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Antonio Millán Puelles (1921-2005) In Memoriam
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La Reflexión en el camino hacia la subjetividad

por A. Lobato, O.P.

La subjetividad es un modo excelente del ser espiritual. La inmanencia es un horizonte cerrado y parcial. La via de la reflexión lleva a la trascendencia. El mal de nuestra situación cultural tiene su raiz en la cárcel de la inmanencia, porque el ser humano es un animal metaphysicum, como un árbol con las raices hacia arriba que solo se nutre de modo satisfactorio con el ser y sus propiedades

La memoria del pensador español Antonio Millán Puelles es de justicia. La huella que deja tras de sí, no es la de la nave que surca las aguas tranquilas, ni la del caminante sobre la arena del desierto, o del esquiador en la nieve, sino la del escultor en la piedra labrada. Los discípulos de Tomás de Aquino tenemos un afecto especial por su persona y su obra singular. Recuerdo sus expresiones de gozo el día que le he llevado a su casa el pergamino con el título de miembro de honor de la Pontificia Academia de Santo Tomás. Aquel título era para él el mejor de cuantos había recibido en vida. Al filósofo Millán Puelles todos le reconocían su agudo talento para captar lo esencial de los problemas, y su extraordinaria lucidez literaria para exponerlos. Los tomistas se complacen en alabar dos notas en su magisterio, la atención a lo esencial en la síntesis, y el constante diálogo con el pensamiento filosófico de nuestro tiempo. Como prueba basta evocar dos de sus obras muy elaboradas: Fundamentos de Filosofia, y Teoria del objeto puro. La primera ha sido el manual preferido por estudiantes y profesores durante largos años y la segunda ha sido una montaña como el Monte Blanco que exige músculos robustos para llegar a la cima y desde ella poder extender la mirada por toda Europa, cosa que no está al alance de todos. En su dimensión humana era un gran conversador, que prefería hablar a escuchar. Lo recuerdo participando en los Congresos de Filosofía, al lado del amigo filósofo Angel Gonzalez Alvarez, que le ayudaba a superar los despistes que le acontecían en el orden práctico. Era un trabajador incansable. Su producción intelectual ha ido in crescendo en cantidad y en calidad con el paso de los años.

Como pequeña contribución a su memoria he optado por evocar muy brevemente un tema importante en el conjunto de su obra. Es un tema en el que se puede apreciar su estilo tomista, que parte de la obra de Tomás y la relaciona con su desarrollo en la filosofia moderna. Me refiero al tema de la subjetividad captado a través de la reflexión, como via hacia la verdad y acceso a la interioridad del sujeto. Es un tema de gran interés que sigue vigente y abierto en nuestro tiempo, porque afecta al problema radical de la inmanencia, de la estructura del sujeto y de la metafísica, cuestiones que tocan el núcleo de la filosofia.

Puesto que se trata solo de una aproximación al tema, me limito a los tres puntos siguientes: la “reflexio” en Santo Tomás, la expansión del tema en Millán Puelles, y la lección que se sigue para el diálogo del tomismo en su desarrollo actual.

La reflexión tomista

Es bien notorio que en el itinerario del filosofar a lo largo de la historia se han erigido tres piedras miliarias que caracterizan los tres horizontes de este ejercicio: la filosofia se entiende como la búsqueda de la verdad que se encuentra o en el ser, o en el conocer, o en el hablar. La filosofia antigua y medieval se ocuparon del ser y del ente. La filosofia actual se ha volcado en el lenguaje. La filosofia moderna ha dado la primacia al conocer. Cuando el cardenal Mercier iniciaba el nuevo rumbo del tomismo impulsado con energía por la Enc. Aeterni Patris y trataba de asimilar la verdad de la aportación moderna, cayó en la cuenta de algo que faltaba en el tomismo: el análisis del conocer y una teoria del conocimiento, que debía ser la respuesta a la obra genial de Kant, La crítica de la razón pura. A reparar ese vacío se dedicaron largos esfuerzos que dieron como fruto un número incontable de obras. Quizá la más típica de todas ellas fue la del jesuita J. Marechal, Le point de départ de la metaphysique. A medida que los tomistas descubrian la obra completa de Tomás, que no era solo la Suma, y no se reducía a la teologia, sino que iba directamente a la filosofia, como pedia Leon XIII, se encontraron los textos clave de la filosofia de Tomás, presentada en compendio en el opúsculo De ente et essentia, en los Comentarios al Filósofo Aristóteles y esparcida como semilla en toda la obra.

