Toda este pensamiento político tenía un único objetivo, proclamar la Diputación catalana. Bertrán i Soler no era montemolista ni tampoco isabelino, era monárquico a secas. Decantarse, directamente, por uno u otro bando, le hubiera ocasionada más de un dolor de cabeza pues, habría tenido que reconocer la autoridad de Carlos VI o de Isabel II. Por ello, al tratar con los carlistas, lo hizo indirectamente, por medio de intermediarios. Finalizaremos los apuntes biográficos con la opinión que tenía sobre los carlistas. Escribió: ¿Quién ha combatido a los carlistas? El pueblo armado en masa, y si Carlos, así como se rodeó de frailes, se hubiese hecho liberal y hubiese prometido al pueblo la libertad que apetece, en vida de Fernando VII, Carlos habría reinado en Navarra, Valencia, Cataluña y Aragón[41].

Por lo tanto Bertrán i Soler, al ofrecerle al conde de Montemolín la colaboración de la Diputación catalana no lo hizo por un convencimiento carlista ni monárquico. Sino porque, de entregarle el poder militar a Cabrera, el pueblo catalán lo seguiría y se conseguiría la independencia de Cataluña. Para que esto fuera posible, se consensuaría una constitución que recogería los fundamentos democráticos de Cataluña, tal y como había ocurrido durante la Edad Media.

El proyecto de Diputación catalana de Bertrán i Soler era complejo pues, en él, deseaba reunir la pluralidad de fuerzas políticas catalanas en un único programa político, es decir, no anhelaba utilizar el programa de ningún partido político, pero sí deseaba que todos se sintieran identificados con él. Para llevar a cabo este proyecto, publicó cinco objetivos de concordancia entre liberales, republicanos y carlistas. Los cinco objetivos eran:

1. Cataluña fue un estado medieval. Como escribió en Proclama de la Diputación General de Catalunya, dado a conocer el 24 de noviembre de 1848: Libres nuestros mayores y conducidos al campo por nuestros condes o por otros adalides que su autoridad representaban, supieron conservar con heroico esfuerzo los derechos adquiridos y aumentar el número de sus fueros comparándolos con sangre catalana.

2. Cataluña es una nación. En la misma Proclama escribe: Aquel carácter nacional que, en época anterior, constituía nuestra fuerza, y nos hizo terribles en la paz y en la guerra por la fuerza que ejercíamos en Europa y en América y en todos los estados que baña el Mediterráneo.

3. El carácter de los catalanes es diferente al del resto de los del estado español: Industriosos, activos y laboriosos, nuestra laboriosidad es un crimen para el pueblo dominador.

4. Es un hecho la opresión económica y política: se nos oprime y se nos insulta, al paso que figuremos los primeros en la escala de los deberes y somos los que más contribuimos con tributos pecuniarios y de sangre al sostenimiento del estado.

5. La inmortalidad de la monarquía hace necesaria una reforma: ¿Consentiréis, catalanes, que continúe esta humilde sumisión bajo el pesado yugo de una corte inmoral y corrompida, que no puede ostentar otros derechos que la usurpación y la rapiña, ni más glorias que la prostitución y el engaño?

Si bien, en la práctica, la Diputación catalana significaría la unión de todas las bases políticas catalanas, en la praxis no ocurrió así. Bertrán i Soler estableció una Diputación ilegal en el año 1848. Nunca fue reconocida por ningún partido político y, tampoco, fue ratificada por el Estado central. Asimismo, él mismo se autoproclamó presidente de esa Diputación, sin pedir el consenso de los otros partidos que deseaba subyugar bajo el epígrafe catalanista. Desde un primer momento la Diputación de Bertrán i Soler estaba destinada al fracaso. No ya sólo porque era imposible unir a liberales, republicanos y carlistas, sino porque era inviable al no tener la aprobación del Estado español. Así y todo, no desfalleció en su intento de darle estructura física y política.

Para Bertrán i Soler hubiera sido fácil haber llevado a su terreno a los liberales y a los republicanos. Estaban más cercanos a su ideal político. También reconocían a Isabel II como reina de España. Hasta ahí todo era perfecto. El problema estribaba en los carlistas. Si bien Bertrán i Soler no era anti-carlista, en el sentido estricto de la palabra, lo que no deseaba es reconocer la autoridad del conde de Montemolín. ¿Por qué? Para liberales y republicanos era claro que el conde de Montemolín era pretendiente a la corona de España, pero no rey. Sí Bertrán i Soler reconocía implícitamente a Montemolín, significaba que asumía los postulados carlistas y, por derivada, liberales y republicanos le hubieran dado la espalda. Por eso no se trató directamente con ellos, por miedo a firmar un compromiso que impidiera acercar a los otros dos grupos políticos.

Como que no quería reconocer la autoridad del conde de Montemolín, Bertrán i Soler, desde Marsella, se puso en contacto con Manuel de Cubells y, éste, a su vez, se puso en contacto con Romualdo Mon, secretario del conde de Montemolín.

La primera proclama de la Diputación General de Cataluña fue dada a conocer el 24 de noviembre de 1848 y, entre otras cosas, decía: Constituidos personalmente en extraño suelo para poder con más acierto dirigir nuestros trabajos en unión con los beneméritos patriotas que, en nuestra representación, los dirigen, diseminados en los puntos más notables del territorio catalán, procuraremos acreditar con nuestros esfuerzos que no en vano confiaron a nuestra lealtad y decisión la suerte de nuestra patria.

Despojados de nuestros más sagrados derechos por causas que es inútil recordar, y confundidos los vencedores con los vencidos, vimos desaparecer insensiblemente aquel espíritu nacional que, en época anterior, constituía nuestra fuerza, y nos hizo temibles en la paz y en la guerra por la influencia que ejercimos en Europa y en América y en todos los estados que baña el Mediterráneo, por el esplendor de nuestras glorias y por nuestras repetidas hazañas.

¿Y no es sumamente deshonroso que un pueblo valiente y desidioso, que alzado en masa bastaría por sí solo para cambiar de una vez los destinos de la España, tolere por más tiempo tan ominosa coyunda? ¿Consentiréis, catalanes, que continúe esta humilde sumisión bajo el pesado yoga de una Corte inmoral y corrompida, que no puede ostentar otros derechos que la usurpación y la rapiña ni más glorias que la prostitución y el escándalo? Y será posible que divididos en bandos los nervudos descendientes de los Berengueres y los Wilfredos consientan en la ruina y en el baldón del antiguo Principado, derramando copiosa sangre para sostener erróneas doctrinas y quizá para entronizar nuevos tiranos. No. No es posible. Somos catalanes: y desde este momento, alzando el estandarte de San Jorge, todos nos miraremos como hermanos.

Dejad que pueblos extraños, quizás más adelantados en la carrera de la civilización, se ensangrienten en esa terrible lucha de teorías, cuya bondad no conocemos; y limitándonos a sacudir el yugo de dominadores orgullosos y cobardes, unámonos de una vez en defensa de nuestros perdidos fueros, sacudiendo con resolución y firmeza los hierros que arrastramos. Demos a los españoles un ejemplo de lo mucho que puede un pueblo belicoso y decidido contra los esfuerzos del opresor; y quizá, con el tiempo, el noble pendón, que antes sirviera de enseña a las huestes catalanas, sirva de guía al morado estandarte que en malhadada época quedó también destrozado en los campos de Villamar por hombres de distinto bando.

Catalanes, vuestra Diputación General no abraza ni sostiene pesados rencores, debidos a circunstancias que todos debemos olvidar, y provocados en su mayor parte por la impericia y despilfarro de pésimos gobernantes. Desde ahora la Cataluña no tiene más que una enseña y a ella debe afiliarse todos los adalides de esta noble nación. Todos tendréis derecho a la gratitud de vuestra malhadada patria: porque todos contribuiréis a salvarla, arrancándola con vuestro esfuerzo de las garras del común opresor. Olvídese lo pasado; y sólo pensemos en el restablecimiento de nuestros fueros, enarbolando el blanco pendón que en otros tiempos más felices empuñando por nuestros condes, se hizo respetar en el universo, ondeando también en nuestras flotas con humillación de los contrarios[42].

Como hemos dicho con anterioridad, Bertrán i Soler, a través de Manuel de Cubells, se puso en contacto con Romualdo Mon. El primero contacto está fechado el 26 de noviembre de 1848, es decir, dos días después de haber dado a conocer la primera proclama de la Diputación catalana. En ella escribe: No debe V. sorprenderse al ver que por primera vez me dirijo a V. para tratar de negocios sumamente reservados cuando le manifesté que la persona que estaba relacionado con V. escribía por comisión expresa mía, halándome ya entonces al frente del Directorio: pero en la actualidad han cambiado las circunstancias; y he creído oportuno dirigirme a V. sin la intervención de un tercero, esperando servirá mediar para entablar de nuevo y con el mismo sigilo la anterior correspondencia. Obligados a seguir la corriente me fue necesario ceder ante una juventud bulliciosa y buena fe, seducida por falaces teorías y engañada por aquella presunción que es natural entre jóvenes en tiempos de revueltas cuando creen tener de su parte la fuerza y la justicia. Si hubiesen encontrado de mi parte y de la de otros compañeros juiciosos, que nunca me han abandonado, la más mínima oposición habríamos perdido la confianza que se nos dispensa: y lo mismo nos habría sucedido en aquella época de efervescencia y entusiasmo, no hubiésemos adelantado con proposiciones que chocasen con sus ideas altamente exageradas, por lo mismo fue necesario ceder, esperando que la experiencia haría su debido efecto y que por resultado de las mismas circunstancias y de esta prudente inacción, se separarían de nuestras filas algunos pocos que por su carácter suelen servir de obstáculo a todas las combinaciones políticas, cuando se trata de sustituir al furor de los partidos el imperio de la razón.

