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Mito de Theuth

por Alberto Buela

El Fedro compone junto con el Banquete, Fedón y República los diálogos de madurez de Platón. La belleza de los mitos que encierra, el de las cigarras y el de Theut nos vienen a decir que hay que investigar a pesar de todo y que la verdadera escritura es la que llevamos grabada en nuestro interior a través de la experiencia que recoge nuestra memoria. Años después de estos mitos, Aristóteles nos va a decir al comienzo nomás de su Metafísica que, sin memoria no hay ni filosofía ni ciencia. Es sabido que la riqueza temática del Fedro al tener no uno sino tres objetos primordiales de desarrollo: el amor, el alma y la retórica, lo vincula a los otros tres diálogos mencionados. Así, el amor lo vincula al Banquete, el alma a la República y al Fedro. Las coordenadas para la ubicación del mito de Teuth en la numeración de Stephanus son 274c a 275c

El mito de Theuth también conocido como mito de Naúcratis, lleva el nombre de un antiguo dios egipcio supuesto inventor, entre otras cosas, de la escritura. Platón va a defender aquí la primacía del discurso hablado sobre el escrito.

"Sócrates: Hay una tradición, al menos que puedo contar, de los antiguos: la verdad, son ellos los que la saben; pero si nosotros pudiéramos encontrarla por nosotros mismos, ¿seguiríamos acaso preocupándonos de las opiniones humanas?.

Fedro: Es ridículo preguntarlo. Vamos, cuéntame lo que afirmas haber oído.

Sócrates: He oído contar pues, que en Naúcratis de Egipto vivió uno de los antiguos dioses de allá, aquel cuya ave sagrada es la que llamaban Ibis, y que el nombre del dios mismo era Theuth. Este fue el primero que inventó los números y el cálculo, la geometría y la astronomía, además del juego de damas y los dados, y también los caracteres de la escritura. Era entonces rey de todo el Egipto Thamus, cuya corte estaba en la gran ciudad de la región alta que los griegos llaman Tebas de Egipto, y cuyo Dios es Ammón, y Theuth vino al rey y le mostró sus artes, afirmando que debían comunicarse a los demás egipcios. Thamus entonces le preguntó qué utilidad tenía cada una, y a medida que su inventor las explicaba, según le parecía que lo que se decía estaba bien o estaba mal, lo censuraba o lo elogiaba. Así fueron muchas, según se dice, las observaciones que, en ambos sentidos, hizo Thamus a Theuth sobre cada una de las artes, y sería muy largo exponerlas. Pero cuando llegó a los caracteres de la escritura: "Este conocimiento, ¡oh rey! - dijo Theuth -, hará más sabios a los egipcios y vigorizará su memoria: es el elixir de la memoria y de la sabiduría lo que con él se ha descubierto." Pero el rey respondió: "¡Oh! ingeniosísimo Theuth! Una cosa es ser capaz de engendrar un arte, y otra es ser capaz de comprender qué daño o provecho encierra para los que de ella han de servirse, y así tú, que eres padre de los caracteres de la escritura, por benevolencia hacia ellos, les has atribuido facultades contrarias a las que poseen. Esto, en efecto, producirá en el alma de los que lo aprendan el olvido por el descuido de la memoria, ya que, fiándose a la escritura, recordarán de un modo externo, valiéndose de caracteres ajenos; no desde su propio interior y de por sí. No es, pues, el elixir de la memoria, sino el de la rememoración, lo que has encontrado. Es la apariencia de la sabiduría, no su verdad, lo que procuras a tus alumnos; porque, una vez que hayas hecho de ellos eruditos sin verdadera instrucción, parecerán jueces entendidos en muchas cosas no entendiendo nada en la mayoría de los casos, y su compañía será difícil de soportar, porque se habrán convertido en sabios en su propia opinión, en lugar de sabios(sophós)."

Fedro : ¡ Qué fácilmente, Sócrates, compones fábulas egipcias o de cualquier país que se te antoje !".


La palabra escrita es planteada como un problema, porque ella de alguna manera oculta el ser de la cosa. Para Platón el ser está determinado por los entes con los cuales está relacionado (Sofista 257a, 259d, etc.), es decir depende del contexto. Pero, por otra parte, el ser de los entes solo es para nosotros en tanto se nos revela o desoculta.

