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El cuerpo místico.
¿Qué es España? Esa unidad de destino en lo universal, ese principio de atribución de mis relaciones con el mundo, ¿es algo real o una pura imaginación?
A partir del momento en que sé que desde
la prehistoria hasta aquí han transcurrido dos mil años por el
hilo conductor de la identidad de nombres y emociones, me siento
hoy responsable de toda la historia, comprendo que la existencia
de España es algo real, algo tan sólido que, en lugar de
deshacerse en los temporales de los siglos, ha crecido sin parar.
La España de hoy es más grande que la de Felipe II, porque la
medida de una nación es el tiempo y no el territorio. España se
mueve en la historia a la vez que el planeta se mueve en el
espacio. El planeta da vueltas en torno a sí mismo, mientras que
España avanza en lo temporal hacia un futuro. La España de hoy
también es más completa porque decenas de generaciones le han
sumado sus hallazgos y sus esfuerzos. Dentro de cuatrocientos
años España aún será más grande, más rica.
Se nos ocurre a todos añadir: «si sobrevive». ¿Es que corre
peligro España? Se lee en la prensa que sí, se ve en los
separatismos que sí; se ve en la colonización económica que
sí, lo mismo que en la inoperancia del sistema y en el entramado
de intereses particulares. Oigo en este sentido muchos
comentarios: «España se nos deshace entre las manos?» ¿Qué
le voy a hacer si no me lo creo? España es una Patria. Ha
protagonizado una historia larga y durísima precisamente a costa
de estar en crisis, de correr esos aparentes peligros de
destrucción una y otra vez. Me excuso de citar todos y cada uno
de ellos. A todas las generaciones España ha estado a punto de
deshacérseles entre los dedos: la Primera República, el 98, el
36, ahora. Pero aquí sigue España y esto sí que es
incuestionable. No es un nombre en el mapa o en la historia
solamente: es una cultura milenaria, universal y con vocación de
eternidad, y eso no se muere ni se puede matar.
A veces lo político se nos mezcla con lo universal. No dudo que
este sistema político de esta España se hunde solo, por falso,
irrealmente representativo y corrupto. Ni dudo, aunque quisiera,
que ello va a suponer una fuerte sacudida en todos nosotros.
Pero, gracias a Dios, España está por encima, a años luz por
encima de estos cambios políticos que serán pura anécdota
dentro de doscientos años.
Me importa más saber por qué estas cosas suceden y por qué
tienen que suceder una y otra vez. Hay sistemas políticos que
aspiran a representar a España en un Estado que no está ni
hecho ni pensado para nuestros problemas y realidades en esta
época. Esos caen siempre al poco tiempo y con estruendo: ni son
realistas, ni son eficaces, ni son, por no ser, nada más que la
demostración de la contumaz tozudez de ciertas minorías. Hay
otros sistemas, otros estados, que nacen con su tiempo, que
cubren una época y que desaparecen suavemente - tristemente -
una vez cumplida su misión. Con mayor o menor acierto, tratan de
comprender a España; se fijan más en lo permanente que en lo
transitorio, y suelen solucionar gran parte de las miserias
causadas por lo anteriores.
Uno de estos estados nacionales es el que se vislumbra ahora.
Pero para llegar a él antes hay que llegar al ser de España;
antes hay que comprender cómo es la Patria y qué necesita. Y
comprenderlo todos. Todos los fundamentales, al menos. Saber que
esta frágil estructura, doblada bajo el peso grotesco de la
partitocracia, se esté cayendo sin arreglar nada, de puro
imposible y débil, no significa que cualquier otra cosa que la
substituya será mejor si arranca, como arrancó la
"democracia", de las prisas y de la negación de las
historia que nos prevenía en contra de lo que acabó
haciéndose.
No pude, en lo anterior, esbozar apenas la idea del cuerpo
místico, cuando decía que España, por ser una cultura
milenaria, ecuménica y con vocación universal, no puede morir
de buenas a primeras: se va transformando despacio pero jamás
cambia absolutamente. Jamás se olvida.
Lo político - añadía- es anecdótico, mientras que lo
permanente sigue. ¿Cómo llega a suceder esto? ¿Cómo es
posible que determinadas ideas, determinados sentimientos
permanezcan y se fortalezcan a lo largo de los siglos? ¿Cómo
funciona España?
Si España no es, como supongo, una entelequia, tiene, a la
fuerza, un modo de ser , de llegar a ser en cada momento; un
mecanismo para sobrevivir, y ese es un tema en el que pensar muy
seriamente. En suma: ¿Cómo nos las hemos arreglado para llegar
hasta aquí, después de la enormidad de cosas que han sucedido
desde el principio?
Tiene España una fuerte personalidad (Cuidado: no le atribuyo
alma ni psicología: hablo de su cultura), una genial
personalidad temperamental y artística, dada a los altibajos y a
las crisis de las que sale más y más viva. A bote pronto, puede
calcularse que su rasgo más notable es su fuerza creadora, como
demuestran las sólidas huellas de su cultura. Madre de Patrias,
embrión de difíciles empresas, España está más concebida
como matriz fecunda que como sencilla unidad. Esto no lo
entienden ninguno de los personajes que aspiran solo a gobernar
taifas: en España no se puede crear al margen de España.
La Patria tiene talento para la creación, para la innovación,
para percibir lo que a otros se les escapa y para concebir el
futuro como empresa, como transcurso en el que se tiene que
llevar a cabo todo. Como creadora que es, necesita independencia
y no resiste verse sometida ni a hombres ni a ideas extranjeras.
Y los separatismos aspiran a ser lo contrario: extranjeros.
Su genio es artístico y exaltado, y lleva el realismo hasta tal
punto que trasciende de la realidad para convertirse en mística:
el gran Barroco español no ha dejado de ser todavía. Sucede,
pues, que cuando España no puede inventar, no puede renovar el
mundo, ni causar asombro entre las naciones, cae en la
postración, en la frustración del artista que no consigue
rematar su obra, con sus pesimismos enfermizos y sus tendencias
suicidas. Luego, despierta del sueño fatal y actúa. España
está condenada a la acción por la propia vitalidad de su
cultura y por su juventud exuberante. Si no puede saltar las
fronteras, se vuelve contra sí misma, pero siempre en
movimiento, siempre efervescente, aguardando el momento del nuevo
hallazgo, de la inspiración que, cuando llega, llena un siglo de
la humanidad cada vez.
Así la veo yo. Así la conozco, dándome la dimensión temporal
de mi vida, pero intemporal ella misma, porque hay dos Españas -
sin contar esas problemáticas de derechas y de izquierdas - , la
España Militante y la España Triunfante, en permanente
comunicación a través de las épocas.
La España de hoy, militante; la España del esfuerzo cotidiano,
es la punta de la flecha que se mueve en el tiempo. La España
Triunfante, todas las anteriores Españas que fueron y devinieron
en esta de ahora: la romana y la gótica, la arábiga y la
fronteriza, la descubridora y la que inauguró la Edad Moderna.
Tenemos línea directa con esas Españas Triunfantes. Sabemos sus
pensamientos y sus luchas, y sólo aprovechándonos de este
pasado tan rico ganaremos el derecho a hacer nuestro futuro. Y he
aquí la razón por la que ninguan organización del sistema
permite que las juventudes conozcan la historia o el idioma que
nos conecta con ella. No es una casualidad sino una trama.
Arturo Robsy.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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