Libres de trabas y convencidos del acierto, podemos desde ahora marchar al frente, sirviéndonos de un lenguaje franco y leal, que es el que corresponde para esta clase de negocios; y debiendo cesar el incógnito se ha determinado que en calidad de presidente de la Diputación General de Cataluña me traslade a ésta a fin de poder dirigir con más seguridad nuestra correspondencia, evitando los riesgos a que nos podría exponer la interceptación de correos, que es tan frecuente en España y en especial en nuestro país por la tiranía que en él ejercen los mandatarios de Cristina. También es de esperar que los mismos acontecimientos que entre nosotros causaron un cambio tan notable habrán hecho especial sanción al Señor Conde y se habrá penetrado de la necesidad de desechar los consejos de hombres frenéticos y sanguinarios, conviniendo en que el espíritu del siglo y el progreso de las luces hacen necesarias ciertas concesiones, sin las cuales a ningún príncipe le sería posible reinar.

Cristina engañó a los españoles prometiéndoles lo que jamás cumplió; y si bien ha tenido la satisfacción de robarnos y esquilmarnos no podía gloriarse de tener entre nosotros ni siquiera un amigo. El rey Fernando, en época anterior, también tuvo que ceder, pues vio que se efectuaba en Europa un camino notable y una revolución que por fin ha estallado de un modo espantoso y acaso podría concluir con la disolución de la sociedad. Han pasado ya aquellos siglos en que los reyes eran mirados como dioses y recibían de los hombres las ovaciones debidas a la divinidad; y es preciso confesar que en este han contribuido también la conducta de algunos príncipes, que tuvieron la desgracia de chocar con la opinión; porque las personas que les aconsejaban cometieron la infamia de ocultarles las necesidades de los pueblos y hacer de modo que en ciertos casos vieran deslealtad y rebelión en actos los más generosos sacrificando a beneméritos patriotas que sólo deseaban conciliar los intereses de los pueblos con los derechos del trono en obsequio del mismo y en beneficio del país. Sólo recuerdo estos antecedentes para manifestar la necesidad de determinadas concesiones, mayormente en aquellas cosas a las que el pueblo se acostumbró.

Al efecto empezamos nuestros trabajos constituyendo del modo que mejor nos fue posible la Diputación General de Cataluña, la que tengo el honor de presidir; y siendo todos catalanes los que militan en el antiguo Principado con diferentes banderías, dispusimos que unos y otros diesen el grito de fueros que más puede alagar a los catalanes. Esto es de esperar que nos conduzca a un desenlace feliz si no hay oposición de parte del Señor Conde a quien desearíamos tener el honor de dirigirnos por su mediación. Tenemos datos positivos para comprometernos que la Cataluña se levantará en masa. En igual caso sólo podía resultar la necesidad de una concesión hecha anteriormente a los vascos, que no tenían más derechos a ella que los catalanes. Entonces tendremos en territorio español un punto fijo que será centro de ulteriores operaciones, pudiendo desde allí con la presencia de la persona más interesada hacer una guerra leal y franca al gabinete tiránico de los hombres de Cristina, mediante ofrecer al pueblo castellano un sistema análogo al que han ofrecido los otros reyes en todos los pueblos civilizados de Europa, fundando en la representación nacional y en todos aquellos principios que ofrezcan más legalidad y mayores economías. Nosotros tenemos hechos grandes trabajos que, cuando se presente la ocasión, tendremos el honor de ofrecer al Señor Conde, luego que nos quepa la dicha de poderle saludar con este grato título; y no dudo un momento que si somos atendidos con preferencia a esos otros hombres que perteneciendo a otro siglo sólo piensan en reacciones sangrientas y en el restablecimiento de procedimientos inquisitoriales tendremos otra mayor dicha cooperando a la reconciliación de los hombres de bien de ambos partidos. Con esto y dejando en la más completa nulidad a los corifeos de partidos extremos que se ha hecho odiosos al pueblo por sus exageradas exigencias, conseguiremos formar una fuerza compacta para oponernos con gloria y provecho a las falsas teorías que invaden la Europa a la sombra del socialismo, cuyo sistema es la reproducción de otras doctrinas anteriormente emitidas por los iluminados de Alemania y los discípulos de Saint-Simon.

El 24 de diciembre de 1848 escribió por segunda vez a Cubells: tuve el honor de dirigirme a V. en cumplimiento de mi deber y me hallo con el desaire de haber perdido el tiempo sin poder presentar a mis remitentes la más mínima contestación. Esto me da a conocer que probablemente había sido desestimadas las proposiciones de la Diputación por efímeras esperanzas debidas a los esfuerzos de la misma Diputación hace en obsequio del señor conde ínterin espera su definitiva resolución; y sería muy sensible que por mala inteligencia se frustrasen nuestros proyectos dirigidos a aprovechar el momento más oportuno a fin de obtener entre liberales y carlistas la más sincera reconciliación. Enemigos unos y otros del gobierno que actualmente nos oprime era regular que el parido liberal mirase con indiferencia la lucha promovida por las huestes del Señor Conde; porque todos sus esfuerzos se dirigen a derrocar un coloso que unos y otros detestamos: pero es preciso que V. entienda que de la indiferencia a la convicción hay una distancia inmensa.

Las poblaciones más ricas y entusiastas de Cataluña que antes hicieron la guerra a los carlistas actualmente callan y les abren las puertas, porque así lo dispuso la Junta que tengo el honor de presidir; y callarán constantemente porque nunca puede serles nociva la humillación de los hombres de Cristina: Callan para dar un público testimonio del odio con que estos son mirados y para que vea la Europa entera el descontento de los españoles por el despilfarro y disolución de los actuales gobernantes: pero los negocios cambiarán de aspecto si convencida Isabel de la tortuosa marcha de sus consejeros adherirse a un cambio de sistema que aligerando a los españoles en sus cargas y tributos les asegurase prosperidad y paz. La tenacidad de Isabel en este punto es el único apoyo en que se pueden afianzar las huestes montemolistas. Si Isabel diese un paso adelante, en dos minutos cambiaría la escena y los consejeros del Señor Conde conocerían su error.

De todos modos se pierde el tiempo y la primavera se acerca. Entonces, aumentando el ejército de Cataluña con todas las tropas disponibles Cabrera será aniquilado: porque esos mismos hombres que actualmente le abren las puertas de las poblaciones y en cierto modo les apoyan, no tratarán de defenderles: porque no verán por resultado de sus triunfos se puedan prometer la más mínima concesión. Entonces Cabrera y los suyos, abandonados a sus propias fuerzas, darán un público testimonio de su impotencia y verán Ustedes desaparecer estos mismos hombres en quien tanto confían. Desengáñese V. S. D. Manuel: sólo la voluntad de los pueblos es la que constituye la fuerza de un partido: la simple tolerancia puede hacerla prevalecer por un determinado término: más tan pronto como la opinión se pronuncia, la derrota es positiva. Ustedes han tenido la ocasión de conocer que la parte ilustrada y la mayoría de la nación no es carlista en el sentido lato que se quiere dar a esa palabra, y por lo mismo deben conocer que la Diputación General de Cataluña había escogido el mejor medio que se ofrecía para fijar los cimientos de una reconciliación estable y racional, y evitar al mismo tiempo la infalible derrota de Cabrera luego que sea transitable la alta Cataluña por la fusión de las nieves que actualmente la tienen del todo interceptada.

Ustedes han dado prueba del mayor sentimiento por la defección de Pons, Posas, Montserrat y otros, y esto les debe manifestar que no son tan fundadas sus esperanzas, cuando estos hombres que estaban en la misma arena abandonan el campo y se pasan al enemigo; y si Cabrera muere de muerte natural o violenta o por fin transige viendo la aproximación de la primavera y el silencio de las otras provincias, ¿quién encontrará que sea capaz de sustituirlo? Los mejores jefes se retiran: todo el cuerpo de nobleza transigió con el gobierno de Cristina: ningún hombre de pro se alista a sus filas: y hasta aquellos que más se distinguieron en época anterior se mantienen agazapados a la sombra de pabellones extranjeros, esperando que la causa de D. Carlos prevalezca por sí sola y al débil esfuerzo de un pueblo de valientes. Aún ha sido necesario que las partidas de liberales se mancomunen con las de los montemolistas: pero Ustedes deben conocer que este consorcio improvisado no puede producir muy buena prole: que esta misma unión hecha tan de ligero y entre hombres de armas tomar ha de ser necesariamente el germen de una guerra civil más encarnizada que la presente tan pronto como sucumba el esfuerzo.

Como siempre ha habido una prevención contra el pueblo catalán, sin embargo de haber sido constantemente los catalanes los primeros que han acudido a la lid en uno y otro sentido, no sería de admirar que el Señor conde desestimase nuestros consejos y nos dejase desairados, pero en este caso nos quedaría la libertad de recurrir a otros medios, y en tal caso, una vez comprometidos no sería difícil retroceder. Por nuestra parte siempre podremos decir que hemos tanteado todos aquellos medios de reconciliación que nos han parecido asequibles, salvando el honor de los beneméritos catalanes que nos dispensaron su confianza, y sin comprometer en lo más mínimo sus intereses y su opinión; y no sería sensible que se nos obligase a seguir diferente senda que sensiblemente nos conduciría a la realización de esas mismas desgracias que nos habíamos propuesto evitar. Sin embargo, primero que todo es nuestra patria; y cuando los intereses de ésta reclamen sacrificios, siempre seremos los primeros que acudan a la lid, prescindiendo, si conviene, de nuestras convicciones y sometiendo hasta nuestra opinión a voto de la mayoría, porque sabemos por experiencia que esta siempre concluye teniendo razón.

Obligado a dirigirme a la frontera para neutralizar los esfuerzos de ciertos hombres que todos conocemos tendré el sentimiento de salir de esta ciudad sin haber conseguido de parte del Señor conde el más mínimo resultado: pero de todos modos cuente V. con mi afecto y nunca debe V. dudar de la sinceridad de mis sentimientos y de los dignos compañeros que tengo el honor de presidir. Siempre se nos hallará dispuestos a una honrosa transacción, a menos que los acontecimientos provocados tal vez por la apatía de los montemolistas o por su excesiva confianza no se pudiese en la imposibilidad de cumplir nuestros deseos, teniendo que figurar como revolucionarios después de habernos propuesto ejercer el noble cargo de pacificadores en obsequio a la patria y a ese mismo príncipe que según parece desestima nuestra mediación creyéndola insignificante y nociva[43].

