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Oleo de Padró. Museo Marítimo de Barcelona
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Soldados catalanes en defensa de su Patria para liberar Cuba de una guerra inspirada por las logias (*) (**) al servicio de una potencia extranjera emergente

El multiculturalismo como imposición ideológica y su ensamblaje con el nihilismo ontológico.

por José Martín Brocos Fernández.

Dos peligrosas tendencias mutuamente imbricadas y provenientes del marxismo están determinando decisivamente la construcción axiológica de la sociedad: multiculturalismo [1] e ideología de género [2] .


Marxismo-Multiculturalismo.

La filosofía hegeliana y su rechazo a la pretensión de una validez definitiva, es extendida al análisis de los conocimientos y las actividades prácticas, de ahí que nunca nos encontremos con un estado ideal de la humanidad, ya que la historia, las civilizaciones y la cultura atraviesan fases históricas que corresponden con etapas siempre en permanente evolución y progreso continuado, y cada una de estas fases históricas acaba cediendo lugar a una fase superior (Engels, s.d.:47-48). En este sentido el multiculturalismo es presentado a menudo como una etapa superior o cualificada del legítimo pluralismo (Sartori, 2001). De tal modo “la filosofía dialéctica borra todas las nociones de una verdad absoluta y definitiva, así como todo lo que hay de absoluto en las condiciones humanas que a ella corresponden” (Engels, s.d.:48). Aquí, en la consagración de las verdades relativas “al alcance de todos por medio de las ciencias positivas y de la dialéctica” (Engels, s.d.:52) y en la consideración que “nuestras ideas jurídicas, filosóficas y religiosas, son un producto más o menos directo de las relaciones económicas dominantes en una sociedad determinada” (Engels, s.d.:125) hallamos el germen del multiculturalismo, que al igual que el resto de las ideologías o “sub-productos ideológico-culturales”, germinó primero en el discurso intelectual para concretarse de seguido, en nuestro caso, en una peligrosa tendencia cultural, y acabar extendiéndose a la praxis totalitaria social, v.gr. educación en la homosexualidad y desconstrucción de la sociedad, especialmente de la familia, con la ideología de género (Engels, 1970:83-84.93-95.210-211.219), para lo que se realizan cursos de sensibilización a la par que se implementan en los programas educativos más básicos.

Ser multicultural es reconocer la igualdad de todas las civilizaciones y las diversas culturas, en particular la cultura occidental, simbiosis de la filosofía griega y del derecho romano con el cristianismo, con la cultura de las minorías étnicas; y sobre todo que no debe determinarse ninguna jerarquía ni postular la superioridad de una cultura sobre otra. Cualquier tipo de modo de vida, actitud, arte, manifestación o expresión emanada de cualquier civilización debe ser igualmente respetable, y todas las culturas poseen el mismo valor ético (Bradford, 1988). El multicultural, la nueva “policía moral laica”, no admite pluralidad e opiniones fuera de la “verdad oficial” que se impone sea por coerción, por implementación educativa o por censura mediática. El pensamiento preponderante, en la línea marcada por la tiranía mediático-financiera servidora de otros grupos de poder fácticos [3] , es el único al que se le concede derecho de existencia mediático-social. Rechazar el multiculturalismo supone alejarse de lo “políticamente correcto”, caer bajo los anatemas que el “pensamiento único” destila frente a los “agresores de la libertad”, libertad siempre entendida en la línea inmanentista y permisiva.

