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Antonio Millán Puelles (1921-2005) In Memoriam
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Millán-Puelles, filósofo original

por Rafael Alvira

Hay autores que se decantan por un pensar “tradicional”, y otros por alguna variante del “moderno”. También existen algunos intentos de acercamiento, a pesar de la esencial dificultad de lograrlo. ¿Cómo conciliar realismo e idealismo? ¿Cómo conciliar el realismo clásico con las diferentes variantes de la modernidad?

Antonio Millán-Puelles (Alcalá de los Gazules, Cádiz 1921-Madrid 2005) ha entrado, hace escasos meses, en la eternidad y, al tiempo, definitivamente en la historia de la filosofía. Lo que no es eterno no es histórico, y lo que no es histórico no es eterno. Lo histórico es lo que no pasa, o, lo que al pasar queda. Es decir, no hay historia que no sea eterna, ni tampoco eternidad que no sea histórica, pues si no lo fuera no sería viva.

No me parece adecuada la contraposición entre tiempo y eternidad, que en época actual se decanta por la temporalidad contra lo eterno; ni tampoco la adscripción de la historia a la mera temporalidad. vida real, y no hay vida que sea pura temporalidad. Vivir, particularmente el vivir humano, significa transcender el tiempo. Lo que llamamos tiempo es una eternidad imperfecta, es decir, no del todo integrada, pero para que se dé es preciso que lo eterno la sustente, interior y exteriormente.

Antonio Millán-Puelles ha entrado en la historia y en la eternidad. Mientras nuestra vida se desenvuelve temporalmente, no podemos estar seguros de su historicidad real. Tal vez es sólo aparente, pues lo que se dice o proclama, la fama, no concede historicidad. El “paso del tiempo” sólo conserva lo real, y conservarse significa continuar viviendo. Como la vida crece, resulta verdadera la sentencia del famoso admirador de Gardel: “cada vez canta mejor”, decía muchos años después de la desaparición del divo. La obra de Millán-Puelles, igualmente, irá mostrando cada vez más toda su riqueza, toda su verdad, y será real en la historia. Otros desaparecerán. O quizá no del todo, pues serán salvados por el propio Millán-Puelles. En efecto, él, más que nadie, ha puesto de manifiesto la necesidad de lo irreal para el conocimiento de la realidad.

Hay autores que se decantan por un pensar “tradicional”, y otros por alguna variante del “moderno”. También existen algunos intentos de acercamiento, a pesar de la esencial dificultad de lograrlo. ¿Cómo conciliar realismo e idealismo? ¿Cómo conciliar el realismo clásico con las diferentes variantes de la modernidad? La postmodernidad heideggeriana decide “superar” ambas posiciones, superar la polémica “realismo-idealismo”. Desde este punto de vista, Millán-Puelles puede ser reconocido como el más notable pensador que hace lo contrario de Heidegger. No quiere “superar” realismo e idealismo moderno, sino que utiliza el “idealismo” para “justificar” el “realismo”.

Desde los comienzos de su investigación, el tema que le interesa de modo muy particular es el del ente ideal. No es nunca un “realista ingenuo”, y no está dispuesto, a la vez, a dejar de lado el realismo, que le parece expresivo de la verdad filosófica.

Ese acercamiento “idealista” al realismo hace que en Millán-Puelles no exista el rechazo heideggeriano por el par sujeto-objeto. Antes bien, al contrario, subjetividad y objetividad son objeto de su atención más cuidadora, y dedica sendos libros de extraordinaria calidad a su estudio.

Su última gran obra es una muestra más de esa línea de fondo, continua en su pensamiento. La “lógica de los conceptos metafísicos” no da a éstos por sabidos, ni se limita, por tanto, a usarlos, sino que busca comprender su sentido más profundo en cuanto son precisamente ese tipo de conceptos.

Si lo entiendo bien, lo que intenta Millán-Puelles es mostrar que la superioridad del espíritu -pues somos conscientes de ella, y por eso la reflexión especulativa es central- no sólo es compatible, sino que va intrínsecamente unida a la inclinación radical que él posee a lo real: inclinación como tendencia y como actitud. Nos inclinamos a lo real y ante lo real.

No es de extrañar, por todo ello, la importancia extraordinaria que Millán-Puelles concede a la libertad. Casi todos sus grandes libros terminan resaltándola. El espíritu es libre. Por eso, en un cierto sentido está más allá de lo real, y en otro no. El espíritu puede, tiene poder, para decantarse por lo real, o para perderse en la irrealidad.

La obra multifacética de Millán-Puelles apenas ha sido todavía -a pesar de los excelentes trabajos ya publicados- considerada, comentada y continuada a fondo. Nos corresponde a todos los que tuvimos la suerte de gozar de su magisterio y del trato con su personalidad tan atrayente y amable el intentar hacerlo, desde ahora mismo. Es un bien para la filosofía y para la cultura en general, y además se lo debemos.

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Rafael Alvira


VII Congreso Católicos y Vida Pública
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