El 27 de noviembre de 1848, un día después de ponerse en contacto con Cubells, la Diputación catalana dio a conocer su primera comunicación. En ella se explicaban las primeras actuaciones llevadas a cabo por esa institución: Tan pronto como llegué a Perpiñán procuré enterarme del estado de las cosas, y vi lo mucho que se mentía n Barcelona. Todo el ejército liberal se reducía a un puñado de hombres que poco días después entraron en España a las órdenes de Victoriano Ameller y Bellera, otros se habían internado capitaneados por Parera, en una retirada fueron sorprendidos e internados, y a los pocos días presos el general Moreno de las Peñas, Escosura y Bellera que con nombres supuestos estaban en la frontera. Para enterarme del estado de las cosas de un modo que no infundiese sospechas, fui a comer dos o tres días en un bodegón en el que estaban agazapados dos o tres matones de la pandilla de Terrades; y de esto modo tuve la proporción de hablar con esta improvisada notabilidad y de su boca supe que los hombres que estaban más en boga eran Escosura, Salamanca y Orense quienes se habían constituido en la Junta llamada de Bayona pero que residían en Pau. Aquel mismo día, ignorando que Escosura estuviese en Perpiñán, le escribí ofreciéndole mis servicios y recordándole mi amistad con su padre. Al día siguiente supe que Escosura había sido detenido y que se hallaba incomunicado en la Ciudadela, y por esfuerzos que hice no puede conseguir que el comisario central me permitiese hablar con dicho señor.

Cinco días después recibí carta de Mendialdúa, dueño del Eco del Comercio, fechada en Pau, y en ella me decía que había leído mi carta porque el otro, antes de marchar, les había facultado para ello por si llegaba alguna que exigiese pronta contestación. Me decía que tanto él como el marqués de Albaida (Orense) y demás deseaban que les instruyese detalladamente de cuanto les pudiese interesar esperando y prometiéndose esta fineza de mi buen celo y conocido patriotismo. Con este motivo se entabló una correspondencia con remesa de impresos con el fin de que me enterase del estado de las cosas. Vi que no tenían principio alguno, y así se lo expresé, que no había más objeto que comprometer víctimas para derrocar al ministerio de Cristina y colocarse ellos en los sillones que este abandonase. Como tuve ocasión de saber todos los por menores y el despilfarro que había hecho del dinero que Salamanca trajo de Londres, les hice cargos y no gustándoles aquellas verdades cesó nuestra correspondencia y yo dirigí la vista a otra parte.

Hubo en Cataluña algunos acontecimientos favorables al conde y vi que los montemolistas estaban envalentonados; pero siempre constantes los catalanes en el artículo de los fueros. También supe que la Junta de Bayona, siguieron mis consejos y conociendo por fin que para hacer una revolución y procurarse medios era preciso un santo, había acudido también a Londres por medio de comisionados, siendo uno de ellos Salamanca, y unidos ambos extremos temí con razón que quizás sería desechadas mis proposiciones. Mientras estaba en esta perplejidad esperando la respuesta se presentó Soler con la comisión de precipitar mi viaje a Tolosa, atendido a que el Infante había formado nuevos planes y tendría in mente algún proyecto para neutralizar los esfuerzos de aquella Junta, pero como no había recibido la remesa tuve que esperar. En este intervalo acudieron a Marsella Terrades y Bellera, con la circunstancia que este último está enteramente unido a D. enrique, y en unión con Cuello y otro republicano de Valencia formaron su club republicano. De paso se presentaron también los coroneles Serrano y Gurrea, edecanes de Espartero, procedentes de Gibraltar, quienes pasaron en derechedura a Burdeos pasando por Tolosa. Unos y otros habrán tenido ocasión de conocer que nada pueden prometerse de la Francia: al contrario, constituidos los comisarios de la república en meros ejecutores de la voluntad de nuestros cónsules, blancos y negros seríamos positivamente perseguidos si nos permitiésemos las más mínima publicidad.

La Junta de Bayona, chasqueada por la intentona de Montjuïch y fusilamiento de algunos castellanos[44], retiró velas, pero siempre consiguió algo; pues con aquello y el sacrificio de algunos leales pudo cubrir el expediente y repartirse los cincuenta mil duros que trajo de Londres el célebre Salamanca y había adelantado la casa de Sampson: a mí me habían dicho que no tenían un cuarto, sin embargo yo sabía la historia, les reprendí por su mala fe y esto provocó la última carta que recibí de Mendialdúa. También hicieron con Iriarte otra intentona en la frontera de Aragón; pero como son todos castellanos y no tienen en aquel país ni influencia, ni simpatías, aquello fracasó, como era de esperar, y los infelices que pudieron escapar han venido a esta ciudad; y dirigidos por Cuello, pordioseando y trampeando se han mantenido más de un mes esperando lo que nunca debieron esperar: que entrarían a España al frente de un ejército francés, cuando los franceses siquiera se acuerdan de España y bastante trabajo tienen los unos para sostener los principios proclamados y los otros en provocar la restauración[45].

El Estado Mayor carlista nunca confió en Bertrán i Soler. Además opinaban que la pretensión de restituir los fueros no era más que agua de borrajas. Pues, la reivindicación de Bertrán era que, a través de los fueros, se pudieran unir los carlistas y los liberales. Para Bertrán los fueros habían sido la característica esencial del estado catalán durante la Edad Media. Si liberales y carlistas deseaban restablecer éste derecho que le era propio a Cataluña, era lógico que se unieran pues, a pesar de otros postulados que les separaban, en éste estaban de acuerdo.

Ahora bien, Bertrán i Soler iba más lejos. Como escribe Joan Camps: Una vez conseguida la independencia, se aplicarían los principios políticos de la representación nacional, derechos políticos liberales y el sistema económico adecuado. En éste punto, Bertrán juega con una fina sagacidad la escisión de los carlistas. Si Montemolín quiere la reconciliación con los liberales ha de ceder en algunos puntos del sistema representativo y él le le ofrece y confía que será atendido “con preferencia a esos otros hombres que perteneciendo a otro siglo sólo piensan en reacciones sangrientas y en el restablecimiento de procedimientos inquisitoriales”[46].

El 9 de diciembre de 1848 Bertrán i Soler escribió una carta a Lord Palmerston, jefe del Foreign Office. El motivo de la carta, como escribe Giró, era mover el interés de Inglaterra en su pugna hegemónica con Francia, para que, después de los fracasos liberales, obligara indirectamente tanto a los liberales como a los carlista a unir sus esfuerzos en un frente común. En ella escribe: La Diputación General de Cataluña, constituida revolucionariamente a pesar de los obstáculos que opone la opresión de un gobierno inmoral y despótico, tiene el honor de recurrir a V. E. con el único fin de manifestarle los verdaderos sentimientos del pueblo catalán, y que éste está decidido a sacudir el yugo que le oprime y para ello recurrirá a los medios que ofrece la reunión de muchos contra los esfuerzos de un tirano. La adjunta alocución dará a V. E. una verdadera idea del derecho que asiste a un pueblo tan villanamente oprimido por la sola razón de ser entre los españoles el más industrioso y aplicado y no dudamos que la Europa compadecerá a los catalanes por los males que sufre bajo la coyunda de unos hombres que tienen por divisa la opresión y la holganza.

Oprimidos desde la entronización de los Borbones en España se nos ha despojado paulatinamente de todos nuestros derechos, reduciéndonos por fin a la triste condición del esclavo y no deben admirar nuestros vecinos si aunados carlistas y liberales y puestos en la posesión de vencer a nuestros dominadores, rompemos de una vez tan pesados grillos dando el grito de libertad que tan grato fue desde los más remotos siglos a los generosos catalanes que siempre precedieron a Castilla en la carrera de la civilización y en los adelantos del trabajo.

Esta Diputación espera que el gobierno inglés, cuando no era de su interés la protección decidida de un pueblo tan injustamente ultrajado, a lo menos será generoso con los oprimidos, y lejos de manifestarse hostil contribuirá en lo posible para acelerar la deseada reconciliación entre españoles de ambos bandos a fin de que carlistas y liberales concurran a la lucha mirándose como hermanos[47].

El 30 de diciembre de 1848 Manuel de Cubells contestó las dos cartas enviadas, con anterioridad, por Bertrán i Soler: Como me lo figuraba, sucedió. Mi primera en la que iba adjunta la que V. se atrevió dirigirme en 27 de octubre se detuvo en el camino, sin que ni de allá, ni de acá, se haya podido apurar el punto de la detención, ni la causa de ella.

Hoy recibo contestación; en ella se me dice que S. M. se halla dispuesto a oír y a admitir cuanto quiera proponérsele, que tienda a mejorar el estado infeliz en que se ha constituido a la nación, a libertarla del pesado yugo que la oprime y a volverla a aquellos tiempos en que su pabellón ondearía en casi todas las partes del globo, no estando en contradicción con los principios que manifestó en su última alocución en que se consignó la conducta que se proponía seguir. Mi delicadeza me impedía decir a V. que mandando sólo la carta que se me dirigía a mi sería difícil que se contestase y así se me dice, pero queda ya abierta la puerta para entrar en comunicación; por consecuencia, si V. quiere hacer alguna proposición a nombre de la corporación que representa puede desde luego dirigírmela y quedará de mi cargo su dirección y la transmisión de la contestación.

La franqueza que de V. ha debido, me da libertad para hacer a V. una observación que me ha ofrecido la reflexión de lo que v. se ha debido decirme en sus dos gratas que me parece que su sano juicio y buen criterio no desconocerá. Los fueros o privilegios están en oposición con las constituciones representativas; proclamar aquellos es negar el valor de éstos. La concesión, a más de que heriría la nación entera, fuera mirada por los reformistas como una dirección al absolutismo, que no tolera la emancipación de parte alguna del territorio del estado, y cuya desigualdad no puede ser aprobada por ningún gobierno justo, equitativo y paternal. Los privilegios o fueros no caben en manera alguna con formas representativas y en el caso de concederse correspondería a las Cortes tratar de ello, pues toca muy de cerca de las otras provincias cuyos intereses se perjudican conocidamente. Paréceme se persuadirá V. que no es mi ánimo ofender, no contrariarle y sí sólo manifestarle mi opinión a fin de que ilustrados podamos llegar al punto de todo buen español debe apetecer, como es la unión de todos y la prosperidad de la desgraciada nación a que pertenecemos[48].

