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ABORTAR=ASESINAR El aborto es un asesinato, pues se mata a una persona con premeditación (se prepara reflexivamente,   tal como lo marca la ley con su procedimiento, y se perpetra un delito, aunque sin pena, como también   indica la ley) y alevosía pues no hay riesgo para los asesinos. R.A.E.: - asesinato. 1. m. Acción y efecto de asesinar. - asesinar. (De asesino). 1. tr. Matar a alguien con premeditación, alevosía, etc. - premeditación. (Del lat. praemeditatio, -onis). 1. f. Acción de premeditar. - premeditar. (Del lat. praemeditari). 1. tr. Pensar reflexivamente algo antes de ejecutarlo. 2. tr. Der.   Proponerse de caso pensado perpetrar un delito, tomando al efecto previas disposiciones. - alevosía. (De alevoso). 1. f. Cautela para asegurar la comisión de un delito contra las personas, sin   riesgo para el delincuente. Es circunstancia agravante de la responsabilidad criminal. (recuerdese que el aborto voluntario sigue siendo delito tipificado aunque se le elimine la pena)
«Se cumplen 20 años de la Ley Orgánica 9/1985, aprobada por el Parlamento, ratificada por el Rey, y mantenida. tras su alternancia, por los gobiernos del Sistema, con y sin mayorías parlamentarias.
Esta ley ha dejado matar cerca de un millón de niños por aborto quirúrgico y varios millones más por aborto químico»


Una firma indeleble

por Gonzalo Rojas Sánchez

¿Niega el historiador la posibilidad de que un texto sea mejorado? ¿Niega la factibilidad de que las reformas constitucionales realizadas desde 1990 en adelante hayan dado mejor desarrollo a la democracia? No, el historiador sabe que las leyes son obras perfectibles, pero también conoce los modos en que en tiempos pretéritos, se las ha echado a perder. Para eso está el historiador, para decir: cuidado, esto ya se hizo antes y fue una mala cosa. Se reformó mal, se mejoró para peor

El ejemplar de la Constitución de 1980 que reviso, empastado en cuero e impreso en elegantes caracteres de color sepia, es ya Historia del Derecho.

Para el historiador, las fuentes son su oxígeno y las neuronas con que las mira y compara, hacen de pulmones. De esa combinación salen las palabras que pasan por sus cuerdas vocales y se hacen docencia o se expresan en columnas, artículos y libros.

Para el historiador, el texto original de la Constitución de 1980 es inamovible: ahí está como documento señero de la restauración de la democracia en Chile, le pese a quien le pese.

Para el historiador, la Constitución original es igual a un cuadro, a una carta: la firma que se puso ahí, una vez autentificada, queda fija en el tiempo. Después se podrá adulterar la tela con trazos espurios o se podrá enmendar la plana con una astuta interpolación, pero cuadro y carta son del autor original, idénticos a sí mismos en cuanto salieron de las manos del artífice y ningún manipulador posterior les podrá quitar su sentido original. Echarlos a perder, eso sí, y casi siempre.

Para el historiador la Constitución de 1980 lleva la firma de Augusto Pinochet Ugarte, General de Ejército y Presidente de la República, rúbrica fechada el 21 de octubre de 1980. Y las modificaciones realizadas en 1989, también. Por el éxito debido al funcionamiento de esas instituciones, Pinochet seguirá siendo reconocido; pero de ahí en adelante, se ha entrometido el interpolador, el manipulador, el mejorista, ya que no le ha servido ser sólo copista.

¿Niega el historiador la posibilidad de que un texto sea mejorado? ¿Niega la factibilidad de que las reformas constitucionales realizadas desde 1990 en adelante hayan dado mejor desarrollo a la democracia? No, el historiador sabe que las leyes son obras perfectibles, pero también conoce los modos en que en tiempos pretéritos, se las ha echado a perder. Para eso está el historiador, para decir: cuidado, esto ya se hizo antes y fue una mala cosa. Se reformó mal, se mejoró para peor.

La Constitución llevará ahora la firma de Ricardo Lagos Escobar, Presidente de la República. Its a fact, pero como tal hecho esta paternidad tardía, incluso inesperada y sorpresiva, deberá ser juzgada históricamente. En tres aspectos, por ahora, el historiador advierte: cuidado, que ya tuvimos experiencias lamentables en esta materia; ojo copiones, que ustedes han sido ignorantes de un pasado reciente de falsificaciones constitucionales que le causaron mucho daño a Chile.

En primer lugar, la remoción de los Comandantes en Jefe. Uy las cosas que podría contar el general Ruiz Danyau si estuviera vivo, aunque ya las reveló en parte durante A esta hora se improvisa en plena UP. En segunda consideración, la facilidad para reformar el sistema electoral, haciéndolo eventualmente proporcional. Ay las penurias que tantos políticos viejos podrían contar sobre el fraccionamiento lamentable en partidos, facciones, grupitos y cofradías menores, todos con su parlamentarillo único. Y, una tercera materia, la obligación de los ministros de acudir a las interpelaciones de los parlamentarios. Uf, si alguno de los nuevos constituyentes hubiera conocido los lamentos de Manuel Antonio Tocornal por la maldita idea que se le ocurrió introducir en el funcionamiento de la Cámara de diputados.

De todo esto y mucho más deberá responder Ricardo Lagos ante los historiadores del futuro, aunque poco importamos los especialistas, al lado de los daños efectivos que le se causarán a Chile. Y además, como Ominami anuncia que aún falta mucha reforma a la Constitución, quizás Lagos tenga poco tiempo para responder por su paternidad y haya quien deba hacerlo en el futuro con otra firma y su propia maternidad.

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Gonzalo Rojas Sánchez


Todos a Colonia con el Papa

 

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