Esto lleva a Platón a reflexionar sobre la verbalización, es decir, la representación verbal de lo desocultado, y en el Cratilo (439b ) nos dice, que siempre hay que partir de las cosas mismas y no de los nombres, es decir, de las palabras. Esto justamente, porque las palabras son ya una interpretación de lo dado. De modo que al ser las ideas y no los nombres las que permiten captar el ser de los entes, entonces hay que tener cuidado con estos nombres, es decir con las palabras. Porque ellas ocultan, y sobre todo las escritas. Sólo la alta poesía o la oquedad del silencio dicen, a veces, algo sobre el ser de las cosas.

¿Cómo evitar ocultar el ser (de lo que es) en la palabra escrita, que implica ya una interpretación ("traducción") del ser del ente, la cual desliga a éste del contexto y de la coyuntura en el que se nos desocultó al pensamiento ?

Es obvio que si al traducir en palabras se ha descontextualizado lo que al filósofo se le desocultó en el pensamiento cuando captó la idea, en el momento en que uno desea transmitir dicho conocimiento, debería tratar de recrear el contexto primero.

Así , para Platón, transmitir lo desocultado a los otros mediante el uso del lenguaje, sólo es posible a través de la dialéctica. Este es el método elegido por el filósofo griego cuya forma de exposición es el diálogo verbal como lugar de la verdad. Pero Platón, a diferencia de los modernos, no separa el método de aquel que lo aplica, no existe ni cree en una neutralidad metodológica como nos han hecho creer desde Descartes para acá. El método está, pues, intrísecamente vinculado el filósofo, de ahí que afirme en la República " la mejor prueba que una naturaleza sea dialéctica o no, es porque el dialéctico tiene una visión de conjunto y el que no la tiene no lo es"(537c 10-15).

Una digresión. Es esta una de las razones más profundas por la cual nosotros proponemos al disenso como método, pues el mismo, al romper con la neutralidad metodológica, exige la preferencia de nosotros mismos como el primer paso del camino para intentar una visión holística y quebrar al mismo tiempo la visión de los "especialístas de lo mínimo" a que nos llevan las metodologías aparentemente neutrales, como las científicas tecnológicas, aisladas del compromiso existencial del investigador.

¿Cómo se puede estar uno seguro de que se está entendiendo con el otro? . Sólo a través del diálogo, que es siempre es hablado, con lenguaje hablante al decir de Merlau Ponty.

Es que el diálogo en la medida en que avanza, mirándose a la cara y viendo los gestos, se contextualiza y el desocultamiento del asunto tratado (el ser del ente) se hace cada vez mayor y más preciso.

Este es el motivo último por el cual la toma de decisiones en todos los órdenes de la vida son siempre habladas. Incluso cuando las toma un solo hombre, son pensadas y conversadas con uno mismo. A esto llamaban los antiguos la verba impresa. Luego pueden o no pasar a la palabras escrita, al papel.

Es por ello que en las reuniones de directorios o consejos son eso, lugares de deliberación oral porque allí no se puede descontextualizar los hechos, casos o asuntos sobre los que se va a decidir. Con los congresos y sus cámaras pasa lo mismo, los diputados son los que disputan, aquellos que a través del pensamiento(puto, putare) buscan establecer leyes. Incluso en nuestro Congreso Nacional había una vieja norma que no permitía a los legisladores leer su exposición, sino que tenía que ser oral. Porque la oralidad, como muestra el mito de Theuth implica la internalización y por ende un cierto el compromiso personal con lo que se dice. Porque se lo ha podido pensar e incluso memorizar, lo cual está mostrando el esfuerzo previo del hablante. La cultura oral está intrínsecamente vinculada a la memoria, recuérdese la difusión del Martín Fierro entre el paisanaje a fines del siglo XIX.

El filósofo danés Soren Kierkegaard decía que cuando se sabe algo, se lo sabe explicar de muchas maneras y esto tiene que ver directamente con la oralidad, que exige siempre al menos otro, al que no le puedo decir cualquier cosa. Los otros, limitan mi arbitrariedad. Ello lo llamó Edmundo Husserl la "verificación intersubjetiva" como criterio de verdad, momento en el cual los otros junto con uno mismo, afirman o niega que "esto sea esto y no otra cosa".

De modo tal que el mito de Naúcratis no sólo defiende la palabra hablada, sino que nos previene a no decir cualquier ocurrencia, nos evita caer en el error de confundir conocimiento con sabiduría, en ser sabios en nuestra propia opinión en lugar de ser sabios de verdad.

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Alberto Buela

 

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