La carta de Cubells provocó en Bertrán i Soler una reacción que se vio reflejada en dos comunicaciones dirigidas al conde de Montemolín. La primera, fechada el 1 de enero de 1849, decía: La Diputación General de Cataluña, enterada de la comunicación hecha en respuesta a la carta con fecha de 27 de noviembre último tuve el honor de dirigir al S. D. Manuel de Cubells, no puede dejar de manifestar su sentimiento en representación de los naturales del antiguo Principado por la funesta perspectiva que presentan los acontecimientos políticos y la certeza de los muchos males que nos amenazan sea cual fuere el resultado de la actual guerra civil.

Cataluña, mirada de algunos años a esta parte como país conquistado, ha visto mal recompensados los servicios positivos hechos a favor del trono y aun en los momentos en que la nación se ha creído feliz por el establecimiento del sistema representativo, se ha visto despojada de sus patrias instituciones y abolida para siempre la Cámara de la Coronilla, que en virtud de solemnes tratados y de regias promesas se había establecido en Madrid desde la reunión de ambas coronas por el casamiento de D. Fernando de Aragón con D. Isabel reina de Castilla. La política de los palaciegos pudo conseguir que nuestros reyes mirasen como un acto de rebeldía la constancia de los catalanes en la conservación de sus derechos: y ya de tiempos muy remotos se ha conspirado constantemente para conseguir la humillación de los naturales de la Coronilla por derecho de conquista. Sin embargo la Corona de Aragón y especialmente la Cataluña, que ni remotamente ha sido conquistada, tienen derecho a la conservación de unos fueros que la constituían bajo un sistema democrático a la sombra de un trono que les es deudor de importantísimos servicios que la historia transmitirá a los más remotos siglos.

Por esto la primera proposición hecha por mí en nombre de los representantes de Cataluña al Señor Conde por mediación del Señor D. Manuel de Cubells fue el restablecimiento de sus fueros, que constantemente le fueron mantenidos por el Señor D. Fernando Séptimo, si bien en los últimos reinados fueron en gran parte adulterados por la ley del más fuerte, que sólo puede prevalecer hasta que una fuerza superior pueda dictar otra ley que constituya vencedores a los vencidos. Se nos podría contestar que la concesión de nuestros fueros atacaría directamente las libertades de Castilla: pero a este diremos que la Monarquía Española se compone de tres estados enteramente distintos cuyos naturales de diferente casta y origen se distinguen por sus intereses, sus costumbres y también por su idioma y fisonomía; y la experiencia ha demostrado la imposibilidad de establecer una ley única que nivele todas estas diferencias con que la naturaleza señaló esta constante separación de castas y de ideas. Sólo un rey absoluto podría gobernar con igualdad en medio de tan opuestos elementos: pues no teniendo más ley que su voluntad sabría hacer la debida distinción y favorecer a unas provincias con preferencia a otras si así conviniese a sus intereses o al bien de la monarquía; pero el absolutismo pertenece a otros siglo y su entronización es materialmente imposible.

La Diputación, puesta en el conflicto de redimir a sus conciudadanos de la tiránica opresión que sufren, es constantemente decidida a probar todos los medios que aseguren el éxito de la empresa. Conoce que su misión es sumamente difícil, y comparándose con el infeliz que por miedo de ahogarse se agarraría a un hierro hecho ascua, se le pondría en la necesidad de recurrir a los mismos que actualmente nos tiranizan en el caso de que nuestras sentidas quejas no merezcan la atención del Señor Conde.

Los extranjeros y aun los mismos españoles, naturales de Castilla, ignoran completamente todo lo que tiene relación con nuestros gloriosos hechos, y apenas han recorrido las primeras páginas de nuestra historia por lo mismo no han podido formarse la menor idea de nuestra antiquísima legislación. Gobernados por leyes bárbaras, todos los estados que en el día figuran en primer término en la carrera de la civilización, los catalanes y aragoneses dictaban la ley al universo y su constitución, que los hacía en cierto modo independientes, sirvió de base para constituir democráticamente las repúblicas de Génova, Luca, Pisa y Venecia, siendo desde los más remotos siglos nuestros antecesores los primeros legisladores del orbe y los más valientes y aguerridos.

Amantes de sus fueros combatían por la patria, porque sabían que en ella tenían asegurada la independencia y la libertad. Sus antiquísimas Cortes sirvieron de modelo para reorganizar los antiguos concilios que introdujeron los godos en el interior de la monarquía castellana; y sin titularse republicanos, eran regidos democráticamente bajo la tutela de los reyes con el modesto dictado de condes, cuya voz significa gobernador.

La Diputación entiende que empezando paulatinamente es como el Señor Conde, aprovechándose del descontento general, podría sin duda entronizarse y conseguir con el tiempo la completa dominación de ambas monarquías. Asegurada en sus derechos a lo menos en Cataluña, que es uno de los cuatro grandes estados que componen la Coronilla, tendría en el antiguo Principado un punto de apoyo y de allí podría proceder a la completa restauración de una y otra monarquía. De lo contrario esas mismas provincias que constantemente le sirvieron de apoyo, obligadas a combatir con fuerzas desiguales o renunciarán a una lucha que les puede ser perjudicial, o bien transigirán con el gobierno opresor, que actualmente no tiraniza, a menos que, creyéndose con fuerzas para disputar su independencia, se emancipe de una vez y constituyan por si solo un estado independiente y puramente democrático.

En igual caso no dejarían de secundar los esfuerzos de los catalanes, la Navarra y las provincias vascongadas; y también es de temer una sangrienta revolución que degenerase en anarquía; siempre que los castellanos despertando de su letargo, abran el pendón de los demagogos, atendiendo el abandono en que se hallan aquellas provincias por la necesidad de aglomerar numerosas huestes en el antiguo Principado. Nada de esto sucedería si reconocida esta Diputación general o mejor diré autorizado su presidente para reorganizarla bajo los auspicios del Señor Conde pudiese la misma persona de acuerdo con el general Cabrera y encargarse de la dirección de las comunicaciones y de las operaciones administrativas, quedando siempre intacto el derecho a la autoridad militar para la dirección de las operaciones del ejército. En este caso, amalgamando ambas banderas y admitiendo en la misma Diputación un número igual de vocales montemolistas de origen catalán y de sentimientos nobles y generosos, podríamos con facilidad provocar un levantamiento general mediante prometer al pueblo catalán la restauración de sus derechos por medio de una nueva constitución que tuviese por base la antigua y ofrecerles la más completa independencia de los pueblo de la otra monarquía, restituyéndoles su nacionalidad bajo la égida de los signos sucesores de nuestros condes.

La Diputación se adelanta, en obsequio al Señor Conde, a proponer la reorganización de la misma en los términos expresados y la concesión de todos nuestros fueros conforme lo hizo en época anterior el Señor D. Felipe segundo, estando en la persuasión de que positivamente este primer paso deberá conducirle a las gradas del trono, si no se estiman infundados los sobre citados motivos. También se toma la libertad de manifestar por medio de su presidente que quizás no es distante el día en que el gobierno de Isabel, consultando mejor los intereses del trono, piense, conforme hizo con los vascos, en dar al pueblo catalán su antigua constitución. Por la misma causa se promete esta diputación de la fidelidad de los consejeros del Señor conde que atendidos los anteriores antecedentes que hacen posible la unidad de derecho entre los naturales de tres diferentes monarquías y considerando el conflicto en que se hallan las huestes montemolistas y también las liberales, si antes de la primavera no se pronuncian las otras provincias inclinarán el ánimo del Señor Conde a tan halagüeña convicción[49].

El 4 de enero de 1849 Bertrán i Soler publicó una segunda comunicación dirigida al conde de Montemolín. El objetivo era que Montemolín diera una contestación y que, finalmente, se decidiera. Escribe Bertrán: La Diputación, puesta en el empeño de salvar a todo trance las fuerzas reunidas en el antiguo Principado y territorio de la Coronilla antes de que queden desvanecidos los obstáculos que oponen las nieves a las operaciones militares que tienen combinadas los jefes de las tropas de Isabel, ha creído oportuno dirigir al Señor Conde esta segunda comunicación para reiterarle anteriores ofrecimientos y consignar de una vez su opinión en un negocio del cual depende la suerte de los españoles y también la del príncipe a quien tenemos el honor de dirigirnos.

La diputación, sin pretender por ello incurrir en la nota de temeraria, tiene un interés directo en manifestar, si conviniese, al orbe entero que jamás ha sido guiada por espíritu de partido y menos de provincialismo, tal como algunos lo entienden, y sólo se ha ocupado en demostrar en su primera comunicación el error de los palaciegos, siempre empeñados en confundir la voz provincia con la voz monarquía. En efecto, la corona de Aragón es otra de las tres monarquías de que se compone el imperio español, con la circunstancia de tener los mejores códigos que Castilla y una constitución completa, redactada y adoptada en aquellos remotos tiempos en que la Francia, la Inglaterra y otros pueblos que en el día nos disputan la preferencia en la carrera de la civilización eran gobernados por leyes bárbaras y según el antojo de los reyes. Por consiguiente, es mal aplicada la voz provincialismo cuando se trata de un estado libre e independiente que reclama la antigua constitución.

Obligada esta Diputación a desvanecer los cargos que tal vez podrían hacerle hombres poco versados en la lectura de nuestra historia y de nuestra legislación, y otros también naturales y extranjeros que no conocen la España ni sus necesidades en aquella desproporción que ofrece la diversidad de cartas, de intereses y de idioma y también de leyes con que cada uno de los tres estados ha sido constituido, se determinó a proponer lo que creía más natural, más político y más arreglado a justicia. Para esta franca manifestación sólo la ha movido el amor patrio, el deber que se impuso de defender los intereses de sus combatientes y la necesidad de buscar un medio que afiance definitivamente la paz en nuestra malhadada patria, librándola del yugo que la oprime: pero conoce que en aquella comunicación fue poco explícita, y precisamente omitió lo que más convenía.

