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Oleo de Padró. Museo Marítimo de Barcelona
Oleo de Padró. Museo Marítimo de Barcelona

Soldados catalanes en defensa de su Patria para liberar Cuba de una guerra inspirada por las logias (*) (**) al servicio de una potencia extranjera emergente

¿Boicot? No, gracias .

por Carlos Martínez-Cava Arenas

Frente a la dinámica de acción reacción de separatistas y separadores, que se retroalimenta y la torpeza de muchos de los últimos que caen en las trampas de los primeros hay que estar prevenidos. El boicot a los productos catalanes es injusto y además hace el juego a los intereses de los separatistas. Hay que ser selectivo evitando el consumo de los productos de las empresas nacionalistas, pero también de las empresas del resto de España que son complices con esas políticas o con otras contrarias al Bien Común

¿Es lícito –desde una conciencia rectamente formada- aceptar, participar y fomentar el llamado boicot a los productos procedentes de Cataluña? ¿Puede un católico en política promover y consentir esas actitudes?

Nadie puede dejar de hacer esas preguntas en estos momentos de tribulación, agitación y crispación nacional. No podemos separar los dictados de la conciencia de nuestro comportamiento en sociedad. No pertenecen al ámbito de la intimidad aquellas verdades que nos hacen humanos y seres dotados de trascendencia. Y, precisamente por ello, es un deber realizar la tarea de enjuiciar moralmente esas actitudes por las cuales se pretende evitar un mal y que, quizá, provoquen un mal mayor.

“El Mal se alimenta y se destruye a sí mismo”. Son palabras de Juan Pablo II. La naturaleza del Mal viene definida por la misma existencia del Bien. Y es su ausencia lo que provoca su aparición. Pero ¿hemos de combatir la actuación maligna con otra de igual signo? En este caso concreto, la dirección política de corte nacionalista disgregador e identitario que ahora, se ha presentado en clave de nuevo ordenamiento jurídico de corte agresivamente separatista, laicista y materialista, ¿ha de ser contestada con acciones que puedan perjudicar a ciudadanos que no participan de esa praxis y residen en territorio catalán?

Sin duda, esa pregunta –en otra escala- se plantearía cuando los aliados decidieron castigar con sus bombardeos ciudades alemanas en la segunda guerra mundial. Las mujeres y los niños que en ellas residían no habían sido partícipes de la ola de destrucción que las tropas del totalitarismo nazi habían desplegado en el Frente del Este, pero ¿era moralmente aceptable destruir ciudades enteras con sus habitantes para conseguir la rendición de aquél régimen político tan degradado? Sin duda, no. El Mal sólo puede ser vencido por el Bien.

Siendo el trabajo un derecho esencial por el que la persona se proyecta en lo social, las relaciones entre hombres y pueblos deben ser transformadas en estructuras de solidaridad. Y ésta es una virtud moral. Ha de ser una determinación firme y perseverante de empeñarse en el “Bien Común”; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos.

Por eso quienes defendemos las virtudes del Patriotismo como parte del cuarto mandamiento, aquel que nos exige honrar a nuestro padre y a nuestra madre, -exigencia que viene de la pietas como respeto y veneración que se le debe a los padres y que se extiende a la Patria como lugar con Historia, tradiciones y lengua-; afirmamos que el patriotismo se traduce en un amor que abarca las obras de los compatriotas y sus frutos.

Toda amenaza al gran bien de la Patria es la ocasión para verificar ese amor.

Ahora ha llegado ese momento de prueba. Y ante él no cabe sino vencer al Mal con el Bien. El nacionalismo que se ha adueñado de algunas regiones de España no puede ser vencido con respuestas de igual signo porque ello alimentaría su crecimiento y queriendo solucionar el problema seríamos parte de él. Sólo desde la auténtica solidaridad por las personas que anónimamente trabajan en esas tierras y el afecto patrio que se muestre por ellas, hará alcanzar una respuesta digna de perdurar.

El odio al contenido del nacionalismo (identificando la desviación del amor por unas raíces regionales y culturales propias con la totalidad de los habitantes de esa región) provocará su triunfo y con ello un largo tiempo de dolor.

Se debe evitar la quinta pérdida de España. Y para ello no basta con blandir una bandera o identificarse como tal. España ha de ser solidaridad cuando un barrio entero se derrumba por unas obras subterráneas. Y ha de serlo igualmente cuando una minoría pretende azuzar el odio del resto de España sobre Cataluña porque sabe que de ese odio surgirá ese deseo de disgregación de forma masiva.

No cabe otra postura. Frente a la insolidaridad, la Solidaridad que nace del patriotismo. Sin reservas, sin esperar nada a cambio. Como el amor de una madre por sus hijos. Incondicional.

Cataluña no merece un Boicot. Merece unos españoles que la defiendan del Odio.

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Carlos Martínez-Cava Arenas


VII Congreso Católicos y Vida Pública
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«Llamados a la Libertad»

 

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