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ABORTAR=ASESINAR El aborto es un asesinato, pues se mata a una persona con premeditación (se prepara reflexivamente, tal como lo marca la ley con su procedimiento, y se perpetra un delito, aunque sin pena, como también indica la ley) y alevosía pues no hay riesgo para los asesinos. R.A.E.: - asesinato. 1. m. Acción y efecto de asesinar. - asesinar. (De asesino). 1. tr. Matar a alguien con premeditación, alevosía, etc. - premeditación. (Del lat. praemeditatio, -onis). 1. f. Acción de premeditar. - premeditar. (Del lat. praemeditari). 1. tr. Pensar reflexivamente algo antes de ejecutarlo. 2. tr. Der. Proponerse de caso pensado perpetrar un delito, tomando al efecto previas disposiciones. - alevosía. (De alevoso). 1. f. Cautela para asegurar la comisión de un delito contra las personas, sin riesgo para el delincuente. Es circunstancia agravante de la responsabilidad criminal. (recuerdese que el aborto voluntario sigue siendo delito tipificado aunque se le elimine la pena)
«Cada año mueren en España por aborto químico más españoles que los caídos en los tres años Guerra Civil
Cada semana son asesinados por aborto quirúrgico en España tantos españoles como ETA ha asesinado durante sus 40 años de acciones terroristas
El aborto es legal en España, desde la Ley Orgánica 9/1985, aprobada por el Parlamento, ratificada por el Rey, y mantenida por los gobiernos del Sistema»


El divorcio entre lo simbólico y lo real

por Luis Losada Pescador

El presidente del Parlamento Europeo, Joseph Borrell, pone el dedo en la llaga: la sociedad de la información convierte a los responsables públicos en antipolíticos

El presidente del Parlamento Europeo, Joseph Borrell comparecía el pasado lunes 19 de septiembre ante el Foro Nueva Sociedad. Entre los temas abordados, hizo mención al divorcio entre lo simbólico y lo real. Y creo que en esto acierta. La sociedad mediática exige gestos inmediatos en los políticos y los políticos alimentan esa sociedad mediática de la que viven sin preocuparse de la política. “Se nos llena la boca de solidaridad sin que nadie sepa lo que significa y sin que necesariamente implique una liberación de recursos”, denuncia el mismo Borrell.

En su opinión, el político se ha dejado llevar por la emoción inmediata, por el titular antes que por la solución de los problemas. “En realidad es la antipolítico, porque la política es esencialmente racional y exige un trabajo a medio plazo”, critica Borrell. Estos son probablemente uno de los costes de la sociedad de la información que exige respuestas inmediatas a los problemas, pero se olvida de ellos en menos de un telediario.

La inmediatez es un valor. Pero la reflexión también lo es. Y sobre todo el verdadero juicio para afrontar la realidad y evitar el “divorcio” mencionado por Borrell entre lo simbólico y lo real. Y es que en la sociedad de la imagen, en la que nos comunicamos con “emoticons”, la reflexión intelectual se ha reducido a “me gusta, no me gusta”, y hemos abandonado los parámetros de justo, moral, y eficiente. Estos debían de ser los parámetros con los que juzgáramos la actuación política.

Pero la realidad es que nuestros jóvenes ya piensan en imágenes y han abandonado las ideas. Y lo peor, los medios hemos caído en el mismo error, no sólo los audiovisuales. Ya nadie se preocupa del huracán Katrina ni de los 11 muertos de Guadalajara ni del proceso judicial seguido a los agentes de la Guardia Civil de Roquetas. La actualidad manda y margina la realidad. Pero peor: Casi nadie analiza con racionalidad, desprejuicio y sensatez el fenómeno de la inmigración. Sólo consumimos las imágenes de las pateras.

Ni tampoco analizamos con rigor el problema de la educación. “Consumimos informes” que apuntan las serias deficiencias de un sistema que produce analfabetos funcionales, incapaces de ubicarse en el mundo y de comunicarse con los demás. Pasada la tormenta del informe, regresamos a las mismas aulas ineficientes.

Borrell ha puesto el dedo en una llaga cuya responsabilidad compartimos políticos y periodistas. Ahora sólo queda que tras el diagnóstico, los políticos tengan el coraje de aplicarse el tratamiento: estar menos pendientes de la pantalla y más de la realidad. Que abandonen el “que hablen de mí, aunque sea mal”, que se concentren en la gestión del interés general y en la dirección hacia el Bien Común. ¿Es mucho pedir?

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Luis Losada Pescador


VII Congreso Católicos y Vida Pública
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«Llamados a la Libertad»

 

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