Para obtener el buen éxito que se desea en un negocio de tanto interés se hace necesario consultar el derecho y, omitiendo rodeos, buscar aquella senda que presente menos obstáculos y la mayor probabilidad. Esto es precisamente lo que nos incitó a reclamar el establecimiento de la antigua constitución catalana, pues, conociendo las inclinaciones y los sistemas de nuestros compatriotas, hemos creído ser el único medio que en la actualidad se presenta para salvar las huestes que están combatiendo, y asegurar para lo sucesivo el cambio de dinastía que todos apetecemos. Sólo teniendo un punto de apoyo en territorio español nos podemos prometer los resultados que deseamos, y para ello se hace necesario contentar al pueblo que debe ayudarnos para lo sucesivo. Si el Señor Conde lo piensa de otro modo, la Diputación General de Cataluña, que odia la tiranía de los cristinos, se someterá gustosa a lo que el Señor Conde disponga, aun cuando sea en prejuicio de sus convicciones, pues en todo caso los futuros acontecimientos acreditarán su buena fe. Hecha esta confesión, que es en todo conforme a sus sentimientos, la Diputación que tengo el honor de presidir se abstiene de presentar proposiciones. Los individuos que la componen saben que no nacieron para mandar. Su obligación es obedecer.

Consumado un hecho que de otros ha sido aprobado y consentido, el cambio de dinastía ha de ser por consecuencia de una revolución, o por efecto de un pronunciamiento que hagan los pueblos cansados de sufrir; y no es culpa de la Diputación que represento si los consejeros de su augusto padre, olvidando la parte por el todo no supieran excogitar los medios que el derecho presenta para vencer legalmente a los defensores de los derechos de Isabel. Hecha la separación de ambas coronas, con respecto a Aragón, estaría en su vigor la ley sálica y sería difícil demostrar en el catálogo de nuestros reyes una sola mujer. Cuando los aragoneses no quisieron convenir las disposiciones descabelladas de su último rey buscaron en el claustro un príncipe que les gobernara y les diese un sucesor es por desear paz al trono de Aragón. A esta inesperada entronización y al consecuente casamiento de un monje debió su existencia Petronila, y ésta es la única vez que consintieron los aragoneses que figurase una mujer bajo regio dosel: más no consintieron que reinase no obstante la calidad de hija única del rey D. Ramiro. Éste se retiró otra vez al claustro tan pronto como la princesa tuvo la edad correspondiente para contraer matrimonio; y los aragoneses la casaron con el conde D. Berenguer, queriendo que éste y no ella fuese el legítimo rey. Los aragoneses otorgaron la preferencia a Dª. Petronila bajo la precisa condición de enlazarse con el conde de Barcelona; queriendo que este reinase de hecho; y en aquellas capitulaciones estipularon que si dicho matrimonio naciera un hijo, este heredaría la corona de Aragón, y de lo contrario, muriendo Dª. Petronila si dejar sucesión, conservase la corona el conde su esposo y después de su muerte pasase aquel trono al que legítimamente le sucediese en el condado de Barcelona.

Con lo dicho se verá que la entronización de Dª. Petronila fue un acto de deferencia y de respeto al príncipe que la procuró y que estaba dispuesto a descender el trono tan pronto como se presentase otro príncipe que fuese digno de sucederle. De manera que la Corona de Aragón pasó directamente de manos del uno al otro príncipe y quedó incorporada a la corona condal, pues ambas habían de pertenecer directamente al primer hijo que tuviera Berenguer. Desde aquella época siguió constantemente la sucesión de ambos tronos por líneas directas y laterales, pero siempre de varón a varón como conde de Cataluña; y debiendo su investidura a los hijos de Carlomagno, necesariamente habrían de prevalecer las leyes de los francos, inclusa la ley sálica en todos aquellos estados que estuvieron bajo su dominación.

El rey D. Alfonso quiso traspasar la corona a su hija Dª. Constanza en perjuicio de su hermano D. Fernando; pero tan pronto lo entendieron los catalanes y los aragoneses empuñaron el arma y lo obligaron a retroceder. Otro tanto le sucedió al rey D. Jaime; y en otra ocasión, atendiéndose a la ley de las Partidas, una mujer debiera haber ocupado el trono de Aragón y Cataluña cuando quedó extinguida la dinastía entonces reinante, más los aragoneses y catalanes no lo consintieron; y su opinión provocó el nombramiento de nueve compromisarios catalanes, aragoneses y valencianos que eligieron en Calpe [sic], en fuerza de la ley sálica, al infante D. Fernando.

La Diputación repite y yo lo hago en nombre y representación que los individuos que la componen están muy distantes de pretender de dictar la ley al Señor Conde y menos pretender cosa alguna de difícil ejecución. Sólo se limita a exponer los hechos, indicar los males que nos aquejan y señalar el medio de curarlos. Si en más altas regiones, hombres de más talento y provisión lo estiman de otra manera, sin renunciar por esto al derecho de salvar la patria cederemos el paso a la experiencia y al saber; y si la necesidad no obligarse a recurrir a los pies de nuestros opresores, cederíamos a otros el ominoso cargo de ejercer tan baja humillación, y ocultos en nuestro hogar o bien emigrando a país extraño, esperaríamos tranquilos el fin de nuestros días, cabiéndonos la satisfacción de haber cumplido el más sagrado de los deberes, y moriremos con honor[50].

Como hemos dicho, en los apuntes biográficos, Bertrán i Soler al ofrecerle al conde de Montemolín la colaboración de la Diputación catalana no lo hizo por un convencimiento carlista ni monárquico. Sino porque, de entregarle el poder militar a Cabrera, el pueblo catalán lo seguiría y se conseguiría la independencia de Cataluña. Para que esto fuera posible, se consensuaría una constitución que recogería los fundamentos democráticos de Cataluña, tal y como había ocurrido durante la Edad Media.

Bertrán i Soler siguió publicando comunicaciones, en un total de siete. En ellas resume sus conversaciones con el Carlismo y con los liberales. Estas comunicaciones son interesantes porque, gracias a ellas, conocemos los pasos dados por Bertrán i Soler y el posicionamiento de las instituciones a las cuales de dirigió. En enero de 1849 dio a conocer la cuarta comunicación. En ella no expone los contactos mantenidos con la Junta de Tolosa. Entre otras cosas dice: Viendo la apatía de D. Manuel de Cubells y la falta de contestación de parte del Señor conde conocí que había una oposición a mis operaciones, y hallándome también en oposición con los siempre nefastos Cuello y Terrades conocí que era todo inútil mi permanencia en dicha ciudad, y determiné pasar a Tolosa. También observé que el ex-presidente y demás vocales y paniaguados de la Junta de Berga se hallaban en la imposibilidad de figurar a las órdenes o a las inmediaciones de Cabrera porque sabían de positivo que este mandaría fusilarles. De aquí provino la oposición que encontró aquel general y la deserción De Pons y otros cuando se convencieron que no le podrían derrocar. En efecto, todos estaban complicados en el asesinato del Conde de España y si Cabrera no hubiese tenido que entrar en Francia por resultados del convenio de Vergara, ya les habría fusilado entonces y así lo expresó a los interesados cuando a la frontera de este reino les puso en libertad. Tampoco tuvo el menor resultado la idea concebida por D. Carlos de crear una Junta Gubernativa.

Entonces, habiendo sido rechazado Victoriano Ameller cerca de la frontera y conducido por los gendarmes al interior, tuvo que entrar Narciso con unos pocos, mientras Bellera se internaba hacia el Priorato y Bonet se mantenía entre el Segre y Noguera. Los demás jefes del bando liberal habían en su mayor parte claudicado, admitiendo del Gobierno de Isabel grados y dinero. Sólo se mantenían unos pocos, siendo Baldrich el que presenta mayor fuerza y mejores medios para sostener, habiéndose puesto acordes con Cabrera y demás.

En Tolosa me relacioné con el caballero, Soler, abogado de Valencia, y con el coronel Pellicer, natural de Aragón, y como vi que simpatizábamos les comuniqué mi misión, y desde entonces, incorporándolos a la Diputación, hemos podido figurar en representación de la Coronilla, un catalán, una aragonés y un valenciano.

Con respecto a D. Enrique han sido inútiles mis esfuerzos. Educado a la sombra de un trono, solo admite a su lado frailes de obediencia, hombres que le obedezcan a ciegas, le adulen y no le contradigan. Cree poderse dirigir por sí solo, por consiguiente no me necesita. De otra parte ha visto que yo tenía formado un plan arreglado a mis convicciones y como éste no es el suyo no podemos simpatizar. Este príncipe tendrá la suerte de su padre: Siempre le perseguían y nunca figurará. Sin embargo, no renuncio a las esperanzas[51].

El 3 de marzo de 1849 publicó la quinta comunicación. En ella habla de las fuerzas de oposición en el sur de Francia y la dificultad que había de coordinarlas. Entre otras cosas dice: Me engañé completamente con respecto a los hombres que decían simpatizar conmigo. La experiencia nada pueda para penetrar a ciertos hombres que mienten con especulación y fundan su bienestar en la intriga y en la hipocresía. También he tenido ocasión de notar l dificultad que ofrece en algunos su posición social por efecto de las circunstancias; y es preciso confesar que la posición de los carlistas es sumamente mala. Precisados a confesar que en el día no es posible la presencia de un rey absoluto: adoptado como principio que los gobiernos monárquicos deben apoyarse en el sistema representativo; es evidente que desapareció la causa; y que de hecho desapareció con ella el partido absolutista: pues haciéndose los carlistas liberales, la lucha entre unos y otros se reduce a una cuestión de nombre. Sin embargo, es humillante para un partido la confesión de su error, y tampoco podrían lucir en la carrera de los progresos determinadas personas que antes se propusieron retrogradar. Ni tampoco todos los carlistas se hallarían en el caso de someterse voluntariamente a un cambio de ideas que hace desaparecer todas sus ilusiones y destruye sus esperanzas.

Por lo mismo he llegado a conocer que los hombres que suponían simpatizar conmigo se engañaban y me engañaron. Por consecuencia, ni la proclama se publicó, ni se ha entablado la polémica convenida. El caballo de batalla es una entrevista con el general Cabrera instada por los Señores de Moura y D’Isard y por toda la aristocracia francesa, combatida de un modo indirecto por los abogados Soler y Amat y quizás también por Oriol, auditor de guerra de Cabrera, porque tienen miedo y les imponen mis conocimientos y mi actividad; y por mi parte la prudencia me aconseja que proceda con precaución en un negocio que podría tener los más pésimos resultados.