En esa búsqueda afanosa de textos sobre la teoría del conocimiento se desveló un texto clave, en el cual podía encontrarse como in nuce la deseada doctrina acerca sel conocer humano. Era el texto del articulo 9 de la primera cuestión disputada De Veritate , escrita en el año 1256, cuando Tomas era admitido en el Consortium magistrorum de la Facultad de Teología de Paris. De modo inesperado, cuando se pregunta si la verdad está en los sentidos, Tomas da la respuesta con una sencilla teoria del conocimiento, que se apoya en el ejercicio de la inteligencia que tiene capacidad de volver sobre sus pasos y sobre sí misma, en la reflexión. Los sentidos no tienen la capacidad de volver sobre sí mismos, pero la inteligencia sí la tiene, como la tienen las sustancias espirituales.

La reflexión que es como una vuelta o torsión total de la inteligencia sobre sí misma no se limita a entender algo, porque es un entender que se entiende a sí mismo y capta su adecuación a la realidad. El texto tomista sobre la reflexión y su alcance es muy claro y profundo y merece tenerlo a la vista.

“[La verdad] es conocida por el entendimiento en cuanto la inteligencia retorna sobre su propio acto, no solo en cuanto conoce su propio acto, sino en cuanto conoce su adecuación a la cosa, la cual solo puede conocerse si conoce la naturaleza de su acto. Y esto presupone conocer la naturaleza del principio activo, que no es otro que el mismo entendimiento, cuya esencia es conformarse a semejanza de las cosas. En consecuencia el entendimiento conoce la verdad en cuanto retorna sobre sí mismo...La razón de ello es que aquellas cosas que entre los seres son perfectísimas, como las sustancias espirituales, retornan a su esencia con retorno completo. Al conocer algo fuera de sí, en cierto modo salen de sí. En cuanto conocen que conocen comienzan ya a retornar sobre si porque el acto de conocimiento es un medio entre el cognoscente y lo conocido. Ahora bien este retorno se completa en la medida en que conocen las esencias propias, y así se dice en el libro De causis que “todo el que conoce su esencia retorna a ella con retorno completo...” (De Veritate, 1,9).

La exposición es bien clara, la reflexión es la vía intelectual para conocer y justificar la verdad de lo conocido. Tomás recurre con simpatía al esquema del círculo, del exitus-reditus en la realidad y en el conocer. La sentencia del libro de los Proverbios, (1,7) “los rios vuelven al lugar de donde salieron para volver a correr” le viene a la boca y a la pluma reiteradamente. La reflexión se encuentra solo donde hay espiritualidad. Avicena opina como los neoplatónicos que el alma humana tiene siempre presente su propia esencia. Por la reflexión la inteligencia se pone en camino hacia el ser del hombre en sus dos dimensiones, la existencia y la esencia. La existencia se le hace patente en los actos de sus potencias, de ello da testimonio y nadie se puede equivocar, en cambio, por esta presencia no se le da la esencia del alma, tiene que indagarla con paciencia y muchos se equivocan cuando opinan. Ya Aristóteles notaba que esta autoconciencia era a un tiempo lo más fácil y lo más difícil. Tomás lo recuerda:

Entre los dos modos de conocer [el hecho de existir, y la esencia] se da una notable diferencia. Para el primero basta la presencia de la mente, de la cual procede el acto mediante el cual se conoce. En cambio para el concocimiento de la esencia no basta la sola presencia, se exige una investigación diligente y sutil. De hecho son muchos los que ignoran la naturaleza del alma y no pocos los que han errado en ello” (ST. I, 87,1).

Mediante la reflexión el hombre se conoce a sí mismo y conoce lo otro. La alteridad del objeto va de la mano con la identidad del sujeto. La subjetividad se advierte en la medida que se descubre la espiritualidad de la mente a través de los actos y los objetos. En el desarrollo de la reflexión y su alcance, Tomás se esfuerza por integrar las dos corrientes que le salen al paso, la aristotélica de la cual recoge la distinción entre el hecho de tener alma, cosa evidente y muy fácil, y la naturaleza de la misma, la cual, a pesar de su presencia, resulta cosa muy difícil aún para los doctos .En definitiva desvela la intención profunda de Aristóteles y en esa perspectiva, que se situa en los antípodas del averroismo, integra las fórmulas de los neoplatónicos y de Agustin, muy lejos de los agustinianos. El alma en la reflexión se conoce por su esencia, pero no conoce inmediatamente su esencia.