El unicultural sigue creyendo que en la civilización occidental encontramos la cumbre de la plasmación artística, el máximo apogeo de las letras y el pensamiento filosófico y político más depurado, además de afirmar la superioridad moral frente a las restantes civilizaciones. Sostiene asimismo que la cultura occidental, la verdadera que no ha renunciado a la Tradición cristiana de Occidente, es la más perfecta por ser la que mejor se corresponde a la naturaleza del hombre [4] . La superioridad cultural del Occidente cristiano se da en todos sus elementos tanto en el plano práctico como en el plano teórico, e incluso la decadente cultura occidental moderna, impregnada de espíritu ilustrado cuyos rasgos fundamentales son el abstraccionismo y la libertad entendida como autonomía del sujeto individual, muestra signos extraordinarios de superioridad (Alvira, 1989). Como certeramente apunta Oakley (1980) el modelo de la ciencia nació en Europa, y no entre las religiones animistas, porque la ciencia presupone la creencia previa en un mundo con leyes fijas, determinadas. Para el cristianismo, que sigue a un Dios trascendente que crea de la nada, la naturaleza tiene su propia legalidad; la racionalidad como creencia, frente a otras creencias politeístas. Por ello el cristianismo, y en concreto la teología escolástica, da el fundamento filosófico de toda investigación científica.

Ilación relativismo-multiculturalismo y su entronque con el nihilismo.

El multiculturalista es relativista en lo moral, liberal en lo político y totalitario de ideas, de forma que considera que “su filosofía es la única verdadera (…) [y que] la humanidad debe desde ahora cambiar su filosofía de la teoría a la práctica y transformar el mundo entero de acuerdo con los principios hegelianos” (Engels, s.d.:59), que son los adoptados sustancialmente por la filosofía del relativismo. En el fondo subyace la renuncia de la razón a indagar la verdad de las cosas, de ahí que la verdad, moral, estética y lógica; el bien y la belleza, entendida como la armonía y el orden entre las partes y el todo; no tienen existencia como tal sino que dependen de la subjetividad personal, y todas las manifestaciones son igualmente respetables, con lo que entramos en que lo único válido y verdadero es lo políticamente correcto.

El multiculturalista coloniza, fragmenta y desconstruye internamente la sociedad, a la par que proscribe la civilización occidental cristiana al igualarla con otros “subproductos culturales” producidos bien en civilizaciones más primitivas y que menoscaban la dignidad de la persona humana, o bien exigiendo derechos legales, una discriminación positiva, para determinadas minorías, grupos o colectivos sociales no representativos, violentando en la mayoría de los consensos jurídicos rasgos antropológicos de carácter prepolítico sobre los que el legislador no tiene poder. El género y la etnia creadores de los nuevos derechos nunca promulgados que son puramente subjetivos conducen a la anomia, a la desintegración social y al oscurecimiento de la naturaleza del hombre.

La concepción vital del multiculturalista está constreñida a unas determinadas pautas y valores unidireccionales con pretensión de omnipresencia social. Esta visión reducida de la realidad, la permanente hostilidad a los valores occidentales de raíz cristiana y la no aceptación de referentes sólidos que aporten sentido a la vida como es la asunción de “imperativos metajurídicos y metahistóricos” (Razón Española, 2002:131), de un marco común de convivencia integradora arraigado en un orden moral natural, por esencia permanente e inalterable, y que sólo puede darse desde el iusnaturalismo, lleva a la “relativización axiológica”, pues nada es definitivo para mí, y finalizo en lo que el multiculturalista trata de evitar, en la deshumanización de la cultura pues “sólo el horizonte de lo divino permite desplegar al máximo las potencialidades de la cultura” (Gutiérrez García, 2001:222), y en una “absolutización ontológica de lo relativo”.

Pero el multiculturalista da un paso más en su relativismo que lo encamina hacia el nihilismo ontológico. Corroída la noción de verdad universal y permanente, diluido el yo trascendente y pensante, perdido el sentido de la vida, rechazada toda mediación externa, afirmada la autosuficiencia de la sociedad en la técnica y el bienestar, negada toda jerarquía o gradación moral política y cultural entre civilizaciones y formas de vida, y en particular la superioridad de la civilización occidental; todo ello lleva a la desesperanza metafísica, que evidencia consiguientemente un avance hacia el nihilismo.

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José Martín Brocos Fernández.

Referencias Bibliográficas (APA)

Libros

Engels, Federico (s.d.). Religión. Filosofía. Socialismo. Barcelona: Biblioteca Científico-Literaria.