Habiéndome explicado con energía y dignidad, prevalido de la confianza que me inspiran Moura y D’Isard, parece que entre la aristocracia de Tolosa ha habido una pequeña reacción; pues los legitimistas consideran que soy el único capaz de llevar a cabo el proyecto y conocen que les puede ser provechoso mi adquisición. Conocen igualmente que puestos en la necesidad de lanzarnos a los brazos de otro partido se haría más difícil su posición, pues (¿) la causa de los legitimistas de las otras naciones: pero los nuestros del uno y del otro bando son desgraciadamente los únicos que no ven y tienen la fatalidad de entender las cosas al revés[52].

Las expectativas de Bertrán i Soler quedaron en nada no sólo por la dificultad de unir carlistas y liberales, sino porque fue encarcelado el mismo día que el conde de Montemolín y el Infante Fernando eran detenidos en Francia. La Diputación catalana, esto es, la idea de una independencia del territorio catalán, finalizó el mismo día que la guerra de los Matiners quedó herida de muerte. Bertrán i Soler fue detenido en Osseja, cerca de la frontera. Ha quedado demostrado que su detención se produjo como consecuencia de la traición de don Enrique de Borbón[53], duque de Sevilla y de un platero llamado Soler i Soler, personaje subordinado al duque. Esta traición la demostró en dos comunicaciones –sexta y séptima- que Bertrán i Soler publicó después de su detención. La sexta comunicación, 20 de abril de 1849, decía: La perfidia ha llegado a su colmo; y si no hubiese procedido con suma prudencia negándome resueltamente a dar vuestros nombres, a estas horas todos seriáis presos y quizás fusilados. ¿Quién había de creer que cupiese tanta perfidia en un príncipe español? Posteriormente he sabido en Perpiñán la trama urdida por el infante D. Enrique, sirviéndole de instrumento y de facto el infame platero Soler y Soler, quien por su notable nulidad no pudo haberme causado la más mínima desconfianza. Sumamente hablador, flojo y ligero, únicamente conmigo supo disimular, porque así se lo mandaría su amo y señor; y he sido desgraciadamente el ultimo q. he conocido los infernales proyectos de ambos tigres.

El hecho es que el referido D. Enrique jamás ha sido liberal; y fingiéndose en desgracia servía directamente y con toda seguridad a los hombres de Cristina. He sabido por personas fidedignas que, tan pronto como vine a Francia, el infame Soler y Soler recibió orden de D. Enrique previniéndole que me frecuentase y me ofreciese su amistad; ya entonces el infante había comprometido los individuos de la Junta de Bayona presentando toda la correspondencia de los liberales de la emigración al mando de la reina; y su objeto fue ganarme la amistad por medios los más amistosos, suponer conmigo las mismas simpatías y prestándose a mi proyecto para poder de este modo poseer mis secretos, conocer nuestras operaciones y tenerme siempre pura oposición con la Junta de Bayona; y el perverso Soler y Soler facilitándome algún corto recurso y dándome las mayores pruebas de amistad y adhesión, preparó una catástrofe que sólo la casualidad pudo dictarme, resultando evidentemente la traición de ambos, en el momento en que esperaban coger el fruto de sus maquiavélicas intrigas.

Confiando en la palabra de un príncipe pérfido y desleal, me creía autorizado para ofrecer la reconciliación de ambos primos, y no habría parado hasta conseguir q. el conde de Montemolín y sus hermanos abandonasen las playas de Inglaterra y se pusiesen al frente de los catalanes, presentando una bandera liberal. Al mismo tiempo, con la aquiescencia y parecer de D. Enrique, emprendí mi marcha hasta Osseja, que es un pueblo de la frontera, y avisado a tiempo el general Cabrera habríamos tenido una entrevista en Talaxá, a cuyo pueblo probablemente habrían concurrido el conde de Montemolín y sus hermanos.

Separadamente el infame platero Soler y Soler, que por mediación de Enrique estaba en relaciones con el general Concha, debía acompañarnos: pero el Infante dispuso que marcháramos por diferentes caminos para que nunca se dijera que íbamos de conformidad: pero fue con el maquiavélico fin de prevenir al cónsul español y sacar pasaporte y recomendación para que el emisario de D. Enrique no fuese detenido por la policía francesa en los pueblos de la frontera. Después he sabido q. D. enrique entregó a Soler y Soler un rico puñal para que presentándose la oportunidad me asesinase; pero el tal emisario fue tan bruto e imprudente que a cuantos quisieron escucharle le repitió su detestable comisión: y si bien vinieron a Osseja algunos amigos con el fin de prevenirme y evitar aquella catástrofe, el comisario Bes se había adelantado, y en un mismo día, pero en diferentes puntos, fuimos presos Montemolín y yo. También lo fueron con el primero sus dos hermanos, pero no habiendo sido conocidos los internaron, considerándolos simples coroneles; y a los pocos días estaban otra vez en Londres[54].

La séptima comunicación, 12 de mayo de 1849, decía: Por fin he descubierto completamente la incógnita y la traición de D. Enrique está patente. Este pérfido, prevalido de su alta posición que en cierto modo le colocaba a la cabeza del partido liberal, vendiéndonos y enemistándonos mutuamente pretendía neutralizar nuestros esfuerzos a fin de que ninguno pudiese triunfar. Titulándose republicano aspiraba a ser rey y afectando simpatizar con todos los que le buscaban, procuraba sondear a los unos y a los otros y como con ninguno había podido formarse un partido, hizo como el perro del hortelano: ni ladraba ni dejaba ladrar. Para seguir tan maquiavélica especulación le convenía un malvado que por el deseo de figurar se presentase a cuanto le conviniese, sin reparar en los medios, sin honor y sin talento, ambicioso y de malas entrañas que sin conocer los compromisos lo sirviese a la vez de confidente y espía. Soler y Soler fue para D. enrique la mejor adquisición. Ese botarate, que ha dado en la manía de figurar y es que un ignorante vano y charlatán, no conoce la vergüenza y era el más a propósito para entrometerse y embrollar, fingiéndose liberal con los liberales, republicano con los demócratas y amigo del orden con los moderados y montemolistas, no pudiendo de otra parte infundir desconfianza por su conocida nulidad y dándose cierta importancia con la privanza de aquel príncipe supo pormenores que de otro modo no supiera, y facilitándole D. enrique recursos pecuniarios consiguió por medio de largueza que se le abriesen puertas que de otro modo habría encontrado cerradas.

Familiarizándose conmigo y poniéndome en relaciones con el Infante me hicieron concebir la idea de una reconciliación entre todos los príncipes españoles; y este paso nos habría conducido a la paz y nos diera la libertad. Había conseguido que Montemolín, Cabrera y los legitimistas españoles y franceses de buena fe [sic] y confesaron que era imposible reinar sin el sistema representativo y era evidente que alzada la Cataluña en masa bajo una misma bandera los españoles de una y otra comunión política, la revolución habría estallado dando fin a la lucha actual. Las cosas habrían cambiado de aspecto, y hechos liberales Montemolín y los príncipes de su casa, los inquisitoriales y los frenéticos absolutistas habrían tenido que renunciar a ulteriores designios. Siempre habría habido una oposición: pero ésta habría sido más racional una vez destruido el principio que anteriormente defendían los carlistas[55].

Son claras las palabras de Bertrán y Soler. Deseaba –por medio de Enrique de Borbón- la reconciliación de todos los príncipes de la Casa de Borbón y su adscripción a la política liberal, implantada en España en 1833. Esto era impensable. El conde de Montemolín nunca hubiera aceptado una renuncia tan costosa pues, no nos olvidemos que muchos se levantaron en armas, en la primera guerra, para defender unos principios contrarios a los postulados liberales. En segundo lugar, considera irracionales los principios por los cuales estaban luchando los carlistas. Irracionales desde un punto de vista liberal. Por lo tanto, se desprende de esta carta que su intención, al aproximarse al conde de Montemolín, era personal, esto es, para llevar a buen término sus propósitos sobre la creación de una Diputación catalana. Todo lo demás era una falacia. Esta táctica de Bertrán i Soler nunca fue bien vista por el conde de Montemolín y por su Estado Mayor, tal y como hemos apuntado anteriormente.

La carta de Bertrán i Soler llevaba insertado un informe sobre la traición de Enrique de Borbón que, por su importancia, reproducimos íntegramente: Traición del Infante D. Enrique copiado del cuaderno de borradores que me facilitó D. Ramón Malla al cual y otros que se hallan en Perpiñán lo oyeron relatar al mismo Soler y Soler. Él mismo remitió copia de este borrador a Sor. Orense y al referido Infante para que supiese que estos hechos han tenido y tienen la mayor publicidad.

Iniciado D. Enrique en los secretos de la Junta mixta de Tolosa que debía ser presidida por el Infante D. Juan y adhiriendo traidoramente a los proyectos de Bertrán y Soler que consistían en moralizar a los carlistas y hacer que Cabrera empezase la reconciliación de los catalanes proclamando las instituciones y las libertades de Aragón, mandó a su garante Soler y Soler que aparentando negocios urgentes marchase a Barcelona pasando por Perpiñán a fin de que el cónsul español le habilitase de papeles y demás que fuesen necesario, y a dicho fin le dio D. enrique una carta de recomendación para dicho cónsul, que era D. Miguel de Tovar. En efecto, le dio pasaporte, le ofreció dinero, que el otro no admitió porque ya le había dado D. Enrique, y le presentó una carta de recomendación dirigida al gobernador de Figueras, manifestándose muy satisfecho de que D. Enrique diese aquel paso que podría conducirle a una reconciliación con su familia.

El garante de D. Enrique llegó a Figueras y de allí pasó a Barcelona en busca del general Concha, que recorría el Principado. En Barcelona visitó al general Lersundi[56], a Mata y Alós[57] y a la Rocha, quienes, según expresó, le habían recibido bien. La Rocha le dijo que el general en jefe debía hallarse en los alrededores de Manresa y que dentro de dos o tres días podría decirle de fijo adonde le encontraría. En efecto, pasados dos días le previno que el general estaba en Vique [Vic] y que necesariamente lo había de encontrar en dicha ciudad o bien en el camino de regreso a Barcelona, y con dicha noticia salió Soler y Soler a su encuentro por el camino de Vique y le halló en Aiguafreda. El jefe de estado mayor advirtió al referido confidente que un campamento no era el lugar más apropósito para tratar negocios tan importantes, que mejor sería que pasase a Granollers y efectivamente allí tuvo lugar la entrevista del general Concha con el emisario de D. Enrique.

