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Oleo de Padró. Museo Marítimo de Barcelona
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Soldados catalanes en defensa de su Patria para liberar Cuba de una guerra inspirada por las logias (*) (**) al servicio de una potencia extranjera emergente

Gil Robles: una semblanza biográfica

por Cristina Barreiro

Fue cambiando desde el catolicismo social (incluyendo el apoyo económico a Mola), pasando por el juanismo, hacia formulaciones socialdemócratas. Cuando organizó su propia organización, la llamada Federación Popular Democrática, partido con el que se presentó a las elecciones de junio de 1977, no consiguió escaños.

José María Gil Robles y Quiñones sigue siendo una figura controvertida. Personaje activo de la política durante más de 50 años, fue capaz de aglutinar a la masa católica en el mayor partido de la derecha española. Supo conjugar su papel como periodista, abogado y propagandista en un periodo complejo en el que no siempre fue comprendido.

Gil Robles nació en Salamanca en 1898. Se doctoró en Leyes y en 1922 ganó la cátedra de Derecho Político de la Universidad de La Laguna. De estos años provienen sus inquietudes sociales que le llevan a participar en la Confederación Nacional Católico Agraria y aproximarse a la ACNDP.

Formado en las fuentes de la tradición española, desde muy joven destacó por su dotes para la vida pública. Colaborador de El Debate como experto en Derecho Político y cuestiones municipales, fue miembro del Consejo de Redacción y subdirector entre 1927 y 1931.

Abandonó sus tareas en el diario al resultar elegido diputado a Cortes por Salamanca en las primeras elecciones de la II República. Lo hizo por Acción Nacional.

Ángel Herrera, consciente de sus cualidades vio en él a la persona idónea para organizar la derecha española en lo que sería el principal partido católico de masas: la CEDA.

Se decantó por el “accidentalismo” consistente en la aceptación del juego parlamentario de la República para moderar –o frenar en la medida de lo posible- la peligrosa pendiente revolucionaria.

La CEDA fue el partido más votado en octubre de 1933, momento en el que Gil Robles decidió acometer su polémica “táctica”: apoyar parlamentariamente un gabinete presidido por Lerroux para, poco a poco, adentrarse en el Gobierno y conseguir el poder.

En mayo de 1935 es nombrado Ministro de Guerra pero nunca llegó a presidir un gabinete. Alcalá-Zamora decidió adelantar las elecciones y frenar su ascenso gubernamental. Las complicadas alianzas dieron la victoria en febrero de 1936 al Frente Popular, en lo que era ya el camino hacia la catástrofe.

José María Gil Robles denunció desde el Parlamento el clima de inestabilidad que se vivía en las calles españolas. Era un gran orador pero sus estadísticas de atentados no sirvieron para calmar a los violentos.

Gil Robles conocía los preparativos para el golpe militar y se sabe que el líder de la CEDA entregó 50.000 pesetas del remanente electoral para auxiliar a Mola.

Pero desde este momento el posicionamiento de Gil Robles se torna excesivamente complicado. Cuando en agosto de 1936 entró en la zona nacional se encontró con un ambiente de resentimiento: pesaba sobre él haber acatado la legalidad republicana. “Son tantas las amarguras, tan enormes las injusticias e ingratitudes, que ha muerto en mí ese entusiasmo con que vine luchando en los años pasados” escribirá a Ángel Herrera.

Es el ambiente hostil y las campañas orquestadas por el propio régimen contra él, lo que le lleva a dejar España y fijar su residencia en Portugal.

Desde aquí se decantó abiertamente por la causa de don Juan: creyó que Franco abandonaría el poder para dar paso al Conde de Barcelona quien encarnaría la democracia corporativa. Se equivocó en ambos postulados.

En 1953 regresa a España para dedicarse a la abogacía desde su despacho de la calle Velázquez.

Pero sus inquietudes seguían latentes y, deseoso por intentar cierta concordia entre sectores políticos, participó en el Congreso del Movimiento Europeo de Munich, el llamado “contubernio de Munich” de resultados bien conocidos: José María Gil Robles tuvo que pasar dos años de exilio en Ginebra.

Vuelve a España en 1965. En 1968 publicó “No fue posible la paz” todo un acontecimiento editorial para la época.

Evolucionado hacia formulaciones de pensamiento acordes con la social democracia de tintes liberalcorporativos, organizó la llamada Federación Popular Democrática, partido con el que se presentó a las elecciones de junio de 1977. Era su última batalla electoral y no consiguió escaños.

Murió en Madrid en 1980 y ahora que se cumplen 25 años de la fecha, merece este recuerdo.

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Cristina Barreiro


VII Congreso Católicos y Vida Pública
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«Llamados a la Libertad»

 

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