El desarrollo de Millán Puelles

Millán Puelles ha dedicado mucha atención y mucho esfuerzo al problema de la subjetividad, que está en el “círculo férreo” de la modernidad. Ese persistente cultivo del tema lo ha llevado al tema de la reflexión y al encuentro con los pensadores de la filosofia moderna. En su estudio sobre “La estructura de la subjetividad” afronta el tema de la reflexión y expone cómo ha sido tratado de modos diferentes por Tomas de Aquino, por Kant y por Brentano. De los tres expone lo que han dicho y lo somete al juicio.

Para Millán Puelles “no faltan, más bien sobran teorías de la reflexión” y se han opuesto con precipitación dos actitudes, llamadas “directa” y “refleja”, que son distintas pero no se dan separadas y ambas pueden decirse naturales. Son como elementos integrantes de un cierto plexo o estructura. Comienza por “el exámen de las ideas de Santo Tomás acerca de la autopresencia subjetiva”. Trata de desvelar si en su exposición hay “algo que nos pueda servir para el concepto de tautología consectaria de toda trascendencia intencional”.

Con este propósito va recorriendo el análisis tomista del conocimiento. Un primer dato a tener en cuenta es que el conocimiento es “la posesión del otro en tanto que otro”. Ese hecho implica la presencia del sujeto al conocer lo que no es él, lo otro. Por ello en Tomás se da la noción implicita de “tautologia concomitante”. El entendimiento tiene dos maneras de entender, una cuando entiende que está entendiendo, otra entiende la naturaleza de su acto: Intelligit enim se nunc intelligere. Ese nunc existencial indica que en cierto modo toda intelección es autointelección. En esta perspectiva el entender es aún inobjetivo. El entender y el entender que se entiende son para Tomás dos actos distintos, como al entender la piedra y tener conciencia de ello (ST,I, 87, 3 ad 2). Para Millán Puelles, en vez de dos actos distintos, se trata solo de dos dimensiones de un mismo acto. Esto acontece en la reflexión que no nos lleva a un nuevo objeto, sno solo a una “pura autopresencia consectaria, meramente vivida”. Cuando Tomás afirma que son “dos actos” su posición es “vacilante y equívoca”. Porque en verdad, al afirmar que se está captando “lo ajeno” se sigue que está presente lo “propio”. El objeto implica la presencia inobjetiva del sujeto. Esta tautologia consectaria es equiparable a la “apercepción trascendental” de Kant y a la “percepción interna” de Brentano, que es el lugar inobserbable de los fenómenos psíquicos.

Con este análisis integrante de los tres pensadores Millán Puelles estima haber captado en la marcha histórica del pensar humano un primer paso que hace posible la reflexión. “Como resumen de la confrontación con las doctrinas de Santo Tomás, Kant y Brentano, se obtiene esa definición de la tautología inobjetiva; autoconciencia solo consectaria, esencialmente previa a la reflexion”.

Millán Puelles da un segundo paso en el que descubre “la reflexividad originaria”, que es explicitamente reflexividad, y es un acto completo, quasi objetivo. Esta reflexividad coincide con la que describe Tomás en el texto citado del art. 9 de la primera cuestión De Veritate. No obstante , Millán Puelles cree desvelar una cierta equivocidad en el término “reflexión” y en la naturaleza del acto intelectivo. El modo de expresarse Tomás podría inducir a error, aunque lo que dice es cierto: el conocimento del acto y del principio intelectivo es connatural, no procede de un raciocinio. Todo hombre con uso de razón sabe lo que es entender y lo que es la verdad, aunque no sepa describirla. El juicio es el lugar de la verdad y no se da en otro juicio fuera de él. El juicio está a su vez instado por la realidad a la cual se conforma en la verdad. La reflexividad originaria, en sus dos vertientes, la cognoscitiva como la volitiva hace posible la verdad del juicio. La subjetividad hace posible el acto de conocer y el juicio sobre lo conocido. El ego, percibido en la reflexividad, vuelve sobre sí mismo, aún cuando se interroga sobre el el alter ego. Lo que se pregunta al proponerse la intersubjetividad, es “¿cómo me vivo a mi mismo en mi experiencia de vivir un otro yo?”.