Éste le entregó un pliego que contenía una tarjeta del Infante y en ella decía: Que desmentía altamente y protestaba contra la calumnia hecha al partido progresista al cual tenía el honor de pertenecer y que no se había hecho ninguna coalición formal con los carlistas: y que no había pensado en alzarse con sus primos para derrocar al trono de Isabel 2ª y en prueba de la verdad al dador de aquel pliego le instruiría de cosas muy importantes. Concha le contestó: “¿Qué significa esta tarjeta, ésta cualquiera se la puede procurar y aun cuando fuese de D. Enrique, a qué vienen sus protestas? Yo mismo he visto cartas del titulado general Ameller dirigidas al asesino Cabrera llamándose mutuamente generales y reconociendo sus respectivos grados. Marsal dio la mano a Ameller y le ofreció su espada poniéndose bajo sus órdenes, ¿y pretenderá D. enrique, suponemos, que no ha habido coalición entre progresistas y carlistas, batiéndose juntos contra el ejército real?”. En esto Soler y Soler manifestó que D. enrique no había tomado parte activa ni pasiva en aquel negocio y en prueba de ello le enviaba a S. Ex. Para descubrirle los proyectos de reconciliación propuestos por Bertrán y aceptados, y facilitarle los medios de neutralizarlos. Con esto añadió se convencería V. E. que el S. Infante no ha entrado ni entrará en ninguna coalición. Si ha aparentado ceder ha sido con el fin de conocer y desbaratar sus planes, pues en un caso apurado prefería reconciliarse con su hermano.

“¿Y qué me dirá de la Junta salmantina?”, replicó el general Concha: a lo que contestó Soler y Soler que D. Enrique nada sabía de Salamanca ni de Ameller: pues para nada le habían llamado: que si bien era dicho señor progresista, marchaba solo y aislado con toda la necesaria independencia. El general le hizo nuevos cargos manifestándole que el gobierno sabía las relaciones que había tenido D. enrique con la Junta salmantina y también con Ameller: pero audaz el garante, comprometido a salvar todas las apariencias, renegó como S. Pedro, y dijo estar autorizado por su amo y señor para dar el más solemne mentís a los que supongan haber habido entre el príncipe y los otros la más mínima relación, y añadió que el príncipe no los consideraba progresistas.

Lo cierto es que D. Enrique ya en diciembre último se había puesto en relaciones con la Corte por medición de su hermano político, el cual vino a Perpiñán y le trajo un regalo de dos mil duros para los gastos de parto de su esposa. Desde entonces el Infante entabló relaciones con el señor Arnau, secretario de la embajada, denunciando cuanto sabían de parte de los progresistas y de los partidarios de D. Carlos, constituyendo una policía oculta con máscara patriotera.

Puestos de acuerdo el general concha y el espía, éste le enteró de varios pormenores suponiendo haberlos de boca de Bertrán de quien se tituló pariente: añadiendo que éste era vicepresidente de la Junta carlista de Tolosa, siendo su presidente el infante D. Juan. Que D. Enrique fingiría simpatizar con Bertrán y adherirse a la reconciliación con los primos: que así les fuera fácil saber cuando y por donde entraron éstos en la Península y no descuidarla. Se comprometió a dar el debido aviso al general concha y al embajador, añadiendo que él por mediación de Bertrán y la sombra de D. Enrique se introduciría en el campo de los príncipes y cuando se ofreciese la oportunidad acabaría con todos sirviéndose del veneno o del puñal.

Concha, satisfecho con la oferta de Soler y Soler, le ofreció doscientos cincuenta francos mensuales y éste regresó a Tolosa suponiendo mil embustes para ocultar su traición. Bertrán Soler, constante en su proyecto, adelantó los trabajos ofreciendo a los montemolistas la amistad de D. Enrique, conforme a la promesa de este último, y por fin vino el caso de celebrar una entrevista con Cabrera, a la que sin duda habría concurrido el conde de Montemolín, y al efecto se adelantaron a la frontera Cabrera y Marsal con sus tropas, el conde de Montemolín desembarcó en Port-Vendres con pasaporte sardo y se dirigió a S. Lorenzo de Cerdans, y Bertrán Soler, con otro abogado valenciano llamado Soler de Ferreira, se dirigió también a la frontera pasando por Osseja; pero con un día de anticipación había marchado Soler y Soler a Perpiñán para ponerse acordes con el cónsul, y reuniéndoles el coronel español Perote, combinaron el modo de cogerlos a todos en la red. D. Enrique al despedirse de su garante le regaló un rico puñal, pero salieron frustrados todos sus planes: porque la policía francesa se adelantó, y Montemolín y los que le acompañaron fueron detenidos y conducidos a Perpiñán, y en Osseja aquel mismo día fueron también detenidos y conducidos a dicha ciudad Bertrán Soler y el que le acompañaba, el cual había sido miembro de la Junta de Valencia y asesor y auditor de guerra de Miralles, dependiente de la facción de Royo.

Aquel mismo día fue derrotado Marsal y e allí siguieron nuevos desastres y en consecuencia de las referidas comunicaciones; pues ellas estaban prevenidas las tropas de la reina, debiendo su triunfo a tan detestable traición. Las partidas liberales se vieron aisladas y faltándoles tan poderoso apoyo se diseminaron también; y habiendo obtenido Montemolín y los suyos pasaporte para Londres: Bertrán, que lo tiene de pasajero, lo hizo visar para París, y Soler de Ferreira, que es emigrado, fue internado a la Normandía. Tan pronto como llegaron presos Bertrán y su compañero, Soler y Soler se interesó con el cónsul para que le pusiese libremente en libertad y suponiéndole ignorante de cuanto había pasado, conservaría su amistad y podría continuar en su perfidia siguiendo el hilo de tan inicua traición.

No obstante, al partir, temeroso de que en Perpiñán no les internaran y temiendo su presencia en Tolosa, previno al cónsul que no permitiese su permanencia en dicha ciudad, ni tampoco su regreso a aquella capital: por esto le visó el pasaporte para París. Esto lo sabe el que suscribe y otros amigos españoles y franceses hallados o establecidos en Perpiñán porque el garante de D. Enrique es tan flojo y vano: que se figura haber hecho una acción honorífica y la refirió a cuantos tuvieron la paciencia de escucharle[58].

Un error claro de Bertrán y Soler es pensar que el Carlismo surgió como movimiento para recuperar los fueros perdidos en 1714. O no se paró a pensar como habían surgido o les tenía poca consideración. De lo contrario no hubiera afirmado, como hemos podido leer en éste documento, que su proyecto consistía en moralizar a los carlistas y hacer que Cabrera empezase la reconciliación de los catalanes proclamando las instituciones y las libertades de Aragón. Para Bertrán i Soler moralizar a los carlistas consistía en hacerlos liberales. Un error. El Carlismo siempre se ha distinguido por su lucha contra el liberalismo y la masonería. Tampoco el fin principal del Carlismo, al menos en Cataluña, ha sido la recuperación de unos derechos forales perdidos después de la guerra de sucesión.

El duque de Sevilla se limitó a contestarle que sé apreciar debidamente los sentimientos encargándole que desprecie los chismes dirigidos contra la amistad. Hay un tema interesante que apunta Joan Camps, el cual aclara porqué el conde de Montemolín fue apresado antes de entrar en Cataluña. Escribe Camps: Soler i Soler, como representante del duque de Sevilla, contactó con el capitán general De la Concha en Granollers, y le refirió todo lo que estaba pasando entre carlistas y liberales, así como la empresa de Bertrán, en una manifestación de la reconciliación de Enrique María de Borbón con Isabel II. La red quedó trabada con el cónsul de España en Perpiñán, de quien dependían algunos militares de De la concha de servicio en el sur francés. Fue en esta red en la cual cayeron Bertrán y Montemolín el 4 de abril. Por lo tanto, la detención del conde de Montemolín y el Infante Fernando está intrínsecamente ligado con las actividades de Bertrán i Soler, las cuales se iniciaron en el año 1848 y por la traición de un platero al servicio del duque de Sevilla.

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Cesar Alcalá



[1]Joan Bardina (1877-1950) Pedagogo catalán. Colaborador de la revista Lo Mestre Titas. Firmaba bajo el seudónimo de Valcarlos sus trabajos de contenido carlista. En sus años de juventud, Bardina militó activamente en el Carlismo, al que estuvo vinculado antes de salir del Seminario de Barcelona. En 1902 empezó a colaborar en La Veu de Catalunya. En octubre de 1902 inició sus campañas pedagógicas en éste periódico de la Lliga Regionalista. Se exilió a Sudamérica, donde desarrolló una importante labor pedagógica.

[2]BARDINA, Joan: Catalunya i el Carlins. Col•lecció d’articles publicats a “Lo Mestre Titas. Establiment Tipogràfic, carrer de Casanova, 13. (Barcelona, 1900). Pág. 7.

[3]BARDINA: Ibíd. Pág. 13.

[4]BARDINA: Ibíd. Pág. 27.

[5]HUGHES, Robert: Barcelona. Editorial Anagrama. (Barcelona, 1992). Pág. 640.

[6]HUGHES: Ibíd. Pág. 610.

[7]HUGHES: Ibíd. Pág. 610.

[8]VALLES, Edmon: Història Gràfica de la Catalunya Contemporània. De Solidaritat Catalana a la Mancomunitat. Edicions 62. (Barcelona, 1975). Pág. 275.

