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Marruecos: algo más que un vecino.

por Jorge García-Contell

En cualquier orden de la vida, pero más en los de ámbito público que en los privados y de forma singular en las relaciones internacionales, la prudencia exige atribuir nombres propios a las variables contenidas en el binomio “amigo / enemigo”. Cuando en esto se yerra se avecina la hora de los lamentos

De los países con los que España comparte fronteras físicas - Gran Bretaña incluida - es Marruecos en buena lógica el que mayor atención habría de concitar entre los responsables de la diplomacia española. No me refiero al lenguaraz ministro Moratinos, ni a su cómica predecesora Palacio, ni tampoco a los anteriores Morán u Oreja, ambos de imborrable recuerdo, porque la geoestrategia permanece tercamente inalterable durante siglos. Marruecos viene siendo para nosotros desde hace más de cien años un permanente foco de inestabilidad y preocupación, cuando no de amenaza latente u hostilidad efectiva. El país que en enero de 2005 visitó el rey de España en viaje oficial, y donde Juan Carlos I se permitió el lujo en sus discursos no sólo de adular hasta límites serviles a Mohamed VI, sino incluso de refrendar la disparatada ocurrencia de Zapatero sobre la “alianza de civilizaciones”, sobresale entre nuestros vecinos por algunos rasgos peculiares:

 

1.      Marruecos mantiene reivindicación de soberanía sobre territorios españoles – Melilla, Ceuta y los peñones e islotes adyacentes - que jamás pertenecieron a Marruecos. Es aquí de obligado recordatorio la diferencia sustancial que media entre la infundada reclamación marroquí y el contencioso gibraltareño entre España y Gran Bretaña: Gibraltar fue durante siglos territorio español y el Tratado de Utrecht, fundamento jurídico de su cesión, ha sido permanentemente violado por los británicos desde el mismo instante de su firma.

 

2.      Marruecos disfruta de una privilegiada relación con Francia. Sobre el papel Francia es socia de España en la UE y aliada en la OTAN, por más que sus actos parezcan desmentirlo en cuantas ocasiones surgen diferendos hispanomarroquíes. En el plano del comercio exterior un observador poco informado podría llegar fácilmente a creer que es Marruecos quien pertenece a la Unión Europea y España un simple país tercero. El globo sonda marroquí en forma de intentona invasora de Perejil en julio de 2002 contó con la pública y no disimulada complacencia de nuestro vecino del norte, que vetó la redacción de una nota de respaldo de la Unión Europea a España. Sustancialmente poco parece haber cambiado desde que en 1925 el cabecilla rifeño Abd-El-Krim, que huía del avance del ejército español, asesinó vilmente a todos nuestros compatriotas prisioneros y se acogió plácidamente al exilio que le brindaron las autoridades francesas

 

3.      Marruecos no forma parte de la OTAN, ni falta le hace, pero siempre ha existido una alianza no escrita con los EE.UU. hasta junio de 2004, en que dicho lazo dejó de ser tácito para convertirse en la declaración formal del reino alahuita como “aliado militar preferente” de los EE.UU. Téngase presente que tanto España como Marruecos son compradores de material bélico a los EE.UU., pero todo país que adquiere armamento estadounidense viene obligado a firmar una cláusula en los contratos de adquisición por la que renuncia a usar dichas armas contra terceros igualmente clientes del tío Sam. Además, el rearme marroquí en los últimos años es sencillamente espectacular y la procedencia de sus importaciones diversificada, mientras nuestro presupuesto defensivo no deja de reducirse y las “joyas” de nuestra Fuerza Aérea (y únicas merecedoras del apelativo de “fuerza”) son de fabricación norteamericana. Quien dude de la relevancia del criterio useño en la sinuosa relación hispanomarroquí debería de recordar que la ministra Ana Palacio declaró con gran énfasis durante la crisis de Perejil que se trataba de un asunto “estrictamente bilateral” pero su colega Colin Powell en mayo de 2004 reveló que su mediación en el conflicto fue solicitada por la propia Palacio.

 

4.      Marruecos ha sido el protagonista de todas las agresiones bélicas contra España en los últimos cien años: campaña del Rif, guerra de Ifni y escaramuza de Perejil, así como de la calculada provocación del Sahara en 1975 que España zanjó en la forma más indigna y vergonzosa de cuantas eran posibles. Mientras los hechos corroboren la identificación de la monarquía alahuita con las tesis tradicionales del Istiqlal sobre el “gran Marruecos”, la última agresión siempre podrá ser considerada en realidad como la penúltima.


Las circunstancias arriba enumeradas atañen al reino de Marruecos como tal estado, o a sus relaciones con España y con terceros. Pero no han de perderse de vista factores que en principio escapan de la sustancia estricta de las relaciones internacionales pero que, tal vez, puedan llegar a influir de forma determinante en ellas. Citemos sólo tres:

 

1.      Marruecos destaca entre las procedencias de los inmigrantes instalados en España. Entre legales e ilegales, se estima que más de un millón de súbditos de Mohamed VI amanecen cada día entre nosotros. Y siguen viniendo.

 

2.      Sondeos de opinión realizados en su país de origen arrojan resultados tan preocupantes como que el 50% de la población simpatiza abiertamente con Osama Ben Laden, el 40% odia a los cristianos y el 60% tiene intención de emigrar (85% entre la juventud).  Una sencilla extrapolación permite suponer que aproximadamente quinientos mil marroquíes residentes en España se congratulan – unos más y otros menos – cada vez que el fanatismo islámico golpea bárbaramente en el mundo occidental y que cuatrocientos mil de esos “nuevos ciudadanos” detestan a sus vecinos españoles.

 

3.      Una abrumadora mayoría de los casi cien imputados en el sumario del atentado del 11/3/2004 son de nacionalidad marroquí.


En cualquier orden de la vida, pero más en los de ámbito público que en los privados y de forma singular en las relaciones internacionales, la prudencia exige atribuir nombres propios a las variables contenidas en el binomio “amigo / enemigo”. Cuando en esto se yerra se avecina la hora de los lamentos.

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Jorge García-Contell

 

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