Engels, Federico (1970). El Origen de la Familia, de la Propiedad Privada y del Estado. Madrid: Editorial Fundamentos.

Gutiérrez García, José Luis (2001). Introducción a la Doctrina Social de la Iglesia. Barcelona: Ariel.

Oakley, Francis (1980). Los siglos decisivos. La experiencia medieval. Madrid: Alianza.

Sartori, Giovanni (2001). La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros. Madrid: Taurus.

Artículos

Alvira, Rafael (1989). Cristianismo y cultura occidental. Razón Española, 38, 261-274.

Bradford, Elvin (1988). La envidia igualitaria. Razón Española, 27, 101-105.

Brocos Fernández, José Martín (2005a, Abril). El Nuevo Orden Mundial frente a la familia. Las amenazas a la familia. Arbil, 91, Artículo 2 [Online]. Extraído el 13 Abril, 2005. Disponible en <http://www.arbil.org/arbi-d91.htm> ISSN 1697-1388>

Brocos Fernández, José Martín (2005b, Abril). La desculturación de los medios de comunicación y su influencia en el ámbito familiar. Arbil, 91, Artículo 16 [Online]. Extraído el 13 Abril, 2005. Disponible en <http://www.arbil.org/arbi-d91.htm> ISSN 1697-1388>

Razón Española (2002). Multiculturalismo y razón. Razón Española, Editorial, Septiembre-Octubre, 129-132.

Artículos de periódico

Majewski, Andrzej (2005, Septiembre 1). “Nuestro primer enemigo no es Bin Laden ni Al Zarqaui, es el Coram que los ha intoxicado” Oriana Fallaci. Periodista y escritora [entrevista]. El Mundo, p. 24-25.



[1] Multiculturalismo viene del latín multus-multa-multum (mucho, múltiple), y el adjetivo cultural, que deriva del sustantivo latino cultura, que significa cultivo (especialmente agrícola); por tanto, lo cultural sería lo relativo a la cultura. Procede del verbo colo (colere), que significa cultivar (en el sentido de “estar al cuidado, para sacar provecho o explotar”, por ejemplo el campo). Dicho verbo, procedente de la raíz indoeuropea *kol-, es de donde deriva la palabra colonia, mantenida intacta en el español, y de donde también deriva el sustantivo de contenido religioso culto (del latín cultus), que hace referencia al ofrecimiento del trabajo y sus frutos a la Divinidad por parte de los colonos. Podemos citar como ejemplo, para comprobar que el sentido no es exclusivamente agrícola, en otra lengua indoeuropea que no es el latín, la palabra griega boukólos (literalmente que cuida del buey, que ‘cultiva o explota’ el buey), de donde viene nuestra palabra ‘bucólico’. Después la palabra colonia ha ido adquiriendo matices diversos al utilizarse en sentido figurado (respecto a la formación intelectual o física de alguien o al desarrollo de la identidad propia de un pueblo).  Si a multicultural le sumamos el sufijo –ismo, nos queda multiculturalismo.

[2] Véase un amplio análisis de la ideología de género en Brocos Fernández (2005b, Abril).

[3] Puede consultarse sobre el tema nuestros trabajos (2005a, Abril, 2005b, Abril).

[4] Por la estrecha relación de la civilización cristiana occidental con la irradiación de la Verdad, es incompatible con algunas culturas en concurrencia como el Islam, no por oponerse a la democracia liberal ni a la tolerancia como pilar del sistema de creencias occidental como sostiene Oriana Fallaci (Majewski, Andrzej, 2005, Septiembre 1) o Sartori (2001), ambas realidades frutos de la Revolución ilustrada desintegradora de la auténtica Europa cultural y políticamente enraizada en la cultura clásica y cristiana, sino por ser el Islam una infra-cultura ideológica radicalmente antagónica, negadora y perseguidora de la verdadera fe, y consiguientemente opuesta a la cultura occidental con una visión cristiana de la vida.


VII Congreso Católicos y Vida Pública
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«Llamados a la Libertad»

 

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