[9] Jaume Collell publicó, entre otras, las siguientes obras: Una fregada d’orelles a n’en Prim style='font-family:times'>, (Barcelona, 1869); Carta diatriba y en vers dirigida al ministre d’Hisenda Figuerola per averse atrevit a defensar la llegimitat de Bonaparte (Pep Botella) com a Rey de Espanta, (Vic, 1870); Nou fra Anselm. Llibre del bons consells. Compost per un Estudiant de Teologia, (Vic, 1870); Novísim fra Anselm catholich monarchich. Llibret de bonas maximas composto per un Hermitá, (Barcelona, 1871); La revolució y les antiguallas per En Jaume Collell style='font-family:times'>, (Barcelona, 1872); Balmes. Discurso biográfico leído en el solemne acto de colocar el retrato del insigne filósofo vicense en la Galería de Catalanes Ilustres en la casa consistorial de Barcelona, por Jaime Collel, presbítero, (Vic, 1890); Discurso sobre el tema: “Impulso dado por el Dr. Jaime Balmes a los nuevos estudios de sociología, (Tarragona, 1893); Balmes i la quesito catalana, (Vic, 1916); L’obra patriótica de Balmes y d’en Cuadrado, (Vic, 1919); Perenne actualitat de l’obra de Balmes style='font-family:times'>, (Vic, 1924).

[10]VALLÈS, Edmon: Història gràfica de la Catalunya Contemporània. De l’Exposició Universal a Solidaritat Catalana. Edicions 62. (Barcelona, 1974). Pág. 100.

[11]Lluis Arumí publicó: La guerra dels carlins vista per un infant. (Granollers, 1972). Es una recopilación de artículos publicados en La Gaceta de Vic durante el año 1936. Como explica Arumí, para ellos la guerra era una guerra religiosa y una guerra foral. En la comarca de Vic la mayoría eran carlistas.

[12]Manuel Brunet publicó: Biografía de Jaume Balmes y Urpiá. (Vic, 1910).

[13]Jacint Maciá publicó. Don Carlos y los fueros catalanes. Artículos publicados en el Diario de Cataluña por su propietario D. Francisco Maciá, abogado del Ilustre Colegio de Figueras y Licenciado en Derecho Administrativo. Edición corregida y aumentada. (Figueras, 1890).

[14] Josep Torras i Bages publicó, entre otras, las siguientes obras: La Tradició Catalana. Estudi del valor étich y racional del Regionalismo Catalá, (Barcelona, 1892); La Tradició Catalana. Proemi de Joan Bonet y Baltá, (Barcelona, 1966); Consideracions sociologiques sobre el Regionalismo, (Barcelona, 1893); Los excesos del Estado, por el Imo. Dr. José Torras y Bages, obispo de Vich. A los liberales de buena fe, (Vic, 1906); Balmes, nuestra norma, (Vic, 1910); El estadismo y la libertad religiosa, (Vic, 1912 style='font-family:times'>).

[15]CARLOS V: Manifiesto a navarros y vascongados. Elorrio, 25 de abril de 1936.

[16]PRINCESA DE BEIRA: Mi carta a los españoles. 25 de septiembre de 1864.

[17]CARLOS VII: Telegrama a D. Román de Subyaga. Lucerna, 21 de septiembre de 1895.

[18]CARLOS VII: Carta-manifiesto al Infante D. Alfonso. París, 30 de junio de 1869.

[19]FERRER, Melchor: Historia del Tradicionalismo español. Editorial Católica Española S.A. (Sevilla, 1958). Págs. 107 a 108.

[20]FERRER: Ibíd. Pág. 113.

[21]HUGHES: Ibíd. Pág. 410.

[22]HUGHES: Ibíd. Págs. 407 a 408.

[23]Joan Mañé i Flaquer: Torredembarra (Tarragona) 1823 – Barcelona 1901.

[24]Josep Torras i Bages: Les Cavanilles (Alt Penedès) 1846 – Vic 1916.

[25]HUGHES: Ibíd. Pág. 416.

[26]Las Bases de Manresa fueron firmadas por Lluis Doménech i Montaner, Josep Soler y Palet, y Enric Prat de la Riba. Además asistieron a esta asamblea: Pau Font de Rubinat, Joaquim Vayreda, Josep Torras i Bages, Narcís Verdaguer i Callís, Narcís Oller, Ángel Guimerá, Carles Bosch de la Trinxeria, Ferran Alsina, Eusebi Güell, Lluis Pellicer, Joan Llimona, J. Pin i Soler, Pere Aldavert, Bori i Fontestá, Josep Puig i Cadafalch, entre otros.

[27]FERRER: Ibíd. Pág. 127.

[28]FERRER: Ibíd. Pág. 119.

[29]Traducción : Es muy posible que el dinero circulara abundantemente en Cataluña a comienzos del siglo XIX… pero la guerra de la Independencia, y a continuación el marasmo cojuntural económico i político provocó una retracción considerable… de 1814 a 1834, lo califica de anacrónico, es decir, presidido por concepciones falsas de imperialismo monetario cuando las colonias de América se habían convertido en naciones independientes y sus tesoros en oro y plata habían dejado de regar la estepa financiera de la madre pátria… Tal desastre económico duró hasta 1842. A partir de éste año se empezaron a experimentar los primeros síntomas de la recuperación economica de Cataluña.

[30]Traducción : Las cosas había llegado a tal extremo, que desde 1866 el comercio estaba paralizado, el crédito arruinado y la producción industrial tan empantanada, que los obreros estaban sin faena.

[31]Traducción : el último tercio del ochocientos fue un periodo de verdadero enriquecimiento del país, motivado por la expansión de la red ferroviaria, que permitía vender con más facilidad por toda la Península los productos industriales fabricados en Cataluña o importados del extranjero y favorecido por el crecimiento del comercio de tejidos con América, por el auge de la industria vitivinícola, por la repatriación de capitales hecho en las colonias y por la venta de propiedades agrícolas situadas cerca de Barcelona para la edificación de la nueva ciudad. Todo esto permitió acumular mucho dinero en Cataluña, durante la Restauración.

[32]Traducción : Por todas partes se proyectan carriles de tranvías u obras públicas. Este hecho nos inspira muchas consideraciones. La primera es que éste fenómeno indica que vivimos en una situación bien escogida. Desde hace muchos años, los españoles sólo podemos flotar un poco sobre las calamidades de los otros países. En tiempos normales, nos morimos de hambre, y nos consumimos en crisis permanente. Sólo los tiempos anormales nos aportan dinero y negocios, y os contarán los cortos periodos de prosperidad que en los últimos años hemos atravesado por el número de guerras y de desastres que han caído sobre Europa. La guerra de Crimea va a darnos muchos beneficios; la de Italia por Napoleón tercero nos aportó menos, y la franco-prusiana y la turco-rusa algo más. Ahora no hay guerra, pero a caído sobre Francia la plaga de la filoxera. ¡Nosotros flotamos un poco por encima de la ruinosa Francia! Nuestra nación, en tiempos ordinarios, ¡no sabe ni ganarse la vida! ¡Casi no comemos, ni gastamos nada, y con mucho trabajo tiramos hacia delante! Sólo hacemos alguna cosa cuando los demás se arruinan. En el concierto de las naciones europeas, hacemos lo mismo que los usureros de pueblo. Cuando los payeses tienen buena cosecha, o una pedrea, entonces hacen la suya, ahogando a los payeses. Nosotros, como los usureros de pueblo, vivimos de ahogar a los desgraciados.

[33]CASTILLO PUCHE, José Luis: Memorias íntimas de Aviraneta o manual de un conspirador. (Madrid, 1952). Pág. 196.

[34]BERTRAN i SOLER, Tomás: Los ingleses tales como son; carácter, leyes, usos y costumbres del pueblo inglés y todas sus estravagancias. (Valencia, 1858). Págs. 8-9.

[35]Monarquía Constitucional por Tomás Bertrán i Soler, documento conservado en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 312-321.

[36]BERTRAN i SOLER, Tomás: Cuchilladas a la capilla de Fray Gerundio. (Valencia, 1858). Pág. 41.

[37]El problema catalán por Tomás Bertrán i Soler, documento conservado en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: CAMPS i GIRÓ, Joan: La guerra dels Matiners i el catalanisme polític, 1846-49. Edicions Curial. (Barcelona, 1991). Págs. 329-339.

[38]BERTRAN: Ibíd. Pág. 163.

[39]BERTRAN: Ibíd. Pág. 162.

[40]BERTRAN: Ibíd. Pág. 9.

[41]El problema catalán por Tomás Bertrán i Soler, documento conservado en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 329-339.

[42]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 242-245.

[43]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 265-269.

[44]De esta intentona hemos hablado en el capítulo dedicado a la guerra de los Matiners. Los fusilamientos tuvieron lugar durante el capitanía de Fernández de Córdova.

[45]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 260-264.

[46]CAMPS: Ibíd. Pág. 110.

[47]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 264-265.

[48]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 269-270.

[49]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 271-277.

[50]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 278-283.

[51]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 283-285.

[52]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 286-287.

[53]Don Enrique María de Borbón era hijo de don Francisco de Paula y de Luisa Carlota, y estuvo casado con doña Elena de Castellví. Era hermano del rey consorte Francisco de Asís de Borbón. Falleció en duelo, de un pistoletazo que le disparó su primo el duque de Montpensier, el 12 de marzo de 1870. En 1944 se publicó: La descendencia de S. A. R. el Infante Don Enrique de Borbón, Duque de Sevilla, y su derecho al tratamiento de Altezas Reales, como Príncipes, actuales representantes de la segunda rama de la familia Real española. Sus dos hijos, Francisco Maria y Alberto de Borbón y Castellví, militaron en el ejército carlista durante la campaña de Carlos VII, pero el advenimiento de Alfonso XII se retiraron de la lucha.

[54]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 287-290.

[55]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 290-293.

[56]Francisco Lersundi y Ormaechea nació en Valencia el 20 de enero de 1817 y murió en Bayona el 18 de noviembre de 1874. Luchó contra los carlistas en la primera guerra y ascendió a brigadier en 1846. En 1848 combatió a los montemolistas de Cabrera. Fue ministro de la guerra y de Estado, presidente del Congreso en 1853 y capitán general de Cuba.

[57]Francisco Mata y Alós, conde de Torremata, teniente general, nació en Gerona en noviembre de 1807, e ingresó en el Colegio de Artillería en junio de 1821. En enero de 1825 pasó a la Guardia Real de Infantería. Ascendió a coronel en 1840, a brigadier en 1843, a mariscal de campo en 1847 y a teniente general en 1858. De 1833 a 1840 sirvió en los ejércitos de operaciones contra los carlistas.

[58]Carta conservada en el Archivo Narváez. Real Academia de la Historia, Madrid. Reproducida en: Camps: Ibíd. Págs. 293-297.

 

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