En la complejidad de la reflexión se puede desvelar otra dimensión, es decir un tercer paso integrante que Millán Puelles describe como “la reflexión estrictamente dicha” en la que se enlazan los dos horizontes, el de la subjetividad y el de la objetividad. El conocer es objetivo, pero acontece en la subjetividad. Todo el proceso circular implica un sujeto que tiene capacidad para estar en si y para salir de sí.Los actos enlazados en cadena, la memoria de sí, el de apropiarse lo otro al conocer lo que no es sujeto, y el volver en un retorno del objeto al acto, y del acto al sujeto forman un círculo. La reflexión estrictamente dicha implica la correlación entre el sujeto y el objeto. El objeto es lo conocido, el sujeto es el cognoscente. La subjetividad inobjetiva, consectaria, concomitante, en la reflexión se descubre en su realidad de fundamento. “La realidad de la subjetvidad consciente en acto, es en resolución, apertura a la realidad transubjetiva, una apertura únicamente subjetiva de una manera física, porque no es propia y formalmente objetivante de lo que ella está siendo”. La reflexión no repite, no rehace el acto, lo revive, lo hace objeto de una vivencia nueva, supone el tiempo pasado, implica la memoria, pero no es el acto de recordar. En Dios no cabe la reflexión, porque no hay en él sucesión, su autoconciencia es tota simul.

La reflexión humana no se identifica con la de los espíritus, cuya existencia tampoco coincide con la temporalidad humana. La reflexión es el lugar del encuentro de la subjetividad y de la realidad objetiva. En ella sujeto y objeto se hacen presentes y correlativos.

La “lección” de Millán Puelles merece ser aprendida y pide continuación en el método, en el diálogo, en las vias hacia la realidad subjetiva en el camino de la trascendencia. Los discípulos de Tomás son los tomistas que tienen presente la paradoja que “Tomás no era tomista”. Muchas veces Tomás ha repetido que no importa tanto quien ha dicho una cosa como lo que ha dicho. Porque el filósofo busca la verdad. También es de Tomás la convicción de que la verdad no es conquista solitaria, sino solidaria o comunitaria, porque siempre es muy poco lo que un hombre solo es capaz de añadir a la verdad. Por ello hombre que busca la verdad entra en una tradición, la asimila y trata de llevarla hacia adelante desde fundamentos bien seguros. La fuerza de la tradición se comprueba en su capacidad de unir lo antiguo y lo nuevo. La creatividad implica tener los pies sobre a roca firme y ser capaz de dar el salto hacia adelante. La advertencia de Tomás vale para todos los que buscan la verdad: cuidar mucho los primeros pasos, porque un pequeño error en los principios se hace grande al final. La pasión por la verdad es una característica de los discípulos de Tomás. La verdad es fuerte, invencible y en última instancia procede del Espíritu Santo.

El camino real de la filosofia tomista es del pensar trascendental, el de la metafísica. Kant ha puesto de moda un estilo trascendental lógico, que es un trascendental sin trascendencia, como quería Bloch. Este es el punctum dolens de la filosofia moderna, el dilema entre la inmanencia o la trascendencia. Millán Puelles lo ha entendido desde el principio y lo ha recorrido hasta el fin de su existencia. Para ello ha dialogado con los grandes pensadores de la modernidad; Kant, Husserl, Heidegger. Ha penetrado en sus obras y los ha llevado al diálogo con Tomás y con la verdad.

Su lección es en verdad ejemplar y su herencia doctrinal debe suscitar nuevos pensadores. El “misterio” de la subjetividad se ha desvelado de modo nuevo desde la filosofía del ser que Tomás nos ha dejado como camino real hacia afuera y hacia adentro. La subjetividad es un modo excelente del ser espiritual. La inmanencia es un horizonte cerrado y parcial. La via de la reflexión lleva a la trascendencia. El mal de nuestra situación cultural tiene su raiz en la cárcel de la inmanencia, porque el ser humano es un animal metaphysicum, como un árbol con las raices hacia arriba que solo se nutre de modo satisfactorio con el ser y sus propiedades. El camino de la reflexión desvela esta condición humana en la cual cobran su pleno sentido los imperativos de San Agustin: intra in teipsum, transcende teipsum!.

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A. Lobato, O.P.


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